Extraño |NoMin

By scaretwoo

563K 55.2K 146K

Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... More

Inicio
1. Mal entendido
2. Nada malo
3. Todo mal
4. Desastre
5. Llamada
6. Fragancia
7. Pensamientos
8. A medias
9. Girasoles
10. Culpa
11. Agradecido
12. Fotos
13. Café
14. Mundo
15. Respuestas
16. Pelea
17. Perdedor
18. Especial
19. Canto
21. Consecuencias
22. Amor
23. Despedida
24. Extraño
25. Regalos
26. Decisiones
27. Razones
28. Expuestos
29. Risas
30. Madre
31. Resplandor
32. Venganza
33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
34. Siempre tuyo; Parte 2
Capítulo final
Epílogo
Agradecimientos.

20. Siempre

16.5K 1.3K 2.8K
By scaretwoo

Quisiera decir que tengo idea de lo que estoy haciendo, pero sinceramente nunca he sido muy bueno mintiéndome a mí mismo. 

    — ¿Qué tú quieres hacer qué?

   Incluso mi madre ha dejado de leer su libro favorito de Rainbow Rowell para lanzarme por encima de sus gafas una mirada desconcertada. Reconozco que mi manera para pedirle esto no fue la más adecuada, pero también debería tomar en cuenta que estoy a punto de entrar en pánico y que su reacción perpleja no ayuda en nada.

   —Faltar a la escuela —repito con rotundidad, acto seguido me muerdo el labio inferior y entrelazo las manos detrás de mi espalda, balanceándome sobre mis talones—. Te prometo que mañana no tenemos nada importante que hacer.

   Ella se quita las gafas y arquea las cejas.

   —Jaemin, estás a mitad del semestre, ¿cómo no vas a tener nada importante que hacer?

   —Bueno, no es taaaan importante. No creo que vaya a reprobar por eso.

   La razón por la que le estoy pidiendo a mi madre saltarme las clases con tanto descaro es gracias a una sensación de culpabilidad que me ha estado recorriendo desde las últimas horas.

   No puedo superar que Jeno nunca antes haya festejado su cumpleaños y desde luego que tampoco puedo superar lo poco que le importa reconocer algo así en voz alta. 

   Sé que no todos sentimos la necesidad de festejar nuestros cumpleaños y que probablemente no mentía con eso de que con sentirse vivo basta, pero yo, que tengo una perspectiva diferente no puedo dejarlo así. Necesito festejarlo, hacerle ver que los cumpleaños son la cosa más maravillosa del mundo cuando se pasan a lado de las personas a las que les importas y si una vez que lo haya probado decide quedarse como antes, entonces voy a respetarlo.

   —Jaemin, hijo, ven acá. Siéntate.

   Enfoco la mirada en mi madre y veo que se hace a un lado, dejándome un hueco en el sillón para que me siente. Los dos cabemos a perfectamente a pesar de que el sillón es solo para una persona. Siempre me ha causado gracia que tanto mis padres como yo tengamos una estatura promedio, la ventaja de ello que es entramos en todos lados. Venimos como en un práctico empaque.

   — ¿Estás molesta? —me acurruco contra su pecho y mi voz tiene ápices de duda.

   —Por supuesto que no, mi cielo. Sólo quiero saber porque de repente quieres mi permiso para saltarte las clases. Nunca me habías pedido algo así.

   Dejo que sus delgados brazos me rodeen la espalda y coloco el mentón sobre su hombro. Su sedoso cabello rubio me hace cosquillas y el aroma de su perfume es dulce y tranquilizador. Admito que soy una persona muy táctil, siempre me ha gustado ser afectuoso físicamente, pero aún más con mis padres, pues desde que era un niño me enseñaron a que las cosas mejoran considerablemente con una sonrisa y un fuerte abrazo.

   No puedo creer que Jeno nunca haya tenido algo como esto en su vida. No soy madre, ni tampoco padre, pero por simple lógica me pregunto, ¿cómo puedes ser tan despreciable con alguien que proviene de ti? ¿Cómo puedes darle la espalda a alguien que es tu propia sangre?

   Puede que suene egoísta, pero es en situaciones como ésta en donde uno comienza a valorar un poquito más lo que tiene. Mis padres a pesar de que se la viven en un trabajo estresante, buscan tiempo para mí, están dispuestos a escucharme y a darme su apoyo hasta en las cosas más tontas. Una que otra vez llegué a pensar que son demasiado afectuosos o sobreprotectores, pero después de conocer la historia de Jeno, borro tan tontos pensamientos y me permito disfrutar de lo que tengo.

   Aunque en este momento esté sacando de contexto a mi madre con lo que le estoy pidiendo.

   —Siento que si te lo digo no lo vas a creer demasiado importante.

   Sube una de sus manos a mi cabello y lo acaricia. 

   —Todo lo que venga de ti es importante para mí Jae.

   — ¿Segura?

   — ¿Alguna vez te he mentido?

   Niego con la cabeza y suspiro, preparando mis mejores palabras para expresar lo que tengo en mente.

   —El sábado pasado fue el cumpleaños de Jeno.

   Aquello es suficiente para que se separe de mí y me mire con los ojos bien abiertos.

   — ¿De verdad? ¿Y por qué no nos lo dijo?

   —No está acostumbrado a festejar sus cumpleaños.

   Mi madre continúa mirándome, pero se mantiene en silencio. Aquello es un claro indicativo para que continúe hablando.

   —Aun no entiendo muchas cosas. Pero como ya te había dicho la otra vez, creo que tiene problemas con su familia. Problemas... graves.

   La tristeza inunda sus ojos, pero asiente y sus caricias me dan el impulso para seguir hablando.

   —El sábado fuimos a una fiesta —prefiero manipular un poco la información porque no creo que a mi madre le haga mucha gracia escuchar que Jeno se puso borracho hasta perder el piso—, y sólo cuando llegamos aquí me dijo que era su cumpleaños.

   — ¿De verdad? ¿No te lo comentó antes?

   —No lo hubiera olvidado.

   Mi madre frunce el ceño y sé por su expresión asediada que ya me ha perdido el paso. Retiro la cabeza de su pecho y la miro, esperando que la sinceridad reflejada en mis ojos le indique que no le estoy mintiendo.

   —Lo que quiero decir con esto es que Jeno no festejó su cumpleaños. Pero no es la primera vez, ¿puedes creer que lo único que agradece es tener un año más de vida?

   —Bueno Jae, hay personas que ven desde otras perspectivas sus cumpleaños.

   —Pero él literalmente no sabe nada de salidas, regalos, ni de pasteles o cantos bonitos de "feliz cumpleaños" como los que tú me das todos los años. No entiende nada de eso y a mí... se me parte el corazón. Porque creo que todos deberíamos tener al menos uno de esos festejos superficiales en nuestra vida, ¿no crees?

   Jeno no sabe que todo eso no le gusta porque nunca lo ha probado. Probablemente ni siquiera se da una idea de lo emocionante y divertido que es.

   — ¿Y tú quieres festejarle?

   —Sí, pero no puedo dejar que pase más tiempo. Hoy no lo vi en todo el día, pero mi plan para mañana es antiperdedores, te aseguro que se la va a pasar muy bien, sobre todo porque no va a ser algo típico, pienso hacerlo especial.

   — ¿Y la escuela?

   —Por mi asistencia no te preocupes ma, le puedo decir a la tía Yoona que me haga una receta falsa.

   Mi madre jadea con indignación.

   — ¡Na Jaemin!

   — ¡Tenia que pensar en todo!

   La hermana de mi padre es doctora y como desde hace tiempo me debe un favor (de cuando lleve a sus perros a pasear al parque) me siento con la libertad necesaria de pedirle que me haga una receta falsa. Además, soy su sobrino favorito, dudo que vaya a decirme que no.

   Mi madre se deja caer sobre el respaldo del sillón y cruza los brazos frente a su pecho, mirándome como si no pudiera creer lo que acabo de sugerir. En realidad hasta cierto punto la comprendo, ni yo mismo sé de donde saqué el valor para programar algo tan elaborado, supongo que las buenas acciones por las personas que nos importan nos obligan a comportarnos de maneras en las que nunca habíamos actuado.

   —Al parecer ya tienes todo planeado —afirma poniendo los ojos en blanco y yo asiento con timidez—. Pues no lo sé. Ya sabes la regla, le tienes que decir a tu padre primero.

   — ¿Decirme qué?

   Oportunamente mi padre entra a la sala sosteniendo una taza de perrito mientras trata de resolver el crucigrama del periódico que no contestó ayer. Al parecer ninguno de los dos fue a trabajar hoy. Ojalá mi vida laboral sea tan flexible como la de ellos en un futuro. Son sensacionales.

   —Jaemin quiere faltar a la escuela —mi madre se adelante a decir, todavía con los brazos cruzados.

   — ¡Pero es por una buena razón! —salto del sillón y voy hacia mi padre, echando los brazos tras su cuello después de hacer un puchero. Si se atreve a quejarse por mis métodos le diré que no tiene derecho, lo he visto hacer esto cientos de veces antes para salirse con la suya—. Quiero festejar el cumpleaños de Jeno.

    — ¿Y a donde van a ir?

   —No lo sé, pero estaría genial que me prestes tu auto, ¿Qué dices? ¿aceptas?

   —Mmm... De acuerdo.

   — ¡Baekhyun! Jaemin ni siquiera sabe conducir.

   —Quiero decir, el auto no —se aclara la garganta y trata de mirarme con severidad, pero no puede. Mi papá tiene cara de cachorrito, nunca se enoja y cuando lo hace es sólo con su jefe, nunca conmigo—. Hasta que aprendas a conducir.

   —Eso no ayuda en nada —mi madre lo reprende desde el sillón.

   —Bueno, eso algún día lo va a tener que aprender —hace una mueca a manera de resignación—, pero, ¿cómo que no sabes a dónde van? ¿Entonces como lo piensas festejar? ¿Improvisadamente?

   —Tengo una idea de lo que podemos hacer. Es algo que se puede decidir en el camino —me encojo de hombros y me separo de él para mirarlo mejor—. El lugar no importa mucho, con tal de que estemos juntos, basta, ¿no?

   Se queda callado y la expresión en el rostro de mi padre es de pura sorpresa. Escucho a mi madre jadear tras mi espalda y yo estoy perdido del mundo cuando ellos se lanzan una mirada y segundos más tarde parecen decirse muchas cosas.

   —Oh Jae —mi padre me toma de los hombros y me dedica una expresión afligida—, no me digas que tú estás ena...

   — ¡Emocionado! ¡Tú estás muy emocionado! —mi madre se pone de pie inmediatamente y camina hacia nosotros, interrumpiendo sin razón aparente cualquier cosa que mi padre estuvo a punto de decir—. Entendemos tu entusiasmo e incluso lo compartimos, ¿verdad Baek? No es necesario decir nada porque podemos asustarnos, ¿entiendes?

   Mi padre se queda en blanco y entorna los ojos.

   —Ahhh, claro, no es necesario. Pues por supuesto que no lo es... Pff, es muy evidente, muy claro, muy lógico... Eh, pero por pura curiosidad, ¿me puedes repetir por qué no es necesario?

   —Porque acabamos de darle permiso —mi madre deja de darle atención y me sonríe de manera tan dulce que me hace sentir fuera de lugar—. Adelante cariño, puedes faltar mañana. No te preocupes por nada, ni siquiera por la falta.

   —Taeyeon, ¿Qué haces? no podemos dejarlo ir, ¿Qué tal si se van a festejar directo al hot...?

   Mi padre suelta un grito que me sobre salta. Bajo la mirada para ver que está pasando y me encuentro con que mi madre le está pellizcando el brazo sin compasión.

   De acuerdo, al menos ya sé que la locura no viene solamente de mí parte. Claramente la heredé de ellos.

   —Tienes nuestro permiso —ella dice mientras coloca una mano sobre la boca de mi padre y le impide hablar—. ¿A qué hora se van a ir? ¿Ya le avistaste?

   ¿Debería preguntar porque de repente los dos están actuando así de extraño? O, ¿es más prudente aprovechar que obtuve lo que quería y pasar de ello?

   La segunda opción me parece más convincente.

   —Quiero que sea algo así como una sorpresa, por eso no le he dicho nada.

   — ¿Y tú crees que lo dejen salir de la escuela? —consulta prudentemente mi madre, todavía amordazando a mi padre que ahora tiene el ceño fruncido y su taza de cachorrito amenaza con derramar todo su café.

   —Creo que tiene una hora libre mañana. Veré si a esa hora podemos irnos.

   Ella asiente y con una dulce mirada me indica discretamente que ya puedo irme. Al parecer va a hablar con mi padre y no quiere que esté presente. De verdad que a veces son demasiado raros, aún más que yo. Y eso ya es decir mucho.

   —Gracias a ambos —les doy un beso en la mejilla, acompañado de una sonrisa y espero que vean que de verdad estoy agradecido—. ¡Son los mejores padres del mundo!

   —Lo sabemos bebé. Lo sabemos.

   Los miro una última vez y atravieso la sala para subir las escaleras hacia mi habitación. Una vez frente al escritorio enciendo la computadora y busco lugares lindos para visitar en la ciudad. ¿A dónde sería buena idea ir? Hay cientos de lugares a los que podríamos echarles un vistazo. ¿A Jeno le gustaran los espacios abiertos o cerrados?

   Podemos ir a comer, a pasear a uno de los múltiples centros comerciales que se abrieron recientemente por la ciudad, al parque de diversiones o a andar en bicicleta por el parque. Sin embargo, considero que eso es demasiado típico y fácil que bien podría hacerse otro día, y a pesar de que quiero darle una celebración de cumpleaños típica, quiero que sea especial.

   ¿Es eso un poco contradictorio?

   Continuo buscando y después de un rato la vista se me cansa porque no encuentro nada que me convenza. Apago la computadora y me dejo caer sobre el respaldo de la silla, exhausto. Nunca creí que hacer algo especial fuera tan complicado.

   Cierro los ojos por un momento y hago un recuento de los lugares que he visitado en mis cumpleaños anteriores; cuando tenía cinco años visité el zoológico, a los seis mi madre me hizo una fiesta de vaquitas en casa, a los siete no lo recuerdo muy bien, pero a los ocho fuimos a un parque acuático, a los nueve visitamos la nieve en Canadá y a los diez nos quedamos en casa, porque pesqué gripe, pero fue genial porque hubo mucho pastel y pizza.

   Y casi después de esos años, las cosas se repitieron. En realidad soy una persona simple que se puede divertir con cualquier cosa. Con tal de que mi familia y Renjun estén conmigo es suficiente. Nunca he sido demasiado exigente con el lugar.

   Pero puede que para Jeno el lugar si sea importante y es eso lo que me rompe la cabeza.

   Suelto un suspiro y estoy a punto de darme por vencido, pero mi mente oportunamente sigue trabajando y los recuerdos de mis antiguas celebraciones continúan llegando. A mi mente viene cuando cumplí catorce años y el sentimiento sumado a las emociones y las remembranzas me indican que sí. Que ese es el lugar correcto.

   Abro los ojos de golpe y enciendo la computadora, buscando con rapidez el nombre del lugar para ver si todavía existe. No encuentro mucha información pero no dejo que aquello me desanime. Confío en mis instintos y en la capacidad que tengo para recordar cómo llegar.

   Es perfecto, es divertido y hay un montón de cosas que podemos hacer ahí.

   Sólo espero que a Jeno le guste.


Camino de puntitas mientras recorro los pasillos del edificio de tercer grado con una expresión de desconfianza y parte de la visera de la gorra negra que traigo puesta para mayor discreción, cubriéndome la cara. No veo a nadie transitando y creo que parte de eso se debe a que es horario de clase. Porque claro, los estudiantes a ésta hora están haciendo eso, estudiar, no tratando de llevar a cabo un secuestro. Como yo estoy a punto de hacer.

   Escucho a la lejanía voces discutiendo en la sala de maestros. Freno a mitad del pasillo y trato de averiguar si tienen intenciones de salir, pero la conversación parece fluida y no hay signos de que se estén acercando, así que me aventuro a dar grandes zancadas y a volverme paranoico volteando a todas partes mientras camino. Me he prevenido y si alguien de casualidad me pregunta qué demonios estoy haciendo, le voy a decir que vine a hacerle un encargo a la señorita Choi. Espero que me perdone por mentir tan descaradamente en su nombre.

   Vislumbro las puertas del teatro y ruego porque Jeno este ahí. Si mis teorías son acertadas es hoy y en éste momento cuando tiene una hora libre, ¿será mucho pedir que se encuentre solo? Seguro que sí.

   Coloco las manos sobre la puerta y le echo un vistazo adentro, encontrándome con las luces del escenario encendidas. La cierto es que aquí no hay nadie, pero yo soy un tipo bastante optimista, por no decir terco, pues abro la puerta y trago saliva, esperando que Jeno salga de algún escondite secreto.

   Las butacas están vacías y el silencio es casi absoluto. Lo único que lo interrumpe es el sonido de mis pies estrellándose contra el piso y mi agitada y desesperada respiración. No tiene caso aventurarme a ir más allá, pero, tengo algo así como una corazonada y avanzo, revisando fila por fila. Convirtiéndome en un verdadero creyente de las señales imaginarias.

   Cuando llego a la última fila me digo a mí mismo que tengo que tenerme más fe. Sobre todo porque estuve a punto de tacharme de loco e ignorar las señales que me guiaron hasta aquí.

   Jeno está sentado en la primera fila, en una de las butacas finales del lado izquierdo, con los audífonos puestos mientras sostiene un juego de fotocopias entre sus manos y sus ojos se pasean por las letras de un lado a otro. Debe estar estudiando, aunque me cuesta creer que alguien tan inteligente como él tenga que hacer lo mismo que nosotros lo mortales. ¿No tiene algo fabuloso como una memoria fotográfica o algo así?

   Aprovecho que no me ha visto y paso a la segunda fila, tratando de no hacer demasiado ruido. Echo un vistazo y veo con curiosidad que su lectura está subrayada por marcadores fluorescentes, además de tener un montón de anotaciones irregulares después de cada párrafo. Ciertamente, dista mucho de ser un método de estudio ordenado, pero cuando me inclino y leo "Macbeth" como título entiendo que probablemente aquello no es estudio, sino una actividad de puro ocio.

   Es terrible que te interrumpan cuando estás leyendo, pues es un momento sagrado en donde uno se conecta con la lectura y se pierde en mundos imaginarios. Pero ahora mismo tenemos poco tiempo y si quiero secuestrar a Jeno y llevármelo por la entrada principal para salir con éxito, entonces tiene que ser ahora. Investigué con anterioridad y el guardia se va a desayunar a las diez en punto y el reloj en éste momento me indica que son las nueve cuarenta y cinco. 

   Coloco las manos sobre sus ojos con cuidado y aunque se sobresalta, le quito un audífono para susurrar:

   —Hola dulzura, ¿Qué estás haciendo?

   Se relaja ante mi voz que ha salido más ronca de lo que esperaba y una dulce sonrisa se esboza en sus labios. Parece que pasa una eternidad antes de que por fin me mire y tome una de mis manos para llevársela a la boca y darle un suave beso.

   —Hola, precioso.

   Sonrío, aparto mis manos y ambos conectamos miradas. Las chispas entre nosotros son inesperadas; toques electrizantes que nos recorren con parsimonia. Por mi parte he anhelado esto desde los últimos dos días, creo que es la emoción de tenerlo frente a mí lo que me hace sentir enérgico y ansioso.

   —Vine por ti —respondo y subo mi pierna derecha a la butaca y luego la izquierda, cambiando de fila—. Te voy a secuestrar.

   Levanta su ceja derecha y su gesto es de pura diversión. Yo elevo mis propias cejas y aunque en mi mente esto se escuchaba mucho mejor, mi voz delata de alguna manera mis verdaderas intenciones.

   — ¿Y me lo estas avisando? —chasquea la lengua—. Creo que no tienes una buena táctica de secuestro.

   —Es que quiero que sea consensuado.

   —Entonces no es un secuestro, precioso.

   Me rio y a pesar de que mis carcajadas nunca me han gustado por ser escandalosas, permito que por esta vez afloren desde el fondo mi garganta.

   —Ah, ¿no? ¿Entonces qué es?

   Le doy una sonrisa de lado y de la misma forma en como me pasé hacia el frente, lo hago a su regazo, apoyándome de los asientos. Pongo las piernas a cada lado de su cuerpo y dejo que sus manos vayan directo a mi cintura y se afiancen a ella, dándome estabilidad. Me sorprende la capacidad que tiene Jeno de hacerme sentir tan seguro con un gesto tan simple.

   —Yo lo llamaría una escapada romántica —dice y una expresión pícara se dibuja en su rostro.

   —Creo que estás leyendo mucho a Shakespeare.

   — ¿Te gusta?

   — ¿Y a quién no? —bufo y coloco las manos sobre su pecho—. Como olvidar que Romeo murió gracias a su ignorancia e impaciencia.

   —Estaba enamorada de ella, precioso —opina y me quita la gorra, dejándola en el asiento de al lado. Temo estar despeinado pero él se encarga de eso al peinar mi cabello hacia atrás con sus dedos—. Es obvio que iba a enloquecer en cuanto supiera de su muerte.

   —Aun así fue estúpido.

   —Supongo que en parte así fue.

   — ¿Tú lo harías? —me relamo los labios y le cuestiono—. Quiero decir, morir por eso.

   Es una pregunta tonta y subjetiva, no obstante saber cómo piensa respecto al amor me provoca expectación.

   —Yo no moriría —reconoce, cepillando los dedos sobre mis mejillas.

   —Entonces supongo que entiendes el punto.

   —En realidad me volvería loco —sus manos se aferran a mi cadera y su mirada se intensifica—. Y volverse loco por amor es peor que la muerte, ¿no crees?

   Me muerdo el labio inferior y no le contesto. Trazo círculos imaginarios sobre su pecho y no entiendo muy bien por qué pero su respuesta me gusta. Es una afirmación alocada pero muy enardecida. Que Jeno sea tan profundo me gusta mucho en realidad.

   — ¿De verdad viniste hasta aquí por mí?

   —No estaba bromeando con eso del secuestro —reitero y me inclino un poco hacia él, batiendo las pestañas para más convencimiento—. ¿Confías en mí?

   —En nadie más.

   — ¿Te gustaría escaparte conmigo hoy?

   Me mira fijamente y después, cuando amenazo con apartar la mirada porque siento que me voy a ruborizar, Jeno me toma por la barbilla y me besa el mentón.

   —Cuando te miro siempre lo hago.

   —Bien, p-pero yo me refería a literalmente —me pongo nervioso y sus dedos contra mi piel hormiguean de manera hipnotizante—. Te vas a divertir, ¡lo prometo!

   Al ser el mayor de los dos debería reñirme y decirme que estoy siendo un irresponsable. Incluso cuestionarse sobre las cosas que podrían salir mal (que son muchas por cierto) y darme una buena lección a base de ello. Pero no lo hace, simplemente asiente y se deja llevar ciegamente por mis caprichos.

   —Sólo si me das un beso —susurra, acercándose a mi boca.

   — ¿Sólo uno?

   —Todos los que quieras, precioso.

   Suelto una risita y sus labios se toman su tiempo antes de estrellarse contra los míos. Nuestras manos se entrelazan sobre su pecho y soltando un suspiro lo beso, o quizás él me besa, no lo tengo demasiado claro porque no es algo que importe demasiado. Lo único que sé es que en el camino los dos nos encontramos y el deseo ferviente de sentirnos cerca culmina en una sonrisa que nos damos a mitad del beso.

   Y es entonces que el lugar se vuelve insignificante y el tiempo relativo. Hay algo en besar a Jeno que se siente como si estuviera en caída libre, sin la posibilidad de aferrarme a nada, pero irónicamente con la confianza de no caer si me abraza. El olor de su piel me recuerda lo que necesito y el sabor de su boca se convierte en mi degustación favorita. Hay algo también en verlo cerrar los ojos y dejar que su nariz se roce con la mía, que me hace sentir que en su piel puedo aterrizar en donde sea.

   — ¿Es ésta tu definición de un secuestro? —sonríe, sin dejarme contestar y volviéndose a adueñar sin permiso del control de mis emociones.

   Porque lo hace, con algo tan sencillo como sonreír mientras nuestros labios se juntan. Es impresionante como una sola persona puede hacerte sentir tan deseado en un instante. Sus toques son suaves, pero también firmes. Como espuma en la cerveza sus manos ascienden en un instante de abajo hacia arriba por mi espalda y se convierten en flamantes caricias que repercuten en mi interior.

   Jadeo sobre su boca y hundo los dedos en su cabello, tirando con gentileza de su labio inferior, invitándolo a separarse.

   —Tenemos que irnos —digo con pesar y viéndolo a los ojos, noto que éstos están brillantes—. El guardia de la entrada va a ir por su desayuno y sólo tenemos diez minutos para salir.

   No objeta ni una sola palabra, simplemente asiente y antes de que me quite de su regazo me da otro beso, y después otro y cuando veo que tiene intenciones de perderse de nuevo, lo aparto y le beso una de sus mejillas.

   —En serio, tenemos que irnos.

   —De acuerdo, pero quiero que sepas que esos besos me los debes.

   Pongo los ojos en blanco pero le digo que sí, me coloca de nuevo la gorra y luego, me pongo de pie, esperando a que recoja su mochila y sus hojas. Yo no he traído mi mochila así que me ofrezco a ayudarlo con la suya, pero él dice que está bien y juntos nos dirigimos a la salida.

   — ¿Les prestan el teatro muy seguido? —pregunto, paseando la mirada por la magnífica construcción.

   —La mayoría del tiempo está vacío, y como siempre lo dejan abierto aprovecho para pasar mis tiempos libres aquí.

   Me toma de la mano y sin nada más que agregar nos dirigimos hacia la salida. Acaricia mis nudillos y al abrir la puerta verifico que no hay nadie en los pasillos. A pesar de que Jeno y Renjun ya no son pareja es un golpe bajo que nos exhibamos de un día a otro como si nada. Es decir, todavía ni siquiera analizo como es que voy a decirle todo esto a mi mejor amigo.

   Porque lo voy a hacer, aunque la idea haga que el estómago se me revuelva y la cabeza amenace con explotarme, lo voy a hacer. Soy consciente de que no va a ser fácil y que probablemente Renjun me odie para el resto de mis días, pero no es justo que le esconda la verdad por siempre. Tarde o temprano lo tiene que saber.

   Pero por el momento no quiero pensar en eso.

   Jeno cierra las puertas del teatro y a pesar de que se opone, suelto su mano y dejo que la gorra negra al mirar hacia abajo me tape la cara. Me siento como un verdadero criminal. Supongo que mi madre tenía razón cuando me dijo que mi plan era más extraño de lo que pensaba.

   Pasamos la oficina del director y salimos del edificio de tercero sin ningún problema. Lo siento caminar a mi espalda y al llegar a la cabina del guardia noto con alegría que está vacía. Aun así no digo nada y continúo caminando, y solo hasta que estamos fuera del Instituto me permito levantar la mirada y tomar un suspiro.

   —Eso estuvo cerca.

   — ¿Por qué estabas tan nervioso? —Jeno se burla y tan pronto como estamos fuera de los perímetros me toma de la mano—. No iban a decirnos nada de todas formas.

   — ¿Ya te has escapado antes? —jadeo con indignación.

   —Verás, Jungwoo es el tipo de chico que tiene hambre todo el tiempo, en serio, tienes que verlo comer para entender concretamente la definición de hambriento.

   — ¿De verdad?

   —Sí y por eso siempre tenemos que encontrar la manera de ir por comida para él. Yukhei hace cualquier cosa por su novio, así que en más de una ocasión hemos tenido que salir de la escuela para buscar comida.

   —Suena como algo muy gracioso —hago una mueca, no puedo imaginarme a alguien tan delgado como Jungwoo comiendo tanto—. Pero bueno, supongo que el amor hace esas cosas.

   —Supones bien, ¿no ves que ahora mismo estoy escapando de la escuela por ti?

   —Cállate, lo vas a disfrutar.

   Paso de su comentario que provoca más cosas en mí de las que soy capaz de manejar y después de un par de cuadras, llegamos a la parada de autobuses. Quisiera decir que tengo una ruta exacta o alguna idea de cómo llegar, pero lo cierto es que no. Sin embargo el día de hoy me siento optimista así que decido confiar en vagos recuerdos y sin preguntarle a alguien que sí sepa, si estoy bien, o si al menos la ruta todavía existe, (considerando que ya pasaron cuatro años desde la última vez que fui) tomamos el siguiente autobús.

   — ¿Es éste el camión que vamos a tomar?

   Jeno pregunta y la manera en como frunce el ceño no me da demasiada confianza. ¿Estará dudando de mí?

   —Sí, ¿por?

   Parece debatirse entre si decirme algo o no, pero finalmente se queda callado y aquello me inquieta un poco.

   —No, nada. Subamos ya.

   Dejo que me guíe y con bastante astucia se hace de dos lugares al final del autobús. Mi asiento da justo a la ventana y me aprovecho de eso para tratar de verificar que el autobús recorra las mismas calles que se supone recorría cada que mi padre me llevaba al puerto.

   Porque esa fue mi gran idea, llevar a Jeno al puerto de la ciudad. Cuando cumplí catorce años mi padre me llevó al muelle a pasear en bote. Lo cierto es que no estoy seguro de si esas actividades están disponibles ahora por la temporada, pero con ir a ese lugar y apartarnos un poco de la ciudad, me parece más que suficiente.

   —Creo que éste es el secuestro más descarado que he visto.

   Desvió la mirada de la ventana y le saco la lengua. Me quito la gorra y le pido con un gesto que la guarde en su mochila.

   — ¿Por qué?

   —Me estas llevando por un montón de lugares público, en cualquier momento puedo pedir ayuda, ¿lo sabes?

   —No lo harías —afirmo, altanero.

   — ¿Estás seguro?

   —Claro que sí.

   Sus ojos me miran divertidos y cuando creo que está a punto de protestar toma mi mano entre las suyas y las pone sobre su regazo, recargado la cabeza contra mi hombro.

   —Tienes razón.

   Me alegro que confíe en mí a pesar de que yo mismo reconozco que no debería hacerlo. El pecho se me calienta por sus palabras y recargo la cabeza contra la suya, acurrucándonos sin decir nada más. Pierdo la mirada otra vez en la ventana y veo pasar a través del cristal las calles de la ciudad que en ese momento parecen más ajetreadas de lo normal. Puede que se deba a que a ésta hora del día las personas comienzan con sus actividades productivas.

   Recuerdo vagamente que nos bajamos en la última parada, pero la verdad es que no tengo ni idea de cuando termina la estación. Y como claramente finjo que si lo sé Jeno se confía de eso y al cabo de un rato se queda dormido sobre mí. Su respiración tranquila y los cabeceos contantes que tengo que evitar colocando la mano en su frente para que no se lastime el cuello, es el indicativo más claro.

   Veo sus facciones y el impulso de tocarlo y sentir su pálida piel bajo la mía se hace presente. Levanto la mano y acaricio su frente, evitando que frunza el ceño al colocar el dedo índice entre sus cejas. Sus largas pestañas negras caen con suavidad y sus labios forman una fina línea recta, haciéndolo lucir lo doble de adorable.

   No me cabe en la cabeza como es que las personas puedan hacerle tanto daño a una persona que parece querer no ser una molestia para nadie. Jeno busca ser independiente y no significar ninguna carga. Incluso ahora que se libró de sus padres está en busca de un empleo para sostenerse y de esa manera poder construir su propio futuro.

   Si actualmente su condición me parece inaceptable no me lo puedo imaginar siendo un niño; solo e indefenso, sin la posibilidad de pedir ayuda. Pero afortunadamente las cosas son diferentes y él nunca más va a tener que hacerle frente a sus problemas solo. Me voy a encargar de que nunca se vuelva a sentir como una carga.

   Dos horas después el autobús finalmente hace parada en la última estación y aunque las personas bajan deprisa, yo me tomo mi tiempo para mover a Jeno e intentar que se despierte. Por poco también me quedo dormido, pero tuve la suficiente voluntad para no hacerlo.

   —Jeno —acaricio su cabello y espero a que abra los ojos—. Es hora de bajar.

   — ¿Mhg? —suelta un ruidito liado y parpadea para acostumbrarse a la luz—. ¿Me quedé dormido?

   —Totalmente. Estás a punto de deberme un brazo nuevo.

   Se restriega contra mi hombro y se ríe.

   —Lo siento.

   Se talla los ojos con los puños cerrados y yo le pellizco una mejilla antes de tirar de su sudadera e invitarlo a levantarse.

   Y en cuanto pongo un pie en la estación todo es un error, pues desconozco por completo el lugar. Miro a mi alrededor cuidadosamente pero no hay nada que recuerde o que pueda usar como punto de partida. Ésta estación ni siquiera me suena; ni el nombre, ni el lugar en donde se encuentra. Nada de nada.

   — ¿Todo está bien?

   Jeno pregunta y con una sola sonrisa brilla. Se ve tan adorable con el rostro adormilado y las pestañas tupidas que tengo ganas de darle un beso. Pero no, ahora mismo debo concentrarme por que por desgracia estoy a medio paso de gritarle que nos acabo de perder.

   Y de la forma más estúpida por cierto.

   —Sí, vamos por acá.

   Lo correcto sería detenerme y preguntar en dónde demonios estamos. Después de todo aún podemos tomar el autobús de regreso, si es que me he equivocado por completo. Pero la idea de mantener intacto mi orgullo suena mejor y sin saber a dónde nos dirigimos tomo su mano y salimos de la estación, aliviándome un poco al ver algunos letreros que indican donde se encuentra el muelle.

   Un señalamiento en específico sugiere que se debe tomar otro autobús para llegar a la playa. Maldita sea yo ni siquiera recordaba que había una playa también. Creo que fue estúpido dejarme guiar por un recuerdo que ni siquiera tengo claro, pero es demasiado tarde para arrepentirse y si le llamo a mi padre y le pregunto, seguro se termina preocupando y me prometí demostrarles a mis padres que no les iba a fallar al dejarme faltar a clases por esto.

   — ¿Está todo bien, Jae?

   Debo de estar poniendo una cara bastante horrorosa porque ésta es la segunda vez que Jeno me lo pregunta.

   Maldita sea, Jaemin, disimula, ¡disimula!

   —Sí. Sólo debemos encontrar la salida.

   — ¿La salida? Pero ya estamos afuera, ¿no?

   Suelto una maldición.

   —Ah... sí, hablaba de otra salida.

   —Jae, estamos perdidos, ¿no es así?

   —No...

   — ¿Seguro?

   Mierda, ¿será una buena idea decirle la verdad? ¡No! Puedo hacer esto, confió en mí, no debe de ser tan difícil entender los jodidos señalamientos e ir al muelle.

   —Tenemos que tomar otro autobús.

   — ¿Seguro?

   —Claro.

   Tomo su mano y camino con decisión hacia donde hay una fila de personas abordando. Ni siquiera sé para qué están formadas, pero si hay una fila tan larga entonces para algo bueno ha de ser, ¿cierto?

   — ¿No quieres preguntar primero?

   —Lo tengo bajo control Jeno, no te preocupes.

   Supongo que lo más coherente sería ver si las personas cargan con flotadores o cañas de pescar, o lo que sea que se pueda relacionar con un muelle y la playa. Pero como no hay nada de eso, me hago el loco y finjo que todo está bien.

   Abordamos el autobús y aunque intento que los nervios no me coman entero el terror me recorre de solo pensar que nos he perdido. Las personas saben exactamente en donde bajar, pero no puedo pararme y decirle a Jeno "Hey, creo que es aquí" porque puede como no puede ser.

   Y como estoy jodidamente negado a dejarme vencer, bajamos en la última parada, en donde le rezo a todos los Dioses que sea el muelle. No entiendo porque hacen las señales tan malditamente confusas, deberían de ser entendibles hasta para idiotas que no conozcan ni un poco este lado del país como yo.

   El autobús hace la parada, bajamos, se pone en marcha de nuevo y bueno, nos deja literalmente en medio de la nada. Puede que alguien dude que a este punto del siglo sea imposible que existan lugares que parezcan desérticos o que las personas no transiten por ningún lado, pero éste es un buen momento para decir que si, que tal cosa, tal lugar y tal situación si existen.

   —Es por aquí —miento, por un demonio, ¿Cuándo voy a ser capaz de dejar de mentir? ¿Hasta qué terminemos varados en medio de China?—. Vamos.

   Jeno me sigue, sin saber que estoy siendo un completo idiota. Este lugar es como una clase de ciudad abandonada, con algunas casas viejas y negocios cerrados. Caminamos en medio de calles que lucen desiertas y cuando un gato negro salta en medio de unos botes de basura a final de un callejón, estoy tentado a soltar un grito y echarme a llorar.

   —Sólo fue un gato, Jae —Jeno sonríe y toma mi mano con más fuerza que antes para reconfortarme.

   —Lo sé.

   — ¿Seguro que estás bien? Vienes muy callado.

   —Sí, es sólo que... —me muerdo el labio inferior y ya no sé cómo seguir—. Estoy concentrado.

   Jeno asiente y continuamos caminando sin rumbo. La situación se está volviendo peligrosa. No conocemos este lugar, no sabemos dónde estamos y creo que hasta ya olvidé como regresar al autobús. Pero, pero.... ¡Yo simplemente no me quiero dar por vencido!, no quiero decirle a Jeno que por idiota lo estoy llevando a un lugar sin sentido. Este debería de ser un día increíble, un día que pueda recordar con una sonrisa y un suspiro...

   No con un dolor de cabeza.

   Llego a mis límites pocos pasos después, justo antes de entrar a una nueva calle que seguro nos lleva a exactamente eso, a la nada. Me detengo abruptamente y Jeno lo hace también, chocando contra mi espalda.

   —Jeno.

   — ¿Sí?

   — ¿Algunas vez has tenido ganas de matar a alguien?

   Parpadea y me mira con cautela.

   — ¿Qué?

   —Eso, que si alguna vez has pensado en matar a alguien.

   —No. Jamás.

   —Bueno, ésta es tu oportunidad.

   — ¿Por?

   —Porque estamos perdidos.

   Suspiro y cierro los ojos. Bien, ya está, lo dije. Ahora sólo tengo que esperar que me mate y me deje aquí. Lo merezco por idiota.

   —No sé dónde estamos —reconozco, tragándome la vergüenza al admitir algo tan estúpido como esto—. Pensé que sabía cómo llegar pero la verdad es que desde que nos subimos al autobús me perdí.

   Cabizbajo observo mis manos y decido que no quiero escuchar cómo es que he arruinado la oportunidad de hacer algo especial por él.

   — ¿Importa?

   Su cuestión me toma por sorpresa. Perplejo levanto la mirada y me encuentro de frente con su sonrisa. Con sus bellos ojos que se hacen dos medias lunas.

   — ¿Qué nos haya perdido? Pff, ¡Pues por supuesto que sí! El punto de escapar juntos era para celebrar tu cumpleaños. Pero lo único que hice fue traernos a este horrible lugar que está en medio de la nada porque no fui lo suficientemente valiente para admitir desde el principio que no sabía a dónde íbamos. Ahora estamos varados en medio de la nada —vuelvo a bajar la mirada y mis manos se cierran en puños—. Lo eche todo a perder, yo sólo... yo sólo quería hacer algo lindo por ti.

   Doy la media vuelta y camino hacia el otro extremo de la calle. Me paso las manos por el cuello y tengo ganas de darme una bofetada en la cara por ser un idiota.

   — ¿De verdad importa demasiado?

   Jeno vuelve a cuestionar mientras pasa las manos por mi cadera y coloca la barbilla sobre mi hombro, envolviéndome con su calor.

   —Ya te dije que sí.

   —Creo recordar que tú me dijiste también que el propósito de los cumpleaños es pasarla bien.

   — ¡Y claramente estoy fallando! —giro sobre mis talones y lo enfrento—. Lo hice todo mal, ahora por mi culpa estamos en un lugar que parece abandonado por la civilización. Sin contar que hay estúpidas nubes amenazando con descargarse encima de nuestras cabezas.

   Porque oh sí, olvidaba decir que parece a punto de soltarse una maldita y jodida tormenta.

   Su mirada se intensifica y de esa manera se siente como si estuviera leyendo dentro de mí. No tengo frío, realmente el clima es bueno a pesar de las nubes oscuras, pero hay algo en sus ojos que me hace estremecer.

   —No creo que sea un desastre. Míranos, estamos juntos. No importa el lugar, de hecho nunca fue importante. La única razón por la que te preguntaba hacia dónde íbamos era para saber si te podía ayudar. Es peligroso venir a un sitio que no conocemos, Jae.

   No es propiamente un regaño pero si lo suficiente para hacerme bajar la cabeza. Tiene razón, esto además de ser un desastre, también es peligroso.

   —Lo siento.

   Se acerca hacia mí y toma mi cara entre sus manos, obligándome a mirarlo. Recarga su frente contra la mía y de esa manera roza nuestras narices con ternura.

   —Nunca he celebrado un cumpleaños, pero el solo tenerte aquí junto a mí, hace la diferencia.

   Cierro los ojos y dejo que sus labios cálidos rocen los míos con cada palabra.

   — ¿Por qué no aprovechamos que estamos en medio de la nada y comenzamos a hacerlo todo?

   Sonrío contra su boca y me río. Debería comenzar a acostumbrarme a que continuamente me va a dejar sin palabras.

   —Eres demasiado optimista, Jeno.

   —Sólo si se trata de ti.

   Me deposita un beso en la comisura de la boca y antes de que prediga alguno de sus movimientos, tira de mi mano y me arrastra con él.

   — ¿Qué haces?

  —Nos vamos a lograr nada si solo estamos parados. Tenemos que aprovechar el día.

   Siento que voy a apenarme mucho cuando se dé cuenta de que en éste lugar no se pueden hacer muchas cosas, por no decir ninguna. Pero su positivismo debe de ser mágico o sus deseos cambiadores de destinos, pues después de algunos minutos de caminata encontramos una cafetería, que aunque descuidada, transmite la confianza necesaria para entrar.

   — ¡Mira, Jae! Un golpe de suerte.

   Me río y juntos entramos, haciendo sonar la campana de la puerta. Las nubes finalmente se descargaron del cielo y el sonido de las gotas cayendo contra el techo, repiquetea contra mis oídos.

   La cafetería está vacía, pero aun así la camarera nos atiende después de veinte minutos con mala cara y actitud de querer echarnos fuera. El café es terrible, las goteras desembocan directamente sobre la mesa y los asientos en los que nos encontramos son incómodos. Pero nuestras manos permanecen entrelazadas y nuestras miradas no se apartan la una de la otra ni por un segundo. Jeno se inclina más de una vez sobre la mesa y me besa, haciendo que el corazón amenace con salírseme del pecho por la manera tan tierna que tiene de acariciarme el mentón cada que me acerca hacia él.

   Me impregna de su capuchino con besos y el sabor mejora notablemente en su boca. Un poco de espuma blanca queda plasmada en su labio inferior y astutamente impido que se lo limpie para sacarle una foto con mi celular.

   — ¡Hey! ¡Eso no es justo!

   Me rio y tomo su taza para darle un sorbo, manchándome de la misma manera.

   —Ahora también quiero una foto —saco su teléfono celular y me apunta con la cámara—. ¡No te vayas a mover, Jaemin! No seas tramposo.

   Le saco le lengua pero dejo que tome la foto. Terminamos el café, pedimos la cuenta y salimos corriendo, aprovechando que la lluvia ha disminuido para recorrer sin sentido las calles desiertas.

   Inesperadamente Jeno comienza a cantar y me sorprende lo bella y relajante que es su voz. Y como es una canción que me sé también lo acompaño en el coro. Ciertamente no hay motivo para eso, ni para ponerse a gritar, o saltar por los charcos y dejar que el agua nos empape los pies, pero creo que no necesitamos ninguna justificación en este momento, porque ya he quedado claro que lo único que necesitamos es estar juntos. Nada más.

   La lluvia vuelve a intensificarse y es bastante obvio que no necesitamos refugiarnos. Accedemos a que nos empape hasta los huesos y que el cabello se nos pegue sin ningún cuidado a la frente. Su mochila termina hecha un desastre y mi chaqueta favorita se arruina, pero no importa. Nada de esas cosas superficiales parece importar en este momento.

   Entrelazamos las manos y comenzamos a girar sin sentido como locos en medio de la calle. Los charcos salpican nuestros cuerpos y las gotas resbalan sin parar por todas partes. Terminamos en un callejón que no tiene salida y cuando quiero salir para empezar a recorrer otro, Jeno me acorrala contra la pared y me besa. Quitándome la respiración. Haciéndome olvidar hasta de mi propio nombre. Su piel se siente húmeda y nuestros labios resbalan por el agua fría y cristalina que cae sobre nosotros.

   Es un contacto violento, tan ferviente que hace a mis piernas flaquear y a mi voluntad debilitarse. Entierro las manos en su húmedo cabello y abro la boca, volviendo los movimientos más pausados hasta que nuestros besos se vuelven lentos y cálidos.

   Sonrío contra su boca y después lo abrazo. El no sentirse interrumpido, el saber que estamos varados en la nada teniéndonos el uno al otro, es suficiente para que sienta que este es nuestro mejor momento.

   Nunca consideré terminar así, en realidad quería darle un cumpleaños típico, llevarlo a comer a algún lugar en donde le cantaran feliz cumpleaños y le dieran un pastel con una vela, incluso comprarle algún regalo.

   Pero esto fue mucho mejor. Una y mil veces.

   —Gracias, Jaemin —susurra, separándose de mí y mirándome mientras gruesas gotas resbalan por sus pestañas, terminando en sus labios—. Gracias por esto.

   —No era lo que tenía planeado —reconozco—. Pero me alegra estar aquí. Estar contigo.

   Jeno recarga su frente contra la mía y asiente.

   —No importa a donde vayas Jaemin, llévame contigo.

   Asiento y tomo su rostro antes de susurrar entre besos rotundos y certeros;

   Siempre. 



Continue Reading

You'll Also Like

368K 41.9K 20
Segunda parte de BLUE ~ Portada creada por: @kngbizzle ❤️ Estamos caminando en círculos ¿Lo sabes? Pero te encontraré una vez más, aun si ya no som...
357K 33.1K 67
Freen, una CEO de renombre, se ve atrapada en una red de decisiones impuestas por su familia. Obligada a casarse con Rebecca, una joven que llegó a s...
88.4K 12.1K 20
Un día, pedí un deseo a una estrella Al siguiente desapareciste. Bien dicen por ahí, qué hay qué tener cuidado con lo que uno desea. Gracias a un en...
97.7K 15.2K 57
nacido en una familia llena de talentos aparece un miembro sin mucho que destacar siendo olvidado sin saber que ese niño puede elegir entre salvar o...