Nuevamente mi madre estaba de regreso por lo cual el día de hoy me encontraba temprano en la escuela, los pasillos eran silenciosos y solitarios, al llegar al aula me encontré con Taeil parado frente a la ventana observando silenciosamente el cielo, sin pronunciar palabras me senté en mi lugar.
—Lo siento Hyuck. —susurro sin siquiera verme.
—Pensé que no te habías dado cuenta de que había llegado. —Esta vez Taeil me miró.
—No tengo mucho tiempo, dentro de poco me cambiaré de escuela. —En su rostro se marcaban un par de ojeras, se veía cansado, sus ojos dejaron de verme para pasear por el techo y las paredes como si estuviera admirando el aula—. Dicen que este no es mi lugar, que me quieren dañar y que...—Guardo un momento silencio para después verme nuevamente—. Eres un chico atractivo, no te conozco ni tu a mí, pero en verdad me gustas, tus ojos reflejan un sinfín de sentimientos oprimidos, tu voz pide a gritos que sea escuchada y tu cuerpo... Que sea tocado. —Me quedé estático ante aquellas palabras, me confundía pues hablaba de una forma extraña, de un momento sonaba temeroso y preocupado pero ahora sonaba tan firme, decidido y provocativo.
—¡Eres un maricón de mierda! —pronuncie con enojo, él coloco sus manos sobre el escritorio.
—Cuida tus palabras puedes arrepentirte... —Deje salir una sonrisa para levantarme y empujarlo con fuerza.
—Aléjate de mí bastardo... Si te vuelves a acercar a mí el que terminara arrepentido serás tú. —Con un humor de mierda tome mis cosas y me fui de la escuela, al regresar a casa simplemente me encerré en la habitación, estaba enojado a más no poder, aquel imbécil no sabía con quién se metía y de ahora en adelante pagaría muy caro.