Extraño |NoMin

By scaretwoo

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Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... More

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31. Resplandor
32. Venganza
33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
Capítulo final
Epílogo
Agradecimientos.

34. Siempre tuyo; Parte 2

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By scaretwoo

Jeno.

Cuatro horas antes.

   Saco el celular de mis bolsillos y verifico la hora. No tengo ninguna llamada perdida, ni tampoco mensajes sin leer. Subo el volumen de las notificaciones al máximo y tamborileo los dedos sobre la mesa a la par en que me relamo los labios. Echo un par de vistazos por la ventana que está justo al lado del lugar que he escogido, pero no veo nada extraordinario.

   Francamente no descarto la posibilidad de que mi invitación le haya resultada extraña y sin sentido. Pero conviene ser optimista y me prometo a mí mismo que va aparecer. Parecía muy dispuesto a hacerlo cuando me puse en contacto con él hace dos noches. Aunque quien sabe, puede que a estas alturas lo hubiera pensado mejor y ya se haya arrepentido.

   — ¿Puedo tomar su orden?

   El mesero pregunta mirándome con desinterés. Le dedico una sonrisa forzada y tomo la carta que ni siquiera había visto para pedir lo primero que encuentro en la sección de hamburguesas. Estoy en un restaurant de comida rápida así que no creo que sean malas. El chico apunta mi descuidada orden y después de decirme que mi pedido saldrá enseguida, gira sobre sus talones y me deja solo.

   El nerviosismo aumenta y comienzo a mover la pierna de arriba hacia abajo. Se supone que mi avión parte en cuatro horas, pero aun así siento que el tiempo no me va a alcanzar para hacer todo lo que tengo en mente.

   Minutos más tarde vuelve el mesero y deja sobre mi mesa una hamburguesa con queso y una malteada de fresa. Me desea de manera monótona buen provecho y una vez que se marcha hago el plato hacia adelante, apartándolo de mí. No tengo ganas de comer. Menos aun si voy a subirme a un avión. No quiero tener el estómago revuelto y viajar con incomodidad por horas.

   Sin embargo, no desprecio la malteada y le doy unos cuantos sorbos, observando a cada tanto mi celular. Pasan otros diez minutos y creo que no va a venir, pero finalmente, después de un momento de quiebre mental, lo veo atravesar la cafetería con aire despreocupado.

   Me permito soltar un suspiro y levanto la mano para indicarle que estoy en una de las mesas de al fondo. Él me dedica un gesto de cabeza simple y una vez frente a mí, se da un par de toques en su airpod derecho y se quita ambos para posteriormente dejarlos sobre la mesa.

   —Siento el retraso, pero mi chofer no encontró una ruta más rápida para llegar.

   Dice aquello con tanta naturalidad que podría pasar por algo normal de no ser porque tener un chofer a los diecisiete años de edad me parece extraordinario. Luce como un chico agradable y el día de la fiesta de disfraces creí que era divertido, pero es obvio que su posición económica, de manera inconsciente, le da algunos tintes de superioridad al hablar.

   —Gracias por haber venido Chenle —le dedico una pequeña sonrisa y trato de hacerlo sentir cómodo invitándolo con una mano a que tome asiento frente a mí—. ¿Cómo estás? ¿Disfrutas de tus vacaciones?

   Él me da una mirada insegura, analizándome atentamente. Quedamos frente a frente y luego se cruza de brazos y se recarga contra el asiento. Quizá intentando recordar quien soy.

   Conseguir su número no fue tarea difícil. Fue cuestión de teclear su nombre para encontrar su Instagram y leer la descripción que contenía "Contacto personal de Zhong Chenle" para luego hacerle una llamada y pedirle que nos reuniéramos aquí. La tecnología a veces es demasiado conveniente, pero debo admitir que me preocupa la facilidad con la que los jóvenes aceptamos sin reparos a reunirnos con extraños.

   —Tú eres uno de los novios de Jaemin, ¿no es cierto?

   Chasquea la lengua y yo salgo de mi ensimismamiento.

   ¿Ha dicho uno de sus novios?

   — ¿Disculpa?

   —Sí, ahora que te veo mejor lo recuerdo. Eres el chico de las fotos de la graduación, ¿no es cierto?

   La verdad es que me hubiera extrañado que no me reconociera por eso. Así que no veo porque debería sentirme incómodo o afectado. Quiera o no lo que pasó ese día va a perseguirnos por el resto de nuestras vidas.

   —Así es. También asistí a la fiesta de disfraces que hiciste en tu casa. ¿Lo recuerdas?

   Entorna los ojos y es como si hurgara entre recuerdos mientras me analiza una vez más.

   —Mmm, creo que sí. Ibas disfrazado de perro, al igual que el otro novio de Jaemin.

   No puedo evitar soltar una risita. Me da gracia que me ubique por el mero hecho de haber usado unas orejas afelpadas tan ridículas.

   — ¿Hablas de Renjun?

   —Ajá.

   Levanto una ceja con curiosidad.

   — ¿También él era novio de Jaemin?

   —Sí, bueno no —frunce el ceño y por un momento parece confundido—. Es que... bueno, Jaemin salía con muchos chicos. Y yo lo molestaba diciendo que era novio de todos. Pero, nunca creí que eso realmente fuera cierto hasta el día de la graduación.

   Me duele que las personas como Chenle, que eran al menos, un poco cercanas a Jaemin, sean capaces de creer semejante tontería. Cualquiera con un poco de sentido común se daría cuenta de que de hecho, Jaemin pocas veces se involucraba con alguien que no fuera Renjun. Quizá también Jaehyun. Pero nada más. Ni siquiera nosotros nos frecuentábamos en la escuela.

   —Verás Chenle—considero conveniente arreglar un poco de todo el embrollo en su cabeza—, Jaemin y yo tuvimos algunos problemas para iniciar nuestra relación, pero debes creerme cuando te digo que él no es nada de lo que se dice. Él tiene un corazón realmente dulce y nunca haría algo para lastimar a las personas que ama.

   Chenle me mira fijamente, buscando rastro de dudas en mis palabras, pero al ver que continuo tan firme como al principio, simplemente suspira.

   — ¿Era eso lo que tenías que decirme?

   —En parte —reconozco, inclinándome un poco más hacia él—. Pero no, en realidad quería pedirte un favor.

   Él también se acerca un poco más y me escucha con atención.

   — ¿Un favor?

   —Es algo difícil de explicar, pero voy a tratar de ser lo más claro y sincero posible —retrocedo y jugueteo con las manos sobre mi regazo por un rato—. En unas cuantas horas me voy del país y no pienso volver en un tiempo.

  — ¿Eso significa que vas a dejar a Jaemin? —horrorizado, se lleva las manos hacia la boca—. ¿Después de todo lo que pasó lo vas a dejar?

   Joder, es tan malditamente duro escucharlo de esa manera, que lo aparto de mi mente enseguida. Desde que me marché de su casa y le dejé mi carta a su padre, no he querido pensar en él. Porque sé que si lo hago voy a perder un poco de la cordura que todavía me queda y que necesito para no debilitarme hasta la ruina.

   —Escucha, Chenle, de verdad necesito pedirte un favor —insisto y evado su pregunta, sin quitar el dedo del renglón—. Necesito hablar con una persona antes de irme, y creo que tú eres el único al que no podría estar odiando hasta la muerte en estos momentos.

   — ¿Odiar? ¿A mí? —jadea y cuestiona con indignación. Como si el sólo considerar que alguien lo odiara fuera el peor de todos los insultos—. ¿Quién podría odiarme? ¡Si yo soy el chico más genial de toda la escuela!

   —Y es por eso mismo que necesito tu ayuda. Chenle, no tengo mucho tiempo y lo que quiero que hagas puede resultar de manera positiva o negativa. Pero para eso tienes que llamar ya mismo a esa persona y decirle que quieren que se vean aquí, en este lugar.

   — ¿A quién quieres que llame?

   —A Renjun.

   Sus ojos se abren por completo. Viéndome perplejos y brillosos, parecidos a dos ventanas enjabonadas. Sinceramente no esperaba recibir esta reacción, creí incluso que eran más íntimos. Después de todo compartieron clases por dos años.

   — ¿Qué? ¿El chico impresora? Tienes que estar bromeando, ¡si ni siquiera le caigo bien! Siempre que puede pelea conmigo. Cree que es muy listo, pero en realidad yo siempre he sido el mejor promedio de la clase y su problema es que no lo reconoce.

   ¿Ha dicho impresora? ¿Acaso él sabe que me regaló una?

   —Chenle eres literalmente la única persona a la que realmente no quiere matar y lo digo en serio —comento con desesperación, mirándolo fijamente—. Necesito hablar con él y sé que si tú lo citas a venir, puede que lo haga.

   —No lo creo, además, ¿Qué ganaría yo con todo esto? ¿Por qué habría de ayudarte?

   La verdad es que medité detenidamente lo que le ofrecería a Chenle por hacerme este favor. Estuve contando todos mis ahorros y conseguí una cantidad bastante decente para meterla en un sobre. Pero, todo eso fue antes de que recordara que este chico tiene todas las comodidades que sólo una familia adinerada puede ofrecer.

   —Ayudarme —sin muchas vueltas, decido probar mi suerte y esperar a que eso sea suficiente—, porque en menos de cuatro horas tengo un vuelo que me va a llevar lejos de aquí y quiero arreglar o intentar arreglar, los errores que he cometido desde hace algunos cuantos años.

   Después de mi ataque de sinceridad bajo la cabeza y poso la mirada sobre la carta del menú a la que no le he dado verdadera atención desde que llegue. No me sorprendería si Chenle simplemente se va o se niega a ayudarme. Todos mis planes son una completa basura. Era lógico que por no conocerme de nada, esperaría a que yo le diera algún tipo de recompensa. Sobre todo si al chico que quiero que llame, no es de su agrado.

   — ¿Te quieres disculpar con él?

   Levanto la mirada y me muerdo el labio inferior para después, asentir.

   —Sí.

   — ¿Y nada más?

   —Tengo planeado aclararle algunas cosas. Pero si, básicamente es todo.

   — ¿Ustedes eran novios antes de la graduación?

   Me gustaría saltarme su interrogatorio, pero sé que no sería correcto, pues si quiero que me haga este favor al menos debería satisfacer su curiosidad.

   —Lo fuimos por un tiempo.

   — ¿Y por qué dijo todas esas cosas horrendas de ustedes en su discurso?

   —Porque... no hice las cosas bien. Jaemin era su mejor amigo y me enamoré perdidamente de él. Pero no terminé con Renjun e hicimos demasiada desidia para contarle la verdad.

   Chenle asiente, pero casi inmediatamente después, frunce el ceño.

   — ¿Y él todavía te quiere?

   —Sinceramente, no creo que alguna vez lo haya hecho.

   — ¿Y tú? ¿Todavía lo quieres?

   —No.

   — ¿Y a Jaemin?

   Sonrío en contra de mi voluntad. Esa es la única pregunta que me da entusiasmo contestarle.

   —Más que a mi propia vida.

   Chenle se queda callado y parece analizar la información nueva que acaba de obtener. Eso es suficiente para que mis esperanzas no mueran por completo.

   —Muy bien, sólo porque Jaemin me cae bien lo haré. Pero quiero que sepas que si me rechaza, cosa que pasará, no podré hacer nada más por ti. Ese chico nunca me ha dado buena espina. Tiene un aura muy oscura.

   —No lo creo, Renjun no es una mala persona —y creo que digo la verdad. A pesar de todo lo que pasó no considero que su corazón sea tan oscuro como para merecer el desprecio de los que ni siquiera se han dado la oportunidad de tratarlo—. ¿Puedes llamarlo ahora?

   —De acuerdo.

   Hace una mueca y saca su teléfono celular. Le paso su número y él lo llama. Pero inmediatamente salta al buzón y creo que lo más lógico es que haya decido cambiar de número.

   —Espera un minuto —rebusco entre mis contactos el de su casa y se lo dicto—, puede que aquí nos conteste.

   — ¿Es el de su casa?

  —Sí.

   — ¿Y si me contesta su madre?

   —Entonces le dices que te pase a su hijo.

   — ¿Y si me pregunta de dónde saque el numero?

   —Por Dios Chenle, sólo llámalo y ya.

   Parece algo reacio, pero yo no tengo tiempo para responder todas las suposiciones que se llegue a hacer sobre la situación. Por muy extraña que esta sea.

   —Está timbrando.

   Anuncia y permanece nervioso con el celular pegado a su oído. Algunos segundos de silencio pasan hasta que finalmente lo escucho hablar.

  — ¿Hola?

   Me inclino sobre la mesa para estar un poco más cerca de él y de ser posible, escuchar lo que dice.

   — ¿Renjun? —pregunta y yo siento que los nervios en mi cuerpo, aumentan por mil—. Soy Chenle. Ajá sí, tu compañero de clase, el que es más listo que tú.

   Le pellizco la mano y niego con la cabeza para que no riña con él. Lo que menos tiene que hacer es enfurecerlo.

   — ¿Qué cómo conseguí el número de tu casa? —Chenle me mira con pánico y yo me quedo en blanco—. Pues... porque tú una vez me lo diste para que te llamara. Sí, sí, nada más que no te acuerdas porque tienes una pésima memoria.

   Cierro los ojos y suspiro, no creo que Renjun vaya a creer eso.

   —Escucha, sé que esto es raro, pero vine a pasear por el centro y quería saber si tú estás disponible. Ajá, vine solo. Y como no tengo a nadie con quien salir y como sé que tú ya no tienes amigos...

   Vuelvo a darle un pellizco y Chenle se aparta el celular para dedicarme un insulto. Le susurro que vaya directo al grano y después de sacarme la lengua, vuelve a la llamada.

   —Mira, no hay ninguna razón en específico por la que quiera hablar contigo. Sólo quiero tu compañía. En una semana me voy de vacaciones a China y me quiero distraer.

   Cruzo los dedos bajo la mesa y espero que el discurso de Chenle sea lo suficientemente convincente para ablandar su corazón.

   —Mmm, supongo que está bien. Sí, sí, entiendo. Bien, adiós.

   Termina la llamada y me quedo expectante por lo seca que ha sido la despedida. Chenle deja el celular en la mesa y me mira con cautela.

   — ¿Y bien?

   —Él dijo que no.

   Desanimado, me dejo caer en mi asiento y revuelvo mi cabello con los dedos. Mierda, de verdad almacenaba la esperanza de que esto funcionara.

   —Lo siento, amigo —mi compañía parece un poco culpable—. Pero ese chico realmente es un problema. Me dijo que estaba ocupado y que no venía al caso mi invitación porque nosotros nunca hemos sido cercanos.

   —Lo entiendo —me sincero y vuelvo a pasar las manos por mi cabello, desilusionado—. Aun así gracias por haber venido, Chenle. Agradezco que hayas tenido la intención de ayudarme.

   —No fue nada —vacila y después de quedarse en silencio por algunos segundos, mira fijamente al centro de la mesa—. Oye, ¿te vas a comer eso?

   Miro la hamburguesa que no he tocado desde que llegó y esbozo una pequeña sonrisa, deslizando el plato hacia su dirección.

   —No, no, adelante, es toda tuya,

   —Gracias, ya me estaba deprimiendo de ver que no la tocabas.

   Se abalanza hacia ella para darle grandes mordiscos y mientras lo hace, no puedo evitar sentirme desanimado. De verdad que hubiera querido hablar con Renjun antes de irme. Pero supongo que eso es algo que debí planear mejor y con más tiempo. Darme mi espacio para buscarlo y pedirle que me escuchara.

   Chenle se termina la hamburguesa y le pido una Coca Cola porque siento que en cualquier momento se va a atragantar con tanto pan. Me resuelvo a esperarlo a que termine para poder irme. No quiero verme descortés, después de todo Chenle tuvo la intención de ayudarme.

   Se termina el refresco, deja el plato casi limpio y pido la cuenta para liquidarla. El chico regresa y después de darle una generosa propina con el fin de que cambie su cara larga, escucho a Chenle gritar:

   — ¡Creo que está regresando la llamada!

  — ¡Contesta!, ¡Contesta!

   Lo animo y Chenle asiente varias veces con la cabeza, para luego tomar su teléfono y pegárselo violentamente a la oreja.

   — ¿Hola?

   Me siento a su lado, y pego la oreja directamente en el celular, pero aun así es difícil que entienda algo.

   — ¿Es Renjun? —le susurro y él contesta que sí.

   Al parecer el susodicho sólo dice algunas palabras sueltas que terminan por poner a Chenle ansioso.

   —Sí, sí, sigo aquí. ¿Quince minutos? Claro, aquí te espero, pero no vayas a demorarte porque ya casi termino de comer. Ajá, sí, en la que está a lado de la librería. La de la calle Westrom. Bien, bien, te espero.

   Termina la llamada y me mira con ojos ansiosos. Siento como si se compadeciera de mí.

   —Ya viene para acá, ¿quieres que llame a la policía por si acaso?

   Su sugerencia y su reacción no me alientan mucho que digamos.

   — ¿Por qué cambio de opinión?

   —Dice que vino a comprarse unos zapatos y que el lugar le queda de paso —Chenle ladea la cabeza y esboza una sonrisa divertida—. La verdad es que no le creo ni una mierda. Pero bueno compañero, acabas de desatar el infierno, así que me voy. Buena suerte, cuídate de él, a lo mejor quiere regalarte una perforadora esta vez.

   Se pone de pie y toma su celular para meterlo en uno de sus bolsillos con prisa. Parece realmente deseoso de irse. Nunca consideré la posibilidad de que le tuviera miedo a Renjun. Aunque bueno, después de lo sucedido en la escuela, creo que cualquiera en su sano juicio podría hacerlo.

   —Muchas gracias por tu ayuda, Chenle. Te prometo que un día te lo voy a recompensar.

   Parece dispuesto a irse sin más, no obstante, algo lo detiene y gira sobre sus talones para expresármelo.

   —En realidad si me gustaría pedirte algo.

   —Dime, soy todo oídos.

   Juguetea con los dedos en su camiseta y traga saliva.

   —A mí en realidad Jaemin me cae muy bien. Y creo que todo lo que pasó no es bueno para nadie, en especial para él. Así que... me gustaría que si vuelves a hablar con él algún día le digas que Jisung y yo no creemos nada de la mierda que dicen por internet y que cuando quiera se puede sentar con nosotros a la hora del descanso.

   Sonrío y asiento con la cabeza en señal de respeto. Chicos como Chenle son los que mi precioso necesita en su vida. Personas que sientan empatía y vean más allá de la superficialidad del mundo.

   —Claro que se lo diré, Chenle, pero, ¿Por qué no se lo dices tú también?

   —Hum, no creo que me vaya a creer. A veces es un poco extraño.

   No parece que vaya a agregar nada más, así que lo dejo irse tranquilo. No sin antes agradecerle una vez más su ayuda. Me consuela pensar que cuando Jaemin tenga que cursar su último año en el Instituto, lo haga a lado de personas que lo estiman.

   Apoyo los codos contra la mesa y exhalo a profundidad. Mentalizándome para lo que estoy a punto de hacer. Renjun no se va a alegrar ni tantito cuando me vea, pero para eso voy a tener que ser muy cuidadoso y rápido con lo que voy a expresarle.

   Nuestra historia está muy lejos de haber sido medianamente romántica. Ninguno de los dos estaba realmente interesado en el otro, pero aun así, no puedo ignorar que compartí dos años de mi vida con él y que en algún momento, llegué a quererlo. Desde el inicio Renjun me agradó y me miró cuando nadie más lo hacía. Y aunque el tiempo se llevó gran parte de su sensibilidad y simpatía, creo que él no merecía enterarse sobre lo que pasó entre Jaemin y yo de esa manera. Tampoco puedo ignorar que él, en algún momento, intentó recuperar nuestra relación a base de buenas acciones. 

   Son cosas que simplemente no puedo olvidar.

   Vuelvo a suspirar y durante los próximos diez minutos me dedico a mirar por la ventana. Chenle me dijo que no iba a tardar más de quince, pero en este momento, me gustaría que cumpliera su palabra con rigurosidad. No puedo darme el lujo de perder el vuelo.

  Después de algunos minutos más, el mesero viene a recoger la mesa. Me hago hacia atrás para que pase un trapo húmedo por ella y es en ese momento, que lo veo pasar con dos bolsas de plástico en cada mano, dispuesto a entrar al restaurant.

   Me enderezo en el asiento y tomo una bocanada de aire. El mesero me pregunta si quiero alguna otra cosa y le digo que por el momento me encuentro bien. Escucho la campana de la puerta y volteo un poco, lo suficiente para ver a Renjun pararse sobre sus puntitas y buscar a su acompañante.

   Le da un par de vistazos al lugar y después de volver a exhalar, me pongo de pie y camino hacia su dirección.

   No tarda ni cinco segundos en notarme. Su expresión pasa del desconcierto a la sorpresa y después, a la furia. Todo eso antes de que yo pueda al menos avanzar tres pasos.

   Se da la media vuelta y choca contra un cliente que venía entrando, no se molesta en disculparse y sale hecho una furia, casi azotando la puerta de cristal. Pongo mis sentidos alerta y acelero el paso hasta que me encuentro en la calle.

   —Renjun, ¡espera!

   Le grito y corro detrás de él. Pienso que en cualquier momento se va a echar a correr también, pero al parecer todavía es el mismo chico orgulloso de siempre, pues camina apresurada pero firmemente, sin perder del todo la calma, como si quiera demostrarme con su postura que no piensa escucharme.

   Pero no pienso desistir y cuando el semáforo de la siguiente calle se pone en rojo y Renjun se ve obligado a detenerse por el flujo de los autos, aprovecho mi oportunidad y estiro el brazo para tomar su muñeca.

   —Renjun.

   — ¡No me toques, imbécil! —ruge con furia, levantado el brazo con violencia y tomando la calle que va cuesta abajo para no esperar el semáforo.

   Esta vez deja de lado su orgullo y comienza a correr. Temeroso de perderlo de vista, corro detrás de él. Un par de cuadras terminamos en una calle solitaria que sólo es interrumpida por el ladrido del perro de una cochera que está justo al lado. Vuelvo a aferrar mis dedos a su muñeca y trato de no ejercer demasiada fuerza para evitar hacerle daño.

   —Renjun, por favor escúchame, no voy a tardar demasiado.

   — ¡No quiero saber nada de ti! ¡Ni de él! ¡Ni de nadie! ¡No quiero volver a verles las caras en toda su puta vida!

   Mueve los brazos sin cesar y en más de una ocasión me clava las uñas, que aunque no son largas, son lo suficientemente filosas para encajarse sobre mi piel. Las bolsas después del forcejeo terminan en el piso y no parece que vaya a tranquilizarse pronto.

   —Renjun tranquilízate, sólo quiero hablar contigo.

   — ¿Qué no me escuchaste? ¡No quiero tener nada que ver contigo, imbécil! ¡Me das asco! ¡Al igual que el traidor que se hizo llamar mi mejor amigo!

   El corazón me punza por el asco con el que escupe sus palabras. No lo digo por mí, después de todo, lo que Renjun pueda decirme a estas alturas no me afecta al grado de hacerme daño. Pero, que parezca tan lejano a perdonar a Jaemin, es lo que en realidad me duele.

   —Basta, Renjun, basta ya. Tengo algo que decirte y lo único que te pido es que me escuches.

   Termino por ejercer un poco de fuerza y lo empujó hacia la pared que hay detrás de nosotros para después poner sus brazos a cada lado de su cadera, mientras lo miro fijamente, sin perder la serenidad.

   — ¿¡Que crees que haces!? ¡Déjame ir! ¡Voy a empezar a pedir ayuda!

   —Por el amor de Dios, Renjun, sólo... sólo déjame hablar contigo.

   Pero no parece dispuesto a cooperar y a mí me da pavor que cumpla su amenaza y se ponga a gritar. Además, de que no quiero continuar reteniéndolo en contra de su voluntad. Me hace sentir sumamente incómodo.

   —Yo no tengo absolutamente nada que hablar contigo —vuelve a decir con rabia e incluso la mandíbula se le traba del coraje—. El poco respeto y aprecio que te tenía se murieron en el momento exacto en que te hiciste amante de mi mejor amigo.

   Es ahí donde entiendo, que aun debajo de toda esa rabia, de todo ese enojo y de todo ese rencor, hay una profunda decepción y tristeza que poco a poco, mancha su interior por no ser drenada correctamente.

   —Sólo quería decirte que lo siento Renjun, de verdad lo siento mucho.

   Sonríe amargamente y sus ojos se vuelven turbios y opacos.

   —Voy a repetirte lo mismo que le dije a Jaemin la última vez que lo vi: creo que ya es un poco tarde para pedir disculpas.

   —No, no lo es —no deja de removerse pero no yo no cedo tampoco y lo mantengo bien agarrado—. Comprendo si estás dolido. Si me odias o si piensas que soy la peor basura del mundo. Pero, quiero que sepas, que mi intención jamás fue la de hacerte daño.

   Echa la cabeza hacia atrás y suelta una carcajada amarga que me hace temblar entero.

   — ¿No querías? ¿Entonces que estabas buscando? ¿Qué después de verme la cara de idiota con mi mejor amigo yo te abriera los brazos y te dejara entrar a mi vida como si nada?

   —Tú nunca me quisiste Renjun —trago saliva y digo lo que en el pasado, no hubiera querido reconocer—. Jamás lo hiciste. Nuestra relación no fue más que un pobre intento de aliviar nuestros errores.

   Me mira fijamente y la furia no desaparece, pero no niega lo que le he dicho y eso, aunque sea estúpido, me hace sentir un poco abatido. Era consciente de que Renjun realmente nunca me había querido, pero que me lo compruebe, que me haga saber que después de tanto sufrir y esperar algo de él, aunque fuera una palabra de aliento, es doloroso.

   — ¿Y cómo habría de quererte? Si no eres más que un imbécil que se la pasa abstraído en su propio mundo. Eres tan molesto e irritante que de no ser porque tu apariencia me traía cierto estatus social, te hubiera mandando a la mierda a la primera oportunidad que tenía.

   Me muerdo el labio inferior y evito caer en sus provocaciones. Puede que lo que me está diciendo no sea más que el producto del dolor que siente por dentro.

   Pero puede también que no lo sea

   —Está bien, Renjun, está bien. No vengo aquí a reclamarte nada. Lo único que quería aclarar contigo es que la persona con la que estuvo embrollándose todo este tiempo tu padre, en realidad no es mi madre.

   Mi confesión lo toma por sorpresa. Sus ojos me lo demuestran al igual que la quietud de su cuerpo. Pero el efecto sólo es instantáneo.

   No miento, realmente quería decirle que ella no es mi madre. Renjun siempre creyó que ella lo adoraba, que tenían alguna clase de relación especial. Y por ello, me siento con la obligación de decirle que lo que hizo con su padre, nada tiene que ver conmigo.

   — ¿Y tú crees que a mí eso me importa? ¡Qué patético eres! ¿Qué más da que seas un bastardo? Esa mujer me la presentaste como tu madre y sin ningún escrúpulo se metió con mi padre. A pesar de que él tenía una familia. Pero creo que cuando se trata de tu familia nada de eso importa, ¿verdad? Porque por más que intentes justificarte jamás vas a poder borrar lo que hiciste. Ni tú, ni ella.

   Debo admitir, que es difícil escucharlo. Porque sé, que en el fondo, muy en el fondo, tiene razón.

   —No me estoy justificando. Y no soy el único que no quiso lastimarte Renjun. Jaemin siempre se preocupó por ti.

   Vuelve a soltar una carcajada, pero esta vez más histérica. Una que demuestra cuán herido está por dentro. No importa lo mucho que quiera menospreciar a Jaemin o humillarlo, dentro de sí, sabe que todavía lo quiere.

   —Pues vaya que lo hizo. Se preocupó tanto que incluso se encargó de verificar por cuenta propia que estabas haciendo un buen trabajo conmigo, ¿no es así?

   —Siempre cuestionó sus decisiones —continuo, sin detenerme a contestar sus provocaciones—. Siempre procuró ver primero por ti. Porque sabía que estábamos haciendo las cosas mal. Pero Renjun, si realmente crees que hay alguien que tiene la culpa en todo esto, entonces ese soy yo.

   — ¿Tú piensas que a estas alturas a mí me interesa mantener la amistad de Jaemin? ¡Ja! Sí que eres idiota Jeno. ¿También pretendes que vaya corriendo a pedirle perdón y que vuelva a confiar en él? Pues déjame decirte que estás muy equivocado. Porque la confianza es débil. Como un vaso de cristal. Y, ¿si sabes que pasa cuándo se rompe? Claro que debes de saberlo, ¿no eres acaso tú el mejor promedio de nuestra escuela? ¡Ja, ja, ja! ¡Vaya farsa! No eres más que un imbécil, y ahora bastardo, que no es capaz de poner en orden ni su prop...

   — ¡Basta, Renjun! ¡Basta! —ya no lo soporto, ya no soporto que me diga todas esas cosas porque he llegado a un punto en el que ya no sé lo que es cierto y lo que no. La cabeza me da vueltas y al igual que las palabras de Krystal, estas se graban en mi mente con violencia—. Lo único que quería era pedirte una disculpa, porque creía que los dos años que habíamos vivido juntos eran dignos de una despedida. Pero ya veo que me equivoqué. El problema de nosotros jamás fue que yo no cumpliera tus expectativas, o que no me amaras o que yo me enamorara de tu mejor amigo.

   Absorto, finalmente lo libero y dejo sus brazos libres. Renjun continua mirándome asesinamente y bajo su odio termino mi discurso:

   —El problema es que estás tan roto por dentro, que en el momento en que notaste que ya no me hacías sufrir más, te volviste miserable.

   Y es justo ahí, frente a sus ojos furibundos, el coraje en sus facciones y el odio en sus palabras, que termino todo lo que en algún momento pude llegar a sentir por él.

   Renjun, mi primer novio, es ahora mi más profunda decepción de amor.

   Lo miro una última vez, pero ya no quiero escuchar ni decir nada, pues ya he terminado. Doy la media vuelta y percibo que me dice un par de cosas, pero no entiendo realmente lo que significan y sigo de frente. Retomo mi camino y veo la hora en mi teléfono celular. Tomo un par de bocanadas de aire y creo que he salido exitoso de aquello, pero cuando siento el viento helado en mi rostro congelar la tristeza, entiendo que de nuevo estoy muy lejos de estarlo.

   No hago nada por detener mis lágrimas, me he resignado a que viviré con ellas. En cambio noto que dispongo de dos horas para terminar de hacer mis asuntos pendientes. Tengo el tiempo justo, pero por suerte mis maletas ya las tengo hechas y lo único que tengo que hacer es tomarlas e irme al aeropuerto.

   Recuerdo nuevamente que no he terminado con mis quehaceres. Pido un taxi y le doy al conductor la dirección de mi próximo destino.

   Al principio, cuando pensé en esto, no me lo tomé demasiado en serio. Creí que era un impulso del apabullado amor que sentía por Jaemin lo que me alentaba a querer hacerlo. Pero después de los acontecimientos vividos, del dolor que siento por dentro y de todo lo desconocido que me depara en el futuro, pienso que es lo mejor y más sensato que puedo hacer.

   — ¿Es aquí chico? —pregunta el taxista, sacándome de mis cavilaciones.

   Suelto un suspiro y miro el estudio de tatuado.

   —Es justo aquí.

Jaemin.

Presente.

   Releo la carta unas cuatro veces. Las manos en ningún momento me dejan de temblar, pero el resto de mi cuerpo permanece quieto. Como si se hubiera desconectado de todo lo demás.

   No hay nada que no se entienda, de hecho creo que todo es dolorosamente claro. Aun así, a medida que releo y me detengo en ciertas frases, intento darles otro significado. Hacerlas sonar de otra manera. Verlas desde otro punto de vista. Sin embargo, todo es muy claro.

   Jeno me dejó.

   No hay otra explicación. Lo que ha plasmado a través de estas palabras es la necesidad que tiene por irse de aquí y no volver. Porque por mucho que prometa que lo hará, a mí me sabe cómo una probabilidad muy débil.

   Si nada lo retuvo para quedarse aquí, entonces ¿Por qué volvería?

   Aparto la carta y la dejo sobre la cama, sintiendo una opresión en el pecho tan grande, que amenaza con quitarme el aire. Trato de tranquilizarme y tomar las cosas con calma. Pero no es fácil. Menos aún si siento que algo dentro de mí se acaba de romper en mil pedazos.

   Finalmente creí que las cosas andarían bien para nosotros, que este sería nuestro momento y que tal y como lo había dicho él, podríamos ser capaces de librarnos de los obstáculos venideros. Porque nos lo merecíamos. Era hora de que dejáramos de preocuparnos por los demás y disfrutáramos de nuestro amor.

   Sinceramente creí que lo habíamos logrado.

   Que siempre estaríamos juntos.

   De nuevo cometí una equivocación. Me adelanté a los hechos y aseguré que él me amaba lo suficiente para quedarse. Pero quien sabe, puede que esa misma rota promesa, ardiendo en mi interior, me obligue a cambiar mis pensamientos de dirección, ponerme de pie y decidir que no puedo dejar que se vaya.

   Simplemente no puedo.

   Sí la carta planeaba dármela en la mañana, entonces eso quiere decir que ahora debe de estar por tomar su vuelo. Sin querer considerar otras posibilidades más lógicas, como el que ya pudo haberse ido, tomo la carta y voy a la puerta. Cada paso es más difícil y lento que el anterior. Pero en un parpadeo ya estoy en la sala y después de tomar las llaves, voy al sillón y se las lanzo a mi padre, que las atrapa por suerte. 

   —Llévame al aeropuerto.

   Es todo lo que doy como explicación y por supuesto que él no queda satisfecho. 

   — ¿Qué? ¿A dónde?

   —No tenemos tiempo, papá —trato de utilizar un tono tranquilo, uno que no me haga ver como un completo lunático. Pero francamente no creo que quede mucha paciencia dentro de mí—. Vámonos.

   —Jaemin, ¿A dónde quieres ir a esta hora? ¿Por qué quieres ir allá? ¿Pasó algo?

   Es entonces, que toda la serenidad que había estado almacenando para no perder la cabeza, desaparece, y finalmente, después de ver su carta arrugada entre mis dedos y de reconocer que estoy fracasando, pierdo el control de mí mismo.

   — ¡Jeno va a irse papá! ¡Y no va a regresar jamás! ¡Porque ya no tiene ninguna maldita razón para quedarse!

   Me llevo las manos hacia el rostro y dejo escapar el sollozo que tanto estaba reteniendo. ¿Por qué Jeno? ¿Por qué me haces esto? ¿Por qué te vas ahora cuando más te necesito?

   Sin embargo, tan rápido como me he dejado ir, me recompongo. Tomo mi chaqueta con la respiración agitada y escucho a mi padre gritar mi nombre y probablemente hacer preguntas que no tengo el valor de contestar. Camino hacia el auto y de manera impaciente, jalo la palanca de la puerta con la intención de que se abra. Como no lo hace de manera rápida la alarma se activa y el ruido ensordecedor y molesto, obstruye mis reflexiones.

   Diez segundos después mi padre sale, mientras hace malabares para colocarse la chaqueta, desactivar la alarma y cerrar la puerta.

   — ¡Por el amor de Dios, hijo, espera un segundo!

   Escucho que se bota el seguro de las puertas e inmediatamente ingreso al auto. Mi padre se asegura de cerrar con llave y yo deslizo los dedos por el cinturón de seguridad, jalándolo de lado a lado sin cesar

   — ¡Jaemin! ¿Qué está pasando hijo? ¿Me quieres expli...

   — ¡Sólo arranca el maldito auto, papá!

   Me mira con incredulidad y es como si repentinamente no me conociera, pero mi desesperación debe ser lo suficientemente grave para hacerlo tragar saliva y encender el auto, pues es eso justo lo que hace.

   Ni siquiera tengo idea de si el vuelo de Jeno ya partió, si lo hará más tarde o si se retrasó. No sé si el viaje va a ser en vano, o si esto está siendo una broma de muy mal gusto de su parte. Pero lo que sí sé es que necesito aferrarme a algo. Creer que puedo detenerlo, decirle que cualquier cosa que suceda la podemos enfrentar juntos. Justo como me lo había prometido.

   Saco mi teléfono celular y tecleo con prisa los últimos vuelos disponibles para Canadá. De las cinco aerolíneas que los ofrecen, tres ya no tienen disponibles y sólo dos ofrecen uno a media noche. Pero una de ellas es una aerolínea de lujo y no sé si Jeno haya comprado un boleto ahí.

   Aun así me informo de las secciones en donde se encuentra y verifico la hora. Sin tráfico el aeropuerto queda a una. Son las diez y media, con suerte conseguiremos llegar antes de que despegue.

   Sin embargo al tomar la carretera hay más autos de los que me hubiera gustado. No sé si se debe a que es hora en que todos regresan a sus casas del trabajo, pero no puedo evitar frustrarme y maldecir al mundo entero. En ningún momento le dirijo la mirada a mi padre y soy consciente de que mis sollozos son terriblemente audibles para él.

   Me limpio las mejillas con el dorso de la mano y miro por la ventana con la vista borrosa. No sé ni que es lo que debería de estar pensando. Mucho menos en lo que voy a decirle. Creo que lo único que necesito es verlo y entender que todavía tengo la posibilidad de conservarlo a mi lado.

   Pero esa posibilidad parece cada vez más lejana, pues los autos en la autopista tardan siglos en avanzar. Me encajo las uñas en el muslo por la frustración y mordisqueo mi labio inferior hasta que lo sangro. Veinte minutos pasamos embotellados en el tráfico, y luego, como si fuera por arte de magia, los autos comienzan a fluir y de a poco nos acercamos al aeropuerto.

   Mi padre sigue lanzándome miradas preocupadas. Como si esperara que en cualquier momento me tirara por la ventana o me ahorcara con el cinturón de seguridad. Una hora más tarde soy capaz de ver el aeropuerto. Pero es precisamente en ese punto, en que los autos dejan de avanzar y esta vez, de manera casi definitiva.

   Inmediatamente me siento frustrado y debe ser una broma que falte tan poca distancia para llegar, pero que no lo hagamos porque ningún maldito auto avanza.

   — ¿Qué fue lo que pasó? —mi padre baja la ventana y le pregunta a un conductor que está a lado de él. 

   —Creo que hubo un accidente a pocos metros de aquí. Cerraron la vialidad porque el seguro demorara en llegar, algo así estoy escuchando por la radio, enciéndala.

   Mi papá se queda conversando con el hombre y yo, desesperado y con el sentimiento de impotencia por permanecer en el auto sin hacer nada, desabrocho mi cinturón de seguridad y abro la puerta.

   — ¡Hey, Jaemin! ¿A dónde demonios vas?

   — ¡Te veo en el aeropuerto, papá!

   Cierro el coche de un portazo y me apresuro a correr por el estrecho espacio que hay entre los automóviles. Siento los tendones de las piernas ardientes y temblorosos, pero eso no evita que me aferre a la esperanza de que puedo llegar a tiempo.

   El aire silva por mi boca y el frío de la noche me recorre entero. Algunos conductores me miran con curiosidad y otros más indiscretos me pregunta si tengo algún problema. Pero yo los ignoro a todos y en menos de lo que hubiera esperado, veo las puertas del aeropuerto abriéndose ante mí.

   Me abro paso entre los viajeros que llevan sus maletas y rebusco en el bolsillo de mis pantalones mi celular para verificar en qué zona del aeropuerto está la línea que ofrece los vuelos. Grande es mi sorpresa al ver que no lo llevo, pues con las prisas, terminé dejándolo en el asiento del auto.

   Impaciente y frustrado trato de recordar el nombre de la aerolínea. Pero ver tantos carteles coloridos y personas transitando, me desconcentra. Me paro sobre mis puntitas y trato de ver si de casualidad localizo a Jeno. Pero es algo más que imposible con la magnitud del aeropuerto.

   Podría llegar a desesperarme, de no ser porque sé lo que me conviene y mantengo la calma. Indeciso me acerco a una de las aerolíneas al azar y después de escuchar que ya no tienen vuelos disponibles, continúo caminando.

   Y así lo hago con otras tres aerolíneas más. En las que no hay mucha fila para preguntar. No obstante, las que sobran, están repletas de gente y probablemente tarde más de una hora formado para saber mínimamente la información que necesito.

   De a poco las cosas comienzan a volverse difíciles. Sé que mi plan no tiene sentido y que mis posibilidades son nulas. Sé que ya no hay remedio para esto. Pero aun así, aun así me aferro y continúo caminando, divisando las salas de pasajeros y pensando que la vida tiene que darme la oportunidad de luchar por lo que quiero.

   Reviso dos salas de pasajeros, un módulo de información e incluso, le pregunto a una señora sino ha visto a alguien del tamaño de Jeno. Pero una vez más fracaso y el pecho vuelve a dolerme y finalmente, después de un ataque de franqueza siento que esto es todo. Que es lo máximo que podré conseguir. La despedida a la que tanto pavor le tenía, ha llegado.

   Pero entonces lo veo.

   Con su perfecta melena negra. Andando con una maleta de ruedas del mismo color y uando un abrigo azul cielo que le llega hasta las rodillas.

   Lo veo pasar a pocos metros y yo me quedo así, mirándolo, sin poder creerlo. Tanto es mi asombro que estoy a punto de perderlo de vista. Afortunadamente reacciono en medio de la locura y corro hacia él, chocando con más de una persona que maldice mi existencia.

   Se detiene en la fila para preguntarle algo a la persona que recoge los boletos y después de limpiarse nerviosamente la mano libre en su abrigo, espera para que lo revisen antes de abordar.

   Antes de llegar hacia él, un ataque de sensatez me frena de golpe. ¿Cuál se supone que va a ser la razón por la que le pida que se quede? ¿Cuál va a ser mi grandiosa oferta para hacerlo rechazar una estancia en un país de primer mundo que promete ser tremendamente conveniente para su futuro?

   Lo reconozco, no tengo nada que ofrecerle además de mi corazón y mi abrumador amor. No soy un superhéroe ni tampoco un sanador que en un segundo va a curar todas sus heridas.

   Sólo soy un chico que está perdidamente enamorado de él.

   ¿Será eso suficiente para detenerlo?

   No tengo mucho tiempo para pensarlo, pues en menos de un parpadeo, él ya me ha visto.

   Y antes de que los miedos me consuman de nuevo o de que reflexione el porqué de mis acciones, voy directo hacia sus brazos y lo estrecho con tanta violencia que lo hago salir de la fila.

   —No te vayas, por favor Jeno, no te vayas.

   Tiemblo y rompo en llanto porque efectivamente, sólo soy un idiota que lo ama y que no puede visualizarse viviendo sin él.

   Jeno se queda estático bajo mi toque y creo por un momento, que podría llegar a estar molesto por mí interrupción, o peor aún, que ya no quiera verme. Sin embargo, todo pensamiento negativo desaparece cuando sube sus brazos a mi espalda y me impulsa hacia arriba, pasando después su agarre a mis piernas y haciendo que las pase tras su cadera y me aferre a él como si fuera un koala.

   —Lo siento precioso, lo siento.

   Es todo lo que dice y su agarre se vuelve más fuerte para evitar que caiga.

   —Yo puedo hacerte feliz, ¡muy feliz! —exclamo con desesperación y me aparto de él para llenarle el rostro de besos—. Prometo no enojarme por nada. Puedes venir con nosotros de vacaciones. Incluso quedarte por un tiempo a mi casa a vivir, sinceramente no me molestaría, ni a mis padres tampoco. Podemos estar juntos por siempre Jeno, afrontar nuestros problemas, justo como tú lo dijiste, ¿recuerdas? Tú y yo y nadie más.

   Lo ofrezco lo único que con certeza puedo darle mientras le beso el rostro y le suplico, no más bien, le imploro, con los ojos llenos de lágrimas que no se vaya. Que no me abandone.

   —Mi amor, mi dulce y preciado amor —sonríe con tristeza y me mira a los ojos—. Nada de esto tiene que ver contigo. No es por ti que quiero irme. Todo tú eres perfecto y no hay persona en el mundo que me hagas más feliz que tú. El problema de todo esto en realidad, soy yo.

   Me baja lentamente y después, toma mi rostro entre sus manos y me mira con lágrimas en los ojos. 

   —Pero tú dijiste que íbamos a enfrentar nuestros problemas juntos Jeno. ¡Lo prometiste!

   Veo la tristeza instalarse en su mirar y me aterra pensar que yo ya no pueda hacerlo feliz.

   —No quiero entrometerte en mis problemas precioso. No quiero que me ames cuando yo mismo no soy capaz de hacerlo. Estoy tan cansado de que mi felicidad dependa de alguien más. De que no pueda vivir sin necesitar la aprobación de alguien.

   Toma una de mis manos y la lleva lentamente hacia sus labios, besando mis nudillos con calma.

   —Quiero ser un chico diferente. Uno digno de tomar tu mano y merecer tu amor. Quiero ser una persona capaz de sanar su propio corazón. Quiero... quiero amarme a mí mismo.

   Sonríe de lado y algunas cuantas lágrimas comienzan a bajar por sus mejillas. Me quedo sin aire y entiendo, sin mayores preámbulos lo que quiere decirme.

   —Y eso no lo voy a lograr aquí. Porque aún hay personas que son capaces de lastimarme. Soy débil y si me quedó, voy a debilitarme más y temo que eso pase porque yo... no podría volver a recuperarme Jae, ya no podría volver a hacerlo.

   Esto en realidad no se trata de lo que yo pueda ofrecerle. Ni de la capacidad que tenga de poder amarlo. Se trata de lo que él busca, de lo que él quiere. De lo que tanto teme terminar haciendo.

   Odiarse a sí mismo.

   Esto no se trata sobre mí, ni de mi dolor. Se trata de su bienestar, de lo que quiere lograr para sí mismo. De la necesidad que tiene para cambiar y ser una persona con la que él se sienta cómoda.

   Esto no se trata sobre nosotros.

   Y entenderlo es casi tan doloroso como reconfortante. Porque no son mis fallos, ni mi cobardía. Es su corazón que está cansado de ser lastimado.

   Es él buscando su propio camino.

   Escucho que la señorita que estaba recibiendo los boletos le pregunta si va a hacer la fila para abordar. Jeno solo la mira pero no responde nada. No me lo ha dicho, pero creo, que si se lo pidiera una vez más, si le dijera cuanto lo necesito, cuanto deseo hacerlo feliz, se quedaría por mí.

   Lo miro fijamente y pienso en todo lo que hemos pasado desde que lo conocí. Cuando llegó a mi casa pidiendo ayuda con una capucha sobre su cabeza y el cabello teñido de blanco. Recuerdo la manera en como titubeaba mi nombre las primeras veces y la manía que tenía de usar mi colonia y ponerse mi ropa. Recuerdo también la primera vez que lloro sobre mi hombro y aquella ocasión en la que me dijo "Nana" sólo porque quería un apodo para mí. Recuerdo la primera vez que me beso y la noche en que llegó ebrio a mi casa y me dijo que yo era su hogar. La persona a la que más quería en el mundo. Recuerdo nuestra primera vez y hasta recuerdo, lo poco que le costó hacerme entender mis tareas de matemáticas porque él siempre sabía cómo hacer que se me grabaran los números.

   Recuerdo toda nuestra historia como si fuera una película que se reproduce en mi cabeza. Una y otra vez.

   Porque lo amo, lo amo más de lo que podría amar a cualquier otra cosa en la vida. Así que, comprendo de hecho, que sin ningún esfuerzo llegaría a amarlo más que a mí mismo.

   Y es por eso, que sé que debo dejarlo ir.

   — ¿Vas a escribirme a menudo?

   Quiero esconderme en su pecho y no ver su cara. Sollozar y mostrar que soy débil. Pero sus ojos se clavan a los míos y me obligo a permanecer fuerte y sereno mientras interiormente, todo se me viene abajo.

   —Tan pronto como me sea posible.

   — ¿Y vas a aprender a esquiar?

   —Tan bien que cuando sea todo un maestro, no te cobraré ni una clase.

   Quiero sonreír, pero en cambio, más lágrimas bajan por mis mejillas.

   —Ay Jeno, te amo tanto.

   Me aferro de nuevo a su cuerpo y la señorita le pregunta nuevamente pero con menos cortesía, si va a abordar el avión, así que me decido a contestar por él:

   —Claro que lo hará.

   Jeno me regala una sonrisa y me separo, porque de lo contrario, me aferrare a él como un loco. Con un poco de preocupación masajea mis brazos desnudos y antes de que lo prevenga, desabotona su abrigo y me lo pone en los hombros con una sonrisa.

   —Lo vas a necesitar más que yo, precioso, ¿Prometes que te vas a cuidar?

   Abro la boca para replicar, pero se acerca hacia mí y me deposita un largo y tierno beso en la frente, que interrumpe todo.

   —Te amo Nana y siempre te voy a llevar en mi corazón.

   Se lleva una de mis manos a su pecho y la pone arriba de él. No paso desapercibida una pequeña mueca que hace al toque, como si le doliera, pero bueno, a este punto puedo estarme inventando muchas cosas.

   —No vayas a cambiarme por un lindo chico de ojos azules, ¿entendiste?

  —Descuida precioso, nunca he visto unos ojos castaños que me vuelvan tan loco como los tuyos.

   Nos miramos por algunos segundos más y de manera impulsiva le doy un beso. Uno que amenaza con tornarse agrio por nuestras lágrimas, así que me decido a terminar con la tortura y me separó de él. Aunque nuestras manos permanecen unidas y conforme retrocedemos, se niegan a soltarse hasta que la distancia no puede resistirlo más y terminamos por acariciar nuestros dedos.

   Sin el abrigo, la inspección se hace más fácil. La señorita finalmente le da el visto bueno y después de pasar la maleta por la banda magnética, Jeno gira sobre sus talones y me lanza un beso.

   Finjo atraparlo y lo llevo a mi corazón. Le doy una sonrisa tan grande que me llega hasta las orejas. Permanezco de esa forma y Jeno sonríe y después de una última mirada, la señorita lo hace caminar por un estrecho pasillo que desemboca hacia donde está el avión.

   Y en cuanto lo pierdo de vista la opresión y la angustia es tanta que me llevo las manos hacia mi rostro y rompo a llorar.

   Porque a veces, el amor se trata de eso.

   De dejar ir.

YEROBUM, HOY ES EL DÍA DE XUXI, YA LO FELICITARON?

AKSBSNJSKJBS

Ggg, ¿todo bien? ¿nadie me quiere matar? ¿sime perd0nan?

Miren, yo sé que este desenlace puede no gustarles, pero el final ya estaba planeado de esta forma desde hace mucho tiempo y puedo decir, sin miedo a equivocarme, que me gusta mucho el resultado de la historia.

El amor no lo cura todo. Jeno necesita tiempo para sanar sus heridas, porque esta historia no sólo se trató de su relación con Jaemin. Ni de la infidelidad, los amigos, etc, etc. Abarcó diversas cuestiones y el personaje es algo complejo en cuanto a todo lo que pasó. Por eso, decidí que lo mejor para él era darle este final. Porque a veces uno necesita darse su espacio para quererse, mimarse y hacerse entender todo lo que vale. Todo lo que es capaz de hacer

Obviamente esto no quiere decir que se va a otro lugar y PUM, ya se curó y todos felicies. ¡Pues no! Esta chingadera de fic todavía no se acaba, pero siento decirles que el siguiente es el capítulo final. Así que espérense porque todavía hay más cositas para disfrutar.<3

También quería que en este cap el NoRen tuviera un final, pues porque realmente no lo había tenido. Así que si me quieren hacer feliz escuchen la canción de suga: seesaw porque LITERAL ESA ES SU HISTORIA. 

GRACIAS POR SU ATENCIÓN. <3

Lxs amo a todxs y espero que tengan un lindo fin de semana.<3

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