Segunda Vida Para Amelie [EDI...

By AntoinetteFerrata

9.5K 1K 2K

Segunda vida para Amelie, fue creada para un trabajo del colegio, pero con el pasar del tiempo se convirtió e... More

BOOK TRAILER
Dedicatoria
El testament d' Amelia
Prólogo: Yo soy Amelie de Róman
[1] Él solo pidió algo de tiempo
[2] Él ha cometido un grave error
[3] Ella será un monstruo con sed de sangre
[4] Él ha sido temido
[5] Ambos crearon un problema
[6] La gran invitación
[7] Ella la busco por cada rincón
[8] Ella solo debía de seguir las reglas
[9] Él es y será el honorable Rey de Róman
[10] Ella intentó lastimarla
[12] Y ella dijo: No
[13] El día del festival
[14] Despedida con aroma a rosas
[15] No hay tiempo para ser cercanos
ADELANTO: [16] S_n __lo _ro__s
"Visitando un mundo destruido"
Nota de Autora : Ave atque vale

[11] Y él ahora siente culpa

328 49 96
By AntoinetteFerrata

"Solo eres un cobarde, un cobarde con corona de oro..."

Al día siguiente todo me pareció extraño, desperté en lo que sería de ahora en adelante mi habitación, pero solo veía paredes vacías. Claro, uno que otro cuadro servía de decoración, pero no daba la misma sensación de hogar y calidez, cada objeto que había era ajeno para mí, podían ser las mismas muñecas, pero no tenían el mismo aroma, aunque quizás son solo manías mías.

Volví mi vista al espejo que estaba frente a mí, el rostro que desconocí la primera vez se había vuelto propio, me acostumbré al brillante cabello color rojizo que era imposible de cepillar en las mañanas, a las pecas que perfectamente podían formar una constelación y los ojos verdes que me miraban fijamente, era completamente distinta a lo que podía recordar como "yo", pero me había obligado a mí misma no pensar demasiado en ello o al menos hacer el intento.

—Pequeña princesa. —Era la voz de Jane al otro lado de la puerta, había estado intentando cepillar mi cabello, pero por la sorpresa lo deje atascado en la parte de atrás, extrañaba las alisadoras... no me malinterpreten, me gusta el cabello rizado, pero era como si tuviese vida propia cada que despertaba.

—Buenos días, señorita Jane. —Le mostré mi mejor sonrisa.

—Buenos días, querida princesa... Déjeme ayudarla con su cabello, le he dicho que no lo cepille por sí misma.

—Sobre eso... ha quedado atascado en la parte de atrás... —Me di media vuelta mostrándole dónde estaba ahora el cepillo.

—Mon Dieu, mi princesa. —Negó suavemente con la cabeza antes de acomodar la silla del escritorio frente a ella, me senté en ella acomodando mi vestido. —Espero que no sea necesario romper el cepillo...

—Pero... —Me quejé. —Solo han sido dos cepillos rotos... —Murmure haciendo un puchero, a decir verdad, habían sido muchos más, pero MaryAnn me ayudo a esconder la evidencia.

—Mmm... ¿Así que han sido sólo dos cepillos rotos? —Asentí con la cabeza. —Pequeña princesa, la cantidad de cepillos no es relevante, debe de cuidar su apariencia... ¿Se imagina que sucedería si su cabello se llega a enredar a tal punto que no se es capaz de sacar el cepillo?

—En ese caso basta con cortar parte de mi cabello...

—Princesa Amelie... —Su tono de voz me indicaba que no era la respuesta que esperaba.

—No se preocupe, señorita Jane, comenzaré a ser más cuidadosa.

—Mi querida Amelie, me gustaría preguntarle algo, ¿puedo? —Asentí con la cabeza mientras ella desenredaba mi cabello con sus dedos. —¿Usted que fue lo que habló con su majestad ayer? —Su voz se había vuelto mucho más seria, di un simple suspiro mientras sentía como quitaba el cepillo de mi cabello.

No sabía si debía de contarle realmente lo que sucedió o debía de inventar una excusa, por un lado, me sentiría mal mintiéndole a sabiendas de todo lo que ha hecho por mí, intentaba cuidarme de la mejor forma que sabía hacerlo, me intentaba enseñar todo lo necesario para tener una buena vida, pero aun así no me gustaría preocuparla con algo que va a suceder en el futuro, además, era una decisión de mi padre así que por mucho que Jane quisiera ayudarme de alguna forma, sería imposible.

—Querida princesa, no espero que confíe en mí de inmediato, pero si necesita ayuda me gustaría que recurriera a mí de vez en cuando... sé que a diferencia de Oliver y MaryAnn soy más estricta, pero su educación como princesa está a mi cargo y ello significa que no puede permitirse cometer ningún error...

—Yo solo deseaba no causarle más preocupaciones.

—Mi pequeña princesa, no piense de esa forma, si puedo ayudarle de alguna forma lo haré con gusto. —Si tan solo me dieran la posibilidad de no causarles problemas a nadie, la aceptaría sin pensarlo dos veces, Jane podía decirme una y mil veces que estaría feliz de ayudarme, pero ello significaba que las ojeras detrás de su maquillaje se harían más oscuras, que su cabello se tornaría mucho más rápido de blanco y que, pasado el tiempo, sería imposible que no sintiera como el cansancio se había duplicado.

Lo mismo sucedía con Oliver, él sacrifico su cargo como caballero para protegernos en el Castillo de Invierno, se atrevió a apoyar a mi madre frente a una gran multitud y demostró con todas sus acciones que está dispuesto a hacer lo que sea necesario para asegurar mi seguridad y felicidad.

Ambos eran los pilares que sostenían mi vida en este momento, eran quienes podía considerar como mi familia.

Así que, decidí contarle todo a Jane, todo lo que sucedió con mi padre ayer.

Ella solo estuvo escuchando en silencio mientras peinaba mi cabello.

Podía sentir como sus dedos se detenían cuando ya estaba por terminar la historia.

—Ya veo...—Ella dio un suspiro antes de despedirse con una media sonrisa, salió de mi habitación sin decirme nada más, una parte de mi quiso ir detrás de ella para explicarle que no debía de preocuparse por algo que no había sucedido, pero por algún motivo no lo hice.

Me quede sentada preguntándome si había hecho lo correcto al contarle, pero simplemente el tiempo en aquella habitación transcurrió mucho más rápido de lo que hubiera querido, pero a diferencia de aquel día la primera semana viviendo en el castillo del rey se volvió demasiado lenta. Se me hizo imposible llegar a la noche cada día, tan así que llegue a pensar que realmente se habían agregado nuevas horas al día sin que nadie me dijese una palabra sobre ello.

Los primeros días fueron para adaptarme y poner a prueba mi paciencia, era desesperante tener que comer tres veces al día frente a "Su alteza Rosemary", estaba cansada de tener que hacer una reverencia cada vez que me topaba con ella y su pequeña bebé... ¡Incluso me obligaba a hacer dos reverencias! Puedo ser la primera hija del rey, pero aun así ella es la reina y quien porta la corona es quien tiene el poder, no me quedaba de otra más que obedecer por lo irritante que fuese vivir junto a ella.

Además, mi padre no decía nada, claro, para él era normal recibir reverencias, pero lo mínimo es que defienda el orgullo de su hija, al fin de cuentas es él quien decidió continuar con mi crianza en este castillo, al menos podría tener la decencia de fijarse en detalles como aquellos.

Di un suspiro mientras volvía a fijar mi vista en el espejo.

El vestido no tenía arrugas, mi cabello estaba ordenado, gire los hombros para pararme derecha frente a mi reflejo.

—Has cambiado mucho...no...yo soy quién ha cambiado mucho. —Mis pensamientos se volvieron un susurro.

Di media vuelta y salí de mi habitación con rumbo al "salón de té", el castillo era tan inmenso que había un lugar para todo, esto quiere decir que la mesa que utilizábamos para desayunar era distinta a la mesa que utilizábamos para almorzar... ¿Me molestaba? No realmente, pero hubiera preferido que todo fuese en un solo lugar. En el Castillo de Invierno las mesas eran redondas (ello a pedido de mi madre), por ende, todo era más familiar, más cercano, pero aquí las mesas eran largas y rectangulares que dificultaba el charlar con el otro.

Llegaba a ser gracioso ver como afectaban esos pequeños detalles en las personalidades de las personas o quizás era al revés, quienes modificaban el ambiente eran las características propias de cada uno, por ello todo en el Castillo del Rey eran rectangular, recto y frío, en cambio en mi antiguo hogar era lo contrario, siempre se priorizaba la cercanía.

Y así llegó el verano, entre comparaciones y comparaciones que al final terminaron convirtiéndose en mi realidad, por ende, ya no juzgaba los gustos de mi padre, sino que intentaba entenderlos por difícil que fuera.

De alguna forma, el hecho de no juzgarlo e intentar comprenderlo habían provocado que nuestra relación mejorara un poco, no éramos el mejor dúo de padre e hija, pero al menos ya no me estaba ignorando todo el tiempo. Se podría decir que estábamos en un punto medio entre tomar el té en el jardín durante las tardes y no conversar de nada más importante que el clima, aunque muchas veces él hablaba de su trabajo como rey, de las alianzas comerciales y de informes que debía de entregar a los altos ministros.

No quería admitirlo, pero realmente me gustaba pasar el tiempo con él, con mi padre...al inicio me limitaba a solo llamarlo "Rey", pero en algún momento comencé a cambiar mi forma de dirigirme hacia él, además, se notaba que quería hacer cambios para ayudarme o al menos eso me dio a entender luego de ver como varios rostros del Castillo de Invierno aparecían aquí.

Además... está aquella conversación que escuche mientras vagaba por los pasillos, esa noche no podía dormir así que estuve dando vueltas por el castillo, una vez escuche que si no podías dormir debías de agotarte físicamente. Estaba por dar media vuelta para volver a mi habitación cuando escuche la voz de Oliver...


—A pesar de que siento que es demasiado apresurado... quería agradecerle por su cambio, su alteza.

—¿Agradecerme?

—Se podía decir de esa forma...

—No he hecho nada que merezca un agradecimiento.

—Quizás si quitaras tu vista de esos papeles... —Había bajado el tono de su voz.

—¿Desde cuándo bajas la voz para decir lo que piensas? —Hubo un pequeño silencio antes de que mi padre continuara hablando. —Déjate de formalidades, Cass.

—Eres insoportable cuando esa mesa está llena.

Nuevamente hubo silencio.

—Deja de estar ahí como una estatua, si vas a decir algo, dilo con todas sus letras y vete, tal como dijiste "la mesa está llena" ... tengo trabajo que hacer y prefiero hacerlo solo.

—¿Prefieres o debes? —No hubo respuesta. —Tu vida se ha hecho como más difícil... ¿Acaso pensabas que ella no hacía nada?

—No, no es así... es solo que Rosemary aún no se adapta al cargo. —Pude escuchar una risa seca.

—Sorprende como cambian las cosas de un año a otro, de cualquier forma, no me es relevante cuatas noches el gran rey pase en vela sin poder dormir, solo quería agradecerle en nombre de a princesa Amelie.

—¿A qué te refieres?

—El hecho de traer a todos los sirvientes que la vieron crecer a su propio castillo, es un gesto muy amable y...

—No hay que confundir las cosas, Oliver. —Le interrumpió con una voz seca, hasta casi tosca. —Soy el rey, siempre debo estar atento a las necesidades de mis súbditos, Amelie, por ser princesa, no deja de ser otra persona más de mi reino, no es a gran cosa, solo una acción más de mi Noblesse Oblige.

A pesar de sus palabras, había algo en su tono de voz que me hacía pensar que había un secreto en sus palabras, como si se tratase de una pequeña mentira que no quería revelar, se sentía como si su "Noblesse Oblige" solo se tratara de una excusa, aunque puede que solo le esté malinterpretando por la gran cantidad de tiempo que he pasado junto a él.

—Te conozco desde hace años, no te atrevas a mentirme, no a mí. —El tono de voz de Oliver se volvió mucho más serio. —¿Utilizar tu Noblesse Oblige? ¿Es enserio? Cometer el mismo error de ocultarte ante tus "obligaciones reales" ... —Pude escuchar su risa seca. —

—Ten cuidado con la forma en que diriges tus palabras, Oliver.

—Muy rey puedes ser, pero se te olvida que nos criamos juntos.

—De la misma forma en que se te olvida que ello no quita el hecho de que debas obedecerme... Oliver, hay cosas que no me gusta hacer, pero tengo la obligación de hacerlas, el rey es quien hace lo que a nadie le gusta hacer, soy yo quien debe velar por la seguridad y tranquilidad del reino... —Se quedó callado por unos segundos, su tono ya no denotaba el poder que poseía, sino que demostraba la tristeza que producía estar en el mando. —Con Amelie es exactamente lo mismo, es parte de mis obligaciones resguardarla, lo mismo hago con todo el mundo.

—Todo el mundo a excepción de Diana. —Masculló. —¡Diana no solo era una "persona más del reino", era tu esposa!

—Oliver. —Su tono era de advertencia.

—¿Cómo te atreves a decir que siempre vas a velar por cada persona de tu reino? Si no fuiste capaz de proteger a la única persona que debía de importante más que todos ellos juntos... Tu familia, Malcolm, tu deber es protegerla por sobre todas tus obligaciones, por sobre esa corona. —Sus palabras viajaban tan rápido como balas. —¿Aún no eres capaz de entenderlo? —Se quedó en silencio, de seguro le estaba mirando a los ojos.

—Oliver...

—Admite que no fuiste capaz de proteger a todos, admite que no pensaste con sensatez al dar una orden medieval, habiendo mil y una forma de revolverlo, preferiste lo mismo que han hecho generaciones anteriores.

—Es suficiente.

—Preferiste continuar con la generación sangrienta, en vez de cambiar las cosas usando tu cabeza. —Pude escuchar como varias cosas se caían al suelo y un gran golpe. —Puedes estar sentado en ese trono por años, pero ello no justifica lo que hiciste y tampoco te salvará de tu tormento.

—¡Has dicho suficiente!... Fue suficiente...

—¡No, Malcolm! Al contrario, solo he dicho un tercio de todo lo que quería decirte, eres un desastre no solo como esposo, sino como rey. —Se escuchó un suspiro. —Te guiaste por mentiras de alguien que solo conocías por viejas fiestas y con ello no solo arruinaste la vida de tu hija, sino que condenaste al reino a vivir bajo la ignorancia de una Reina que no sabe dónde está parada y de un Rey que decidió matar a tu esposa por un crimen sin pruebas.

—Rosemary...

—¡Rosemary, Rosemary, Rosemary! ¿Qué excusa darás en nombre de ella? ¿Acaso ha pasado tantas noches en vela que se ha desmayado? ¿Acaso ha realizado todos los informes necesarios para tranquilizar a los ministros? ¿Acaso te ha ayudado a firmar tratados con los demás reinos? Oh... ¡Ya sé! ¿Acaso ella ha pasado semanas esperando tu regreso de viajes políticos?... Creo que has olvidado por todo lo que tuvo que pasar Diana por estar a tu lado, ¿es realmente necesario que yo te las recuerde?

—¡YA DETENTE! —Se escuchó un golpe fuerte contra algo, quizás contra una mesa. —No te voy a permitir que sigas hablando de esta forma en contra mía... ya diste tu punto de vista, no te atrevas a hacerme enojar. —Fue casi una sentencia.

—¿Hacerte enojar? —Soltó una risa seca. —¿Qué harás, ¿eh? ¿Acaso cortaras mi cabeza? ¿Me encarcelaras como a prisionero de guerra? —Estaba siendo desafiante y creía que fuese buena idea serlo frente a mi padre. —Han pasado siglos desde la última ejecución pública, pero tú te atreviste a ensuciar tus manos, ni el difunto Rey Padre fue capaz de darle una sentencia tan humillante y cruel a los espías, incluso en tiempos de guerra, ni siquiera con los desertores... ¿Cuál fue tu excusa?

—Has cambiado mucho, antes ni siquiera hubieras dudado de mi decisión. —Su voz sonaba apagada, como si estuviera recordando algo.

—¿Acaso no eres capaz de mirar fuera de tu nariz? ¡Tienes una hija Malcolm!

Un frío silencio rondo por toda la habitación, desde el otro lado de la puerta era capaz de sentir un escalofrío que recorría mi cuerpo desde la punta de mis dedos hasta mi cabello. Nunca había pasado por mi cabeza escuchar una conversación de este estilo y aunque quisiera moverme, no podía, quería seguir escuchando.

—¿Acaso no fuiste y no eres capaz de pensar en Amelie? No solo le obligaste a continuar una vida sin su madre, sino que permitiste que ella estuviera entre el público... Malcolm... antes era capaz de comprenderte, pero esto no es una guerra, este castillo no es un campo de batalla y ella, no es una prisionera, es tu hija... es tan solo una niña.

—Una niña que fue capaz de cambiarte.

—Y no tienes derecho a culparme o siquiera reclamarme algo, tu no viste su rostro en ese momento... nadie, sin importar el motivo, debería de presenciar la muerte de su madre de esa forma... fue....

Pero él no terminó su frase.

Oliver y mi padre mantuvieron un silencio horrible, que me hacía sentir extraña, me hubiera gustado ver lo que había detrás de esa puerta, pero no podía delatarme a mí misma, incluso limpie rápidamente mis lágrimas por temor a que las escucharan caer, algo que era imposible, pero me aterraba tanto ser descubierta.

Desde hace un tiempo que no los escuchaba molestos a ambos y estaba muy cansada, no quería que la historia se repitiera como en un círculo vicioso donde cada vez que Oliver se mostrara molesto significaba que se iría lejos... yo no podía permitir que él se volviera a ir, no podía dejarme sola, no aquí, no en este frio castillo.

A estas alturas, yo no esperaba nada de mi padre. No quería su cariño, no quería su orgullo, no esperaba una disculpa y mucho menos, esperaba que me quisiera, en eso me diferenciaba con la Amelie original, pues ella si quería algo, ella si necesitaba algo, ella si pedía a gritos que mi padre le amase, que la reconociera como su hija.

—Oliver... —Su tono de voz demostraba cansancio y de alguna forma: arrepentimiento, me hacía pensar que era esa clase de situaciones donde estas cansado de tanto discutir y terminas dándole la razón al contrario solo para descansar de la pelea. —Ese día, yo... jamás pensé... era imposible imaginar que ella... —Se escuchaba dudoso. —No todo es tan fácil como crees... batallar con los ministros, incluso el defenderla... yo quería que se fuera, pero no sabía que llegaría a ese punto, las órdenes se escaparon de mis manos y nunca, nunca imagine que Amelie estaría allí, maldición, eso no debía de pasar así, ¡maldición!

—Malcolm.

—Deja de atormentarme con aquel día, no te lo estoy ordenando, te lo estoy pidiendo. —Él sonaba desesperado.

—¿Qué esperabas? ¿Qué seguirías evadiendo esta conversación? Solo eres un cobarde, un cobarde con corona de oro... Te excusas diciendo que no eras capaz de ver su muerte, pero fueron tus acciones quienes la llevaron a ella, fueron tus actos, fue tu decisión, Malcolm.

Mi padre mantuvo silencio.

—Quieras o no, tú eres el culpable de que una pequeña niña tomará el puesto de espectador, tú la empujaste debajo de ese escenario, tú lo decidiste así y... acepto mi culpa, mi responsabilidad era cuidarla de cosas como esa, yo debía de protegerla y no lo hice a tiempo, ¿pero tú?... tú eras su padre, tú eras el gran rey Malcolm de Róman, el más temido de los reinos por su feroz rey... y pienso que tienen razón para temer. —Tomó varios minutos antes de que Oliver volviese a hablar. —Antes de irme, solo quiero saber una cosa...

—¿Solo una? No te basta con todo lo que has dicho. —Su voz se había vuelto más baja, como si lo estuviese diciendo entre dientes.

—Solo quiero saber que es lo que planeas hacer ahora.

—¿De qué hablas, Oliver?

—¿Qué es lo que intentas hacer ahora? Primero las exiliaste en el abandonado Castillo de Invierno, luego hiciste que participaran en las actividades de la alta sociedad... fueron a fiestas, organizaron eventos, hicieron todo. —Dio un suspiro. —Se adentraron a fondo en esa sociedad que solo creaba rumores de ellas...

—¿Vas a seguir restregándolo en mi rostro?

—¿Admites que lo hiciste a sabiendas del daño?

Hubo silencio.

—Eso pensaba... Solo te estoy dando una visión más clara de tus acciones, un pequeño recordatorio, pero en fin... ambas se esforzaron para volver a pertenecer al mundo del cual las alejaste y ahora, ¿quieres que ella vuelva? Dime... ¿No era más fácil dejarlas continuar viviendo en aquel castillo? Fuera de todo esto, de la gran capital, alejadas de tu vista... ¿Cuál es tu maldito plan ahora? ¿Qué piensas hacer? ¿Por qué obligas a Amelie a vivir en este castillo?... En primer lugar, tú las echaste.

—¡Falso! Le di a elegir a Diana, fue su decisión.

—¡Entre la espada y la pared! No le dejaste mucha elección... pero ese no es el punto, quiero saber que harás con Amelie, si intentas hacerla feliz, ya es muy tarde para ello... ¿Así que, de qué sirve traer a las personas que ella quiere, cuando no puedes traer de vuelta a quien amaba?

El silencio volvió a reinar.

Me acerque al borde de la puerta para asomarme tan solo un segundo, tenía curiosidad por la escena que estaba detrás de la puerta y realmente era algo que no esperaba, la habitación estaba casi a oscuras, mi padre estaba sentado en un pequeño sofá con sus manos cubriendo su rostro, estaba desesperado, esa era la sensación que me daba y Oliver... él estaba frente a él, quieto, como si se tratara de una estatua. Mi padre temblaba casi a sus pies, no... no estaba temblando, sino que estaba llorando, esa escena me dio escalofríos, nunca había esperado ver algo así, habían invertido sus papeles y ello me dio miedo.

Ver llorar a mi padre me estaba afectando mucho más de lo que había imaginado, me aleje rápidamente de la puerta; sé que él no era bueno conmigo, que no me quería, que era una molestia, pero una parte de mí no quería verle sufrir, no me gustaba verlos de esa forma, a ambos.

—Culpa. —Dijo entre algo similar a sollozos. —Desde ese día solo he sentido culpa... En un inicio estaba molesto con ella, me oculto demasiadas cosas, pero ya ni siquiera puedo reclamárselas... ya es demasiado tarde para mí, hice todo, lo inimaginable para que aquellos sentimientos se fueran, para no llevarlos demasiado lejos. —Sabía que estaba llorando, no necesitaba verle para saberlo, se notaba en su voz, por primera vez escuchaba a mi padre quebrarse. —No importa que, ellas son idénticas... Oliver, no solo soy el rey, como dijiste, soy... su padre y fui su esposo, me deje llevar, acepte cosas que no debía de aceptar y...no importan los motivos, no lo justifican, pero creeme que quise protegerlas, pero ya era demasiado tarde, la decisión no estaba en mis manos...

Mi padre estaba perdido, yo estaba perdida, yo conocía ese sentimiento, sabia a lo que se refería y aunque me doliera admitirlo, yo le creía, dentro de mi había una pequeña parte que creía en sus palabras.

Ello había sido demasiado para mí, me negaba a seguir escuchando esa conversación.

Necesito descansar.


Aquel día fue difícil volver a dormir y no me atreví a dar vueltas nocturnas en un largo tiempo; incluso cuando no podía dormir solo caminaba en círculos en mi habitación, puede sonar algo ridículo, pero escuchar llorar a mi padre, su confesión y aquella discusión realmente me había movido el piso.

Admito que me sorprendió de alguna forma saber que mi padre, el gran rey, si poseía un corazón, que no era simplemente alguien de sangre fría, sino que también era capaz de caer profundamente. Sin embargo, el hecho de que él sienta culpa no va a hacer que nada cambie.

Me obligué a no seguir recordando aquella conversación, no me ayudaba en nada, de hecho, me proporcionaba más noches sin dormir y eso no me gustaba, por otro lado, no pensé que los días serian tan estáticos en este castillo, es decir, todos los días son iguales.

Nada cambia.

Todo se mantiene igual, en el mismo orden, de la misma forma. Casi como si se tratara de un reloj, el cual giraría sus manillas a la misma velocidad por el resto de su vida. Mi rutina era monótona: despertar, vestirme, clases de piano, desayunar, clases de ballet, almorzar, clases de etiqueta, tomar el té junto a mi padre, continuar estudiando e irme a dormir. Toda tenía su momento y su lugar, la vida de una princesa estaba marcada por márgenes, por una lista que se debía seguir al pie de la letra cada día, hasta no cometer ningún error al realizarla.

Pensar en ello solo me hacia extrañar mi antigua vida, la que tuve junto a mi madre, en el castillo de invierno podíamos estar alejadas de todo, pero éramos libres...

Tres suaves golpes en mi puerta me devolvieron a la realidad, mientras pensaba me había quedado mirando un punto fijo en el gran espejo, pestañeé para salir del trance y me vi reflejada a medio vestir, con el cabello hecho un desastre y absolutamente no preparada para ir de visita al reino vecino como estaba estipulado.

Arreglé mi vestido lo más rápido que pude y corrí a buscar un cepillo para arreglar mi cabello, se escucharon otros tres pequeños golpes antes de que la puerta se abriera, era Jane.

Le mostré mi mejor sonrisa antes de acercarme a darle un abrazo, sabía que me regañaría por no estar lista.

—Buenos días, Jane, ¿Cómo has dormido? —Ella solo soltó un suspiro.

—Nada de abrazos, pequeña princesa, le di tres horas para prepararse y... aun no esta lista, solo miré ese vestido... no es el adecuado para la visita que haremos.

—Y ni hablar de mi cabello... —Murmure y ella hizo una mueca. —Lo siento, Jane, intente no distraerme, pero me has despertado demasiado temprano, era imposible estar realmente lista... —Intente ganarme su corazón con un puchero, pero no funciono.

—Amelie, sé que no tienes ánimos de hacer este viaje, pero... habrá cosas que no vas a poder evitar, además, hiciste una promesa con tu padre, no puedes negarte ahora. —Asentí con la cabeza, no me gustaba cuando ella tenia la razón. —Vamos, primero debemos quitarte ese vestido.

Ella abrió mi armario y comenzó a sacar vestido tras vestido, su elección termino siendo uno de torso blanco con pequeñas lavandas bordadas en color dorado, la falda era de un violeta muy hermoso y brillante, ato una cinta a mi cintura, ello era algo que nunca podía faltar, era como si mi nombre viniese atado a una cinta con un gran moño, le mostré mi mejor sonrisa ante el espejo.

Amelie de Róman: La princesa de las cintas brillantes.

De seguro sería un gran apodo, ahí va la pequeña princesa pelirroja, aquella que usa cintas en todos sus vestidos como si su cabello no fuese lo suficientemente llamativo, no pude evitar reírme. Además, era absurdo, me estaba vistiendo horas antes de siquiera terminar de empacar mis cosas en el carruaje.

¡Lo entiendo! Sé que viajar al Reino Lavanda es un viaje de horas, pero aun así... vamos a viajar durante la madrugada para llegar antes de que el sol se oculte, aunque sean reinos vecinos, están casi a un día de distancia, además, había tiempo suficiente para viajar en un cómodo vestido y horas antes detenernos en una posada para hacer el cambio de vestido, era una idea simple pero descabellada para Jane.

Cuando el vestido estuvo listo, ella me hizo un lindo peinado y decoro mi cabello con pequeñas flores lavanda, bueno, realmente era una tiara de oro con ese diseño, pero los cristales morados hacían que se viera tan real.

—Entonces... ¿Era necesario la gran sutileza de tu vestido? —Rosemary dejo a un lado su taza de té. —Es decir, solo mirate...Al menos tiene algo de estilo, de lo contrario yo lo tomaría como ofensa. —Di un suspiro intentando mantener la calma, era desagradable verla todas las mañanas y sobre todo en el desayuno.

Está bien, se notaba a leguas que iría de visita al reino lavanda, no era necesario que lo dijeran, mi vestido era un claro homenaje, incluso mi padre se rio al verlo, en cambio Rosemary se quejó de lo exagerada que estaba siendo Jane.

—Si me disculpan, terminaré mi desayuno en la cocina... —Me levante de la mesa sin pensarlo dos veces, pero me detuvo la mirada de mi padre.

—Rosemary... No es necesario seguir comentando, además, es innovador. —Dejo su taza de café a un lado. —Conozco a Cassandra, le gustara el detalle.

—Gracias, padre. —Le di una pequeña sonrisa antes de sentarme a terminar mi desayuno.

Me apresure para no seguir soportando la mueca de Rosemary, estaba cansada de sus berrinches de niña pequeña, si yo la pequeña de aquí, si hiciera un berrinche estaría justificado, pero los de ella no.

—Con su permiso, altezas. —Levante mi taza por costumbre, pero una de las sirvientas se apresuró a quitármela de las manos y volverla a dejar en donde estaban, olvidaba que en este castillo no debía hacer nada por mi misma.

—Amelie.

—¿Si padre? —No esperaba que me detuviera.

—Esta vez no podre acompañarte, así que te pido que hagas entrega de esta carta a la Reina Cassandra. —Le entrego un sobre brillante a una de las sirvientas y ella fue quien me lo entregó a mí.

—Si padre. —Hice una reverencia hacia él antes de irme, esperaba que al menos me deseara un buen viaje. Mientras caminaba podía escuchar como Rosemary se quejaba de mí, yo intentaba ignorarla, pero cada día me lo hacia más imposible, además, aunque quisiera evitarlo... a una pequeña parte de mi le molestaba que nadie me defendiera de sus palabras.

—Querido, te lo he dicho una y mil veces, esa niña es un dolor de cabeza permanente... ¿Has visto con la forma en que me miraba? ¡Oh! Y no es solo eso... ¿realmente piensas que esta bien que vaya vestida de esa forma? Si no la reconociera por ese espantoso cabello naranja diría que perten... —Poco a poco su voz se fue haciendo cada vez más pequeña hasta que no pude escucharle más.

A mi me gusta mi cabello, era brillante y diferente al del resto de personas, aunque por culpa del mismo hayan pasado cosas malas. Mantuve ocupada mi mente haciendo una lista de todo lo que no me podía faltar para el viaje, admito que gran parte de la lista ya lo tenia preparado Jane con antelación, ella era realmente increíble, pensaba en cada detalle.

Las manecillas del reloj pasaron más rápido de lo que creí; las maletas que hace unos momentos estaban en la puerta de mi habitación ahora habían desaparecido, se las llevaron al carruaje. De un segundo para otro mis nervios habían aumentado o quizás se podía llamar ansiedad, quería saber a que me estaba enfrentando al visitar el reino vecino, pero aun quedaban las horas de viaje.

Cuando salí del castillo me encontré con Jane, ella me había estado esperando con un libro entre sus manos mientras que Oliver estaba apoyado en el carruaje.

—¿Preparados para irnos? —Pregunte con una media sonrisa.

—No —Oliver negó al mismo tiempo que Jane asentía.

—Si, lo estamos princesa. —Le dio un pequeño golpe con el libro.

—Princesa, es necesario que suban al carruaje, de lo contrario se nos hará tarde. —Era uno de los caballeros de mi padre, era curioso que fuese él quien hiciera de cochero, mayormente lo hacia uno de los sirvientes.

El viaje fue silencioso, cada uno estaba sumergido en sus pensamientos, Oliver iba junto al cochero, Jane estaba sumergida en su libro, ¿y yo?... solo me dedique a ver por la ventana, el paisaje se quedó estático por mucho tiempo, incluso llegue a pensar que no nos habíamos movido del castillo de mi padre y lo hubiera creído si no hubiese escuchado el galope de los caballos.

No tarde mucho más en quedarme profundamente dormida.

Me hizo bien dormir un poco, o a medias, ya que pude escuchar la voz de Jane leyendo su libro, ello me había hecho relajarme aun más... de alguna forma, me recordaba a mi madre, ella solía contarme historias antes de dormir y Jane había hecho casi lo mismo.

—Jane, ¿Qué le parece detenernos a almorzar? Ya han pasado varias horas... Amelie debe tener hambre.

Cuando escuché la voz de Oliver, fingí seguir dormida, estaba muy a gusto recostada en las piernas de Jane.

—No me gustaría despertarla, además... —Pude sentir como abría las cortinas. —Estamos a mitad de una pradera, ¿esperas que la princesa coma su almuerzo en el suelo?

—Oh vamos, Amelie no es tan quisquillosa, además, le hará bien tomar aire fresco.

—Tienes razón, nuestra princesa no es como el resto.

—No debería sorprenderte, es idéntica a su madre... ¡Auch! ¿Por qué hiciste eso Jackson?

—Hablas demasiado informal sobre la difunta reina, ten algo de respeto.

—Pero si yo...—Sé quedo en silencio. —No golpees a tus superiores. —Termino diciendo.

Jane soltó una pequeña risa y yo intente contener la mía.

—¿Le parece bien detenernos en este lugar, señorita Jane? —Jackson pregunto.

—Si, es un buen lugar. —El carruaje se detuvo en seguida. —Amelie... ya es hora de despertar. —Había cambiado su tono de voz a uno más suave. —Vamos, despierta, pequeña princesa.

—Mmm... —Me levante estirando mis brazos. —¿Ya hemos llegado? —Pregunte mientras me acomodaba en el asiento, debía continuar mi pequeña mentira.

—Hemos realizado una pequeña parada para almorzar.

—¡Siii! Hora del almuerzo —Le mostré mi mejor sonrisa antes de que ambas bajáramos del carruaje.

El aire dulce y fresco de la pradera, los cálidos rayos de sol, las brillantes flores que decoraban el paisaje, todo era hermoso. Era una vista digna de una postal, o mejor dicho, de un cuadro... de vez en cuando olvidaba que muchas de las cosas que conocía, aun no existen.

—Amelie, ¡si corres vas a ensuciar tu vestido!

—No es correr, solo camino rápido. —Respondí mientras daba vueltas por doquier, este lugar me transmitía mucha libertad, quizás era porque estaba alejada de la vista de mi padre.

Durante el almuerzo, Oliver estuvo lanzando bromas que solo los caballeros entendían, a decir verdad, no era buen comediante, pero se notaba su esfuerzo por hacernos reír. Escapar del bullicio del reino no me estaba haciendo mal, aunque era más porque confiaba en que los rumores que me rodeaban no cruzaron la frontera.

El viaje continuo entre risas y pequeños chistes, pero, aunque quisiera concentrarme en ello, no podía dejar de pensar en como seria el reino vecino, ¿será muy distinto a mi hogar? Quizás no logré encajar con la familia real, ¿y si cometo algún error? Debí de haber investigado un poco antes de venir, aunque... aun era una niña, quizás si me equivocaba en algo lo dejarían pasar, al fin de cuentas, el príncipe debe tener mi misma edad.

Claro está, si fuese él mi invitado, estaba claro que como anfitriona no podía cometer ningún error. Cada uno conocía sus propias tradiciones como la palma de su mano, era de las primeras cosas que te enseñaban.

—No estés nerviosa, estarás bien. —Me voltee a verla.

—No estoy nerviosa...

—Has estado mirando a la nada con el ceño fruncido. —Le dio un pequeño golpe a mi nariz. —Pequeña princesa, todo saldrá bien, no te angusties antes de tiempo... como dicen por ahí, no esta bien comer ansias.

—Lo intentaré.

El resto de las horas de viaje pasaron volando, Jane termino de leer su libro en voz baja, mientras que Oliver y los dos caballeros cantaban canciones que solo ellos entenderían, debían de ser populares.

Justo antes de la entrada del reino, había un gran puente de color blanco, su diseño era mucho más moderno de lo que se podía ver en Róman. Cruzamos la enorme ciudad antes de encontrarnos frente al castillo, en la plaza había personas cantando y bailando, lucían tan alegres que te daban ánimos de acompañarlos a bailar, por otro lado, haber vivido en un castillo no significaba que estuviese acostumbrada a verlos.

Era enorme y estaba pintado de color amarillo oscuro, el techo era de un plateado brillante, no sabría decir si era la mejor combinación de colores, pero lo hacia ver muy elegante. El carruaje se detuvo frente a la puerta principal, la cual estaba resguardada por dos caballeros con trajes de color azul y plateado, aunque lo que más resaltaba eran los destalles de color blanco, poseían una mirada seria, pero desde lo lejos se podían confundir con ángeles.

Oliver fue el primero en bajar del carruaje para saludar a los otros caballeros, luego me ayudo a bajar mientras me presentaba.

—Caballeros, les presento a la Princesa Amelie Charlotte de Róman, la primera flor del Reino de Róman. —Hice una pequeña reverencia hacia ellos en forma de saludo antes de girarme levemente hacia Jane, Oliver le había ayudado a bajar de la misma manera que lo hizo conmigo. —Junto a la princesa se encuentra la Señorita Elizabeth Raymond.

Ambos caballeros asintieron con la cabeza, haciendo una reverencia haca nosotras antes de abrirnos las puertas del castillo en completo silencio, ello me hacia preguntarme si eran demasiado tímidos o debían de mantenerse serios todo el día.

Un señor vestido de traje nos estaba esperando, su cabello era tan blanco como la nieve, aunque no aparentaba más edad que Oliver, a quien, debo admitir que le habían comenzado a aparecer varios cabellos blancos. Él señor no poseía ninguna simple arruga, lo que me hacia estar mas confusa con respecto a su edad, además, tenía una belleza extraña... tan angelical como los caballeros que estaban fuera del castillo.

—No es necesario presentarme, es más importante hacerle llegar a su majestad el rey que sus invitados han llegado. —Hizo una seña a una de las sirvientas que pasaba por ahí. —Anna, te pido que les enseñes el gran salón a nuestros invitados, confío en que será del agrado de la pequeña dama. —Se despidió con una reverencia antes de subir por las grandes escaleras que estaban frente a nosotros.

—Qué alegría tener de visita a la joven princesa, si me lo permite, quiero invitarlos a pasar al gran salón.

—Será un honor, señorita Anna. —Le mostré una sonrisa antes de mirar a Jane, quien asintió suavemente con la cabeza, hasta la hora estaba haciendo todo bien. Ella nos guío hasta el dichoso salón... sus paredes eran rojas, pero poseían un marco pintado de blanco, las mesas eran de un dorado muy brillante y poseía un candelabro en cada esquina, pero nada de ello llamo tanto mi atención como los cuadros que colgaban en las paredes.

Había toda clase de pinturas, desde retratos, hasta paisajes inimaginables, el que más llamo mi atención era el de una mujer pelirroja que se balanceaba en un columpio, su vestido era de un celeste brillante y parecía tan feliz, al menos ello me confirmaba que este reino es distinto al de mi padre.

En una esquina había un retrato de una mujer de cabello blanco, sobre su cabeza había una hermosa corona con piedras azules, de solo ver la grandeza de la corona sentí un gran peso sobre mi cabeza, debía de ser pesada. Sin pensarlo dos veces me acerque para ver mejor el cuadro, a pesar del cabello blanco lucia demasiado joven, intente analizarlo para adivinar la edad, pero me distraje en un rectángulo dorado que estaba en la parte inferior, tenia grabado en letra cursiva: "Reina Casandra, segunda luz del Reino Lavanda, en el día de su coronación".

Así que se trataba de una Reina, su cabello era inusual, aunque puede que sea solo parte de la libertad del pintor... Debía de admitirlo, me daba envidia, en mi reino cualquier color inusual de cabello era condenado, pero hasta el momento nadie ha hecho una mueca al verlo, me gustaría que en casa fuese de esta forma.

Y sé que es ridículo lamentarme por ello, de seguro en este lugar no existió una tal Cornelia de Róman que cometió múltiples asesinatos provocando un miedo entre sus súbditos a las personas pelirrojas, además, existe la maldición de la que hablo mi madre, así que ya son dos motivos para no tener buena fama en mi reino.

Oliver camino hasta estar a mi lado.

—Es muy hermosa, ¿no es así?

—Lo es, su cabello también me gusta mucho.

—A decir verdad, su cabello es más blanco que plateado, la pintura lo hace parecer un poco gris.

—¿Conociste a la Reina? —Él comenzó a reír.

—Oh Amelie, ¿Ya olvidaste quienes te han invitado? —Dijo entre risas.

—¡Ella es la Reina Cassandra! ¿La que menciono mi padre, no es así?

—Creo que no has prestado atención a nada de lo que te ha dicho Jane... ¿Quién pensaste que era?

—Alguien con el mismo nombre... —Volvió a estallar en risas, pero fue callado por Jane.

—Mi pequeña princesa, ella es la actual Reina del Reino Lavanda y... —No pudo continuar pues le interrumpió la entrada de cuatro personas. Se trataba del Rey, la Reina y sus dos hijos: los príncipes; el Rey lucía un traje azul brillante con botones blancos, en cambio la Reina vestía un brillante vestido rosado, sin duda era como un ángel, intente acercarme para ver más de cerca a los príncipes, pero estaban escondidos detrás de la gran falda de su madre, aunque uno de ellos era más alto, por ende, era imposible no verle.

Hice una reverencia antes de presentarme, la mirada fija del rey me hacia sentir algo nerviosa, era como si me examinara de pies a cabeza, pero de una forma distinta a como lo hacia mi padre, es decir, no me daba miedo.

La reina mantuvo una sonrisa, ella tenia la mirada fija en mi cabello, lo cual hizo que me ruborizara, de alguna manera, pensaba que iba a pasar desapercibido, pero sabía que era inevitable.

—Majestades, soy Amelie de Róman, primera flor del reino de Róman. —Tome las puntas de mi vestido para hacer una reverencia o, mejor dicho, las reverencias, pues debía inclinarme hacia los cuatro integrantes de la familia real. —Es un honor para mi el estar frente a ustedes. —Alce mi cabeza dándoles una sonrisa. —Les presento a Jane, Elizabeth Raymond, es mi dama de compañía y tutora. —Le hice una seña, tal como lo habíamos practicado.

—Es un gusto poder visitarles, sus majestades. —También hizo sus reverencias.

—Ellos son mi escolta el día de hoy, Sir Oliver Cass, Sir Jackson Miller y Sir Jonathan Black. —Me miraron de reojo mientras daban una sola reverencia mientras les nombraba.

—Es la primera vez que alguien presenta a sus caballeros por su nombre... —Pude escuchar al rey murmurar, su expresión era de sorpresa, me giré hacia Jane y ella solo negó suavemente con la cabeza. ¡Lo había olvidado! A los caballeros solo se les presenta con su apellido, me deje llevar porque en casa siempre les llamaba por el nombre, claro, cuando no estaba mi padre presente.

—La pequeña princesa, se ha acostumbrado a nombrar a cada integrante del palacio por su nombre, es algo que heredo de la difunta Reina Diana. —Fue Jane quien salió en mi rescate.

—Oh... Si ese es el caso, no habría porque negarle hacerlo aquí... —Se giro hacia el rey. —Solo nos ha llamado la atención, las costumbres de cada reino son distintas. —La voz de la reina era muy suave, ella camino hasta estar frente a mí, acomodo su vestido para agacharse sin problemas, dejando al descubierto a ambos príncipes que me miraban desde la distancia. —Princesa Amelie, es un honor para nosotros que estés aquí... espero que puedas sentirte cómoda en este castillo tal como lo hizo tu madre hace unos años atrás. —Mi sonrisa se esfumo al escucharle hablar de mi madre, ¿se habían conocido? ¿desde hace cuanto tiempo? ¿cuántas veces mi madre habrá recorrido este castillo? —Uno siempre mantiene los buenos recuerdos de los lugares nuevos, así que... no te dejes llevar por la opinión del Rey y corre libremente por los pasillos.

Estaba mucho más confundida que al inicio. Los ojos de la reina estaban cristalizados, sentía que me estaba ocultando algo doloroso, pero no entendía su relación con mis padres, además, nunca escuche a mi madre hablar de ningún reino vecino... aunque seis años de historias no fueron suficiente para conocer todo de ella.

—Madre, no creo que deba acaparar toda la atención de nuestra invitada. —Fue el príncipe más alto quien habló, ella asintió con la cabeza y yo pude sentir como mis mejillas se volvían rojas.

Tenía muchas dudas, pero ya encontraría el momento indicado para preguntar.

Ella volvió a su lugar junto al rey, quien le abrazo por la cintura. —Solo está emocionado, perdona su imprudencia. —Pude escucharle susurrar hacia su esposa, no pude evitar sonreír al verlos, eran una bonita pareja.

—Querida princesa. —Me gire hacia el más alto de los hermanos. —Soy Ethan Russell, el primer príncipe del Reino Lavanda. —Hizo una reverencia hacia mi a la par que tomaba suavemente una de mis manos para darle un pequeño beso, si mis mejillas estaban rojas antes, ahora el color debía haber aumentado de intensidad, no pude hacer nada más que sonreírle. —¿Fui demasiado formal? —Susurro en mi oído, dándome un pequeño escalofrío por la espalda, Amelie, eres una niña, ¿Cómo te puedes sonrojar por un beso en la mano?

—Ethan, no intentes acaparar la atención de nuestra invitada. —Fue más en tono de burla que de regaño, mi mirada viajo por todos, él solo hizo una mueca en forma de disculpa, a decir verdad, parecía que a todos les había dado gracia la escena, con excepción de Oliver y el segundo príncipe.

Ethan obedeció a su padre, volviendo a su lugar, aunque mantuvo una gran sonrisa en su rostro, no se arrepentía de haberse burlado de mí.

La mirada atenta de Oliver me hizo sentir nerviosa, era la primera vez que interactuaba con alguien cercano a mi edad, sé notaba que estaba preocupado por mí, pero debería de mostrarme una sonrisa, no tener la mirada seria como si quisiera golpear a alguien. Además, hizo que mis nervios aumentaran al acercarse la nada a mi lado, no sabía si lo había hecho para darme ánimos o simplemente quería marcar una línea invisible, por raro que parezca.

El menor de los hermanos se acercó a mí, estando quieto lucia mucho más alto, pero solo me ganaba por un par de centímetros, no como Ethan que me gana por edad. Le mostré una pequeña sonrisa antes de que él hiciera una reverencia, esperaba que no se burlara de mi como su hermano.

—Princesa Amelie, permítame presentarme... Soy Christopher Russell, el segundo príncipe del Reino de Lavanda. —Tomo mi mano sin pensarlo, no de forma brusca, pero fue mucho más directo que Ethan, pude notar como paso uno de sus dedos por ella, como si tratara de limpiarla, le dio un pequeño beso sin apartar la vista de mis ojos, ambos eran muy diferentes.

Se devolvió a su lugar con una media sonrisa y pude ver como Ethan le murmuraba algo al oído, en eso se acerco tanto el Rey como la Reina.

—Nos enorgullece su visita, princesa Amelie, soy el Rey Jackson Russell, luz del Reino de Lavanda, pero evitemos las formalidades, me gustaría que solo me llamases Jackson. —Hizo una media reverencia antes envolver una de mis manos con las suyas, las agito suavemente antes de girarse hacia la reina.

—Más honrada me siento yo, su altez... digo... Jackson. —Pude notar como había fruncido el ceño es por lo que intenté corregirme de forma rápida.

—Estoy contenta de que al fin podamos conocernos, soy la Reina Cassandra Russell, luz del Reino Lavanda, pero tal como ha dicho mi esposo, evitemos las formalidades... Te doy la bienvenida a nuestro reino y hogar, espero que los disfrutes.

—Muchas gracias a todos por la bienvenida, estoy muy feliz de que me hayan recibido en su hogar.

—Imagino que fue un largo viaje, les preparamos una cena de bienvenida, la cual debería de estar lista en unos minutos... si gustan podemos mostrarle donde estarán sus habitaciones. —Fue el rey quien tomo la palabra.

—Hay algo que me gustaría conversar con la señorita Jane, si quieres puedes adelantarte con el resto. —Dijo la reina.

—Oh, casi lo olvidaba. —Revise uno de los bolsillos de mi vestido y saque la carta que me había dado antes mi padre.

—¿De dónde...? —La reina iba a preguntar algo, pero se quedo callada.

—Mi padre me pidió que le hiciera entrega de esta carta, en ella debe encontrar los motivos de su ausencia.

—Muchas gracias, princesa Amelie, me asegurare de darle una respuesta. —Tomo la carta y la alzo para mostrársela al rey con una media sonrisa, como si estuviera algo decepcionada o esperase más de mi padre. —Christopher, ¿Por qué no le das un paseo por el castillo a Amelie? Mientras nosotros les mostramos las habitaciones.

—Sobre eso... —Ethan comenzó, pero su madre negó con la cabeza.

—Es una buena idea, madre. —Aunque mostrase una sonrisa, no aprecia convencido del todo.

—Está decidido entonces, no se tomen mucho tiempo. —Aunque su voz fuese dulce, no coincidía con sus acciones, prácticamente nos había echado del salón, cerrando la puerta tras nosotros.

Por algún motivo, no me había sorprendido por su actitud, desde que vio la carta sentí un ambiente extraño; dejé mis pensamientos de lado para voltearse hacia Christopher, pero, él ya estaba caminando por uno de los pasillos.

—¡Hey! Esperame... —Le pedí mientras intentaba alcanzarle.

Caminamos en silencio, uno detrás del otro, mientras subíamos por las escaleras le pude escuchar suspirar, no debía de hacer algo si no quería, perfectamente podíamos fingir que fuimos a dar un paseo, al fin de cuentas... ambos sabemos de que trata todo esto, fuimos ligados a un destino sin nuestro consentimiento, era una de las consecuencias por ser de la realeza.

Negué con la cabeza, no debía de ser tan pesimista, puede que este igual de incomodo que yo, al fin de cuentas, estábamos en el mismo barco, no seria raro o extraño. Los sonidos de nuestros pasos recorrían el pasillo del segundo piso, los sirvientes evitaban mirarnos mientras caminaban cerca nuestro.

Solo intercambiamos un par de palabras, uno o dos comentarios sobre los retratos y pinturas, nada en específico, nada en especial, no más de tres o cuatro frases. Todo iba bien hasta que nos topamos con el final del pasillo, él se detuvo de golpe frente a la pared vacía, no me dio tiempo de reaccionar, sus manos estaban sosteniendo el cuello de mi vestido con fuerza.

—Así que... ¿Amelie de Róman? —Me miro fijamente a los ojos.

—Christopher, suéltame... —Le pedí, pero solo hizo que él me elevara un poco del suelo, ¿Qué tan fuerte podía ser un niño de mí misma edad? ¿Acaso yo estaba muy delgada? ¡Jane me va a regañar si algo le pasa al vestido!

—Solo eres una niña pequeña, no tienes nada de interesante... pff... prefiero cualquier castigo a esa absurda alianza de matrimonio.

—No te creas la gran cosa, Christopher. —Le mostré una sonrisa, no podía actuar con miedo, debía ser diferente, de esa forma no caería en su juego. —Quiero este matrimonio tanto como tú lo quieres. —Intente zafarme, pero me era algo difícil. —Suéltame o voy a gritar.

—Nadie podría escucharte desde aquí... las escaleras están demasiado lejos.

—Pero las ventanas están abiertas. —Eso no se lo esperaba, a los segundos comenzó a reír y me soltó de su agarre, mi primer instinto fue correr, pero por alguna razón me quede quieta.

—¿Con que la misma cantidad? Desde ayer que los sirvientes estuvieron dando vueltas por el castillo, preparando cada detalle... ¡Todo estuvo de cabezas! Pero resulta que tu no quieres este matrimonio. —No parecía molesto, pero tampoco ofendido.

—¿Qué estabas esperando? ¿Una princesa que sueña con casarse y vivir en un brillante castillo como lo hicieron sus padres?

—¿Acaso no eres una princesa? Llena de brillos y con un vestido extravagante, todo de ti dice que eres ese tipo de niña pequeña.

—Ese sin duda es un estetiotipo muy...

—Estereotipo. —Me corrigió y yo asentí con la cabeza.

—¡Como se diga! No debes dejarte llevar por las apariencias... —Iba a continuar, pero el me interrumpió.

—Eso es cierto, si solo se tratara de apariencias, tu esposo seria un conejo, zanahoria.

—Un conejo sería mejor esposo que tu... —Murmure.

—Lo que digas, zanahoria... eres muy extraña.

—¿Qué? —No pude evitar reír, claro que yo era extraña, iniciando porque no soy de este mundo y nací con un color de cabello que esta prohibido en mi propio reino, ¿puede haber algo más extraño que eso? —Si lo soy.

—Deja de darme motivos para confirmarlo.

—Pero si quien lo ha confirmado soy yo... ¡Estas condenado a casarte con niña extraña!

—No es solo eso.

—¿Entonces, que es?

—Todo lo que haces, actúas como adulta sin serlo, hablas como si lo supieras todo, es irritante.

—¿Quiere decir que soy irritante? Creo que le ha disgustado no poder ofenderme.

—¿Cuándo naciste??

—¿Eso a que viene? pensé que lo sabias.

—Solo responde, ¿Fue en invierno?

—Es en primavera.

—Soy mayor que tú.

—¿Y eso que tiene que ver?

—Actúas con mucha formalidad. —Se encogió de hombros, era curioso lo rápido que había cambiado el ambiente entre nosotros.

—¿Hay algún problema con que suene formal al hablar?

—No es eso, solo... no actúes como algo que no eres, una vez leí que si actuabas como no te correspondía, terminarías ignorando la simpleza de la vida.

—¿Te preocupa que ello me suceda a mí?

—Si estamos obligados a casarnos, no quiero soportar charlas extrañas toda mi vida.

Si pensaba bien en ello, es verdad que los adultos miran con nostalgia su infancia, deseando cambiar sus acciones, imaginando o, mejor dicho: torturándose, con el "qué hubiera pasado si..." provocando que creen un mundo ficticio en su mente, donde todo lo que pudo salir mal en su pasado, podía ser arreglado, aunque solo sea por algunos minutos. Era capaz de entenderlo pues era algo real, algo que no solo sucedía en este mundo, sino en el mío; para los niños el tiempo es infinito, lo disfrutan en cada momento, en cambio, varios adultos lo toman como una carga: el tiempo no es infinito y significa el fin de sus días, por trágico que pueda sonar, negué con la cabeza lentamente, como si con aquel acto, todos esos pensamientos fueran capaces de irse o incluso, de desaparecer.

—Admito que no lo he entendido del todo, quizás esos meses de diferencia hacen que me sea más difícil comprenderte. —Mentí.

—Es aburrido, mejor continuemos con el recorrido. —Se dio media vuelta y comenzó a caminar. —Amelie, no sé cómo actúas en tu reino, pero este es un lugar diferente... no debes aparentar nada, ya sabes... nuestros padres pueden ser los reyes, pero siguen siendo nuestros padres...

—Si...

No quise decir nada más, ello me había tomado por sorpresa, sus cambios de actitud me habían desconcertado y no sabia como entenderle, era mucho más complicado de lo que creía que seria, pero... en algo tenia la razón, este lugar era distinto, ya no estaba frente a Rosemary ni a mi padre, mucho menos escuchando el llanto de Adelaida, durante el tiempo que pase en este reino no deberé ir a desayunos incomodos o soportar comentarios molestos por mi cabello o por mi actuar.

Ya no estoy en casa.

—Gracias... aunque, la próxima vez que intentes hacerte el rudo, te daré un buen golpe.

—Intentare recordarlo, zanahoria.

Pudo haberse disculpado, pero no lo hizo.

Aunque yo tampoco quería continuar con la conversación, me sentía frustrada y algo confusa, como si mi instinto me dijera que algo no estaba bien, pero mis ojos no podían verlo. Para este tiempo, había recordado varias cosa sobre la vida de la Amelie original, sabía que iba a tener una discusión con uno de los príncipes, pero por algún motivo... siento que no debía de ser de esta forma, como si algo hubiera cambiado. Sé que al principio no nos llevamos muy bien, pero no recuerdo nada más y ello me produce inestabilidad, sé que Jane y Oliver están a mi lado, pero no les puedo contar todo, además, a mitad del camino recordé que dejé mi libreta de sueños en el escritorio... es por lo que siempre hay que revisar más de una vez las maletas antes de irse de viaje.

—Vamos, ya debería ser hora de ir a cenar.

No se volteó a verme y no dijo ninguna palabra más, yo intente seguirle el paso, pero él siempre lograba quedar dos pasos más adelante y eso me incomodaba, como si por algún motivo no quisiera ir tan lejos, pero tampoco me gustaría ir a su lado, es extraño.

Aunque puede que todo el viaje haya hecho que me sienta algo abrumada.

Holaa a todos, ¿Cómo han estado?

Admito que esta vez sí que me he tomado mi tiempo para sacar este capítulo, he cambiado varias cosas y me he impresionado por muchas cosas más, pero antes de ello quiero disculparme.

No pensé que el semestre pasaría tan rápido en la universidad y estuve prometiendo este capítulo por meses, intentaré ser más organizada en este nuevo semestre. Quiero darte las gracias por seguir estando ahí a pesar del tiempo.

Ello me lleva al segundo punto, como bien sabrán, está historia termina en el capítulo número 15 y ya vamos en el 11... ello me tomo realmente por sorpresa, siento que hemos avanzado demasiado rápido en la historia, así que mi idea es ir agregando nuevas escenas, mucho más de las que ya he añadido en los anteriores capítulos. 

Quiero entregarles una buena trama y que ello les haga disfrutar aún más esta historia. 

Espero seguir contando con su apoyo.

 No olvides darle CLICK a la estrellita si te ha gustado, pues de o contrario... Peter Pan no podrá encontrar la segunda estrella a la derecha para regresar a nunca jamás.

¡Nos leemos pronto! 

[Editado por última vez: 21-06-2022] 

Pd. No había tocado este capítulo desde el 2021.

[Editado por última vez: 27-12-2023]

Pd. Se modifica el cumpleaños de Amelie.

Continue Reading

You'll Also Like

3.6K 346 8
Historia alternativa de "Eres mia" "Me perteneces"
2.3K 480 39
Ser la líder de una banda no es fácil. Peor aún si nunca tuviste opción de decidir lo que realmente querias. Tomar decisiones puede ser peligroso, po...
30K 1.7K 25
-𝐋𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚 𝐧𝐮𝐞𝐯𝐚 𝐞𝐬 𝐦𝐮𝐲 𝐥𝐢𝐧𝐝𝐚.... -𝐐𝐮𝐢𝐞𝐧 𝐞𝐬 𝐞𝐬𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚? 𝐄𝐬 𝐦𝐮𝐲 𝐥𝐢𝐧𝐝𝐚!★ -𝐄𝐧𝐭𝐫𝐚 𝐮𝐧𝐚 𝐜𝐡𝐢𝐜𝐚 𝐧�...
150K 19.7K 69
Sinopsis Tras encender el gas para perecer junto a quienes codiciaban la fortuna de su familia, Lin Yi transmigró a otro mundo, ¡y estaba a punto de...