camaleón ¹ • taekook

By WTFangirl

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❝ A él le llamaban "camaleón". ❞ Kim Taehyung descubrió al verdadero chico camaleón; una persona totalmente d... More

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" 60 - AGRADECIMIENTOS "
" rhampholeon "
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By WTFangirl

εïз

¡Hola a todoooos!


Me alegra anunciar que la playlist de camaleón ya está disponible en Spotify.

https://open.spotify.com/playlist/0rMuGi0xIz4opYNYv7mtMb?si=x89ygyNZQsmGoREJKt5SiQ

Pueden entrar por ese link, mediante el enlace externo de la historia o simplemente buscando "camaleón playlist" en Spotify. Es realmente muy buena y les sugiero tenerla en cuenta en este crucial capítulo, ya que aparecen unas cuantas de las canciones en la lectura hoy.

Quiero agradecer todo el apoyo que me han dado, de verdad me alegra los días el hecho de que les guste lo que escribo con mucho cariño para ustedesssss.

Disfruten ❤ —Carol.



"Jeon Jungkook"


Estaba muerto. O vivo. Jungkook ya no sabía... Todo estaba oscuro, no sentía su cuerpo. Era completamente inerte. Intentó abrir sus ojos pero sus parpados asemejaban estar pegados y unidos, desesperando su quietud. Trató de mover sus músculos, pero simplemente fue inútil. Si no estaba muerto y en el cielo, ¿estaba en el infierno? 

Allí recordó.

Solo espero que luego de este accidente logres recordar mi rostro en el infierno, Jeon Jungkook.

¿Había caído en el averno? ¿Era eso?

De pronto, sintió caer muy muy profundo... Hacia un vacío inaguantable que le provocaba una adrenalina impresionante al sentirse en el aire. No parecía tener límite hasta que luego de unos segundos, no sintió nada. Y vio una luz, empezando a pestañear milagrosamente con algo de dificultad. Quería abrir sus ojos para huir del miedo, pero sentía su cuerpo colapsar de vez en cuando. Era extraño y doloroso. 

Paulatinamente, logró abrir sus ojos. Reconoció aquella luz que percibió minutos antes; era una lumbre. Y a un costado de la lumbre que emitía el fogón de cocina, había una persona de espaldas. ¿Quién era? Pareció sobresaltarse al notar que estaba ahí... en su cocina.

—Jungkook —se giró esa persona. Su figura, sus ojos, su cabello, su voz... Era Jimin, sosteniendo una taza de humeante café. Se dio cuenta de que estaban en su casa, en plena cocina con la llama de la cocina prendiendo más de lo debido. Era peligroso—, despierta —no comprendía nada. Quería pedirle que apagara la llama que se hacía más y más grande, causándole pavor. Intentaba transmitirle el mensaje por sus ojos, pero nada ocurrió. Estaba mudo—. Apaga el fuego, Jungkook —¿Qué? ¿Cómo? ¿Acaso no notaba lo inmóvil que se encontraba? Si no podía entender, tendría que suplicar. La flama aumentaba colosal detrás del pelinegro. Tenía ganas de llorar—. Apágalo —¿Cómo, Jimin?— ¡Apágalo! —¿¡Cómo!? El achacoso y desagradable esencia del café que repudiaba se percibió mucho más y la habitación sudaba, las paredes lloraban y los colores a su alrededor se desvanecían, se derretían. Jimin comenzaba a llorar, su piel se comenzaba a enrojecer y la taza en sus manos explotó, provocando un mayor sobresalto en Jungkook. Todo se derretía como vela, y la lumbre acabó por apropiarse de todas las cuatro paredes, creando un infierno— ¡JUNGKOOK! 


Otra vez estaba refugiado entre los libros de su hermana en su habitación. Ansiaba distraerse de las discusiones que habían en la sala de estar, pero parecía ser misión imposible. Recorría los mismos títulos mientras escuchaba los gritos en la sala de abajo, y al no decidirse optó por sentarse al borde de la ventana, comenzando a cantar Lost Boy, una canción que le encantaba oír de la voz de Sooyoung. Balanceaba sus cortas piernas y miraba a los pájaros volar cerca de los árboles de la casa vecina, hasta que sintió la puerta abrirse...

—Jungkook... —oyó llamar a su hermana, aproximándose a él— Te dije que dejaras de hacer eso. ¿Quieres caerte? —le tomó por el torso, levantándolo del borde de la ventana y depositando su pequeño cuerpo de niño en su cama.

—Si de esa forma dejo de causar problemas, sí.

La chica pareció adolorida con ese comentario. Negó con la cabeza y arrulló la suave cara de Jungkook.

—Tú no causas problemas, y no eres uno. Entiéndelo —le confió mirando a sus ojos—. Es solo que... hay algunas desigualdades en nuestra familia. Nada más. 

—¿Es mi culpa?

—¡No! Claro que no —le abrazó acariciando sus castaños rulitos. Le besó la frente y verificó que sus padres no hubieran subido a las habitaciones. Abrió las puertas de su gran armario de madera e hizo espacio para que ambos entraran a sentarse allí, escondidos. Ella entró primero con un libro y luego le tendió la mano a su hermanito, invitándolo a entrar—. Ven aquí, bebé —pidió palmeando sus muslos, haciendo que Jungkook obedeciese y se acurrucara sobre su regazo. Sooyoung cerró con cautela las puertas del armario y sacó una pequeña linterna que mantenía escondida entre unos zapatos que allí adentro habían—. ¿Recuerdas dónde nos quedamos la última vez? —Jungkook, ahora más tranquilo, abrió el libro de El Retrato de Dorian Grey y señaló el número de página marcado la última vez que lo abrieron. Sooyoung inició la lectura con una voz baja— El pecado es algo que los hombres llevan escrito en la cara. No se puede ocultar. —De pronto empezaron a oír fuertes pasos subir las escaleras. Sooyoung respiró profundo y continuó, intentando ignorar el sudor que le recorría por la frente. Lo último que deseaba era que Jungkook se sintiese amenazado. Jungkook era solo un niño, y no merecía ser parte del duelo en la familia —La gente habla a veces de vicios secretos. No existe tal cosa. —y sus delgados cuerpos se sobresaltaron al percibir al padre caminar por los pasillos, con su pesadas y toscas botas. Mas Sooyoung se abrazó a Jungkook tratando de no temblar, continuando por susurrar su lectura—Si un pobre desgraciado tiene un vicio, lo denuncian las arrugas de la boca, la caída de los párpados, incluso la forma de las manos...

Y la puerta se abrió. 

Ambos saltaron, Jungkook estuvo apunto de emitir un susto por la boca y su hermana le tapó esta con la mano, dejando su libro de lado. 

—Sé que se esconden aquí —admitió recorriendo la habitación, botando cosas a su alrededor, y tosió—. Su madre me dice imbécil. Dice que soy un alcohólico —rió fuerte, como si ese hecho fuese una gracia—. Tal vez no lo sería si no me tocaran las bolas. Después de todo, ¡soy el hombre de esta casa! Merezco que todo salga como planeo —se escucharon libros estrellarse en el suelo—. ¡Pero no! ¡Mierda, que no! —dejó salir una detestable carcajada— Vivíamos estables y en una casa de lujo, y según su madre ¡eché todo a la basura! Todos ustedes me son un problema, ¿¡me oyen!? —más libros cayeron— El primero no quiere ser abogado. ¡Es un rebelde hijo de puta que quiere ser doctor! ¡Qué desperdicio! Las leyes son absolutas ¡Carajo! —un mueble cercano a donde estaban escondidos fue pateado— La segunda resulta ser mujer. ¡Mujer! ¿¡De qué me sirve una chiquilla en esta familia!? —otro mueble fue pateado, dos veces— Y el tercero. ¡El bebé de la familia! ¡Tengo todas mis esperanzas en él! ¡Mi plan maestro! —empezó a reír de nuevo— ¿¡Me escuchas, Jungkook!? —terminó por patear el mueble correcto, originando un alarido de susto a Jungkook y temor en la hermana. Mas cuando las puertas se abrieron. 

—¡Aléjate, papá!

—¡DONGWOOK! —la madre interrumpió la escena— ¡No pienses ponerles un dedo encima! 

—¿Tú no estabas ocupada intentando calmar a tu hijo? —le inquirió.

—Chen está completamente bien. ¡Tú eres el que está mal!

—¡Cállate!

—¡Eramos una familia unida! ¡Y por tu culpa todo se fue a la misma mierda! ¿¡No te das cuenta!? —le encaró furiosa— Ah... pero claro que no puedes comprender, ¡si estás borracho hasta la mollera! 

—¡CÁLLATE! —hizo trizas una lámpara en la madera bajo sus pies. 

Youngae pidió con una mirada a sus hijos que salieran de ahí. Sooyoung huyó de la habitación con Jungkook, bajando por las escaleras hasta llegar a la puerta de entrada, topándose con Chen. Su excéntrico aroma a cafeína y su chaqueta de cuero obviaban el hecho de que iba a salir de casa en la motocicleta de Dongwook. 

Chen era muy impasible, nunca hablaba mucho en casa y solo se dedicaba a tomar café. Por las noches era el único despierto y, a veces, la persona que faltaba por las mañanas. Sus cabellos eran castaños, igual que el de sus hermanos. Sus propósitos eran otros, al igual que sus hermanos... También quería ser libre.

—No me esperen para cenar —avisó antes de salir por la puerta, abandonándolos. 

Sooyoung y Jungkook le vieron irse en la motocicleta por la ventana, y la chiquilla tomó la mano del pequeño, guiándolo a la salida. Abrocharon bien las cintas sus zapatillas desgastadas y echaron a correr. Se encaminaron a la verde plaza en la que gustaban de tomar algo de aire fresco y sol, aunque lo último hiciera falta en ese instante. Se tumbaron en el pasto y miraron al nublado cielo.

—Dejamos el libro en casa... —se lamentó Jungkook.

—Sí... —entristeció la castaña— Normalmente la pasamos bien leyendo libros a escondidas, o aquí. Pero... hoy no parece ser el día —el pequeño le respondió con un suspiro—. Hey, Kook... —le llamó con la voz más dulce que se puede imaginar, recibiendo los lindos ojos de su hermanito a los de ella— Feliz cumpleaños.

El pequeño mostró un sonrisa llena de pesar, pero recibió el cumplido con mucho gusto.

—Gracias, noona.

—Sabes que no tengo nada para obsequiarte, pero... puedes pedirme lo que quieras.

—No es necesario, noona. Estoy bien.

La chica le miró afligida y no se quedó conforme con aquella respuesta, así que se levantó y divagó por el lugar, buscando algo de lo que no estaba segura.

—Busquemos un regalo para ti, Jungkook. ¡Ven! —el niño le miró confuso, levantándose también— ¡Será divertido! —y solo eso bastó para alentar al pequeño.

Corrieron y brincaron por la plaza, rodeando los árboles y circulando por las fuentes, robando algunas monedas que bajo el agua habían. Se guardaron las monedas en los bolsillos y carcajearon. Empezaron a jugar, persiguiéndose el uno al otro. Comenzaron una colección de flores, siguieron el paso de las hormigas por la tierra e intentaron trepar un abedúl.  

De repente, ambos se asustaron por el ladrido de un animal. Al parecer era un perro. Jungkook fue el más emocionado en enterarse, por lo que bajó sin mucha precaución.

—¡Jungkook, espera! 

Efectivamente, era un cachorro cerca de un estanque. Su pelaje era muy peculiar: un suave amarillo con pintas marrones. Sus ojos eran brillantes y encantadores. Parecía ser una mascota adiestrada, sin embargo, por más que le buscaran alguna pista de dónde perteneciera, no obtuvieron nada. La chica tomó al cachorro y se lo extendió a su hermanito. 

 —Parece una galleta. ¿Por qué no le llamas Cooky? —ante la propuesta, Jungkook le miró confuso. ¿Por qué le asignarían un nombre a un cachorro que no era suyo? Sooyoung solo le sonreía enternecida— Felices diez años, Jungkook.

Ahí comprendió, y no pudo estar más alegre. 

El regalo de su hermana fue el mejor que tuvo en toda su corta vida, y agradeció a todos los cielos por la castaña a su lado; una de las mejores personas en sus diez añitos. Ella podía ser su sol en días sombríos y su salvación en momentos de peligro, lo era todo. Es por eso que agradecía infinitamente por ella. Por ellos.


Sus ojos estaban absortos en la camioneta de mudanzas en unas casas cerca de la de él, en una esquina. Habían llegado nuevos vecinos al barrio. Tenía ganas de conocer a otras personas, pues su círculo de amistades se resumía en Park Jaehyung, su hermana y Cooky. Ellos se habían vuelto buenos amigos cuando su familia los invitaba a cenar. En ese entonces, los Jeon estaban económicamente estables y podían negociar con los Park. Se originó un lazo fraternal y amistoso entre estas dos familias por el trabajo de los padres de familia. Por desgracia, Jeon Dongwook terminó por caer por quinta vez en la obsesión del tabaco y otras toxicidades. Luego de que rumores sobre la familia se esparcieran por diversas partes, los Park no dejaron que los lazos se rompiesen y animaron a los Jeon a levantarse otra vez. Pero aquello no fueron las fuerzas suficientes para solucionar los problemas y esquemas de la familia Jeon.

—Jungkook —le llamó su madre desde la cocina—. Ven a terminar tu desayuno, cariño. Tu mami tiene que seguir estudiando.

Jungkook no tuvo más opción que acatar a las ordenes de su madre, ya que lo último que quería era distraerla de sus estudios. Youngae estaba por terminar de prepararse para acabar con su carrera universitaria de detective en la policía. Estaba en la cúspide de la pirámide de sus metas, era una mujer muy infatigable y valiente. Una mujer dispuesta a luchar por lo que cree justo y verdadero. 

Al sentarse en la mesa para engullir sus panqueques con miel, pronto bajó para saludar la chica de la casa, y fueron tres en mesa. Su madre se encontraba en su propio mundo, tecleando en su computadora y escribiendo apuntes en su libreta.

—¿Se han dado cuenta?

—¿De qué, amor? —quiso saber la madre sin despegar sus ojos de la pantalla.

—Han llegado vecinos nuevos al barrio —anunció la castaña.

La madre despegó sus ojos del aparato en el que estaba sumida y lanzó un vistazo por la ventana, para verificar si era cierto. Al confirmarlo y cerrar las cortinas, volvió a tomar asiento y tomó un sorbo de su jugo.

—Cuando terminen con su desayuno, iremos a saludarlos. ¿Bien?

Los hijos asintieron y continuaron con su desayuno. Y cuando sus platos estuvieron vacíos y limpios, Youngae abrió la puerta de entrada para dirigirse a la casa de sus nuevos vecinos. El carro de mobiliario se había ido y solo estaban rodeados de cajas. 

Tocaron a la puerta y una mujer con una larga falda les recibió.

—¡Oh! ¡Visitas! —saludó riendo.

—¡Hola! Somos los Jeon. Soy Youngae y estos son mis tesoros —se presentó con sus hijos, quienes estaban tras su espalda saludando con sus manos, tímidos pero simpáticos—, y les queríamos dar la bienvenida al barrio. Vivimos a unas casas cerca.

—Yo soy Jihyun. Esta es la familia Min ¡Es un agrado conocerlos! —admitió regalando una sonrisa llena de gozo— De verdad, todo esto es un milagro de Dios, ¿sabe? —habló acariciando el rosario que colgaba de su cuello y escrutándolo con admiración— Estoy segura de que fue él quien nos guió sanos y salvos aquí.

—Mamá, ¿dónde está mi bicicleta? —alguien interrumpió acercándose a la puerta. Youngae agradeció la intervención, ya que no le animaba entablar conceptos religiosos en sus conversaciones.

—Cariño, no lo sé. Pregúntale a tu padre —le dijo a lo que parecía ser su hijo—. Ahora ven aquí a saludar. ¡Mira! Nos vinieron a dar la bienvenida.

Fue en ese momento que un niño rubio se mostró al lado de su madre; delgaducho, pálido, algo serio y de una estatura similar a la de Jungkook. Este observó a la familia Jeon y se detuvo para divisar al castaño niño con rulitos, quien llevaba a su mascota entre los brazos. Al instante alzó la cabeza y miró al chico otra vez, impasible...

—Qué lindo —reconoció.  

Jungkook y todos los demás a su alrededor se sobresaltaron confusos.

—¿E-Eh? —balbuceó Jungkook sonrojándose trastornado.

—Qué lindo. Tu perro —apuntó al can. Los otros empezaron a lagrimear por la gracia que había causado la mal interpretación, menos Jungkook, que seguía avergonzado compartiendo una mirada con el rubio—. Es un gusto conocerlos. Me llamo Min Yoongi.

—¡Pero que lindo chiquillo tienen los Min! —estimó Youngae, revolviendo los rubios cabellos del niño.

—Igualmente sus hijos, señora Jeon.

—Oh, vamos, solo dígame Youngae —corrigió alagada por la formalidad—. ¿Hay algo en lo que podamos ayudarles?

—Pues, Sihoo y yo estábamos desempacando las cosas...

—¡Podemos ayudarles! —se animó Sooyoung.

—¿En serio? ¡Muchas gracias, en serio! —se emocionó la señora Min— Pasen, pasen.

Los Jeon fueron invitados adentro y vieron la sala de estar repleta de muebles a medio construir y cajas abiertas.

El chico rubio insistió con urgencia su bicicleta a su madre.

—Ay, cariño. Aquí está, ¿sí? No te acomplejes —le apretó su mejilla, haciendo fruncir el ceño de su hijo—. ¿Qué tal si Jungkook y tú van a jugar afuera mientras nos encargamos aquí?

El castaño se volteó para mirar a Yoongi, como buscando su aprobación. A lo que respondió.

—Está bien.

—¡Perfecto! Pueden compartir la bicicleta. ¡Y pueden pasear al cachorro en tu canasto! ¿Sí? —palmeó la espalda del rubio y les abrió la puerta de salida, despidiéndose y cerrando la entrada en cuanto los niños estuvieron frente a la bicicleta.

Jungkook se sentía incómodo, no sabía porqué. Tal vez se debió a la vergüenza  que recibió hace unos minutos. No obstante, se resignó y tragó su orgullo para entablar, por lo menos, una conversación con el vecino.

—Jungkook.

—¿U-Uhm?

—¿Es ese tu nombre, no? —recibió un asentimiento— También eres lindo. No te angusties.

El rojo volvió a la cara de Jungkook mientras el rubio subía al perro en la canasta de su bicicleta.

—¡A-Ah! ¡Yo no...! —tartamudeó viendo al imperturbable chico.

—Vamos a pasear en mi bici, Kookie —Jungkook parpadeó varias veces—. ¿Puedo llamarte así?

—Uhm... Sí... —se fue acercando de a poco a la parte trasera de la bicicleta mientras Min se acomodaba en el asiento.

—Será tu apodo. Es lindo también —comentó como si ignorara el efecto que esas palabras causaban en el corazoncito del castaño. ¿O sí lo hacía?—. Generalmente no me gustan los apodos, pero tú eres mi excepción —confesó encogiendo los hombros y giró su cabeza para ver por encima del hombro a un sonrosado Jungkook—. Prefiero que me llames por mi nombre. Ahora, ¿conoces algún lugar por dónde divertirse? —Kookie asintió algo fuera de contexto y perdido entre las mil y una cosas que pasaban por su mente en ese momento— Entonces tú me dirigirás y yo tomaré el mando. Mi bici es algo pequeña.

—Puedo ir de pie... Si quieres. Pero necesitaré sujetarme de algo...

—Puedes hacerlo en mí.

Jungkook dudó unos segundos, eligiendo acoplar sus manos en los huesudos hombros de Yoongi y asegurando sus pies entre la rueda trasera. La bicicleta partió su recorrido y los vientos azotaban contra ellos. Era un día muy esplendoroso. Visitaron así la plaza en la que Sooyoung y Jungkook ocasionalmente concurrían. A Min pareció agradarle el lugar y dejaron la bicicleta apoyada en un ciprés. Jungkook comenzó a caminar, despertando la curiosidad de Yoongi al querer saber a dónde se dirigía. Resultó ser que encontraron un alto árbol, con firmes ramas.

—Con Sooyoung acostumbramos a escalar árboles...

—¿Tu hermana? —le afirmaron en respuesta— ¿Y llegan a las ramas?

—Algunas veces... —rascó su nuca.

—Bien —empezó a subir su cuerpo por aquel árbol.

—¿Qu-Qué haces? ¿Vas a escalarlo...? —le echó una última mirada a Cooky para no quedar atrás e ir al mismo paso que el rubio— Espérame. 

Les costó llegar a una rama firme en la que cupiesen los dos, pero al encontrar una finalmente, se sentaron con las piernas abiertas y mirándose de frente, balanceando sus piernecitas.

—Esto es divertido. Deberíamos hacerlo más seguido, Kookie.

Jungkook quedó en shock.

—¿Más... seguido? Como... ¿amigos?

—Somos amigos —afirmó, mostrando su primera y dulce sonrisa a Jungkook. Esa curva y adorable curva en sus labios dejó atónito y embelesado a Jungkook, quien pareció ver estrellitas flotando a los costados. El calor le había subido a la cara, pero lamentablemente ya no podía ocultarlo. Ni siquiera disimularlo—. ¿Qué más haces con tu hermana por aquí?

Jungkook espabiló de sus ensoñaciones. 

—Ah. Uhm, nos gusta jugar, coleccionar flores, decorarnos el cabello, contar árboles... Bueno, evitamos hacer eso último porque nos desagradan los números. Perseguimos hormigas, descansamos en el pasto, robamos monedas del estanque, leemos y... —tuvo que detener el conteo que hacía con sus dedos cuando sintió algo en su cabeza.

Era Yoongi. Había acomodado una flor que había encontrado antes entre los mechones enrulados de Jungkook.

—Te ves más lindo así —le dio otra sonrisa.

—¡No soy lindo! —se quejó completamente abochornado, tapando su rostro.

—Claro que lo eres —corrigió alejando las manos de su rostro—, como ese pequeño camaleón camuflado en tu hombro.

Jungkook visualizó al pequeño ser del que hablaba Yoongi y dejó salir un grito de horror, intentando quitar de su hombro al camaleón con manotazos. El rubio solo reía a fuertes carcajadas. Si no se estuviese riendo de él, las hubiera apreciado aún más...

—¡Ya! ¿¡Se fue!?

—Sí, sí... No te preocupes —abrazó su barriga, tratando de calmar sus carcajadas por la graciosa situación.

Al calmarse definitivamente, ambos se escrutaron. Sus ojos habían hecho ese famoso click que todo mundo habla. ¿Era flechazo? ¿Primer amor? ¿Capricho? ¿O un simple amor de verano? Puro e inocente. 

Era muy probable que no lo supiesen, pero sí que lo harían al pasar los días... Juntos.


—¡Jaehyung! Qué bueno que viniste. Este es Yoongi-hyung.

El trío de amigos se encontraban en la plaza, esta vez sin Cooky. Habían decidido juntarse a jugar y a conocerse mejor.

—¿Tu eres el amigo de Kookie?

—¿Kookie...? —inquirió con gracia el otro rubio.

—Sí, Kookie. Mi camaleón.

—¿Camaleón...? —Jae parecía cada vez más confuso.

—¡Hyung! ¡Te dije que no mencionaras eso...! —se frustró refregando sus palmas por su cara, intentando borrar el inicuo recuerdo del reptil en su hombro.

—Mira, es gracioso. Verás... 

Esa tarde, Jaehyung conoció al tan mencionado Min Yoongi del obsesionado Jungkook. Muy peculiar...


Acababan de terminar las golosinas que habían comprado en la tienda. Ahora iban directo con sus patines a descansar plácidamente en el pasto, frente al estanque del parque. Aquel que se convirtió en su favorito luego de años. En cuanto llegaron y se acomodaron sentados en el lugar, Jungkook empezó a cantar dulcemente Lost Boy, recibiendo la mirada embelesada de Min Yoongi. Estaban absortos y embobados el uno del otro en ese instante, con el cálido sol acariciando sus pieles. 

Es ahí cuando Jungkook paró de cantar y frunció sus cejas. 

—¿Kookie?

—¿Qué te ocurrió? —Yoongi pareció alarmarse, y sus ojos deambularon por cualquier parte, menos en los de Jungkook— ¿Qué te hicieron?

—¿Por qué supones que alguien me hizo algo? —Jungkook no emitió sonido, lo que aseguró su estado de incertidumbre. Llevó su mano al cuello de Yoongi, notando una palma marcada en la zona. No quiso saber en qué otras partes estarían las mismas marcas, pero se rehusó a estar tranquilo ante aquello— Hyung...

—Estoy bien, Kookie. Estoy contigo, ¿ves? —trató de evadir el tema y apaciguar a su mejor amigo.

Jungkook entristeció al saber que no conseguiría nada con lamentarse frente al mayor, por lo que solo le pidió ser más cuidadoso y consciente. Min le obsequió una sonrisa y un abrazo, prometiendo su defensa. Lentamente se separaron de ese abrazo y Yoongi acarició su rostro.

—Lo que más odiaría en este mundo sería verte sufriendo.

—Nadie me puede hacer sufrir mas que tú —le aseguró.

—¿Yo? —se estremeció al escuchar eso de la boca de Yoongi— ¿Por qué...?

El rubio rozó sus manos con las contrarias.

—Porque tu recuerdo nunca me deja dormir por las noches —ambos chicos sonrieron y sabían lo que sucedería después. Se prepararon para ese momento, como si hubieran tardado toda su corta vida...—. Me gustas, Kookie.

Jungkook se deleitó.

—A mí me gustas más. Yoongi.

Y sus labios se juntaron en un casto y dócil primer beso. No imaginaron nunca la situación perfecta en la que este recuerdo acontecería, ni de qué manera, solo sabían que cuando pasase sería inolvidable. Lo habían estado esperando desde hace mucho, y desde ese instante descubrieron lo que era estar deseoso, hechizado y afortunado.

Estaban enamorados.

Lástima que su secreto amor no fuese tan confidencial como pensaban ese día, pues otros ojos terminaron por ver ese impresionante trance. Otros ojos que luego buscarían venganza...


Los ruidos de altavoces estaban exageradamente altos para el gusto de Jungkook, pero no emitió queja. Yoongi estaba a su lado, y no sabían con exactitud qué hacían en ese lugar, pero con tal de distraerse de los problemas que vivían en sus hogares, se conformaban con cualquier cosa. 

—Esta es la primera fiesta a la que asisto —admitió Jeon en el oído de su novio.

—Lo mismo va para mí —le dijo agarrándolo de la cintura para que no se separaran el uno del otro. Se miraron y sonrieron—. ¿Qué tal si bailamos ya? 

Jungkook obvio aceptó sin rechistar.

Las manos descansaron en el pecho de Yoongi, haciéndolo respirar dificultosamente al sentir estas subir y bajar. Las caderas de Jungkook eran acariciadas por las manos de su chico y las luces revoloteaban como mariposas sobre ellos, iluminando todo a su alrededor. De vez en cuando se sentían sofocados y acalorados, pero se dieron cuenta de la razón: demasiada gente en un espacio tan limitado. El sitio no era tan popular, lo habían encontrado por pura casualidad en su paseo por la metrópoli de Busan. Esta era curiosamente escondida de las partes más acudidos, y se debía a su público: bisexuales. Es por eso que al descubrirlo ambos se miraron confidentes antes de entrar entretenidos.

La canción cambió, todos comenzaron a saltar al ritmo de Alors On Danse.

—¡Escuché esta canción en la radio! —se emocionó el menor, comenzando a sacudir de atrás hacia delante los hombros de su novio, originando una risa inevitable en su rostro— ¡Suena tan enérgica! ¡Quiero bailar! —incitó al otro, acercándose al centro de la pista de baile para moverse libremente, eufórico por las sensaciones que le provocaban las ondas de los altavoces contra su pecho— ¡Vamos, hyung!

Min negó con humor y le acompañó brincando, ambos con los brazos alzados al cielo. Todos en torno a ellos danzaban igual a ellos, sacudiendo sus caderas, saltando y descontrolando sus emociones de pies a cabeza. Era increíble como la música podía producir tal adrenalina en las personas.

El sudor les comenzó a recorrer las frentes y Yoongi estaba ligado a Jungkook, ambos unidos con imanes. El color se había avecinado en todos sus rostros sudorosos y hormonales, prendiendo un fuego irreconocible que recorrió sus venas poco a poco. En cuanto sintieron aquello, se miraron a los ojos y sus bocas simplemente chocaron por deseo y naturaleza. Sus manos se buscaron viciosas de tocar piel desnuda y cálida, pero las caricias parecían hervir y arder en esa pista de baile. Fue la primera vez que sus lenguas encontraron antojo en la otra y encendieron la flama entre sus cuerpos.

Lastimosamente, tuvieron que detenerse.

—Yoongi...

—Kookie —jadeó exaltado—, no así... Yo te deseo. Sí —confesó, haciendo suspirar al castaño—. Pero en otro instante será mejor.

—¿Tú... crees? —deambuló sin meditar, como embriagado.

Yoongi ojeó a la multitud y tocó el hombro de Jungkook.

—Ven conmigo, debo ir a consultar algo en la barra. Creo que conozco a alguien que trabaja aquí...

Jungkook solo asintió sin dudar. Cruzaron por el mar de gente y lograron llegar a la barra, donde un chiquillo mozo le saludó alegre a Yoongi.

—Min Yoongi~ ¡Compadre! —le abrazó asfixiándole por sobre la barra llena de copas vacías— Hace mucho que no te veía. ¡Conseguí otro trabajo! ¿Ves?

—Sí, Hobi... —rascó su sudorosa nuca, nervioso— Bueno, necesito algo que pedirte.

—¡Oh~! ¿Es algo urgente? —quiso saber, y el rubio le pidió aproximarse para susurrarle algo por el oído. 

Jeon estaba analizando a la multitud, fundida en el ritmo de la música y perdida en sus propios cuerpos. Se encontraban en un profundo trance dentro de un laberinto para encontrar el placer junto a alguien. O así lo veía Jungkook.

Y en eso, la curiosidad de Jungkook lo llevó mucho más allá, a la lejanía de tan solo unos metros de distancia, lo vio. Park Jaehyung estaba en la disco, y no estaba solo... Abrazaba a alguien y devoraba los labios de esa persona irreconocible: un hombre. No sabía qué sentir, ni qué pensar, solo admitía que estaba sobrecogido. Nunca esperó ver esa faceta de su amigo, quien se mostraba muy independiente al mundo. Y peor fue el segundo en que le devolvieron la mirada, impactada. Estupefacto... Jungkook palideció, no pudo movilizar ninguno de sus músculos como anhelaba. Le estaba viendo, pero no entendía por completo el mensaje de sus ojos. ¿Era miedo? ¿Asombro? ¿Advertencia...?

¿Era ese de verdad Park Jaehyung?

—Kookie —le llamaron y volteó con un saltito de impresión—. Ya conseguí lo que... Hey, ¿estás bien? —acarició su mejilla— Estás pálido.

—U-Uhm. Sí, definitivamente. ¿Nos vamos ya? —le tomó desprevenidamente de la mano y le guió a lo que dedujo como la salida, echándole una última mirada a la alma de Jaehyung, inseguro. Sus ojos se habían vuelto a topar... Y escapó, sin saber qué pensar con claridad.

¿Park Jaehyung? ¿Quién eres en realidad?


—Aún no me convences, así que te traje agua —insistió por su inquietud al malestar en la cara de Jungkook al llegar a su habitación después de la disco. La casa estaba vacía, pues sus padres habían ido a visitar a la abuela y él fingió estar enfermo para disfrutar más tiempo con Jungkook en las calles.

—Gracias... —tomó un sorbo.

—Si no quieres contarme, está bien —le tranquilizó—. Pero de todas maneras me enteraré, debes saberlo —el castaño solo asintió cabizbajo, sentándose en el borde de la cama. Yoongi corrió las cortinas de su ventana para recibir la refulgente luz de la luna en la habitación y acompañó a Jungkook en su cama, tomando su mano—. Yo solo quiero verte feliz. Eres lo mejor para mí. 

El castaño depositó el vaso vacío en un mueble junto al walkie-talkie y volvió a Yoongi, comenzando a concluir con sus preocupaciones.

—Al parecer no soy suficiente —el rubio le miró dubitativo. Suspiró negando—. Sigues prendiendo cigarrillos —el acusado espabiló y se avergonzó, apenado—. ¿Por qué...?

—No lo comprenderías...

—¿Es un vicio?

Yoongi negó negligente, llevando sus manos a su frente. Jungkook no sabía qué hacer para reparar al mundo, pero lo que sea por lo que estuviese pasando con su rubio, no dudaría en luchar para dibujarle una sonrisa de esas que adora en su cara. Yoongi siempre sacaba trucos bajo su manga para mejorarle los días, para salvarle y colorearle... Como su camaleón. Suyo, siempre suyo... ¿Por qué no intentar? 

Arrulló su rostro entre sus manos y sintió su frío. Sonrió tan dulce como la miel y sus ojos resplandecieron ante la luz de la noche, encantando a Yoongi. Susurró palabras de consuelo y pasión. Entre ellas...

—Yo también te deseo.

Con tales palabras le fue suficiente para que el mayor ampliase la curva de sus labios y se tumbara sobre Jungkook. Sus carcajadas llenaron las cuatro paredes, al igual que sus besos, y el choque de pieles. La ropa terminaba en el suelo y las mantas de la cama empezaban a volverse un desastre. Sus ojos se buscaron entusiasmados y sus frentes se juntaron. Sintieron el hálito del otro. 

Jungkook se separó solo poner sus manos sobre el cuerpo de su amante, recorriendo con su doliente mirar las cicatrices y moratones que pintaban la pálida piel de Yoongi. Sintió su pesado suspirar y le observó.

—Estaré bien. Te lo prometo —juró el rubio, moldeando el rostro de su novio.

Aceptó sin hesitar, y su espalda cayó contra la cama. Los labios de Min depositaron besos por todo su cuerpo, comenzando por su cara caliente.

—Confío... —exhaló intentando regular su respiración en medio de esa catástrofe de sensaciones mientras el rubio dejaba marcada las huellas de sus labios, bajando por el cuello. Entrelazaron sus dedos y el ardor creció— Confío en ti...

Detuvo su laberinto de besos y se alejó unos segundos para buscar algo en el bolsillo trasero de su olvidado pantalón y prender la radio, reproduciendo Faux.

—Conseguí lo que buscaba en la barra —le dijo posicionando su cuerpo encima de Jungkook otra vez, mostrando entre sus dedos un envoltorio cuadrado y pequeño: un condón. El risueño castaño descubrió los cabellos que ocultaban su rostro y no pudo creer lo que veía—. Jungkook —le llamó agarrando sus muñecas—, te aseguro que todo estará bien. No quiero inquietarte.

—Está bien, hyung. Está bien. Yo... —se enderezó lento para tener su rostro de frente. Se cautivó con su aurífera mirada y los poros que decoraban su piel, sus pestañas y párpados— sí te deseo. Te quiero.

—Te quiero sin importar qué. Te quiero —repitió embelesado, llevando su peso hacia Jungkook para dejarlo tendido en su cama y acariciar cada rincón de su piel—, te quiero, te quiero, te quiero...

Los pulmones de Jungkook subían y bajaban, extasiado y perdido en alguna parte de la constelación de los ojos de Yoongi, quien se ocupaba de apreciar cada rasgo de Jeon Jungkook. Retiró despacio la última prenda que cubría la masculinidad de Jungkook y lo mismo hizo con la propia. Posó sus palmas por los muslos del castaño, sintiendo su temblar y las yemas de sus dedos escalaron sobre él. Aquello provocó un pequeño gemido desbocado de la garganta de Jungkook. El rubio grabó en su corazón aquella imagen del castaño dócil y despojado, escultural para sus ojos. Sonrió enternecido y ascendió sus besos hasta llegar al pecho de Jungkook. 

Estaba desesperado por más contacto, así que besó con fiereza la boca del rubio, perturbando la afectuosa aura entre ellos, siguiendo un camino más insaciable y codicioso. Jungkook no sabía con exactitud qué se debía hacer en momentos como ese, pues era virginal y ajeno a ello. Sin embargo, Min Yoongi era su guía, su ruta y su predilección. 

Yoongi lo preparó todo, apreciando cada gesto que hacía la cara de Jungkook, respondiendo a los estímulos. Su inmaculado cuerpo iniciaba a vibrar y su respiración se tornaba en un lío de suspiros.

—Kookie.

—Hyung...

Sus cuerpos empezaron a danzar bajo la luz de la luna. Sus inquietas manos se encontraron y sus dedos se trenzaron. Descubrían partes inexploradas del otro y todo se convirtió en fantasías hechas realidad. Se sentían flotar en su propia nube. El frío se ausentó en la habitación, solo sus cuerpos mantenían el calor de su unión. 

Se volvían un caos. El agarre entre sus manos era más fuerte y sus miradas no buscaban ser reacias, jamás. Jungkook se levantó y se acomodó arriba de su amante nocturno. Oía su pesada voz y percibió su lengua en su cuello, sus manos en su espalda. Sus caderas respondían por sí mismas. Y es allí cuando Yoongi roza un punto en él que le hace sentir desfallecer. 

Gritó.

El rubio volvió a tomar el mando, maravillando a Jungkook, llevándolo casi a la locuray sus frentes se reunieron otra vez.

—Te amo, Jungkook.

Ambos vieron estrellas y bramaron de pura dicha. La noche recién comenzaba para ellos y terminaron por perderse en la felicidad del amor. Porque ambos estaban apasionadamente hechos el uno para el otro.

Trataron de respirar adecuados y descansaron sus cuerpos, enrollados bajo las sábanas. Sus miradas parecían acariciar al cuerpo del otro y Jungkook besó las manos del rubio.

—Te amo, Yoongi. También te amo.


Se encontraban en lo alto de las ramas de un árbol, balanceando sus pies como años atrás hacían. Yoongi estaba atando una flor al dedo anular de Jungkook. Luego le tocó a este y sonrieron inmersos.

—¿Sabes? —habló Jungkook, recibiendo los ojos de Yoongi— Te dije que podías ser mejor que esto.

—¿A qué te refieres?

El castaño sacó una cajetillas de cigarrillos de su bolsillo trasero. Yoongi se impactó. 

—No necesitas de esto para cubrir tu dolor.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque el veneno no es una cura a tus daños —abandonó la cajetilla entre los dos, en la rama—. Existen otros escapes. No debes reducirte a lo peor para volver a caer más bajo. Debe haber otra cura.

—¿Qué otra cura puede remplazarlos? 

Jungkook no necesitó de palabras para demostrarle más de una salida de escape para sus dolores. Todo se habló en un beso. 

Las lágrimas de Yoongi rozaron los pómulos del castaño y acarició el cuello de este, sintiéndose afortunado y eternamente agradecido de tener a Jeon Jungkook en su vida.

—Yo soy tu mejor remedio.

Yoongi asintió sin dudar y le abrazó con todas sus fuerzas.

La hermosura de aquella escena no tuvo el mismo encanto a los ojos de alguien más, quien no pudo reprimir su asco y odio dentro de sí. La furia comenzaba a adueñarse de su ser...


—Ya llegué.

No vio a nadie en casa. Rascó su cabellera rubia y se dirigió a la sala de estar: nadie estaba allí. Al subir las escaleras no había nadie en los pasillos, por lo que se dirigió a su habitación, descubriendo la infortunada sorpresa de su walkie-talkie que usaba para comunicarse con Jungkook en el suelo, hecho pedazos.

Su sangre hirvió como nunca y corrió hacia la cocina, encontrando a su madre sentada en una silla con su rostro escondido entre sus manos, y su padre esperando por su llegada.

—¿Entraron a mi habitación? —inquirió colérico.

—No te atrevas a hablarnos así, ¡das vergüenza! —vociferó Sihoo, intentando controlar su ira— ¡No puedo creer que no te sientas culpable por ser así!

—¿Por qué dices eso? ¿Qué hice para que me trataras así? 

—¿Acabas de regresar del parque, hijo? —le preguntó desafiante el padre— Dime la verdad, a Dios no le gustan las mentiras. No trates de evitarlo.

—Papá, podemos evitar esta discusión si me explicas lo que anda mal.

—¡Tú andas mal! —Yoongi intentó encontrar una razón lógica para esa acusación, pero no valió la pena. Su padre era una flama ardiente— ¡¡Estás enfermo!!

Yoongi no supo qué decir, ni qué pensar. Su madre no pudo soportar más esa escena y se levantó de la silla para huir lagrimeando fuera de allí. En la cocina solo quedaron padre e hijo, enfrentados. 

—¿Enfermo? Papá, ¿acaso he hecho algo mal?

—Besaste a un hombre hoy. Te vi.

El rubio sintió todo su universo caer y hacerse miles de trizas, su corazón empezó a latir desenfrenado cuando sintió su cuerpo completamente congelado. Estaba en peligro. El amor de su vida estaba en peligro. Sin embargo, buscó la calma y se mostró impávido.

—Algún día tenía que saberse.

La palma de su padre se estrelló intensamente en la mejilla de Yoongi, doliente por el roce entre su anillo de compromiso y su delicada piel.

—¡Eres una blasfemia! —Yoongi no volvió a dirigirle la mirada— Si alguien se acuesta con un hombre como si se acostara con una mujer, se condenará a muerte a los dos, y serán responsables de su propia muerte, ¡pues cometieron un acto infame! —comenzó a predicar la palabra de Dios, usándola contra su propio hijo sin pudor.

—¡No! ¡Basta! —exclamó tapando sus oídos con fuerza. 

¿¡No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios!? —le tomó bruscamente de los hombros, obligando que sus ojos se mirasen— No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni hombres que tienen para propósitos contranaturales, ¡ni hombres que acuestan con hombres...!

—¡CÁLLATE! —explotó en impotencia y sus manos empujaron lejos a su padre, llevándolo al duro piso. 

Le dio una última mirada a su padre desde arriba y echó a correr a su habitación, ignorando indignado a su madre que ni siquiera le tendió una mano o le consoló. Eran iguales. Ella solo le sollozó a su rosario. 

—¡No creas que esto se quedará así, Min Yoongi! —se escuchó desde la cocina la feroz voz del hombre.

Yoongi solo quería cerrar sus ojos y no volver a abrirlos jamás. Pero, en vez de ello, solo prendió un cigarrillo, temblando.


La puerta de casa se abrió estrepitosamente. Chen había entrado a casa atiborrado de alcohol, sin poder mantener su equilibrio y callado. Como si le hubiesen comido la lengua los ratones. Llegó a la cocina y encontró al resto de la familia reunida en la mesa del comedor. Bueno, casi toda la familia... Jungkook aferraba sus manos a los costados de su silla y contemplaba el suelo, Sooyoung transmitía una guerra de emociones por su mirada, y Youngae se impacientaba.

—¿Crees que estas son horas para llegar a casa, Chen? ¿Y llegas de esta forma? ¿No tienes algo de compasión por nosotros? ¡Eres...!

—Sooyoung —le detuvo la madre, sentando a su hija de nuevo en el asiento.

—¿Pasó algo? —salió de la boca de Chen.

Entre todos se miraron.

—Chen, hijo. Toma asiento. Esto... no será fácil —le pidió Youngae con sus brazos cruzados—. El que estés ebrio significa que estás en ventaja de soportar esto —admitió la madre, pensando las cosas por un segundo mientras su hijo mayor se sentaba a su lado—. Y tengo razón; necesito vodka.

—¿Qué pasó? —insistió el mayor, mirando a sus hermanos.

—Es tu padre —afirmó su madre, regresando a la mesa con una botella llena de vodka y un pequeño vaso de vidrio.

Trató de buscar alguna respuesta a su incertidumbre en las caras de sus hermanos menores, pero no hubo mérito alguno. Estaba perdido. Comenzaba a imaginar sus propias ilusiones y pesadillas. ¿Lotería? ¿Embargo? ¿Robo? ¿Estafa...? 

—Mamá, no entiendo. Por favor, dime ya.

Youngae recorrió los ojos castaños de sus hijos: Chen, Sooyoung, Jungkook... Procurando mantener la misma calma que simulaba en ellos. Sus dedos jugaban entre ellos, nerviosos y desasosegados. Intentaba encontrar las palabras exactas para que el hijo mayor se enterara igual que el resto. No estaba del todo preparada, pero ella era la justicia, y como tal debía revelarla. Doliera o no. Así que retuvo sus peligrosas lágrimas y le miró.

—Chen. Dongwook murió.


Acababa de culminar el funeral de Jeon Dongwook, un hombre y padre de familia que falleció bajo misteriosas circunstancias que aún eran inciertas. Probablemente había muerto de cirrosis o algún daño al hígado, pero nada ha sido confirmado aún. Sus últimos momentos los vivió en el bar que solía visitar, se reunía con ex compañeros de trabajo y otras personas más. Aquellas personas aseguraban que Dongwook no se veía muy bien los últimos días de su vida, lo describían más ausente que realmente vivo. Como si fuese un fantasma o alma en pena.

La familia Jeon tenía su corazón en una encrucijada: por una parte lamentaban su muerte, ya que en un principio siempre fueron una familia de ensueños. Y por la otra, no se acomplejaban de su ida, ya que en su etapa final había sido un ser humano muy vil. Quería que todo funcionara a su manera, sin importar que tuviera que usar la fuerza o romper los esquemas de las personas que amaba. O fingía amar...

¿Qué sucedería con los Jeon ahora? Sin sustento económico, sobreviviendo con herencia y ahorros... 

Es así como una solución llegó, cambiando el mundo de cada uno. Iniciaron empacando las cosas. Las habitaciones quedaban vacías y solitarias, menos la de Chen, quien se encontraba raramente fuera de casa con la motocicleta de su difunto padre.

—Jungkook. Ya que terminaste con tu cuarto, ¿puedes adelantar un poco el trabajo de tu hermano? —pidió Youngae, refiriéndose a el empacar y guardar cosas.

Jungkook obedeció y se acercó a la puerta de su hermano mayor. Al entrar, sus pulmones se llenaron del aroma a cafeína, y al alzar su mirada cayó de espaldas, dejando salir un alarido ahogado de terror. Un nuevo trauma se había apoderado de él; grandes e impactantes fotografías de órganos, cuerpos mutilados y pacientes en plena cirugía. Es ahí cuando empieza a analizar todo analíticamente: Chen quería ser cirujano, tenía sentido. Aquellas fotografías eran solo parte de sus investigaciones. Se levantó del suelo y reflexionó. Por eso no aceptaba a nadie en su cuarto. Revisó el escritorio de su mayor y examinó las libretas abiertas que allí habían.

Uno en especial llamó su atención.

"Dichoso el que estudia para aprender, grandioso el que lo hace para enseñar, pero glorioso el que lo hace para curar."

Curar... ¿Podría Jungkook curar los corazones rotos? El de Chen, Sooyoung, Youngae. Yoongi...

Él quería. Él hizo una decisión, el mismo día en que Chen no regresó a casa. Nunca más.

Unos días antes de mudarse con Sooyoung a Seúl, se reunió con Yoongi en lo alto de un verde monte ausente a la ciudad. Solo ellos dos y la depresiva brisa... El sol comenzaba a esconderse.

—Mi madre terminará sus estudios aquí y me iré con Sooyoung a Seúl, hyung —admitió con un nudo en la garganta. Le miró lastimoso con lágrimas en sus ojos. Min no pudo soportar el doloroso impacto que tuvo en su corazón, pero también le afectaba la pena en los cristales preciosos de Jungkook. ¿Iba a ser este el final de su amor? ¿Perduraría a la distancia o se esfumaría como el humo? ¿Caerían los recuerdos como pétalos de rosa? Dolía el solo pensarlo. Imaginarlo era fatal—. No sé qué haré sin ti. Creo que podría morir.

—No digas eso —sollozó tomando entre sus manos el rostro de su chico—. Será por tu bien.

—¿Entonces me quieres lejos? ¿Es eso? —lloriqueó alzando la voz, sin poder controlar sus emociones.

—No, Kookie. No estás controlando tus sentimientos.

—Claro que lo hago. Te amo, y siempre lo haré. ¡Nunca podré olvidarte y me lastima! ¿¡Comprendes!? —rabiosas lágrimas corrieron por sus mejillas— Eres un pilar importante en mi vida, y sin ti yo...

—Kookie. Detente. Escucha —le acarició sus hombros, sin poder esconder sus propias lágrimas también—. El amor significa preocuparse por la persona que aprecias, y es por eso que resistiré. Resistiremos esta distancia que se interpondrá entre los dos, porque yo sé que junto a Sooyoung, alguien adulta y madura, estarás en buenas manos. Sé que nada malo te ocurrirá, y por eso te dejo ir —le limpió las lágrimas de sus ojos y juntó sus frentes—. Pero si algo malo te llegase a pasar... No dudes en mi regreso. Jungkook, yo siempre regresaré a ti. Yo te pertenezco, y tú a mí.

—Yoongi... —susurró su nombre como si fuese la última vez que tuviera esa oportunidad.

—Velaré por ti, Jungkook.

El castaño miró a los cielos pintándose de anaranjado, recapitulando cada momento significativo de su vida, resumiéndolos en Min Yoongi. Recordó su buen corazón, su dócil toque en su ardiente piel, su aurífera mirada, sus cicatrices... Le pidió a todos los cielos por el bien de su amor frustrado, buscando una solución para curar los daños en el sensible corazón de cristal de Yoongi. ¿Cuál fue la piedra que hizo trizas su corazón? Además de sus padres, sabía que el rubio no podía soportar más dolor y peso en sus hombros. Creyó que lo mejor sería alejarse, esperar que la esperanza de curar a Yoongi floreciera. Jungkook era una cicatriz abierta en Yoongi, y ahora debía sanarlo por completo. Reparar lo roto.

—No me esperes.

Fue lo único que dejó salir sin congoja en su voz. El mayor pareció comprender por todo el silencio que hubo, y suspiró.

—Si piensas que tú eres...

—Por favor —acarició las manos del otro, regalándole un suave beso en ellas—. Será peor. No lo hagas más difícil... No me esperes.

—Entonces —Yoongi bajó su mirar y mordió su labio con tortura—, solo recuerda que te amo. Y así será por siempre.

Jungkook asintió con un regusto mortal y angustioso dentro de sí. Se fulminaron a los ojos y juntaron sus labios en un último beso necesitado. Él último. Se despojaron de sus ropas y dejaron huella de su pasión ardiente ese día. 

La muerte a su amor.


—Hey...

Jungkook levantó lenta su quijada y recibió la mirada de Kim, un compañero de clases.

—Hey —saludó de vuelta.

Kim acompañó con su silla de ruedas al castaño y se acomodó al borde de la banca, cerca de Jungkook.

—Entonces... Compañero —intentó alegrar—, ¿tienes algunas ideas para hacer el informe?

—De hecho —cerró su libro—, sí.

Compartieron una mirada llena de silencio, algo que Jungkook de verdad detestaba desde que abandonó su hogar hace dos años. Él fue el último en cerrar la puerta de aquella casa en Busan, llena de recuerdos y tragedias... Es allí donde el silencio permaneció y siguió su sombra como castigo.

—Bien. Entonces... —comenzó a jugar con sus dedos— ¿nos juntaremos este fin de semana, no? La entrega es el lunes, después de todo.

—Yo... ¿Hablas de ir a tu casa?

—Podemos juntarnos en la tuya si te acomoda...

Apartó de su regazo el libro y lo dejó a su costado, mirando al verde césped.

—Iré a la tuya.

—¿Por qué demoraste tanto en responder? —carcajeó, pero se sintió tímido al no escuchar una risa de su parte.

No estoy acostumbrado a hablar con otras personas. Eres la primera persona que me habla hoy...

Jungkook se reencontró con Park Jaehyung antes de entrar a la universidad, pues habían sido aceptados en la misma. Park le blasfemó y le juró hacer de su vida un infierno. Relató con ira cómo fue que sus padres se enteraron de su relación con Mark Tuan, convirtiéndose en la vergüenza más grande para sus padres. ¿No le parecía familiar...? En ese caso, ¿qué podía hacer?

Todo era su culpa. Empezando por Yoongi, luego con Jaehyung. Jungkook estaba hecho para dañar a las personas. O eso creía él.

Es así como Jaehyung pronto cumplió con su amenaza: los rumores de Jeon Jungkook circularon por cada pasillo de la universidad. Jeon Jungkook: entrometido en disputas, abusador, adulterado, drogata. 

—Como sea —desvió el tema—. Te daré mi número para poder estar en contacto. ¿Tienes una hoja?

Se notaba ciegamente que Jungkook no estaría dispuesto a dar su libro como agenda telefónica, por lo que Taehyung soltó un suspiro.

Como si fuera una oportunidad, el mayor observó su perdida mirada, buscando alguna respuesta que no parecía llegar. Sin embargo, se sintió algo sorprendido cuando Jungkook le tendió la palma de su mano.
Taehyung, comprendiendo, empezó a trazar su número por la palma. Sujetó su mano para poder escribir y pudo percatarse de lo suave que era su mano.

—Listo —avisó.

El castaño miró el resultado de tantos dibujos en su palma, asintiendo. Volvió a la lectura de su amado libro, asumiendo que nadie le volvería a hablar o dirigir la mirada el resto del día. Otra vez.

—Jungkook —llamó.

El chico pareció exaltarse al oír su nombre salir por los labios de su compañero y volvió a cerrar su libro. Kim rió al darse cuenta de ello, y como si fuera un efecto espejo, Jungkook se contagió con esa sonrisa. Rió muy bajito.

De pronto, Kim olvidó lo que quería hablarle y se maravilló con el sonido de su risa. Estaba seguro que si no hubiera estado en ese mismo instante, nunca hubiera podido escuchar la risa del chico camaleón. Y lo que más le hizo estremecer, era el hecho de el agrado que le inundó al escucharle.

Jungkook se removió en su asiento luego de presentir un silencio y Taehyung pudo ver su incomodidad.

—Lo siento, te dejaré para que sigas leyendo tranquilo —le habló suave.

—¡No, por favor!

Los dos par de ojos se miraron perplejos, sin saber qué tipo de palabra decir.

La única persona que me acompaña en mi soledad quiere marcharse. No quiero alejarlo, pero tampoco quiero dañarlo...

—¿Quieres que me quede a hacerte compañía?

Se zambulló en sus profundos ojos por unos segundos, encontrando la paz y calidez que por tantos años anhelaba. Necesitaba olvidar, necesitaba sonreír. Jungkook quería dejar de lastimar a las personas que ama cuando él mismo está hecho trizas. Así que, ¿por qué no esperar a un héroe para sanarle sus propias cicatrices cuando delirara?

¿Será que llegó por fin la persona correcta para salvarlo?

—Sí, por favor —sonrió dando un pequeño suspiro—. Se siente solitario estar en esta banca todos los días.

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