Te odio...amor (Harco-Slash)

By LauraKuchiki

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Todo empezó en la tienda de túnicas de Madame Malkin, Harry y Draco se vieron y...se odiaron ¿verdad? Harry x... More

1. El callejón Diagon
2. El sombrero seleccionador
3. Hocico de cerdo
4. El espejo de Oesed
5. El Bosque Prohibido
6. La copa de la casa y las vacaciones de verano
7. El club de fans de Harry Potter
8. El club de duelo
9. Nido de serpientes
10. El desmayo
11. Buckbeak
12. Bajo el muérdago
13. El recuerdo más feliz
14. Viéndote de nuevo
15. Escregutos
16. Lo que tanto deseo
17. ¿Repetimos?
18. Las apariencias engañan
19. El baile de Navidad
20. El regreso de Voldemort
21. Correspondencia
22. Prefecto
23. Un paso más
24. El Ejército de Dumbledore
25. Canuto y Lunático
27. Oclumancia
28. El patronus de Draco
29. Adiós, Sirius
30. El final de nuestra historia
31. De mal en peor
32. Un error fatal
33. Separación definitiva
34. Comienza la huida
35. El castigo
36. Muerto en vida
37. Sacrificio
38. Ni un segundo más
39. De nuevo en Hogwarts
40. Vergüenza
41. Con Seamus
42. Aclarando las cosas
43. Convivencia
44. Una importante petición
45. Juntos para siempre
46. Dos
47. El accidente
48. Temor
49. En el fondo de mi alma
50. Romper lo irrompible
51. Once años después

26. La cita

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By LauraKuchiki

26. La cita

A la mañana siguiente, por navidad, Harry despertó con un montón de regalos a los pies de su cama. Y como si hubiera escuchado los gritos de júbilo de Ron, Hermione apareció por la puerta del dormitorio y se les unió.

Ese año, Harry recibió de parte de su mejor amiga, un planificador de deberes. De Sirius y Remus, una colección de libros titulada Magia defensiva práctica y cómo utilizarla contra las artes oscuras. De Hagrid, una cartera peluda y marrón, con colmillos antirrobo. De Tonks, una pequeña maqueta de una Saeta de Fuego que se puso a volar por la habitación. De Ron, una gran caja de grageas de todos los sabores. De Arthur y Molly, el jersey habitual y unos pastelillos de frutos secos. De Dobby, un cuadro pintado por el propio elfo, que parecía ser el mismo Harry retratado. Y por último, un paquete, perfectamente envuelto, con papel verde brillante y un lazo dorado.

Por alguna razón desconocida, al ver ese regalo, el moreno se había puesto extrañamente nervioso, y su amiga al ver que no lo abría, intrigada, se sentó a su lado mientras el pelirrojo intentaba capturar la pequeña Saeta de Fuego que volaba cerca del techo.

-¿De quién es ése Harry?-miró a su amigo que permanecía inmóvil y entonces notó que se había sentado sobre algo, resultando ser una carta-mira Harry, seguro vino con ese regalo-se la tendió.

Cuando sus ojos verdes vieron la letra, supo instantáneamente de quien era ese presente.

Hola Potter:

Feliz Navidad.

Nunca pensé que mandaría nada a casa

de los Weasley, pero fíjate, lo he hecho.

Apuesto a que no esperabas ningún regalo

de mi parte, pero es algo que hice yo

mismo y tenía que dártelo. No sé si te

gustará. Es algo tonto.

Siempre dices que la casa de tus odiosos

tíos muggles no es tú casa y que solo

hay un hogar para ti. Pero no siempre

puedes estar en el.

Mi objetivo con este regalo, es que tu

preciado hogar siempre vaya contigo

allí donde estés.

Si no te gusta puedes tirarlo. No me

enfadaré.

D.M.

-Malfoy te ha hecho un regalo Harry- la chica estaba igual de sorprendida que su amigo, que tembloroso, lo desenvolvió.

Un bello cofre de madera tallada se mostró al deshacerse del papel. Así que lo abrió.

El corazón de Harry le latía fuertemente en el pecho. Lo que encontró dentro del cofre le dejó sin respiración unos instantes.

Una esfera, parecida a las que usaban en clase de Adivinación, pero más pequeña, apareció en el interior y cuando el moreno la cogió entre sus manos y la alzó, pudo ver lo que tenía dentro.

-Es Hogwarts...-aquello no podía ser posible, pero lo que parecía la escuela en miniatura se apreciaba en el interior del cristal, rodeada de un claro cielo despejado y una aún más minúscula cabaña.

-¡Mira Harry, sale humo de la chimenea de Hagrid! ¡es Hogwarts ahora mismo! ¿has visto la lechuza que acaba de pasar volando? todo está completamente nevado...-la pelicastaña también estaba muy emocionada y había dado un bote en la cama, llamando la atención del pelirrojo, que se les unió.

-¡Como mola Harry!¿quién te lo envía?-Hermione escondió la carta con una rapidez antinatural.

-Alguien anónimo-dijo aparentando estar de lo más calmada.

El ojiverde no podía apartar la vista de aquello. Nadie le había regalado algo tan hermoso jamás. Y encima Draco lo había hecho para él, única y exclusivamente. Podría llevarla siempre consigo, y observarla en cualquier parte. Su casa. El lugar donde había pasado los momentos más inolvidables de su vida y donde era feliz.

Bajaron a desayunar y a todos los allí presentes les entusiasmó la esfera. Sirius y Remus eran los únicos que habían conocido al anónimo remitente y les había parecido muy significativo.

-Hay que probarla estando en la escuela Harry, a ver si se nos ve a tamaño de una hormiga junto a la puerta-dijo Fred.

-O asomados en la torre de Astronomía-dijo George.

-O en clase de Cuidado de Criaturas Mágicas junto a la cabaña de Hagrid- dijo Ron.

-Es algo muy bonito Harry, alguien debe quererte mucho-dijo Tonks.

El moreno se sintió feliz. Era verdad. Malfoy tal vez estaba empezando a quererle, poco a poco. Aquella magia era extraordinaria. Hacer algo tan bello por alguien que se supone que odias no tenía sentido. No iba a presionar al rubio, pero confiaba en que sus pensamientos no fueran desencaminados.

Hasta que cayó en la cuenta-¡Hermione!-la chica, que estaba entretenida poniéndole un gorro rojo a Crookshanks, se acercó al chico preocupada.

-¿Qué pasa Harry?

-¡Yo no tengo nada para él!¡él me ha hecho el mejor regalo del mundo y yo no tengo nada que darle!- se puso de pie histérico.

-Cálmate Harry, encontraremos algo, esta casa es muy grande y...

-¡No! Hermione él hizo esto para mí, no puedo darle cualquier cosa que encuentre en casa de Sirius- era una pesadilla.

-Seguro que el no espera que...

Harry alzó la mano, en señal de que callase y se le iluminó la cara, había recordado un cartel que había visto el día que fueron a San Mungo, en la calle y corrió a hablar con Moody y Sirius, que estaban desayunando uno al lado del otro, charlando animadamente.

-Tengo que salir esta tarde-pronunció esas palabras con ansiedad.

-Harry no...-comenzó Ojoloco, pero le interrumpió su padrino.

-¿Para qué?

-Mi regalo...ya sabes, no puede ser cualquier cosa...debo salir fuera-el ex auror iba a protestar pero Sirius no se lo permitió.

-Vale, pero que te vigilen-la sonrisa de Harry le llegó de oreja a oreja.

-Yo misma-dijo Tonks, que al parecer había estado atenta a la conversación.

-Pero necesito que estés alejada, es algo...personal...

-No hay problema-añadió la despreocupada chica, que se había puesto el cabello rosa chicle en ese momento.

Harry corrió al dormitorio y envió a Pig con una nota de su puño y letra.

Después de procurar que a la hora del almuerzo le pasase algo por la garganta, subió a vestirse. Se puso unos pantalones vaqueros, algo sueltos. Unas deportivas semi nuevas que le gustaban mucho. Una camiseta blanca sobre la que se colocó una camisa de cuadros rojos y verdes, de manga larga y desabotonada. Una sudadera negra, con bolsillo delantero, donde metió la varita. Y se intentó peinar en el espejo del baño, aplastando su pelo, pero sin resultados aparentes.

Tras mirar su reloj a cada segundo que pasaba, creyó que era conveniente salir ya de la casa y él y Tonks fueron al metro. En cuya salida, se separaron, aunque Harry notaba los ojos de la chica en su espalda sin descanso.

Anduvo un poco entre la gente corriente. Hacía mucho frío, pero estaba demasiado alterado como para sentirlo. Se le hacía raro no ver personas vestidas con túnicas y llamativos sombreros. Incluso le parecía extraño lo corrientes que eran los escaparates de las tiendas. Hasta que llegó al lugar y lo vio.

Junto a la entrada de una popular cafetería, siempre abarrotada, estaba Draco Malfoy. Llevaba puestos unos relucientes zapatos negros, unos pantalones del mismo color y de tela lisa, una chaqueta que le llegaba hasta las rodillas, del mismo tono y una bufanda beige, metida por dentro del abrigo. Tenía las manos metidas en los bolsillos y la boca un poco escondida detrás de la bufanda. Al parecer se había cortado el pelo esas vacaciones, ya que lo tenía muy diferente. Su ojo izquierdo estaba tapado con sus cabellos, con un corte que Harry hubiera descrito como emo, ya que no sabía el término mágico para ese estilo de peinado. Al otro lado de la calle, sus miradas se encontraron.

El moreno le alcanzó rápidamente.

-Potter- el humo blanco del vaho, salió disparado de los labios del otro al hablarle-es la primera vez que vengo al Londres muggle, les dije a mis padres que iba a casa de Zabini, si supieran...

-¿Cómo viniste?- el ojiverde copió al otro y metió las manos en su bolsillo, tocando la varita.

-Pues usé la chimenea de mi casa para aparecer en El Caldero Chorreante y en la calle cogí el autobús noctámbulo que me dejó aquí.

-Bien hecho ¿vamos?

-Yo te sigo Potter, eres el que me invitó a venir y aún no se por qué-el rubio tiritaba un poco.

-Ya verás-dijo divertido.

-Me pasó una cosa rarisima en el autobús- Harry le miró de reojo mientras andaban-era la primera vez que me subía y va el cobrador y me dice 'vaya Draco, si que has cambiado'- el moreno casi tropieza con un par de personas-creo que está loco, en realidad no me sorprende, hay que estarlo para trabajar ahí.

Caminaron un par de manzanas más hasta que llegaron a un amplio parque, donde se apreciaba una gran lona de tela oscura, salpicada de nieve, al igual que las calles.

-Es allí-señaló Harry, que a esas alturas ya se había olvidado de que estaban siendo observados por una auror.

La primera parada de la tarde, fue lo que el ojiverde había visto en el cartel rumbo al hospital mágico. Una obra de teatro callejero con tema navideño. Se sentaron en una de las incontables sillas casi abarrotadas que habían bajo la lona. Les rodeaban muchas familias y niños, en su mayoría. Y disfrutaron de Un Cuento de Navidad, de Charles Dickens. Que trata la historia de Scrooge, un avaro millonario al que no le gusta la navidad, hasta que recibe la visita de los espíritus del pasado, del presente y del futuro, logrando así cambiar su personalidad, viendo que lo importante es el amor y la bondad, no el dinero.

-Ha estado muy bien Potter- dijo Malfoy mientras caminaban rumbo a otra parte, al término de la función.

-¿Te ha gustado enserio?-al parecer no iba tan mal la cosa.

-Si, y te confieso que no creí que fuera a gustarme nada muggle- el rubio miraba con curiosidad a todas partes.

-Pues a ver ahora.

Tenían hambre, así que al moreno no se le ocurrió un mejor sitio para que Draco probase algo delicioso. McDonald's.

Entraron en el bullicioso local. Las grises orbes no sabían en donde posarse. Todo era muy colorido, y para que no decirlo, lleno de muggles por todas partes. Harry buscó una mesa libre e hizo a su acompañante sentar mientras él iba a por dos hamburguesas, patatas y refrescos.

Cuando volvió a la mesa con la bandeja de comida, se fijó en que varias personas estaban mirando a su rubio. Y no era extraño. Ya que éste se había quitado la chaqueta y mostraba una elegante camisa de seda color celeste, resaltando el pálido de su hermosa piel y el plateado de sus ojos. Salió del trance y se sentó frente al otro.

-¡Esto está exquisito Potter!-Malfoy parecía un crío que acabara de probar un caramelo por primera vez.

-Lo se, son deliciosas-las cosas seguían saliendo muy bien, y se dio cuenta, de que por la comisura de los labios del rubio, había quedado un poco de salsa de la hamburguesa. Recordó la historia de su padrino y Remus y se sintió tentado de seguir la tradición, pero no lo hizo. No quería molestar a Draco con ese gesto en público, puesto que allí sí había mucha gente. Aunque no pudo evitar quitársela con uno de sus dedos y lamerlo después.

Lo impresionante del asunto, es que Malfoy se lo había tomado como una acción de lo más natural.

Para bajar la comida, decidieron dar un paseo. La ciudad estaba preciosa, y con mucha decoración navideña iluminada por todos lados. Ya estaba cayendo la noche cerrada, y Harry tuvo que hacer muchos esfuerzos de nuevo, pero esta vez, para no darle la mano al rubio y pasear cogidos por ellas cual pareja de enamorados, que desgraciadamente, sabía que no eran.

Sin haberse dado cuenta, llegaron a una plaza circular, donde se apreciaba un enorme árbol de navidad. Varias personas parecían deslizarse sobre el suelo, y Harry acabó captando que patinaban sobre hielo. Y le pareció divertido. Él sólo había patinado una vez, en un cumpleaños de su estúpido primo, y esperaba no haberlo olvidado.

Draco, que se dejaba guiar sin una sola queja, accedió a ponerse aquellos extraños zapatos con cuchillos debajo, pero una vez sobre el hielo, cambió de opinión, por lo que asustado, se sujetaba de la valla de alrededor. El moreno, se dio cuenta, complacido, de que no había perdido la técnica del pasado y se pasó una media hora intentando separar al ojigris de la dichosa valla.

Una vez lo consiguió, todo fue mejor. Evidentemente, las miradas asesinas de Malfoy cada vez que él intentaba soltarlo, le impedían hacerlo, por lo que otros tres cuartos de hora los pasó sujetándolo de una mano, o la cintura. Pero como todos los niños que aprenden a montar en bicicleta, Draco lo consiguió por si mismo y patinaba orgulloso entre la gente.

Harry lo observaba feliz. Patinando con lentitud. Mientras lo escuchaba gritar ¡mira que bien lo hago! alguna que otra vez. Y de repente ¡bum! rubio y castaño al suelo. Espera ¿castaño?. Un chico con ese color de pelo, se había caído encima de Draco, que había dado con toda su espalda sobre el frío suelo. El muchacho apurado, se levantó y ayudó a Malfoy a que hiciera lo mismo. El moreno patinó lo más deprisa que pudo para alcanzarlos, estando a punto de llevarse a un niño por delante, que huyó asustado.

-Perdona-dijo el chico nervioso-no te vi, lo siento de verdad ¿te hice mucho daño?

-No tranquilo-se le notaba a leguas que mentía.

-Lo siento muchísimo-el pelicastaño parecía nervioso sí, pero no soltaba las manos del rubio después de haberlo ayudado a levantar.

-¿Estás bien?-por fin los había alcanzado y echó una mirada asesina al intruso, que soltó las manos por fin.

-Sí Potter, no soy una nenaz...

Harry no pudo evitarlo. Era como marcar su territorio enfrente del otro. Sabía que aquel chico no era un rival, pero aún así sintió que debía hacerlo. Besó a Draco allí mismo, delante de toda aquella gente. Y no se arrepentía en lo más mínimo. No se acordaba de que una metamorfomaga lo contemplaba en la distancia.

Continuará...

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