Disclaimer: Ni Natasha, Ni Steve me pertenecen. Solo la historia es mía.
NOTA 1: SEGUNDA PARTE DE LA CANTANTE. Entonces es un AU dónde no son Vengadores.
NOTA 2: CELEBRACIÓN DE LAS 1000 LECTURAS DE ESTE LIBRO DE FICS
Embarca em mim que o tempo é curto. Lá vem a noite, faz-te mais perto. Amarra assim o vento ao corpo. Embarca em mim...
Había pasado un año desde que el Capitán Steve Rogers había conocido a la cantante, Natalia y a su hijo, un pequeño bravucón llamado Dimitri Shostakov.
Flashback
El chico se había recuperado con excesiva rapidez del disparo. Steve insistía en que debían hacer la denuncia correspondiente, pero una pálida y afligida Natalia se lo prohibió.
— No se atreva, Capitán.
— Pero Natalia, ¡debemos saber quien le hizo esto a tu hijo!
— ¡No importa! Lo único que me importa es que vivirá.
— ¿Y si vuelven a atacarlo?
— ¡YO ME SÉ CUIDAR SOLO! — saltó el chico en apoyo a su madre, pero después se removió incómodo en las cobijas por la herida.
— ¿Ves por qué hay que denunciar?
— Nosotros no podemos denunciar, Steve — Natalia acariciaba la frente de su hijo que se inclinaba sobre ella — Somos migrantes, entramos ilegalmente a este país.
— ¡Pero eso se resuelve fácil! — dijo el hombre — Yo puedo reconocer a Dimitri como mi hijo y hacer la denuncia como su padre.
Madre e hijo se miraron sorprendidos.
— Nadie te creería — habló finalmente la rusa.
— ¡Claro que si! Estuve algunos años en Europa, quizá solo tendríamos que mentir un poco y decir que le chico tiene 9 años.
— ¡Pero tengo 11! — exclamó el chiquillo indignado.
— Pero no coincidiría — el soldado veía a la madre — ¿Qué dices Natalia?
— Creo... creo que podría funcionar.
Y así fue cómo Steve Rogers reconoció a Dimitri como su hijo. Natalia se negó a permitirle que pagara el hospital y mucho menos que le diera dinero para cuidar del chico. Suficiente tenía el pobre hombre con ser señalado por haberse acostado con una rusa. Sin embargo, ella le permitió al Capitán que visitara a su hijo, pues sentía que a su Dimitri le hacia falta un buen ejemplo de lo que debía ser un hombre. Y justo así era Steve Rogers.
Poco a poco, el Capitán comenzó a ganarse el corazón de madre e hijo con sus detalles. Steve no faltaba ni un solo día al burdel para oír a su cantante, que le llenaba la mente y el alma de fantasías eróticas, pero las tardes jugando al baseball con Dimitri le permitieron descubrir a una Natalia completamente diferente. Al inicio la comparaba inconscientemente con Peggy, pero dejó hacerlo porque se daba cuenta que Natalia superaba a su ex esposa en cada aspecto de la vida doméstica. Era una gran cocinera y ella y Dimitri solía tener sus "miércoles de misterio" , a los que Steve estaba invitado, donde inventaban recetas con cualquier cosa que se encontraran en la alacena. Eso era otra cosa que lo tenía enamorado, como era en su faceta de madre: Natalia era igualmente estricta y divertida, jugando y enseñándole cosas nuevas a su hijo pero reprendiéndolo cuando no cumplía con sus obligaciones. Se estaba enamorando hasta de su forma de caminar: tan sexy, tan segura. En definitiva, estaba loco por esa mujer.
Tens os olhos de Deus
E os teus lábios nos meus
São duas pétalas vivas
E os abraços que dás
São rasgos de luz e de paz
Num céu de asas feridas
Una tarde caminaba por la calle, dirigiéndose al burdel, cuando vió a Natalia cruzar la calle. Estaba por acercarse a ella cuando escuchó un comentario que le hizo hervir la sangre.
— Solo deja que salga sola y esa zorra va a ser mía — dijo un hombre señalando a Natalia.
Steve se detuvo en seco y volvió a mirar al hombre que había hablado.
—¿Qué has dicho?
— Que me voy a follar a la puta rusa. No es justo que solo contigo abra las piernas.
— No te metas con ella – amenazó Steve entre dientes.
— ¿O qué? Se compartido soldadito, es más, entre los tres ... — señaló a su amigo y a él mismo — podríamos darle a la ramera.
Steve, entonces, soltó el primer golpe directo a la cara de quien había osado hablar así de su Natalia. Porque, sí, era suya a un nivel mucho más espiritual que poseer o no su cuerpo. Y Steve Rogers iba a pelear por ella.
Eran un amasijo de puños y aunque Steve era mucho más grande, el otro hombre había logrado darle unos buenos golpes. La multitud comenzaba a rodearlos y, a lo lejos, escucho como empezaba otra pelea, pero no le importó, solo quería matar a ese hombre para que no se acercara a su Natalia. La policía llegó y comenzó a dispersar a la multitud amenazando con llevarse preso a cualquiera que estuviera involucrado en la pelea. Steve quedó en el suelo, con varios hematomas en la cara. Estaba por levantarse cuando vio a otro cuerpecito a su lado, contorsionándose de dolor, ¡Dimitri! El soldado se acercó a él y lo abrazó por los hombros.
— ¿Qué hiciste Dim?
— Escuché lo que decían de mamá y no podía no hacer nada — tenía la respiración acelerada — Además, no podía dejarte solo, los hombres deben apoyarse.
Ambos se vieron a los ojos y se echaron a reír por lo absurdo de la situación. Se sostenían los estómagos cuando vieron una sombra encima de ellos. Natalia.
— Natalia... verás.
— Mamá ... ellos decían cosas.
— Escuché todo lo que decían, Dimitri Alexandrevich, pero sabes bien que la violencia no soluciona nada — dijo inclinándose frente a ambos varones para revisar sus heridas.
— ¿Y tú Steve? ¡No tienes que defender mi honor! Yo puedo sola.
— No lo entiendes, ¿verdad Nat? — Steve hablaba muy rápido pues estaba nervioso — Yo te amo, estoy enamorado de ti y deseo protegerte.
Natalia se quedó callada y, cuando Steve se estaba arrepintiendo de haberse confesado, ella lo besó. Natalia besó a Steve con una pasión con la que nunca antes había besado. Se sentía en las nubes.
— Yo también te amo, tonto.
Estuvieron besándose largo rato hasta que un quejido los interrumpió.
— Por muy feliz que me haga todo esto — los señaló — Si me duelen los golpes y estoy seguro que a papi también — los tres se echaron a reír.
Steve y Natalia iniciaron un cortejo que duró poco tiempo, pues se casaron al llegar la siguiente primavera. Fue una boda sencilla, solo ellos dos y Dimitri. Nadie más que el juez, que al mismos tiempo fungió como su testigo. Y así sellaron su amor con un beso en las afueras de la oficina del registro civil, con Dmitri gritando vivas y hurras al aire. Tuvieron una corta luna de miel en la que dejaron al chico con Madame B, mientras ellos se fueron a las afueras de Nueva York.
Entregarse en cuerpo y alma a Steve fue muchísimo más de lo que Natalia esperaba. Su Capitán Rogers era un hombre tierno y duro en la cama al mismo tiempo, como nadie que ella hubiera experimentado antes. Y no iba a negar que era una mujer experimentada. Pasaron ese fin de semana explorándose mutuamente y conociendo hasta el último rincón del cuerpo del otro.
— Quiero darte un regalo, Nat.
— Creí que quedamos en no darnos regalos de boda — la rusa alzó una ceja, mientras veía cómo su marido se sacaba las placas militares del cuello y las depositaba en sus manos.
— Quiero que tengas esto — besó la mano en la que depositaba la placa militar.
— ¿Por ... por qué yo?
— Antes de ti solo me definía ser un soldado, era lo único que tenía. La vida me quitó todo con la guerra, pero tu me devolviste las ganas de vivir y me enseñaste que, incluso un hombre tan solitario como yo, podría tener una familia.
Natalia se quedó sin palabras mientras Steve le ponía las placas sobre el cuello y después se lanzó a besarlo, queriendo transmitirle en ese beso todo lo que sentía por él. Steve Rogers había salvado su vida y no solo al levantar a Dimitri del suelo ensangrentado aquel día. El Capitán le había enseñado que alguien podía ver en ella algo más que una ramera comunista. Y Natalia lo amaba, lo amaba con toda su alma.
Fin del flashback
Regresaron de la luna de miel y se fueron a vivir juntos, con Dimitri, a un pequeño cuarto de Brooklyn, donde Steve había nacido. A pesar de que Steve no estaba muy de acuerdo, Natalia siguió trabajando, como contadora, en el burdel porque necesitaban el dinero y nadie quería darle trabajo a un soldado recién regresado de la guerra, mucho menos a uno cuyos únicos estudios eran los de arte.
— Saldremos adelante — murmuraba Natalia en su hombro — Mientras estemos juntos.
E eu preciso de mais
Preciso de mais
Dos teus olhos de Deus
Num perpétuo adeus
Azuis de sol e de lágrimas
Dizes: fica comigo
És o meu porto de abrigo
E a despedida uma lâmina
Já não preciso de mais
Não preciso de mais
Se encontraban en la feria que se había montado en la ciudad durante el verano. Natalia y Steve caminaban de la mano, mientras Dimitri corría delante de ellos, queriendo ser el primero en subirse a todos los coloridos juegos mecánicos, que eran una novedad en la ciudad.
— ¡Мама! ¡Мама! Tenemos que subirnos a ese juego.
— Claro que no Dimya — Natalia se aferró un poco al brazo de Steve, nerviosa — Eso puede ser muy peligroso, seguro nadie ha probado antes.
— Si no quieres, puedo subirme yo solo.
— ¡MENOS! — exclamó la madre preocupada.
— Yo me subiré con Dim, mi vida — dijo el soldado riendo al ver que su valiente mujercita estaba asustada por un simple juego.
Natalia solo asintió dejando que sus hombres se subieran al aparato mientras ella veía aterrada desde abajo. Realmente no quería ver, pues temía que le pudiera pasar algo a las dos razones de su latir diario, pero no podía irse a otro lado. Decidió ir a comprar unos algodones de dulce mientras esperaba que bajaran. Iba en camino a su compra cuando se topó con una niña sucia y pequeña.
— Señora, señora... ¿me compra el extra? — imploraba la chiquilla viéndola con los ojos más azules y tristes que jamás había visto — ¿O me puede dar una moneda?
— ¿Y si mejor te compro algo de comer? — preguntó Natalia, inclinándose para quedar a nivel de la pequeña, quien negó asustada con la cabeza.
— No gracias, no gracias. Es que si no le llevo el dinero, mi mamá me pega.
Natalia se llevó las manos al pecho con tristeza.
— ¡Te compró todos los periódicos! — dijo en un repentino acto de amor. Algo en ella quería proteger a esa niña. Los ojos de la pequeña se abrieron como platos mientras extendía a ella los diarios ya gastados que había fracasado en vender. — Sólo dime... ¿Cómo te llamas?
— Me llamó Dalilah... Dalilah Sousa — dijo.
— ¿Y tienes hermanitos? — preguntó Natalia con curiosidad.
— No señora, soy sola.
— ¿Y vas a la escuela?
— No, señora bonita — la pequeña se acercó a ella con tristeza — Usted tiene unos ojos muy bonitos sabe, ¡ojos de una mamá!
— ¿Y por qué no estás en tu casa? — preguntó Natalia, ruborizándose levemente por ese comentario — Es noche y una niña tan bonita como tú no debe estar sola.
— Tengo que acabar de vender los periódicos o me pegarán, ya se lo he dicho — repitió la niña. Iba a decir algo más, pero al ver a un gendarme de la policía, salió corriendo.
Natalia no podía dejar de pensar en aquella niña tan bonita, ni siquiera cuándo Steve y Dimitri bajaron del juego y comenzaron a charlar animadamente por el resto de la tarde. Al llegar a casa, mientras Natalia dormía a Dimitri, escuchó a Steve hablar en el teléfono del edificio con alguien, estaba muy molesto.
— ¡Tengo derecho a saber si Dalilah es mi hija, Peggy! ¡Tú y Daniel Sousa van a saber de mí muy pronto!
Fue entonces cuando el mundo se le vino abajo.
Embarca em mim
Que o tempo é curto
Lá vem a noite
Faz-te mais perto
Amarra assim
O vento ao corpo
Tens os olhos de Deus
E cada qual com os seus
Vê a lonjura que quer
E quando me tocas por dentro
De ti recolho o alento
Los meses pasaron y Natalia no podía olvidar los ojos que había visto en Dalilah Sousa en la feria. Eran los ojos de Dios. Eran los ojos de Steve. No tenía la menor duda.
— Steve... mi vida — dijo un día, armándose de valor — Necesito hablar contigo.
— ¿Qué pasa Natalia? ¿Estás bien tú? ¿Está bien Dim? — la frente del Capitán se frunció debido a la preocupación, por lo que Natalia pasó sus dedos sobre ella para tranquilizarlo.
— Todo esta bien, solo quiero preguntarte algo respecto a tu pasado. Sé que tu nunca me has preguntado nada y siempre me has respetado, pero creo que esto puede cambiar nuestras vidas.
— Dime, Natalia, ¿qué quieres saber de mí? ¿Qué está pasando?
— ¿Tienes una hija? — soltó de repente la rusa — El otro día escuché una conversación tuya en el teléfono. Sé que no debí, pero estabas gritando y bueno... la mencionaste.
— Creo que la tengo — Steve se pasó una mano por el cabello con nerviosismo — Antes de irme a la guerra yo estaba casado con una mujer llamada Margaret Carter. Ella había venido de Londres, de una familia bastante acomodada. Éramos muy jóvenes y nos casamos sin la bendición de sus padres o de mi madre. Sin embargo, la guerra nos separó, me fui unos días después de que ella me dijera que estaba esperando un hijo mío y cuando volví ya no supe más de ella o del bebé. Meses después la volví a ver, a través de un periódico en el que se anunciaba que ella y su marido, un rico explorador brasileño llamado Daniel Sousa, bautizaban a su hija: Dalilah. Pero la edad de la niña no coincide, estoy segura que es mía.
Natalia no decía nada, se limitaba a acariciar el rostro de Steve, para tratar de tranquilizar sus ánimos que a cada rato iba subiendo más y más. Respiró hondo, pensando en cómo decirle a Steve lo que había visto hacia unos meses.
— Steve, creo que yo conocí a tu hija.
— ¿A qué te refieres?
— El día de la feria, mientras Dimitri y tu subían a los juegos mecánicos, me topé con una niña que vendía periódicos, se llamaba Dalilah Sousa.
El Capitán Rogers soltó a Natalia de golpe y comenzó a caminar en círculos por la pequeña habitación. Dimitri había llegado de la escuela y se sorprendió al ver a sus padres discutiendo o lo que parecía discutir. Eso nunca había pasado.
— Si es ella tengo que salvarla. ¡Quién sabe que le estarán haciendo!
— Iremos los dos — dijo Natalia decidida — Ya sabes que mi familia es tu familia.
Que cada beijo trouxer
E eu preciso de mais
Preciso de mais
Nos teus olhos de Deus
Habitam astros e céus
Foguetes rosa e carmim
Rodas na festa da aldeia
Palpitam sinos na veia
Cantam ao longe que sim
Não preciso de mais
El sábado siguiente llegaron a la casa de los Sousa. Natalia se sorprendió al ver tremendo caserón, construido con la usanza antigua, definitivamente los Sousa tenían muchísimo dinero. Steve tomó la mano de su esposa buscando consuelo y tocó el timbre. Les abrió la puerta una mujer castaña, vestida con las ropas más refinadas y cubierta de joyas.
— Peggy, te exijo que me dejes ver a Dalilah.
— Hola Steve, tanto tiempo sin verte. ¿Y está? ¿Quién es? ¿Tu zorra de turno?
— Mi nombre es Natalia Rogers — dijo la aludida sin inmutarse — Y cómo mi esposo dijo, venimos a ver a Dalilah.
— ¿Qué quieren con la niña? — la voz de Daniel Sousa se escuchó atrás de su esposa, con su fuerte acento brasileño.
— Solo quiero conocerla, que sepa que su padre la está buscando.
— Ya tiene un padre. Así que váyanse de aquí.
— Si tiene padre y madre, ¿por qué la hacen vender periódicos en las calles? Es peligroso — la pareja de la casa palideció al escuchar las palabras de la pelirroja.
— ¿Quién te ha dicho semejante barbaridad? — gritó Peggy exaltada. Natalia iba a contestarle cuando se escuchó un lloriqueo en el interior de la casa, específicamente en los jardines. Sin pedir permiso, Natalia entró.
Recorrió el jardín siguiendo el lloriqueo hasta encontrar a la misma niña que había visto en la feria. Estaba aún más sucia, mojada y tenía un golpe en el ojo izquierdo. Lloraba escondida detrás de un árbol
— ¡Señora de ojos bonitos! — exclamó al verla y extendió sus brazos hacia ella, quien se apresuró a tomarla en brazos — Mis papás y mi abuela no me quieren, porque soy fea.
Natalia le limpió las lágrimas, mientras Steve veía la escena conmocionado.
—Eso no es cierto mi cielo, porque las niñas buenas nunca son feas.
Daniel trató de tomar a la niña, pero Steve se lo impidió, poniendo su cuerpo entre el de Natalia y el del hombre. Los hombres comenzaron a pelear, hasta que Steve consiguió inmovilizar a Daniel y acercarse a Natalia que veía a Peggy con odio.
— La peor maldad que se puede cometer con un niño es destruir su inocencia — dijo Natalia, con Dalilah aún entre sus brazos, quien temblaba de frío y por los golpes recibidos — ¡No mereces llamarte madre, Peggy Carter!
— ¡Tu no me dirás como educar a mi hija, puta espía roja! — escupió Peggy — Esa niña me destruyó la vida. ¡Tú me destruiste la vida! — señaló a Steve — Me casé contigo esperando que fueras un artista famoso y te fuiste a la guerra, dejándome en la miseria y con una criatura. Luego esa chiquilla nació y por ella ya no puedo tener más hijos, así que lo mínimo que debe hacer es pagarme por mantenerla — Peggy trató de jalar a Dalilah pero Natalia la defendió como si fuera suya.
— ¡Te he investigado Steve Rogers! — gritó la mujer, fuera de si — Has encontrado una familia de migrantes que tomaste bajo tu ala, pero no puedes ni mantenerlos. ¿Cómo le harás con Dalilah? ¡No te llevarás a mi garantía de una vida mejor! — forcejeó con Natalia, quien cayó al piso y perdió el conocimiento.
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Natalia despertó en su casa, con la pequeña Dalilah, dormida, acurrucada junto a ella y Dimitri del otro lado, sumido igualmente en un profundo sueño, mientras que Steve estaba de frente, viéndola con extremada preocupación.
— ¿Steve? ¿Qué pasó? ¿y Peggy? — Natalia se tocó la cabeza y el cuerpo, comprobando que estaba bien.
— Se han ido — Steve tenía los ojos llenos de lágrimas — No se ha dónde, pero se han ido. Yo te llevé al hospital, junto con Lilah — señaló a la niña — Y le conté todo a la policía, pero cuando llegaron a la casa, ya no había nadie. Tenemos a la pequeña con nosotros, pero no sé si puedan regresar — Natalia se incorporó, cuidando no interrumpir el sueño de los dos niños, para sentarse en el regazo de Steve, quien comenzó a llorar.
— Pensé que te perdía, Nat — susurraba en su cabello — No vuelvas a hacer eso, te lo suplico.
— No lo haré — dijo ella — no creo que tenga que defender a más hijas que tengas extraviadas, ¿o sí?
Steve negó con la cabeza, dedicándole una sonrisa triste, aliviado de que su mujer conservara el sentido del humor.
— ¿Nat? — Steve tomó su mentón para verla a los ojos — los médicos dijeron que tu ya sabías que era lo que te había pasado.
Natalia solo sonrío y entrelazó su mano con la de su Capitán, para luego poner ambas sobre su vientre.
— Estoy embarazada, Steve. Vamos a tener un hijo.
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LA CANCIÓN QUE INSPIRÓ ESTE FIC ES LA SIGUIENTE
Este fic se lo dedico a Aroa, que me ha ayudado mucho a darme ánimos para seguir escribiendo. Y a todos y cada uno de los que me pidieron una segunda parte.
Gracias por cada voto, comentario y lectura
Les quiere
Asterie