Eterna Oscuridad

Da mariamelaine

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Una chica huérfana que vive en las calles sin saber de su pasado descubre que es hija de un cazador de vampir... Altro

Eterna Oscuridad
Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27

Capítulo 1

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Da mariamelaine

             La joven corría por las calles, sin dejar de mirar a sus espaldas. Llevaba las manos llenas. Apresuradamente giró, penetrando en un mugriento callejón lleno de cubos de basura, sobre los cuales se subió y saltó la vaya que separaba el callejón de una calle llena de naves industriales. A lo lejos podía oír el ladrido de los perros que la perseguían y sonrió para sí al verse a salvo. Ya no la encontrarían, ella conocía perfectamente aquel lugar y sabía cómo hacer para despistarles y la atravesó hasta salir por la parte de atrás. Bajando las escaleras y pasando un terreno lleno de escombros llegó a una calle residencial de muy baja categoría hasta llegar al lugar donde vivía. Justo al fondo de la calle, en una pequeña casucha construida con tablones viejos que había hallado en la basura. Abrió la puerta de rejas mugrienta y penetró en el interior. La pequeña habitación se encontraba en penumbra, dejó lo que había conseguido en la mesa y fue al lugar donde había abierto una pequeña ventana y apartó los plásticos negros que la cubrían, dejando que entrara la claridad del día. Luego, miró de nuevo el interior y suspiró resignada acercándose a la mesa desvencijada cuando oyó un débil maullido.

            — Oh, Devil... por supuesto que no me había olvidado de ti...—  murmuró abriendo las bolsas que había traído, las cuales contenían un pan, un bote de leche y una pequeña lata de comida para gatos—  siento que sea tan poco... mañana tendré que volver a ver si consigo algo, aunque seguro que ya me tendrán fichada...—  suspiró y el gato volvió a maullar antes de salir de entre las sombras y subir a la mesa de un salto. Era un precioso gato de color oscuro con una mancha blanca en la cola y alrededor de un ojo. Ella lo acarició con aprecio antes de abrirle la lata de las comidas. Entonces se oyó unos pasos que se dirigían a su casa.

            — está la reina de los ladrones ahí dentro?—  preguntó una voz de chico.

            La joven sonrió.

            — Pensaba que tenías clases, Max—  dijo partiendo un trozo de pan para luego comérselo.

            — No me apetecía ir—  dijo Max abriendo la puerta. Ella se giró.

            — Eso no es propio de ti ¿es que ha pasado algo?

            — He visto a un chico merodeando por aquí...

            — ¿Un chico? ¿Qué aspecto tenía?—  preguntó la joven frunciendo el ceño.

            — Pues era un tipo rubio de ojos claros.

            Ella pensó en la gente que conocía pero ninguno coincidía con la descripción así que se encogió de hombros.

            — Pues no me suena...—  murmuró y se llevó una mano al pelo para quitarse la coleta y liberar su larga cabellera rojiza que le combinaba con sus llamativos ojos oscuros cubiertos por unas finas y largas pestañas.

            — Meira, debes tener cuidado... podría ser de la pasma.

            — ¿La pasma?—  ella se volvió para coger otro trozo de pan y soltó una leve carcajada—  no lo creo... esos pringados me pierden siempre a la vuelta de la esquina—  sonrió y le indicó el pan—  ¿quieres? Es lo único que puedo ofrecerte, a no ser que prefieras un vaso de leche.

            — Meira, debes dejar de mangar, búscate un curro bueno.

            — ¿Un curro bueno? Imposible, ya sabes que me echan de todos los que consigo... es como si tuviera lepra.

            — Haz un ciclo... dan becas.

            — ¿Y crees que me aceptarán con estas pintas?—  Meira señaló sus ropas, las cuales estaban raídas y llenas de manchas—  además, no sirvo para estudiar.

            — Eso es mentira, sé que te gusta leer, te he visto con revistas viejas...

            — Bueno, es un hobbie... lo máximo a lo que puedo aspirar, al menos aprendí algo en aquel repugnante orfanato.

            — ¿Es que no te daban clases? ¿Qué hacías entonces?

            Meira puso los ojos en blanco.

            — Limpiar... que yo recuerde.

            — Pero alguien pagó para que te educara ¿no es así?

            — Sí... algunas clases dábamos, recuerdo que me encantaban las de lengua aunque en mates era malísima... pero yo era algo desobediente y siempre me tenían arrestada limpiando, las que estaban en el internado me odiaban... y yo a ellas, para qué negarlo... desde que mi benefactor murió, como sabes, la directiva no quiso aguantarme más y me echó, ni siquiera me dijeron quien era el hombre que pagaba por mí—  entonces guardó silencio e inconscientemente se llevó la mano al colgante que colgaba de su cuello. Este tenía la extraña forma de una daga, era lo más valioso que poseía ya que parecía estar hecha de oro puro y a su vez era lo único que conservaba de la persona que la había encerrado en el internado sin siquiera darse a conocer.

            — Como sigas comiendo pan, no vas a tener para cenar... aunque si quieres...—  dijo Max, proponiéndole de nuevo que él le trajera comida.

            — No, Max, no quiero tu caridad... ya me las apañaré—  dijo Meira y cogió el bote de leche para guardarlo en un estante que ella había construido de forma improvisada.

            — Pero Meira... ya casi no puedes ni mangar, casi te pillan en varias tiendas esta semana.

            — Conseguiré trabajo... siempre encuentro la forma de seguir adelante, ahora no será diferente.

            — ¿Y en qué piensas trabajar? Has hecho de todo...

            — No lo sé y no me agobies, Max—  repuso Meira sentándose en una vieja silla de hierro forjado que había hallado entre escombros, años atrás.

            — Siento ser pesado pero eres mi amiga.

            — Lo sé...—  Meira sonrió—  estaré bien, te lo aseguro...

            — Mi instinto no me dice lo mismo...

            — Tú lo que debes hacer es ir a clase, te preocupas demasiado.

            — ¿Estarás bien?—  Meira asintió muy segura—  pues me voy pero volveré—  dijo él sonriendo.

            — Está bien—  se resignó Meira y lo despidió con la mano—  te estaré esperando.

            — Eso espero...

            Ella sonrió y él salió. Entonces, Meira miró a Devil y lo acarició tras lo cual el gato ronroneó.

            — Es un encanto ¿no crees? Merece la pena tener amigos así. — El gato maulló y ella ladeó la cabeza pensativa—  es mejor que le haga caso y me busque un nuevo trabajo...—  murmuró al rato levantándose—  no hay tiempo que perder.

            Entonces, sin más salió de su casucha y emprendió el camino de vuelta a la zona más movida de la ciudad. Por la calle paseó la mirada entre los diferentes establecimientos, en muchos había trabajado y presentarse de nuevo no le serviría de nada, así que decidió adentrarse más, buscando lugares nuevos, porque desde luego, no tenía nada mejor que hacer. De repente, notó que alguien la seguía, aunque quizás fueran simples imaginaciones pero aún así volvió la vista. Vio a dos o tres personas pero todas estaban a lo suyo, sin prestarle la más mínima atención, así que siguió y se metió en la primera cafetería que encontró. Allí, se acercó a la barra donde estaba el camarero.

            — Disculpe...— llamó su atención—  busco trabajo.

            El camarero la miró de arriba abajo.

            — ¿Alguna experiencia?

            — Sí... en cafeterías de mi barrio—  murmuró.

            — Veo...—  dijo pensativo. Ella se le quedó mirando, todos hacían lo mismo, sobretodo por sus pintas que no la ayudaban nada pero no tenía qué ponerse ¿qué podía hacer?—  ¿y te han echado o te has ido?—  preguntó aunque resaltó lo primero. Meira resopló antes de contestar.

            — Me han echado...

            — ¿Por robar?

            — No ¿es que llevo escrito en la frente ratera?—  saltó ella, harta de siempre lo mismo—  yo soy eficiente, no robo, si me echan es porque se pasan conmigo y yo no soy de las que se callan.

            — ¿Y con ese carácter pretendes conseguir trabajo?

            Meira lo fulminó con la mirada.

            — Olvídelo, no tenía que haber entrado...—  se volvió y se dirigió a la puerta murmurando palabras ininteligibles.

            — Te doy una semana de prueba—  dijo el camarero de repente. Ella se detuvo junto a la puerta y le miró por encima del hombro.

            — ¿Cómo dice?

            — Una semana de prueba, si no me convence, te echaré...

            — Le convenceré, se lo aseguro—  sonrió Meira esperanzada.

            — Eso sí, debes llevar uniforme e ir muy limpia.

            Ella asintió.

            — Pero no tengo dinero con qué pagarlo...

            — Cogeré una parte de tu sueldo.

            — Bien... ¿cuándo empiezo?

            — Empiezas mañana así que vente bien aseada.

            — Aquí estaré, gracias...—  musitó antes de apoyar la mano en la puerta y salir, todavía sin poderse creer que a la primera hubiera encontrado un trabajo, bueno, más bien una prueba... prueba que superaría o por lo menos lo intentaría.

            — Vaya, pero mirad quién está aquí...—  murmuró una joven a su espalda.

            La sonrisa que Meira portaba en el rostro tras la agradable noticia se desvaneció y se dio la vuelta.

            — Esto tiene que ser una pesadilla...

            — Hola lava retretes...

            — Perdona... ¿qué has dicho?—  preguntó Meira—  últimamente tengo los oídos muy mal, la verdad...

            — Lava retretes... fregona... ¿algo más?

            — ¿Fregona? Uy pues sí, tienes cierto parecido con el objeto ahora que me fijo—  se rascó la barbilla Meira, asintiendo.

            — ¡Hablo de ti, estúpida!—  exclamó la joven de cabellos claros y ojos medianamente oscuros.

            — Tia, tranquila, ¿no sabes que sulfurarse es malo para el cutis? Te salen arrugas—  repuso Meira con sorna.

            Tia la miró con expresión sombría.

            — No te pases, fregona.

            — Tú tampoco, escoba—  alzó el mentó Meira y pasó por el lado de Tia dándole con el hombro—  uy, perdona, no te vi—  se tapó la boca con inocencia y siguió andando. Tia la miró con los ojos entrecerrados y gritó.

            — ¡Ladrona!

            — ¡Lo que tú digas!—  exclamó Meira sin girarse y siguió con paso decidido aunque sumamente enojada. De todas las personas que conocía del internado tenía que venir a encontrarse con Tia. ¡Con Tia! Esa antipática repipi que se había empeñado en hacerle la vida imposible junto a su grupito de seguidoras ¡súper guays! Aggg... ¡qué asco! El simple recuerdo le revolvía el estómago. Entonces se percató de una sombra negra que se escondió en uno de los callejones. Frunció el ceño en lo que se acercaba al lugar y cuando pasó pensando en seguir de largo, miró al interior del oscuro callejón. Este tenía un gran container para echar escombros y unas viejas escaleras que llevaban a lo alto de uno de los edificios de ladrillos rojos de la calle. La curiosidad le picó y se acercó a las escaleras. Miró alrededor pero allí parecía no haber nadie, así que se giró para volver sobre sus pasos cuando oyó una ventana cerrarse. Sobresaltada, se dio la vuelta y se llevó una mano al corazón. Tranquila, se dijo, sólo ha sido una ventana. Entonces, retrocedió y se volvió para salir corriendo. Corría como si le fuera la vida en ello y hasta que no llegó a su casa, no estuvo tranquila. En el interior, cogió aire y se desplomó sobre el destartalado colchón que hacía un mes había podido conseguir por los alrededores. Sólo en ese momento se dio cuenta de que temblaba pero ¿por qué?, se preguntó. Ella se había criado básicamente en las calles, no tenía motivos para tener miedo y menos ahora pero lo que le dijo Max, la atormentaba, ¿sería el tipo rubio el que la seguía? No, quizás eran cosas suyas... pero si no lo eran ¿por qué la seguían? O más bien ¿para qué la buscaba? La puerta se abrió y la joven se asustó pero luego se dio cuenta de que era Devil que había cazado un ratón. Angustiada, resopló.

            — Me has dado un susto de muerte...—  murmuró—  pequeñajo, creo que me estoy volviendo loca...—  sonrió con incredulidad y se tumbó. Su estómago gruñó de hambre pero ya estaba acostumbrada a ese ruido, estaba demasiado delgada. Cansada se dio la vuelta acomodándose y pronto cayó dormida. Ni siquiera oyó el ruido de la puerta al abrirse y no vio la sombra que la vigilaba mientras sueños extraños la invadían y le hacían murmurar pero no abrió los ojos hasta bien entrada la noche sudando a mares, se incorporó y se frotó los ojos para acostumbrarse a la oscuridad que la cegaba. Se levantó para tomarse un vaso de leche cuando alguien le tapó la boca y el gato que había subido sobre la mesa se erizó. Ella trató de soltarse frenética pero la mano no se apartaba de su boca. Era una mano grande y fría como el mármol—  Mmm... — trataba de gritar asustada.

            — Cállate—  le dijo una voz al oído. Ella sintió un escalofrío recorrerle la espalda e intentó mantener la calma, Devil, mirándoles, gruñó y alzó su pata tratando de arañar al extraño—  calma a ese maldito gato o te juro que me lo comeré de cena—  dijo quitando la mano de la boca de la chica. Meira se acercó inmediatamente a Devil y lo cogió, nada más hacerlo se alejo todo lo que pudo del extraño sin poder llegar a la puerta, ya que quien quiera que fuera, estaba justo delante de su única salvación.

            — ¿Quién eres?—  preguntó tratando de que la voz no le temblara.

            — No te importa quién soy, sólo quiero que me digas donde está la daga.

            Ella le miró sin comprender aunque en la penumbra sólo podía distinguir una vaga e imponente figura.

            — No sé de qué me habla...—  murmuró y acarició a Devil quien volvía a gruñir.

            — Sí lo sabes... tienes el collar de Raznarok.

            — Razna... ¿qué?—  preguntó ella cada vez más confusa—  no sé de qué me habla, de verdad...

            La sombra la agarró con fuerza del brazo.

            — Será mejor que no me mientas, pequeña...—  dijo y la olió. Ella se quedó inmóvil, mirándole y Devil se escapó de sus brazos tras arañarla.

            — Devil...—  quiso ir tras él pero la sombra la detuvo y le miró los arañazos como si deseara la sangre que salía de ellos—  por favor... no me haga daño... le aseguro que no sé de qué me habla...—  dijo ella temblorosa.

            — Estás mintiendo, eres la hija de Raznarok, eres igualita a él.

            — No sé de quién me habla... yo me crié en un internado...—  murmuró y dio un paso atrás.

            — Claro, te ocultó para que yo no supiera que tú guardarías la daga.

            Ella meneó la cabeza.

            — Lo siento... pero no comprendo... ni siquiera sé quienes son mis padres...

            La sombra la meneó y la empujó con fuerza.

            — ¡No mientas!

            Ella reprimió un grito de terror y bajó la mirada.

            — No miento... lo juro.

            — ¿Cómo sé que dices la verdad?

            Meira se mordió el labio inferior y murmuró.

            — No sabría como demostrárselo...

            — Entonces te vienes conmigo hasta que confieses...

            — ¿Con usted? Oh, no...—  inmediatamente retrocedió hasta quedar pegada a la pared—  yo no me voy de aquí, si no me quiere creer, no me crea pero yo no sé de qué me habla y nada conseguirá sacándome de aquí—  y con la mano palpó los tablones de la pared en busca de un palo que tenía en caso de emergencia para protegerse.

            — ¿Buscas esto?—  preguntó cogiendo el palo de la mesa. A ella se le aceleró el corazón.

            — ¿Piensa hacerme daño?

            — No, voy a llevarte conmigo.

            Meira meneó la cabeza y echó a correr hacia la ventana para escapar por ella pero la sombra fue más rápida y la cogió de la cintura.

            — ¡No! ¡Suélteme, se lo suplico!—  pataleó sin parar—  ¡no tiene derecho! ¡Suélteme!

            — Maldito incordio—  dijo y sin más le dio un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente. Así la cogió en brazos y la sacó de la casucha para llevársela, fuera Devil volvió a gruñirle. La sombra le enseñó los dientes con fiereza al gato y el animal salió disparado con el rabo entre las piernas lo que le hizo sonreír en lo que se perdía en la negrura de la noche con Meira.

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