Delirium

Por sugarmeli

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El problema era que a Kouyou Takashima nadie le decía qué hacer, hasta que Yuu Shiroyama le dio una orden por... Más

Así
EL REBELDE OBEDIENTE
DUEÑO
OPORTUNIDAD
AÚN DESPUÉS
TARDE LIBRE
DECISIÓN
SIN VUELTA ATRÁS
POR FIN
PLÁTICA
SOSPECHA
REALIZACIÓN
RECUERDOS
AMO
PLANES
ESTRATEGIA DE GUERRA
SEGUNDO ADIÓS
LO QUE EN REALIDAD PASÓ
DOS MESES
CONSECUENCIAS
ENAMORAR
ESPÍA
PENSAR EN TI
CAMINOS QUE SE CRUZAN
VIENTOS DE CAMBIO
LLAMADA
PENDIENTES
REGRESO
DELIRIUM NOCTURNUM
Delirium Tremens/ Epílogo

DECISIONES EXTREMAS

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Por sugarmeli



Un año, seis meses después

Kouyou caminó por el pasillo, se apoyaba de un bastón el cual utilizaba desde hacía tres meses. Desde que había tomado posesión de la empresa su recuperación iba muy rápido, estaba decidido a no seguir siendo esa persona tan débil en quien se había convertido al irse Yuu. Odiaba el bastón pero tendría que usarlo toda su vida, era otro punto débil aunque lo prefería a la silla de ruedas. Se podía valer por si mismo, al menos en las cosas más básicas, aún no podía manejar, pues su pierna de pronto tenía ligeros espasmos que la hacían moverse involuntariamente.

Cargaba papeles en la mano izquierda, mientras utilizaba la mano derecha para sostener el bastón. Abrió la oficina principal sin vergüenza, ya era su oficina, estaba completamente instalado. No se sorprendió al ver a Sujk adentro sentado en su escritorio leyendo papeles con el ceño fruncido.

—Odio este trabajo —Kouyou suspiró acomodándose el largo fleco con un movimiento de la cabeza. Se sentó con dificultad en su silla especial—. No entiendo porque tienen que hacer juntas para todo, cada quien sabe sus funciones, a mi, ¿qué carajo me importa si el color de las sillas va a cambiar de azul a azul más fuerte? —se apretó el puente de la nariz, él era un simple escritor, no un empresario importante—. Nunca pensé que ser presidente de una compañía podía ser un trabajo tan banal —volvió a suspirar. Por fin se volteó a ver a su enfermero, quien lo veía con una mueca de burla.

—Algo habrías de hacer, mira que dejarle la mayor parte de tu trabajo a tu enfermero, y no decirle a nadie —depositó los papeles sobre el escritorio.

Kouyou sonrió, era una sonrisa tan diferente a hacía algún tiempo, estaba llena de confianza, de carisma y seguridad. Al parecer a nadie le sorprendía ver a Kouyou actuar de esas manera, a nadie excepto al mismo Sujk; cuando había conocido al escritor estaba tan deprimido, tan roto. Ahora lo veía más decidido, más tranquilo, hablaba sin parar y decía las cosas correctas. Era fácil darse cuenta porque la gente caía encantada ante él. Sería un presidente brillante, de no ser por el pequeño hecho de que odiaba todo lo referente a las finanzas.

Sujk hacía el trabajo, no porque fuera un experto, al contrario; no tenía ni la más mínima idea de lo que hacía. Sólo bastaba con decirle a Aoi que era lo que estaba pasando y él respondía con instrucciones exactas de lo que debía hacerse, por supuesto aquello nadie lo sabía. Habían sido instrucciones precisas del pelinegro: mantener el anonimato, por lo que todos tenían al enfermero en un concepto bastante alto gracias a su talento nato para los negocios. Sin embargo, en más de una ocasión estuvo a punto de ser descubierto, Yutaka no los dejaba un momento en paz, se la pasaba rondando cual ave carroñera por toda la oficina, siempre con una sonrisa de autosuficiencia, criticando todo lo que podía y burlándose de Kouyou en cada ocasión que se le presentaba.

A pesar de que Kouyou iba rápido en su recuperación, no había sido capaz de enfrentar a su primo y cada que este aparecía en la habitación el castaño oscuro enmudecía y parecía hacer hasta lo imposible por ocultar la cicatriz de su rostro. Aún se notaba muy vulnerable si se trataba de su rostro.

Akira entró en la oficina, tenía las ojeras marcadas y parecía más viejo de lo que en verdad era. El no dormir y el estrés le estaban pasando factura, aún si habían descubierto lo que estaba pasando con las acciones de la empresa, el abogado tenía que seguir fingiendo estar enamorado de Yutaka mientras mantenía una relación con Manabu, lo estaba consumiendo.

—Necesito que firmes la orden de comprar del insecticida —dijo el abogado con cansancio.

—Eso lo pudo haber traído la asistente, ¿sabes? —Kouyou estiró el brazo para recibir los papeles y tomó la pluma sobre su escritorio—. O, ¿necesitas algo mas? —hizo una mueca al leer lo que estaba firmando—. ¿Qué es un insecto fitófago? —alzó la ceja confundido.

El rubio se alzó de hombros—. Tu eres el escritor, tu dime que significa —cruzó los brazos.

—Entiendo lo que significa, lo que no entiendo es, ¿qué tiene que ver con nosotros?

—Ahí dice... —se burló. Poco a poco ambos habían forjado una especie de amistad, que aunque no hablaban mucho, trataban de hacerse sentir mejor mientras estaban en esa situación.

—Sí, sí, una plaga de insectos fitófagos se detectó en la bodega. Seguido de un ataque de un ave depredadora...¿¡Qué carajo es esto!? —azotó los papeles contra la mesa—. ¿Quién escribe estas cosas? Más importante, ¿por qué estamos haciendo un reporte de que encontraron grillos y una paloma en la bodega? Es obvio, y no es que estemos guardando más cosas que artículos de papelería —volvió a tomar los papeles y comenzó a circular errores, tanto ortográficos como de redacción, al final se los tendió a Akira con desdén—. No los voy a firmar hasta que no hayan corregido esto.

Akira sonrió—. Eres demasiado quisquilloso, ¿lo sabías?

—Soy una persona con sentido común que es diferente, si no saben escribir que no lo hagan —Sujk tosió fuertemente y Kouyou se giró hacia él con una mirada de muerte—. ¿Algo que quieras compartir? —espetó con sarcasmo.

—Estoy de acuerdo, también pienso que las personas que sí saben escribir deberían estarlo haciendo.

Kouyou no supo que responder—. Tal vez —alzó los hombros—-. Soy escritor, nunca pedí tener una empresa. Debería pensar en escribir no en los números de los mercados financieros —se sobó las sienes tratando de respirar.

Akira lo miró con lástima—. Lo siento, pero eres tu o Yutaka y ya sabemos la respuesta —torció la boca.

Kouyou suspiró tratando de tranquilizarse—. Lo sé pero, estoy haciendo algo que me prometí que jamás haría. Yo no tengo la inteligencia de Yuu, si él estuviera aquí, yo...

—¿Qué? ¿le darías la empresa? —los ojos del abogado brillaron.

—Yo...

Yutaka abrió la puerta de la oficina sin tocar antes y entró haciendo un pequeño baile—. Hola primito —saludó alegremente, hubo un silencio incómodo—. ¿Entonces? —se paró a lado de Akira.

—Entonces, ¿qué?

—¿Le darías la empresa a Shiroyama? —Se cruzó de brazos esperando la respuesta. Nadie supo qué contestar—. Sería un poco triste, tirar todo el esfuerzo que hizo tu padre a la basura, pero así eres tu Kouyou, un insensible egoísta. Ni siquiera te has puesto pensar en el trabajo que las demás personas le han dedicado a esta empresa, todo se tiene que tratar de ti. De lo que te gusta o no te gusta, de lo que quieres o no —sonrió malignamente—. Espera, no. Todo se trata de lo que le gusta o no le gusta a Shiroyama, como te quiere y como no —Kouyou palideció ante el comentario, era claro que estaba dejando lugar a la doble interpretación, pero Yutaka no sabía, no podía saber nada de su vida privada con Yuu.

-x-

Bogotá, Colombia

—Aoi —escuchó la voz de Leda pero no le hizo caso—. Aoi —volvió a escuchar—. Despierta, son mas de las tres de la mañana —le dio ligeras palmaditas en el hombro para despertarlo.

El pelinegro abrió los ojos, enfocando con dificultad, bostezó y se sentó sobre el sillón donde había caído profundamente dormido sin notarlo.

—¿Acabas de llegar? —le preguntó al repostero.

—Sí, quería preguntarte si Aggy y Ruki pueden quedarse esta noche, es tarde y viven un poco retirado —miró a Aoi suplicante.

Durante los últimos meses, Leda se había dedicado a salir con los dos maestros, conocía mucho más de Colombia que Aoi, puesto que el pelinegro se la pasaba trabajando en la empresa Takashima sin que nadie supiera y ademas trataba de encontrar a Takanori sin ningún éxito.

—De acuerdo —dijo demasiado cansado para discutir—. ¿Dónde están? —se talló los ojos para despejar la ensoñación.

—En mi habitación —contestó Leda con una sonrisa de disculpa—. No te despertabas con nada y afuera hacía mucho frío, así que los dejé pasar y después vine a tratar de despertarte otra vez —le ayudó a levantarse—. No te enojes —cerró los ojos.

Aoi bufó—. No me gusta que estés metiendo a personas sin mi permiso, pero los conoces bastante bien. Si tu confías en ellos yo también lo haré, vas a dormir en el sillón, no pienses que te dejaré dormir conmigo —caminó por el pasillo hacia su habitación seguido por el repostero.

—Vamos no seas así. Además, no sería la primera vez que dormimos juntos.

Aoi negó con la cabeza pero lo dejó entrar de todas formas, agradecía poderse llevar tan bien con Leda a pesar de lo que había pasado entre ellos. En esos últimos meses, Yuu no había ni siquiera practicado sexo, estaba comprometido en hacer las cosas bien para Kouyou. El repostero lo había entendido y en ningún momento lo convenció para que regresaran, incluso lo ayudaba cuando parecía que iba a volverse loco de abstinencia sexual, lo distraía con películas o comida.

—Mañana por fin conocerás a mis amigos, prepararé el desayuno para los cuatro.

Durmió intranquilo esa noche, no tenía nada que ver con la compañía de Leda a su lado, tenía una sensación extraña instalada en el pecho. Al principio creyó que eran nervios, pero no tenía nada por lo cual sentirse nervioso y la sensación era diferente, se parecía a angustia, sentía que algo grande iba a pasar.

Trató de descartar la sensación, era imposible saber ese tipo de cosas, además de que eran muy pocas las ocasiones cuando de verdad se había sentido angustiado, él vivía con la confianza de su intelecto, en los negocios y una despreocupación total para la vida personal, eran contadas las ocasiones cuando sentía angustia y casi siempre, el sentimiento iba a acompañado por el nombre Kouyou Takashima. Trató de pensar en algo más y cerró los ojos cayendo en un sueño profundo casi de inmediato.

Se despertó con el olor de panqué de chocolate, escuchó ruido proveniente de la sala y poco a poco recordó lo que había pasado la noche anterior: los amigos de Leda y el mismo Leda platicaban animadamente mientras el repostero hacía el desayuno. Que maleducados eran los jóvenes ahora, que ni siquiera se molestaban en despertarlo para convivir. Aquella extraña sensación lo volvió a invadir y esta vez llegaba en forma de sonido, escuchaba el perfecto japonés de los invitados de Leda, pero lo que más le llamaba la atención era el sonido de una voz cuyo timbre se le hacía muy familiar pero no lograba ubicar de donde.

Sin saber porque, comenzó a caminar cada vez más rápido, ansioso por confirmar lo que su instinto le había dicho desde la noche anterior. No podía ser que lo hubiera tenido tan cerca desde el principio, se reprochó a si mismo. Jamás encontraría a Takanori encerrado en el departamento, debió salir con Leda, conocer gente, ahora comprobaba que el mundo era muy pequeño.

Vio el cabello rubio, por un momento pensó que su mente le estaba jugando solo malas pasadas; Takanori tenía el cabello negro con rojo cuando estaban en Japón. De inmediato rectificó, se podía haber cambiado el color, entró en la cocina y como si fuera una ráfaga de viento, el primer rayo de la tormenta que está por caer, tomó del cuello de la camisa a Takanori Matsumoto y lo azotó contra la pared.

—Aoi ¿qué demonios... —comenzó Leda, se calló al notar la extraña mueca que el rubio mostraba. Miró a Aggy quien parecía tan confundido como él.

—Maldito bastardo —escupió Aoi entre dientes—. Eres una rata escurridiza, no puedo creer que estuviste aquí todo el tiempo —lo volvió a azotar contra la pared. Lo arrastró afuera de la cocina, donde le soltó un puñetazo que lo hizo caer directo al piso chocando contra una de las mesitas de la sala. Le propinó una patada en el estómago estando aun en el suelo, y cuando le iba a dar otra, sintió los brazos de alguien más alto rodearle y detenerlo—. ¡Suéltame! —gritó desesperado e iracundo—. Voy a matar a ese hijo de puta —logró zafarse y se acercó al editor.

Takanori se levantó con esfuerzo, pero la mueca que parecía sonrisa no se había desvanecido de su rostro—. ¿En serio lo vas a hacer Shiroyama? ¡Te reto que lo intentes! —se limpió la sangre con la mano. Fue suficiente para que el otro se frenara—. ¿Qué haces aquí? —no parecía estar sorprendido, probablemente lo estuvo esperando todo el tiempo, que alguien hiciera justicia por lo que había hecho. La razón por la que nunca lograba conciliar el sueño y cuando lo hacía, las pesadillas lo despertaban continuamente. Vivía con el miedo de que en cada esquina se encontrara con Yuu o con el mismo Kouyou y le hicieran pagar su arrebato de celos. Tal vez era lo que quería, que alguien detuviera la tortura que su misma mente le provocaba día tras día—. La única opción que tienes es matarme Shiroyama, te recuerdo que no hay tratado de extradición —retó altanero.

Aoi volvió a cerrar los puños, pero no hizo nada—. ¿Tienes una idea de lo que le hiciste? —dijo apenas abriendo la boca.

—Tu pregunta está mal hecha —le sangraba el labio y sentía punzadas en las costillas, pero por la adrenalina no le provocaban dolor—. La pregunta correcta es: ¿Tienen una idea de lo que me hicieron a mi? —trató de mantener la calma.

Tanto Leda como Aggy estaban congelados, no entendían nada de lo que sucedía y era más que obvio que sobraban en la escena, ninguno se movió por miedo, sus miradas pasaban de Ruki, a Aoi y de regreso.

—¿Te hicimos? —esta vez fue el turno del pelinegro utilizar la ironía, incluso se atrevió a reír sonoramente.

—Sí, me hicieron. ¿Cuánto tiempo te acostaste con él mientras estábamos juntos? ¿Cuánto tiempo se rieron a mis espaldas y disfrutaron cada momento juntos sabiendo que estaba conmigo? —espetó. Era visible que aún le dolía y le afectaba.

—Yo... —Aoi se sintió avergonzado de pronto desviando su mirada.

En ese entonces lo único que le importaba era cogerse a Kouyou, nada mas. No tenía ni la más mínima conciencia de los sentimientos de nadie, mucho menos de Takanori; simplemente era un juego para él. Que Kouyou tuviera pareja era problema del escritor y no suyo. Y siguió jugando hasta sus últimas consecuencias, sin reparar realmente en ellas.

Leda armó la historia en su cabeza, Ruki no era quien decía ser, era la persona que le había disparado a Kouyou Takashima.

—Yo lo amaba. ¡LO AMABA! —gritó al fin el rubio con la misma rabia qu ele había gritado a Kouyou antes de dispararle, aún le profesaba odio a Shiroyama. Sin embargo había vivido tanto tiempo arrepintiéndose de sus actos que ya no quería tomar acciones, sólo quería desahogarse—. Y a ustedes les importó poco, por un estúpido amor de escuela.

Yuu abrió mucho los ojos, el alma le cayó a los pies con la afirmación. Entendiendo las implicaciones de lo que Takanori acababa de decir.

—¿Amor de escuela? ¿Qué...

—No te hagas el desentendido Shiroyama, yo también leí esa maldita nota. Kouyou es un ingenuo si cree que algún día podrás corresponderle, porque para ti era sólo sexo, ¿no? —se acercó al otro encarándolo, sus ojos vidriosos y sus palabras llenas de veneno—. Destruiste mi relación con él, por sexo —escupió con odio.

Sintió que le perforaban el pecho, si tan sólo hubiera hecho las cosas diferentes Takanori no le habría disparado.

—Yo lo amaba... —repitió el editor.

—¡Yo lo amo! —Yuu se defendió finalmente dejando al otro mudo. No se iba a echar la culpa por las acciones del editor, nada justificaba el ataque hacia Kouyou y en todo caso debió haber sido contra él mismo—. Nadie que se diga que ama a una persona puede hacer lo que tu hiciste. ¿Sabes que estuvo tres meses en el hospital? ¿Que tuvo que usar silla de ruedas casi un año? ¿Que tendrá que usar un bastón toda su vida por lo que le hiciste en la pierna? ¿Sabes siquiera que ya no escribe? Porque solo te importas tu, maldita sea. Y yo, yo que lo amo estoy aquí sin poder siquiera reconfortarlo, llámalo como quieras pero yo lo amo y esa es la diferencia entre tu y yo. Lo amo desde que éramos unos niños, tu sólo te amas a ti mismo —fue su turno de recibir un puñetazo. La mejilla ardió al contacto con el puño, sin embargo Yuu jamás se había sentido tan aliviado en toda su vida, tan contento, le había gritado al mundo lo que sentía y se sentía bien.

—¡Mátame entonces, hazlo de una puta vez! —exigió con lagrimas en los ojos—. Porque no podrás hacer nada más. No regresaré a Japón y si no he cometido ningún crimen aquí no pueden tocarme. Y tu estás en la misma situación, ¿regresarás a Japón a que te encarcelen? Estamos atrapados Shiroyama sin Kouyou, y lo único que puedes hacer para librarnos de este infierno es matarme, así que hazlo de una vez —abrió los brazos—. No ofreceré resistencia, soy todo tuyo.

-x-

Japón

Kouyou entró al departamento exhausto, se había separado de Sujk quien fue al supermercado, probablemente se tardaría mas de una hora, conociéndolo, y eso era mucho más de lo que su pierna podría soportar. Lo único que quería era acostarse y dormir doce horas, caminó a oscuras por el pasillo, no haría ninguna escala y Sujk tenía llaves, se iría directo a su habitación. Caminó somnoliento cuando una risita hizo que se parara en seco. Reconoció la voz de inmediato.

—¿Qué quieres Yutaka? —preguntó con desdén. En la oscuridad no sentía miedo, ni vergüenza de su rostro, podía sonar como siempre, como era antes de ese estúpido ataque.

—¿No vas a prender la luz? —preguntó con la misma risita.

—No tengo porque, me voy a dormir y tu ya te vas —contestó tratando permanecer tranquilo, agradeciendo que bajo las sombras su primo no pudiera observar que sudaba y apretaba el bastón excesiva fuerza. Agradeció que su voz permanecía firme a pesar de sentir un hueco en el estomago.

Escuchó el sonido de su primo removerse en el sillón, pero no parecía haberse levantado—. De acuerdo, quería ver tu reacción pero, será lo que la princesa quiera.

—Vete al diablo.

Soltó una carcajada—. No, no lo haré. Verás, estoy harto de burlarme de ti en los pasillos de la empresa, que todos los empleados murmuren acerca de ti —imitó una voz aguda—. Pobrecito del presidente Takashima, tanto futuro que tenía por delante, era un excelente escritor, es muy guapo, blablabla. ¿Sabes? Siempre me he preguntado cómo es que eres capaz de ser el centro del universo, todo el maldito tiempo. Una estúpida luz a la que los insectos se acercan rápidamente, mientras otros viven a tu maldita sombra. Aunque debo decir que hoy es un día especial, después de pensarlo por tanto tiempo, por fin me decidí a hacer algo al respecto —sonrió, aunque no podía verlo estaba seguro que lo estaba haciendo.

—¿De qué hablas? —Una de las complicaciones que sufría después del ataque de Takanori, era el estrés y los posibles ataques de pánico provocados por el temor a la repetición. Es decir, aunque no estuviera en una situación de riesgo, su cuerpo reaccionaba como si lo estuviera al verse estresado o en una situación que pareciera remotamente similar. Ahora Kouyou luchaba por no verse presa de ese temor que crecía cada vez más en su interior—. Yo no pedí esto...

—Claro que no, tu nunca has pedido nada. No pediste nacer en una de las familias más poderosas del país, ni tener un carisma ni una cara que hacen que todos te volteen a ver. No pediste tener una mente brillante, un talento nato para sobresalir y mucho menos ser presidente de la empresa —ironizó—. Pobre de Kouyou que tiene que sufrir de esa vida agotadora. Pobre del idiota y patético Kouyou Takashima, dime, ¿alguna vez piensas en alguien más que en ti? —se levantó pero no se acercó a su primo. En la oscuridad no era mas que una sombra moviéndose erráticamente—. ¿Sabes lo que es para los simples mortales tratar de formarse un camino? ¿Ser siempre el segundo, porque no eres un Takashima? Durante nuestra niñez creí que eras diferente —bufó—. Un chico dispuesto a romper esquemas, pero no, que nadie se atravesara en tu camino o recibía un terrible rechazo...

Kouyou negó, tratando de ocultar que su cuerpo temblaba de forma violenta—. ¿Es en serio? Todo esto es porque no correspondí tus sentimientos cuando éramos adolescentes, somos primos Yutaka. No me puedes culpar por algo así. Tu ahora tienes a Akira, han pasado más de diez años —se hizo hacia atrás con dificultad. Entre su pierna y la oscuridad esa conversación se estaba volviendo no sólo incoherente sino dolorosa.

Yutaka negó, ahora que sus ojos se habían adaptado a la poca luz podían ver con más claridad los movimientos del otro gracias a la ventana del pasillo—. Ay Kouyou, no se trata únicamente de un rechazo. No te odio por eso, te odio por el simple hecho de que estás vivo —siseó como si fuera lo más obvio del mundo—. Acéptalo, el mundo sería un lugar mejor si lo priváramos de tu presencia, yo podría ser el director de la compañía e incluso Shiroyama tendría una vida mejor, no se hubiera metido en los problemas legales en los que se involucró, si no fuera por ti. Acéptalo, no eres más que una insulsa carga que lo único que sabe hacer bien es verse bonito, ah no, era verse bonito porque ahora con esa cicatriz ni eso puedes hacer. Te odio porque representas todo aquello que siempre he querido ser —aceptó finalmente—. Un chico lleno de oportunidades, con el carisma y la apariencia suficiente para explotarlas y que nunca hizo nada al respecto. Te odio, porque siempre has sido esa obsesión enferma que no puedo sacar de mi cabeza y que hasta hace poco nunca me había atrevido a tocar.

Kouyou no sabía qué decir, sentía la garganta seca y los ojos llorosos, estaba luchando seriamente por no caer en el pánico que aquella plática le estaba ocasionando.

—Simplemente eras demasiado fuerte, demasiado seguro e inalcanzable. Sabía que tratar de hacerte algo era toparme con una pared inquebrantable, por eso jamás lo hice. Sólo podía conformarme con pequeñas victorias, como quitarte a Manabu o ganarme los favores de tu padre. Sin embargo, todo cambió gracias a Takanori, quien se encargó de diezmarte y convertirte en sólo un rastro de lo que alguna vez fuiste. Al principio no me desilusionaste, verte de esa forma, pensé que el gran Kouyou saldría de sus problemas de inmediato, pero una vez más te comportaste como el egoísta que eres —sonrió de lado—. Te crees la víctima de esta historia, cuando todo te los has causado tu mismo. ¿No pediste esto? No te importó revolcarte con Shiroyama, ¿no? Llevaste a Takanori a la locura y, ¿no pediste esto? No eres la víctima Kouyou, es tu culpa. Tu mismo provocaste tu propia caída —se cruzó de brazos satisfecho.

—¿A eso viniste? ¿A recalcarme que fue mi culpa? Pues no tienes que hacerlo —"ya lo sé", pensó.

Yutaka avanzó dos pasos aun con una sonrisa en su rostro—. Te equivocas, no vengo a recalcarte tus errores, ni a decirte que has hecho mal. Vengo a darte el tiro de gracia, a dar el golpe final para hundirte Kouyou Takashima —sonrió ampliamente, esa maravillosa sonrisa que ahora proyectaba todo el odio que Yutaka le estaba profesando.

Kouyou sólo atinó a pensar lo irónico que era verlo sonreír de esa forma tan hermosa y tan destructiva al mismo tiempo.

Cerró los ojos dispuesto a recibir el tiro de gracia, ya había recibido tres, otro más que esta vez terminara con su vida se le haría cosa de niños. Suspiró y escuchó a su primo moverse, seguro para acercarse, lo sintió frente a él a escasos pasos. Pensó que estaría aterrado pero estaba tranquilo, no le daría la oportunidad de verlo vulnerable. Escuchó un clic, sin embargo en lugar de sentir una bala o algo parecido, sintió una luz frente a sus ojos, se atrevió a abrirlos.

El celular de Yutaka estaba encendido, miró la pantalla y en ese momento deseó que le disparara. Tenía una foto, una foto de él, desnudo y amarrado en el departamento de Yuu. Su mente iba muy rápido, pensó en Takanori, pero imposible que su antiguo novio le hubiera dado una fotografía como esa. ¿Dónde había conseguido esa foto? ¿Cómo lo había hecho? No tenía memoria, su cara debía ser un verdadero poema a la duda, puesto que el otro comenzó reírse.

—Que buen jueguito te traías con Shiroyama, un hermoso regalo para mi —alejó el teléfono, mirando la pantalla con algo que parecía admiración —. Estar con Akira tiene sus ventajas.

—¿Qué piensas hacer con eso? —su voz tembló ligeramente por primera vez. No era la misma situación que hacía un año y medio, esta vez tenía mucho que perder, su seguridad estaba por los suelos, no lo resistiría, las habladurías, los chismes, las miradas.

—Dos cosas —se guardó el celular en el pantalón dejándolos casi en la oscuridad de nuevo—. Si creías que podías ganar, desmentir los cargos de fraude y entregarle la empresa a Shiroyama, estás muy equivocado. Porque si regresa no sólo enfrentará cargos financieros, también de abuso sexual, imagínate el escándalo, tal vez hasta dejarían de culpar a Takanori y todos los cargos serían para él.

—Estás loco, jamás procedería. Necesitarías mi testimonio y nunca diría algo para perjudicar a Yuu.

Yutaka chasqueó la lengua con satisfacción—. Pobre del presidente Takashima, su estrés post traumático hizo que confundiera las cosas, bloqueando los recuerdos y asociando a su novio cuando en realidad fue otra persona que quería hundir a su familia, ha pasado —utilizó un tono que quiso disfrazar como compasivo y suspiró—. Imagínate lo que pasaría, si la foto se filtrara a los medios. No podrías publicar un libro en toda tu vida, incluso te removerían de tu cargo de presidencia y ni tu, ni Shiroyama podrían volver a poner sus asquerosas manos sobre MI empresa. Sería trágico, ¿no?

Kouyou trató de pensar en alguna forma de resolverlo, pero ni siquiera quitándole el celular a Yutaka serviría de algo, seguramente tenía más copias. No era estúpido—. ¿Qué quieres? —se resignó después de varios minutos.

—Te daré la empresa —la afirmación descolocó a Kouyou por completo. Pertenecer a la empresa, había sido el objetivo de Yutaka desde un principio, ¿qué mas podría querer que no tuviera que ver con su trabajo como presidente?—. No trabajaré ahí, incluso dejaré que se la entregues a Shiroyama, podrás traer a tu noviecito de donde sea que se encuentre. Borraré la foto y nunca la verá nadie mas, con una sola condición —sonrió triunfante.

El escritor esperó a escucharla.

—Quiero que seas mi mascota. Mía y no de Shiroyama...

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