El mundo oculto del Espejo [S...

De monicadcp10

6.8K 840 93

¿Conocéis a los vampiros? ¿Habéis escuchado sus historias? Bien. Porque este cuento no va de los vampiros que... Mais

[Adelanto]
Prólogo
Adiós, Neptuno
Conversión
El Espejo
El rey
Primera toma
¿Por qué a mí?
El diario
Primera Luna llena
Cárcel
Descendencia
Sed de sangre
Liberación
Poder vampírico
Reina
ESPECIAL - Día del Libro (23 de abril)
Proposición
Contrarreloj
Gota de sangre
Sedientos
Hipnosis
Una lección para el maestro
El anillo
Nolan
Lágrimas de diamante
La carta
Confesiones
Despedida
Incógnitas
Luna de sangre
Nadie podrá
Sin poder vampírico
Duelo
Tigres
La disculpa tardía
Padre
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

Asskiv

200 21 0
De monicadcp10


¡Lo prometido es deuda! Primer fin de semana; primer capítulo actualizado de "Silene I: El mundo oculto del Espejo". Espero que os guste.


Ámarok pudo marcharse, gruñendo y mostrando los dientes a Asmord por lo que había hecho, pero yo no volví a concentrarme. Mi mente vagaba entre muchos recuerdos, sobre todo en lo que Kinn me había contado sobre mi profesor. Para ella no era nada preocupante, desde luego. No tenía que lidiar con él. Sin embargo, agradecía mucho lo que me había mostrado, cosas que no muchos habrían tenido el valor de contarme.

«—Siento no poder darte más información hoy, pero quizás me pueda enterar de algo más esta noche.»

La voz de la vampiresa inundó mi cabeza por un instante, recordando el último momento que había disfrutado de su compañía. Me había parecido inquieta, pero solemne. Como si cargara con un enorme peso sobre sus hombros.

«—¿Esta noche? ¿Por qué esta noche?

—Como vampiresa del Espejo tengo deberes, Kaiserin —sonrió muy ligeramente—. No te preocupes por mí. Estaré bien. No me esperes hoy.»

Kinn tenía algo que hacer, algo que a mí me producía muchísima curiosidad. No me había visto con la suficiente confianza como para preguntarle y tampoco me había parecido que ella quisiera hablar del tema. Lo mejor, por tanto, era dejarlo estar, por el momento.

—No estás prestando atención.

Asmord se encontraba delante de mí con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Estaba molesto, no había que ser un genio para darse cuenta.

—Ya te he dicho que no tengo la menor intención de aprender a cazar —tercié.

—¿Y cómo piensas alimentarte? ¿Quieres depender de otros toda tu vida? No es ese el espíritu de un vampiro.

—¿Quién decide cuál es el espíritu de un vampiro? —alcé la cabeza, orgullosa.

El vampiro esbozó una sonrisa, una peligrosa, para nada reconfortante. Reprimí un escalofrío y apreté los dientes. No estaba acostumbrada a tantas emociones, a que los demás sintieran y lo demostraran. Asmord era, sin duda, el que más me aterraba en ese sentido.

—Cazar no es solo para animales —sus ojos volvieron a chispear—. También es acechar, es atrapar a cualquier otro ser. A una amenaza, por ejemplo.

—No diría que me haya hecho falta saber hacerlo hace unos momentos con ese vampiro.

—Eso ha sido un estropicio. Podrías haber actuado con más calma, con más sigilo. Habría acabado inmovilizado en el suelo mucho antes. Te falta gracilidad y belleza en tus movimientos. Corres como si fueras un saco de carne tambaleante.

Bufé, cansada de sus insultos y de que me considerara poco menos que una hormiga. Había mantenido bajo control a un vampiro que me superaba en instrucción y no parecía haberle sorprendido demasiado.

—¿Sabes lo que ocurre cuando un vampiro muerde? Da igual que sea animal o persona.

Sacudí la cabeza de un lado a otro, haciéndole saber, con eso, que no lo sabía. Obviamente había muchas cosas que necesitaba comprender de mí, de la criatura en la que me estaba convirtiendo. Y sería una necia si no aceptara los conocimientos que un vampiro más antiguo que yo (no sabía cuánto) estaba obligado a darme.

—Tus sentimientos de ese momento se transmiten al otro ser a través de tus colmillos —me informó, dando un paso hacia mí—. Creemos que es debido a una sustancia que desprenden nuestros incisivos en el mordisco. Son, por así decirlo, una especie de hormonas.

—Aquel vampiro no estaba gritando por el dolor del mordisco en sí —entendí.

—No —coincidió.

—Pero yo no estaba sintiendo dolor.

Asmord continuaba acercándose, muy poco a poco, sin hacer ruido, como una sombra tenebrosa cerniéndose sobre un animalillo.

—Pero era lo que tú querías que sintiera. Dolor. Sufrimiento —se detuvo a un solo paso de mí—. Mientras tanto, tú sentías ira.

—Así que no solo transmito lo que siento, sino también lo que quiero que la otra persona sienta —traté de comprender mientras intentaba, también, no temblar ante su presencia—. ¿Cómo puedo diferenciar? ¿Cómo puedo saber lo que transmito?

—Con práctica —su aliento casi rozaba mi rostro—. Quizás deberías sentir esa experiencia en tu propia carne...

Antes de que me diera cuenta, mi cuerpo había dado un brinco hacia atrás, poniendo distancia entre aquel ser que sonreía con malicia y yo misma. Mi corazón parecía latir, desbocado.

—Tomaré eso como un no.

Jugaba conmigo. Se divertía. Era su entretenimiento personal. Le gustaba inspirar miedo.

—¿Quieres aprender a cazar o no? ¿Para qué has venido aquí, Kaiserin? —su gesto volvía a ser duro.

—Para aprender cómo ser un vampiro —respondí a regañadientes.

—Los vampiros cazan. Es su naturaleza.

—Entonces, debo aprender.

—Bien.

Como me negaba rotundamente a beber de animales vivos y, por supuesto, a matar a alguno, el entrenamiento se centró en acorralar a seres y después dejarlos marchar. No era tan complicado como me había supuesto, pero tampoco era sencillo. Tenía que tener en cuenta muchas cosas, tanto internas como externas. Cosas como mi respiración, la dirección del viento, el sigilo de mis movimientos, el terreno, etc. Por desgracia, aún llevaba muy poco tiempo allí como para conocer la geografía del lugar. Mis conocimientos teóricos también eran prácticamente nulos, algo que Asmord quería corregir a toda costa.

—Está bien por hoy —finalizó la clase—. Mañana quedaremos a la misma hora y en el mismo sitio. No llegues tarde.

Sin responder, me di la vuelta y comencé a caminar. Necesitaba una buena ducha y quería asegurarme de que Ámarok se encontraba bien.

—No llevas bien las bolsas de sangre, ¿verdad? —su voz me llegó desde atrás.

—No te he dado permiso para indagar en mi mente —apreté los puños, pero continué caminando.

—No me ha hecho falta.

Su voz fue como un susurro, casi como un sueño, pero había sido real, muy real.


—Ya estoy aquí.

Al entrar en la habitación, Ámarok se acercó para inspeccionarme y olfatearme. Aquello me sacó una sonrisa, a pesar de que estaba realmente cansada.

—Estoy bien, Ámarok. Creo que me sé proteger bien sola.

Por ahora. Aún así, no me gusta ese tipo.

—Asmord se lo había pedido. Aunque la verdad es que a mí tampoco me gusta. No me arrepiento de lo que hice. Tuvo lo que se merecía.

Parecía estar pasándolo realmente mal.

—Bien.

Aunque los ánimos no estaban para fiestas, decidimos que no ganábamos nada quedándonos allí. De modo que salimos del dormitorio para inspeccionar, con más detenimiento, el lugar en el que nos encontrábamos.

Como Schatt me había indicado, el piso de arriba era exactamente igual que el de abajo, aunque la numeración de las habitaciones continuaba desde la planta anterior. Sin embargo, las escaleras no se detenían allí. Con curiosidad, el lobo y yo continuamos subiendo. En la cuarta planta se encontraban las aulas. Cuatro, bastante amplias y de forma extraña, con cuatro paredes pero sin ser estas iguales.

Podemos seguir subiendo. Por allí —Ámarok señaló las escaleras de enfrente.

Dos escaleras subían de la planta segunda a la tercera y de la tercera a la cuarta. Sin embargo, la que habíamos tomado para llegar hasta allí se terminaba, mientras que las que teníamos en frente continuaban subiendo. Fruncí el ceño, un tanto extrañada.

—La vampiresa no me habló de estas plantas.

Subamos. Nadie nos ha prohibido merodear por la Academia.

Como siempre, Ámarok no resultaba ser una influencia del todo buena. Era curioso, tanto que a veces incluso me recordaba a esos animales de la Tierra llamados gatos. De modo que tomamos aquellas escaleras y terminamos en el lugar que se convertiría en mi favorito del edificio.

Al terminar de subir, nos encontramos de lleno en un lugar repleto de estanterías que, a su vez, estaban a rebosar de libros de todos los colores y tamaños. Casi sin respiración, comencé a caminar por aquel laberinto que parecía no tener ninguna forma especial. Simplemente eran estanterías y más estanterías con informaciones distintas. Bibliotecas como aquellas eran muy comunes en Neptuno, donde la información era muy cotizada, pero jamás había esperado encontrarme algo así en aquel lugar. Era como si un pedazo de mi hogar hubiera ido a parar allí.

Ámarok olisqueaba todo a su alrededor, asombrado, también, de aquella novedad. ¿Por qué Schatt no nos había hablado de aquella planta? Quizás tampoco había tenido tiempo suficiente y había supuesto que mi profesor terminaría de guiarme por el lugar. Sonreí con desdén. Sí, Asmord era la persona indicada para los novatos. Quizás algún día descubriera por qué el rey me lo había asignado.

Sin querer detenerme más en aquellos pensamientos, comencé a prestar atención a los títulos que me iba encontrando. Noté que estaban agrupados en categorías: historia, criaturas, vampiros, entretenimiento, etc. Me moría de ganas por coger alguno de aquellos títulos y comenzar a leerlo. Sería una buena distracción en días malos.

Al seguir avanzando, llegamos a un espacio en el que se encontraba una especie de mostrador circular partido por la mitad. A izquierda y derecha había mesas alargadas con varias sillas, supuse que para los lectores que quisieran consultar libros. Los había por todas partes, mirase a donde mirase.

—Paso. Paso, por favor.

Una voz con un matiz de urgencia tras de mí hizo que me apartara de un brinco. Una pila de libros ocultaba a su portadora, de la que primeramente solo pude ver el suave y liso pelo castaño que revoloteaba por su espalda. Con agilidad, entró en el mostrador y dejó la pila de libros en su superficie, soltando después un leve suspiro.

—No todos los días se pueden ver más de estos —una sonrisa encantadora.

Su pelo era de un castaño claro que jamás había visto y cada pelo parecía haber sido planchado a la perfección. Se podría decir que reflejaba la luz como un espejo. Sus ojos, del color del chocolate más exquisito, eran grandes en su ovalada cara. Unas ligeras pecas adornaban sus mejillas. Era bastante alta, aunque comparándose conmigo mucha gente lo sería. Sus orejas, sin embargo, captaron mi atención. Eran iguales que las de la compañera del rey: alargadas y puntiagudas.

—Tú debes de ser la nueva —me percaté de que quizás había pasado más tiempo del que creía mientras la analizaba—. Soy Annelya, la bibliotecaria, por así decirlo.

—Yo soy Sil... Kaiserin —corregí a tiempo—. La nueva, como bien has intuido.

—Oh, pues —dio una palmada a la pila de libros— gracias.

¿Gracias? Fruncí ligeramente el ceño, sin comprender del todo. ¿Gracias por qué, exactamente? Me fijé un poco más en los títulos de los libros. "Reina", "Guardiana", "Fénix" ...

—¡Santo Neptuno! ¡Son mis libros! —tomé el primero de ellos, aún sin creérmelo—. ¿Cómo...?

—¿Cómo crees que llegan aquí todas estas preciosidades? —acarició de manera suave los lomos de los demás—. Sois vosotros quienes los traéis. Vuestra ropa y todo lo demás ya no sirve para nada, empezáis una nueva vida. Pero los libros son cultura, no importa el lugar de donde vengan. Son un tesoro que debemos guardar.

Entendía perfectamente esa mentalidad, y creo que por eso congenié tan bien con ella desde el primer momento. Era una persona que no entendía de personas ni de razas, sino de libros. Daba igual de qué fueran.

—Te gusta la fantasía, ¿eh? —sonrió mientras la ayudaba a colocarlos en sus estantes correspondientes—. No suelen ser muy comunes por aquí. Los novatos traen sobre todo manuales y cosas así.

—Yo siempre he querido evadirme un poco, supongo. Tampoco es un género muy cultivado en Neptuno. La mayoría los obtenía en la Tierra cuando venía, a escondidas de mi madre.

—Ellos sueñan con lo que nosotros ya tenemos: elfos, enanos, poderes mágicos... Tus dones les resultarían asombrosos, Kaiserin.

Y sabía que así era. Creo que por eso me resultaban fascinantes, porque yo sería fascinante para ellos. No sería una carga, ni un estorbo, ni alguien tan extraño que no mereciera la pena. Allí, en el Espejo, esperaba que esas cosas comenzaran a cambiar. Y, en cierto modo, así estaba siendo. A veces los sentimientos de los demás me abrumaban, sobre todo el constante mal humor de Asmord. Pero era una felicidad increíble.

Aquella madrugada, cuando el sol ya estaba saliendo por el horizonte, Ámarok y yo volvíamos a nuestra habitación cuando la vimos. Kinn caminaba con aspecto cansado y un poco abatido hasta su dormitorio. Me quedé allí, estática, sin ser capaz de formular palabra. ¿Debería preguntarle o dejarla tranquila? ¿Y si se encontraba mal?

Mis ojos se encontraron con los de ella y me pareció ver una chispa de tristeza.

—Lo siento, Kaiserin.

Fue lo único que dijo antes de abrir y cerrar la puerta de su habitación.


—Hoy tendremos una clase teórica.

Me encontraba con Asmord en una de las clases de la cuarta planta que había visto el día anterior. Aquella mañana, Ámarok se había encargado de despertarme a buena hora para que no llegara tarde. No me había acostumbrado todavía. Kinn no había dado señales de vida, no la había visto por los pasillos ni en la cocina cuando había ido para tratar de beber un poco de sangre. Al final había dejado la mitad de la bolsa en la cámara para intentarlo después.

—¿De dónde vienen los vampiros?

La pregunta de Asmord activó algo en mi cerebro, y este se quejó por un esfuerzo realizado. Había conocido aquella respuesta, pero había sido borrada de mi memoria.

—Imagino que antes de nuestro primer encuentro, tus profesores de Neptuno te enseñarían que los vampiros son una enfermedad que se transmite por los genes y se salta una generación, ¿cierto? —asentí casi imperceptiblemente—. ¿Y cómo llegó esa enfermedad a nuestro mundo?

—No lo saben. Simplemente apareció —eso sí lo recordaba.

—Mentira.

Su repentina negación me tomó por sorpresa. ¿Era mentira? ¿Cómo iba a serlo? ¿Por qué iban a mentirnos?

—La gente sabe más de lo que dice, Kaiserin —alegó, clavando sus ojos en los míos—. Mentir allí está a la orden del día cuando se trata de salirse con la suya.

—No comprendo.

—Pronto lo harás.

El vampiro sacó (de no sé muy bien dónde) un dosier que parecía bastante antiguo, dado que sus hojas estaban amarillentas y algunas partes, rotas. En el título se podía leer: "Diario SM 23". No eran muchas páginas y no estaban enumeradas, por lo que pude ver. No me atrevía a tratarlo con brusquedad.

—Esto es una copia. El original está mucho, mucho peor —aseguró—. Se está preparando otra copia nueva para los nuevos estudiantes. Te sugiero que lo leas. Quizás dé respuestas a algunas preguntas.

Y sin nada más que añadir, Asmord me dio un pequeño descanso para dejar aquel librito en un mejor sitio. Las clases continuarían en modo práctico. Ya tenía algo que leer con Ámarok. La verdad es que me llamaba mucho la atención. Quería saber qué era, qué relevancia tenía para mí.

Mientras caminaba hasta mi habitación, no pude resistir la tentación de echar un vistazo a aquellas hojas. Después de la portada que no indicaba nada más que "Diario SM 23" había una especie de introducción breve. Decía así:

Soy el capitán Sett Mane y dirijo la nave denominada "SM 23" con mis tres compañeros: Zina Wells, Mer Trim y Tek Burkov. Vamos a llevar a cabo una misión para Neptuno llamada "Nuevos horizontes: parte 13". Nuestro objetivo se encuentra dos galaxias más allá para explorar nuevos mundos que nuestras máquinas han detectado. No se conoce la existencia de vida inteligente en ninguno de los planetas avistados.

Qué extraño. Se suponía que aquellas personas eran viajeros espaciales de mi planeta y que habían partido en busca de otros planetas. Habían viajado para conocer un poco más el Universo. ¿Por qué no los conocía? Sus nombres no me sonaban de nada, lo cual era bastante raro. Todos los neptunianos que habían aportado algo al planeta eran estudiados. Cientos de nombres estaban guardados en mi memoria. ¿Por qué aquellos no? Puede que hubieran fracasado en su misión, aunque aún así los habría estudiado.

¿Qué estás haciendo aquí?

Había llegado al dormitorio y el lobo se encontraba tumbado en la cama.

—Asmord me ha dejado esto —dejé los papeles encima de la mesilla—. Solo he venido a dejarlos y me vuelvo a ir. Luego nos vemos.

Y, sin dar más explicaciones, salí prácticamente corriendo. No quería que el vampiro se molestara por tardar demasiado.

Fuera de la Academia estaba Asmord, mirando al cielo, concretamente a la Luna. Su luz caía sobre él como si quisiera ayudarlo, casi como si lo compadeciera. Era una imagen melancólica. Me acerqué con sigilo. Supongo que tenía miedo de romper aquella atmósfera de serenidad.

—Es increíble cómo algo que parece tan pequeño nos puede llegar a afectar tanto —dijo sin mirarme.

Miré a la Luna. Siempre me había parecido preciosa, aunque me gustaba más Médeya. Las preguntas volvían a arremolinarse en mi cabeza. Quería dejarlas salir, pero me preocupaba despertar nuevamente la ira de aquel vampiro.

—¿Qué es lo que nos ocurre exactamente? —me refería, por supuesto, a esas noches tan funestas de Luna llena.

—Que dejamos salir a la bestia que llevamos dentro —sus palabras cayeron como una losa sobre mí—. Somos animales, Kaiserin. Que nadie te diga lo contrario.

Y con esto, comenzó a internarse en el bosque. Lo seguí, aunque a una distancia prudencial. Sí, era cierto que éramos animales, pero eso no tenía nada de malo. ¿O sí? Los animales eran mágicos. Ámarok era un animal.

Asmord me sorprendió retomando el tema que había iniciado.

—Al realizarse la primera conversión, nuestra mente se divide en dos. Por un lado, está nuestra mente neptuniana, que es aquella que siempre hemos tenido, de la que somos conscientes. Pero por debajo, en las sombras, se alza nuestra naturaleza vampírica. Un ser sediento de sangre que se libera con cada Luna llena. No importa que sea Médeya o cualquier otro satélite natural. Nos afecta de igual forma.

—¿Y si estuviéramos en un planeta sin satélite? —inquirí.

—Tendrás que leer lo que te he dado para averiguarlo por ti misma.

Más curiosidad. Al menos ya tenía clara una cosa: dentro de mi cuerpo habitaban dos personalidades, dos criaturas diferentes. Un escalofrío se abrió paso por mi columna vertebral. Lo cierto era que no quería descubrir ese lado oscuro que todos los vampiros poseían.

Mis ojos se desviaron hacia la Luna. Siempre había pensado que era un ente que me protegía desde allí, desde el firmamento, tan alta y tan hermosa. En aquel momento, con su luz bañando el bosque, siguiéndome allí donde yo quisiera ir... Ni siquiera su amenazante figura apunto de completarse enteramente podía hacerme sentir miedo. Extraño, ¿no?

Asmord seguía caminando delante de mí. ¿Le tendría miedo a la Luna? No le culparía si así fuera. Seguramente él habría vivido muchísimos más años que yo. Si su sabiduría le había hecho temerla, entonces la ingenua era yo.

—Este lugar servirá —el vampiro se detuvo, aunque no se giró—. Seguiremos practicando.

—Pero ya sé cazar —no me gustaba nada aquella práctica—. Incluso conozco a los animales de la Tierra.

—Pero sigues moviéndote como un pato mareado —me hizo ilusión reconocer aquella expresión terráquea—. Como ya te dije, necesitas aprender a ser elegante en tus movimientos. Somos vampiros, ¡por Neptuno! Hasta los lobos tienen más gracilidad que tú mientras arrancan la carne de los huesos de su presa.

Pocas veces había visto a Ámarok cazar. Una o dos cuando era un cachorro y me daba miedo que se perdiera. Él nunca había querido que lo viera en aquel estado. Pero era hermoso. La manera en que sus ojos fijaban el objetivo, cómo se movían sus patas sin hacer ningún ruido, la forma en que se posicionaba para no dejar que su presa captara su olor... Incluso sus movimientos al saltar sobre ella y cerrar su mandíbula sobre su carne. Si había podido comprender su necesidad de alimentarse, ¿por qué no podía comprender la mía?

Aquella noche fue bastante larga. Asmord no permitió que me fuera hasta que consideró que había progresado, al menos un poco. Tampoco era muy difícil teniendo en cuenta que mis movimientos eran lentos y pesados. Y eso era mucho decir para un vampiro.

—Mañana volveremos a intentarlo —aquel vampiro era persistente—. Tus clases teóricas se pospondrán hasta que hayas leído lo que te he dado. Avísame cuando eso ocurra. Mientras tanto, mañana aquí a la misma hora.

En vez de caminar, o arrastrarme, hasta mi habitación, me dejé caer sobre la hierba fría. Era un alivio para mi cuerpo y también para mi mente. Pensé que Asmord se iría, pero permaneció allí, mirándome. Seguramente estaría pensando que mi aspecto era deprimente y que denigraba la imagen de los vampiros.

—Tienes que alimentarte —fue lo que dijo—. No podrás continuar más tiempo de este modo.

—No se me había ocurrido —farfullé.

Las ramas de los árboles creaban extrañas figuras sobre mi cabeza. El vampiro permaneció allí. Nunca había pasado más tiempo conmigo del necesario. Quizás intentaba actuar como un profesor preocupado, algo que no se le estaba dando demasiado bien.

—¿Cómo sabías que las bolsas no estaban funcionando? —me armé de valor para preguntarle.

—Todos los novatos tienen dificultades al principio.

—Prefieren los animales a las bolsas —intuí.

Al no recibir respuesta alguna, supuse que había dado en el clavo. Era mucho más fácil asimilar la ingesta de sangre si dejabas que tus instintos actuaran por ti, si te dejabas llevar. Pero...

—Pero yo no puedo hacerlo —comprendí—. Por eso me cuesta tanto. No puedo hacer ninguna de las dos cosas.

—No quieres —me corrigió.

—Cierto: no quiero —no valía la pena discutir con él—. Pero debo.

Creo que aquel razonamiento le tomó por sorpresa, o eso me gustaría pensar, ya que me sorprendí incluso a mí misma. Pero era verdad. Si no lo conseguía, no cumpliría el objetivo por el que estaba allí.

—¿Cuándo volveré a Neptuno?

—Eso depende.

—¿De qué?

—De cuántos niveles puedas superar.

—¿Y cuando supere el último al que pueda acceder?

Un pequeño silencio.

—Cuando ya no puedas seguir aprendiendo, dejarás la Academia.

Me incliné un poco para poder mirarlo, pero él ya se había ido. No me molesté en levantarme. Si él hubiera querido quedarse, lo había hecho. De modo que permanecí allí tumbada, pensando en todo y en nada al mismo tiempo.

—¿Piensas dormir aquí?

La inconfundible voz de Kinn con un pequeño matiz de diversión. Me alegré mucho de escucharla, de saber que estaba bien. Su característico pelo apareció en mi campo de visión, acompañado por una sonrisa.

—Es una noche preciosa para dormir al aire libre.

—¿Y no será que no puedes moverte? —tras escuchar su risa, se tumbó a mi lado—. ¿Un día duro?

—Se podría decir que sí, aunque ver progresos hace que piense que no es en vano.

—Te aseguro que no lo es.

Me moría de ganas por preguntarle, por saber qué era lo que le había ocurrido esos días. Pero no quería meterme en donde no me llamaban. Era su vida. Quizás algún día confiara en mí tanto como para contar conmigo cuando tuviera algún problema o un mal día.

—¿Tú no has entrenado hoy? —le pregunté, en cambio.

—Superé la tercera prueba hace unos días —me explicó—. Mi poder, por desgracia, no es suficiente para un cuarto nivel. Son muy exigentes, ¿sabes?

—De modo que has terminado tu instrucción, ¿no?

—No, no exactamente —se removió un poco a mi izquierda—. Antes tengo que elegir una especialización.

—Recuerdo que me dijiste algo sobre un ledán...

—Léyan —me corrigió—. Sí, así es.

—No entiendo mucho, la verdad...

Kinn se incorporó un poco hasta colocar su espalda en el tronco del árbol que teníamos justo detrás. Su cabello estaba algo alborotado y lleno de hojarasca que fue quitando poco a poco.

—Sabes que hay cuatro niveles en la Academia, ¿no? —asentí—. Superando los dos primeros obtienes el rango de soldado. Si superas el tercero, eres teniente. Y si consigues el cuarto, te conviertes en coronel. Tanto si eres teniente como si eres coronel, tu deber es especializarte en algún campo. Estos campos forman escuadrones. Hay muchos tipos dependiendo de lo que quieras hacer. ¿Te gusta curar a la gente? Entonces tu sitio está con los raksas. ¿Tu poder se corresponde con la tecnología? ¡No hay problema! Vas con los tolvas.

Casi parecía un galimatías, pero iba comprendiendo la forma en la que se establecía la jerarquía de los vampiros. Aunque me preguntaba para qué serviría todo aquello. Nunca había oído hablar de esos escuadrones. ¿Estarían relacionados con el ejército de Neptuno? Podría ser.

—Creo que ya empiezo a entenderlo. Gracias —me incorporé un poco.

—Supongo que tener a Asmord de profesor no ayuda mucho —se compadeció.

—Hablando de eso... —me mordí el labio inferior, no muy segura de si iba a meter la pata o no—. ¿Sabes algo más de él? Cualquier cosa me sirve...

—Lo siento, Kaiserin. No he conseguido averiguar nada. Lo único que puedo decirte es que tu profesor es un gran vampiro. Eso y que es el jefe de uno de los escuadrones.

—¿Profesor de la Academia, mano derecha del rey y jefe de un escuadrón? Cada vez da más miedo.

—Ya, pues eso no lo es todo.

Fruncí el ceño y la miré a los ojos, sin entender lo que quería decirme. Parecía un poco nerviosa, como si se hubiera enterado de aquello de forma poco convencional y no supiera si contármelo o no. Se frotaba los dedos de las manos como si le fuera la vida en ello. Estuve a punto de decirle que no se preocupara, que no había necesidad de contarme nada más, pero...

—Ese escuadrón son los asskiv: el escuadrón de las sombras, el escuadrón de asesinos.


. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

¿Te ha gustado? No olvides votar el capítulo y dejar un comentario sobre lo que te haya gustado y lo que no. ¡Nos vemos la semana que viene! <3

Me gustaría aprovechar esta publicación para felicitar a @jamesfeni que hoy es su cumpleaños. ¡Felicidades!

Pd: estoy buscando booktrailer para esta historia. Si estás interesado/a, ¡contacta conmigo!

Continue lendo

Você também vai gostar

9K 1.2K 66
después de la muerte de Connor su tía Romina Rodríguez cegada por el dolor de perder a su sobrino y a su hermano promete Venganza es así como empieza...
8K 215 13
Quiero compartir lo que e aprendido en mis años como futbolista de calle
23.2K 1.6K 52
Las mujeres son débiles. Las mujeres no son nada sin un hombre. Una mujer debe dedicarse a su hogar. Desde que tiene memoria Fra...
8.9K 900 58
Esta noche eres todo mío. Esta noche, la luz del amor está en tus ojos pero, ¿Seguirás amándome mañana? Algo tan "inocente" como un amor platónico...