Extraño |NoMin

scaretwoo által

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Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... Több

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33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
34. Siempre tuyo; Parte 2
Capítulo final
Epílogo
Agradecimientos.

29. Risas

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scaretwoo által

Estuve ahí para ti
En tus tiempos más oscuros
Estuve ahí para ti
En tus noches más oscuras
Pero me pregunto, ¿dónde estabas?
Cuando estaba en los peores momentos, de rodillas sobre el suelo.
Y dijiste que me cubrirías las espaldas
Así que me pregunto
¿Donde estabas?
🦋

Renjun

El sábado por la noche recibí un mensaje muy extraño. Para empezar el número no lo tenía registrado. No suelo pasárselo a cualquiera, así que tampoco es como que pudiera darme una idea de quién es.

Desconocido.

Tengo algo que decirte, ¿puedo verte el lunes por la tarde en el centro comercial?

   Eso era lo que decía y por supuesto que no fui tan estúpido para caer en una trampa tan evidente. Lo ignoré y aunque me inquieté un poco por el mero hecho de recibir un mensaje anónimo, le resté importancia. Si esa persona creía que me iba a extorsionar con facilidad, entonces estaba muy equivocada.

   Por otra parte, el fin de semana en casa de playa de mis padres estaba siendo una completa basura. Hace meses que no se dirigen la palabra y aunque es incómodo hasta cierto punto sino me involucran, también es tolerable. No obstante al estar los tres juntos en un mismo lugar, todo se vuelve más desgastante. No sé qué demonios pasó por su cabeza para pensar que esto podía funcionar.

   Supongo que alguna de sus amistades debió sospechar que las cosas entre ellos no andaban bien y por eso decidieron embaucarse en un viaje, para compensar las impresiones. Debo reconocer que la forma que tienen para persuadir a las personas y hacerles creer que su matrimonio es perfecto, es muy buena. Si yo no viviera con ellos incluso me lo creería. Se toman de las manos, se miran a los ojos y hasta se besan cuando alguien anda cerca. No pretenden matarse con la mirada ni se lanzan comentarios mordaces y que yo no diga ni una palabra para contradecirlos, debe agregarle el toque perfecto.

   Pero la realidad es que cuando estamos en casa todo se vuelve una auténtica guerra. Mi madre cada que puede aprovecha la oportunidad para exhibir los errores de mi padre, así consista en detalles simples como encontrar su saco fuera del perchero. Y a pesar de que por naturaleza ella es sumamente perfeccionista, tampoco es para tanto. Creo que la única razón por la que lo hace, es porque quiere tener una razón para pelear con él.

   En cuanto a mi padre, todo lo que concierne a nosotros no le importa. Lo descubrí a los siete años, cuando mi madre se dedicaba a trabajar todo el día. Ella se esforzaba mucho para que pudiéramos tener un estilo de vida confortable. Naturalmente mi padre también trabajaba, pero no tanto como ella. Una que otra vez me llevaba con él a la oficina al salir de la escuela porque nadie podía cuidarme en casa y fue precisamente en uno de esos días, mientras yo vagaba por su oficina tratando de no aburrirme, cuando vi que se besaba con la secretaria de la recepción.

   Nadie me había explicado lo que era la infidelidad, pero hay cosas en la vida que no necesitan de mucho para entenderse. Era obvio que él no amaba a mi madre. Si tenía ganas de estar con otra mujer que no fuera ella, entonces simplemente no la quería.

   Aunque no sabía si era lo más sensato por miedo a una posible represión, se lo comenté a mi madre. No recuerdo exactamente qué le dije, pero seguro que no fue más que una improvisada explicación infantil con tintes disparatados y rencorosos.

   Después de todo, ¿Cuál es la forma más sutil para decirle a tu propia madre que el hombre que ama la engaña?

   En ese momento esperé muchas reacciones de su parte. Por experiencia, cuando a mí me decían algo desagradable me ponía a llorar o rabiar. Sin embargo, ella sólo me escuchó y tranquilamente se quedó mirando hacia la nada. Quieta, sin decir ni una sola palabra.

   Creí que no me había escuchado o que por ser un niño ella no me había creído, así que aguardé a encontrar otra oportunidad para demostrárselo. Tuvieron que pasar algunos días para que mi padre volviera a llevarme a su oficina, pero cuando por fin lo hizo se besó con otra mujer y yo me grabé los detalles en la memoria para que sonara más convincente a la hora de decírselo.

   Esa tarde volví a casa sintiéndome extrañamente enérgico. Había algo dentro de mi pecho que me decía que aquello no era bueno. Que mi padre no debería de estar haciendo esas cosas. Corrí hacia la habitación de mi madre y la vi frente al tocador, colocándose los aretes. Se veía guapísima, seguro estaba a punto de salir a una cena de negocios.

   — ¡Mamá! —grité en cuanto entré a su habitación, dejándome caer boca arriba sobre la cama—, ¡Lo vi! ¡Vi a papá de nuevo con otra mujer!

   Al escucharme ella se quedó helada. Como si la hubiera congelado con mis palabras. Nunca he sido una persona que tenga tacto para decir las cosas, aunque creo que de todas formas no hay una manera sutil de explicar una infidelidad. La realidad a veces necesita ser dicha sin mayores adornos.

   Ella me miró y después a su reflejo en el espejo. Mi madre era hermosa. La mujer más hermosa que había visto en toda mi vida. Su cabello oscuro le llegaba arriba de la cintura, su piel como la porcelana era blanca y suave, y las facciones de su rostro eran suaves y definidas. Francamente me hubiera gustado heredar más de su belleza. Pero supongo que los genes no siempre son justos.

   —Renjun, cariño, ¿Dónde está tu padre?

   Fue lo único que preguntó mientras se acercaba a mí y me acariciaba el rostro con dulzura. Yo dudé, pero sabía que debía decírselo. De nuevo esa reacción tranquila y serena no era la que esperaba.

   —Está en el estudio.

   —Bien. Voy a buscarlo.

   Me dio una última mirada y caminando con lentitud se dirigió hacia la puerta. Pretendía ir detrás de ella, pero antes de que pudiera alcanzarla, cerró con seguro y me dejó encerrado, sin darme la oportunidad de saber que pasaría.

   Aun así pegué el oído a la puerta y traté de escucharlos lo mejor que se me permitía. Se escucharon gritos, un par de portazos y finalmente el llanto inconfundible de mi madre.

   Intenté volver a abrir la puerta, pero estaba cerrada desde afuera. No me gustaba saber que ella sufría. Escucharla sollozar era tan doloroso como frustrante. Me recargué sobre la superficie y enterré la cara entre mis rodillas, deseando poder ayudarla. Deseando poder ser capaz de mitigar su dolor.

   También deseé que mi madre fuera capaz de hacer algo por ella misma. Era una mujer muy hermosa que no necesitaba mendigar el amor de mi padre. Era inteligente, trabajadora y si ella quisiera, también independiente. ¿Por qué no podía entonces renunciar a algo que estaba lastimándola tanto?

   Después de algunos minutos que me supieron eternos, regresó. Su maquillaje estaba arruinado, lágrimas bajaban por sus mejillas y su cabello revuelto, pero sin duda lo que más me dolía de su precaria imagen, era ver sus ojos marrones, tan cristalinos y deprimidos que parecían haber perdido todo su brillo.

   —Cariño, ¿quieres ir a tu habitación a ver la televisión?

   Un portazo en el recibidor interrumpió mi respuesta. Mi padre se había ido y no sabía exactamente qué significaba eso.

   — ¿Papá se fue?

   Mi madre se giró a mirarme y a pesar de que suspiró e intentó decir algo, las lágrimas fueron más fuertes que ella y evitaron que me diera alguna explicación.

   Lo único que pude hacer para compartir su tristeza fue acercarme a ella y darle un abrazo que me dejó los brazos temblando. Sus lágrimas llenaron mi camiseta y aunque en ese momento yo era el niño, al que debían cuidar y proteger, sentía como si yo fuera el verdadero salvador.

   Sería conmovedor y optimista pensar que esa fue la única ocasión que tuve que consolarla de esa manera. Pero la realidad es un poco más complicada que eso. Aquel día sólo marcó el inicio para muchas de las desgracias que nos perseguirían después.

   Mi padre no sólo no cambió, sino que aumentó paulatinamente el daño que nos hacía como familia. Había veces en las que ni siquiera llegaba a la casa, o cuando lo hacía sólo era para pedirle dinero a mi madre y con ello largarse, a sabiendas que de nosotros ya sospechábamos lo que estaba haciendo. Nunca fuimos muy cercanos, pero que ya ni siquiera se tomara la molestia de hablarme o de saber cómo estaba, provocó que el rencor que sentía hacia él aumentara monstruosamente.

   Pero por increíble que parezca, él no fue a quien yo desprecié más. Sin duda la persona que se llevó toda mi decepción y resentimiento, aunque fuera ilógico, fue mi propia madre.

   Porque no se daba su lugar. Porque ella perfectamente pudo haberlo dejado. Después de todo, mi madre era el sustento de la casa. La única que se importaba por mí, la que siempre estaba a mi lado. Mi padre nunca aportó nada; ni su amor ni su dinero. Ella no tenía entonces que preocuparse por nada. Podíamos ser perfectamente capaces de arreglárnoslas por nuestra cuenta. De salir adelante. Pero ella prefirió estancarse.

   Ella prefirió dejar que pasaran sobre sus sentimientos.

   Con el tiempo, como era de esperarse, las cosas fueron deteriorándose. La presión de ambos súbitamente se concentró en mí y de esa manera obtuve toda su atención, pero no de la forma en que desearía. Querían que yo fuera lo que ellos no podían. Anhelaban criar al hijo perfecto que pudiera ser capaz de tapar todos sus errores.

   Me inscribieron a un sinfín de clases: equitación, natación, taekwondo gimnasia, basquetbol, fútbol. Aprendí a tocar múltiples instrumentos; desde la flauta hasta el violín. Me enviaron cuatro veranos seguidos a un campamento de supervivencia. Y por un tiempo, desearon matricularme en los más costosos institutos privados.

   Me atiborraron de cosas para que pudiera hacerlo todo, sin importar lo exhausto que estuviera física y mentalmente para ello. Tampoco les importó que fuera un niño que sólo quería tener una infancia normal. A ellos lo único que les importaba era lucir bien frente a los demás. Como el matrimonio perfecto que tenía la dicha de concebir un niño prodigio. 

   Pero, lo que no sabían, era que con cada cosa nueva que aprendía hacer, olvidaba una emoción que me hiciera sentir.

   Hice tantas cosas que con el tiempo dominé muchas de ellas, pero también fracasé en algunas. El estudio por desgracia jamás me ha gustado, pero de alguna forma conseguí hacerme de un aprendizaje muy rápido y es por eso que las cosas en la escuela no se me dificultan para nada.

   Mis padres por su parte, acordaron silenciosamente que vivir juntos era la mejor forma de seguir aparentando que todo estaba bien. No importaba que no se hablaran, o que cuando lo hicieran fuera para reclamarse cualquier cosa. Tampoco importó que yo estuviera siempre presente en sus peleas, y que de a poco me convencieran de que vivíamos en un hogar destruido.

   Porque yo ya no sabía de quien era la culpa. Quería encontrar un culpable, pero era difícil cuando todos teníamos algo malo que aportar a la situación.

   Pero entonces el tiempo también me ayudó a dejar de ver a mi madre como la víctima. Por su culpa estábamos en esta situación. Por su maldita cobardía no podíamos ser capaces de dejar a mi padre, así que, ¿para qué seguirla defendiendo? Si a ella le gustaba ser tratada con la punta del pie entonces yo no podía hacer nada por ella.

   Y ahora, que estoy casi por cumplir la mayoría de edad, no puedo esperar para salir de este manicomio. Independizarme es la mejor manera para terminar con todo el infierno que he tenido que vivir desde hace más de diez años. He estado detrás de una beca desde que entré al instituto, pero al único al que se lo han ofrecido es a Jeno. No entiendo como no es capaz de tomarla. De estar en su lugar yo ya me habría largado.

   —Tengo que regresar pronto, todavía no termino mis deberes.

   Los comento a mis padres mientras miro mi plato con pasta y le doy un sorbo a mi copa de vino. Ninguno notó cuando me lo serví. Deben estar demasiado ocupados odiándose entre ellos para si quiera reparar en mi presencia.

   —Entonces mañana me regreso a la ciudad —continuo, a pesar de que nadie me ha contestado—, puedo irme en el siguiente autobús. La estación no está muy lejos.

   Claramente es una excusa. Ni siquiera nos dejaron tarea. Estamos por entrar a la semana de exámenes y no suelen darnos trabajo durante ese tiempo.

   — ¿Por qué no los hiciste desde el viernes? —finamente logro captar la atención de mi padre, que está enrollando su pasta con el tenedor mientras chasquea la lengua—, sabías que íbamos a venir de fin de semana.

   No puedo evitar mirarlo con rencor. Es el menos indicado para exigirme cualquier cosa.

   —Sabía, pero no creí que fueran tan descarados como para hacerlo realidad.

   —Renjun —mi madre me reprime con una mueca desde el otro lado de la mesa. No ha comido nada, seguramente ni siquiera tiene apetito pero de todas formas decidió lucirse frente a mi padre haciendo su pasta favorita. De verdad que odio que sea tan débil—, conserva tus modales.

   —No he dicho nada fuera de lugar —respondo con irritación y después de tomar la servilleta, me limpio los labios y la lanzo hacia la mesa. No estoy dispuesto a seguir aguantando esto ni por un minuto más—. Mañana me regreso a la ciudad, gracias por la cena.

   Retiro la silla y me dirijo a mi habitación. Comprar una casa en la playa en su momento, sonó como una fantástica idea, pues a pesar de que mis padres ya estaban separados yo daba por hecho que cada quien vendría a divertirse por su cuenta. Nunca esperé que fuera tan estúpidos como para pretender que conviviríamos todos juntos.

   Una vez frente a la cama me lanzo sobre ella y tomo el control para ver la televisión. Podría llamar a Jaemin pero la verdad es que nunca me ha gustado hablar con él cuando estoy enojado. Él no sabe nada de la mierda que día a día vivo con mi familia. Y creo que eso es lo mejor, no necesito su compasión o su lastima.

   Y sobre todo no necesito que entienda lo roto que estoy por dentro.

   Jaemin, es quizá, la única cosa buena que me ha pasado en toda la maldita vida. Lo conocí sin querer en el parque, mientras lloraba porque su cono de helado estaba en el suelo y las aves amenazaban con comérselo. Era un niño delgaducho y pequeño (más que yo por supuesto) que se limpiaba los mocos con la camiseta y las lágrimas con el dorso de la mano.

   De inmediato creí que era estúpido por dejar que su helado terminara en el piso. Así que me reí de él, frente a su cara.

   — ¿D-e que te ríes? —preguntó con resentimiento, cuando me tuvo lo suficientemente cerca como para ver que me reía su situación—, ¡No es gracioso!

   —Claro que lo es, debes tener manos de mantequilla para que se te haya caído.

   Él hizo un puchero y las lágrimas enmarcaron sus rosadas mejillas. Intentó tomar el cono para seguramente comérselo, pero aquello me dio tanto asco que me acerque hacia él y lo pise con el pie. Destruyéndolo.

   — ¡Oye! Todavía no pasaban los cinco segundos, me lo podía comer.

   —Está sucio. No seas asqueroso.

   Nuevas lágrimas bajaron por sus mejillas y yo me pregunté dónde demonios se suponía que estaban los padres de ese niño. No obstante su llanto no me dejó pensar tranquilo y como no quería que llamara la atención de mis propios padres, que estaban sentados en una banca de espaldas a nosotros, le tapé la boca con una mano.

   —Ya cállate, vas a hacer que me castiguen.

   Intentó apartarse, pero no lo dejé. Tiré de su brazo y con una mueca de fastidio nos dirigimos hacia donde estaba el señor de los helados con su carrito. Rebusqué en los bolsillos de mis pantalones un puñado de monedas y las conté para ver si ajustaba un nuevo cono.

   Pero antes de que pudiera decirle mis intenciones, el muy maldito me lamio la mano y yo me arrepentí de querer ser bueno con un salvaje como él.

   — ¡Qué asco!

   —Agradece que no te mordí.

   —Pues que se supone que eres, ¿un perro?

   — ¿Por qué eres tan malo conmigo? Yo sólo me quería comer mi helado.

   Era odioso, pero su puchero fue lo suficientemente bueno para convencerme de comprarle el estúpido helado.

   —Uno de chocolate, por favor.

   Le di las monedas al vendedor y después de recibir el cono, Jaemin hizo otro puchero. Parecía una máquina de ellos.

   — ¿Me trajiste aquí para verte comer?

   Puse los ojos en blanco.

   —Es para ti, chillón.

   Hizo amago de volver a llorar, pero antes de que lo hiciera puse la bola de nieve frente a sus labios y la estrelle contra ellos, para que se lo comiera de una maldita buena vez.

   — ¿Lo compraste para mí?

   — ¿Y para quien más?

   Tenía la boca embarrada de chocolate y aun así me sonrío, mostrando el espacio de sus dientes frontales porque todavía no le salían. Yo los tenía un poco torcidos pero me alegre de que todavía los tuviera. Tener espacios vacíos en la boca era perturbador.

   — ¿Dónde están tus padres? —curiosé mientras veía como comía con alegría. Todo rastro de llanto había desaparecido.

   —No sé, venía con mi papá porque mi mamá está en el trabajo. Pero fuimos a la heladería y cuando volteé ya no estaba. Creo que me olvidó.

    — ¿Qué dices? ¿Cómo que te olvido?

   —No es la primera vez que lo hace —se encogió de hombros, como restándole importancia a algo que me parecía sumamente grave—, pero me voy a vengar diciéndoselo a mi mama. Ella lo va a matar.

   A mí nunca me habían olvidado mis padres, pero si algún día lo hacían, quisiera tener la tranquilidad que en ese momento él reflejaba.

   — ¿Y los tuyos? —inquirió con curiosidad, apartándose el helado de los labios para poder hablar. Temí por segundos que se fuera a atragantar con él de lo rápido que se lo comía—, ¿Dónde están?

   —Sentados allá —apunté con el dedo la banca en donde estaban—, ¿quieres venir con nosotros mientras aparece tu padre?

   Miró fugazmente a la heladería, seguro con la esperanza de que su progenitor ya estuviera ahí. Y al ver que probablemente iba a tardar otro rato, tomo una de sus manos entre las mías y asintió, dejándose guiar por mí.

    No era un niño muy afectuoso. Mi madre me daba muestras de cariño, pero en realidad eran muy pocas. Y mi padre, bueno, como ya he dicho a veces ni siquiera me hablaba. Pero Jaemin, Dios, él siempre fue tan táctil. Desde ese momento me acostumbró a tomarlo de la mano, a abrazarlo o a mantenerme cerca de él. Sin importar que el espacio personal se redujera a nada.

   Ese día su padre apareció después de diez minutos. Mis padres lo conocieron y contra todo pronóstico se cayeron bien. En gesto de agradecimiento Baekhyun nos pidió que fuéramos a cenar a su casa. Pero nos rogó que no le dijéramos a su esposa porque si no lo iba a matar.

   De esa extraña forma fue como nació nuestra amistad. Jaemin en ningún momento me lo pidió pero yo sentí la necesidad de cuidar de él. Era tan confiado y bueno con todos, que nunca tomaba la precaución de cuidar de sí mismo. Siempre prefirió poner los deseos de los demás sobre los suyos y no tenía problema en ayudar a quien lo necesitara. Su corazón estaba tan lleno de bondad y amor, que terminé siendo exactamente igual pero sólo cuando de él se trataba.

   Nunca había conocido a una persona tan buena. Creí que el amor sólo era un sentimiento destructivo que sacaba la peor parte de las personas, pero Jaemin me enseñó que querer no siempre es malo. Su amistad fue el bálsamo para mis peores heridas y aunque jamás he sentido algo romántico por él, creo que el cariño que le tengo como amigo es más valioso que cualquier otra cosa.

   Las visitas que eran casuales y esporádicas, con el tiempo, se convirtieron en algo de todos los días cuando nuestros padres nos matricularon en la misma escuela. Y a pesar de que Jaemin era tímido yo intentaba hacer amigos para que nos incluyeran en su grupo. No obstante, por alguna extraña razón siempre terminábamos siendo él y yo. El único dúo.

   Jaemin es la única persona con la que me siento cómodo y es por eso mismo no quiero demostrarle quien soy realmente. No quiero que huya de mí cuando le diga que mi padre es un hijo de puta infiel y que mi madre es una mediocre. No quiero que intervenga en este mundo y me tenga lastima. Prefiero que siga viéndome como hasta ahora. Como el chico que derrocha el dinero de sus padres y que vive felizmente con ellos.

   La programación en la tele no me convence y como mañana tengo intenciones de regresarme temprano a la ciudad, la término apagando. Me meto debajo de las sabanas y me dispongo a dormir.

   Considero la opción de mandarle un mensaje de buenas noches a Jeno, pero me desahogo de la idea cuando recuerdo que ni siquiera me contesta. Antes el que le hacía eso era yo, no sé en qué momento las cosas cambiaron tan radicalmente.

   O a lo mejor sí y no tengo ganas de darme cuenta.

   Sinceramente Jeno causa un sentimiento en mí que no entiendo del todo todavía. Cuando iniciamos nuestra relación yo lo hice por pura superficialidad. Él era muy lindo, ambos teníamos los mismos gustos y conectábamos con muchas cosas. Pero eran más las ganas de salir con un chico mayor del Instituto lo que me impulsó a querer ser su novio.

   Tenía ganas de que alguien me enseñara todas esas cosas que yo nunca había vivido por la represión de mis padres. Alguien que me alentara a hacer locuras, a romper a las reglas, a poder liberarme. Pero lo único que conseguí estando con él era exactamente lo contrario. Jeno era un tipo sumamente comportado que hasta parecía mentira que encima fuera nerd. Siempre me mandaba a casa temprano y me trataba con tanta delicadeza, que me exasperaba. Y por más que intenté darle una oportunidad y encontrarle un lado positivo a su ternura, no podía evitar aburrirme cuando comenzaba a hablar de la escuela, de sus comics o de los estúpidos animes que veía todos los días.

   La única razón por la que no lo dejaba era porque encontré un extraño placer en saber que era miserable sin mí. Sé que es enfermo, y que no es un sentimiento saludable, pero, me parecía sumamente fascinante ver que su estabilidad dependía de cómo lo tratara. Al igual que mi madre con mi padre, Jeno se sometía ante mí y nunca se quejaba de lo malo que era con él.

   Todos los insultos, todas las palabras malas, todos los apodos despectivos, se convirtieron en aquello que detestaba que mi madre aguantara de mi padre. Sin querer, sin pensar o sin reconocer, reflejé en nuestra relación todo lo que odiaba en mi vida. Todo lo que detestaba.

   Jeno era tan débil, tan fácil de pisotear, tan fácil de romper, que a veces lo odiaba.

   Porque era igual que ella.

   Pero en realidad no lo era del todo. Pues aun después de nuestra ruptura él fue perfectamente capaz de vivir sin mí. La diferencia entonces entre él y mi madre, es que Jeno si tuvo el coraje de terminar con nuestra tormentosa relación y salir adelante.

   Y puede que por eso, ahora esté intentando recuperarlo. Nunca estuve enamorado de él. Lo que sentí no fue más allá de una superficial atracción. Pero al ser esta mi segunda oportunidad y al admitir el valor que tuvo para dejarme, creo que puedo hacer las cosas bien. Jeno, además de Jaemin, es lo único estable en mi vida. Lo único que me recuerda quien soy.

   No quiero dejarlo ir. Pretendo cambiar, porque aunque no lo ame, creo que si lo intentó puedo enamorarme de él. El amor es la solución para las cosas rotas.

   O quizá no.

   Suspiro y cierro los ojos mientras escucho a mis padres discutir en la cocina. Ya no quiero estar aquí. No lo soporto más. Lo único que deseo es cumplir la mayoría de edad para poder desaparecer de este maldito lugar y empezar de cero.

Al siguiente día mi madre me dice que va a llevarme a la ciudad porque ella tiene que hacer un viaje de negocios a Japón de dos días. No sé qué va a pasar con mi padre, pero tampoco me interesa, así que no le pregunto nada.

   Hago la maleta y luego, me preparo el desayuno mientras ella toma una ducha. Pienso decirle a Jaemin que voy a ir a visitarlo a su casa, pero la verdad sea dicha mi mejor amigo es tan flojo, que de seguro ni siquiera está despierto un domingo por la mañana.

   Me hago un par de tostadas y les pongo mantequilla, antes de que mi celular vibre contra la encimera. Me lamo el pulgar y veo que tengo un mensaje de un número que no tengo registrado.

   Pongo los ojos en blanco y estoy a punto de eliminarlo cuando sin querer, leo las primeras palabras:

Desconocido.

¿No quieres saber por qué Jaemin esta tan raro contigo últimamente?

   Aquello es suficiente para que abra el mensaje y me decida por leerlo completo. ¿Cómo sabe ese número de Jaemin? ¿Quién es? ¿Qué es lo que pretende? ¿Por qué lo involucra?

Desconocido.

¿No quieres saber por qué Jaemin esta tan raro contigo últimamente?

Yo tengo la respuesta, él mismo me la dijo.

   Y creo que es justo que tú también lo sepas. Porque estoy cien por ciento seguro de que él no te ha dicho nada aun.

   Releo el mensaje varias veces pero nada de lo que dice ahí tiene algún significado para mí. Compruebo si ese número es el mismo que me estuvo llamando la noche anterior y al ver que es así, me digo a mi mismo que algo muy extraño está pasando.

   ¿Quién es esta persona y por qué dice estas cosas sobre mi mejor amigo? Jaemin no es de tener muchos amigos, así que no me cabe en la cabeza quien pueda saber que algo no anda bien con él.

Yo.

¿Quién eres? 

   Es lo único que respondo.

Su respuesta no tarda demasiado, pero de nuevo es una que realmente no me dice nada.

Desconocido.

Alguien a quien también le vieron la cara.

   Si antes estaba confundido, ahora no entiendo ni quien soy.

   — ¿Ya desayunaste, cariño?

   Mi madre se sienta y al instante le acerco el café que he hecho para mí. Sospecho que ella lo va a necesitar más. Se ha arreglado para su viaje y solo espero que no demore demasiado. Nunca me ha gustado que trabaje tanto.

   Aun no entiendo porque siempre les dice a todos que él único que nos mantiene es mi padre. Ella estudio una carrera, tiene todo el derecho de decir entonces que ejerce una profesión. Trabaja muy duro para comprarse todos los lujos que quiere y a mí me enfurece escuchar a las personas decir que es una mujer desconsiderada que despilfarra el dinero de su esposo. Hasta hace apenas unos días le dieron un ascenso a mi padre y es por eso que él ha estado ganando más dinero. Pero eso no significa que haya decidido comprarnos más cosas o algo parecido. Es tan avaro como siempre.

   —Ya casi termino —miento, porque no quiero preocuparla—, ¿tú ya estás lista?

   —Sí, cariño. Me termino el café y nos vamos.

   — ¿No vas a comer algo antes?

   Estira su muñeca y observa su reloj, haciendo una mueca.

   —No tengo tiempo. Quizá coma algo en el avión.

   Le hago caso y termino las tostadas que tengo listas.

   Al terminar voy por mi maleta y nos dirigimos al auto. No tengo la preocupación de despedirme de mi padre, no creo que a él le interese mucho de todas formas. Ella tampoco lo hace y no sé porque aquello me hace sentir ligeramente orgulloso. Sino va a dejarlo, al menos que se de lujo de hacerle la vida un infierno.

   Me deja en casa, le doy un beso y ella me dice que me cuide y que me porte bien. Mi padre probablemente va a llegar más tarde, pero eso no me lo informa. Es la experiencia la que me dice que así va a ser.

   Se marcha al aeropuerto. Y una vez solo no puedo dejar de pensar en el inusual mensaje que recibí. Porque aunque me parece que tiene todas las características de una extorsión, el mero hecho de que sepa que Jaemin no ha estado muy bien últimamente no me deja tranquilo.

   ¿Qué tiene que ver él en todo esto?

   Finalmente a media noche, decido hacer algo brutal. Tomo mi teléfono y le escribo de vuelta al misterioso número.

Yo.

¿Qué es lo que quieres?

   Probablemente ni siquiera me va a contestar debido a la hora. Pero su respuesta llega tan rápidamente que pego un brinco en la cama por la impresión. Al parecer me he equivocado.

Desconocido.

Que sepas la verdad.

   Me muerdo el labio inferior y me exaspero, ¿Cuál verdad? ¿de qué me está hablando esta persona?

   Arrojo mi teléfono sobre la cama, sin saber qué hacer. La curiosidad es una hija de puta que no me va a dejar tranquilo hasta que entienda qué es lo que está pasando.

Yo.

Dímelo por aquí.

Desconocido.

Tiene que ser en persona.


   Suelto una maldición.

Yo.

¿Dónde quieres que te vea?

   Estoy a punto de arrepentirme pero los dedos me traicionan y le envió el mensaje. Esta vez el desconocido tarda en contestar, pero cuando lo hace me doy cuenta de que quiere que nos veamos en el centro comercial mañana por la tarde.

   Al menos insiste que sea en un lugar público. Si me quiere secuestrar tiene que ser o muy habilidoso o muy estúpido.

   Bloqueo el teléfono y me debato entre decirle o no a Jaemin lo que está pasando. No creo que sea una buena idea, considerando que es más paranoico que yo. Además, si esto lo involucra quiero ser él que desaparezca los problemas, si es que los hay.

   Tampoco estoy seguro de si sea una buena idea ir a la escuela. Mi padre no ha vuelto y aunque inicialmente regresé a casa un día antes para no faltar, el cansancio mental de convivir con mis padres y el hecho de que un desconocido quiera verme para decirme quien sabe que cosas, es suficiente para que me decida por no ir.

   Es la segunda vez que lo hago, espero que los justificantes de la tía de Jaemin sean tan efectivos como siempre.

   Satisfecho con mis decisiones, tomo mi teléfono, para decirle a mi mejor amigo que voy a faltar porque mis padres quieren quedarse un día más en la casa de playa. No me gusta mentirle, pero una de las muchas ventajas de que él no sepa nada sobre mi vida de mierda, es que en cuanto a ellos se trata puedo aparentar que somos una familia feliz.

   Y a veces la idea es tan buena que incluso tengo ganas de creérmela.

   Me responde que está bien, que me cuide y entonces yo puedo dormir ocho horas seguidas sin que nadie se esté gritando o molestando por algo. A diferencia de Jaemin a mí no me da miedo estar solo en casa. 

   Al día siguiente tomo mi desayuno frente al televisor y cuando termino, me pongo a trapear el piso con las canciones de Luis Miguel de fondo. Mi madre dejó el disco de sus éxitos puestos y aunque no soy muy fan de la música latina, debo reconocer que Sabor a es demasiado buena desde que EXO le hizo cover.

   Regreso a mi habitación para darme una ducha y vestirme. Veo la hora en mi teléfono y me doy cuenta de que me queda una hora antes de que el desconocido se reúna conmigo.

   Tomo el gas pimienta que compre hace mucho por internet y lo meto dentro de mis pantalones, por si acaso las cosas se salen de control. Me guardo las llaves y el teléfono celular y después de verificar que todo anda en orden, salgo de casa, para dirigirme a la estación de autobuses y tomar el bus que me va a llevar al centro comercial.

   Por el camino una sensación extraña me recorre el pecho. Es una que no entiendo muy bien. Siento cierta desconfianza sobre la persona que me ha citado, lo que es completamente justificable. Sé que tengo la posibilidad incluso de arrepentirme y evitarme lo que sea que esté a punto de pasar. Pero tal vez la urgencia en sus mensajes o la curiosidad sean poderosas pues no puedo evitar continuar hasta el final.

   El centro comercial está casi vacío. Solo algunas personas se encuentran en la sección de comida y muy pocas comprando en las tiendas. Debe ser porque es lunes y hay poco tiempo para dedicárselo al ocio. Me dirijo a la heladería, pues es ahí donde me pidió que nos viéramos y después compruebo la hora en mi celular. Estoy diez minutos tarde, pero no estoy seguro de que eso sea un retraso muy importante, considerando que ni siquiera está aquí.

   Le echo un vistazo a los alrededores, pero no reconozco a nadie. Me siento estúpido. No debí haber venido. Seguro todo esto fue una broma y yo me deje llevar solo porque vi el nombre de Jaemin involucrado en el mensaje.

   Suelto un suspiro y estoy dispuesto a irme, pero entonces alguien me toma por la muñeca e impide que pueda arrepentirme.

   —Lo siento, se me hizo tarde.

   Giro sobre mis talones y miro a quien me habla. No puedo evitar sorprenderme, de todas las personas que imaginé, jamás creí que pudiera ser él.

   — ¿No me estás confundiendo? Jaemin no está aquí.

   Digo con una sonrisa burlona, pero al mencionar su nombre los ojos de Jaehyun se oscurecen. Como si no le gustara que lo mencionara. Lo cual no tiene ningún sentido, hasta donde yo tenía entendido este tipo estaba coladito por mi mejor amigo.

   —Lamento el retraso. ¿Llevas mucho esperando? ¿Quieres tomar algo? —pregunta mientras me mira nervioso. No conozco mucho a Jaehyun, pero me da confianza saber que después de todo me estoy reuniendo con alguien que más o menos ubico.

   —Lo que quiero saber es porque demonios me citaste. ¿Tú eres el del mensaje?

   Se queda algunos segundos en silencio, a lo mejor pensando que decir. Levanto una ceja y me cruzo de brazos. Esperando que me dé una respuesta.

   —Sí, fui yo.

   —Entonces habla.

   — ¿Estás seguro de que no quieres tomar nada?

   Que le esté dando tantas vueltas al asunto me hace sentir como que me está evitando. Y eso no tiene ningún maldito sentido. Todo el fin de semana estuvo jodiéndome con que quería decirme algo. Ahora que es su momento, no va al punto y parece arrepentido.

   —Jaehyun me estuviste literalmente bombardeando de mensajes para que nos viéramos aquí. Así que habla, ¿Qué sabes tú de mi mejor amigo?

   Me mira pero es obvio que quisiera no hacerlo, pues titubea. No entiendo cuál es el chiste de todo esto. Por teléfono parecía muy decidido a decirme algo, en persona se ve tan patético que si se echa a llorar, no me sorprendería demasiado.

   —Antes de que diga cualquier cosa quiero que sepas que si te confieso esto es porque no puedo callarme sabiendo que alguien más está siendo engañado de una manera tan descarada, ¿entiendes?

   Su improvisado discurso es suficiente para llamar mi atención.

   — ¿Mataste a alguien y quieres que te ayude a esconder el cadáver? Porque de ser así déjame decirte que te buscaste un pésimo confidente. Mi primo es policía.

Jaehyun me mira pero no dice nada. Es obvio que era chiste. 

   —Renjun... ¿no has sentido raro a Jaemin últimamente?

   Lo pregunta así, sin más. Sin pensar que esa es la única cosa que me ha estado comiendo la cabeza desde hace meses. ¿Con que derecho se cuestiona él algo tan importante? Es obvio que a Jaemin no le gusta este tipo, y por eso mismo no me cabe en la cabeza cómo es que él sabe que algo no anda bien en su vida. Jaemin no es de contarle sus cosas a cualquiera.

   —Explícate mejor.

   —Pues eso —suspira y por fin deja las manos quietas frente a su cuerpo, ya me estaba hartando de verlo rascarse como perro sarnoso el cuello—. Qué sino has notado algo extraño en él.

   — ¿Tú has notado algo extraño en él? —le volteo la pregunta, tratando de entender a donde va con todo eso.

   Desvía la mirada y ese gesto tan simple me indica que Jaehyun tiene entre manos algo más complicado que solo una simple preocupación por Jaemin.

   —Escucha, Renjun, esto no es fácil de decir. Intenté darte una especie de introducción, pero dado a que pareces desconfiar tanto, vamos directo al grano.

   Vuelvo a cruzarme de brazos y aunque no le contesto, levanto una ceja y espero que él lo tome como indicativo de que puede continuar hablando.

   — ¿Me estás escuchando?

   Pongo los ojos en blanco.

   — ¡Solo dilo, maldita sea!

   Se muerde el labio pero finalmente lo dice.

   Oh, vaya que lo dice.

   —Desde hace tiempo, Jeno ha estado engañándote con Jaemin.

   Fijo mi mirada sobre él y espero a que se ría, a que me diga que es una broma o un chiste.

   Pero se queda así, mirándome de frente. Esperando que yo le responda algo.

   — ¿Qué?

   Es lo único que puedo contestarle. ¿Jeno? ¿Jaemin? ¿Engaño? Esas eran palabras que ni siquiera quedaban bien juntas. No entiendo como Jaehyun pudo ser capaz de inventarse algo así. Tiene una imaginación muy buena.

   —Renjun, escucha, ya sé que se escucha como una locura, ¡pero es cierto! Él mismo lo admitió cuando Jungwoo y Yukhei...

   —Bien, ya tuve suficiente —lo interrumpo y descruzo los brazos como indicador de que ya no pienso oírle—, lo que dices no tiene ningún sentido. No voy a permitir que hables de mi mejor amigo como si fuera un traidor. Todo esto lo haces sólo porque él no te hace caso, ¿verdad? Vaya, que bajo caíste Jaehyun, y pensar que lo empujaba hacia ti porque pensaba que eres un buen tipo.

   —Renjun, ¡espera! Te juro que lo que te digo es cierto.

   — ¿Tienes pruebas?

   Se queda en blanco, seguramente porque no esperaba que le pidiera algo como eso. Es obvio que este bastardo soló esta despechado y quiere arruinar la reputación de Jaemin con tonterías.

   Si no fuera potencialmente más alto y fuerte que yo, seguramente ya lo habría golpeado.

   —Hay más personas que lo saben —responde antes de que pueda irme—, Jungwoo y Yukhei, ¡puedes preguntarles a ellos!

   ¿Los amigos de Jeno? Bien, supongo que eso suena un poco más convincente. Pero también es algo que diría un desesperado para salir del apuro. Por supuesto que no voy a molestar a los amigos de Jeno con algo tan estúpido como eso.

   Lo que me dice es simplemente imposible.

   —Adiós, Jaehyun, ya no quiero seguir escuchando estupideces.

   Estoy dispuesto a irme, pero de nuevo me toma del brazo y siento que estoy a nada de darle un puñetazo en la cara. Al diablo que sea más fuerte que yo.

   — ¡Incluso yo los vi! Al principio solo reconocí a Jaemin, pero después de pensarlo mejor, recuerdo que Jeno también estaba con él. Fue un día que fueron al zoológico juntos.

   —Esa excusa estuvo mejor—le doy un golpecito en el hombro y sonrió—, pero yo le echaría más ganitas. Algo como, los vi entrar al motel agarrados de la mano o algo así.

   Suelto una carcajada y antes de que me siga llenando la cabeza con tonterías, me zafo de su agarre y me dirijo hacia la salida del centro comercial.

   Dios, no puedo creer que haya desperdiciando mi tiempo con un tipo tan loco como este. Cuando lo conocí se veía más cuerdo. Supongo que nunca es bueno quedarse con las buenas impresiones.

   Mi novio con mi mejor amigo, si claro. Como si eso pudiera ser posible. Ellos ni siquiera se hablan. Desde que Jeno y yo iniciamos nuestra relación Jaemin en ningún momento tuvo la intención de querer ser cercano a él y aunque me hubiera gustado que se hicieran amigos, yo no soy quien para obligarlos. Reconozco que actualmente se llevan un poco mejor y que la compañía del otro ya no es tan incómoda, pero es obvio que ambos siguen siendo unos extraños.

   Que Jaehyun me diga entonces que Jaemin, la persona en la que más confió en todo el mundo, me engañó con mi novio con el que tengo una relación desde hace dos años, me parece una completa estupidez.

   Por un momento creí que el desconocido era un acosador que me diría que Jaemin tiene problemas en casa, que se enamoró de un hombre mayor, que se unió a una secta o alguna cosa loca como esas. Nunca esperé que Jaehyun se montara tremendo espectáculo.

   Reviso la hora en el reloj de mi muñeca y veo que todavía es temprano. Creo que es una buena idea que visite a Jaemin para contarle toda esta locura. Seguro se espanta, pero también se ríe. A veces su humor es tan raro como el mío.

   Pero antes, paso al súper mercado más cercano y compro un bote de helado y tres paquetes de palomitas instantáneas. Creo que nos vendría bien ver una película. Estamos en exámenes finales pero Jaemin realmente nunca estudia y yo, bah, recuerdo bien lo que se dice en las clases. Con suerte y obtengo otra A+ sin estudiar nada.

   Demoro un poco más de lo que predecía porque la fila del súper es muy larga y cuando intento mandarle un mensaje para decirle que me espere en su casa, me encuentro con la novedad de que ya no tengo batería. Debí cargar mi teléfono en casa. Lo olvide por completo.

   Pero como sé que Jaemin siempre está en su casa sin hacer nada, no me preocupo por no encontrarlo. Sus padres además lo tienen castigado, no creo entonces que este en otro lugar.

   Una vez hechas las compras me sobra tiempo así que decido tomar el autobús. No sé en qué momento se hizo tan tarde, pero ya son cerca de las siete y media. Supongo que entre tantas cosas, perdí la noción del tiempo.

   Afianzo las bolsas del super con las manos y me subo al autobús. Tomo el asiento que está cerca de la puerta y me dedico a mirar por la ventana. El viaje no va a ser muy largo y aunque recargo la cabeza contra el cristal trato de no cerrar los ojos. No quiero quedarme dormido.

   Observo a la gente pasar, ajetreadas con los deberes del día a día, pero no es hasta la penúltima mirada que veo algo que me sorprende.

  Enfoco la mirada para ver si acaso la vista me está fallando, pero es imposible que exista alguien tan exactamente parecido a él.

   Me bajo del autobús a pesar de que todavía no llego a mi destino, y me escondo tras de él mientras otros pasajeros lo abordan. La estación está justo frente a una zona que es muy concurrida y que tiene varios restaurantes, así que es lógico de cierta manera que él este aquí. No tenía idea de que ya había regresado, pero como ya he dicho es imposible que haya dos personas iguales en este mundo. Tiene que ser él.

   Cuando el autobús se va, yo cruzo la calle y me camuflajeo con los peatones. Mi padre se recarga contra la puerta y enciende un cigarrillo, ajeno a mi presencia. Procuro no acercarme mucho, pero desde donde estoy tengo una buena vista. Se queda varios minutos sin hacer nada más que fumar y para cuando termina de hacerlo, una mujer se acerca hacia él lo toma del brazo y juntos entran al restaurant.

   Mi madre no tiene ni un día que se fue y él ya está pensando en volver a engañarla. Es obvio que esta no es una cena de negocios, ni nada parecido. Claro que no. ¿Qué negocios necesitarían de un lugar tan extravagante como este?

   Mi teoría queda más que confirmada cuando me acerco y por el ventanal del negocio, veo que se toman de la mano. No puedo ver del todo a su acompañante porque está de espaldas, pero por lo que puedo analizar es que el cabello castaño le llega hasta la cadera y su ajustado vestido apenas y la deja respirar. No sé porque pero me recuerda un poco a la madre de Jeno. Supongo que soy cruel por involucrarla con una mujer de este tipo.

   Deseo continuar viendo, pero desaparecen dentro del local y yo pierdo toda oportunidad de verle la cara a su amante.

   Bajo la mirada y me revuelvo el cabello, frustrado. Quisiera decir que después de tantos años de conocer como es mi padre soy capaz de ver esto con normalidad. Que el hecho de que le sea infiel a mi madre, incluso después de saber todo el daño que le provoca, es algo que entiendo muy bien. Pero, aunque me gustaría decir que soy fuerte, que lo tengo todo bajo control, no puedo evitar que una punzada de dolor se me incruste en el pecho.

   Por mucho tiempo esperé que mi padre cambiara, que nos volviera su única prioridad, que se preocupara por hacernos felices. Pero todo lo que él ambiciona es tener una familia sin sacrificarse por ella. Una linda esposa que lo llene de lujos y un hijo que le entregue excelentes calificaciones.

   No quiere lidiar con lo demás. No quiere hacerse cargo de todo lo que conlleva ser un Huang.

   Cierro los ojos y suspiro. Como al menos quiero saber quién es ella, aguardo afuera del restaurant, dispuesto a esperar a que salgan. Por suerte el autobús me ha dejado a solo un par de cuadras de la siguiente estación que corresponde a la casa de Jaemin. Puedo llegar caminando de aquí en adelante.

   Pero demoran demasiado y casi estoy decidido a darme por vencido. Ya van a dar las nueve, pero por suerte ellos finalmente salen. Caminan juntos de frente y aunque yo todavía la veo de espaldas, decido seguirlos y esperar que en algún momento, la mujer voltee.

   Caminan un par de calles tomados de la mano y yo los sigo a una distancia prudente. Tratando de no ser muy obvio. Estoy a punto de perderlos cuando cambian de acera y el semáforo se pone en verde, dejando a los autos pasar, pero por suerte soy rápido y en cuanto cambia levanto la mirada para comenzar a correr.

   Pero en el proceso algo me distrae. Y es que noto que ya he llegado la estación que corresponde a la casa de Jaemin. Dudo por milésimas de segundo entre olvidar esta locura e irme directamente a la casa de mi mejor amigo o continuar y llegar hasta las últimas consecuencias.

   Y entonces los veo.

   De nuevo siento que la vista me falla y tengo que enfocar la mirada para creer lo que estoy viendo. Es difícil para mí entender qué demonios hace Jaemin hablando con Jeno en la estación de autobuses. El sentimiento me desubica por completo, es como una bofetada en la cara. ¿Por qué están juntos? ¿Acaso Jaemin lo citó secretamente para hablarle de mí? ¿Está tratando de decirle que me vuelva a dar otra oportunidad?

   Mi propia idea me compra de inmediato. Esas son las cosas que él haría por mí. Aun cuando yo no se las pidiera. Estoy dispuesto a dejar de seguir a mi padre con tal de encontrarme con ellos, pero justo cuando estoy por hacerlo se acercan y luego, ellos... ellos...

   Se besan.

   Se besan y Jaemin echa los brazos tras su cuello mientras Jeno roza su nariz contra la suya, en un gesto tierno que yo jamás había visto.

  Parecen tan cómodos el uno que el otro que es imposible que esto sea casual.

   Parpadeo y aunque quisiera hacer muchas cosas para expresar lo que siento, no puedo hacer nada.

   Me quedo ahí, observando, sin pronunciar palabra, sin moverme.

   Finalmente puedo entender a mi madre. En la vida hay emociones que no se pueden expresar con facilidad. Que es mejor callar.

   Las palabras de Jaehyun me martillean la cabeza. Me pesan sobre los hombros, me hieren el corazón.

   Desde hace tiempo, Jeno ha estado engañándote con Jaemin.

   Pero también, aquellas palabras, las mismas que me negaba a creer por considerarlas descabelladas y vulgares, se hacen más claras. Cobran sentido y se entrelazan entre ellas para significar algo. Para revelar brutalmente, lo que durante tiempo me negué a ver.

   Jaemin comportándose distante, Jeno evitándome, sus amigos poniéndose de su parte. El nerviosismo, las mentiras, las citas canceladas...

   ¿Cómo no me di cuenta antes? Jeno últimamente demostraba estar cómodo en su presencia y Jaemin se negaba sutilmente a darme su ayuda para recuperarlo. Los dos estaban ocultándose entre ellos, pero yo nunca lo noté, porque estaba confiado en que ni siquiera se hablaban. Yo mismo fui ingenuo y mi error fue creer que las miradas que se daban no eran más que distorsiones de la realidad.

   Sonrío, pero no es una sonrisa de felicidad. Es más bien amarga, arisca. No soy de las  personas que lloren cuando se sienten tristes, así que no sorprende que en lugar de echar en llanto comience a reírme, a reírme a carcajadas.

   Me llevo las manos hacia la cabeza y me revuelvo el pelo. Las sienes me punzan, la vista se me vuelve borrosa. Mentira, todo fue mentira. La amistad, la lealtad, el amor, la bondad toda esa mierda no sirve. No es cierta. Mi padre me lo enseñó y ahora ellos me lo están confirmando.

    Por años estuve a lado de Jaemin. Lo protegí, lo cuidé, lo adoré como a un hermano. Creí en él, creí que las buenas personas con un corazón lleno de bondad, de verdad existían.

   También pensé que Jeno me quería. Por un momento pensé que su dependencia hacía mí era algo más que una marcada obsesión. Pensé que su insistencia significaba algo. Que yo era algo más que el chico al que su madre quería.

   Pero ¿de qué me sirvió pensar todo eso? Si lo único que recibí como pago, fue la traición, la humillación, el dolor.

   La puñalada se siente doble. Me quedo sin aliento. No entiendo en qué momento pasó todo esto. No sé cuándo las cosas se me salieron de las manos.

   Las piernas me fallan y la cabeza me da vueltas, pero no importa, porque ni así puedo dejar de reír. Me siento en medio de la acera y llevo las manos hacia mi rostro, sintiendo como se me remueven las entrañas con cada carcajada. Quiero parar, pero no puedo. Es demasiado. Es abrumador.

  ¿Por cuánto tiempo me vieron la cara? ¿Por cuánto tiempo se rieron de mi? ¿Fue divertido jugar con mis sentimientos? ¿Fue satisfactorio traicionarme?

   Poco a poco las risas cesan, la calle se queda vacía y el autobus se marcha. Las carcajadas se detienen y las lágrimas comienzan a bañar mis mejillas.

   Es increíble como las dos únicas personas que me mantenían cuerdo, ahora me destruyan sin piedad.



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