Todas mis canciones son para...

aleianwow द्वारा

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EN 2018 EN LIBRERÍAS DE ESPAÑA Y LATINO AMÉRICA!!!! **ATENCIÓN SOLO PARTE DE LA HISTORIA EN WATTPAD** Un cúmu... अधिक

Lyre
Ya pensaré mañana.
La dulce resaca del dalsy.
Mr. Idiota
Trending topic.
Haciendo amigos
Mr. Interesante.
El payaso, la zorra y el viejo chocho.
Tengo mis fuentes.
Dulce desesperación
El latin lover poseído por el príncipe de Blancanieves.
¡Quietas ahí! ¡Ni se os ocurra moveros!
Necesidades varias
Las teorías de Berta
Aqua Virgo
Le gusto. Je, je, je.
Los zapatos también mienten.
Los timbres son agresivos.
Semáforo en verde.
Durante toda una eternidad.
El marcapáginas
San Lorenzo del Escorial
Noche sin luna.
El sol frío del mes de marzo.
De color gris
Nuevos horizontes, viejas palabras
Demuestra que lo mereces
"Your style by jury"
El chico del teclado
Destruyendo confianzas
Ambas partes son culpables.
Nunca jamás.
Epílogo
No os lo vais a creer...

Impresiones acerca de hombres.

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aleianwow द्वारा

Y pensé. Vive Dios que pensé. Porque en el día siguiente, el viernes de aquella semana, ocurrieron muchas pero que muchas cosas.

Llegué como todos los días a trabajar, con una sonrisa y con buena actitud, dispuesta a darlo todo. Y entonces, vino la coordinadora de educación infantil a las diez de la mañana a verme.

-       Ven conmigo, Leire – dijo muy seria -. He avisado a Flor para que cuide de tu clase durante un rato.

Asentí con gravedad y la seguí. Me llevó a una de esas salitas que hacían las veces de lugares de reunión entre padres y profesores. Se sentó en uno de los sillones marrones y me miró de una manera muy inquietante.

-       ¿He hecho algo malo? – pregunté entonces, algo atemorizada por aquella mujer.

La coordinadora era una señora de unos cincuenta y tantos años, normalmente bastante afable, pero exigente al mismo tiempo. Dirigía a sus profesoras con mano de hierro y guante de seda. Por esta razón me extrañaba tanto su forma de dirigirse a mí, más seca de lo habitual.

-       No, Leire. Al contrario, estoy muy satisfecha con tu trabajo.

Suspiré de alivio.

-       Pero en el colegio estamos teniendo serios problemas – dijo entonces.

-       ¿Qué clase de problemas?

-       Económicos – señaló la coordinadora.

Tragué saliva. Los problemas económicos suelen traer según qué inconvenientes, como por ejemplo las bajadas de sueldo, pensé. Traté de hacerme a la idea de que en cualquier momento me iba a anunciar, con palabras suaves y algodonosas, una reducción de mi salario. Respiré profundamente.

-       No nos queda más remedio que… - hizo una breve pausa antes de dejar caer el hacha sobre mi cabeza – prescindir de tus servicios.

Fruncí el entrecejo confundida. Aquello no era lo que esperaba escuchar.

¿Había escuchado bien?¿Me estaban echando a la calle? No, tenía que haber algún error. Seguramente se estuviera refiriendo a una reducción de jornada con un descenso de mi sueldo. Sería malo, sí, pero soportable. Lo que no era asumible de ninguna manera era el despido. ¿Y mi alquiler?¿Y las facturas?¿Y la comida? ¡Me vería obligada a regresar con mis padres después de dos años de independencia!

Un sudor frío se apoderó de mí.

-       Creo que no sé a lo que se refiere – dije con suma delicadeza.

-       Que ya no trabajas aquí, Leire – aclaró ella con cierta brusquedad.

Después relajó el gesto y añadió: 

-       No te lo tomes a mal, por favor. Se están llevando a cabo recortes de presupuesto y eso también implica a la plantilla. Te hemos elegido a ti porque aún eres joven y no tienes familia que mantener. Tienes mucho recorrido por delante y no te será difícil encontrar otro trabajo.

-       Pero… - intenté interrumpirla para dejar muy claro que aquello era injusto.

-       Déjame terminar – ordenó. Odiaba que la interrumpiesen.

Asentí inmediatamente y guardé silencio.

-       Te hemos preparado una carta de recomendación para otros colegios. Tienes que entender que no podíamos echar a Flor, por ejemplo, acaba de tener un bebé y además es madre de otros dos niños. No sería justo para ella.

¿Y para mí sí que era justo? ¿Desde cuándo el hecho de ser joven te aseguraba que ibas a encontrar otro trabajo?

Rápidamente retiré aquellos pensamientos egoístas de mi mente. En el fondo la coordinadora tenía razón, yo no tenía hijos a los que mantener, mientras que despedir a otras personas significaba hundir familias enteras.

Me limpié discretamente una pequeña lágrima que había escapado deslizándose por mi pómulo derecho.

-       Ya, entiendo – susurré resignada.

-       Bien, pues te damos una semana para que arregles todos tus asuntos pendientes y para que prepares todo lo que le vaya a ser necesario a la profesora que venga a sustituirte.

-       Por curiosidad, ¿quién va a sustituirme? – tal vez fuese indiscreto preguntar aquello, pero estaba realmente intrigada.

-       Se llama Ana. Es la responsable del comedor, ahora hemos hecho algún apaño para que, al menos, durante este curso, pueda hacerse cargo de tus alumnos.

Apreté los dientes con fuerza. Estaba cabreada, muy cabreada. Me echaban a mí, que estaba formada, con estudios y experiencia en educar niños, y le subían el sueldo a otra que no tenía ni la más mínima idea de cómo funcionaban los críos.

Decidí tragarme mi mala leche y sonreír. Bueno, más que sonreír, enseñé los dientes. 

Me levanté de aquel sillón roído y me fui sin decir una palabra. Noté los ojos de la coordinadora clavados en mi espalda.

Contuve las ganas de llorar durante todo el día, hasta que llegué a mi casa.

A mi mini-apartamento de cuarenta y cinco metros cuadrados.

Me senté en el sofá y me desahogué. Iba a echar de menos a los niños. Y, a pesar de tener una carta de recomendación en mi poder, no pude evitar ver mi futuro muy negro.

No había más que leer el periódico, o ver el telediario, para enterarse de que la mayoría de los jóvenes menores de veinticinco años de España estaban en el paro.

Y yo, por el momento, no era una excepción.

Como era viernes, mi teléfono comenzó a vibrar hacia las ocho de la tarde.

Leí la pila de “What’sApps” que me habían llegado. Resoplé. Hoy tocaba ir a un pub de la calle Serrano. Cualquier otro día habría acudido corriendo a mi armario, entusiasmada con la idea de escoger un vestido, pero aquel viernes no. Si alguien hubiese querido sacarme de casa, hubiese necesitado una grúa.

Dejé mi smartphone tirado en el suelo y encendí el portátil con la intención de actualizar mi blog.

Me había abierto aquel blog hacía un par de años, con la idea de ir posteando mis impresiones acerca de la experiencia de vivir sola, de mi trabajo y, de vez en cuando, mis experiencias amorosas. Que no eran muy numerosas. Además se habían visto reducidas a cero desde que conocí a Javi y sobre todo, desde que corté con él.

Pero hoy iba a escribir acerca de mi despido. No era un tema muy alentador, pero así por lo menos lo asumiría mejor.

Entonces, un par de horas después, llamaron al timbre.

Miré por la mirilla y vi a mis cuatro amigas impecablemente maquilladas y vestidas, dispuestas a comerse la noche. Y al parecer querían arrastrarme a mí con ellas.

Abrí la puerta.

-       ¡Leire! –gritaron todas al unísono.

Se llamaban Lorena, Rocío, Tamara y Marina.

Lorena era mi mejor amiga. Nos conocimos en el colegio y mantuvimos el contacto durante el instituto y la universidad. Posteriormente se nos unieron Rocío y Tamara a las que conocimos un día de invierno que fuimos a patinar sobre hielo.

Y Marina era la incorporación más reciente. La conoció Lorena cuando trabajó de dependienta en una tienda de ropa.

-       ¿Por qué no estás vestida? – dijo Rocío en un tono apremiante.

-       Venga, Leire. Que hoy vamos a Serrano. ¡Tienes que ponerte guapa! – exclamó Lorena con una sonrisa.

-       Pasad, anda.

Me aparté para dejarlas entrar. Se sentaron las cuatro en el sofá. Cuando se quedaron en silencio no me corté, fui directa al grano:

-       Me han despedido.

Observé sus caras de preocupación. Lorena se llevó la mano a la boca.  Después me senté en el suelo y dije:

-       No tengo ganas de ir a ninguna parte.

Para mi sorpresa, Tamara se levantó y me agarró del brazo para levantarme a mí también.

-       De eso nada – dijo ella -. Tú te vienes con nosotras, ahora mismo te duchas, te peinas y de pones ese vestido negro tan sexy que tienes cogiendo polvo en tu armario.

-       Pero no quiero… - rezongué.

-       Venga, Tamara tiene razón – dijo Lorena -. Si te quedas aquí va a ser peor. Si sales y te diviertes tal vez mañana veas la vida de otra manera. Además nosotras te podemos ayudar si lo necesitas. Si quieres mañana voy y echo tu currículum en algún colegio que me pille cerca.

-       Y nosotras – dijeron entonces las otras tres mirándose entre ellas y asintiendo.

Fui al baño y me duché, como me había ordenado Tamara. Después me sequé el pelo y me lo planché. Observé cómo destacaban mis reflejos rubios entre toda mi mata de cabello castaño.

Salí del baño y me puse un tanga negro a juego con un sostén de encaje. Me enfundé el traje negro como pude. Era tan ajustado que había que pasar verdaderas penurias para llegar a cerrar la cremallera del lateral.

Después me calcé unos tacones de Gloria Ortiz.

Y finalmente, me maquillé con algo de eyeliner negro, que resaltara mis ojos aceitunados; con algo de colorete y con una pizca de brillo de labios.

Me miré en el espejo. El resultado fue óptimo, tanto que parecía que acababa de salir de uno de esos realities televisivos de cambio radical.

-       Genial, excelente, preciosa – me dijo Lorena, visiblemente más tranquila al verme preparada para salir por la puerta.

Al final no fue necesaria una grúa. Bastaron cuatro amigas pesadas para tirar de mí.

Cogimos un taxi para llegar al centro de la ciudad.

Allí encontramos otros muchos grupitos de chicas y chicos que habían salido dispuestos a romper las calles. El ambiente del viernes noche consiguió sacudirme un poco el muermo. Al rato ya estaba sonriendo y bromeando con mis amigas. Y hasta me permití el lujo de dirigirle miradas tiernas y cariñosas a algún que otro chico guapo al que hubiese pillado observándome.

Sin embargo, había una pregunta que asaltaba mis pensamientos constantemente: ¿Cómo narices iba a contárselo a mis padres?

En aquellos instantes se me borraba la sonrisa de la cara y me volvía taciturna, hasta que Lorena conseguía devolverme a la conversación del grupo. Lo cual yo agradecía bastante.

Al final llegamos a la discoteca. Y como aún no era la una de la madrugada, a las chicas nos dejaron entrar gratis. Aquel local era de mis preferidos: tenía una terraza al aire libre en la planta superior y en el sótano estaba la discoteca tal cual. La música normalmente era bastante buena allí.

Nos tomamos un par de copas todas juntas en la terraza. Era un sitio que solía ser frecuentado por algunos famosos, pero nada del otro mundo: locutores de radio, algún que otro futbolista (no muchos), y de vez en cuando algún presentador de televisión.

No sabía cuanto alcohol había tomado cuando, mientras baliábamos, un hombre bastante atractivo me agarró de la cintura y me apartó de mi grupo de mi amigas.

No le recuerdo.

Estaba oscuro y yo había bebido demasiado.

Sólo sé que me sentí profundamente seducida y me dejé llevar por sus movimientos.

Me besó y yo le besé.

Olía muy bien, claramente llevaba algo de colonia.

Todo en él me resultaba atrayente.

Entonces alguien tiró de mi brazo derecho y me separó de aquel hombre.

Creí escuchar a Lorena gritando mi nombre.

Después vi a Javi conmigo, en un taxi. Me acompañó hasta mi casa y me metió en la cama.

-       Me han despedido – balbuceé.

Él se tumbó a mi lado.

-       Ya, pero eso no es excusa para besar a un tío que no conoces.

Enarqué una ceja. Estaba algo desorientada y me sentía confusa. Recordé entonces que me había morreado con un desconocido.

Pero, ¿qué hacía Javi allí?

-       ¿Por qué estás aquí? – le pregunté.

-       Porque yo estaba en Serrano también,  y por casualidad te vi con uno que no tenía buenas intenciones. Olías a alcohol y parecías algo mareada. Le pedí permiso a tus amigas para traerte a casa y me dijeron que sí. ¿He respondido a tu pregunta?

Le miré durante unos instantes antes de cerrar los ojos.

No sabía si agradecérselo o mandarle a tomar por saco por haberme estropeado una fugaz aventura romántica de una noche.

Decidí cerrar los ojos e ignorarle. No iba a reprocharle nada, en el fondo estaba cuidando de mí. Sin embargo, Javi estaba tomando un rol de padre protector que no me gustaba nada en absoluto. Era algo que tendría que resolver con él más adelante.

Cuando ya estaba a punto de caer rendida, escuché en mi oído:

-       Te quiero.

Entonces, me estremecí. ¿Padre protector? O ¿Exnovio celoso?

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Y el siguiente! :) siento tardar tanto... es que la historia al principio... mmm jejeje

espero que os vaya gustando!!

un besín!

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