DOMINIK© [2]✔

By LuisianaVons

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El problema con las segundas oportunidades es que a veces no sabemos aprovecharlas hasta que las perdemos. ... More

DOMINIK
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Epílogo.
NOTA FINAL DEL AUTOR

Capítulo 29

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By LuisianaVons


DOMINIK.

Los sonidos llegan a mis oídos pero son aislados. Cada cosa que escucho, cada movimiento que percibo, cada maldita imagen que vislumbran mis ojos. Todo está aislado. Todo está distorsionado. Alessia cierra sus parpados aún entre mis brazos, y todo lo que sucede a continuación ocurre demasiado rápido.

El lugar queda a completa oscuras, y pronto sonidos de disparos causan ecos en las paredes de cemento del sitio. Cubro mis oídos, y aprieto el arma entre mis manos. El sudor se filtra en medio del contacto, y al regresar junto a Gunter y a Robert, identifico la mancha de sangre expandiéndose más, y más a cada segundo que transcurre, localizada en su hombro.

Sus ojos grises caen sobre los míos, y su expresión me parte en dos pedazos. Él la tiene, y hemos permitido que se la llevasen.

Muerdo mis labios, y me deshago del seguro del revólver. Gunter regresa trotado en nuestra dirección.

—¡Se ha ido! ¡Maldición! —escupe, Gunter. Se lleva las manos a la cabeza, y exhala cientos de maldiciones que apenas entiendo.

—No puede llegar tan lejos. Joe está... —Robert esboza una mueca de dolor, junto a la angustia que destila cada expresión en su rostro. Se presiona el hombro, y tuerce los labios.

—No llegará lejos. No permitiré que dañen a mi hijo... —susurro, sintiendo a mis ojos arder al borde de las lágrimas.

‹‹No permitiré que te lastimen, Sullivan. Te lo prometo››

De inmediato, Robert suelta el arma al suelo, ocasionando un estruendo a nuestro alrededor. Sus ojos se clavan sobre los míos, y el aliento abandona sus labios.

—¿Hijo?

Trago grueso, sintiendo el sabor amargo de la situación deslizarse hacia mi esófago.

—Sullivan está embarazada. —casi intento sonreír, solo que no consigo desprenderme de todo el remolino del cólera que me consume.

Pronto un disparo resuena, y me giro para encontrarme con Gunter. El mantiene el ceño pronunciado, y los brazos alrededor de su escopeta.

—Esta noche no acabará sin que les recuperemos —dice, sin apartar su mirada de mí—. A los dos. Lo juro por mi maldita vida que así será. —asevera—. No debe haber llegado lejos. Hay policías rodeando todo el perímetro. Joe se ha encargado de acorralarlo, ahora debemos encontrarle; recuperar a Amber y a tu hijo, y asesinar a ese hijo de puta con mis propias manos.

—Yo seré quien lo matará con sus propias manos si llega a causarle así sea un rasguño a Sullivan —le espeto.

Robert vuelve a coger su arma, se levanta y nos dirige una mirada llena de furia.

—Encontremos a ese desgraciado. —le saca el seguro a su arma, y ladea los labios.

Sin más preámbulos, nos disponemos a abandonar la fábrica. El sol se ha escondido, y a medida que caminamos en medio de la oscuridad, podemos escuchar el sonido de las sirenas policíacas a la lejanía.

Derek no puede haber demasiado lejos. No tiene escapatoria.

Jacob Sullivan, Derek Hale o quién sea que sea, iba a detenerse. Él debía pagar por todo el daño que nos había causado, y me aseguraría de eso.

Tras varios minutos caminando, un par de lucecillas, y farolillos empiezan a brillar a cierta cantidad de distancia. Y, por alguna razón, reconozco el lugar. Gunter también lo hace porque su mano presiona mi brazo con fuerza.

—¿Qué demonios pretende? —farfulla junto a mí.

Incluso, Robert tras casi cuatro años fuera del mapa, reconoce el lugar. De hecho, se detiene sin decir una sola palabra.

Gunter se gira hacia él, y frunce el ceño.

—¿Qué sucede?

Robert no dice nada, más señala el vecindario próximo a nosotros con su mirada.

—Él... me tuvo en esa casa durante todo este tiempo... —echa un vistazo a su alrededor—. Recuerdo este camino cuando escapé.

Gunter alza la comisura de sus labios.

—¿La casa quemada? —pregunta.

Robert me ubica de inmediato con su mirada, y traga con fuerza mientras asiente.

—La casa del incendio.

¿Por qué demonios Derek nos llevaría devuelta a la casa del incendio? ¿Qué demonios ocurre en su maldita y retorcida cabeza?

Cada cosa que hace, cada paso que avanza, todo tiendo un trasfondo más oscuro de lo que cualquiera de nosotros pensaba. Y por mucho que intento meterme en la cabeza de que no se atrevería a lastimar a Sullivan, algo me dice que es lo único que quiere.

Dañar. Dañar a todos para que podamos si quiera imaginar el dolor que carga por dentro.

Sin embargo, ha escogido a las personas equivocadas para ejecutar su retorcida venganza.

Reanudamos nuestro camino, y sabemos exactamente a dónde dirigirnos. La policía se ha quedado atrás. Supongo que nadie vería importante un vecindario abandonado en medio de una persecución.

Y vuelvo a pisar el suelo de aquella casa. Junto a esa acción millones de recuerdos desencadenándose en mi cabeza, recordándome el fuego, los gritos, el miedo... el dolor. Recordándome el momento exacto en el que un día, frente a mis propios ojos, lo perdí absolutamente todo.

A mis padres.

A mi hermana.

Mi vida.

Y ahora a ella.


AMBER SULLIVAN.


Lágrimas ruedan a los costados de mis mejillas mientras intento tirar de las cuerdas que sujetan mis muñecas. Derek se encuentra justo allí, dándome la espalda junto a la ventana de una vieja casa llena de cenizas que parecieran jamás haber limpiado.

Cuadros quemados, y polvo vuela en el ambiente. El sol se ha ido dejándole un amplio protagonismo a la enorme luna llena que se postra en medio de la anchura del cielo.

—No sigas, Amberlee. Me estás hartando. —desliza su dedo índice por encima del cristal de la ventana, y extrae una delgada línea de polvo.

Me lamo los labios, y trato de hacer más silencio sin dejar de luchar.

—¿Qué le hiciste a Alessia? —la voz sale trémula de mis labios. Puedo sentir el aire volviendo demasiado escaso en mis pulmones, y en mi cerebro—. ¿La asesinaste? —Derek no responde. Y aunque, tal vez, debería temerle. No lo hago. No lo hago en lo más mínimo. Durante todo este tiempo que me ha tenido en mi estado más vulnerable solo no he parado de notar que está enfermo, y jodido—. ¡Respóndeme, Derek!

Él se gira con brusquedad, y arroja uno de los retratos en mi dirección. Me aparto por instinto, y el estruendo de los cristales quebrándose me roba el aliento. Abro mucho los ojos, y muerdo mis labios.

—¡Cierra la maldita boca, Amber! —me grita, furioso. Sus ojos grises lucen más brillosos, y llenos de un solo sentimiento. El único que conoce: Ira—. ¡Todos van a morir de todas maneras! ¿Por qué importaría si Alessia ha sido la primera?

Mi corazón se encoge adentro de mi pecho.

Oh por Dios... ha asesinado a Alessia.

Cierro mis ojos, aislando las lágrimas que luchan por salir mientras recuerdo la sensación de la mano de Alessia desplazándose sobre mi vientre. Ella... me aseguró que había alguien ahí.

Y no tengo ni idea del por qué, pero le creo.

—No, Derek. Nadie tiene porqué morir. Puedes detener todo esto. Puedes regresar con Gabriela. Con tus hijos. Con tu familia. ¿Acaso no quieres eso? —intento persuadirle.

Derek se lleva una mano a la nuca, y me dirige una sonrisa exhaustiva.

—Regresaré con ellos, Amber. Créeme que lo haré... —se acerca peligrosamente a mí, hasta que su rostro se halla a tan solo centímetros del míos—, después de matarlos a todos ustedes. —sonríe.

Su mano sujeta mi mentón con fuerza, obligándome a mantenerme quieta.

—El único que morirá esta noche serás tú cuando la policía llegue... cuando Dominik venga por mí. —y acto seguido, le escupo en la mejilla.

Él cierra sus ojos con fuerza, y al abrirlos puedo ver los ojos del mismísimo demonio ardiendo en llamas. Sus manos se aprietan alrededor de mi mentón, hasta que se vuelve demasiado doloroso.

—Tú... —masculla con tanto odio. Su mano desciende hasta mi cuello, y su agarre se vuelve cada segundo más fuerte que el anterior.

Casi no puedo respirar.

—Derek... Derek, por favor... —apenas consigo decir.

El aire empieza a volverse invisible en mis pulmones, y su agarre se presiona cada vez más. Lo único que puedo sentir es la humedad caliente de mis lágrimas derramándose a los costados de mi rostro.

Y justo en el instante en el que todo empieza a volverse negro, el chirrido de unas bisagras le hace detenerse. Miro la sonrisa que se forma en sus labios. Coge su arma, y me obliga a levantarme.

—Bienvenida al mundo real. —dice antes de sujetarme con fuerza, y colocarme cinta adhesiva en los labios.

Derek me obliga a caminar al medio del salón, mientras se planta en la puerta aguardando a que alguien se atreva a cruzarla desde el otro lado. Nos encontramos en el sótano de la casa. Una de sus manos se aferra a su arma, y su otra mano se encarga de mantenerme inmóvil.

Y entonces, sucede.

La puerta frente a nosotros se abre, y sus ojos celestes se encuentran con los míos.

La fría punta metálica del arma de Derek se presiona contra mi sien. Cierro los ojos por instinto, y trato de convencerme de que no será capaz de tirar del gatillo.

—¡Dominik Habich! Te he estado esperando todo este tiempo —se ríe sobre mis oídos, y puedo ver a Dominik apretando sus manos con fuerza. Derek señala su arma—. El arma en el suelo. —le ordena. Dominik apenas se mueve, cosa que enfurece a Derek haciéndole apretar con mucha más fuerza su arma contra mi sien.

Dominik obedece. Su expresión de haberlo perdido todo me quiebra el alma en pedazos fraccionables.

—Solo déjala ir, Derek... —implora, sin apartar sus lindos ojos celestes de mí.

—De rodillas. —exige, Derek.

—Por lo que más quieras. No tienes por qué meterla a ella en esto. ¡No te ha hecho nada!

—¡Ponte sobre tus malditas rodillas, Dominik! No me hagas volarle la cabeza de un solo disparo. —advierte sin pudor alguno.

Silenciosas lágrimas ruedan a través de mis mejillas.

Dominik se coloca sobre rodilla, y golpea el suelo con sus puños, desesperado.

—¡Solo déjala ir, Maldita sea! —su voz pierde fuerza—. ¿Por qué estás haciendo todo esto? ¿Qué demonios quieres de nosotros?

Su pregunta parece hacer reír a Derek. Su risa resuena justo en medio de mis oídos.

—Justicia, Dominik. Solo quiero justicia. —sentencia.

Él menea la cabeza, y noto el esfuerzo que hace en deglutir saliva.

—Esto no es Justicia. ¡Ella no te ha hecho nada!

Derek niega, y suelta un carcajada al aire.

—Te equivocas, Dominik. Todos ustedes lo han provocado. Ustedes acabaron con mi vida... —dice, y la mano que sostiene el arma le tiembla—. Y ahora, yo acabaré con sus vidas. —ladea los labios.

Y entonces justo cuando pienso que hará algo más, escuchamos el sonido del gatillo moverse lentamente. Cierro los ojos con fuerza a sabiendas de lo que eso significa.

Él va a asesinarme.

Él va a asesinarnos a todos.

Ganó este maldito juego de la venganza. Porque siempre ha sido él. Esa persona que nunca vimos. Esa persona perfecta que escondía mil demonios en su mente. Cada noche era atormentado por aquellas tortuosas voces del pasado. Todos fueron sospechosos.

Solo que en un juego en dónde todos parecemos mentirosos, es difícil reconocer al verdadero mentiroso.

Ese que finge tan bien, que nadie es capaz de cuestionarle.

Ese era Derek Hale.

El culpable que hemos estado persiguiendo todo este maldito tiempo.

Sin embargo, justo cuando pienso que será capaz de asesinarme. Otros estallidos resuenan en lugar. Sin poder intuirlo, Dominik coge su arma, y se lanza a por Derek empujándome lejos.

Derek forzajea con Dominik por el arma, y en el proceso, varios disparos se escapan. Ahogo un grito, cuando me percato de que mi camiseta se empapa de sangre demasiado rápido. Mi corazón convulsiona, y me reviso. Un pedazo de vidrio se ha incrustado en mi abdomen.

Trato de levantarme, pero duele como el mismísimo infierno.

Finalmente, dos hombres entran en el sótano, y aunque no los reconozco al instante, pronto me percato de que se trata de Gunter y Nicholas. Gunter tiene a Nicholas de rehén. Mientras Derek mantiene a Dominik contra el suelo.

—¡Suéltalo! —espeta, Gunter.

Derek cuadra la mandíbula, y niega.

—¿O qué? ¿Me matarás? —se ríe—. ¿Volverás a preferirle antes que a mí?

Dominik frunce el ceño, y Derek aprieta el arma contra su cabeza.

—No lo dudaría ni un segundo.

La sonrisa de Derek se ensancha.

—Y tú sabes que yo tampoco dudaría en asesinar a mi propio hermano. ¿Lo sabes?

Miro la sangre desbordándose de mi cuerpo, y pronto ubico el arma de Dominik a un costado. Tal vez si llegase a cogerla... trato de moverme en silencio.

Gunter posa su mirada sobre mí, y sus dientes se aprietan.

—Tu venganza no es contra ninguno de ellos. Tu venganza es contra mí. Yo te abandoné. —masculla, Gunter—. Déjalos ir.

Derek ríe, burlón.

—Primero tendrás que matarme.

Me muevo todo lo que mi cuerpo me permite hasta que me hallo lo suficientemente cerca... tomo el arma entre mis manos, y sintiendo que todo se desgarra adentro de mí, me pongo sobre mis pies.

Justo detrás de Derek. Él es más alto que yo, pero no permito que eso me acobarde.

Presiono el arma justo contra su nuca. Me deshago del seguro, y Derek se tensa.

—¡Baja la maldita arma o te vuelo la maldita cabeza! —amenazo. Pronto, el sonido de la sirena policiaca y la ambulancia resuenan en el exterior de la casa. Vuelvo a respirar con la esperanza de que esta maldita pesadilla termine de una vez por todas.

Sin embargo, un par de estallidos resuenan, y me cubro la boca con una mano, al presenciar el segundo exacto en el que alguien cae de rodillas mientras su cuello empieza derramar sangre.

Gunter cae lentamente al suelo frente a nosotros ante el disparo de Derek.

Me paralizo. No obstante, Dominik maniobra arrebatándole el arma a Nicholas, el cual se ha desconcertado, y apuntando a Derek. Sus ojos celestes atiborrándose de lágrimas.

Él mira mi estomago llenándose de sangre, y aprieta sus manos alrededor del arma.

—¡Sobre tus malditas rodillas, Derek! —le grita. Derek le obedece, llevando sus manos al pecho. Coloca el arma sobre el suelo, y ladea los labios—. ¡Te mataré! ¡Juro por Dios que te mataría ahora mismo!

—Dom... —musito. Mi voz quebrándose.

Entonces, busco a Nicholas con mi mirada. Más no le encuentro. ¿A dónde demonios se ha ido?

—Vete, Amber.

—Dom... —él niega—. ¡Vete ahora mismo!

Me trago las lágrimas, y abrazando el arma contra mi pecho, corro hacia afuera.

Mi pecho sube y baja sin control alguno, y pronto localizo un cuerpo reposando lánguidamente sobre el suelo. No demoro en reconocerle, y ahogo un grito.

—¡Papá! —coloco su cabeza entre mis brazos.

—Amber... —balbucea.

Él tiene toda su camisa llena de sangre, y un charco a su alrededor. Su rostro se ha puesto pálido, y su cuerpo está frío.

—¡No! ¡Maldita sea! ¡No otra vez! —las lágrimas salen descontroladamente de mis ojos, mientras intento hacer presión en su abdomen—. ¡No cierres los ojos, papá! —le imploro.

—Fuiste lo mejor que me ha pasado en la vida... —apenas consigue articular.

Niego reiteradas veces.

—No te atrevas a dejarme sola. Yo te necesito, papá. —escondo la cabeza en el hueco de su cuello.

—¿Estás embarazada? —susurra contra mi oído. Su voz ronca inundando el ambiente.

Sonrío, y acaricio su rostro.

—Sí... —llevo mis manos a mi vientre. No siento nada, pero sé que hay alguien más allí.

Papá sonríe, y tose con fuerza. Escupe sangre.

—¿Cómo se llamará si es varón?

—Hugo. —respondo, de forma automática.

—¿Y si es niña?

—Ángela. Como mamá.

Él sonríe, y vuelve a toser sangre.

De repente, todo empieza a congelarse. El momento en el que Joe irrumpe la casa junto a su escuadrón de policías. El momento en el que coloca a papá en una ambulancia. El momento en el que me obligan a abandonar la casa. El momento en el que Dominik sale de la casa junto a un escuadrón más de policías.

Y el momento en el que Joe lleva a Derek esposado a una patrulla.

El momento en el que la venganza concluye para siempre.


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