Delirium

By sugarmeli

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El problema era que a Kouyou Takashima nadie le decía qué hacer, hasta que Yuu Shiroyama le dio una orden por... More

EL REBELDE OBEDIENTE
DUEÑO
OPORTUNIDAD
AÚN DESPUÉS
TARDE LIBRE
DECISIÓN
SIN VUELTA ATRÁS
POR FIN
PLÁTICA
SOSPECHA
REALIZACIÓN
RECUERDOS
AMO
PLANES
ESTRATEGIA DE GUERRA
SEGUNDO ADIÓS
LO QUE EN REALIDAD PASÓ
DOS MESES
CONSECUENCIAS
ENAMORAR
ESPÍA
PENSAR EN TI
CAMINOS QUE SE CRUZAN
VIENTOS DE CAMBIO
DECISIONES EXTREMAS
LLAMADA
PENDIENTES
REGRESO
DELIRIUM NOCTURNUM
Delirium Tremens/ Epílogo

Así

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By sugarmeli

Murmullos, palabras y frases que ya no alcanzaba a distinguir. Que aburrido estaba, miraba por la ventana en busca de alguna distracción, nada. Suspiró por enésima vez, tal vez su única opción era dormir, aunque no tenía sueño. Se levantó, decidió que ya tenia suficiente.

—Shiroyama —lo llamó el profesor—. ¿A dónde cree que va? La clase aun no termina —dijo molesto con las fórmulas matemáticas desplegadas en el pizarrón, aunque su voz se había vuelto sólo un zumbido molesto durante la última media hora.

El chico pelinegro de delgada complexión se volteó a ver a su superior fastidiado, se echó la mochila al hombro—. No sirve que me quede, ya sé todo eso. Probablemente lo sepa mejor que usted —chasqueó la lengua, ignorando la cara de furia del profesor o los rostros asombrados de sus compañeros y salió del salón.

Yuu Shiroyama, tenía dieciocho años, iba en último año de preparatoria y era un bendito genio. Tenía el coeficiente más alto que muchas personas que realizaban un doctorado, y por supuesto, mas alto que cualquiera en ese edificio. ¿Por qué estudiaba ahí entonces? Fácil, su padre era poco menos que un imbécil, creía que Yuu no debía adelantarse años si no estaba dispuesto a estudiar la carrera que él quería. Yuu no tenía otra opción mas que resignarse. ¿Por qué? El dinero no crece en los árboles, aun si eres un genio y para lograr entrar a la universidad que él quería, tenía que ser bajo sus propias reglas.

Tal vez el pelinegro era súper inteligente, pero seguía siendo un adolescente con el peor carácter y las hormonas a flor de piel. Era un chico problema, se la vivía saliéndose de clases, ofendiendo profesores y haciendo cosas indebidas. Sin embargo, Yuu tenía sus calificaciones a su favor, había ganado varios concursos académicos y la preparatoria estaba en la mira de la región gracias a sus altos puntajes en los exámenes nacionales. La escuela poseía y se enorgullecía de un alto prestigio, gracias al cerebro de Yuu. Él, sólo se aprovechaba de su gran ventaja. Prácticamente la escuela le pertenecía.

Al salirse de la clase de matemáticas resolvió caminar por el pasillo, a esa hora la mayoría de los alumnos estaban en clase, por lo que no podría buscar a nadie con quien distraerse, jugaba con la perforación de su labio inferior mientras pensaba a dónde dirigirse. Fumar y dormir eran las opciones más fuertes; sin embargo, si tenía la suficiente suerte, tal vez encontraría a una de aquellas zorritas que se morían por él y podría cogérsela para el aburrimiento. Yuu era dueño de la escuela por su inteligencia y era dueño del cuerpo estudiantil por su reputación, tal vez no había una sola chica en ese plantel que no quisiera pasar la noche con él y mas de la mitad ya lo habían hecho, incluso por un rato.

A Yuu le gustaba el sexo, ¿y qué? Le gustaba el placer que producía, él mismo pensaba que era su pequeña debilidad mundana, podría ver a todos como lombrices estúpidas pero si de sexo se trataba, el mundo parecía cambiar sus matices. Le encantaba la excitación que le producía en el cuerpo, algo completamente ajeno a leer, resolver operaciones o hablar otros idiomas. Tener sexo, era para Yuu sinónimo de sentirse vivo en una existencia bastante monótona. Sólo había un pequeño detalle, últimamente, no era suficiente, quería sentir mayor excitación y aunque, claro, había muchas que lo hacían, nada resultaba extraordinario. Ninguna era extraordinaria.

Lamentablemente no encontró a nadie en su camino, ninguna alumna sosa dispuesta a entregarse al pelinegro esperando que mágicamente el chico se enamorara de ella. Porque, sí, sabía que esa era la estúpida esperanza que varías mantenían. El amor, eso era algo ajeno e incomprensible para su racional cabeza, el sexo sólo era un placer inmediato que hacía que el cuerpo estallase en sudor, placer y satisfacción.

Resignado, sacó la cajetilla de cigarros, dirigiéndose al patio delantero para aliviar su vicio, cuando un chico chocó contra él a una velocidad tan rápida que lo hizo caer con el otro encima.

—Carajo —dijo el chico que le había caído encima, sosteniendo sus lentes de armazón. Trató de levantarse pero Yuu lo sostuvo fuerte evitándolo—. Deja que me vaya, si no...—trató de explicar.

Yuu lo retuvo nada mas con el afán de molestar, nadie le caía encima, nadie. Tuvo el suficiente tiempo para analizar al chico que se encontraba a escasos centímetros de su cara. Su primer pensamiento fue que en realidad, el chico era bastante apuesto, con su cabello oscuro y cara redonda, tenía una bonita forma en los labios que combinaba perfecto con la forma de sus pómulos, parecía tener los ojos de color miel, con largas pestañas ocultas detrás de los lentes. Por su complexión, el chico podría haber parecido una chica de reojo, pero la dureza de sus facciones denotaba lo contrario.

No le molestaba pensar que el chico era realmente apuesto, en varias ocasiones se había planteado estar con alguien de su mismo sexo, tal vez así encontraría otro nivel de excitación, aunque nunca había encontrado a alguien que lo animara, como parecía que este chico encima, podría animarlo.

—¡Takashima! —gritó una voz tan conocida para Yuu, era el director de la escuela. Interrumpiendo sus pensamientos sexuales.

—Genial, mira lo que lograste, ahora me van a cagar por tu culpa —dijo el chico altaneramente.

Los dos se levantaron y Yuu pudo apreciar mas al chico, era varios centímetros mas bajo que él, dado que vestía el uniforme era imposible para Yuu saber si el chico a su lado poseía un cuerpo atlético o escuálido, anotó en su mente que era buen momento para empezar a ampliar sus horizontes y comprobar los resultados. Aunque el chico era lindo, no necesariamente debía ser el objeto de estudio, después de todo le había caído encima y ahora se dedicaba a ofenderlo, haciendo que el pelinegro se sintiera más fastidiado que molesto.

El director se acercó a los dos con paso veloz.

—Shiroyama, ¿qué haces fuera de clases? Tu también, a mi oficina —señaló el camino—. Los dos, ahora —advirtió.

Yuu no dijo nada, se limitó a rodar los ojos y a caminar al lugar que conocía más que sus propios salones de clase, se sentó en una de las tres sillas de la minúscula sala de espera de la oficina, cruzó los brazos y cerró los ojos esperando descansar por lo menos cinco minutos. El otro chico se sentó a su lado haciendo quejidos sonoros de berrinche.

—Te dije que me dejaras levantarme —se quejó.

Yuu abrió los ojos de golpe y lo miró con molestia—. Yo hago lo que se pega la gana, no lo que tu tengas que decir —notó el increíble sonrojo de su acompañante. Hecho que le causó fascinación.

Dicho esto, la secretaria del director los hizo pasar a la oficina, ambos se sentaron frente al escritorio del rector, un hombre de avanzada edad, casi calvo y ojos cansados. Yuu se recargó cómodamente en la silla, mientras el chico casi se recostó desviando la mirada.

—Takashima...

—Yo no fui —se apresuró a decir el chico—. Yo no sé porque todo lo que pasa en esta escuela es mi culpa —se quejó aún sin mirar a nadie.

La afirmación sorprendió a Yuu, pensaba que él era el chico problema de la escuela, no el mocoso sentado a su lado.

El director suspiró con paciencia—. ¿De verdad vas a negar que causaste el apagón de todo el edificio D? Tenemos testigos que te vieron salir corriendo del cuarto de control —dijo tranquilamente.

Yuu no pudo evitar soltar una carcajada, el director lo miró severamente.

—Mienten, todos mienten —se defendió el otro rápidamente.

Para Yuu la situación se estaba volviendo bastante entretenida, a leguas sabía que el chico estaba mintiendo pero su altanería le causaba curiosidad.

—En serio, no sé que hacer contigo. Tu conducta es deplorable, nunca entras a clases y tus calificaciones van de mal en peor. Si no fuera porque tu padre...—se detuvo.

El chico se acercó al escritorio recargando los codos sobre este, sus ojos brillaron con malicia y mucha altanería—. Si no fuera porque mi padre es dueño del instituto ya me hubiera expulsado. Sólo dígalo, a mi no me corresponde despedirlo —sonrió.

Otra gran sorpresa para Yuu, parecía que al chico le importaba muy poco ser respetuoso con los demás, no pudo evitar sonreír, estaba demasiado entretenido con la escena. Le había encantado la valentía del otro para hablar.

—No te confíes Kouyou —le respondió el director sin cambiar su semblante—. Tengo el permiso de tu padre de expulsarte. Incluso me ha dicho que de ser así te matriculará en un internado —explicó.

La expresión del chico cambió—. Eso no puede ser, él no me puede hacer eso —apretó los puños—. Le he dicho mil veces que no iré a un internado —exclamó mas para si mismo que para los presentes.

—Estoy dispuesto a darte otra oportunidad, tienes de aquí al final del semestre para subir tus calificaciones y mejorar tu conducta. Después de todo apenas es tu primer año —explicó el director y de inmediato se giró hacia Yuu—. Tú, le ayudarás —sentenció.

Yuu frunció el ceño de inmediato—. ¿Yo? ¿Yo que tengo que ver? Yo no hice nada, fue él quien me cayó encima —reclamó.

—Estoy harto de tus actitudes Shiroyama, recibí la queja de tu profesor y te volviste a salir de clase. Esto es simple: te vuelves el tutor de Kouyou, haces que mejore sus calificaciones y yo remuevo todas las faltas de tu historial. Además te doy la carta de recomendación para la universidad de Tokio —sonrió satisfecho.

Yuu se mordió el labio, sabía que a pesar de su intelecto, la única forma de entrar a esa universidad era con historial perfecto. La única manera de alejarse de su detestable familia, era la universidad y Yuu aspiraba alto, la mejor universidad del país. La había descartado debido a su historial, pero ahora podía volver a estar en el juego.

—Te urge quedar bien con el jefe, ¿verdad? —preguntó Yuu sonriendo—. Está bien, es conveniente y no soy estúpido para no tomar la oportunidad —dijo con ironía—. Las cosas se harán a mi manera, ¿de acuerdo? —sin querer vio al chico a su lado. Parecía verlo con admiración. ¿Por qué? tal vez era la manera en como trataba al director, tal vez era su actitud, no sabía pero le gustaba.

—¿Qué quieres? —preguntó el director sabiendo que era mejor acceder que pelear con Yuu.

—Las asesorías serán en mi casa, no quiero estar mas tiempo en la escuela. El chico tiene que pedir permiso con sus padres. Si el chico no sube sus calificaciones, no será mi culpa sino de él. Ten por seguro que le enseñaré, así que por mi no te preocupes y aunque siga reprobando de todas maneras me darás lo que dijiste. Seré su tutor, no su mamá —dijo sin mirar al tal Kouyou.

El director terminó por asentir.

—Mañana en mi casa, mocoso —le dijo Yuu levantándose y saliendo de la oficina.

Kouyou lo siguió de inmediato—. Espera —lo detuvo—, no sé como llegar a tu casa, ni tu nombre —lo dijo con seguridad.

—Yuu Shiroyama —contestó sacando una pluma y un papel de su mochila, escribió rápidamente y le tendió el papel—. Esta es mi dirección, no llegues tarde, te espero a las cinco. Odio la impuntualidad —chasqueó la lengua.

Kouyou frunció el ceño—. ¿No quieres saber cómo me llamo? —preguntó molesto aferrándose al pequeño papel en sus manos.

—Kouyou Takashima, pongo atención aunque no parezca —sonrió de lado y se alejó.

El mas joven se sonrojó en exceso.

-x-

Eran las cinco con quince minutos y el mocoso aun no llegaba. Ya estaba de mal humor, no había mentido cuando dijo que odiaba la impuntualidad. Se sentía estúpido de estar esperando. Estaba a punto de entrar a la cocina a prepararse algo de comer cuando vio por la ventana de la sala, como un auto se detenía. Era un auto bastante caro, con los vidrios oscurecidos para evitar ver adentro.

Vio a Kouyou salir de la parte trasera con la mochila colgada al hombro, caminó con paso inseguro a la puerta de entrada. La casa de Yuu no era una mansión pero era bastante grande gracias a la profesión de sus padres, parecía una casa perfecta aunque por dentro fuera una pesadilla.

Yuu se recargó en la pared cruzando los brazos, esperando a que el chico se dignara a tocar a la puerta, pero no se sucedió, Kouyou se había quedado congelado frente a la puerta, indeciso. Por la ventana no podía apreciar bien su expresión y su curiosidad hizo que se acercara a la puerta y la abriera de golpe, sorprendiendo al mas chico quien lo miraba con los ojos muy abiertos.

—¿Algún día pensabas entrar? Digo, de por si llegas tarde —se hizo a un lado para que el mas pequeño entrara.

Kouyou lo miró molesto—. Solo fueron unos minutos, no armes un escándalo —le respondió.

Yuu caminó hacia él—. No te quieras hacer el insolente conmigo, porque no funciona. No soy yo quien se quedó como cachorro frente a la puerta sin tocar —le dijo burlándose. Comenzó a caminar hacia las escaleras con camino a su habitación , se giró a mitad de los escalones—. ¿Vienes o qué? —prosiguió mientras Kouyou lo seguía casi corriendo.

La habitación de Yuu era la más cercana a las escaleras, por lo que no podía verse nada de las demás. No había retratos familiares o cuadros que hicieran de la casa un lugar acogedor, al contrario, parecía una casa de huéspedes con adornos colocados de manera aleatoria y completamente impersonales.

No así con el cuarto de Yuu, el cual estaba perfectamente ordenado con estanterías de libros de temas técnicos y avanzados de los que Kouyou no entendió un carajo. El escritorio no parecía tener una mota de polvo, la ropa perfectamente doblada en el armario y la cama hecha con tal precisión que parecía haber sido hecha con regla y plancha.

—¿Tus padres no están? —preguntó Kouyou curioso, observando la habitación en la que se encontraba.

Yuu sacó un cigarro y se sentó en la cama—. Los dos son médicos, nunca están en la casa —contestó sin darle importancia, prendió el cigarro y con la cabeza le indicó que se sentara en la silla de su escritorio.

El chiquillo parecía nervioso y al parecer buscaba por todos los medios de ocultarlo. Situación que le parecía muy entretenida al pelinegro, era bastante observador y podía notar como las manos del menor temblaban ligeramente al sacar sus libros de la mochila, los cuales le tendió con fastidio.

El mas alto los revisó uno por uno—. ¿Cuál es la materia que mas te cuesta trabajo? —preguntó hojeando los apuntes de Kouyou, su letra era casi imposible de entender, además no parecía tener apuntes reales de las materias, sino pequeño escritos de ideas o pensamientos, que Yuu no leyó pues no entendía la caligrafía.

—Matemáticas —contestó.

—¿Por qué no me sorprende? —se burló Yuu aun hojeando los cuadernos.

—¡Oye! No es mi culpa que la materia sea tan difícil, además el profesor es un pesado, me odia —se quejó cruzándose de brazos con la misma expresión de berrinche que había mostrado en la oficina del director—. Todavía se sorprende que no entro a su clase.

Yuu giró los ojos—. A ver, ¿qué materia te gusta mas? —preguntó apagando su cigarro.

Kouyou bajó la vista—. Literatura —contestó un poco tímido e incluso avergonzado, de inmediato recobró su pose altanera mirando a Yuu fijamente—. Digo, no es como que me guste mucho, pero supongo que está bien. ¿Me vas a ayudar o no? No me gusta la idea de estar tomando asesorías, además contigo que se nota que no sabes ni un carajo. ¿Por qué el director me manda con alguien que de inmediato se nota que sabe menos que yo? —Kouyou parecía estar vomitando palabras con tal de ocultar sus nervios.

El pelinegro se levantó de golpe, no encontraba ofensivas sus palabras, al contrario, le gustaba que se expresara sin miedo—. Escúchame muy bien, chiquillo, me valen un reverendo cacahuate tu o tus calificaciones, lo hago por mi conveniencia. De todas formas a mi me van a dar lo que quiero, aprendas o no, así que deja de ser un fastidio y saca tu tarea —le dijo sin perder la paciencia, fascinado por la actitud altanera del mas chico, explorando la idea de ponerlo más nervioso.

Kouyou se alzó de hombros y le entregó el cuaderno a Yuu, sorprendiéndolo una vez más, pensó que de cierta forma lo asustaría pero el chico se mostró indiferente—. Quiero que quede claro que solo hago esto para evitarme ir al internado —se cruzó de brazos—. ¿Puedo prender la computadora? —preguntó sin vergüenza mirando la pantalla apagada.

—¿Para qué? —Yuu enarcó una ceja.

—Estoy aburrido —contestó restándole importancia.

—Vas a empezar a hacer a tarea, no le veo el chiste a prenderla —le regresó el cuaderno abierto en donde estaba su trabajo pendiente, un montón de ecuaciones.

Kouyou hizo muecas—. Eres un aburrido, apuesto que no quieres que vea tu pornografía —se burló colocando el cuaderno frente a él.

Yuu lo miró fijamente, no era humanamente posible que ese chiquillo tratara de burlarse de él usando un argumento tan barato, ¿cierto? No quería ver que tan lejos era capaz de llegar, porque era capaz de cualquier cosa, cosas que el mas chico nunca se imaginaría en las más perversas de sus fantasías. Le molestaba que Kouyou hubiera sacado el sexo al tema, llevaba dos días tratando de desahogarse con alguna alumna, pero no había encontrado a nadie y tampoco podía obviar la atracción que el menor le provocaba, sacar al tema algo así no le ayudaba en nada a su estado de excitación.

No era un animal incapaz de contenerse, pero el chico parecía estárselo rogando desde el minuto que había entrado en su casa.

—No la necesito, practico bastante —respondió con la mirada fija en Kouyou. El otro abrió la boca pero no dijo nada—. ¿Tú, sí? —sonrió al ver el sonrojo pronunciado como respuesta.

—No entiendo las ecuaciones de segundo grado —tartamudeó. El chico que se creía rebelde y altanero había tartamudeado para deleite del pelinegro.

Yuu rió con fuerza por el cambio tan patético de tema—. Vamos, ¿ya no piensas contestar? —era divertido, sí, muy divertido ver las reacciones del chiquillo quien había abierto una puerta casi imposible de cerrar.

Kouyou se revolvió en su asiento incómodo—. No tengo porque hablar contigo de nada, solo me tienes que explicar —contestó sin dejar de mirar el cuaderno.

—Te puedo explicar muchas cosas, depende que es lo que quieres —se paró detrás de él.

—No soy gay —respondió el mas chico con voz nerviosa.

Yuu volvió a reír, él tampoco lo era, jamás había estado con un chico, pero en ese momento no parecía importar mucho. Era la forma en que Kouyou reaccionaba ante sus movimientos lo que le gustaba, lo incitaba a hacer mas cosas solo para observar como el chiquillo reaccionaría. Sin saber que en realidad, ese chico lo estaba volviendo loco.

—¿No eres gay? ¿Seguro? —Yuu se había dado cuenta de lo contrario desde un principio, el niño transpiraba homosexualidad. No le molestaba, incluso ahora parecía conveniente—. ¿Estás negado? O te da pena admitir que te atraigo —le dijo con un murmullo en el oído.

Fue el turno de Kouyou de reír—. No me atraes en lo mas mínimo, ni aunque fuera gay —respondió y la seguridad regresó. Parecía un juego de subidas y bajadas del que Yuu estaba gustoso de formar parte—. ¿Cómo podría sentirme atraído por una persona que tiene la fama que tú tienes? —dijo fastidiado.

—Ah, así que, sí sabías quien era. Eso de preguntar mi nombre, solo era para hacerte el interesante —que bonito juego en el que estaban.

—De todas formas necesitaba saber tu dirección.

—Entonces no fue porque te intereso —siguió con la boca cerca del oído del mas bajo, acariciando su piel tan sólo con el aliento. Suficiente para mandar escalofríos a todo el cuerpo del chico sentado frente a él.

—Ya te dije que no, no creo que hagas las cosas maravillosas que todas las zorras de la escuela dicen que haces —terminó de decir.

Para Yuu, eso no fue un insulto, fue un reto. En ese momento no importaba si Kouyou era hombre, si era mas chico, si él era su tutor, nada. El chico se había atrevido a cuestionar la reputación que portaba con orgullo y eso no lo iba a permitir. Menos de un chiquillo tan insolente como aquel.

Sin ninguna pizca de cuidado Yuu empujó a Kouyou de la silla, haciendo que cayera bruscamente al piso. Se colocó sobre el mas chico, su sonrisa se hizo mas amplia al ver la cara de Kouyou. Pararía si el otro no estaba dispuesto, pero por sus expresiones y sus reacciones, estaba casi seguro que no se lo pediría. No estaba haciendo el mínimo esfuerzo por separarse, al contrario parecía estarse acomodando debajo de él.

—¿Quieres ver que cosas maravillosas hago? —preguntó Yuu frotándose contra la pierna del Kouyou y sin querer sintió el miembro del otro crecer debajo de él—. Así que, no te atraigo, entonces, ¿qué es esto? —sin vergüenza colocó su mano sobre el miembro del mas chico y comenzó a frotarlo. No sabía muy como hacerlo puesto que nunca le había hecho algo parecido a un hombre, pero se lo había hecho a él mismo, no debía haber mucha diferencia.

—Es obvio que por el contacto me ponga así, tengo dieciséis años, son hormonas —el enunciado se cortó a la mitad pues un gemido salió de él. Yuu solo lo acariciaba por encima del pantalón, no estaba haciendo nada extraordinario, pero se sentía tan exquisitamente bien, por su parte el otro se seguía frotando contra su pierna.

Era un poco difícil mantener el ritmo de las dos cosas, así que Yuu optó por algo mas fácil. Se sentó sobre Kouyou aun masajeando su miembro—. Tócame —le dijo, no, le ordenó. Kouyou lo vio como si estuviera loco—. Tócame —volvió a decir con tono autoritario y sin dudarlo ni un segundo mas, el mas chico comenzó a acariciarlo.

Sentir la mano de Kouyou sobre su miembro solo logró ponerlo mas duro. Sin darse cuenta fue la sumisión del mas chico lo que le había lanzado un rayo de excitación directo a su miembro, llenándolo de un placer que nadie le había otorgado. Era la sumisión de Kouyou lo que lo tenía tan excitado, tan maravillado, tan deseoso de más. Esa sumisión que buscaría durante muchos años después y lo llevaría al borde del abismo.

Siguieron un buen rato frotándose el uno al otro sobre la ropa, Yuu no entendía como ese simple contacto podía tenerlo tan excitado. Los gemidos del mas chico debajo de él, lograban que sintiera que iba a tener su orgasmo en cualquier momento, aun si la mano de Kouyou era por de mas, inexperta.

Kouyou tenía los ojos cerrados mientras gemía sin parar, Yuu sintió la dureza en los testículos del mas bajo, dureza, que le decía que el chico estaba cerca. Aceleró el ritmo y sin poder creerlo el mismo, chocó sus labios contra los de Kouyou.

Yuu no era de los que besaban, no le gustaba ese tipo de contacto, sin embargo no había podido evitarlo, al ver los labios semi abiertos de Kouyou, fue inevitable. El beso no fue tierno, al contrario, de inmediato, Yuu comenzó a invadir la boca del mas bajo con la lengua sin piedad, metía y sacaba la lengua con fuerza como si fueran estocadas de su mismo miembro en la entrada del más chico, un pensamiento que no podía sacarse de la cabeza. No estaba en sus planes para ese momento intentarlo, sólo el contacto era suficiente para llevarlo al límite, pero no podía evitar pensar que solo se estaban tocando, el sexo debía ser tres veces mejor.

Kouyou correspondía como podía, pero el beso era demasiado brusco para mantener el ritmo. No era su primer beso, pero si era el primero con alguien con aquella experiencia, el primero con alguien que le atrajera tanto, que lo hiciera sentir mariposas en el estómago que se transformaban en erecciones debajo de su pantalón, que pronto se transformarían en un orgasmo que el mismo pelinegro le estaba proporcionando, ni en sus sueños más aventurados había pensado terminar con Yuu Shiroyama de esa forma.

Yuu mordió su labio inferior con fuerza, justo cuando el mas chico comenzó a tener su orgasmo, el sonido de aquello solo logró que Yuu se sintiera cerca—. Mas rápido —ordenó. Cosa que Kouyou obedeció al instante a pesar de estarse quedando sin fuerzas. Un minuto después Yuu estaba descargándose con un ligero gemido.

Los dos se levantaron, estaban sucios de su propia esencia, pues los dos permanecieron con ropa todo el tiempo.

—¿A eso llamas hormonas? —preguntó Yuu sonriendo ladinamente.

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