Meses atrás.
Mark le dijo que era una buena idea mandar a hacer el anillo de bodas a París. Jeno no estaba tan seguro. Le informaron en la joyería que iban a tardar más de un mes en entregárselo y planeaba pedirle a Jaemin que se casara con él al mismo tiempo que Yukhei iba a hacerlo con su hermano.
—No estoy seguro —todavía pensándolo, Jeno frunció el ceño—. Creo que si seguimos buscando en más joyerías podemos encontrar una que lo grabe con su nombre y que además, nos lo entregue rápido.
—Jen, no seas desesperado, Jaemin no se va a ir a ningún lado —Mark se encogió de hombros—. Envía el anillo y si en un mes no te convences, entonces compra otro.
Jeno no se preocupaba por el dinero. Él podía permitirse comprar diez anillos como ese sin ningún problema. Lo que verdaderamente le estaba quitando el sueño era la espera. Estaba tan ansioso de decirle a Jaemin que se casara con él que no dudaba que en cualquier momento sacaría su teléfono celular y le gritaría: "cásate conmigo por favor" como un loco de amor.
Pero debía controlarse, su mejor amigo tenía razón. Podía esperar, sólo un poco más. Valía la pena hacerlo.
— ¿Y bien? ¿Ya se decidieron? —la señorita que los estaba atendiendo en la joyería, se acercó hacia ellos en el exhibidor.
— ¿Crees que a Jaemin vaya a gustarle? —Jeno se giró a ver a su amigo mientras le enseñaba por enésima vez, el anillo que había escogido.
Mark puso los ojos en blanco.
—Sí, Jen —probablemente se estaba fastidiando de esperarlo tanto. No lo culpaba, llevaban más de cuatro horas recorriendo la ciudad tratando de decidirse por un anillo. Ni siquiera habían comido o descansado un poco—. Sólo dale el maldito anillo y vámonos, los pies me están matando.
Jeno miró con ojo crítico la pequeña joya entre sus dedos. Era precioso, un poco grueso, color plata y con bordes de diamante. No muy ostentoso y discreto, tal y como a Jaemin le gustaban las cosas. Sabía que le iba a encantar y aún más si su precioso nombre estaba bordado en él. Aquel detalle iba a ser como la cereza del pastel.
Pero... ¿un mes? Él iba a tener que esperar un mes para que se lo entregaran. Jungwoo y Yukhei anunciarían su compromiso en algunos días y él se quedaría con las manos vacías. Sin poder decir nada, porque de lo contrario arruinaría la sorpresa.
—No exageres, el tiempo de espera no es mucho Jeno —Mark lo sacó de su ensimismamiento con una mueca de fastidio—. Ya te dijo la señorita que sólo es un mes. A mí me parece bien, incluso hasta tienes tiempo de sobra para arrepentirte, ¿eh?
Jeno levantó la cabeza y lo miró fijamente. ¿Había escuchado bien?
— ¿Qué?
Jeno no era una persona que se enojara con facilidad, consideraba que tenía exceso de paciencia para muchas cosas. Sin embargo, que Mark, a quien consideraba su mejor amigo, le insinuara que podía llegar a arrepentirse de casarse con el amor de su vida, realmente lo hizo enojar.
—Jen —Mark se rascó la cabeza con nerviosismo al ver la rabia de su amigo incrementar—, No quise decir eso. Lo siento, ¿de acuerdo? Es solo que estoy estresado. No hemos comido nada y los pies me están matando. Fue un impulso.
—Abstente de hacer ese tipo de comentarios, por favor. —suspiró, tratando de evitar un numerito en público—. Señorita, este será el anillo. Quiero el envió más rápido, no me importa cuánto cueste. Y en cuanto llegue a la ciudad quiero que me notifiquen a mi teléfono. Lo estoy requiriendo con urgencia, va a tener una muy buena propina si sigue mis instrucciones.
La dependienta asintió rápidamente y tomó el anillo para meterlo con delicadeza en una pequeña caja aterciopelada. Finalizó la compra pidiéndole su tarjeta y sus datos de envio. Mark no dijo ni una sola palabra durante el proceso y Jeno se alegró de que así fuera. No estaba de humor francamente para pelear.
—Su compra ha quedado registrada, en cuanto tengamos el anillo lo llamaremos señor Lee. ¿Hay algo más en lo que pueda servirle?
Jeno sonrió, la emoción regresó. Él lo había hecho, había dado el primer paso para ser la persona más feliz en todo el mundo. Sólo esperaba que el siguiente, que era el más importante, resultara positivo también.
—No, no, eso es todo señorita, muchas gracias.
—Fue un placer atenderlo. Seguiremos en contacto, señor Lee.
Jeno asintió, guardó su tarjeta de crédito en su cartera y salió de la tienda, encontrándose con Mark que fumaba un cigarrillo en la puerta de la entrada. Ni siquiera había notado cuando se fue.
— ¿Listo?
—Seguro.
— ¿Vamos a comer algo?
Jeno hizo una mueca.
Otra vez iban a pelear.
—Le dije a Jaemin que iba a llegar a casa temprano.
Mark suspiró.
Si, definitivamente iban a tener problemas.
—Amigo, ¿no crees que todo esto es demasiado precipitado? —Mark arrojó su cigarrillo al piso y lo piso con fuerza—, vivir juntos, casarse... ¡Es una locura! Ya ni siquiera sales con nosotros, siempre te la pasas pegado a Jaemin, ¿no crees que tarde o temprano te vas a aburrir de lo mismo?
Jeno suspiró, tratando de conservar la paciencia. Mark pensaba que por tener una pareja estable su vida no tenía gracia alguna. Que lo único que hacía era llegar a casa y encerrarse con Jaemin todo el día, a hacer nada. A fastidiarse entre ellos.
Pero, ¿Qué sabía de lo que ambos vivían? Si Jaemin no era sólo su "novio" también era su amigo, su amor, su familia. Eso tampoco quería decir que vivieran pegados el uno del otro. Jeno le daba su espacio y Jaemin convivía cuando quería con sus amigos. Haechan siempre que podía lo sacaba de fiesta e incluso Jungwoo lo invitaba a sus pijamadas. En cuanto a él, no era como que no tuviera más personas a parte de Jaemin en su vida; salía con Mark y sus amigos e iba a casa de sus padres junto a Jungwoo.
No había más que pensar. A él le gustaba su vida, la manera en cómo se levantaba por las mañanas y veía la misma cara y se abrazaba el mismo cuerpo. Jeno no podía imaginarse con otra persona que no fuera Jaemin. A lo mejor si él lo dejaba, encontraría a alguien que lo amara y que lo hiciera feliz, porque Jaemin era la persona más pura y bella que había conocido en toda su vida. Pero Jeno no podría, su corazón le pertenecía y así muriera y volviera a nacer, solo tendría ojos para él, para nadie más.
—Quizás este acelerando un poco el proceso —Jeno finalmente contestó, mirando a su amigo directamente a los ojos—, pero, ¿y? Jaemin y yo estamos cómodos con nuestra relación y a menos de que él quiera dejarme, yo siempre voy a estar a su lado para hacerlo feliz, ¿hay algún problema con eso?
Los ojos de Mark se ensombrecieron, pero Jeno no apartó la mirada. Estaba equivocado si pensaba que se iba dejar influenciar por razonamientos estúpidos. Ellos tenían una buena amistad y valoraba mucho a su amigo como persona, pero de eso a permitir que pasara de él y de su relación como si nada, había una gran diferencia.
—No hay ningún problema —Jeno podía ver como le costaba decirlo—. Entonces me voy. No tengo nada más que hacer aquí. Suerte, amigo.
—Gracias por acompañarme —tampoco quería ser un mal agradecido. De todos sus amigos Mark era el único que realmente había querido acompañarlo— . Te lo recompenso luego.
Mark desvió la mirada.
—Seguro lo harás.
Jeno asintió y vio cómo su amigo caminaba en dirección opuesta.
Se dirigió al estacionamiento que estaba en la calle para los establecimientos comerciales y en el camino llamó a Jaemin. Necesitaba urgentemente despejarse.
Una sonrisa emergió de sus labios y todo el estrés y la molestia que pudo haber sentido a lo largo del día, desapareció cuando Jaemin gritó del otro lado:
— ¡Amooooor!
— ¡Holaaaaaaa! —Jeno le siguió el juego con una sonrisa— ¿Qué estás haciendo Jae?
—Estoy tratando de lavar la ropa. Bueno, más bien ya la lavé.
— ¿Y?
—Pues... el otro día me dijiste que tenías ganas de una playera rosa, ¿verdad?
Jeno frunció el ceño, recordaba vagamente haberle dicho a Jaemin tal cosa, pero ¿eso que tenía que ver?
—No entiendo.
—Lo que pasa es que confundí un poco los colores y ¡bom! De la nada tienes camisas y bóxer rosas.
Jeno se detuvo a mitad de la calle y no pudo evitar soltar una carcajada.
— ¿Qué no era mi turno de lavar la ropa?
Siempre le decía que le dejara la tarea a él, porque sabía que Jaemin era demasiado despistado para separar los colores como se debía. Normalmente su novio decía que sí y solo la doblaba. El sistema les había funcionado bastante bien.
Pero a veces Jaemin tenía ganas de probarse a sí mismo en las tareas del hogar, y bueno, lo demás era demasiado evidente.
— ¿Quieres que llegue a casa y lave la demás?
— ¡Por favor!
Jeno sonrió.
—Por supuesto, sólo dame cinco minutos.
—Está bien, ¡Te espero!
— ¿Me vas a dar un beso?
— ¡Todos los que quieras!
—Te amo.
—Te amo más.
Y colgó con una sonrisa. La sensación de tranquilidad y amor regresando a su cuerpo. Si la gente le llamaba a ese maravilloso amor monotonía, entonces, bendita era.