Finales, ¿felices?

491 50 14
                                    

Disclaimer: Los Vengadores no me pertenecen. Solo la historia y los personajes que no reconozcan son míos. 

Tercera parte de Invitación de bodas. 

Steve.

Estaba sorprendido. No esperaba las palabras que salieron de la boca de Natasha, se veía tan hermosa como la última vez, pero la tristeza llenaba su rostro de una manera que nunca antes había visto.

—¿Te hizo algo?—pregunté sin poder evitarlo.

—¡Por supuesto que no!—dijo casi con indignación—Las cosas no funcionaron entre nosotros, eso es todo.

Consultó su reloj, parecía preocupada por algo y no sabía si era mi presencia, haciendo que me sintiera terriblemente incómodo.

—¿Debes irte?—quise saber—¿Pensé que tendrías tiempo de que nos tomasemos un café antes de tu reunión de trabajo?

Sonrió de lado, trayendo de vuelta cientos de recuerdos a mi mente.

—En este momento, estoy considerando seriamente decirles que re-programemos la reunión porque prefiero hablar contigo—respondió con honestidad.

Aquello me dejó sin palabras.

—Yo no tengo nada que hacer...—ofrecí, finalmente—Iba a hacer unas compras que me pidió mi madre, aún debo terminales, si quieres...¿puedo esperarte?

—¿Estás seguro?—cuestionó, mordiéndose el labio—No me gustaría que perdierás el tiempo por mi, seguramente tienes cosas mucho más importantes que hacer.

Tomé sus manos, con una media sonrisa. Allí dentro seguía estando la tímida niña que conocí; el amor de mi infancia que se enseñó a eliminar su acento y a bailar mejor que nadie, Natasha no había cambiado en nada.

—¡Nada es más importante que reencontrarme con mi mejor amiga después de tanto tiempo!—celebré—¡Anda! ¡Ve a demostrarles quien eres! ¡Yo estaré por aquí cuando termines!

Natasha depositó un beso en mi mejilla, antes de dirigirse a la zona de restaurantes. La examiné de pies a cabeza, dándome cuenta que estaba tan perdido por ella como antes. Maldije para mis adentros, deseando haberme quedado en Irak; quizá eso hubiera hecho más fáciles las cosas para todos.

—¡Steve! ¡Steve!—Casi dos horas después, ella volvía a estar frente a mi. Se veía mucho más contenta como antes, abrazándome con fuerza—Pretendí ser de esas mujeres refinidas que no comen más que una ensalada y una copa de vino para que pudiéramos cenar.

Reía a carcajadas, aquella fue una de las mejores noches que había experimentado antes de irme a Irak. Se sentía bien estar de vuelta en casa, poder sentir que seguíamos siendo los mismos de siempre; parecía que la nota que me había escrito durante la boda no pesaba entre nosotros dos, pero tarde o temprano tendríamos que lidiar con ella.

—¿Puedo preguntarte algo, Nat?

—Si es acerca de James, preferiría no hablar de eso, Stevie...

Habíamos comenzado la segunda botella de vino, los dos nos sentíamos bastante más relajados, después de lo que parecían horas de recordar el pasado y bromear acerca de nuestros destinos.

—Más bien...es acerca de nosotros—respondí, con una media sonrisa—Claro, podemos pretender que nunca pasó nada.

Se apresuró a tomar la copa de vino que tenía en la mano, tragando grueso.

—¿Qué es lo que quieres saber?

—¿Por qué me escribiste esa nota antes de la boda?—solté—¿Qué esperabas ganar con eso?

El soldado y la espía // ONE SHOTS ROMANOGERS.Where stories live. Discover now