Move On |NoMin

By scaretwoo

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Todos tenemos un amigo que no ha podido superar a su ex. Pero, ¿Qué pasa cuando la obsesión es tan grande q... More

Presentación
Inicio
1. A su ex
2. Superar
3. Te necesito
4. Terminamos
5. Sin nada
6. Actuar con madurez
7. Nada de eso importa
8. La realidad
9. El que un día pudo ser
10. Mala suerte
11. Tristeza
12. Decisiones precipitadas
13. Encontrarse
14. Extraño
15. Mi amor
16. El placer de la terapia
17. Bendita monotonía
18. Hasta el final
19. Gracias a ti; Parte 1
20. Gracias a ti; Parte 2
21. Por el hombre que amaba
22. Herida profunda
23. El camino difícil
24. Como la primera vez; Parte 1
25. Como la primera vez; Parte 2
26. Expuesto
27. Furia
28. El desastre de la pasión
Epílogo

Capítulo final.

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By scaretwoo

Deslizó con soltura y precisión el pincel sobre el lienzo en blanco, dejándose llevar por los colores y la textura de la pintura; siempre viscosa y suave. Sacó la lengua fuera de su boca y se delineó con ella el labio inferior, en un acto de concentración máxima. Las líneas poco a poco tomaban forma y Jaemin trataba de que su composición fuera buena. Lo suficiente como para ser mostrada. 

   Jeno al llegar las vacaciones de verano de la Universidad, lo había motivado a continuar con sus cuadros a manera de pasatiempo. Jaemin no estaba seguro de que tan buena idea era revivir sus dotes "artísticos" que no los consideraba como tal por ser tan básicos, pues nunca había pasado de hacer composiciones amorfas. Sin embargo, tanta fue la insistencia de su novio, que consiguió convencerlo.

   —Está quedando muy bien  —el responsable de todas sus desgracias le dijo al oído, mientras pasaba los brazos por su cintura y apoyaba la barbilla en su hombro—. Te dije que era una buena idea que retomaras la pintura.

   —No estoy tan seguro, llevo dos horas aquí y todavía no dibujo nada decente —Jaemin hizo un puchero, recargándose contra su pecho—. ¿Dónde se supone que vamos a poner esto de todas formas?

   —En mi casa, ¿no es obvio? —Jeno soltó una risita antes de besarle una de sus mejillas, con un sonoro beso que retumbó por todo el apartamento—. En mi habitación ya no caben, pero la sala y el recibidor están vacíos.

   Sorprendido, Jaemin se giró sobre sus talones y lo miró fijamente.

   — ¿Te has vuelto loco? No lo vas a poner en el recibidor, ¡no es algo digno de exhibir!

   Jeno soltó otra carcajada, apresándolo con fuerza entre sus brazos. Jaemin intentó quejarse pero cuando su boca le dio suaves besos por el cuello, decidió desistir. No tenía ningún caso luchar contra él.

   —Deja de decir tonterías. Dibujas muy bien.

   —Pero no como para exhibirlo en tu casa ¿eres consciente de toda la gente que entra?

   Jeno puso los ojos en blanco. Divertido por su actitud insegura e infantil.

   —No seas exagerado. Además, a mi madre le encanta todo lo que me dibujas, en más de una ocasión tuve que pelearme con ella por uno de tus cuadros —Jeno hizo una mueca, como si recordar supusiera algo desagradable—. Te aseguro que eso si no es algo digno de ver.

   Con las mejillas enrojecidas, Jaemin se mordió el labio inferior y desvió la mirada. Jeno nunca le había comentado eso. De haberlo sabido lo hubiera hecho algo decente a la señora Lee para que se lo quedara.

   —No tenía idea.

   —Pues ahora lo sabes —Jeno tenía una sonrisa de suficiencia en el rostro—. Te aseguro que cualquier cosa que yo decida poner, para ella estará bien. Y para el mundo también.

   Todavía sin mirarlo, Jeno tomó una de sus manos y se la llevó hacia sus labios, depositándole un beso sobre los nudillos.

   — ¿Quieres que te deje solo?

   Jaemin suspiró. Acariciando una de sus mejillas con ternura, ¿Cómo podía odiarlo y amarlo tanto de un momento a otro?

   —No, creo que me das más inspiración si estás aquí.

   —Mmm, ¿debería posar para ti?

   Jaemin dejó salir una carcajada sonora y simplemente negó con la cabeza. 

   —No, pero si te vas a quedar entonces tienes que volver a tu posición original.

   — ¿Cómo?

   Jaemin tomó sus brazos y los envolvió sobre su cintura, sintiéndose ridículo.

   —Abrázame.

   —No tienes que pedirlo dos veces.

   Jeno volvió a apoyar la barbilla sobre su hombro y lo contempló en completo silencio. El impulso de inspiración que tanto había estado esperando le llegó como un relámpago al inicio de una tormenta. Espontáneo y luminoso. Jaemin dibujó una línea y luego otra y luego otra, hasta que se perdió sobre el lienzo y sólo era ligeramente consiente del movimiento de su muñeca derecha y los suspiros de Jeno contra su piel.

   En el pasado, cuando ambos iban en el Instituto, a Jaemin le gustaba hacerle cuadros en su tiempo libre, sobre cualquier cosa que creyera digna. Pensaba que era un lindo y original detalle, pero, al ver que Jeno pegaba en las paredes de su habitación literalmente todo lo que hacía (así fuera una carita feliz) comenzó a cuestionarse a sí mismo. ¿De verdad valía la pena?, ¿Realmente era bueno dibujando?

   Y una vez más, Jeno había estado ahí para quitarle los miedos con simples y seguras palabras. Nunca dejaba que dudara de sus capacidades y siempre lo motivaba a seguir intentando y mejorando. Así fuera un sueño tonto como pintar cualquier cosa que se le viniera a la cabeza, él estaba ahí. 

   Dio un último pincelazo, salpicando pintura roja por el aire y luego, con el dorso de la mano se secó el sudor de la frente. Ni siquiera se había dado cuenta de cuando había comenzado a sudar. Contempló el resultado final con una sonrisa de satisfacción y después, al verlo detenidamente, ladeó la cabeza.

   —Creo que no es tan bueno...

   Jeno, que había olvidado por completo estaba pegado a él, se rió juguetonamente contra su cuello. En ningún momento dejó de abrazarlo y Jaemin no sabía si era su imaginación o si realmente se le habían dormido las extremidades, pues sentía que las piernas le hormigueaban. Su novio debía estar mucho peor, abrazándolo con tanta fuerza seguro que tenía los brazos adoloridos.

   — ¿Cuánto tiempo tardé haciendo eso?

   —No sé, supongo que un par de horas.

   Jaemin se volvió a lamentar.

   —No puedo creer que me pasara tanto tiempo haciendo esto —con un puchero se separó de él y lo miró a los ojos, deseando ser repentinamente invisible, ¡se sentía tan avergonzando!—. ¿En qué demonios estaba pensando?

   —En mí —una sonrisa llena de arrogancia le decoró el rostro mientras su pecho se inflaba con orgullo—. Claro está.

   Jaemin lo golpeó en el hombro, dejando escapar todo el aire que había estado reteniendo en su boca.

   — ¡Te odio!

   — ¿Y a mí por qué? —falsamente indignado, Jeno se llevó una mano al pecho—, ¡Yo no he hecho nada!

   — ¡Todo el tiempo estás en mi mente! ¡Deberías dejarme tranquilo al menos por algunos segundos!

   Era un reclamo muy estúpido, Jaemin lo sabía. Pero de alguna manera tenía que defender su dignidad. Además, Jeno parecía ser el blanco más adecuado y cercano para desatar su furia.

   —En mi opinión creo que quedó muy bien —Jeno hizo una cuadro con las manos y miró a través de él, ladeando la cabeza—. De hecho creo que es tu mejor obra hasta ahora.

   Intentaba no burlarse pero una sonrisa traviesa se le escapó y Jaemin volvió a golpearlo. Indignándose de verdad.

   —Olvídalo, no te lo voy a dar.

   Y se acercó a tomar el lienzo para botarlo secretamente a la basura, cuando Jeno lo tomó de la muñeca y lo obligó a retroceder. Impidiéndole cualquier movimiento.

   — ¿Qué haces? —Jaemin lo miró con asombro—. ¡Eso es mío!

   —Claro que no. Es mío y si quiero no te lo doy.

   Jaemin entornó los ojos

   —Me voy a teñir el pelo si te lo quedas. 

   Jeno dudó, ¡Oh! Él realmente lo hizo. Jaemin se felicitó internamente por ser tan inteligente. No iba a poder resistirse, le gustaban demasiado sus mechones rosados ondulados para dejarlos ir por algo tan tonto e insignificante como un cuadro.

   Pero, quizás había festejado demasiado rápido. Porque Jeno de un momento a otro, tomó el cuadro y se fue corriendo. Dejándolo con la boca abierta.

   — ¡Es mío!

   Y entonces, Jaemin reaccionó.

   — ¡Ven acá, Lee Jeno!

   No pudo cumplir sus amenazas homicidas porque el timbre de la jodida puerta repentinamente comenzó a sonar. Esa tarde no estaban esperando a nadie y a Jaemin realmente no le importaba ignorar a quien fuera que estuviera importunando su venganza, pero Jeno como el tramposo que era tomó esa oportunidad para correr al recibidor y abrir la puerta.

   — ¡Jungwoo!

   Su hermano mayor, la presunta visita inoportuna, lo miró con extrañeza al ver su estado: agitado y desesperado.

   — ¿Qué pasa? ¿Jaemin descubrió que usas su cepillo de dientes?

   — ¿Qué? ¡No!

   Jaemin cerró los ojos y soltó una maldición.

   —Ah, ¿entonces se enteró de que mojaste su libro favorito?

   — ¡Lee Jeno te voy a matar, hijo de perra!

   — ¡Jungwoo! ¡Ya cállate! Sólo toma esto y corre, ¡corre!

   Jungwoo finalmente cerró su bocota y no necesitó de mayor explicación. Ni siquiera cuando Jeno le lanzó las llaves de su auto para que pusiera el cuadro a salvo. Le bastó con escuchar su preocupación y ver los ojos furiosos de Jaemin, para esbozar una sonrisa maliciosa y echarse a correr por todo el pasillo. Obedeciendo sus órdenes.

   — ¡Esto es traición, Jungwoo! —Jaemin gritó al pasillo a todo pulmón—. ¡Te voy a odiar para toda mi vida! 

   E intentó alcanzarlo, corriendo detrás de él, pero Jeno fue más rápido y se puso en el marco de la puerta, extendiendo los brazos e impidiendo que se fuera.

   —Tú no vas a ningún lado. Ese cuadro es mío y se acabó.

   — ¡En serio te odio!

   — ¡Y yo en serio te amo!

   — ¿Por qué demonios se lo diste a Jungwoo? Para empezar, ¿a que vino a aquí?

   —No sé, pero sin duda fue de gran ayuda.

   Jaemin soltó un grito ahogado y se dejó acariciar. ¿Por qué siempre tenía que ser tan tonto? ¿Por qué la vida lo había hecho así?

   —Sólo... sólo prométeme que no lo vas a colgar.

   Jeno se quedó en silencio, como si lo estuviera pensando.

   —Mmm, no. Lo siento bebé, pero ese cuadro va a ir a la sala, a la cocina, a la habitación, al baño, ¡a todos lados! Le voy a hacer un montón de copias para que todos lo vean.

   Sintiéndose más miserable que nunca en su vida, Jaemin dejó que su novio le besara con calma, los mechones ondulados.

   Lo peor era que si le creía.

   Jeno era capaz de imprimir el cuadro que había hecho de su rostro rodeado de corazones para dárselo al mundo entero.  

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