Cuando robes un zapato - *COM...

By Soniammad

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Gabrielle Leblanc trabaja como limpiadora en las oficinas de una multinacional de moda. Una noche, siente la... More

Prólogo
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Epílogo

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By Soniammad

Gabrielle

Esta vez, cuando bajé de las enormes escaleras de la casa, tuve claro que Lorcan me estaba esperando. Lo hacía cruzado de brazos, pero con paciencia, sin apoyarse en nada. Yo, seguramente, llevaría un rato sentada en el suelo. Porque habíamos tardado muchísimo en arreglarnos y él debía llevar un buen rato allí plantado.

Alzó la vista hacia mí, cuando nos oyó y parpadeó un par de veces, antes de dirigirme una sonrisa enorme y tender una mano hacia mí. Llevaba una corbata del mismo azul pálido que mi vestido. Supuse que aquello era cosa de Jade, pero me hizo sonreír también, mientras sujetaba sus dedos con suavidad.

—¿Cómo diferencias los trajes de vestir de los de trabajar? —me metí con él.

—Vaya, iba a decirte lo guapa que estás, pero creo que paso —bromeó—. Aunque si quieres saberlo, los de vestir valen una cifra o dos más.

—¡No! —Me horroricé sinceramente, mientras me llevaba a la sala de baile.

Por lo que había dicho Aysha la casa estaba hasta arriba, habían reservado todas las habitaciones, y me pareció que todos estaban reunidos en la enorme sala, bellamente decorada para la ocasión con pequeñas luces flotantes, que le daban un aspecto mágico a la estancia.

—¿Sabes la de gente que podría comer con lo que vale uno de tus trajes?

—¿Qué crees que hace la gente a la que le compro los trajes con el dinero?

—Comprarse otros trajes más baratos —me reí.

Lorcan agitó la cabeza, pero no logró ocultar del todo la sonrisa, mientras nos acercábamos a una pequeña barra que habían colocado en el rincón.

No pude evitar echarnos un vistazo en los amplios ventanales que daban al oscuro exterior y reflejaban ligeramente lo que pasaba dentro. Yo llevaba un vestido azul clarito, con una tela superior blanca con pequeñas estrellas brillantes bordadas. La falda era muy amplia y larga hasta los pies, la parte superior era un corpiño ajustado, con dos finas mangas que hacían una línea recta con el escote. Y una capa de esa misma tela de estrellas, pero semitransparente, salía de los brazos y la espalda, hasta arrastrar ligeramente por el suelo. Tenía que reconocer que era el vestido más bonito que había visto en mi vida.

Y Lorcan el mejor acompañante que podía llevar con aquel traje. Jade y Aysha me habían recogido el pelo en un elegante moño y maquillado con suavidad. Pero, aun así, me sentí un poco como una impostora. Yo jamás podría pagar nada de eso, y, seguramente, si pudiera, gastaría ese dinero en ayudar animalitos o comprar helados. No lo haría en ropa.

—Lorcan... señor Millerfort. —Una voz apurada me hizo quitar la vista del reflejo para ver a la muchacha que estaba tras la barra.

Ella se sonrojó terriblemente cuando nos acercamos y pasó su vista desde Lorcan hasta mí, pasando por nuestras manos unidas. Me di cuenta de que me evaluaba y cuando acabó de hacerlo, los ojos se le llenaron ligeramente de lágrimas.

—Señorita Brown —saludó él muy formal.

Pero no necesité más para saber que entre ellos había habido algo. Y me sentí aún más incómoda. No solo no pegaba nada dentro de ese vestido, tampoco lo hacía con Lorcan. Ambos pertenecíamos a dos mundos tan diferentes...

—¡Estás aquí, Gabbs! —Jade apareció de algún lado y lo agradecí mucho, porque no sabía qué decir—. ¡Ven que te presento a mi amigo!

Solté la mano de Lorcan y seguí a su hermana sin volver a mirarle. Sin embargo, la paré antes de llegar hasta su amigo.

—¿Quién es la chica de la barra? —le pregunté en un susurro.

Jade miró sobre su hombro para verla. Supuse que las empleadas eran invisibles para todos los Millerfort. ¿Cuántas veces me había cruzado con Lorcan por la oficina mientras limpiaba? Sin embargo, él no me había mirado hasta que había osado robarle un zapato.

Ups... —Pareció no saber cómo decírmelo y no necesité más explicación, mientras ella retomaba el camino.

—Ya, ups...

—Gabrielle, permíteme que te presente a Anthony.

Jade me presentó al tipo, enorme y de hombros anchos, como ella le había descrito la semana anterior. Sin embargo, no me interesó ni un poco. Le dirigí una sonrisa amable, pero en cuanto Jade volvió a perderse entre la gente, me quedé sin nada que decirle. Ni siquiera entendía por qué Jade me lo había presentado de verdad. Yo pensaba que solo pretendía poner celoso a su hermano. ¿Qué necesidad había de meter a otra persona en aquello?

—Jade me ha dicho que eres diseñadora de moda —me dijo el hombre.

—Sí, algo así. De momento respondo al teléfono —sonreí, mientras buscaba una forma de disculparme con el desconcertado hombre.

Por suerte, volvieron a interrumpirme. Y, de nuevo, me alegré, aunque esta vez fuera un Millerfort menos agradable. Peter prácticamente se metió entre medias, dándole la espalda a Anthony.

—¿Un baile de disculpa? —me pidió, tendiéndome la mano.

—Anoche me estabas pidiendo matrimonio, veo un paso atrás en nuestra relación... —bromeé.

Anthony nos miró un momento, frunció el ceño y se largó. Yo no traté de detenerle. Me daba igual la idea que se hubiera hecho de mí, la verdad.

—Verás, tengo intolerancia al alcohol, creo que tengo hígado infantil —se disculpó Peter, haciéndome reír.

—¿Solo tienes infantil el hígado?

—¡Auch! —se quejó, pero no había bajado la mano con la que me había invitado a bailar. Así que apoyé la mía encima y dejé que me llevase entre las parejas que giraban en la pista—. Lorcan es afortunado —me dijo, cerca del oído, tras dar una vuelta.

—Los Millerfort me tenéis desconcertada —reconocí, mientras buscaba a Lorcan con la mirada.

Se había alejado de la chica de la barra, pero estaba poco más allá, con una copa de champán en la mano y la mirada fija en mí. Su padre estaba a su lado, hablándole de algo que me pareció que él no escuchaba.

—Lorcan es especial —me dijo.

—¿Sí? Él tiene la sensación de que le levantas todos los ligues. Diría que ahora mismo está sufriendo mucho.

—Seguro que sí. —Soltó una carcajada y se giró para saludar a su hermano con una mano. Supe que Lorcan había resoplado incluso sin necesidad de verle—. Y sí, lo hacía. Cuando éramos más jóvenes. Entonces solía irme los veranos con él a recorrer mundo. Me encantaba desesperarle. Pero yo no me meto entremedias del amor verdadero, Gabrielle. Además, me caes bien y yo solo me caso con gente que tengo en mente odiar —bromeó.

—¿Cuántas veces te has casado, Peter? —curioseé.

—¿Quién lleva la cuenta? Cuatro, seis... Y casi todas ellas, pensé que sería la definitiva. Supongo que lo será la siguiente.

—No eres tan mayor para haberte casado tantas veces. —Solté una carcajada, porque creí que me estaba tomando el pelo.

—Te sorprendería. Mi récord casado está en veinte meses. Mi padre reparte hijos por el mundo, y yo divido mis bienes a la mitad constantemente.

—¿No tienes hijos? Con tantas mujeres...

—Es complicado. Deberías salvar a mi hermano de nuestro padre, antes de que haga alguna locura —sugirió, cuando acabó la canción—. Como darme un puñetazo. —Se acarició la mejilla sin afeitar de un par de días y no pude evitar reírme.

—Él llevaba razón cuando dijo que eras especial.

Me puse de puntillas para darle un beso en la mejilla y él me dirigió una sonrisa. Luego me perdí entre la gente en busca de Lorcan, que seguía hablando con su padre. O su padre con él.

—Hola —saludé, aún sonriente—. Me encanta esta canción, podríamos... —Le lancé una mirada cargada de intención—. No quería interrumpir, señor Millerfort —me disculpé con su padre.

—No te preocupes, pasadlo bien.

Peter surgió entonces y pasó un brazo sobre los hombros de su padre, para empezar a decirle algo de su herencia y su matrimonio, o eso me pareció. No pude oír mucho, porque Lorcan le pasó su copa a su padre y me llevó de nuevo a la pista.

—Gracias —murmuró cerca de mi oído, antes de girar al ritmo de la música.

—Tu hermano es peculiar —le dije.

—¿Sí? ¿Debo preocuparme?

—Odio los celos —reconocí en un susurro—. ¿De verdad crees que por ponerte celoso solucionarías algo? Si quisiera irme con otro, da igual lo celoso que te pongas. Solo sirve para hacerte sentir inseguro y te daña a ti.

—Vaya, ahora me siento mal —se quejó, con un gesto formal.

—Aunque, he de reconocer, que cuando he visto a tu amante, también me he puesto un poco celosa...

—Te has dado cuenta ¿eh? —Suspiró un poco, antes de hacerme girar sobre mí misma. Al parar tiró de mi brazo y caí sobre su pecho, con una risa.

Supe que era su forma de cambiar de tema. Así que decidí no insistir. De todas formas, no era asunto mío lo que hubiera hecho con esa mujer antes. Ni, supuse, lo era lo que hiciese a partir de entonces. No es como si fuéramos algo, ¿no? Acostarnos no me garantizaba nada, por muy enamorada que yo estuviera de él.

—Me alegro de que Jade nos obligase a venir —me dijo, cuando pensé que no iba a hablarme más.

—¿Y eso? —Alcé la vista para verle a los ojos.

—Ha sido un día genial.

—Yo echo de menos a Gris. —Le hice un puchero, que le provocó una carcajada.

—¿No te valgo yo?

—Él es más cariñoso —le piqué.

Pensé que iba a volver a reírse de mí, sin embargo, me sujetó de la nuca y juntó sus labios con los míos. Ambos nos olvidamos completamente de bailar. Y del mundo de nuestro alrededor. Había pensado que, tras acostarnos, sus besos no me parecerían tan intensos, pero incluso eran más íntimos. Ahora que sabía todo el placer que había tras ellos, todo mi cuerpo parecía vibrar en sintonía, expectante.

Y seguimos allí plantados, besándonos con cada vez más intensidad, peleando con nuestras lenguas, jugando, hasta que alguien nos sacó del hechizo dándonos un golpe. Era otra pareja que bailaba, pero fue suficiente para recordarnos dónde estábamos.

—Eso no te lo hace el perro —bromeó.

—Por suerte no. —Solté una carcajada que me pareció que provocaba que un par de personas nos mirasen.

La canción acabó y empezó una más lenta. Yo bailé abrazada a Lorcan, con la cabeza en su hombro y los brazos alrededor de su cuello. Él no quitó la mano de un punto muy bajo en mi espalda. Y fue un momento tan mágico, tan íntimo y perfecto, que deseé que no acabase nunca.

Sin embargo, cuando acabó la canción, me di cuenta de que estaba realmente sedienta.

—Necesito tomar algo —reconocí, cuando nos separamos un poco.

—¿Por qué no vas con Aysha? —Me dio un beso con mucha suavidad en los labios, antes de señalarme a su cuñada.

Supuse que era incómodo ir juntos a por una bebida. Así que obedecí, no sin un burlón «sí, jefe», antes.

Aysha estaba pendiente de saludar a todo el mundo y se encargaba de que todo estuviera en orden. Sin embargo, cuando llegué hasta ella, pasó un brazo sobre mis hombros con cariño, en una actitud muy protectora.

—¿Y Lorcan? —me preguntó.

—Ha ido a por algo de beber. ¿Y Will?

—No le gustan las multitudes, debe estar fuera... —no dijo más, pero me pareció que había una historia detrás por la que no pregunté.

Lorcan no tardó mucho en volver, con dos copas de champán. Me pasó una y le dio la otra a Aysha, que le dirigió una sonrisa agradecida. Me di cuenta de que, en realidad, lo que le había dicho a Lorcan de los celos era un poco patraña. Yo me había puesto celosa de Aysha antes de conocerla, por la forma que Lorcan tenía de hablar de ella. Había pensado que, si alguna vez la conocía, la odiaría. Sin embargo, me caía tan bien que casi había olvidado que a Lorcan le parecía tan increíble.

—¿Me la cuidas un momento? —le pidió Lorcan a Aysha, devolviéndome a la realidad de golpe.

—Claro —aceptó Aysha enseguida.

Era una chica genial y mucho más tranquila y humilde que la idea mental que yo me había hecho de ella oyendo las descripciones de Lorcan. Él le guiñó un ojo y me dirigió una sonrisa antes de salir de allí.

—¿Te lo estás pasando bien? —me preguntó Aysha.

—Sois todos muy amables conmigo —aseguré—. Hacía tiempo que no me divertía tanto.

—Me alegra oírlo. Y me alegro de que Lorcan esté... centrándose.

Solté una carcajada por su descripción, pero, por desgracia, no pudimos seguir hablando. Una pareja se acercó a Aysha y ella se disculpó con un gesto para poder hablar con ellos.

Yo busqué a alguien conocido con la mirada, para dejar que Aysha siguiera con sus labores de anfitriona, mientras bebía del champán. Peter estaba en una esquina de la sala, metiéndole la lengua hasta la garganta a una morena muy guapa. Jade estaba colgada del brazo de Anthony. Y no vi a nadie más que conociese. Ni siquiera a la chica tras la barra.

Entrecerré los ojos al darme cuenta de que ahora había una mujer más mayor. Y una idea muy molesta se alojó en mi estómago con tanta fuerza que me provocó hasta ganas de vomitar. ¿Era casualidad que Lorcan hubiera salido tras ir a por las bebidas con su amante o lo que fuera, y que ella tampoco estuviera?

El malestar me quitó hasta el aire y necesité salir de allí. ¿Era una idiota por haber confiado en Lorcan? ¿Por pensar que yo era diferente? Me dije que tenía que haber una explicación, quizá solo eran amigos y querían charlar a solas. Logré tranquilizarme al salir de la enorme sala de baile y me sentí como una idiota por haberme agobiado tanto. Hablando de celos estúpidos que solo hacían sentir mal a uno mismo...

Iba a volver dentro, algo más calmada por haber tenido la madurez suficiente para decidir que me equivocaba, cuando oí un sollozo. No pude evitar caminar hacia la procedencia, preocupada por si alguien estaba herido o enfermo o algo.

Vi entonces a la chica de la barra, lloraba medio tumbada en las escaleras. Con un dolor que logró volver a apretarme el corazón. Pensé en dejarla sola, pero me sentí fatal, así que me acerqué para consolarla.

—¿Estás bien? —dudé, tratando de poner mi tono más amable.

Ella se apresuró a secarse las lágrimas y sentarse mejor.

—Oh, eres tú —me dijo, con cierto tono desagradable.

—Lo siento, no quería molestarte.

Me di la vuelta, porque me pareció que mi consuelo era lo último que necesitaba. Sin embargo, sus palabras me hicieron frenar en seco.

—¿Qué tienes tú que no tenga yo? —preguntó, llorando más fuerte de nuevo—. Él siempre volvía conmigo, pero... Solo limpias en su empresa, se lo contó a los señores... ¿por qué eres mejor que yo?

—No lo soy. —Me giré hacia ella y me arrodillé a su lado—. No soy mejor que tú en nada. Supongo que he tenido suerte de que me toque la lotería Millerfort. Yo no soy mejor que nadie.

—Pero te prefiere a ti —me dijo, estallando en lágrimas de nuevo—. Y ya no quiere estar conmigo.

—Lo siento.

Me miró un momento, con tanto dolor, que me sentí horriblemente mal. Luego salió corriendo escaleras arriba y me quedé allí sola. Sintiéndome fatal por mi propia culpa. De verdad que no me consideraba mejor que ella y, quizá, solo había tenido la suerte de que Lorcan se fijase en mí.

—¿Eso crees? —Una voz a mi espalda me hizo girar sobresaltada.

—¡Jod...! ¡Qué susto me has dado, Will! —me quejé, con la mano en el pecho—. ¿Qué creo?

—Lo que le has dicho a Grace. Que Lorcan solo se fijó en ti por suerte...

—Él considera que ser un Millerfort es una lotería que se convierte en algo amargo. Quizá que un Millerfort tenga la decencia de fijarse en ti, es más de lo mismo... —suspiré.

—¿Quieres un té? —me ofreció, como si fuera lo más normal del mundo.

Y, pese a que no tenía muchas ganas, supuse que me ayudaría a relajarme después del encuentro con la tal Grace, así que asentí un par de veces.

Will esperó a que llegase hasta él y me cogió de la mano con suavidad para guiarme a la cocina. Empezó a prepararlo en cuanto entramos, con mucha más soltura en la cocina de la que tenía Lorcan.

—Conozco a mi hermano muy bien, Gabrielle.

—Gabbs —le corregí.

—Está bien, Gabbs —me dirigió una sonrisa divertida—. Lorcan es muy trabajador y se preocupa mucho por la gente que cree que debe preocuparse. Pero también es un clasista y, en ocasiones, demasiado caprichoso.

—Vaya. Pensé que ibas a ponérmelo bonito.

—Precisamente. Le conozco muy bien. Nunca tuvo nada más con Grace, por mucho que... compartiesen tiempo.

—Yo pensaba que eras arquitecto y resulta que eres poeta —me metí con él, haciéndole reír.

—Pero he visto cómo te mira a ti —siguió como si nada—. Seguramente ese idiota aún no sepa ni lo que tiene entre manos, pero te aseguro que nunca ha mirado así a nadie.

—Eres un buen hermano —le alabé, aceptando el té que me puso delante.

—Sí, ¿verdad? Es que me paga por decir cosas buenas de él —bromeó—. En cualquier caso, no es una lotería, es que no podemos elegir de quién enamorarnos.

—Díselo a Peter y sus seis matrimonios fallidos... —bromeé.

—Peter cree que lo sabe todo, el muy idiota, pero algún día conocerá a la mujer de su vida y se dará cuenta de que no se ha enamorado nunca, por mucho que él crea que cada una de sus mujeres de una semana es la definitiva.

—Ya no eres tan buen hermano —me metí con él, haciéndole soltar una carcajada.

Bebimos de nuestros tés en silencio durante un par de minutos. Pensativos, quizá. Me pregunté por qué Will, que llevaba un traje con la camisa medio desabrochada, sin la chaqueta y la corbata completamente suelta colgando de su cuello, estaría por allí a solas en lugar de con Aysha. Los había visto juntos y yo sí que reconocía el amor perfectamente para ver que estaban hechos el uno para el otro.

Sin embargo, antes de que pudiera preguntarle por ello, la voz de Lorcan me pegó un susto de muerte por segunda vez en la última media hora.

—Hay una fiesta y vosotros aquí como abuelas bebiendo té... —se metió con nosotros.

—¿Qué os pasa con venir por la espalda? —me quejé.

—Te estaba buscando. —Acortó la distancia hasta mí y me dio un beso en el pelo, antes de rodearme con un brazo protector por la espalda—. Pero cada vez que me doy la vuelta, te encuentro con uno de mis hermanos. —Lo dijo con cierto tono de fastidio, que me hizo reír.

—He de reconocer que me caen bien tus hermanos —me disculpé.

—Tu padre está fuera, Will, quiere hablar contigo.

Mi padre —rumió él, con un tono muy parecido al que solía usar Lorcan cuando algo le molestaba. Pero salió de allí.

—¿Quieres volver a la fiesta? —me preguntó Lorcan.

—Claro. —Asentí cogiendo su mano para volver con él.

Porque iría dónde fuera con Lorcan, la verdad.

Como puse la portada del siguiente libro en Twitter, pues la pongo por aquí también. Será de Peter. ¿Qué os parece? Podéis seguirme en twitter, si queréis, por cierto, no publico mucho, pero voy poniendo cositas de mis libros a veces.

Gracias a los que os habéis tomado la molestia de responder a las preguntas que puse ayer en mi tablón. Pasad a responder las de hoy, que son más concretas sobre el devenir de mis historias y el futuro de mi cuenta ^^.

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