DOMINIK© [2]✔

By LuisianaVons

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El problema con las segundas oportunidades es que a veces no sabemos aprovecharlas hasta que las perdemos. ... More

DOMINIK
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Epílogo.
NOTA FINAL DEL AUTOR

Capítulo 27

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By LuisianaVons

AMBER SULLIVAN.


Una pregunta sigue atormentándome cada segundo del día desde el segundo en el que descubrí que mi padre estaba vivo, desde el momento en el que me confesó que Derek en realidad era Jacob Sullivan, desde el momento en el que me contó que era mi hermano, y no solo eso, sino que había planificado la muerte de mi padre, de Christina, y quién sabe de cuántas personas más.

No... no sé si soy lo suficientemente fuerte como para enfrentarme cara a cara con la crueldad de un ser humano como ese. Ni siquiera puedo llamarle ser humano sin que un escalofrío se apodere de mi cuerpo hasta hacerme temblar.

Estamos todos reunidos en el salón. Joe se demuestra aturdido y afectado por la noticia. Daniela estaba desaparecida, y esta vez, todos sabíamos quién se la había llevado. Pero, ¿por qué? ¿Qué sabía Daniela que pudiese suponer peligro para él? O tal vez, solo quería tendernos alguna trampa. No lo sé...todo se me hacía en lo absoluto cuestionable.

Tenía millones de preguntas arremolinadas en mi cabeza. Ninguna podría ser respondida a menos que me encontrase cara a cara con la persona que estaba detrás de todo esto.

Nadie iba a poder sospechar de una persona como Derek. Honestamente, él supo esconder demasiado bien su pasado, y sus pecados. Tiene hijos, esposa, nunca se expresaba mal de nadie, y en su lugar, nos hizo creer que era demasiado bueno... demasiado bueno para ser cierto.

—¿En dónde mierda podría estar? Estamos en una ciudad tan grande, y algo me dice que no es tan estúpido en haber huido a algún sitio que conocemos. —murmura Gunter. Él se muestra preocupado, pero no luce tan afectado por la situación, incluso siendo conscientes que estamos hablando de su propia hija.

No me sorprende.

Gunter podía lucir arrepentido, pero caras vemos, corazones no sabemos.

Dominik se mantiene pegado a su teléfono, con una mano sobre la nuca, y una expresión perturbada.

No es para menos. Luchó casi toda una vida por encontrar a su hermana, y ahora que la tenía con él no creo que vaya a soltar la toalla antes de encontrarla.

—No lo sé... —exhala con fuerza, y sus ojos celestes se cruzan con los míos—. Pero debemos encontrarla antes de que sea demasiado tarde.

Joe se pone de pie, y asiente.

—Mis compañeros están buscándola. Están cubriendo todo el perímetro de la ciudad, e investigando cada una de las propiedades de Derek en la ciudad.

—¿Han buscado en los registros del peaje para abandonar la ciudad? —inquiere, papá.

Joe asiente, y su mandíbula se aprieta con fuerza.

—En cada uno de ellos. No pudo haber abandonado la ciudad sin haber sido captado por las cámaras, o sin pasar por el punto de control justo antes de salir de la ciudad. —dice.

Dominik permanece en silencio. Su imponente rostro contraído, y radiante de preocupación y furia. Mucha furia.

—Tal vez podría ser una trampa —sugiero al cabo de un par de segundos—. Puede que quiera que lo busquemos en algún lugar que conozcamos... Daniela no representa ningún peligro para Derek. No sé que pretende haciendo todo esto...

—Me quiere a mí. —espeta, Dominik. Nos mira a cada uno, y tuerce el gesto—. Él quiere encontrarse conmigo. De lo contrario no se hubiese llevado a mi hermana...

Papá sonríe con incredulidad, y se pasa una mano por la barbilla.

—Nos quiere a todos. —asevera, demostrando la seguridad en medio de su voz—. Mientras me tuvo secuestrado no paraba de mencionar su sed de venganza por cada una de las personas en esta habitación.

Joe frunce el ceño.

—¿A qué te refieres? ¿Por qué querría vengarse de todos ustedes?

Robert avanza un paso hacia la ventana, y echa un vistazo al exterior. La palma de su mano impactando contra el cristal húmedo.

—Porque arruinamos sus planes. Cada uno de ellos —se gira a vernos, y se encoge de hombros—. No me siento orgulloso de él. Ni de las cosas que he hecho en el pasado, pero la única forma de detenerlo es jugar de la misma manera en la que él está jugando.

Joe aprieta los labios, y ladea la cabeza.

—¿Con más fuego? Solo nos vamos a quemar a todos.

Robert sonríe, y asiente.

—O nos quemamos todos, o le permitimos continuar hiriendo a más personas. Usted decide señor comisario —advierte.

Dominik se pone de pie, y se acerca a Joe. Sus alturas se balancean, pues son de casi el mismo también. Coloca una mano en el hombro de Joe, y presiona con fuerza.

—Puedes irte si quieres, Joe. No es tu pelea. —murmura, Dominik.

Joe presiona los dientes con fuerza adentro de su boca, y menea la cabeza.

—Qué Derek se haya llevado a Daniela, la convierte en mi pelea —replica con seguridad.

Dominik asiente.

—Debo advertirte que si te unes a nosotros podrías perder todo lo que has construido —le echa un vistazo a la placa dorada de comisario con el nombre de Joe que cuelga del borde de su camisa.

Joe suspira, y de improviso, retira la placa de su camisa, y la deja sobre la pequeña mesa en medio del salón.

—No tengo miedo a perderlo todo con tal de encontrar a Daniela. —dicho esto, abandona el salón.

Se le nota realmente ilusionado con Daniela, y pese a todos los esfuerzos que ha hecho Dominik de separarlos, creo que es hora de concederles la oportunidad de rehacer sus vidas y dejas todo este pasado de mierda atrás. Supongo que es lo que deseamos todos.

Qué esta pesadilla se acabe de una vez por todas.

(...)

Han pasado unas cuantas horas. Todos se han ido de la cabaña, y me han dejado sola. Por lo que puedo notar, no me permiten inmiscuirme en la situación, y es una jodida mierda. Yo también padezco de las consecuencias de las acciones de Derek.

No tengo ni la menor idea de a dónde se han dirigido. Dominik se ha marchado con Joe, y papá con Gunter hace más de dos horas. Me han dejado encerrada en esta maldita cabaña donde me falta hasta el oxigeno.

Y sé que solo intentan protegerme de las atrocidades de Derek, pero esta no es la mejor manera.

Miro a través de la ventana, y veo al sol esconderse detrás de los nubarrones que decoran la anchura del cielo. El frío se cuela a través de los agujeros de las paredes, y mi cuerpo se encuentra rígido a merced del frío.

De pronto, escucho el sonido de algún teléfono inundar el ambiente. Localizo la fuente de la cual proviene el ruido, y me percato de que se trata del teléfono fijo de la cabaña. Lo pienso dos veces antes de atreverme a responder. Nadie más que papá tiene el número de este teléfono, así que contraigo que se trata de él.

Descuelgo el teléfono, y lo llevo directo a mi oído. Mis dedos tiemblan, y pronto, escucho una pesada respiración al otro lado de la línea acompañado de sollozos estrangulados.

—¿Hola? —pregunto.

Más sollozos se escuchan al otro lado de la línea, y no demoro en identificar a la dueña de los jadeos. Daniela. ¡Santo Dios!

—¿Daniela, eres tú? ¿En dónde estás? ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?

Mi voz suena nerviosa, y trémula. Sus sollozos se vuelven lejanos poco a poco. Otra voz toma el mando de la llamada, y cuando su escalofriante voz me inunda los oídos, quedo paralizada.

Nick.

—Hola, querida Amber. ¿Me extrañaste? —suelta una estrepitosa carcajada. No digo nada. Me vuelvo incapaz de soltar una sola palabra—. Yo te he echado mucho de menos, aunque ahora he encontrado un nuevo pasatiempo mucho más... caliente. —chasquea la lengua, y vuelve a reírse.

—¿En dónde la tienes?

Su risa vuelve a inundar la línea. Casi psicótica.

—Uh... ¿de verdad crees que voy a decírtelo, ingenua? —su risa empieza a aturdirme, y puedo sentir el nudo estrangulándome la garganta.

—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Derek está contigo?

—¿Derek Hale? Uhmm... está un poco ocupado ahora. Le diré que has preguntado —habla con burla.

—Solo déjala ir... ella no les ha hecho nada. Por favor... —le imploro. Mi corazón late tan fuerte que puedo sentirlo pitar en medio de mis oídos.

—¿Dejarla ir? ¿Por qué haríamos eso cuando la diversión apenas empieza? ¿No es así, Daniela? —escucho que le grita—. ¡La hora de la mutilación ha empezado, y se le ve muy emocionada! ¿No estás emocionada, Daniela? —más sollozos se escuchan, y mi corazón amenaza con escaparse afuera de mi boca cuando escucho el sonido afilado de algún metal desgarrando la superficie. Chillidos temerosos resuenan.

—¡No la lastimes! ¡Por favor, no le hagas daño, Nicholas! —le suplico. Puedo sentir las lágrimas quemando detrás de mis parpados.

Él ríe.

—¿Hacer daño? ¿Acaso me consideras una mala persona, Amber? —se ríe nuevamente, y más sollozos y gritos ahogados resuenan por medio del teléfono. Mis dedos tiemblan, y el aire se vuelve escaso—. Haré que disfrute cada gota de sangre que salga de su lindo cuerpo —amenaza.

Oh, por Dios.

Entonces, una idea surca mi cabeza.

—Llévame a mí —sugiero. Él hace silencio, y pienso que está meditando mi propuesta—. No la hieras a ella, hiéreme a mí. Sé que lo vas a disfrutar más. Un intercambio: mi vida por su vida.

Transcurren un par de segundos en silencio, y cuando pienso que colgará sin decir nada más. Escucho un suspiro de su parte.

—Pensé que nunca lo pedirías, Amber Sullivan. Pero te advertiré una cosa: contigo no habrá misericordia alguna. No eres la heroína de la historia. Solo serás otra víctima.

—No importa eso. Solo deja que sea mi vida por la de ella. Prometo que no le diré nada a nadie. No policías. No estorbos. No oposiciones —le juro.

Él ríe, y balbucea un par de palabras que no logro entender.

—Bienvenida al infierno, Amber Sullivan.

Dicho esto, cuelga la llamada.

(...)

Un pedazo de tela oscura cubre mis parpados. Me falta la respiración, y manos se encuentran atadas detrás de mi espalda. No tengo ni la menor idea de en dónde me encuentro. Mi boca también se encuentra cubierta por otro pedazo de tela, y no miento cuando digo que muero de los nervios.

Sin embargo, pensar en que pronto Daniela estará en libertad, y podrá reencontrarse con su hermano me incentiva a continuar con este desastre de plan. He dejado una nota en la cabaña antes de irme. No he querido llamar a nadie, ni a papá, y mucho menos a Dominik. Sé que no me dejaría entregar mi vida por la de su hermana, pero estoy segura que de ser al revés la situación, él también entregaría su vida con tal de verme feliz.

De repente, una voz alcanza mis oídos, y entro en estado de alerta. Reconozco esa voz de inmediato. Nicholas.

—No grites. No te resistas, y lo más importante, por cada lágrima será un pedazo de piel que te cortaré. ¿Entendido? —advierte. Su mano se enrolla sobre mi cuero cabelludo formando una especie de aguante. Me duele pero solo me limito a asentir.

Su mano me empuja con brusquedad, y aunque duele demasiado, me repito las reglas que me ha puesto en mi cabeza a cada segundo. Mis pies se desplazan débiles por encima de una superficie con textura rugosa. Escucho como Nicholas desplaza lo que conjeturo debe tratarse de un portón cuyas bisagras chillan al moverle.

Segundos más tarde, se detiene. Los sollozos alcanzan mis oídos, y mi corazón se retuerce. Daniela. La clausura de mi boca es arrebatada, junto a la mano de Nicholas sobre mi cabello.

—¡Oh, por Dios! ¿Daniela, eres tú?

Más sollozos, y chillidos estrepitosos.

—¡No! ¡No! ¡No! —es lo único que logro entender.

Una ligera y rasposa risa resuena en el ambiente. Pronto la venda sobre mis ojos, desaparece también.

Me cuesta mantener mis ojos abiertos, así que parpadeos varias veces para que mis ojos se acostumbren a la tenue lucecilla del bombillo que flota sobre mi cabeza.

Daniela aparece frente a mi vista. Sus ojos brillan con miedo. Mantiene una cuerda entre sus dientes, y lágrimas ruedan desesperadas a los costados de sus mejillas. Ahogo un grito, y trato de moverme, pero la mano de Nick vuelve a enrollarse alrededor de mi cabello.

—¡Oh! ¡Ya me tienen! ¡Déjenla ir! —le suplico.

Nicholas se ríe como si lo acabase de decir fuese lo más gracioso que ha escuchado en la vida. Miro los rasguños a los costados de su rostro, y mi pecho se quiebra.

—Nunca creas en la palabra de un mentiroso, Amber. ¿Cuándo vas a aprender que no todos los buenos son realmente buenos? —farfulla a mi espalda. Lágrimas luchan con liberarse de mis ojos.

—Lo has prometido... —mi voz se vuelve un hilo desgarrado.

—Ups... Las promesas se deshacen, Sullivan.

Daniela lloriquea. Sus lágrimas se vuelven cada vez más fuerte, y puedo ver que se encuentra débil... como si la hubiesen drogado.

Entonces. Cuando pienso que he tomado la peor decisión de mi vida, un par de ojos grises salen de cacería. Un escalofrío me recorre el cuerpo entero cuando nuestras miradas se encuentran. Sus ojos me recorren de pies a cabeza, y esa expresión imperturbable sigue colgando en su rostro. Como si no estuviésemos en medio de una pesadilla turbia. Puedo ver a cada uno de sus demonios refulgiendo en medio de su mirada. Su camiseta gris se adhiere a su cuerpo perfectamente, y no tiene apariencia de una persona cruel.

No luce como un demonio.

Pero, ¿alguna vez has visto un demonio?

Es imposible distinguirlos de entre los buenos, pues lucen idénticos a un ángel.

—Pero yo sí cumplo mis promesas. Daniela se irá al anochecer. —espeta acercándose a mí lo suficiente como para evaluar las marcas que la cuerda ha dejado sobre mi rostro y brazos—. ¿Cumples tú, tus promesas?

Le observo directamente a los ojos. Su mirada es tan penetrante que me hace pensar que puede ver a través de mí.

Y aunque adentro de mí, solo muero de miedo. No vacilo cuando digo:

—Cada una de ellas.

El fantasma de una sonrisa se aparece por sus labios, pero no termina de quedarse cuando vuelve a adoptar esa postura fría, y perturbadora. Derek se mueve lentamente hacia Daniela. Mira sus rasguños, y luego se gira hacia mí.

Sus ojos clavándose en lo más profundo de mí.

—Mentirosa. No has cumplido cada una de tus promesas. —asegura con rigidez.

Relamo mis labios resecos.

—¿Cómo podrías saberlo? —indago.

Derek ladea sus labios, y se encoge ligeramente de hombros. Se toma alrededor de un minuto de silencio antes de soltar:

—Prometiste no olvidarme cuando tenías tres años... —hace una pausa en la que se acerca peligrosamente a mí. Su mano se posa sobre mi mejilla. Está fría, y aunque me repugne su contacto físico no hago nada para oponerme—, y me olvidaste. —culmina.

Abro mis ojos con fuerza, y el aire se vuelve demasiado denso como para ingresar a través de mis fosas nasales. Su dedo índice rueda por la línea de mi pómulo hacia la línea de mi clavícula.

—¿Estás preparada para conocer la verdad? —pregunta mirándome directamente a mis ojos—. La verdadera historia detrás de Derek Hale...

Trago grueso.

No respondo al instante. Solo me quedo estática sin poder soltar, decir u hacer nada. Mi mente se vuelve un lío.

Y aunque todo de mí me grita que diga que no.

Lo que sale de mi boca es completamente diferente a lo que me dicta la razón:

—¿Quién eres, Jacob?

Finalmente. Derek sonríe abiertamente.

—El verdadero demonio de la historia.

(...)

Me han llevado a una habitación oscura aislada del espacio en el que me encontraba con anterioridad. Desde aquí no puedo escuchar a Daniela. No puedo escuchar a Nicholas. Solo estamos Jacob y yo. Me ha atada a una cadena, por lo que no podría zafarme ni que luche con todas mis fuerzas.

Él se encuentra de pie, junto a la puerta. Su mirada sigue perforándome cada órgano del cuerpo, y en las paredes me hacen entrar en colapso. Me mira como si fuese su presa, y le ocasione cierto tipo de placer verme en ese estado de vulnerabilidad.

Avanza unos cuantos pasos hacia mí. Sostiene una caja con apariencia desgastada y deteriorada. Temo en lo que pueda contener, pero trato de mantener los labios cerrados todo el tiempo que pueda.

Miro el revólver que se encuentra sobre la silla a un costado de la habitación. Entro en pánico pero pongo todo mi esfuerzo en no lucir amedrentada, y decido convencerme de que no me hará daño.

Me ha tenido a su merced todo este tiempo. Pudo haberme asesinado antes si lo hubiese deseado, pero no lo hizo. ¿Por qué habría de hacerlo ahora?

—Jacob Sullivan... —pronuncia como si pudiese saborear cada letra de ese nombre. Se acerca unos cuantos pasos de manera que su altura luce intimidante—. ¿No te parece demasiado pequeño el mundo, Amber? —no digo nada, y él se pasa una mano por la barbilla—. ¿No te parece demasiada casualidad todo lo que ha sucedido? Quiero decir... Christina, tu madrastra terminó siendo la madre biológica de Drac, y tu padre "fue" asesinado por Drac, personaje que se convirtió en el gran amor prohibido de tu vida, cuya hermana desaparecida terminó siendo tu mejor amiga. Wuou... el destino no puedo estar más a mi favor. Los reunió a todos, y me ahorró el trabajo de tener que hacerlo por mi cuenta.

—No fue el destino, Derek. —susurro.

Él solo sonríe, y asiente.

—¿No crees en el destino?

—No creo en ti.

Una pequeña risilla escapa de sus labios.

—Y eso te hace inteligente, Amber. Lo que no fue inteligente fue sacrificar tu vida por la de Daniela. Quiero decir... tú misma sabías que no iba a asesinarla. No tenía motivos, y no suelo hacer nada que no amerite motivos —hace una pausa en la que se coloca de cuclillas para quedar cara a cara frente a mí—. Pero querías saber la verdad, ¿no es así?

Silencio. Solo soy capaz de guardar silencio, porque él tiene razón. Muy en el fondo de mí, sabía que él no sería capaz de lastimar a Daniela. No tenía motivo alguno, pero la intriga y el ferviente deseo de enfrentarme cara a cara con la verdad me estaba torturado al punto en el que sin pensar, decidí arriesgar mi propia vida, en busca de respuestas que sabía que nadie más podría darme.

—¿Por qué hiciste todo esto? ¿Solo buscabas vengarte?

Derek chasquea la lengua, y alza las cejas.

—No me consideres tan primitivo. No solo quería vengarme, quería borrar cada huella del pasado. Un pasado que nunca debió suceder, o por lo menos, no de la forma en la que todo ocurrió. —dice.

—¿De qué forma ocurrió? —pregunto. Mi voz es apenas un susurro.

Él vuelve a ponerse de pie, y coge la caja. La coloca sobre la silla junto al revólver, y la destapa. Saca lo que parece ser una antaña fotografía y tras darle una larga inspección, la coloca sobre el suelo frente a mis ojos. En ella, apenas puedo distinguir un bebé de ojos grises que aparenta tener unos ocho años de edad, una niña de ojos mieles y... Robert Sullivan. Pronto descubro de que la niña de la foto soy yo... y el niño es Jacob. Miro la fecha de la fotografía, y me percato de que fue un año antes del accidente de mamá.

—¿Sabes que ocurrió el año después al de la fotografía? —pregunta.

—El accidente... —murmuro, sin apartar mi mirada de la fotografía. Sin embargo, por mucho que me esfuerce en atar los cabos sueltos adentro de mi cabeza, nada parece encajar por completo—. ¿Por qué quieres vengarte de nosotros? Papá pensó que habías muerto. Tu cuerpo no se encontró en el vehículo.

Él ríe con incredulidad.

—¿Eso fue lo que te dijo? —menea la cabeza—. Al parecer, todos somos unos mentirosos. No fue Christina la que provocó el accidente como te hizo pensar que fue. El accidente fue ocasionado por Robert Sullivan, él fue quién le mandó a cortar los frenos al vehículo en el que íbamos. Quería deshacerse de cada uno de nosotros, incluyendo a tu madre... —suelta.

Parpadeo, sin poder procesar lo que mis oídos acaban de escuchar. Eso no... no tenía sentido.

¿Por qué papá querría deshacerse de sus propios hijos y de su esposa?

—¿Por qué querría eso? No tiene sentido...

—Tu madre le engañó con Daniel Habich, al que ahora conoces como...

—Gunter. —pronuncio.

Derek asiente.

—Él también tenía motivos para vengarse, y no solo eso... ¿descubrir que su supuesto hijo es en realidad hijo de Daniel Habich? Tenía mucha sed de venganza. Solo que ese día, tu madre también te llevó consigo... y, casi mueres.

—Si tú eres hijo de Gunter, entonces eres hermano de... —no consigo terminar. Mi cerebro colapsa, y Derek asiente.

—Hermano de Dominik. —termina por mí—. ¿Impactada? —pregunta, y solo consigo abrir muchos mis parpados—. Cuando no morí en ese accidente, me llevó a casa de unas personas que sí harían el trabajo sucio por él. Me entregó para que mataran. Y así fue como conocí a Hugo Habich. El tío de Dominik, y también el mío. Él me enseñó todo lo que ahora sé, y aunque solo fue una víctima más, le agradezco.

Niego, sin comprender absolutamente nada.

—¿Quién ocasionó el incendió en casa de los Habich? —pregunto.

Él se encoge de hombros.

—No te equivoques, todos somos villanos en esta historia. El incendio no tuvo nada que ver conmigo. Pero cuando descubrí que Dominik era mi hermano, y estaba en prisión, y además que tenía motivos para herir, no lo dudé.

—¿Por qué hiciste pasar a Robert por muerto?

Él sonríe.

—Porque quería verle sufrir cuando te... asesine. —dice sin pudor alguno. Mis ojos se abren con fuerza—. Pero se escapó, y ahora no está. Aunque ahora que estás aquí será más fácil hacerle venir. —sonríe abiertamente.

Si ha sido una trampa...

Relamo mis labios resecos, y vuelvo a mirar el revólver sobre la silla.

—¿Tú asesinaste a Christina? —cuestiono con voz temblorosa.

Él asiente.

—Ella había descubierto demasiadas cosas que no debía.

Ahogo un grito.

—¿Tú has planeado todo esto? ¿Por qué has inmiscuido a Nicholas en esto?

Se encoge de hombros.

—Él tenía motivos para herir. Y como te he dicho antes, me gustan las personas con verdaderos motivos para dañar. —recalca.

—¿Piensas asesinar a Dominik? —pronuncio la pregunta que tanto ha estado dándome vueltas en la cabeza desde que empezó sus confesiones.

—Si es necesario, no lo dudaré. —garantiza sin titubeos.

Mis ojos se llenan de lágrimas de solo imaginarlo.

—¿Cuándo va a detenerse tu venganza?

Él se toma el mentón, se agacha a mi altura, y esboza la más brillante de las sonrisas. Coge el arma, y lo traslada muy cerca de mi rostro. Cierro los ojos y contengo el aire en mis pulmones cuando siento el borde metálico del revólver presionarse contra mis sienes.

—Cuando todos paguen.


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