Extraño |NoMin

Από scaretwoo

562K 55.1K 146K

Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... Περισσότερα

Inicio
1. Mal entendido
2. Nada malo
3. Todo mal
4. Desastre
5. Llamada
6. Fragancia
7. Pensamientos
8. A medias
9. Girasoles
10. Culpa
11. Agradecido
13. Café
14. Mundo
15. Respuestas
16. Pelea
17. Perdedor
18. Especial
19. Canto
20. Siempre
21. Consecuencias
22. Amor
23. Despedida
24. Extraño
25. Regalos
26. Decisiones
27. Razones
28. Expuestos
29. Risas
30. Madre
31. Resplandor
32. Venganza
33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
34. Siempre tuyo; Parte 2
Capítulo final
Epílogo
Agradecimientos.

12. Fotos

16.2K 1.4K 3.7K
Από scaretwoo

No sé en qué momento se me ocurrió que dormir antes de salir con Jeno, era una buena idea.

   Supongo que el agotamiento mental no me dejó otra opción. Me confié con poner dos alarmas y esperar, a través del sueño, a que llegara la tarde. No soy partidario de pasar horas recostado sobre la cama, pero si eso me evitaría el remordimiento, entonces lo usaría a mi favor. Presentía que las preguntas que no quería responder iban a atacarme y como un cobarde preferí huir de la realidad antes que enfrentarla.

   Así que fui a mi habitación y me recosté. Programando las alarmas para despertar a tiempo. Sin embargo, me levanté antes de que la primera sonara y como vi que todavía faltaba mucho para las seis, la desactivé y volví a dormir. Para cuando la segunda alarma sonó, ni siquiera me molesté en apagarla. Quedándome profundamente dormido.

   Y fue precisamente eso lo que me trajo a estar así, rebuscando violentamente en el closet diez minutos antes de la seis. Jeno dijo que quería ir al centro comercial por un batido. Nada extraordinario realmente. Pero no dejo de pensar que tengo que hacer aunque sea un intento por salvar mi cara adormilada y borrar la marca de la almohada, que parece querer ser parte permanente de mi frente.

   Tomo una ducha exprés, empapándome de agua helada para despertar por completo y luego me visto con unos sencillos jeans negros y una camiseta a rayas. Acomodo mi húmedo cabello frente al espejo del baño y reviso mi celular a cada cinco minutos, esperando que Jeno me diga que ya está afuera, para terminar de perder la razón.

   Y justo cuando estoy colocándome algo de colonia en las muñecas, mi celular timbra y las notificaciones me arrojan el nombre de Jeno.

   Estoy afuera Jae, ¿ya estás listo? : )

   Y puedo imaginármelo sonriendo mientras teclea el mensaje y espera por mí en la puerta. Se me acelera el corazón y los nervios quieren hacerme un desastre, pero procuro mantener la calma y me digo a mí mismo que solo es una salida de amigos. Que no es la gran cosa.

   Aunque por dentro me estoy muriendo.

   Le escribo una corta respuesta y reviso mi aspecto en el espejo una vez más. Mi madre dice que soy demasiado cuidadoso con mi imagen, pero yo no creo que sea así. La única razón por la que lo hago es para estar decente y comprobar que no tengo la marca blanca de la pasta de dientes sobre la comisura de la boca.

   Tomo mi chaqueta que esta sobre la cama y meto mi billetera en uno de los bolsillos traseros de mis jeans. Cancelé a Renjun a la salida, les escribí a mis padres para avisarles que llegaré para la hora de la cena y los deberes de la clase de matemáticas ya están hechos y guardados dentro de mi mochila.

   No tengo ninguna razón para no ir, sin embargo me sorprendo a mí mismo tratando de buscar una excusa para decirle a Jeno que no puedo hacer esto. Me aterra pensar que las cosas no salgan como planeo. Y lo peor, es que ni siquiera tengo un maldito plan.

   Es tan absurdo y confuso que creo que podría vomitar.

   Pero irónicamente me sorprendo a mí mismo caminando hacia la puerta. Sin intención alguna de detenerme. Tengo dos posibles posiciones y ninguna de ellas parece estar de acuerdo con la otra. No obstante, cuando abro la puerta y la sonrisa de ojos de Jeno me recibe, como un fresco golpe en primavera, sé que no hay marcha atrás. Por mucho que intente resistirme, él puede conmigo.

   —Hola, Jae —por favor no me sonrías, no te me acerques y no me hagas sentir esto que me desespera. Por favor Jeno, detente.

   Pero termino acercándome y respondo de inmediato su sonrisa, contagiándome de su felicidad. Bajo las mangas de mi chaqueta y me relamo los labios al ver su boca rosada y delgada estirarse con cada palabra. Dios, ¿Cuánto puede enloquecer una persona por unos labios?

   ¿Cuándo puede llegar a pagar una persona por un simple beso?

   —Hola, Jeno.

   — ¿Están tus padres?

   —No, todavía no regresan de trabajar.

   Jeno asiente y saca detrás de su espalda, (literalmente no sé en qué momento eso salió de ahí) una botella de vino tinto.

   —Sé que no es el mejor regalo, ni el más caro —hace una mueca y me tiende la botella con lo que sospecho es algo de pena—. Pero a los adultos siempre le gusta acompañar sus comidas con algo fuerte, ¿verdad? Dame la razón y dime por favor que no me quedé en el siglo pasado.

   Lo miro fijamente pero no hago nada. Sus ojos no dejan de ser alegres, aunque su boca está hecha una fina línea recta. Es tan tierno que tengo ganas de llenarle la cara de besos. Pero me abstengo porque mis propios pensamientos me asustan y creo que a él también podrían hacerlo.

   Jeno está buscando la manera correcta de agradecerle a mis padres por el tiempo que se quedó aquí y se preocupa tanto de no hacerlo bien, que ni siquiera está seguro de si puede llegar a gustarles. ¿Cómo no podrían? Si desde que llegó, mis padres no han hecho otra cosa más que hablar maravillas de él. Lo adoran.

   —No me digas que no toman alcohol —Jeno hace un puchero y su frente se arruga. Mi falta de respuesta lo ha dejado preocupado—. Sabía que debía comprarles un pastel —susurra, luciendo mortificado.

   Está a punto de apartar la botella, pero al fin reacciono y lo detengo, poniendo mis manos sobre las suyas. Le regalo una tímida sonrisa y acaricio sus nudillos, tratando de enmendar lo que mi torpeza y descuido han causado.

   —Mi madre va a enloquecer cuando sepa que gastaste dinero en ellos. Pero por dentro lo va a amar. Muchas gracias, Jeno. No tenías que haberte molestado.

   El alivio que recorre su rostro es bastante gracioso. Acomodo la botella sobre la mesa del comedor con mucho cuidado, temiendo romperla. Mis padres van a amarlo un poco más y no estoy seguro de que hasta qué punto eso es algo saludable.

   — ¿Nos vamos? —digo y después sonrío, me parece gracioso que se haya quedado en el marco de la puerta, con las manos dentro de los bolsillos y sus ojos vagando discretamente por la casa. Como si estuviera comprobando que todo sigue en su lugar. Vivió casi dos semanas aquí pero todavía no se siente capaz de pasar con libertad.

   —Vamos —sonríe e intenta parecer natural.

   Pero antes de que se vaya lo tomo del cuello de la camiseta y lo acerco hacia mí, casi haciéndolo perder el equilibrio. Es como un impulso. Un acto reflejo. Jeno sonríe y se relaja cuando rozo nuestras narices. Me encanta hacerlo, lo admito, creo que podría volverme adicto a esta clase de gestos.

   —Gracias, Jeno —susurro, dándole un largo beso en la mejilla. Esta es mi propia manera de agradecerle.

   Rodea mí cadera con sus manos y sé que está a punto de besarme, sus ojos brillosos y su cercanía me lo confirman. Pero hay cambio de planes cuando giro el rostro y sonrió de lado, logrando que sus labios terminen en mi mejilla. Quiero ver hasta qué punto soy capaz de resistirme. Quiero saber si tenemos un remedio temprano o si ya estamos perdidos en esto.

   Tiro de su brazo y lo obligo a caminar después de que cierro la puerta. Jeno se ha quedado desconcertado y un poco frustrado, pero no ha dicho nada. Supongo que está intentando analizar qué es lo que va a pasar de ahora en adelante.

   No lo culpo. Yo también quisiera saber.

   — ¿Vamos a ir caminando? —Jeno pregunta con curiosidad cuando cruzamos la calle. Yendo en dirección opuesta a la parada de autobuses—. Podemos pedir un taxi.

   —Me gusta el camino hacia el centro del comercial —miento, porque en realidad quiero que el tiempo con él no pase volando. No sé qué es lo que va a pasar después. Ni siquiera sé que es lo que puede pasar ahora. Pero no quiero desaprovechar ni un solo segundo de todo lo cálido que está invadiendo a mi corazón ahora.

   — ¿Seguro? —titubea, claramente no convencido—. Porque si no...

   Lo silencio tomando su mano entre las mías y le sonrió, tragándome las ganas de comenzar a tartamudear por mi atrevimiento.

   —Camina, no está tan lejos.

   Jeno no pone más objeciones y continuamos caminando, con nuestras manos entrelazas y una que otra mirada curiosa que se nos escapa. Soy consciente de que alguien puede vernos, la mitad del Instituto por lo regular después de clases viene a comer al centro comercial, pero me doy el lujo de acariciar la piel de sus dedos e impregnarme de su calidez, antes de sonreír con pesar y soltarlo lentamente.

   ¿Todo se sentiría igual de bien si Jeno estuviera disponible? ¿O es el simple morbo y lo prohibido lo que hacen que cada toque sea mejor que el anterior? De verdad quisiera saberlo, porque no puedo entender cómo es que cada que Jeno me toca, me mira o me besa estoy dispuesto a arrojar mi dignidad directo a sus pies.

   Es como un camino que lleva cuesta arriba; difícil de recorrer, pero imposible de abandonar, porque la caída sería estrepitosa y dolorosa. Aunque sé que podría detenerme, que debería detenerme. Abandonar esta locura y tratar de enmendar el daño que ya está hecho.

   Pero no puedo. No puedo detenerme.

   El camino, como lo sospechaba, se vuelve corto y ligero. Las puertas cristalinas del centro comercial nos reciben en un abrir y cerrar de ojos, y a pesar de que ninguno de los dos dijo nada durante el trayecto, no hubo incomodad o tensión. Creo que es una buena señal. Al menos a su manera, cada uno teme hablar y arruinarlo todo.

   La mayoría de las personas se concentran habitualmente en el cine, sin embargo, en esta ocasión se dispersan por todas las tiendas. Incluso nosotros hacemos parada en una de video juegos para tontear un poco. Me gusta entrar aquí porque siempre huele a chicle y los dependientes son atentos conmigo, a pesar de que casi nunca compro nada.

   — ¿Qué es eso? —Jeno se acerca al estante donde estoy y pregunta con curiosidad, rompiendo el silencio entre nosotros—. ¿Te gusta Resident Evil?

   — ¿Y a quién no? —chillo con emoción, leyendo las nuevas misiones que tiene la última versión. Hace mucho que no compro un video juego, ¿debería pedirles a mis padres un adelanto de mis próximas mesadas?—. ¿A ti te gusta?

   —Estás hablando con el chico que se terminó todas las películas en un solo día —Jeno dice con orgullo—. Pero nunca he intentado el juego, ¿es bueno?

   —Demasiado, aunque si estás esperando que te cause el mismo terror de las películas, quizás te lleves una gran sorpresa. Son mucho más horripilantes. 

   Una expresión confusa cruza su rostro.

   —Las películas no me dieron miedo.

   —Imposible —lo miro con el ceño fruncido, sin creerle nada. Aún recuerdo los primeros traumas que tuve al ver a Alice matando asquerosos zombies—. ¡Pero si todas son de lo más sugestivas!

   —Tenemos una definición distinta de terror entonces —Jeno se encoge de hombros, ¿indirectamente me está diciendo que soy un miedoso?—. Seguro que Saw también te dio miedo.

   — ¡Pues claro que sí! —un escalofrío recorre mi espalda al recordar esa tétrica máscara—. Desde la primera hasta la última. Son horribles.

   Jeno suelta una carcajada y sus ojos se hacen dos medias lunas, ¿cómo puede alguien tan adorable no tenerle miedo a las películas de terror? ¡Por algo son de terror!

   —He visto todo tipo de películas, Jaemin. Creo que llegó un punto en mi vida en el que ya no les tengo miedo.

   Pongo los ojos en blanco y anoto mentalmente buscar una película que pueda hacerlo orinarse en sus pantalones. Debe haber algo que no haya visto y que le de miedo. Quiero que se retracte y sufra lo que yo cuando vi Fenómeno Siniestro.

   Continuamos recorriendo los estantes y nada llama de nuevo mi atención hasta que mi vista se topa mágicamente con mi juego favorito en todo el mundo (y que por cierto no es de terror). Lo tomó de inmediato y analizo la nueva versión con sus mejoras, que son bastantes. Pero cuando Jeno me alcanza e intenta echarle un vistazo sobre mi hombro, lo regreso a su lugar, confundiéndolo con los demás.

   —Hey, ¿Qué tomaste?

   —Nada —finjo desinterés, sin mirar atrás—. Vámonos ya.

   Camino rápidamente hacia la salida pero no lo siento seguirme. Giro sobre mis talones y veo como Jeno toma el juego. Camino de regreso para detenerlo, pero ya es demasiado tarde. Trago saliva y estoy listo para escuchar sus burlas. Nunca he sido muy bueno defendiendo lo que me gusta.

   —Jae, ¿te gusta Just Dance?

   No parece que se esté burlando, de hecho ni siquiera parece estar sorprendido. Ya sé que Jeno no es esa clase de persona, pero es difícil para mí aceptar que me gusta algo que la mayoría piensa que es tonto.

   —Hum, algo así. ¿Nos vamos?

   Muerdo mi labio inferior y hago como que voy a irme. Jeno me ignora y continúa leyendo la descripción del juego. Comienzo a frustrarme y me acerco a él para arrebatarle la caja, dejándola de nuevo en el estante.

   — ¡Pero si a mí me encanta Just Dance! —Jeno dice casi gritando, llamando la atención de los dependientes que se mantienen cerca de nosotros por si acaso necesitamos ayuda—. En especial el tres, el que tiene la canción de Miku.

   —Tú ni siquiera sabes quién es Hatsume Miku —me cruzo de brazos y lo miro fijamente, sintiéndome un poco a la defensiva. Seguro me quiere jugar una broma, no es la primera vez que juegan con mis sentimientos otakus de todas formas—. Ya vámonos.

   —Sí me gusta. Es mi Waifu.

   —Claro que no, ¡es la mía! Ni siquiera te sabes su baile.

   — ¿Me estas retando, Jae?

   Y en un dos por tres Jeno camina hacia el pasillo más grande de la tienda y se lleva una mano a la cadera, posando la otra sobre su frente, mientras mueve el cuerpo de un lado hacia otro. Imitando a la perfección la pose inicial de Miku. Deseo internamente que no se ponga a bailar. Pero es que no sólo lo hace, sino que además se da el lujo de cantar.

   Suelto tal carcajada que seguro resuena por todo el centro comercial. Jeno se ve tan adorable pero a la vez tan perturbador que no sé qué sentimiento es el que domina. Hasta los dependientes tras el mostrador se ríen. Jeno parece tímido pero no lo es porque tiene el valor suficiente para bailar Levan Polka en un lugar público.

   Me acerco hacia él y le digo que lo hace fatal, pero continua bailando y al terminar su gran y vergonzosa presentación, los clientes de la tienda comienzan a aplaudirle. Incluso hay quien quiere darle una moneda, pensando seguro que lo hace por dinero.

   ¡Qué horror!

   —Estás loco —susurro, tomándolo de la mano y arrastrándolo hacia la salida. Intento sonar serio, pero la sonrisa de oreja a oreja en mi cara no me deja mentir.

   — ¿A dónde me llevas? —jadea indignado—. No me dejaste saludar a mis fans.

   Suelto una carcajada y nuestras manos en automático se entrelazan. Caminamos hasta la zona de comida y solo frente a la tienda de batidos, nos soltamos. Fingiendo no saber lo que hacemos, cuando somos perfectamente conscientes de ello.

   —No puedo creer que te pusieras a bailar en medio de la tienda.

   — ¿Por qué? Yo creo que lo hice genial —Jeno de verdad parece muy orgulloso—. ¿Ya viste que no tienes nada de qué avergonzarte? ¡Me encanta ese juego!

   —Y hacer el ridículo por lo visto —niego con la cabeza pero no puedo dejar de reír. Me encanta que esté tan relajado.

   —Eso que no me has visto bailar el opening de Yuri On Ice.

   — ¿En serio te lo sabes?

   — ¿Quieres ver?

   Y cuando noto que no está bromeando, lo tomo del brazo y le suplico que deje de humillarse. De humillarnos, específicamente. Aunque por dentro sólo deseo que haga cosas tiernas una y mil veces más, ¡es tan lindo a pesar de que solo tiene una neurona!

   —No eres un anime Jeno, basta ya.

   —Tú te lo pierdes —pellizca una de mis mejillas y me saca la lengua.

   Pedimos dos batidos y decidimos seguir recorriendo el centro comercial en lugar de tomarlos en una mesa. Hay muy poca gente circulando en comparación a otros días, pero creo que se debe principalmente a que es inicio de semana y que todavía es temprano.

   Ninguno de los dos dice a dónde quiere ir, pero no es necesario ponernos de acuerdo cuando nos detenemos frente a la zona de video juegos. Nuestras miradas conectan y es cuestión de que ver el deseo del otro para saber que queremos está aquí.

   Corremos hacia el Mario Kart y jugamos tres partidas seguidas, de las cuales salgo victoriosos dos veces. Jeno no parece molestarse por perder, pero en la última carrera, al obtener el primer lugar no desaprovecha la oportunidad para restregármelo en la cara. 

   —Eres malo conduciendo —lo ataco mientras presiono los botones de su volante para molestarlo—. No me imagino lo que va a pasar cuando tengas tu licencia para conducir.

   —No falta mucho para eso —Jeno sonríe y atrapa uno de mis dedos—. En uno meses lo voy a sacar.

   —Ojalá no atropelles a las personas como lo hiciste con la pobre Peach.

   —Ella tiene la culpa, no dejaba de lanzarme cosas.

   Pongo los ojos en blanco y Jeno me mira fijamente. Me muerdo el labio inferior y trago saliva. Este no es un buen momento para caer en tentación.

   Por supuesto que no lo es.

   — ¿Buscamos otro juego? —sugiero con un hilo de voz, esperando librarnos de la tensión.

   —Claro.

   Hace para atrás el asiento del juego y se pone de pie. Pasamos a una máquina con un par de pistolas para cazar vampiros y escogemos una misión, llegando hasta el nivel tres. Somos buen equipo, pero esas cosas son imposibles de matar. Además de que los créditos amenazan con terminarse pronto y todavía quedan muchos juegos que no hemos probado.

   — ¿Cómo te fue en clase de deportes? —pregunto para no estar en silencio, mientras dejamos las pistolas en su base—. ¿Estás en el equipo de básquet?

   —Sí, pero como no hice la tarea de cálculo tuve que pedirle al entrenador que me dejara estar en la banca —Jeno hace una mueca—. Espero jugar mañana.

   — ¿Tienen algún partido pronto?

   —La semana que viene. Pero creo que no voy a jugar.

   — ¿Por?

   —Tengo exámenes la próxima semana.

   Asiento y muerdo el interior de mi mejilla, ¿será demasiado inoportuno preguntarle por sus padres?

   — ¿Qué sucede? —Jeno me mira y ladea la cabeza. Un niño pasa corriendo en medio de nosotros y tenemos que apartarnos antes de que nos tire. Por eso a veces odio estos lugares. Hay demasiados niños volviéndose locos por aquí.

   —Nada. O bueno... —miro hacia abajo y busco la manera correcta de preguntarlo—, ¿cómo te fue en casa?

   Jeno se tensa al escucharme y compruebo que efectivamente no era buena idea decirlo. La estaba pasando tan bien y lo arruiné todo con mi estúpida curiosidad.

   —No tienes que contestarme si no quieres —digo mientras me aclaro la garganta—. ¿Quieres ir a otro juego?

   —Las cosas no salieron como yo hubiera querido —murmura y baja su tono de voz, pero aun así soy perfectamente capaz de escucharlo—. aunque, ¿cuándo las cosas salen como yo quiero?

   Lo miro con preocupación y me acerco a él, pero Jeno sonríe forzadamente. 

   No me gusta esa sonrisa, porque es falsa. La está fingiendo.

   —No pasa nada —me mira, pero por mucho que quiera convencerme sé que no está bien—. Pronto arreglaré mis pendientes y las cosas van a mejorar. No te preocupes.

   Deseo consolarlo de alguna manera. Nadie debería tenerles tanto miedo a sus propios padres. Las reacciones de Jeno son muy obvias, teme estar hasta en su propia casa. No puedo ni siquiera imaginar su situación. Todo parece tan complicado y ajeno que me cuesta procesarlo.

   — ¿Quieres probar tus puños? —pregunta de la nada, cambiando de manera muy evidente el tema. Se acerca a una de esas máquinas donde tienes que golpearla para medir tu fuerza y capto un poco de emoción en su expresión. Quiere distraerse. Por eso quiso salir conmigo. Ya no quiere seguir pensando en sus problemas.

   —Seguro te gano —contesto, tratando de seguirle la corriente. Jeno es como una caja de sorpresas—. Tengo muy buenos puños.

   Una sonrisa socarrona baila en sus labios.

   —Eso quiero verlo.

   Pero sé que voy a perder, antes siquiera de haberlo intentando. Es obvio que Jeno es fuerte, incluso más que yo. Hubo un tiempo en el que iba al gimnasio y me ejercitaba, pero ahora ya no queda mucho de eso. Quizás no sea mala idea regresar y ponerme en forma.

   —Solo no vayas a romper la máquina —bromea cuando ve que me empiezo a colocar el guante—. No en serio, no seas tan brusco, te puedes lastimar.

   —Sólo me quieres hacer perder.

   Pero oculto que pensar que Jeno pueda preocuparse porque me haga daño, me afecta de una forma extraña.

   —Si quieres un consejo, da algunos pasos atrás y toma impulso —Jeno se acerca hacia mí y pone sus manos sobre mi cadera, acomodando mi cuerpo— Y no pongas demasiada presión sobre tus manos. La verdadera fuerza proviene de los músculos de tus brazos.

   —Sé que todo esto es una estafa para que pierda —Jeno chasquea la lengua ante lo que le insinuó, pero después ríe. Tomo en cuenta sus consejos y cuando sus manos por fin se apartan de mi cuerpo, estoy listo para golpear esa cosa—. Hazte a un lado, no te quiero lastimar.

   Jeno levanta las manos en señal de paz y se hace a un lado, dejándome espacio suficiente para tomar impulso. Suelto el aire que estaba reteniendo por el nerviosismo y con un certero y preciso movimiento golpeo la máquina.

   Los puntos rojos en el marcador se vuelven locos. La cifra no está nada mal, así que la guardo en mi memoria. Creo que incluso podría considerarme un ser no tan débil.

   —Oye eso fue genial —Jeno sonríe y levanta una de sus manos para que choque los cinco con él—. Pero de todas formas te voy a ganar.

   —Eso quiero verlo —le devuelvo sus palabras, sonriendo con malicia.

   Jeno se acerca hacia la máquina pero antes de comenzar se quita la chaqueta y la deja en el suelo. Estira sus brazos hacia atrás y ladea la cabeza de un lado a otro. Pensaría que está bromeando y que solo se quiere hacerse el gracioso como hace un rato en la tienda, pero la expresión seria de su rostro me hace dudar. Parece tan concentrado que incluso ha dejado de sonreír.

   Mis ojos se posan sobre sus brazos y veo como la pálida piel refleja sin esfuerzo el azul de sus venas. Sé que Jeno es fuerte, pero no sé porque repentinamente estoy tan sorprendido.

   — ¿Listo para perder?

   —En tus sueños —respondo, tratando de seguirle el juego, aunque sintiéndome inseguro. Es obvio que me va a humillar.

   Una sonrisa de ojos se marca en su rostro y creo que me voy a volver loco porque la dualidad de Jeno me deja sin aliento. En un segundo cambia de nuevo su expresión e inserta un crédito en la máquina, indicándole que tiene cinco segundos para golpear.

   Sigue su propio consejo y camina hacia atrás para tomar impulso. Algunas personas a nuestro alrededor se detienen a mirar, porque parece algo muy prometedor. Parece que está a punto de cometer homicidio en lugar de comenzar con un simple juego.

   La vena de su cuello salta, su expresión se endurece y sus músculos se flexionan. Da tres pasos hacia atrás y los regresa enérgicamente; levanta el brazo y golpea la maquina con tanta fuerza, que el ruido ensordecedor del metal y el guante entrando en contacto, retumban por todo el lugar.

   Los espectadores ahogan un jadeo y yo abro tanto mis ojos, que siento que se me van a salir. Jeno mira atentamente el marcador y cuando los números rojos le indican que ha hecho un nuevo record, una sonrisita de suficiencia adorna su rostro.

   — ¿Y bien? ¿Cómo lo hice?

   Sin poder salir de mi asombro, trato de articular palabra. Pero es como si me hubiera quedado mudo. Seguro Jeno deja sin cara, sin boca, o sin lo que sea que pueda llegar a golpear con esos puños a alguien.

   No puedo ni imaginar todo lo que puede hacer con esa fuerza.

   —No es para tanto —me encojo de hombros, pero mi desinterés es broma y él lo sabe—. Aun creo que te puedo ganar.

   Jeno ríe y toma su chaqueta del suelo antes de colocársela.

   — ¿Te parece si nos sentamos un rato? Creo que acabo de dejar toda mi energía en esa cosa.

   Pongo los ojos en blanco, pero sonrió y lo tomo de la mano, viendo en donde podemos sentarnos. Hay una cabina de fotos con un montón de filtros divertidos para probar, así que decido que nos vamos a meter ahí. La idea de tener una foto de este día súbitamente me emociona.

   —Vamos aquí, puedes estar sentado si quieres.

   Jeno ve la cabina y por breves segundos temo que me diga que no. Puede ser algo demasiado personal.

   —Claro, me encantaría tener una foto contigo.

   Trago saliva y no lo vuelvo a mirar mientras llegamos a la cabina y nos sentamos. Que suelte ese tipo de comentario de la nada, me toma por sorpresa. No sé cómo reaccionar y eso me abruma.

   Jeno se hace un lado y me deja pasar primero. El lugar es reducido pero los dos cabemos perfectamente. Baja la cortina azul que cubre hasta nuestros pies y la voz de la máquina fotográfica dicta un montón de instrucciones en inglés que tenemos que seguir para empezar.

   —Odio el inglés —Jeno hace una mueca y pasa uno de sus brazos tras mi espalda. Seguramente recargando el brazo con el que acaba de golpear—. Y más el de las máquinas. Es tan rápido que nunca entiendo nada.

   —Es fácil —señalo los números en la pantalla y me llevo los dedos a la barbilla, escuchando cómo comenzar—. Dice que son cuatro fotos y que podemos repetirlas hasta dos veces cada una antes de imprimirlas, si es que no nos gustan.

   —Bien, porque siempre cierro los ojos.

   Programo la máquina para que empiece, pero antes no pienso como es que quiero salir y es por eso que mi cara es un desastre. Aunque bueno, Jeno abriendo los ojos y ladeando el rostro, no es la mejor pose de todas. Por mucho que me guste su cara.

   —Vamos a repetir esa, es horrible.

   — ¡No! —Jeno pone una mano sobre la mía y evita que la borre—. Déjala. Es el chiste de estas cosas, ¿no? Tener fotos con todo tipo de emociones.

   Hago una mueca al ver mi expresión tan horrible. Pero hasta cierto punto es gracioso. Jeno tiene razón, entre más feas, más divertidas.

   —Bien, pero tenemos que planear nuestras próximas fotos, nos quedan tres y ya arruinamos una.

   —Yo no creo que la hayamos arruinado. O al menos tú no. Tienes una cara preciosa.

   — ¿De dónde salió eso? —bufo y toqueteo la máquina, sin saber que hago, el muy maldito me ha puesto nervioso—. V-vamos a tomar la siguiente.

   El conteo de los diez segundos antes de tomar la foto empieza. Sonrió pero no es como me gustaría, tengo las mejillas rojas y los labios me tiemblan. Odio que me haya puesto tan nervioso justo cuando nos estamos tomando fotos.

   —Jae, relájate. Te dije que te tenías que acostumbrar más a los cumplidos.

   Lo siento susurrándome al oído mientras una de sus manos se posa sobre mis muslos. Cierro los ojos con fuerza y siento que Jeno se recarga contra mi cuello. Un estremecimiento me recorre por completo.

   Siento el flash de la máquina y abro lentamente los ojos. La imagen que nos recibe es vergonzosa. Jeno parece que está dormido arriba de mí y la cara de idiota que me cargo, es una completa pena.

   Pulso la pantalla para que tome la siguiente foto, sin pensar que puedo borrar ésta y siento a Jeno respirando sobre la sensible piel de mi cuello. Trato de ponerme rígido y apartarlo, pero contrario a lo que busco Jeno deja pequeños besitos por la piel de mi cuello y termina en mi mejilla, depositando un largo y suave beso.

   —Eres precioso Jae. No te pongas nervioso.

   Trago saliva y giro el rostro, sin contar que Jeno está a centímetros de distancia. Veo sus labios rosados y la necesidad burbujeante y adictiva de besarlo, me deja sin aliento.

   La mano que estaba en mis muslos sube por mi espalda y se aferra a mi nuca, tirando de mi cabello suavemente hacia atrás. Pasea la punta de su nariz por mi manzana de adán y yo aferro las manos a su chaqueta, contando segundos que parecen eternos cuando finalmente me besa. Llenándome de un alivio instantáneo y de sensaciones tan buenas que demandan por más.

   Entierra las manos en mi cabello y ya no me importa el flash de las fotos, ni que la molesta voz en inglés diga que sino asignamos un marco, se activara el modo automático. Mando el mundo exterior a la mierda y subo las manos para tomar su rostro entre mis dedos y besarlo. Y besarlo y besarlo. Deseando que se meta debajo de mi piel y que viva ahí para siempre. Formando parte de mí, haciéndome sentir como en el paraíso a cada segundo.

   Nada de esto fue planeado, ninguno de éstos besos estuvo contemplado, pero la forma en como encajan nuestros labios y laten nuestros corazones parecen ser previstos. Siento la húmeda y resbaladiza lengua de Jeno delineando mi labio inferior y como si entendiera lo que pide, abro la boca y dejo que acaricie mi propia lengua. Que la chupe y me haga cerrar las piernas.

   La sensación es tan nueva pero tan buena que suelto un gemido. El cuerpo de Jeno se inclina hacia mí y de repente ya no hay espacio para la pasión que estamos desbordando. La cabina se ha vuelto pequeña, el lugar insuficiente y el mundo insignificante. Nada importa ahora; ni la moral, ni Renjun, ni mis miedos, ni sus problemas. Lo único real es la forma en como me está besando. El cómo respira contra mi piel y sus ojos se cierran, enmarcando sus negras pestañas.

   Y no sé cuándo tiempo pasamos así, pero tengo que empuñar su cabello y apartarlo de mi boca para que me deje respirar. Jeno jadea y besa mi manzana de adán antes de recargarse sobre mi pecho y respirar. Intentando recuperarse.

   Se aparta y poco a poco me reincorporo, enderezándome con torpeza. Veo su cabello blanquizco hecho un desastre y sus labios rojos y sus pupilas dilatadas. Y eso es más que suficiente para que un instinto primitivo se apodere de mí y vaya directo hacia su boca, sin darle tregua o un momento para recuperarse

   Ahogo en mis labios un gemido que proviene desde el fondo de su garganta. Golpeo mi espalda contra la máquina, pero el dolor es relativo cuando Jeno coloca sus manos en mi cadera y me incita a terminar arriba de sus piernas. Sus labios calientes van directo hacia mi barbilla y mis dedos se entierran en su cabello, buscando un punto de apoyo.

   —Me vas a volver loco —susurra con una voz tan ronca, que me cuesta reconocerla—. No bromeo Jaemin, me vas a volver loco.

   Y lo silencio con otro beso. Dando rienda suelta a las emociones que arden dentro de mí. Como un chispazo que inicia un incendio. Jeno me besa con fuerza y antes de decidir que tengo suficiente locura, tomo su labio inferior entre mis dientes y tiro de él hacia arriba, descubriendo sus rosadas encías.

   Jeno gruñe y sus manos están al límite de mi espalda baja. Respirar se vuelve inevitable y ambos recargamos las frentes, tratando de recuperar un poco de la cordura que hemos perdido.

   —Jeno —susurro, sin saber que más decir. Jeno sonríe y me llena la cara de besos. Como si supiera que el miedo está a punto de crecer.

   —Eres precioso Jae —susurra como única respuesta, estrechándome entre sus brazos con fuerza—. Precioso, precioso.

   Esto ha sido demasiado intenso y él lo sabe, pero no lo dice porque quizás también tiene miedo de descubrir lo que pasa. Tal vez eso nos hubiera acercado más el uno al otro, aunque solo fuera para recordar la lejos que necesitamos estar ahora.

   Me baja con cuidado de sus piernas y estoy a punto de quejarme pero su labio atrapado entre sus dientes y sus manos haciéndose puños sobre su regazo, me indican que fue lo más prudente.

   Para ambos. Porque ambos tenemos un problema.

   Cierro los ojos y trato de regular mi respiración. No podemos salir así, hay adultos con niños allá afuera. Suelto un suspiro y le doy momentáneamente mi atención a la máquina de fotos, que está indicando con una enorme palomita verde que ya están impresas.

   — ¿Dónde están? —murmuro más para mí mismo que para él.

   Jeno me mira con confusión pero por suerte las encuentro antes que él. Mis ojos se abren con sorpresa y soy lo suficientemente listo para esconderlas detrás de mí.

   — ¿Qué?

   —Nada —respondo, mordiéndome el labio inferior—. Creo que deberías salir primero.

   —Yo... —Jeno se rasca el cuello con nerviosismo. Parece que tiene un debate consigo mismo—. De acuerdo, te veo afuera, ¿sí?

   Asiento y Jeno se quita la chaqueta, seguro para tapar su problema. Agradezco que no me haya cuestionado nada más y cuando estoy solo saco las fotos y siento como por enésima vez en el día, vuelvo a enrojecer.

   La primera foto en realidad no es mala. Estamos tan distraídos que parece a propósito. La segunda, es un poco extraña, pero de alguna manera es tierna. Jeno está recargado sobre mi cuello y yo estoy sonriendo mientras tengo mis ojos cerrados.

   Pero la tercera y en especial la cuarta... Dios, ni siquiera puedo verlas más de una vez. La manera en cómo nos estamos besando representa el más bajo de los instintos. La más grande de las pasiones.

   Acaricio el borde de las fotos y me sorprendo a mí mismo guardándolas dentro de mi billetera. Son fotos comprometedoras, que reflejan la bajeza de nuestros actos. Pero también son el vivo retrato de todo lo que Jeno causa en mí. De las emociones que incendian mi corazón.

   Estas fotos tienen todo lo que está bien y lo que está mal dentro de nosotros. Y me sorprendo, porque ni siquiera viendo la realidad tan claramente soy capaz de querer parar.



Συνέχεια Ανάγνωσης

Θα σας αρέσει επίσης

405K 40.9K 104
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
4.6K 769 6
Dicen que el primer amor nunca se olvida, pero Jaemin lo estaba intentando. Basado en "We can't be friends" de Ariana Grande.
16K 1.8K 22
Hastío y un shot de vodka termina de sellar su imagen de alumno gay problemático -porque no es solo problemático, tiene un valor añadido- de su escue...
28K 2.5K 5
jaemin tiene cabello rosa pastel y una sonrisa encantadora y amable, pero huele a café amargo y madera. jeno tiene una mandíbula marcada y ojos afila...