Segunda Vida Para Amelie [EDI...

Autorstwa AntoinetteFerrata

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Segunda vida para Amelie, fue creada para un trabajo del colegio, pero con el pasar del tiempo se convirtió e... Więcej

BOOK TRAILER
Dedicatoria
El testament d' Amelia
Prólogo: Yo soy Amelie de Róman
[1] Él solo pidió algo de tiempo
[2] Él ha cometido un grave error
[3] Ella será un monstruo con sed de sangre
[4] Él ha sido temido
[5] Ambos crearon un problema
[6] La gran invitación
[7] Ella la busco por cada rincón
[8] Ella solo debía de seguir las reglas
[9] Él es y será el honorable Rey de Róman
[10] Ella intentó lastimarla
[11] Y él ahora siente culpa
[13] El día del festival
[14] Despedida con aroma a rosas
[15] No hay tiempo para ser cercanos
ADELANTO: [16] S_n __lo _ro__s
"Visitando un mundo destruido"
Nota de Autora : Ave atque vale

[12] Y ella dijo: No

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Autorstwa AntoinetteFerrata

[Advertencia: Este capítulo contiene escenas que pueden no ser aptas para todo publico, si no te sientes bien leyendo alguna de las escenas, siéntete libre de comentarlo. Dejaré este mismo mensaje antes de dicha escena]


"Solo era la esposa que estaba a tres pasos de él, mirando su espalda, siempre tres pasos atrás, ni más ni menos"


Tres pasos delante de mí.

Acababa de conocerle, pero algo en mi me daba la certeza de que siempre fue de esa forma, un extraño entre "siempre y nunca". Cuando escuche aquella frase por primera vez, no la entendí, de hecho, pensaba que era imposible que algo fuese y no fuese a la vez, recuerdo que investigue mucho sobre ello. 

Incluso había un experimento de una caja y un gato, donde te explicaban que algo podía estar, a la misma vez de que no estaba, pero ello no era relevante ahora.

Sé que soy yo quien le da el peso a todo lo que sucede, a todo lo que me rodea, somos nosotros quienes le otorgamos la importancia a tal punto que algo inmaterial puede llegar a lastimarnos, entonces... ¿Por qué me siento desplazada?

No debería de importarme tanto lo que él hace, sobre todo porque soy consciente de que nuestro matrimonio no va a durar y que es imposible que mantengamos siquiera una amistad, entonces, si estoy tan segura de que nunca vamos a significar algo para el otro... ¿Por qué me molesta? ¿Por qué siento esa presión en el pecho al ver su espalda delante de mía?

Me distraje en mis pensamientos a tal punto que no recordaba haber llegado al salón, ni de haber aceptado sentarme a un lado del príncipe Ethan, mucho menos de haberme despedido de Oliver y los caballeros, quienes volverían a nuestro reino y solo regresarían para buscarnos a Jane y a mí.

—Amelie, ¿le gustaría probar el Stroganoff? Es una comida que le recuerda mucho a nuestro padre su hogar... —La voz de Ethan se iba apagando con cada palabra que pronunciaba.

No podía prestarle atención.

—¿Querida princesa? —Esa era la voz de Jane.

Mi mente aún estaba en el recuerdo de aquel pasillo.

—¿Amelie?

De él...

—¿Acaso hay que repetirte las cosas? —Mi vista fue hacia la de Christopher, el cual fue regañado por su madre.

—¿Eh?... ¿Repetirme las cosas? —Mire a mi alrededor intentando recordar que me habían preguntado antes.

—Amelie, el príncipe Ethan te estaba ofreciendo Stroganoff, un plato originario del Reino de su majestad, el rey. —Jane me hizo una seña para que pidiera disculpas.

—Oh, disculpe alteza. —Baje la mirada. —Me distraje en mis pensamientos por tan asombrosa cena de bienvenida, disculpen mi comportamiento. —Alce mi mirada esperando que no estén molestos conmigo.

Debía de dar una buena impresión y hasta el momento, había fracasado en ello... pero no podía culparme, algo de todo esto me hacía sentir incomoda y la mirada fija de Christopher no me estaba ayudando en nada.

—Me encantaría probarlo, Ethan. —Él me regalo una sonrisa y yo no pude evitar hacer lo mismo, me sirvió un poco del famoso Stroganoff, me había gustado el nombre, es decir... estaba acostumbrada a nuestras comidas con nombres en francés, así que no me negaría a probar algo nuevo.

—Amelie.

—¿Si, Christopher? —Había mantenido mi sonrisa, aunque no pareció gustarle.

—Parece que no es necesario repetir dos veces tu nombre. —Quería burlarse de mí, lo tenía claro.

—Solo porque insistes, puedes repetirlo las veces que quieras. —Dije lo primero que se me había ocurrido, él solo rodo los ojos y termino de cenar en silencio, no hubo más comentarios al respecto ya que los reyes cambiaron de tema lo antes posible y mantuvieron entretenida a Jane con preguntas sobre el Reino de Róman.

Mientras observaba mi plato, no podía dejar de darle vueltas a esa palabra: repetir. Algo me estaba incomodando sobre ello, pero no tenía ninguna pista de lo que fuese, era absurdo que una simple palabra me hiciera perder el apetito... pero no podía seguir actuando extraña, ni distante, ni mucho menos perdida en mí misma.

Alcé la mirada con una sonrisa y me incluí en la conversación, la cena comenzó a fluir rápidamente, no debía perder en tiempo en tonterías que de seguro no significaban nada, lo mejor era olvidarlo y concentrarme en el presente.

Debía de demostrarles que podían confiar en mi en el futuro, que mi padre estaba dirigiendo el reino de buena manera y que me estaba educando para ser una princesa perfecta, ese era el papel que debía tomar: la futura princesa de dos reinos.

Portaría ese apodo con orgullo antes de ser tachada como la villana en la vida de Adelaida.

—El Stroganoff es sin duda, un platillo exquisito, majestades. —Pude notar como se formaba una sonrisa en el rostro del rey. Me había obligado a mí misma a terminar de comer, pero era difícil cuando se te ha quitado el apetito... solo esperaba que no se haya notado suficiente mi incomodidad.

La cena paso entre risas y preguntas, termine enterándome que desde ya hace años que los reyes no visitan el reino de mi padre, por ende, querían estar al tanto de las nuevas noticias. Por mi parte, no tenía mucho que aportar a la conversación, no he vivido lo suficiente como para conocer algo de ese lugar.

Ver la relación de los reyes me transmitía mucha tranquilidad, pero a la vez, algo de envidia por Ethan y Christopher, ambos habían crecido en un hogar lleno de amor, con unos padres que se respetaban mutuamente y jamás llevarían al otro a su muerte. Ver la escena de ellos sonriéndose mutuamente no me dejaba disfrutar tranquila de la conversación, mi mente no hacía más que crear escenarios con el título de: "¿Qué hubiera pasado si...?", cuando la respuesta es más que clara: nada hubiera pasado, nada podría pasar, nada pasará; nunca tendré lo que ellos tienen y no debo atormentarme con ello.

Intente disfrutar el resto de la tarde, aunque termine comparando este castillo al de mi padre, intente disfrutar los jardines, pero solo pensaba en que mi madre ya había estado aquí antes, que de seguro recorrió los mismos lugares que estaba visitando yo, me distraje en las flores y en los cuadros, buscando alguna señal o pista, algo que me recordará a ella.

Estuve entretenida revisando cada rincón y manteniendo mi mirada fija en los cuadros que retrataban a una mujer, quién sabe y detrás de alguna de ellas se encuentra quien fue mi madre años atrás, no es sorpresa que estén colgados cuadros de amigos políticos en los grandes pasillos, mi propio padre tiene varios cuadros con los reyes de los reinos vecinos.

La noche nos encontró en medio de un recorrido por el castillo y había llegado la hora de despedirse, mañana sería una tarde muy ocupada, aunque no conocía los detalles fuera de lo que Jane había anotado en su agenda. Pero estaba segura de que no podría pasar todo el día jugando en mi habitación, sino que debía de hacer varios pedidos en nombre de mi padre, los típicos para mejorar la relación entre ambos reinos... así que no podré saltarme la visita a los condes importantes.

En mi hogar no acostumbraba a salir de los límites que imponía mi padre y lo más lejos que estuve fue en el Castillo de Invierno, que tal como dice su nombre, es otro castillo, no había motivos para acostumbrarme a este nuevo reino, no podría conocer nada más allá de los muros.

—¿Princesa Amelie? —Era Jane quien me saco de mis pensamientos, la cena había terminado, la noche había llegado y ya era hora de conocer lo que sería mi habitación, así que ambas estábamos caminando por uno de los pasillos. —¿Está segura de querer quedarse sola en su habitación?... Puedo quedarme hasta que se duerma, si lo desea.

—No es necesario, Jane. —Le mostré una sonrisa. —Hemos tenido un viaje largo, mereces un buen descanso.

—Está bien, pequeña princesa... Le deseo buenos sueños.

—Ídem, Jane. —Ella ladeo la cabeza levemente mientras me daba una pequeña sonrisa. —Te deseo una buena noche. —Salió de la habitación cerrando con cuidado la puerta.

Me apresure a quitarme los zapatos y lanzarlos a un lado de la cama, había sido un viaje agotador y tener que usar pequeños zapatitos de tacón había sido la peor parte de ello, no entendía como se acostumbraban a bailar sobre ellos por horas.

Di un pequeño paseo por mi habitación antes de terminar frente al espejo, me quedé unos segundos observando mi reflejo, desde los adornos de mi cabello hasta los detalles del vestido; poco a poco fui deshaciendo el peinado que me había hecho Jane.

No tarde mucho en quitar todo el brillo y glamour de aquel reflejo, dejando solo a la pequeña niña, me preguntaba quien realmente fue ella, podía tener vagos recuerdos de lo que haría en el futuro, pero no eran más que sueños borrosos... me hubiese gustado conocerla, hasta podría haberle advertido de todo lo malo que viniera y de alguna forma ayudarla a ser feliz.

Pero eso era imposible, no había forma alguna de volver al pasado, solo debía centrarme en mi futuro.


[Advertencia: Este capítulo contiene escenas que pueden no ser aptas para todo publico, si no te sientes bien leyendo alguna de las escenas, siéntete libre de comentarlo. Dejaré este mismo mensaje antes de dicha escena]


Jamás lograría estar a su altura, no importaba por todo lo que haya pasado, ni mucho menos la sangre que corría en mis venas, no le importaba que yo hubiese tenido que soportar grandes sacrificios, para él nada de esto tenia importancia, ni mi nombre era digno de ser recordado... solo era "la esposa", aquel titulo producto de un matrimonio arreglado a corta edad.

Él jamás me permitió llegar a lugar y yo nunca intenté alcanzarlo, no había sido criada para eso, estoy segura que de pequeña se esperaba mucho de mi... o que al menos, alguien me lo decía frecuentemente, pero los años han pasado.

Me pregunto cuando dejé de ser importante, ¿en qué momento me convertí en esto? Había luchado tanto para llegar a caminar junto a él, pero ahora, solo era la esposa que estaba a tres pasos de él, mirando su espalda, siempre tres pasos atrás, ni más ni menos.

Creo que... siempre fue así.

Todo inicio en aquel castillo frio, en el reino de Róman, en el castillo de mi padre, aquel rey del cual nunca pude obtener la más mínima pizca de cariño. Intenté todo lo que estaba a mi alcance, desde muy pequeña luche por ser suficiente para él, pero ¿logré algo con ello?

Nada.

No había nada en este mundo que me hiciera brillar ante sus ojos, incluso ahora... pero esta vez sería distinto, no me voy a permitir dejarme pisotear nuevamente, además, mi padre estaba demasiado lejos como para detenerme, como para obligarme a... no, ahora nada de ello era importante, en este momento solo necesitaba saber dónde estaba mi hijo.

Ya no se trataba de orgullo, haría todo lo que estuviese en mis manos por saber donde estaba mi querido bebé, solo quería saberlo, necesito saberlo.

Es así como corte aquellos tres pasos de distancia que siempre nos habían separado, mantuve mis pies firmes contra el suelo, aunque mis tacones luchaban por hacerme temblar, acerqué mi mano a la punta de su traje, justo donde se encontraba aquel bordado que tanto me había gustado, era el primer regalo que no terminaba en la basura.

—¿Dónde está? —Se detuvo, pero seguía sin mirarme. —¡Christopher! Mirame, solo esta vez... y dime donde se encuentra, por favor.

—Amelie... Es suficiente, ¿no te has tomado ya la medicina?

—Me niego a seguir bebiendo de aquel veneno que tienes el coraje de darme.

—¿Por qué me haces repetir las cosas? —Su tono dulce había desaparecido, podría jurar que estaba frunciendo el ceño, no era necesario mirarle para hacer cada gesto que hacía.

—Solo te estoy pidiendo que respondas.

—Te lo dije antes y me estas obligando a repetirlo, no sé de quien hablas. —Se volteo para darme aquella mirada fría, que tiempo atrás me hubiera dejado temblando.

—No quiero discutir contigo, Christopher, solo dime donde esta nuestro hijo... —Le pude ver suspirar y no pude aguantar más. —¡Nuestro hijo! Una criatura de cabello castaño, ojos verdes que no es más grande que esto... —Abrí mis manos imitando la altura de mi querido bebé. —Quiero saber dónde está... yo tuve un hijo, solo pido verlo...

—Amelie. —Ese irritable tono de regaño.

—Christopher, tuve un hijo, solo dime donde esta... es solo un bebé, me necesita.

—Amelie, no pierdas tu compostura... quien sea que te vea dirá que tus ataques de histeria han vuelto, ha sido un día ocupado y no tengo el ánimo para soportarte.

Yo estaba calmada, no había alzado la voz más de lo que ha hecho él durante toda nuestra relación, me sentía como una tonta por haber soportado su actitud por tantos años, tuve la oportunidad de irme, pero estaba cegada por el amor que sentía. Ya era tiempo de negarme, necesitaba hacerle entender...

—No. —Me separe de él y alce mi mirada.

—¿No? —Alzo una ceja mientras se cruzaba de brazos. —Amelie, es una orden, desaparece de mi vista... enviare a un sirviente con tus medicamentos, es agotador estar contigo y tengo mucho trabajo por hacer... —Dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección a su oficina.

Esta vez no me quedaría callada, hice lo que me ordenaba por años, interprete el papel de esposa a la perfección, pues, aunque tenga la corona nunca fui considerada su reina. Desde que portaba aquella pesada corona sobre su cabeza, su actitud había cambiado, no era el mismo Christopher.

—Espera... —Quería mantenerme fuerte, pero mi voz salió como un susurro. Mis latidos aumentaron a la par que aceleraba mi paso, estaba aterrada, pero no era tiempo para eso. —¡No te atrevas a dar un paso más! —Le tomé del brazo y me puse frente a él. —No pienso permitir que sigas actuando de esta forma, no otra vez.

—Bien, habla, tienes cinco minutos. —Saco su reloj del bolsillo, pero antes de guardarlo se lo quite de sus manos y lo alce a la altura de mis ojos.

—¡Estoy cansada de tus cinco minutos!

—Amelie, devuelvem... ¡AMELIE! —Ya era muy tarde para un regaño, había lanzado su reloj contra la pared.

—No, Christopher, esta vez me vas a escuchar. —Había alzado su mano, pero no hizo nada, era la primera vez que no hacia nada. —Mi hijo, Christopher, ¿Dónde está? —Mi mirada estaba fija en sus ojos, hace mucho que no manteníamos la mirada de esta forma. —No sigas negándome su existencia, estuve en esa habitación rodeada de personas, no puedes insistir en que no existe... No puedes vivir toda tu vida negando lo que no quieres aceptar, no más.

—Tu y tus paranoias, Amelie, necesitas descansar.

—¿Mis...? ¿Crees que esto se trata...? ¡Mon Dieu! No des las mismas excusas, durante años negaste la cantidad de doncellas que entraban a este castillo, luego fueron las noches en que no estabas en ningún lado, pero jurabas que era por trabajo, aun cuando la luz de tu oficina se mantenía apagada...

—¿Cuánto tiempo tardaras en recriminarme todo esta vez?

—¡MON DIEU, CHRISTOPHER! Años atrás se me advirtió sobre ti, pero continué con el compromiso, tal como estaba escrito, yo hice mi parte, es tiempo de que hagas la tuya. —Entreabrió sus labios, dispuesto a contradecirme, pero no lo iba a dejar. —Te daré la libertad que tanto necesitas, dime donde esta mi hijo y firmare el divorcio.

—¿Divorcio? Tú no puedes divorciarte de mí, me necesitas, no puedes volver a Róman.

—¿En que momento dije que volvería a mi hogar? No pierdas tu tiempo y dime, donde esta, no más mentiras. Christopher, nunca te he pedido nada más que honestidad, deja de desviar la vista... quiero que me mires a los ojos y digas la verdad. —Mis manos estaban temblando, pero se las arreglaron para llegar a sus mejillas, no sabía que le había retenido tanto tiempo aquí, pero era mi oportunidad de saber dónde estaba, que habían hecho con él. —Por favor... —Era patética, intente hacerme la fuerte frente a él, pero aquí estaba, al borde de las lágrimas, rogando otra vez. —Solo quiero saber donde esta mi hijo.

Dio un suspiro antes de mostrarme una pequeña sonrisa, por un instante creí que me diría la verdad, pero no fue así. Su expresión cambio, pero para peor, aquellos ojos brillantes se habían vuelto más oscuros... Si los ojos eran las ventanas del alma, podría asegurar que él no poseía una.

—Está bien. —Alzó sus manos, como si se estuviese rindiendo. —¿Alguna vez has escuchado que todo vale por amor?

Aquella frase retumbo en mis oídos por unos segundos, la primera vez que la escuche fue...

—¿Qué sucede, Amelie? —Su mano derecha bajo a su vaina y no tardo más de un segundo en sacar su espada, retrocedí tan rápido que terminé cayendo al suelo, aguanté la respiración en el instante que vi como la sostenía la altura de mi cuello.

Mis lagrimas seguían cayendo, me dolía mucho pensar que nunca podría saber el paradero de mi bebé, durante tantos años me quede en silencio mientras que soportaba todos sus malos tratos, ¿en que momento se me ocurrió que enfrentarme a él?

Si hubiese obedecido, la vida de mi bebé y la mía no estarían en peligro.

—No cierres tus ojos, vamos... ¿No querías que respondiera a tu pregunta? —Negue con la cabeza, no quería estar cerca de esa espada, ni de él, ni de todo esto. —No, no, no... no intentes huir ahora, Amelie. —Seguí arrastrándome lentamente hacia atrás. —¡Amelie Christine, te lo ordeno! —Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, aquella frase desbloqueaba un profundo miedo en mí, de pequeña debía defenderme de las acusaciones de Rosemary, de los rumores que Adelaida esparcía y de mi padre, quien jamás se atrevió a defenderme en ese castillo.

Abrí mis ojos de golpe, un suspiro escapo de mis labios mientras intentaba alzar mi mirada hacia sus ojos, no me esperaba jamás verme envuelta en esta escena tan fría.

—Tu hijo está muerto.

—¿Qué?

No pensaba que pudiera sentirme más destrozada de lo que ya estaba, pero escuchar aquellas cuatro palabras en un tono tan firme.

—Él nació hace tan solo unos días... —Intentaba regular mi respiración. —No puede estar... no... no es cierto... —Las lágrimas habían dejado de brotar. —Es solo un bebé... indefenso... no hay motivos... no... oh no... fuiste... fuiste tu... —Hubo un largo silencio. —¿FUISTE TU? —Él negó con la cabeza, dejándome aun más confundida, pero luego apunto a aquella espada, que se mantenía firme frente a mi nariz.

Había estado ignorando lo obvio.

—Espero que estés conforme con la respuesta. —Me sentía paralizada, mis latidos se habían vuelto cada vez más rápido, mi mente estaba en blanco, intentando asimilar la pérdida, el miedo y la humillación.

Vous êtes un monstre! [¡Eres un Monstruo!] —Fue la única frase que pudo salir de mis labios sin temblar, sostuve aquella espada mientras me levantaba con cuidado, podía sentir como el filo cortaba mi mano y aunque él la intento alejar, la sostuve con más fuerza, no me importaba el leve ardor. —No necesitábamos nada de ti, pudiste habernos dejado libres... ¿pero eso era mucho pedir, ¿no? ¿demasiado para un cobarde con...?

—No te atrevas a completar esa frase. —Me interrumpió.

—Solo eres un cobarde con corona de oro. —Mantuve mi mirada fija en sus ojos, mientras seguía sosteniendo con fuerza su espada. —Un maldito cobarde... ¡Solo era un bebé! Hasta mi padre actuó de forma mas sensata al exiliarnos a mi madre y a mí... —No era capaz de seguir hablando, el pánico se había apoderado de mí, la persona que alguna vez ame, me quito a la criatura que más me necesitaba, que yo necesitaba, que yo más amaba.

—Amelie, comprende, uno debe hacer sacrificios por su felicidad.

—¿Un qué...?

—Un sacrificio, Amelie, ¿acaso aun no eres capaz de entenderlo? Has vivido feliz durante más de veinte años, ahora es mi turno, yo merezco ser feliz... solo piensa en lo que debió sufrir Adelaida.

—¿Adelaida? ¿Por qué debería importarme ella?

—¡PORQUE A MI ME IMPORTA ELLA!

—Tu...

—¡LA HE AMADO DURANTE TODOS ESTOS AÑOS! NO HAY DÍA, HORA O SEGUNDO EN QUE NO PIENSE EN ELLA.

—No... no estas diciendo... tu... —No podía respirar.

—Tu y esa criatura nos hubieran impedido ser felices.

Poco a poco pude sentir como mi cuerpo se volvía más ligero, de todas las mujeres que habían cruzado por los pasillos de este castillo, se trato siempre de Adelaida, escogió a mi propia hermana... Mentiría si me hiciera la sorprendida, siempre ha sido de esta forma, todos me dejaban en segundo lugar si se trataba de ella.

De la princesa Adelaida, la más brillantes de las doncellas, todos brindaban por una larga vida a la futura reina del reino de Róman. 


Desperté con un sentimiento de ahogo, como si me estuviese cayendo o estuviera a punto de comenzar una carrera, quería dar un grito y escapar de donde estaba; los bajos recuerdos de mi vida y las memorias de Amelie, daban vueltas por mi cabeza.

No podía evitar sentirme mal por ella, se trataba de una niña pequeña que estuvo rodeada de tragedias desde que abrió los ojos y claro, en su mente, no había razones o motivos para entender todo lo que estaba sucediendo. Hay que admitir que, independientemente del mundo o realidad, siempre existirían padres que no le dan lo necesario a sus hijos, que no se hacen responsables por sus acciones o que simplemente, no están ahí, como habría padres presentes y cariñosos, preparados o no para entregar todo por sus hijos.

Amelie, tuvo un poco de los dos, por un lado, se encontraba su padre, quien solo tenía ojos para la brillante corona que sostenía su cabeza, estaba tan centrado en su trabajo como Rey, tan absorto por las opiniones de los ministros, que no pudo cumplir como padre; nadie se atrevería a cuestionar sus acciones como Rey, pues a temprana edad demostró que pelearía en las batallas que fuesen necesarias para proteger el legado de sus padres.

Por otro lado, estaba su madre, quien mantuvo los secretos necesarios para no solo protegerse a sí misma, sino que a su matrimonio y su familia, quizás no era la Reina que él necesitaba, pero cumplió con todas las tareas que pusieron a su cargo, incluso cuando no portaba la corona sobre su cabeza; quizás es culpa de que no viniese del mismo mundo que el Rey, no creció junto a las mismas personas que él y mucho menos aprendió lo necesario desde pequeña, pero demostró ser la Reina que el pueblo necesitaba.

Y claro, no solo nació en un matrimonio disparejo, sino que, fue obligada a unirse a uno igual o peor. Su relación con Christopher nunc fue buena, sus personalidades chocaban y sus gustos eran incompatibles, ella obedecía en todo a su padre y creció junto a quien sería su esposo, los adultos esperaban que ello los hiciera más cercanos, pero no podían estar más equivocados. Él no quería una esposa, no quería una unión absurda y es que, solo eran niños... niños lanzados al tablero de los padres, siendo piezas de un juego tan complejo como la vida misma, del cual solo podría escapar uno de ellos.

Pensé que sería mejor que ella, que tendría mayor suerte o actuaría con más sabiduría, tomando en cuenta que esta es mi segunda vida, pero, cante victoria demasiado temprano y ahora me veo envuelta en la misma situación que ella, atada a un matrimonio a corta edad y durmiendo en una cama que no era mía.

Y aun esta aquella pesadilla...

Fue tan real que mis lágrimas habían traspasado el sueño, me sentía abrumada por todo lo que estaba viviendo, era demasiado, aunque se trate de mí, sigo teniendo el corazón de una niña pequeña, frágil e inocente.

Las emociones que aquella Amelie había sentido, ahora eran mías, ¿la presión en el pecho? Era capaz de sentirla, ¿el nudo en la garganta? Mantenía mi voz apagada para no gritar, ¿la desesperación? Se manifestaba en lo rápido que se habían vuelto mis latidos, ¿la ira? Podía sentir como mis mejillas ardían. Todo lo que estaba sintiendo, todo lo que ella pasó, estaba vinculado a una sola persona.

Un ronquido me distrajo de mis pensamientos y me devolvió a la realidad. Mis mejillas estaban mojadas por las lágrimas, quería limpiarlas, pero en el momento que alcé mi mano, me percaté que habían dos.

Christopher estaba tranquilamente dormido junto a mí, con una de sus manos sosteniendo la mía y dando un pequeño ronquido cada que respiraba, instintivamente me aleje lo más rápido de él, pero no calcule mi fuerza y termine cayendo de la cama con una de las sábanas atada en mis tobillos. Pensé que por el golpe se despertaría, pero no fue así... era sorprendente que aquel chico, en otra vida fue el hombre que causo tanto daño a Amelie.

Por increíble que sonara, al dormir parecía un ángel, aunque Christopher realmente sería un ángel caído, aquellos que por desobedecer o rebelarse contra la palabra del todopoderoso, eran expulsados de la tierra angelical. 

Di una vuelta a la habitación con la mirada, todo estaba oscuro y no sé podía ver nada más que sombras, pero la suave luz de la luna me hizo decidirme por caminar al balcón, me abrace a mí misma, esperando encontrar un viento frío de noche, pero no fue así, a pesar de solo estar en un camisón, no sentía frío.

Estaba usando un camisón y Christopher estaba dormido en mi cama, ¿Qué estaba pasando? Mi cabeza dolía al intentar recordar que hice antes de tener aquella pesadilla, aunque no me sorprendería tener un poco de amnesia, es decir, no sería lo más raro que me ha sucedido.

Me apoye en la baranda del balcón dando un pequeño salto, ser alta no era de mis cualidades así que mis pies estaban colgando.

—Realmente no es fácil... —Murmuré.

—¿Acaso piensas saltar? —Mi piel se erizo con solo escuchar su voz, camino hasta estar a mi lado y aunque no quise voltearme, no pude evitarlo al sentir su mirada fija en la mía. El Christopher de mi pesadilla, era totalmente diferente a quien estaba frente a mi ahora.

—Puede ser...

—Ya fueron demasiados sustos por una noche, si piensas hacerlo que no sea hoy.

—¿Demasiados? ¿De que estas hablando?

—Oh vamos... —Una risa escapo de sus labios. —¿De verdad no recuerdas nada?

No quise responderle, no sabía de qué estaba hablando y aunque lo hiciese, de seguro no querría recordarlo.

—Despertaste a todo el castillo dando gritos, por lo visto estabas teniendo una pesadilla...

—Oh... yo... realmente no recuerdo nada de eso.

—La señorita Jane te estuvo cuidando y mis padres llamaron a los médicos del castillo...

Si Jane debía de estarme cuidando, ¿Por qué ahora estaba él? ¿Por qué estaba Christopher y no ella? ¿Habrá sucedido algo más? Me angustiaba no recordar nada de lo que había sucedido.

—Los médicos lo llamaron un "parálisis de sueño" o algo similar, aun no estaba del todo despierto cuando lo nombraron, ellos ayudaron a que tu fiebre bajara y si estas preocupada por la señorita Jane, ella está en su habitación... le prometí que te cuidaría para que ella pudiese dormir.

—Nunca me había sucedido algo así... mañana me disculparé con todos.

—No es necesario que disculpes.

—Debo hacerlo, hice que todos se preocuparan por mi... —Nos quedamos en silencio por unos segundos, fuera de aquella pesadilla y de nuestra pequeña discusión del día anterior, él también se preocupó por mí. —Gracias por quedarte, Christopher.

—¿En la salud y en la enfermedad, no es así? —No pude evitar reírme ante su respuesta.

—¿Ya cambiaste de opinión sobre el compromiso? —Él negó con la cabeza mientras mantenía una sonrisa.

—Sigue siendo absurdo para mí que me obliguen a casarme con una zanahoria enana. —Se encogió de hombros. —Pero... no quiero que te lastimes, si estamos metidos en esta alianza, lo mínimo es que lleguemos juntos hasta el final, ¿no lo crees?

—En ese caso, podemos tener una tregua, ¿no? —Alce mi mano hacia él, aún estaba con dudas sobre el motivo por el que le estaba pidiendo una tregua, no le conocía, solo tenía un vago recuerdo de quien fue en algún momento... y esperaba que no se repitiera.

—¿Una tregua?

—Si, una tregua, debemos prometernos algo mutuamente y cumplirlo con el paso del tiempo.

—Está bien. —Acepto mi mano y la estrecho lentamente. —¿Qué pedirás a cambio de esta tregua? ¿Cuál será tu promesa?

—Quiero... —Me quede en silencio unos segundos. —Quiero poder confiar en ti, estamos unidos a esta alianza... quizás ninguno de los dos, dio una buena impresión, pero no quiero llevarme mal contigo, ¿podrás cumplir mi deseo?

—Solo si prometes hacer lo mismo, quiero poder confiar en ti y que nos llevemos bien, así que... ¿Amigos?

—Amigos. —Cerramos la promesa con un apretón de manos, antes de separarlas.

Quizás no había pensado con claridad todo, pero al menos ahora sabía que estábamos en la misma página. Él Christopher al que se había enfrentado Amelie, no sería el mismo al que deba enfrentarme yo, de eso me iba a asegurar.

Además, nada me aseguraba que realmente aquello sucedería, es difícil intentar prevenir un sufrimiento que no has vivido nunca, solo esperaba tener la fuerza necesaria para soportar todo lo que se vendría, porque este es solo el inicio.

—Un poco de aire fresco me ha hecho sentirme mucho mejor.

—¿Es así? —Acerco su mano hasta mi frente y de la sorpresa cerré los ojos con fuerza. —Tu fiebre ya ha desaparecido por completo.

—¿Eh? Si...si... —Me aleje un poco de él.

—¿Estás segura de sentirte completamente mejor? ¿Quieres que vaya a buscar a la señorita Jane? —Se había girado hacia el sentido de la puerta, dispuesto a ir a buscar a Jane si yo se lo pidiese.

—Si, estoy bien, no es necesario que despiertes a Jane. —Negué con mis brazos. —Pero ya es hora de volvamos a dormir, ¿no crees? —Le hice una seña para que entrásemos a la habitación.

—Tienes razón, debes de tener un buen descanso para las actividades de mañana...

—Exacto, así como tu igual, de seguro no te deje dormir bien por estar cuidándome. —Aunque estaba perfectamente dormido cuando desperté, dudaba mucho de que haya tenido problemas para dormir, pero de alguna forma debía de sacarle de mi habitación.

—¿Debería de irme? —No entendía porque lo había dicho en tono de pregunta. —Siento que debería quedarme cuidándote, ya sabes... como dijo la señorita Jane.

—Puedo cuidarme sola, así que... ve a descansar a tu habitación.

—¿Cuidarte sola? ¿Es enserio? —Se cruzo de brazos.

—Quizás no ha resultado como he querido... pero eso es otro tema, Christopher.

—¿Estás segura de que no quieres que me quede?

—Si, lo estoy. —Había sonado demasiado desesperada por que se fuera. —Yo... ya me siento mucho mejor, solo necesito descansar... ya sabes, mañana será un día ocupado.

—Como ordenes, Amelie... —Me hizo una pequeña reverencia en tono de burla y camino hacia la puerta, fueron solo unos segundos, pero se sintieron eternos; antes de que abriese la puerta se giró para mirarme. —Que descanses, princesa.

—Igualmente. —Di un suspiro en el momento en que cruzo y cerro aquella puerta. Había sido un gran cambio, el Christopher de mi sueño y el que estaba a un lado mío hace tan solo unos segundos, eran completamente diferentes.

Pero...

No quería tener el mismo destino que Amelie, me negaba a sufrir otra muerte inesperada, no quería. Hasta la hora solo he hablado del tema, no he tomado las acciones necesarias, aunque no hay mucho que pueda hacer, es decir, los problemas de Amelie se originan con el brillante color anaranjado de su cabello, color que por algún motivo estaba prohibido en mi Reino, era absurdo, y aunque intentase cortarlo o teñirlo, era demasiado pequeña y mi cabello no ha crecido lo suficiente.

¡Hola! ¿Cómo han estado?

¡Les deseo un hermoso y lleno de éxito 2023!

Este capítulo, por corto que sea, me ha tomado mucho editar por la profundidad del mismo, claro, he estado muy ocupada con los exámenes y las evaluaciones de la universidad. Solo me queda un examen para ser libre y disfrutar de mis vacaciones... Así que, me comprometo a editar más rápido durante las mismas.

 No olvides darle CLICK a la estrellita si te ha gustado, pues de o contrario... Peter Pan no podrá encontrar la segunda estrella a la derecha para regresar a nunca jamás.

¡Espero leerte en los comentarios!

.

[Editado por última vez: 11-01-2023]

[Editado por última vez: 27-12-2023]

Pd. En esta edición se agregan escenas nuevas al capítulo.

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⚠️Solo a partir del capítulo 401, primera y segunda parte en mi perfil.⚠️ En un giro del destino, Jun Hao, un despiadado matón callejero conocido por...
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