TERCIOPELO NEGRO.

By AlejandraEstherDiaz

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1989. Una muchacha fue condenada por un crimen, pese a que fue cometido en legitima defensa, Un oficial norte... More

CAPITULO 1. EN LA MAZMORRA.
Capitulo 3. Cuatro años después.
Capítulo 4. Reencuentro esperado.
Capitulo 5. Un espectro del pasado.
Capitulo 6. Gritos en la noche,

Capitulo 2. De las garras de la muerte, a la libertad

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By AlejandraEstherDiaz

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            Ethan al salir del edificio de los Cascos Alados miró a su hermano. Era evidente que le gustó la chica.

            — ¿Te gustó, eh? —dijo cuando iban saliendo hacia el hospital Gorgas para saber el estado de salud de Kara.

            —Tanto como a ti y a Eric la que está muriendo en el hospital.  Me gusta, si, tiene unos ojos hermosos, que imagino que serán los mismos que tendrá Kara.

            —Nunca me he metido en tus conquistas, se que eres muy reservado en ese tema,  debes saber que ellas son mujeres con poca vida intima, cuando no tienen ninguna. Ten cuidado.

            —Eso lo sé, hermano.  No naci ayer.  Y la verdad, Eric no es nada bueno para Kara, que es tan inocente.  Recuerda con quien se codea nuestro chico artista.

            —No le tengas tan poca fe.  Un buen amor, hace milagros.

            En el hospital estaba Eric, que no se había desprendido del lado de la enferma.  Al verlos llegar, supo que tenían noticias.

            —Hemos conseguido datos harto interesantes, la chica era acosada por su padre, pero es algo que no se entiende tampoco, solo un padrastro acosa a las hijastras, un padre biológico no.  Cada vez se complicaba más con cada nueva prueba e indicio.

            — ¿Lograron hablar con su hermana?

            —Sí.  Una chica simpática, muy madura para su edad, sobre todo bellísima, con unos ojazos negros que acarician.

            —Veo que quedaste entusiasmado.

            —Y no es para menos.  Me comprometí a sacar a Kara, y lo vamos a hacer.  Averigua en el grupo de Maryland,  quienes son abogados titulados, alguno tiene que servir para lo que queremos.

            Subieron al piso donde estaba la sala de cuidados intensivos para preguntar el estado de la enferma.   Los hermanos esperaban tener buenas noticias de la chica.

            —La fiebre ha cedido un poco, está respondiendo al tratamiento. —informó el médico que estaba de turno en la unidad. — Sonrió — La chica es una guerrera, está luchando por seguir con vida.

            Eric sintió alivio, rogó tantas veces que se salvara, aun no la había visto bien, sin embargo, sentía que esa sería la mujer de su vida.  La que enderezaría un poco esa vida loca en la que estaba metido.  Estaba descontento con la forma en que estaba viviendo desde que empezó su carrera de actor. 

            Al principio le encantaba el salir todas las noches con una chica diferente y que esas chicas le proporcionaran satisfacción sexual, eran mujeres que sabían a lo que iban con él a quienes no tenia que enseñarles nada.  Últimamente se sentía cansado de ese tipo de relaciones, deseaba algo más que superficialidad.   Kara le despertó esas ansias de tener una mujer a quien dedicarse en cuerpo y alma.

            —Investigué sobre el abogado que llevo la causa por parte del Ministerio Público,  también qué fue de él.  —Comentó Aidan — Un abogado al que se le comprobó nexos con el crimen organizado. Se llamó, por que murió en un incidente que aun no se aclara, Hernán Enrique Madariaga.

            —Un hombre con serios problemas con las mujeres, según se rumoraba le gustaba pegarles antes de tener relaciones íntimas.  Por eso creo que tuvo tantas calabazas.

            —Se obsesionó con una de sus secretarias —siguió contando Aidan —, esta chica al verse acorralada decidió renunciar a su empleo, la corrieron de su casa porque la familia decidió ponerse de parte del tipo.  Ella ingreso al grupo de la señora Ainsworth y hace unos días en un asalto a una de las casas de Noriega, el tipo murió devorado por los tiburones, en medio de una pelea con la chica que se obsesionó.  La muchacha no era la sumisa que él conoció cuando ingreso a trabajar con él, le dio una vapuleada fuerte.

            —Su oficina quedó clausurada y la DEA está investigando las actividades de este hombre.  Hasta los jefes de la chica están desaparecidos, parece que él no era el único metido en ese lío.  Vaya fiscal que la condena, teniendo delitos peores.

            —Como hombre, dejaba mucho que desear, si les pegaba a sus parejas para luego tener intimidad, se notaba que tenía problemas serios  con su masculinidad.  Ni los gays, con todo respeto, se portan así.

            —La información la conseguí por medio de Curt Cantrell, el que está a cargo de la investigación.   Le comenté lo de Kara, accedió a prestar toda la ayuda posible.  Habían impedimentos procesales, enemistades manifiestas y no fue recusado.  Como si alguien tuviera interés en que fuera condenada y de paso asesinada dentro de la cárcel, total, allá existe el código de silencio.

            —Gracias a Dios, llegamos para evitar cosas peores —afirmó, convencido —¿Qué te dijo Maryland, hay algún abogado recién graduado en sus filas?

            —Dos.  Una pareja.  Alejandra María Valdés y Federico Antonio Bernal Pandales, uno es del grupo Centuriones y la otra es de Reacción Inmediata.  Ambos son especialistas en derecho penal.  Nos ayudarán con lo que no sabemos.

            —Yo iré al despacho del tipo que murió a ver si encuentro algo sobre el caso de esta chica, tendremos que ir reconstruyendo a pedazos este caso para reabrirlo. 

            Y regresaron al Tower House con lo poco que recuperaron del expediente, para ver a los dos abogados que les ayudarían. Federico y Alejandra María eran buenos amigos desde la facultad,  cuando estallo el escándalo que dio origen a los movimientos para combatir al tirano, no dudaron en enfrentar a sus propias familias para ingresar a los Cascos Alados, ahora con Panamá en democracia, iniciarían su carrera como profesionales, ese sería el primer caso que tramitarían.

            —Conocemos el caso, Gracia es compañera nuestra desde que esto inicio. Y sabemos que fue una injusticia, que afortunadamente para nosotros, tiene remedio.

            —Toman el caso.

            —Por supuesto que sí.  Empezaremos a estudiarlo esta misma noche. —Con ansiedad en la mirada, Alejandra inquirió — ¿Cómo sigue Kara?

            —Está respondiendo al tratamiento, pero todavía está delicada. No ha recuperado el sentido aún. —aliviado, Eric continuó. —Por el momento, la fiebre cedió.

            —Confíen en nosotros,  sabemos que usted es abogado, pero las leyes nuestras no son el sistema judicial norteamericano a base de precedentes judiciales de corte acusatorio y adversarial.

            —Lo sé, licenciado Bernal. Por eso los buscamos, para apoyarnos y no cometer errores al presentar los recursos, de manera que la reapertura no se nos caiga.

            —Creo que necesitaremos algunas otras pruebas  para hacer más fuerte el argumento para pedir reapertura de sumario.  Incluso tendremos que llevarla a declarar, ese viejo endemoniado acosaba a todas las adolescentes que vivían en esa casa, para colmo no les creían cuando lo acusaban.

            —Un pillo con suerte, Ale, eso fue, hasta que Kara se decidió a defender su virtud, apuesto que si hubiera sido ella la asesinada, ni por juicio pasaba ese cabrón.

            Aidan sonrió. Por lo visto, todas las aladas eran de ojos marrones oscuro, chocolates o negros, terciopelo acariciador por donde sacase la cabeza.  Y mujeres valientes que se rifaban la vida por lo que creían justo.

            —Veo que están de acuerdo conmigo, muchachos.  A trabajar. Tenemos que sacar a Kara de la prisión antes de que ustedes salgan de aquí.

            Alejandra y Federico no dijeron nada, el plan de ellos era quedarse en Panamá, tenían un estudio a medias y debían completarlo.  Consideraban que irse de su patria era huir sin enfrentar una consecuencia que más que eso, era orgullo patriota. Querían disuadirlos, ya que iban a estar en un país con una economía en el suelo después del bloqueo económico y de la Invasión,  existía mucho rencor, rabias y odios injustificados, gente que era capaz hasta de matar si se sentían amenazados aunque no les hubiesen hecho nada.

            Ellos se entregaron a estudiar el caso, escudriñando cada testimonio, cada prueba presentada,  ella no solo fue víctima de odios y rencores absurdos, una mujer empeñada en encubrir algo que la madre de la chica sabia, tomándola como rehén y chivo expiatorio y un hombre amargado que no soportaba que las chicas le dijeran no a sus propuestas.

            Eric seguía en el hospital, pendiente del mínimo cambio en el estado de salud de Kara.  El tratamiento era agresivo, levofloxacina, un antibiótico de amplio espectro para afecciones pulmonares graves, como la que ella padecía.

            —Si sigue evolucionando como va, le quitaremos los tubos de alimentación y el pulmón artificial.  —Afirmó animoso y lleno de esperanzas el doctor que la atendía —Lo que dije, es una guerrera.

            —Eso quiere decir que saldrá de terapia intensiva.

            —Sí.  —Afirmó el galeno —Solo hay que esperar que recupere la conciencia.

            Se acercó a la cama de la enferma.  Parecía una estatua de alabastro, hermosa y pálida, las ojeras bajo sus parpados, denotaban el sufrimiento y la tensión a la que estuvo sometida.  Eric acarició el cabello de la joven, negro y suave como el terciopelo.

            —Lucha, princesa valiente.  Hay gente que va a ayudarte a recuperar esa vida que te arrebataron.

            Y como si lo hubiera escuchado, la chica empezó a batir las pestañas.  El doctor se acercó a examinarla.  Estaba recuperando la conciencia.

            —Creo que ya la recuperamos, miradla, ya abre los ojos.

            En efecto, Kara abria los ojos en ese momento, al principio lo veían todo borroso, un rostro que se inclinaba hacia ella.  Pestañeó, confundida, intentó hablar pero le dolía la garganta y no podía articular sonido.  Trató de mirar a los lados, pero se sintió mareada.

            —Bienvenida al mundo de los vivos, niña, nos tuviste preocupados.

            Ella abrió y cerró los ojos, Eric la miró encantado, unos ojos negros preciosos, terciopelo puro como decía su hermano mayor.  Terciopelo que acariciaba y enamoraba, por su embrujo y misterio.

            —Kara, soy el teniente comandante Eric Pinehall, quien te trajo al hospital para que te atendieran después de sacarte de tu confinamiento. —Le contó — No hables, estás intubada, te encontrabas muy grave, con neumonía.

            Kara miró al atractivo desconocido que le hablaba, arrastrando un poco las palabras, dando a entender que era extranjero, concretamente, gringo.  Su padre odiaba a estos, pero si le gustaba acosar sexualmente a chiquillas que podían ser sus hijas, un curioso patriotismo, aplicado a su conveniencia.

            —Ya pronto te quitarán los tubos de alimentación y para que respiraras mejor, además del monitor cardíaco.  —Acarició su cabello —.Eres muy valiente.

            Ella pestañeo, dejando caer la cabeza en la almohada, se sentía mareada, fatigada, con una sed terrible y el dolor de garganta, producto del tubo alimentador que le habían puesto.

            —Este muchacho no se ha separado de usted ni un momento.  Se nota que estaba preocupado por usted.

            Ella le miró, con agradecimiento.  No sabía si estaba en la tierra, o en el cielo, y si era allá significaba que ella dejó de existir.   Y no era cierto. No estaba muerta, sentía dolor, sed, hambre, mareo,  los muertos no sentían.

            Unos minutos después, le quitaban los tubos de alimentación y solo le dejaron el tanque de oxígeno con un respirador delgado.  La garganta dejó de dolerle apenas se lo retiraron.

            —¿Cómo llegué aquí? —preguntó apenas pudo hablar, libre del molesto tubo endo traqueal en su garganta.

            —Estabas ardiendo en fiebre cuando te encontramos en la celda de castigo en la cárcel de mujeres.  Tuvimos algunos problemas para sacarte y traerte acá para que te curaran.  Tenías neumonía complicada.

            —Ahora recuerdo, un ataque de tos me dejo inconsciente, había vomitado mucho desde el día que me bañaron con hielo y agua fría, no podía respirar de lo congestionado que tenía el pecho y me estaba quemando viva.  Gritaba y nadie me escuchaba.  Tosía, no podía expulsar la mucosidad, me ahogaba.

            —No entiendo porque te bañaron con eso, sabiendo que eras asmática. Pudieron matarte con eso, que tal vez era lo que querían.

            —Me maltrataron mucho en la cárcel, la primera noche casi me violan cuatro lesbianas,  a la mañana siguiente me sacaron de allí para ponerme en un hogar,  tenía mucho miedo de que me pasara algo malo. La mayoría de las que estaban conmigo tenían faltas sumamente graves, como tráfico internacional de drogas, homicidio y una que mato al marido rociándole gasolina en la cama y prendiéndole fuego por que le fue infiel. Esa me tenía un odio africano.

            —Puedo imaginar el infierno por el que pasaste.  Tranquila, estas entre amigos. Me voy a encargar que reabran tu caso,  pero, tendrás que contarme por que estabas ahí.

            —Si le cuento la verdad, ¿me creerá? —inquirió dubitativa al hombre que estaba frente a ella con la bata esterilizada que le entregaban a los visitantes cuando iban a ver a alguien a la Unidad de Cuidado Intensivo.

            —Si, te creo.  No me lo has contado, y te creo.

            —En la tarde de la víspera del día de la madre,  llegué de la universidad con mis papeles de admisión, los días que debía asistir a presentarlos, mi padre se puso como loco, grito que no necesitaba más educación y que él me iba a enseñar a ser mujer,  y… no puedo seguir, esto es demasiado feo… —empezó a llorar, desesperada.

            —Kara, sé que es difícil, tienes que hacerlo,  de otra forma no podremos sacarte en libertad, ya tengo una idea de lo que pasó.  

            —Me llevo casi arrastrada a la alcoba donde él dormía con mamá. Me arrojó sobre la cama,  trancó la puerta, gritando que ya no iba a tener más consideración conmigo, que lo que mi madre no le daba, tendría que dárselo yo.  Empezó a desnudarse y luego me rasgo el suéter, yo tomé un abrecartas que había en la mesita de noche y se lo encaje en el cuello.   La sangre mancho mi blusa rasgada y mi pantalón.  Lo dejé ahí, salí corriendo cuando me atrapo la policía,  luego, se llevaron a mi mamá para el INSAM,  sin mediar informe ni nada, allá la dejaron, después que me condenaron, descubrieron que tenía cáncer, y la llevaron al Oncológico, allí estuvo  hasta que murió, el mismo día que me bañaron con agua fría.

            —¿Cuando te sentenciaron, se hizo algo para establecer que habías hecho eso en legítima defensa?

            —Nunca creyeron lo que declaré.  Testificaron que yo me le insinuaba, me dejaba ver desnuda en la ducha, me vestía provocativa para incitarlo,  en fin.  Y que cuando él, demostró que no iba a seguirme el jueguecito y que tendría que responder como mujer, aproveche su indefensión para herirlo mortalmente.

            —¿Qué edad tenias en ese tiempo?

            —Dieciocho años.  No he cumplido los diecinueve años todavía.

            —Fui condenada a diecinueve años con cuatro meses.  Sin derecho a fianza, tampoco a ver a mi mamá, la que sacaron del psiquiátrico, le diagnosticaron cáncer cervico uterino, y la llevaron al Oncológico, cuando pedí verla me castigaron como saben. Ella murió sin verme y creo que sin ver a mí hermana.

            —Mi hermano es abogado en una de las bases,  dice que ni un principiante lleva un caso en esa forma,  debieron empezar por meter un habeas corpus al principio, no dejar que te metieran a la cárcel como si fueras una criminal de alta peligrosidad.

            Kara estaba agotada del esfuerzo.  Eric se dio cuenta que había presionado demasiado a la chica.   Se acercó para acariciarle el cabello.

            —Por hoy, es suficiente, descansa. —La miró tiernamente y con dulzura agregó — Mañana vienen mis hermanos.  Debes decirles lo mismo que me contaste, si hay algo más que agregar, hazlo.

            —¿Por qué me salvó la vida —inquirió —No soy mas que una presidiaria, no valgo nada para que usted se preocupe por mi.

            —He visto muchas cosas absurdas durante esta ocupación, para agravar más la situación —y le acarició el cabello —Me interesa tu caso, voy a poner todo mi empeño y recursos para sacarte de esto. —añadió — Descansa, lo necesitas.

            Ella asintió y se quedó dormida.  Eric salió al pasillo, pensando en lo que le contaron.  Nada que él no sospechara.  Ahora tendrían que probar que ella no asesinó  a ese hombre premeditadamente,  eso era difícil y más con un caso que era considerado cosa juzgada.

            En esas cavilaciones estaba, cuando llegaron sus hermanos. El asistente del almirante estaba investigando con los vecinos de la casa del frente.  Las cosas iban por buen camino.

            —¿Lograron avanzar algo en su investigación? —Indagó —Ya volvió en sí, hable con ella y me refirió lo que ocurrió ese día.   —Aidan lo miró reprobador, la chica estaba demasiado débil para interrogarla.

            —¿Qué te dijo? No debiste forzarla a hablar, me imagino que estaba desorientada, mareada y débil.

            —Pese a eso, respondió.  Y me dijo algo más.  Nadie le creyó. —Comentó —Yo le creo, no me parece del tipo de mujer calienta huevos. —afirmó Aidan, la grosera expresión entre los marines de una mujer que les excitaba primero para luego negarse a responder como mujer.

            —Por supuesto que no.  —Observó Ethan  —Apenas es una niña, ese animal pretendía algo demasiado asqueroso.

            —Estoy de acuerdo contigo —afirmó Eric —Una mujer que es así, sabe lo que busca, —agregó — la mayoría de las que son así, buscan plata y comodidades sin que las obliguen a nada. 

            —Mírala —comentó señalando la cama donde dormía la chica, ajena a la conversación que sostenía  —No es del tipo de mujer que seduce para luego dejarte caliente.  

            —No creo que su madre tuviese tiempo de enseñarle como coquetear y como mirar, la mayoría de las madres latinas prefieren que sus hijas saquen un diploma a que se casen temprano.

            —No era lo que querían con esta —se rascó la barbilla —podría ser que no quisieran que estudiara para tener absoluto control sobre ella.

            —Hay padres que no aprecian los hijos que tienen. —sentenció Aidan —Si le sale un chico o chica díscolo, malo.  Y si les sale un buen hijo, tampoco están conformes.

            —Mañana hablo con ella, estudiare nuevamente este expediente —prometió Eric.— Debe haber algo que nos sirva para lograr que este caso se reabra.

            Semanas de trabajo intenso, Eric se dividía entre la oficina de su hermano, la de los abogados que estaban trabajando para reabrir el caso,  el hospital. Sin saber que en la sombra unos ojos siniestros observaban todo aquello.

            Aidan por su parte fue a ver a Gracia.  La llevaría a ver a Kara, su hermana.

            —Ya volvió en sí. Es momento de que la veas.

            —No tengo cómo agradecerle que se haya interesado en el caso de mi hermana. —expresó —Ningún abogado quería ayudarme con eso.

            —No me gustan las injusticias. —expresó. —Y menos contra mujeres indefensas, que no tienen quien mire por ellas. 

            —Lo de mi hermana fue sencillamente pase de factura. —aseveró —Alguien ganaría mucho con la destrucción de mi familia.

            —Me inclino a pensar que su madre sabía algo que ese alguien quiere a toda costa ocultar, por eso agarró de rehén a Kara.  

            —Mi madre nunca me dijo por qué no quiso volver a trabajar. —comentó —Le tenia terror a salir de casa, si hacía algún mandado, iba rápido y regresaba a casa para encerrarse.  —Recordó —Parecía como si la persiguieran.

            —¿Alguna vez te comentó algo de su pasado?-interrogó, pese a que no quería parecer inquisidor, necesitaba saber mucho mas de las dos hermanas.

            —Nunca me comentó nada, ni siquiera cuando una vez le pregunté por qué le aguantaba tantos maltratos a papá.  —continuó sacando los recuerdos de aquellos años—Solo me dijo que lo hacía para que no supieran de nosotras, que a su tiempo entendería todo.

            —Me comprometí a ayudarte a sacar libre a tu hermana —prometió —Pocos son los datos que tenemos sobre el caso y sobre ustedes —sonrió —Si algo me distingue, es mi terquedad cuando un caso me interesa.

            Gracia nunca tuvo admiradores, debía reconocer que estaba ante un hombre interesante, atractivo para cualquier muchacha impresionable.  Unos ojos azules hermosos, una sonrisa que dejaba muda a cualquiera.

            —Agradezco que se haya tomado el interés de ayudarme con el caso de mi hermana —dijo la chica con sinceridad —Ella es la única familia que me queda.

            —No me lo agradezcas todavía. —replicó —Cuando la veamos absuelta, será nuestro triunfo — le tomó una mano entre las suyas.

            No pudo evitar ruborizarse al sentir el calor de la mano masculina sosteniendo la suya. Lo miró, tembló interiormente al ver el brillo apasionado de los ojos de aquel hombre

            —Almirante, tal vez no pueda corresponderle. —suspiró cuando al fin pudo recuperar la normalidad en la respiración. Ese hombre podia detener o acelerar su pulso a voluntad. —Hay demasiadas heridas que deben sanar antes de pensar en lo que usted quiere.

            —Por ti, esperaría toda la vida, si es necesario —manifestó con pasión. —Ya tendremos oportunidad de hablar, Gracia —soltó la fina mano de la mujer —Concentrémonos en sacar a tu hermana del castigo injusto en que la metieron.

            Gracia bajó la vista, estaba abrumada por las atenciones  de Aidan, la vida le  habia enseñado que ningún hombre hace algo sin interés posterior. Desde que la echaron de su casa tuvo que bregar con hombres que buscaban quitarle la pureza para luego hablar de ella, convirtiéndola en una cualquiera.  Maryland le tendio la mano cuando más lo necesitó.

            —¿Con qué intención, hace esto? —interrogó —No le conozco lo suficiente para confiar en usted al cien por ciento.

            —Ninguna, salvo el interés en hacer justicia a una inocente que fue maltratada de modo inhumano —respondió —Mi familia fue siempre unida, me duele que le hagan daño a gente que no han hecho nada más que luchar por mantenerse a flote.

            —La vida me enseño que nadie hace nada sin interés. —afirmó la chica —Mi padre decía que yo era mala hija por no apoyarle en todos los desmanes que quería hacer con mamá —siguió hurgando en los recuerdos —Decia que las buenas hijas apoyaban a su padre en todo, fuera bueno o malo.  Era cruel, despiadado, cínico y odiaba todo lo que oliera a Estados Unidos.

            —El típico comunista de los países subdesarrollados. —comentó Aidan —Planean como hacerles la vida imposible a quienes no están de acuerdo con ellos, en medio de copas de finos licores y vinos carísimos —observó con desprecio. —Para ellos, la mujer es una simple esclava de sus caprichos y apetitos asquerosos, aunque sea su propia hija la que tenga que servir para estas labores.

            —Yo me rebelé. No quise aceptar el maltratar a mi madre —narró —Mi madre creyo muchas de sus mentiras.  Y yo estaba dispuesta a matarlo si era preciso, con tal que dejara  a Kara en paz.

            —¿Lo odiabas tanto para llegar a ese extremo? —interrogó

            —No voy a negarlo, lo despreciaba por ser tan malo con mamá y con mi hermana —replicó valientemente —Por eso me fui a unirme a la resistencia.  Estaba dispuesta a cobrarle una a una todas las maldades que les hizo.

            —¿Tenía enemigos?

            —No, que yo sepa. —negó Gracia. —El asistia a las reuniones del Partido del Pueblo, con maleantes iguales a él. —manifestó con repulsión —Queria que me juntara con uno, que ya tenia en su haber cinco uniones, y cuatro esposas muertas en circunstancis sospechosas.   Y no quise.

            —Y se ensañó con la mas pequeña de las dos.

            —Desgraciadamente a Kara le toco pagar todo lo que quería hacerme —se lamentó. —Debi matarlo cuando tuve oportunidad de hacerlo.

            Llegaron al hospital.  Kara al ver a su hermana se sintió contenta, al fin tenia al lado al único ser que compartía con ella sangre y afinidad.

            —Tranquila, chichi —la tranquilizó — El almirante es un buen hombre y un abogado de los mejores, te sacaremos de ese lio.

            —No tendré como pagarte la ayuda que me das.

            —Para eso estamos las hermanas, no es así?

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