Fictober XiYao

By Union_Xiyao

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Fictober creado por y para la pareja de Lan Xichen y Jin GuangYao de mano de diferentes autoras. More

Aclaraciones
Día 1 - Hojas
Día 2 - Mantas
Día 4 - Fuego
Día 5 - Suéter
Día 6 - Tranquilo
Día 7 - Cielo Nocturno
Día 8: Tazas calientes
Día 9: Magia
Día 10 - Bosque
Día 11. Alas
Día 11.2: Alas
Día 12: Calabazas
Día 13 - Reptiles
Día 14: Libros
Día 15 - Pijama
Día 16: Encantado
Día 17: Anillo
18. Puente
Día 19 - Columpio
Día 20: Noche de cine
Día 21: Tormenta eléctrica
Día 22. Suave
Día 23 - Hornear
Día 24 - Manzanas
Día 25: Animales / Criatura / Bestia
Día 26 Amor/Desamor
Día 27: Dulces
Día 28. Paranormal
Día 29 - Fiesta
Día 30 - Cementerio
Día 31: Halloween

Día 3 - Luz de luna

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By Union_Xiyao



Fictober  día 3: 

Luz de Luna

Autor: Dayan Walker

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El Aroma de las Peonías

Me descubrirás en el pardo de tu mirada

Emerge un suspiro quedo, podría significar el fin de la infinita paciencia que compone eternamente la esencia de Jin Guangyao; pero no. Ese suspiro, es el suspiro de alguien que está acostumbrado a lidiar con escenas extrañas cada día.

Al menos, así ha resultado hace una temporada.

—Estás borracho, Er-Ge —murmura Jin Guangyao, quizás, siendo la décima vez que lo menciona.

Esboza una sonrisa, es una mueca tan usual, llena de sutileza, confunde a Jin Guangyao porque no hay un indicio en el semblante de Lan Xichen que le indique su profundo estado de ebriedad. Sin embargo, tiene que contemplar un poco hacia la derecha, tras sus oscuras hebras. Si Jin Guangyao estrecha sus ojos ámbar y se concentra en observar la nívea piel de su oreja, entonces hallará un suave arrebol.

Es la única forma de saber que Lan Xichen está borracho.

—Er-Ge... —vuelve a llamar, su voz es baja, pero insistente.

Por respuesta, Lan Xichen se lleva a sus labios la pequeña copa de porcelana blanco nácar e ingiere el resto del líquido en esta. Jin Guangyao lo contempla, viendo cómo la nuez de su cuello asciende cuando el licor surca por su garganta. Traga saliva, aprieta los labios y desvía la mirada, sintiendo que ha presenciado algo indebido.

¿Qué podría hallarse de vedado en aquella acción? Sólo está bebiendo... Está bebiendo. Eso intenta repetirse en sus oscuras elucubraciones.

—Ahora A-Yao está borracho —dice Lan Xichen. Jin Guangyao lo observa una vez más, luego de poner en pausa sus pensamientos contrariados, encontrando en su expresión, una mirada suave y una sonrisa tenue.

Ha estado contemplándole, de alguna forma, eso es una certeza. Aquellos pardos, casi cobrizos, brillan. Como vino cristalizado, resplandecen. Parece que la tierra ha decidido volverse líquida y no es más que una suave mirada llena de tantas emociones contenidas que amenaza con derramarse. Jin Guangyao traga saliva una vez más, le duele la garganta, la percibe seca de repente.

Parpadea lentamente, alejando la imagen de Lan Xichen, esa efigie que parece haberse grabado a fuego en su mente, y esboza una suave sonrisa, correspondiendo la contraria.

—Vamos, Er-Ge, no digas tonterías. Te llevaré a que tomes algo de aire fresco en el jardín —habla de nuevo, incorporándose con lentitud del cojín ambarino.

Camina, rodeando la mesa donde yacía sentado frente a Lan Xichen y llega hasta él, posándose a su costado. Extiende ambos brazos, sujetando los contrarios, halándolo hacia su persona para que se incorpore. Logra su cometido unos cuantos minutos después. Ahora, con un Lan Xichen adherido a su cuerpo, con su brazo rodeando su cuello, camina, tambaleante, por los largos pasillos de la Torre Koi.

Jin Guangyao suele andar a paso lento, no se requiere de gran conocimiento para ejercer el noble arte de caminar pausado, pero preciso. Sin embargo, con Lan Xichen casi cubriendo su cuerpo por completo, Jin Guangyao debe dejar el arte a un lado en pos de evitar que Lan Xichen caiga con estrepitosa vergüenza al suelo, seguramente llevándolo a él en el acto.

La noche se alza oscura en el firmamento. La inmensidad del cielo nocturno cubre todo Lanling; las lámparas moribundas no hacen un esfuerzo cuantioso para iluminar los pasillos que se tornan cada vez más tenebrosos. Jin Guangyao siente la eternidad inevitable cuando no logra divisar la salida a los jardines exteriores.

Ha comenzado a respirar con dificultad y Lan Xichen sobre él, no ayuda con sus tambaleos descoordinados. Frunce el ceño, llenándose de determinación. Intrepidez que brilla en sus ojos cuando a unos pasos más delante de él, encuentra un pequeño fulgor índigo, indicándole la salida hacia los jardines.

—Er-Ge, ya vamos a llegar, no te duermas.

Lan Xichen murmura cosas ininteligibles. Luego, entierra su rostro en las hebras castañas de su cabello, haciendo que el gorro ceda con su peso y caiga al suelo, en medio del pasillo. Jin Guangyao lo observa, deteniéndose unos segundos, pero siendo incapaz de agarrarlo debido a que una de sus manos sujeta la cintura de Lan Xichen y la otra el brazo que rodea sus hombros.

Emite un suspiro ruidoso, niega con la cabeza y continúa su andar hacia la salida. Lan Xichen sigue enterrando la nariz en su cabello, sus murmullos quedos, haciéndole cosquillas.

—Er-Ge, ¿podrías dejar de hacer eso?

—¿Por qué? —susurra de repente, sorprendiéndole, pues no esperaba respuesta alguna. De alguna forma, Lan Xichen suena más compuesto—. Me gusta como huele A-Yao, huele a peonías... a primavera. Me gusta la primavera.

Jamás admitirá que su corazón ha comenzado a palpitar con velocidad. Intenta decirse a sí mismo que aquello mencionado son los delirios de un hombre alcoholizado.

Sólo que, su corazón, se niega a aceptarlo.

—Me alegra saber que a Er-Ge le gusta la primavera, a mí también me agrada —dice, su voz sale temblorosa, pero logra su cometido, que es seguirle la corriente.

Llegan finalmente a los jardines exteriores. El valle de peonías le saluda. Jin Guangyao conduce a Lan Xichen por el muelle hasta llegar al pequeño salón descubierto que solía usar su padre para agasajar a las conquistas. Sienta a Lan Xichen en el mueble con ligero esfuerzo y se sitúa a un lado, permitiéndose unos segundos de debilidad para descansar del trabajo que supuso conducirlo hasta ese lugar.

Se permite cerrar los ojos un momento, recostándose en el espaldar. No puede evitar pensar en todas las veces que Jin Guangshan estuvo ahí, yaciendo con otros cuerpos. Esboza pronto una mueca.

—¿Sucede algo, A-Yao? —a su costado, Lan Xichen inquiere, dubitativo.

Jin Guangyao abre los ojos, vira un poco de soslayo observando que Lan Xichen, así como hace un momento, ha estado contemplándole. Intenta esbozar una sonrisa, pero la mueca se acentúa.

—No es algo grave, Er-Ge. Sólo cavilaba las veces que padre trajo a una mujer diferente aquí, a este sitio...

Ahora es Lan Xichen quien dibuja una mueca, pero ríe en voz baja, y dice—. ¿Al menos cambiaste el tapiz?

—Mandé a quemar todo el mueble y a construir de nuevo el pabellón.

Ambos se ríen al segundo en voz baja. Lan Xichen, percibe Jin Guangyao, se ve mucho más compuesto y sobrio en ese momento. El carmín en la punta de sus orejas se exhibe aún, pero mucho más tenue.

Luego de la pequeña risa en la intimidad de aquel jardín que les arropa en medio de la oscuridad, se sumieron en un cómodo silencio que pronto fue roto por el comentario de Lan Xichen:

—Es algo bueno que A-Yao haya tomado previsiones, así podremos construir buenos recuerdos en este mueble —susurra con suavidad.

Jin Guangyao no lo está viendo, sabe que, si lo hace, su máscara se romperá en una mueca de incredulidad.

Todo en aquella frase está mal, es erróneo. Pero, de alguna forma, esa frase ha hecho mella en él, haciendo que el corazón comience a latirle, desbocado, amenazando con arrancarle la respiración de un espadazo.

Como puede, busca la forma de sonreír. Se acomoda un poco más recto en su asiento al lado de Xichen, de repente resintiendo la cercanía.

—Si no conociera bien a Er-Ge, diría que está siendo muy descarado —comenta Jin Guangyao en voz baja, observando de soslayo la figura de Lan Xichen

Su rostro pacífico contempla el firmamento frente a él. La Torre Koi queda en las alturas, casi se puede saludar a las nubes. Pero incluso a esa altura, las nubes aún son capaces de ocultar la luna. El cielo está nublado, así como los pensamientos de Jin Guangyao, lleno de una perenne neblina de confusión.

Lan Xichen no responde, no de inmediato. Deja que las respiraciones se acompasen, permitiendo que el corazón de Jin Guangyao comience a latir con tranquilidad una vez más.

Sólo para volver a emitir un comentario que esta vez sí le arranca el aliento de forma inesperada:

—A-Yao, ¿sí me conoces?

Los labios le tiemblan, intenta no observar la efigie a su costado. Ha olvidado cómo se respira. Siente la punta de su nariz comenzar a picar, hay un ligero ardor indescriptible. Se percibe como la sensación de saber que en cualquier momento comenzará a llorar. Sin embargo, Jin Guangyao no comprende tal emoción.

No comprende el porqué de aquella sensación. Últimamente, cuando Lan Xichen llega a la Torre Koi para compartir el té de la tarde, hay momentos, momentos como ese donde es incapaz de hacer alarde de su ingenio para librarse de aquellas batallas mentales que lo dejan agotado.

La primavera llega a su fin, consigo llevándose los últimos vestigios de Lan Xichen.

El hombre a su lado, es completamente desconocido para Jin Guangyao.

Hay una mano que invade su vista, cubriendo la inmensidad del oscuro cielo azul que tiene frente a él. Jin Guangyao parpadea y aquella mano nívea toca su frente en una sutil caricia. Como el beso de una pluma, se posa con cuidado haciendo surcos oscilantes hasta las hebras castañas de su cabello. Es inevitable: se congela. Parpadea rápidamente para tratar de comprender la acción que se está efectuando justo en ese instante.

Sus ojos se posan sobre el rostro sereno de Lan Xichen, viendo cómo su mano extendida acaricia las hebras lisas de su cabellera, desanudando el intrincado moño que suele elaborar para colocar su gorro de modo que los mechones no salgan disparados de forma desigual. Luego de hacerlo, Lan Xichen aparta su mano y en ese momento el resto de las hebras caen por su rostro, su hombro y parte de su espalda.

Lan Xichen esboza una gran sonrisa y asiente, al parecer satisfecho.

—Mucho mejor. A-Yao siempre se verá bien, pero es más hermoso al natural.

Esta vez, es innegable, ineludible: el arrebol de la vergüenza tiñe sus mejillas. Sus ojos brillan y las lágrimas de la confusión pugnan por salir. Es violento el sentimiento que nace gracias a esa frase.

Lo que siente, es amargura. ¿Por qué?

A Jin Guangyao le gustaría que aquellas frases tan íntimas se las susurrara cuando el juicio estuviera presente en sus elucubraciones. No así, borracho, perdido; sonriendo, como si Jin Guangyao fuera la cosa más hermosa que está vislumbrando en ese momento.

La amargura mella, le llena la boca de saliva.

—Er-Ge —susurra Jin Guangyao, intenta esbozar una sonrisa. Cree que lo ha logrado cuando la atención de Lan Xichen se posa sobre su persona—. Er-Ge, por favor no digas esas cosas, estás borracho. Mañana cuando despiertes, no tardarás en arrepentirte.

Lan Xichen frunce el ceño, parece molesto y un poco desconcertado—. ¿Por qué habría de arrepentirme? Es mi corazón quien habla, no el licor en mis meridianos.

Niega tozudo con la cabeza—. No, Er-Ge, por favor, no confundas. Es cruel, estás siendo cruel.

Ahora el desconcierto en el rostro de Lan Xichen supera el enojo. Las cejas casi se le desaparecen tras la cinta blanca de su secta, parece sinceramente confundido ante su arrebato. Jin Guangyao aprieta los labios en una fina línea de tensión. El rosado de estos se torna níveo gracias a la presión ejercida.

Algunas veces detesta sus propios sentimientos contrariados. Detesta y aborrece lo que siente por el líder de la secta Gusu Lan.

Si tan sólo no fuera tan endeble...

—A-Yao... —murmura Lan Xichen, colocando la mano sobre su mejilla.

Jin Guangyao desea apartarse de su caricia, pero es débil. Cualquier esbozo de nimio afecto hacia su persona por parte del líder de la secta Gusu Lan es como agua para un hombre sediento. Desea más.

—A-Yao, mírame.

Débil, sediento, alza su mirada. Pardo y ámbar se encuentran, anhelan fundirse y crear un matiz nuevo, mucho más hermoso, perfecto, imperecedero. Lan Xichen acuna las dos mejillas sonrosadas con sus manos, acercando su rostro al suyo, cerca, tan cerca que las respiraciones se congregan, creando una armoniosa melodía susurrante. Sólo ellos pueden disfrutarla con plenitud.

El cielo arriba es oscuro, las lámparas mueren con parsimonia, pero Jin Guangyao puede ver claramente el rostro sereno de Lan Xichen.

—Er-Ge, estás borracho...

Lan Xichen sonríe y niega con la cabeza.

—Esta noche, la luna es testigo de mi convicción; y al alba, recordaré cada fragmento.

—Recordarás, pero estás borracho, Er-Ge... Sé que te arrepentirás.

—Podré estar borracho, A-Yao, pero no me arrepentiré: lo que dije es el deseo de mi corazón, no el de mi carne.

Con el corazón latiéndole, desbocado, se acerca un poco más. El vaho de sus respiraciones es visible, entremezclándose con la brisa fría de la noche.

—¿El deseo de tu corazón... también tu carne anhela, Er-Ge?

Es asfixiante, mortal, lo cerca que están sus labios. Hay un anhelo, una sed latente. Jin Guangyao siente que podría llorar de la frustración. Lan Xichen se acerca un poco más, Jin Guangyao abre la boca, sus ojos aún se contemplan, es inevitable la desazón que emerge.

—Sólo si A-Yao también anhela, este humilde líder mostrará cuánto es el deseo de su piel.

No pudo soportarlo más. Acorta la distancia, sus labios se funden en un beso candente, en una sensación enrarecida que le arrebata el aliento, pero le trae ansiada paz. ¡Por fin!, por fin se ha cumplido sus sueños, sus anhelos. Esa sed perenne va desapareciendo con lentitud; ahora, hay una nueva ambición emergiendo.

El anhelo que nace de aquel beso desborda por completo sus sentimientos. Aquella unión de labios es efímera. Lan Xichen es inocente y aunque él también lo es, de algún modo, conoce más, tiene más conocimiento. Sabe lo que podría gustarle.

Sus manos ansiosas realizan surcos desiguales llenos de anticipación por sobre el torso de Lan Xichen aún oculto tras las prístinas túnicas, y temblorosas, se internan en esta. Lan Xichen se ha inclinado al toque, deseando más de la nueva experiencia, anhelando un algo desconocido.

Le beso se ha tornado húmedo, desesperado de alguna forma. Neófitos en el arte, sólo mueven sus labios esperando que algo mágico ocurra.

Casi puede escuchar a su madre: "la idea es que uses tu lengua".

Con reticencia, lo hace. Se aparta un poco de los labios de Lan Xichen y con la punta de su lengua lame estos, mordiendo apenas. Hay un jadeo ahogado que emerge en medio de la noche y no supo quién lo exudó. Lan Xichen se aleja con cuidado, sus ojos conectan con los suyos, hay un brillo intenso en su mirada que embarga todo su semblante en una especie de extraño sentir ansioso. Jin Guangyao esboza una suave sonrisa que al instante Lan Xichen corresponde. Sus manos aún siguen firmes sobre su torso.

—¿Recordarás esto al amanecer, Er-Ge?

La sonrisa en el rostro de Lan Xichen crece un poco.

—Incluso cada rincón de tu piel.

Susurra, sus labios se mueven con lentitud. Jin Guangyao siente la vida pasar con parsimonia. Todo es lento, pausado, Lan Xichen se inclina sobre su cuerpo, una vez más sella sus labios y el beso es más duradero. No hay lenguas, ni presión de labios, son movimientos oscilantes y profundos que le desgarran el aire, rompiendo sus sentidos.

No supo en qué momento ha pasado de estar sentado, a yacer acostado sobre aquel mueble, de pronto demasiado pequeño. Lan Xichen está sobre él, sigue besándolo como si la vida hubiese sido creada para ese momento en específico; sus manos recorren su cuerpo, quemándolo con su toque. La túnica sobra, está tan pesada y molesta, hace que la piel le arda, necesitando arrancarla.

Parece que Lan Xichen comprende su necesidad, sin mediar palabras, va despojándolo de las prendas lentamente. A medida que una nueva capa se abre, surgen más caricias arrolladoras que le quitan el aliento, le disuelven el alma. Lan Xichen lo desnuda con parsimonia, como si tuviese la eternidad de su lado para dedicarse a la calma de explorar su cuerpo, besando su piel ardiente, dejando huellas rojas que incineran, calientan, le hacen gemir.

Sus murmullos son inconexos, ansiosos. Ambos están experimentando la maravillosa obra de amarse mutuamente, y aunque se entiende que Jin Guangyao es quien posee más experiencia de los dos, ahora yace endeble ante las caricias apasionadas que Lan Xichen le otorga a su cuerpo.

Está débil, necesitado. Sus ámbares brillan, parece que con cada estímulo se van a derramar en lágrimas doradas de inusitado placer. Lan Xichen continúa besándolo, amándolo en silencio, callando sus suspiros y los gemidos que salen con cada perverso movimiento.

La noche es oscura, cubre sus cuerpos de ojos indeseados; pero es silenciosa y no logra ser capaz de acallar los gemidos ahogados de Jin Guangyao. Lan Xichen se dedica a explorar su cuerpo con cuidado, evitando que los suspiros sean atendidos, bebiéndolos directamente de sus labios humedecidos.

Ahora ambos yacen desnudos, mancillando el mueble como Jin Guangshan una vez lo hizo en vida. Sólo que este es impoluto, podría decirse que le están otorgando su debida venia.

Reiría de tal pensamiento, sólo que no puede hacerlo, no cuando siente cómo su cuerpo es partido en dos cuando algo mucho más grande y grueso que simples caricias proporcionadas a su piel, se abre paso a través de su interior, rompiéndolo. Un grito quiso reverberar desde su garganta, pero Lan Xichen lo atrapa con su boca, llenándolo de besos y caricias mientras susurra palabras de consuelo que Jin Guangyao no puede percibir porque Lan Xichen aún sigue moviéndose, internándose aún más en su apretado interior.

Abierto, expuesto, las lágrimas comienzan a filtrarse sin poder detenerlas con propiedad. Jin Guangyao se considera un hombre capaz de soportar las peores penurias, sólo que él nunca estuvo preparado para tal evento.

Aun así, se insta a la calma, se obliga a relajarse para hacer de esa experiencia algo que perdure en su mente de forma placentera. Lan Xichen sigue murmurando suaves palabras de disculpas, Jin Guangyao las desdeña con un negamiento de la cabeza, instándole a que comience a moverse.

Su más grande error fue decirle a Lan Xichen que se encuentra bien.

Cuando dicen que los Lan son apasionados, no mienten.

Lan Xichen ha alzado sus piernas, enterrando por completo aquella espada de carne que termina de quebrantar su interior con cruenta desazón. Jin Guangyao aprieta los dientes, agarra la tela desperdigada a su costado y la muerde, evitando que los gemidos rotos irrumpan el silencio del ambiente mientras que las estocadas rápidas y descoordinadas de Lan Xichen crean un oscilante sonido protervo de piel y humedad chocando con fuerza de forma constante, perversa.

El aluvión de lágrimas de Jin Guangyao se libera con fuerza, no sabe si siente placer o dolor, lo único que percibe es el halo oscuro de la cabellera de Lan Xichen sobre él, cayendo con gracia mientras contempla su semblante concentrado, sus mejillas rosadas y el sudor aperlado pintando de forma bonita el rictus carmesí de su mirada. Jin Guangyao lo vislumbra, midiendo sus reacciones, escuchando sus suaves jadeos y los susurros inconexos que apenas puede atender.

Este nuevo Lan Xichen le agrada; esta nueva intimidad es lo que tanto esperó y por fin obtuvo.

Lan Xichen abre los ojos, contempla a Jin Guangyao y sonríe. Parece desear transmitirle con la mirada calma, y lo consigue en cierta medida. Jin Guangyao extiende sus brazos, rodea el cuello de Lan Xichen, atrayéndolo en un abrazo fuerte donde torso se une con torso. Quizás con la acción dificulta las penetraciones, pero en ese momento que el fulgor de la luna alta en el cielo, finalmente les ilumina, Jin Guangyao no desea que Lan Xichen vea su rostro y sepa cuánto lo ama, cuánto desea pasar la vida a su lado.

No desea que la debilidad haga mella.

Lan Xichen besa su cuello, lame su piel acalorada y sigue embistiéndolo mientras Jin Guangyao intenta acallar los gemidos ahogados que salen con insistencia.

Alza su mirada, desde aquella posición, el fulgor se halla presente, manifestando con su claror níveo a dos cuerpos unidos intrínsecamente. Esboza una sonrisa que sólo la luna puede ver: sólo ella es testigo de lo que sucede. Y eso está bien para él.

El aroma de las peonías se mezcla con la dulce fragancia de dos entes unidos en una sola carne.

———

Así como la luna muere, el alba le sigue pronto, renaciendo de las cenizas plateadas.

El rocío de la mañana cae con sutileza sobre las peonías, emanando una suave neblina que sosiega los corazones acelerados y los cuerpos apasionados. En el piso de madera de aquel salón semi abierto, hay dos cuerpos, uno sobre otro. Bajo estos, yacen las túnicas índigo y oro, fundiéndose en un único matiz.

Hay una mano tentativa, crea surcos desiguales sobre la piel desnuda de su espalda. Parece que esboza un lienzo con cada etéreo tanteo. A Jin Guangyao le relajan las caricias. De alguna forma, el escenario es perfecto, desea conservar ese momento para siempre.

Sin embargo, así como la luna perece, el alba se alza con cada transcurrir, anunciando un nuevo día. Ellos deben incorporarse si no desean que los sirvientes los encuentren en una posición comprometedora. Después de todo, Jin Guangyao no es como su padre.

—Er-Ge —llama Jin Guangyao con suavidad.

El pecho desnudo de Lan Xichen vibra—. ¿Uhm?

—Debemos pararnos pronto.

—Sí, amaneció...

Jin Guangyao puede atender a la perfección los latidos acompasados de Lan Xichen, pero en ese momento, alza su rostro colocando el mentón en su torso, contemplando el rostro sosegado de Lan Xichen. El brazo de él cubre sus ojos, su larga cabellera está desparramada en el suelo y la cinta de la secta está atada al muslo derecho de Jin Guangyao por una razón en particular que él no desea dilucidar.

No hay algo qué esclarecer.

—Ya el alba nos saluda, Er-Ge.

En ese momento, Lan Xichen quita el brazo de sus ojos y los abre, ahora contemplándolo. Hay una suave sonrisa bordeada.

—Ya no estoy borracho —dice en voz baja.

Asiente lentamente. En ese momento Lan Xichen se incorpora, deja de acariciar su espalda y flexiona sus antebrazos, apoyándose en estos para observar mejor a la persona que yace sobre su cuerpo. Jin Guangyao deja de apoyarse en su torso, se incorpora, sentándose sobre los muslos de Lan Xichen.

—Ya no estoy borracho, A-Yao —repite nuevamente. Jin Guangyao dibuja una mueca dudosa.

—Sé que no lo estás, Er-Ge.

La mirada parda se intensifica, la sonrisa crece.

—Y ya amaneció.

La expresión de duda cambia a una de preocupación.

—Sí, Er-Ge—

—Te dije que lo recordaría, A-Yao —interrumpe Lan Xichen. Termina de incorporarse hasta que se sienta, dejando que Jin Guangyao continúe posado en sus muslos. Lo sujeta de la cintura, asiéndolo más a su cuerpo—. Ya no estoy borracho y el deseo de mi corazón junto con el de mi carne siguen latentes. Dime, A-Yao, ¿te harás responsable?

Jin Guangyao abre la boca, luego la cierra. Un arrebol mancha sus mejillas y sus ámbares parecen comenzar a brillar, refulgen en emoción. Acerca su rostro al contrario, no unen sus labios, sólo sus frentes. La marca de nacimiento está un poco deslucida, pero no importa en ese momento.

—Este humilde líder promete hacerse responsable de todos los anhelos que aquejen a Er-Ge, ahora y siempre.

La sonrisa que le regala Lan Xichen por respuesta, ha valido por completo la pena, las vergüenzas, todo.

—Ahora hueles a primavera, A-Yao.

—Y Er-Ge huele a mí.

—Para este líder eso está bien, no hay mejor aroma que el de A-Yao.

En los ojos de Lan Xichen, Jin Guangyao puede verse reflejado: está sonriendo, lo ve con claridad. No responde, acorta aún más la distancia y lo besa, sellando el destino que una noche de sinceridad creó. Aún sabe a licor, a los dos. Lan Xichen se inclina hacia atrás, volviéndose a acostar sobre las túnicas mancilladas. Las manos inquietas recorren las huellas de amor pasadas, Jin Guangyao deja de pensar en lo pronto que los sirvientes irán a su encuentro.

Por un momento, las opiniones ya no importan.

No cuando la primavera se siente eterna en el corazón de Jin Guangyao.

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Notas de Autor: hola, espero que les haya gustado esta pequeña cosita fluff. Me los imaginé compartiendo, antes del inminente desenlace en el Templo Guanyin, y en cómo pudo haber sido su declaración. Creo que esto es lo único que leerán fluff de mí. Sorry.

Se despide, Dayan Walker.

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