Su mirada recorre toda la extensión de mi nervioso cuerpo y atrapa el labio inferior entre sus dientes con tanta fuerza que temo que se haga daño.
Siento mis lágrimas agolparse rápidamente en mis ojos porque no veo ningún rastro de enojo en los suyos. Simplemente me ve, como si temiera que fuera a desaparecer para siempre y mi estómago se encoje ante ese pensamiento.
Nunca se me habría ocurrido que el vendría a mí después de haberle mentido de esa manera y mucho menos a buscarme a Italia. Una única lágrima se desliza por mi mejilla y la seco de forma rápida al darme cuenta de que no estamos solos.
Zac da un paso indeciso y temeroso hacia delante, pero yo acorto la distancia restante cuando me tiro sobre él. Sus brazos me envuelven automáticamente con fuerza y un par de lágrimas más se atreven a salir, aunque esta vez no me molesto en ocultarlas.
— Hola amor —murmura contra mi pelo y mi corazón enloquece, no entiendo como no me ha dado un ataque de taquicardia aún.
— Hola… —Me acurruco en el hueco de su cuello con miedo de que desaparezca.
— Que bien hueles… Maldición. —Zac aspira con poco disimulo y eso logra hacerme sonreír. Esto sin duda no es lo que esperaba.
— ¿Usted es la señorita Lowell? —pregunta la voz femenina y ambos nos apartamos bruscamente.
— Soy yo. —Logro pronunciar sin apartar los ojos de Zac.
— Lamento decirle que su habitación ya no está disponible, la esperábamos para el medio día y al no recibir ningún tipo de información tuvimos que cancelar su reserva —informa la chica con una mirada de disculpa—. La próxima habitación se va a liberar en dos horas —explica mirando el monitor.
— Se quedará conmigo —establece Zac—, mi reserva ya está hecha.
Ambos me miran por varios segundos y me doy cuenta de que están esperando por mi respuesta. Asiento efusivamente porque no pienso desperdiciar ni un segundo a su lado.
La chica sonríe aliviada y llama a uno de sus compañeros para que nos ayude con las maletas y nos guíe a través del edificio gigante.
No me pasa de ser percibida la mano de Zac entrelazando la mía con cierta tensión, pero a la vez noto el alivio que se presenta en sus facciones. Sé que tenemos demasiado que hablar y me prometí a mi misma que si él me daba la oportunidad, contestaría cada pregunta que me hiciera por más incómoda que fuera.
En cuanto la puerta se cierra a mis espaldas, me volteo para poder encarar lo que se viene. Zac se queda mirando unos segundos la madera perfectamente pulida antes de dejar caer su maleta y girarse hacia mí. Apenas ahora puedo ver las bolsas oscuras bajo sus ojos y la severa palidez que pinta su rostro cansado. Todo el mal que le causé.
Mi lengua sale ansiosa para remojar mis labios y su mirada se concentra en ese único movimiento, provocando así, que mi cuerpo estalle en llamas.
Sus movimientos son demasiado rápidos para registrarlos cuando me acorrala contra la pared más cercana y me besa con urgencia. Mis manos van directamente a enredarse en su cabello mientras que su cuerpo se pega aún más al mío, no hay ni un centímetro de espacio entre nosotros y eso me está haciendo perder la razón. Antes de que el pensamiento de comenzar a arrancarle la ropa se termine de formular en mi cabeza, él se aparta lo suficiente y deposita pequeños besos en todo mi rostro. Mis mejillas están más calientes que nunca y no me atrevo a mirarlo a los ojos en su totalidad, por lo que dejo caer mi cabeza en su hombro mientras ambos suspiramos sonoramente.
— Perdóname —balbuceo y él niega rotundamente.
— No, Em. Tú debes perdonarme a mí. —Esta vez me armo de valor y lo miro directo a los ojos—. Fui un idiota por reaccionar así y el peso de perder esto… —suspira—. De perderte a ti me hizo dar cuenta de lo estúpido que fui por no escucharte siquiera.
— Zac, yo te oculté esto y tenías todo el derecho del mundo de reaccionar así —digo con sinceridad—. No quería que fuera así, yo creo que jamás habría sido capaz de decírtelo.
Mis palabras flotan entre nosotros hasta asentarse por completo. Creo que no estoy exagerando, ciertamente no querría que el chico que me estaba dando tanta seguridad y me estaba ayudando a salir de toda esa porquería supiera lo que me pasó. Aunque el destino es cruel y justo, si la persona debe saber la verdad, se hará hasta lo imposible para que se entere. De alguna manera el peso sobre los hechos ha disminuido considerablemente porque ya no tengo ningún secreto con Zac y eso vale más de lo que quiero admitir.
— Em, yo no te iba a ver diferente por lo que te pasó. —Mis ojos se cierran al oír las palabras que tantas veces había imaginado que iba a decir—. No te diré que no estoy molesto, porque te estaría diciendo una mentira descomunal.
— Entiendo —susurro abriendo los ojos de nuevo.
— Estoy molesto porque no tenías la confianza que tuviste con los demás para decírmelo. —Asiento porque sé que tiene razón—. Pero sobre todo, estoy furioso porque sé que la rata que te hizo daño está suelto y quiero asesinarlo.
— Zac —musito con suavidad—. No necesito oír esas palabras de ti también, cada persona a mí alrededor me ha dicho eso y créeme cuando te digo que lo quiero pagando por lo que me hizo, pero por manos de la justicia, no de mis seres queridos.
Su pecho sube y baja acompañado de una respiración acompasada. Me envuelve en un abrazo apretado y por varios segundos me siento en la gloria. Zac se aparta con demasiada lentitud y sus labios rozan los míos una vez más. Mis manos se posan en su pecho fuerte y él tararea en apreciación. Somos un desastre andante, pero creo que no me gustaría ser este tipo de desastre con alguien más.
— ¿Me perdonas? —pregunta con los ojos cerrados mientras absorbe el tacto de mis caricias.
— Zac, no tengo nada que perdonar. Tú debes perdonarme a mí por haberte ocultado esto, por no ser lo suficientemente valiente y decirte que te oculté todo esto por miedo.
— ¿De qué, amor? —Su forma de hablar me derrite el corazón—. Jamás te iba a presionar a llegar más lejos de lo que me permitieras…
— Estoy sucia —lo corto y las lágrimas se acumulan ante mi propia declaración.
— ¿Qué dices? —pregunta con la voz estrangulada e incluso algo molesto.
— Me siento sucia —murmuro avergonzada—. Es por eso que no te lo dije, porque he sentido que soy un pedazo de carne que cualquiera puede tomar, usar y desechar desde el momento en que tuve esa maldita pesadilla.
Los brazos de él me envuelven otra vez y pequeños sollozos salen de mis labios mientras me permito consolar. No sé cuánto tiempo estuvimos así, abrazados contra la pared y con miedo de separarnos. Las lágrimas cesaron hace unos minutos y decido sepárame un poco de él para ver que también tiene los ojos rojos provocando que se me parta el corazón.
— Jamás te veré de esa forma, Em —confiesa—. ¿Crees que sea suficiente?
Su pregunta me saca de la asquerosa oscuridad porque es más que suficiente, todo él lo es y quiero demostrárselo cada día que me lo permita. Asiento varias veces y una pequeña sonrisa de alivio surca su cansado rostro. Deposito un beso en cada una de sus mejillas haciendo que ría con suavidad y ese simple sonido hace que mi pecho estalle de amor por él.
— ¿Cómo hiciste para llegar aquí? —Lo que de verdad quiero preguntar es cómo hizo para costearlo, pero no quiero que se sienta incómodo.
— Tara —dice encogiéndose de hombros—. Ella me buscó ya con todo el plan hecho, pasaje, reserva y quejas sobre lo insensible que fui. —Una carcajada es liberada de mi boca sin que pueda detenerla y él se contagia con facilidad.
— Amo a esa chica —admito y la imagen de mi mejor amiga reprochándole todo a Zac me hace sonreír.
— Comienzo a amarla también —dice Zac de forma despreocupada—. No de la forma en la que te amo a ti, pero creo que sabes de que hablo.
Mi sonrisa se borra al instante al igual que la suya y veo la sorpresa en sus ojos porque se da cuenta de lo que acaba de decir. Zac Reed acaba de decir que me ama y ahora el nerviosismo por mi falta de respuesta es lo único que identifico en su mirada.
Me tiro sobre él por segunda vez en este extraño día y envuelvo mis piernas alrededor de sus caderas, provocando un gemido poco disimulado de su parte. Lo beso con mucha suavidad porque quiero memorizar cada milímetro de sus suaves labios, pero él tiene un plan diferente cuando lo intensifica volviéndolo apasionado en cuestión de segundos. Sus fuertes manos acarician la piel de mis muslos hasta llegar a la curva de mi trasero, aprieta con suavidad esa delicada parte de mi cuerpo y un grito se construye en mi garganta. El fuego líquido comienza a correr a través de mis venas mientras que su lengua acaricia la piel sensible de mi cuello haciendo que el conocido placer estalle por completo.
— Zac…
— Lo sé —murmura bajándome de nuevo al suelo, pero no disminuyendo nuestro contacto—. Todo a tu tiempo.
— En realidad quería decirte que también te amo. —Nuestros ojos se encuentran en un contacto nervioso y lleno de amor. Acaricia mi mejilla y no lo detengo cuando vuelve a besarme con la misma pasión.
Bueno les dejo este capítulo sumamente dulce ❤ como siempre les agradezco por tomarse el tiempo de leer y espero que ya estén amando a Zac de nuevo 😍 los leo...x