Extraño |NoMin

By scaretwoo

563K 55.2K 146K

Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... More

Inicio
1. Mal entendido
2. Nada malo
3. Todo mal
4. Desastre
5. Llamada
6. Fragancia
7. Pensamientos
8. A medias
9. Girasoles
11. Agradecido
12. Fotos
13. Café
14. Mundo
15. Respuestas
16. Pelea
17. Perdedor
18. Especial
19. Canto
20. Siempre
21. Consecuencias
22. Amor
23. Despedida
24. Extraño
25. Regalos
26. Decisiones
27. Razones
28. Expuestos
29. Risas
30. Madre
31. Resplandor
32. Venganza
33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
34. Siempre tuyo; Parte 2
Capítulo final
Epílogo
Agradecimientos.

10. Culpa

16.7K 1.6K 3.1K
By scaretwoo

Muevo nerviosamente los cubiertos entre mis dedos, mordiendo mi labio inferior con fuerza. Siento su mirada sobre mí; un toque imaginario que incendia todo mi cuerpo y que amenaza con carbonizarme. Es como una respuesta automática, en donde sus oscuros ojos se posan, yo ardo por completo. 

   No tengo el valor suficiente para mirarlo de vuelta, así que clavo mi atención en el plato, perdiéndome entre en el vivo color rojo de las remolachas, que el tío Donghae acaba de darme para desayunar. La mesa es muy grande, pero justo tuvo que tocarme estar frente a Jeno. Debo tener la peor suerte del maldito mundo o el odio del destino, porque si no es eso, entonces no sé lo que es.

   Tengo las mejillas enrojecidas y las manos me tiemblan como gelatina. He intentado llevar un trozo de esa asquerosa cosa a mi boca, pero después de fracasar tres veces, desisto definitivamente. No sé que estoy haciendo. Al parecer mi lado lógico ha decidido desconectarse de mi cerebro y abandonarme a mi suerte.

   Ha pasado más de una hora desde que di mi primer beso y es ridículo afirmar que hay algo distinto. Pero la verdad, es que hay algo que cambió dentro y fuera de mí. Nunca creí que probar los labios de otra persona fuera así de alucinante. El suave aroma de Jeno aun lo percibo y las caricias de sus manos sobre mi cara, me hacen querer suspirar más de una vez.

   Todo lo que tengo en la cabeza es Jeno, Jeno, Jeno. Sus manos, sus ojos, sus labios...

   Los recuerdos me torturan uno a uno y ni siquiera me importa estar comiendo remolachas con ensalada de manzana y jugo de zanahoria para el desayuno. Estoy tan hechizado por el chico que esta frente a mí, que no tengo cabeza para pensar en nada más.

   — ¿Qué tal van las clases en el Instituto? —el tío Donghae deja de conversar con mis padres, para hablar conmigo. Debe sentirse ignorado. Desde que lo saludé por la mañana no he hecho otra cosa más que perderme en mis propios y absurdos pensamientos.

   —Bien —respondo a secas, aunque aun así trato de darle una pequeña sonrisa. Por suerte mis padres están ocupados dándose de comer en la boca. De lo contario ya los tendría sobre mí, intentando descubrir qué demonios me sucede.

   Mi tío por su parte, hace una mueca ante mi sencilla respuesta. Todavía siento la inoportuna mirada de Jeno, pero trato de demostrar que no afecta en absoluto.

   Que ya no me mire, pienso. Porque entre más lo haga más nervioso me pongo y no quiero terminar haciendo el ridículo. O al menos no frente a mi propia familia.

   — ¿Qué tal esta la comida?

   Me encojo de hombros y remuevo con el tenedor las remolachas.

   —Bien.

   — ¿Y el jugo?

   —Bien.

   — ¿Te gusto la ensalada de manzana?

   —Bien.

   Jeno suelta una risita que me aturde y saca de mi burbuja imaginaria. Levanto la mirada para entender lo que sucede, y me encuentro con los afligidos ojos del tío Donghae.

   — ¿Me estás escuchando al menos, Jaemin?

   — ¿Qué? —meneo la cabeza de un lado a otro y trato de acomodar mis ideas—. Cla-claro que sí.

   —Dijiste que mi comida estaba bien —mi tío se cruza de brazos y me mira con los ojos entornados, como si no me creyera—. Es obvio que no me estabas haciendo caso. Tú odias mi comida.

   Mierda, me atrapó. Abro la boca para decir algo y de esa manera poder defenderme. Pero aunque no quiera aceptarlo, sé que cualquier cosa que diga me va a dejar mal de todas formas.

   —Lo siento —me disculpo con sinceridad, tratando de ganarme su perdón con un puchero—. Los proyectos en la escuela me están dejando sin neuronas.

   Jeno es probablemente, el único en la mesa que sabe que estoy mintiendo. Y no muestra interés alguno en delatarme, pues se queda callado.

   —Espero que a tu amigo no se le esté secando el cerebro también —el tío Donghae pone los ojos en blanco, ganándose la atención de mi madre, que suelta una risita burlona—. ¿Qué te parece a ti mi comida?

   —Es muy buena —Jeno sonríe y hace de sus ojos dos medias lunas. Seguramente así se gana a todas las personas, con su preciosa y adorable cara. Ojalá yo también pudiera tener ese encanto nato—. Es una manera muy saludable de comer para estos días en donde todo es tan procesado.

   Y de inmediato le odio, porque él sí que ha tenido el ingenio suficiente para contestar algo coherente y hacerle ver a mi tío que está interesado en él y en su inusual estilo de vida.

   Jeno, a diferencia de mí, no parece nervioso ni a punto del colapso mental. Después de besarnos en el jardín, escondí la cara en su pecho y dejé que sus tiernas caricias sobre mi cabello apaciguaran mis agitadas emociones. Algunos minutos permanecimos de esa manera hasta que lo creí prudente y luego, continuamos recogiendo las flores, y todavía con nuestras manos entrelazadas, regresamos a casa.

   No hubo balbuceos torpes o palabras perdidas de su parte. Mantuvo su típica expresión seria y hasta fue perfectamente capaz de mirarme a los ojos sin ponerse nervioso o parecer arrepentido.

   Algo me dice que Jeno está demasiado consiente de todo lo que pasó, para ser verdad.

   —Tienes toda la razón, muchacho —una sonrisa de suficiencia y orgullo se esboza en los labios del tío Hae. Seguro esta es una de las pocas veces en que alguien joven le dice algo bueno de su comida—. Es una tristeza leer la cantidad de conservadores y azucares que tienen los productos de los súper mercados. Siempre he creído que no hay nada mejor que crear tu propio estilo de vida saludable.

   —Eso es cierto y también es de admirarse —Jeno dice con sinceridad, dejando los cubiertos de lado para darle toda su atención. Por fin me ha sacado la mirada de encima, ¡aleluya!—, imagino que mantener esa ideología cuando hay tantas personas que no lo entienden, debe ser difícil.

   — ¡Y que lo digas! —mi tío se cruza de brazos y suelta un bufido—. Más cuando esas personas son tu propia familia. Ya viste la actitud que tiene Jaemin. Ni siquiera le importa escucharme.

   — ¡Claro que sí! —me defiendo—. Estaba distraído, pero eso es todo, yo siempre te escucho tío.

   —Es muy temprano para que estés distraído Jae —mi padre interviene, mirándome con curiosidad—. ¿Pasa algo?

   Y es así como la mirada de todos en la mesa recae sobre mí. Incluyendo la del responsable de que mi cabeza esté hecha un maldito lío.

   Como si fuera una broma del destino, nuestras miradas chocan y sus ojos me envían sentimientos que no puedo manejar; como la incertidumbre y la esperanza. Poso mi atención sobre sus labios e instintivamente el deseo aparece. Tengo tantas ganas de estirar el brazo y enterrar los dedos en su cabello para besarlo, que me desconozco.

   Esto no puede estar pasando. Debo haber perdido la cabeza.

   —No —respondo, con un hilo de voz, regresando la vista al plato y tratando de pinchar un pedazo de manzana—. N-nada.

   Ignoro las burlas que insinúan que seguramente tengo algo en la consciencia que no me deja tranquilo y cuando termino el desayuno, del que ya ni siquiera quiero quejarme, me excuso diciendo que voy al auto a buscar el cargador de mi teléfono porque lo olvidé, y me pongo de pie, casi tirando la silla en el proceso.

   Es una excusa estúpida y que haya huido de esa forma va a darles mucho de qué hablar a mis espaldas, pero es necesario poner mis ideas en orden. 

   Tomo las llaves de la mesa del recibidor, porque es ahí donde mi padre las deja siempre que llegamos a esta casa y abro la puerta, sintiendo los vestigios del fresco aire de la mañana estampándose contra mis mejillas.

   Cierro la puerta y camino lentamente hacia el auto. Hay tanto en lo que debería de estar pensando que no sé por dónde empezar. Besé al novio de mi mejor amigo y todavía no puedo creerlo. En algún momento el peso de la realidad tiene que caer sobre mí, y eso es, precisamente lo que más estoy temiendo.

   Nunca quise ser un mal amigo, lo juro. Nunca tuve intenciones de hacerle daño a Renjun ni de traicionar su confianza. Hemos estado juntos desde hace años y en todo ese tiempo no he tenido intención alguna de lastimarlo, ni una sola vez. Lo quiero como a un hermano y lo aprecio y lo respeto. Pero después de esto, ya ni siquiera sé si puedo continuar siendo su amigo.

   Y eso es precisamente, lo que más me duele.

   Trago saliva y abro el auto, refugiándome en los asientos traseros pensar con claridad. Pero al hacerlo, las lágrimas comienzan a bajar lentamente por mis mejillas y una opresión en el pecho me hace cerrar los ojos. Me siento terrible, como un maldito traidor.

   Renjun ya no quiere a Jeno; ya no le importa, ya no lo escucha, ya no lo quiere ver. Una voz que quiero callar me aconseja. Pero no quiero escucharla, porque eso no es cierto. Por algo continúan siendo novios. Por algo decidieron estar juntos en primer lugar.

   Yo no soy nadie para terminar con su relación.

   Subo las piernas sobre el asiento y apoyo la barbilla en una de mis rodillas. Las lágrimas terminan en mis labios y el sabor es casi tan amargo como mis pensamientos. ¿Por qué Jeno me besó? Puedo entender que la primera vez fue mi culpa, incluso podría decirse que lo obligué a hacerlo, pero ¿y la segunda? Fue él quien me empujó hacia sus labios, arrojándome por el abismo. Fue él quien me hizo ver las estrellas una vez más.

   Jeno no me gusta. Es algo con lo que intento convencerme, pero es inútil, porque no es verdad, Jeno me gusta, realmente me gusta. Como ningún otro chico lo había hecho antes. No importa cuánto intente evitarlo o negarlo. Sé que es verdad, que pasó, que caí en una absurda trampa. Cada que lo veo mi corazón se acelera y escuchar su risa, equivale a perder la cabeza.

   Suspiro y llevo una mano a mi nariz, sorbiendo mis mocos. ¿Por qué tiene que gustarme alguien con pareja? Y lo peor, que esa pareja sea mi mejor amigo.

   Renjun no merece esto. No merece que le mienta. Me digo y es horrible saber que tengo razón. Si antes con solo tener a Jeno en mi casa no podía ser capaz de verlo a los ojos, ahora sencillamente no sé qué va a pasar.

   Golpes en la ventana me sacan un susto que cortaría hasta mis peores tristezas. Llevo una mano hacia mi pecho y veo a Jeno recargado sobre la puerta del auto, mirándome con preocupación.

   Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano y trato de recomponerme. No quiero que me vea de esta manera tan patética. No puede saber que la culpa me está carcomiendo por dentro.

   —Lo siento —abro la puerta del auto, evitando mirarlo a los ojos en todo momento—. No te escuche. Estaba buscando mi cargador.

   Y me hago el tonto, rebuscando en los asientos el cargador imginario. Ni siquiera me acuerdo si lo traje, pero con tal de no hacer contacto visual con Jeno, estoy dispuesto a usar cualquier pretexto.

   —Jae, ¿estás bien? —pregunta con seriedad, pero lo ignoro. Estiro la mano para tomar uno de los dulces que mi papá compró para el camino y me lo llevo a la boca. Si la mantengo ocupada tal vez me evite de decir una estupidez.

   —Jae —vuelve a decir, pero esta vez me toma del brazo, evitando que continúe llenándome la boca de dulces. Suelto un suspiro y trago la mayoría de ellos para poder hablar.

   — ¿Qué?

   — ¿Pasa algo?

   Me encojo de hombros pero de nuevo sigo sin contestarle. Jeno suspira y se sienta a lado de mí, cerrando la puerta del auto con cuidado, aunque me parece innecesario. No pienso quedarme a solas con él en este momento. Necesito urgentemente aclarar mi mente, no revolverla más.

   —Jae, ¿qué pasa?

   —No pasa nada Jeno, de verdad —esbozo una débil sonrisa para convencerlo y aparto mi mano de la suya. Sentirlo cerca tampoco ayudará a calmar mis emociones—. Estoy bien.

   — ¿Entonces por qué no me miras?

   Suelto una maldición por lo bajo y trato de reunir el valor suficiente para hacerlo.

   Pero no puedo.

   —No... buscaba hacerte sentir incómodo —Jeno se disculpa de repente—. Lamento lo de hace un rato.

   No te disculpes, por favor, no te disculpes. Quiero decirle, porque si lo hace significa que está arrepentido.

   Y eso es peor que cualquier otra cosa.

   —Me siento culpable, Jeno —finalmente decido ser sincero y aun con las piernas sobre el asiento, comienzo a juguetear con los cordones de mis zapatos—. Acabamos de traicionar a Renjun.

   Es aún más duro aceptarlo en voz alta.

   —Lo siento —vuelve a decir, soltando un largo y profundo suspiro—. Pero no es tu culpa Jae.

   — ¿Ah no?—por fin levanto la mirada y lo miró a los ojos, sintiendo que el corazón se me estruja dentro del pecho—, ¿Entonces de quién es? ¿de él?

   Y no es un reclamo, de hecho es una pregunta seria. Si Jeno pudiera decirme que hay un culpable en esta situación de mierda sería más fácil para mí, para él, para todos.

   Pero no hay respuesta y un silencio sepulcral nos envuelve a ambos. Creo que es todo, que no hay nada más que decir, pero Jeno últimamente se está especializando en ser de lo más espontaneo, porque lo que dice a continuación me deja desubicado.

   —Mía.

   —No es verdad —niego con la cabeza y trago saliva—. Jeno esto no es tu culpa.

   —Entonces tampoco es tuya.

   ¿Así es como vamos a resolver esto? ¿Tratando de justificar nuestros errores?

   —Jeno, eres su novio por el amor de Dios —me cubro la cara, no quiero mirarlo—, y y-yo su mejor amigo, ¿no te das cuenta?

   Definitivamente no necesito volver a llorar, pero eso es justo lo que hago. Bajo los penetrantes ojos de Jeno que analizan hasta el fondo de mi alma. No quiero continuar pensando en esto, ni tampoco en lo mucho que deseo que Jeno me diga que está bien, que él también lo quería. Que él también se estaba volviendo loco por no tenerme cerca.

   —Lo siento Jae, lo siento, por favor no llores —sus manos toman las mías en un improvisado movimiento y poco a poco comienza a apartarlas—. No soporto saber que te hago daño.

   Sus manos se posan en mis mejillas y remueve con las yemas de sus dedos las estúpidas lágrimas que tanto se empeñan en salir.

   Clavo la mirada en sus ojos y de nuevo lo siento. Esa corriente eléctrica que me recorre desde los dedos de los pies hasta las puntas de los cabellos. Es increíble como alguien a quien literalmente acabo de conocer tiene tanto control sobre mí, sin siquiera habérselo otorgado.

   — ¿Qué no lo entiendes? —digo con los nervios crispados, a punto de comenzar a gritarle—. Es una locura. No puedo creer que te haya besado. No puedo creer tú lo hayas hecho también, y definitivamente no puedo creer que tenga tantas ganas de volver a hacerlo otra vez.

   Y perdiendo por completo la poca cordura que me queda, estiro la mano y empuño su camiseta, para acercarlo hacia mí y estrellar nuestras bocas con violencia. Saliendo de un problema, para meterme en otro mucho más grande.

   Espero que el peso de la conciencia haga que me detenga, o que la culpa obligue a Jeno a apartarme y a gritarme que estoy loco, que lo deje en paz. Pero nada de eso sucede y en cambio, sus dedos se clavan en mi espalda y me atrae hacia su cuerpo, apretándome contra sus brazos con tanta fuerza que me cuesta respirar. Aunque no me detengo y él tampoco. Hace nada que aprendí a besar y ahora no puedo controlarme. Lo deseo tanto que pierdo el juicio.

   Su húmeda lengua delinea mi labio inferior y es casi automática mi respuesta de abrir la boca. Sus besos son como una adictiva sustancia que recorre cada parte de mi cuerpo y atonta mis sentidos. Aferro los dedos a su camiseta y siento nuestras salivas mezclarse. Su aroma se vuelve mi oxígeno y su respiración agitada, el impulso que necesito para seguir adelante.

   Muevo la cabeza hacia un lado y cierro los ojos. No sé qué hacer, no sé dónde colocar las manos, estoy tan hambriento de sus labios que escucho perfectamente como nuestros dientes chocan. Pero no es doloroso. Es glorioso, desconcertante y adictivo. Saco mi lengua con timidez y la choco contra la suya; Jeno sabe a manzana y jugo de sandía del desayuno.

   Comienza a caer hacia atrás y me lleva consigo encima, haciéndome quedar encima de su regazo. Por fin sé qué hacer con las manos y las coloco sobre la puerta, atrapándolo entre el asiento y mis brazos temblorosos.

   —Jaemin —susurra, jadeando—. Lo siento.

   Es como la enésima vez que se disculpa en el día sin tener una verdadera razón. Lo ignoro y continúo explorando su boca, pero me sorprendo cuando Jeno entierra las manos en mi cabello y me besa con desesperación. Como si estuviera sediento y bebiera de mí.

   Jamás creí que mis primeros besos serían de esta manera. Todo el mundo siempre se compra la idea de que el primer beso debe ser algo especial y delicado. Digno de un hermoso recuerdo.

   No se parece en nada a lo que ahora mismo estoy pasando, con un chico que jadea y que se aferra a mí con tanta fuerza, que me debilita.

   Siento sus manos ligeras como plumas, acariciar mi espalda y delinear mí espina dorsal. Apoyo los dedos en sus mejillas, y me aferro a él. Lo único que acompañan a mis funestos pensamientos, es el chasquido de nuestros besos.

   Y creo que podría quedarme así para siempre. Con su aroma y el sabor de sus labios, que son tan suaves. Creo que podría estar entre sus brazos por una eternidad y no quejarme nunca.

   Cuando la necesidad de respirar es tan imperiosa como para seguirse ignorando, me separó de él y me arrincono del otro lado del asiento, recargando la espalda contra la puerta. Todo a mí alrededor da vueltas y los labios me hormiguean. Llevo una mano hacia ellos y los toco, están tan hinchados que incluso han quedado calientes.

   Jeno se toma su tiempo antes de sentarse y pasar las manos por su cara; tiene el cabello revuelto y la camisa arrugada, ambos nos miramos con cuidado y el tiempo parece haberse detenido.

   Quizás sólo estamos buscando entender que es lo que ha pasado y cómo demonios vamos a intentar revolverlo. Pero el silencio continua y dado éste punto ya no sé si agradecerlo o no. Permanezco estático en mi lugar, temo moverme y arruinarlo todo.

   —Jaemin no te quedes callado —Jeno me mira fijamente y no puedo evitar perderme en las venas de sus brazos—, sólo lo hace más difícil.

   Lo miro y sé que tiene razón. Luce tan asustado como yo y no creo que eso sea algo bueno. Si pudiera escoger a alguno de los dos para ser el valiente, sin duda lo escogería a él.

   — ¿Y qué quieres que te diga? —pregunto con sinceridad, sin sonar a la defensiva—. ¿Qué te acabas de llevar mi primer beso.

   Jeno abre tanto los ojos, que de estar en un contexto diferente, ya me habría reído.

   — ¿Qué?

   Al parecer soy un experto innato en arruinar las cosas.

   —Olvídalo.

   Aparto la mirada y jugueteo con el seguro de la puerta. ¿Por qué tuve que decirle eso? Ahora solo me verá más como un perdedor.

   —Jaemin, ¿Hablas en serio?

   No hay burla en su pregunta, solo desconcierto y genuino interés. Es extraño que él no me crea. Sé que a mi edad es poco común no tener esa clase de experiencias, pero no tendría por qué mentirle con algo como esto.

   —Ugh... sí.

   —Lo siento.

   —Deja de disculparte, solo lo empeoras más.

   —No quiero hacerte sentir mal Jae, lo sien... No busco eso —Jeno toma mi mano y acaricia mis nudillos con suavidad—-. No pretendo lastimarte.

   Algo me dice que aquello es cierto. Que no busca hacerme daño y eso es suficiente para hacerme bajar un poco la guardia.

   —No quiero que sientas lastima o algo así —hago una mueca y dirijo la vista hacia nuestras manos que ya están unidas.

   —Nunca lo haría —Jeno sonríe un poco, pero sus ojos de todas formas ya lo están haciendo. Es chocante decir que sus ojos sonríen, pero en verdad sucede—. Simplemente se me hace un poco... no sé, sorprendente.

   — ¿Sorprendente? —ahora el sorprendido soy yo—. ¿Por qué?

   Jeno se encoge de hombros y su mirada me recorre de arriba abajo.

   —Eres tan bonito que me cuesta imaginar que no hubiera nadie que quisiera besarte antes.

   Su respuesta me deja en blanco. Aparto la mirada y las mejillas se me calientan. Dios, esto es tan terrible y absurdo.

   —Deja de decir tonterías —susurro.

   Jeno sonríe y termina con la poca distancia que había logrado interponer entre nosotros. Aguanto la respiración cuando sus dedos toman mi barbilla con firmeza.

   —No son tonterías.

   Lo miro y veo la sinceridad reflejada en sus ojos. No está intentando burlarse de mí. El realmente piensa que soy bonito.

   —Gra-gracias —tartamudeo—. No estoy muy acostumbrado a los cumplidos.

   —Pues deberías, porque algo me dice que comenzaras a escucharlos mucho de ahora en adelante.

   Esbozo una sonrisa boba, que intento ocultar casi inmediatamente. Jeno continúa acariciando mis mejillas y poco a poco nuestros rostros se acercan.

   Cierro los ojos y me envuelvo en su aroma, coloco las manos en su pecho y suspiro. Dios esto es lo que necesito y lo que anhelo. La familiaridad que siento en el acto es abrumadora. Pero no quiero que se detenga.

   Nos besamos en el auto hasta que nuestros labios quedan hinchados y nuestros corazones agitados. Hasta que las respuestas que buscábamos encontrar, se entierran debajo de todos los miedos.

   El peso de la conciencia va a caernos, pero aún no.

Es casi de noche cuando volvemos a la carretera.

   El viaje es igual de animado que en la mañana. Cantamos éxitos de los noventas hasta que nos duele la garganta y mi padre nos pide encarecidamente que dejemos de torturarlo. Mi madre por su parte, no deja de aplaudir y burlarse de mí cada vez que desafino.

   Llegamos a cenar antes ir a casa. Creo que de alguna manera mis padres se sienten culpables por habernos hecho pasar un domingo tan saludable. Terminamos en mi local favorito de comida rápida, con una hamburguesa de tres carnes y papas fritas con un montón de queso, en una charola fluorescente que de regalo tiene una figura de Sailor Moon.

   Buscamos una mesa y no es hasta ese momento, que mis padres nos dicen que van a volver en media hora porque van a pasarse al local de al lado para pedir comida china. Realmente no los culpo, creo que esto es demasiada grasa para ellos. Cuando le di la primera mordida a mi hamburguesa el queso y el tocino, al igual que el aceite, salieron desparramados por todos lados.

   — ¿Vas a comerte todo eso? —Jeno pregunta con una ceja alzada, mientras observa detenidamente mi charola.

   —Seguro y si no te terminas la tuya pronto, entonces también me la voy a comer.

   Lleva una de sus manos hacia su pecho y se hace el ofendido. Suelto una carcajada y para hacerle ver que no miento, estiro la mano y le robo una papa de su charola. El a diferencia de mí, sólo se ha pedido la hamburguesa sencilla y unas papas pequeñas.

   — ¿Dónde te cabe toda esa comida? —una mirada divertida y una sonrisa de lado, adornan su expresión—, si estás súper delgado.

   —No lo sé, supongo que tengo buenos genes —le guiño un ojo y vuelvo mi atención por completo a la hamburguesa. Me siento hambriento, como sino hubiera comido en todo el día. Cosa que realmente es cierta, pues la comida del tío Donghae de ninguna manera cuenta como un alimento completo.

   Jeno niega varias veces con la cabeza y comienza a comer. De vez en cuando le robo papas para ver su expresión indignada, porque me gusta que abulte los labios y aguade los ojos. Esa faceta de Jeno en donde no es tan malditamente atractivo, me mata. Adoro ver sus expresiones tiernas.

   Después de terminar con mí refresco extra grande, suspiro satisfecho y me recargo contra la silla, llevando las manos hacia mi estómago para sobarlo. Esto era lo que necesitaba. Una comida de verdad; con carne y gaseosa. No verduras y jugos de colores extraños.

   —Bien, creo que ya te comiste toda la tienda.

   —No seas exagerado, fue un combo grande.

   —Como para cuatro personas —Jeno ríe, señalando los paquetes de servilletas que venían en el combo—. Te dieron más de una. Seguro pensaban que lo ibas a compartir.

   Asustado, lo miro fijamente.

   —No me digas que querías y no te di.

   Jeno suelta una carcajada que inunda mis oídos. Una familia que estaba en la mesa frente a nosotros comienza a recoger sus cosas. Estamos a punto de ser los únicos que quedan en el establecimiento y mis padres todavía no llegan. Espero que tengan piedad y no nos corran.

   —Se veía apetitoso, pero no —Jeno toma la mitad de su hamburguesa y me la muestra—. Todavía ni siquiera me termino la mía.

   —Eres muy lento para comer —bufo y me cruzo de brazos—, ¿No tenías hambre o qué?

   —La diferencia es que yo si mastico mi comida, Jaemin.

   Jadeo con indignación y estiro la mano para darle un pellizco en una de sus mejillas. Jeno ríe y me lanza una papa frita que atrapo con la boca.

   —Wow, ¿Cómo hiciste eso?

   Me encojo de hombros y finjo modestia.

   —Ventajas de no tener nada que hacer algunas veces.

   —Voy a tomarlo en cuenta, para cuando quiera desarrollar un talento personal.

   — ¿Quieres ver uno verdadero?

   Jeno asiente y deja de comer para mirarme atentamente.

   —Seguro.

   —Pero es asqueroso.

   —No importa —dice, demasiado entusiasmado para mi gusto—. Entre más asqueroso, mejor.

   Lo pienso un poco más, antes de humillarme por completo. Cuando bebo demasiado refresco, puedo ser capaz de eructar medio himno nacional.

   —Voy a eructar las vocales.

   Mejor las vocales que el abecedario para no traumarlo tanto.

   Espero que me mire con desagrado como Renjun cuando se lo propongo, pero no lo hace. Al contrario, sus ojos brillan de la emoción.

   — ¡Adelante!

   Golpeo mi pecho con mi puño y comienzo;

   —A, E, I, O, U.

   La U por poco no me sale, pero logré salvarla.

   —Dios mío eso es increíble.

   Sonrió con orgullo y choco nuestras manos sobre la mesa.

   —Lo sé.

   — ¿Algún día me enseñaras?

   —No lo sé —finjo que me lo pienso—. Tal vez.

   —Egoísta.

   Le saco la lengua y le digo que mejor termine de comer porque seguro mis padres llegan en cualquier momento. O bueno, eso es lo que espero, la señorita de limpieza ya ha comenzado a hacer su trabajo y está colocando las sillas sobre las mesas.

   — ¿Hiciste todos tus deberes? —Jeno pregunta y después sorbe sonoramente de su bebida—. ¿No dejaste nada pendiente?

   —No, papá —pongo los ojos en blanco ante su inesperada preocupación—. Los hice desde el viernes. Algo me decía que iba a ser un fin de semana difícil.

   Termina de beber y deja su envase vacío sobre la mesa. Veo sus manos abiertas y no sé porque subo las mías y comienzo a jugar con sus dedos.

   —Jeno.

   — ¿Sí?

   Delineo sus nudillos y suelto un suspiro.

   —No te vayas.

   Me niego a mirarlo y continúo jugando con sus manos. Seguro piensa que soy un pesado que quiere atarlo a su vida por un simple beso.

   Y lo peor es que creo que ni siquiera se estaría equivocando.

   —Tengo que irme, Jae —y a pesar de que su respuesta es negativa, puedo notar la suavidad en sus palabras—. Ya te dije que no puedo esconderme para siempre.

   —Pero aquí estas bien —insisto, aclarándome la garganta—, quiero decir, no necesitas irte, ¿no estas cómodo con nosotros?

   Jeno tarda en contestar y aquello me asusta. ¿Y si en realidad no se siente cómodo y la única razón por la cual quiere irse es porque ya no nos soporta?

   —Como nunca lo había estado en mi vida.

   Levanto la mirada y lo que veo me rompe el corazón. Los ojos de Jeno están llenos de anhelo y algo más, que se asemeja a la tristeza.

   — ¿Entonces?

   Suspira y termina por entrelazar por completo nuestros dedos.

   —Tengo que encontrar una mejor manera de independizarme.

   Guardo silencio y respeto su decisión. Ambos terminamos envueltos por el sonido de la señora de la limpieza que mueve las mesas.

   —Creo que mis padres se olvidaron de nosotros —hago una mueca—. ¿Quieres salir a buscarlos?

   Jeno asiente y ambos nos ponemos de pie, todavía agarrados de la mano. Dejamos las charolas sobre uno de los contenedores de basura y agradecemos antes de salir.

   La luna nos recibe gloriosa, sobre un cielo oscuro que irónicamente parece brillante. Las luces de la calle están encendidas y pocas personas transitan por la acera. Pretendo soltarlo, porque si mis padres nos ven de esta forma no van a pensar la mejor de las situaciones. Pero el toque es tan agradable, que me aferro a él un poco más.

   — ¿Crees que de verdad se hayan olvidado de nosotros?

   —No lo creo —aclaro—, aunque bueno, últimamente están tan distraídos con su trabajo, que no me sorprendería.

   Ambos reímos y al mismo tiempo diviso a mis padres saliendo del local de comida china. Suelto sus dedos lentamente y Jeno se aclara la garganta. Por suerte ninguno nos ha visto.

   — ¡Lo siento mis amores! —mi madre se apresura a caminar hacia nosotros y cuando nos tiene cerca, nos abraza efusivamente al mismo tiempo—. Tu padre quería rollos primavera, pero apenas los estaban haciendo. Nos dijeron que esperáramos diez minutos, pero se tardaron más, ¿los corrieron de ahí?

   —No señora, Na —Jeno responde, regalándole una sonrisa a mi madre para tranquilizarla—. Decidimos salir a buscarlos porque estábamos preocupados.

   —De que pudieran haberse olvidado de nosotros —completo, mirándolos acusatoriamente.

   —Lo sentimos mucho —mi padre también se disculpa—, de verdad.

   Acepto sus disculpas, porque ya no quiero verlos mortificados y los cuatro caminamos hacia al auto, escuchando uno que otro chiste malo de mi padre que no es gracioso pero que de todas formas nos hace reír.

   El camino hacia casa es calmado y corto. Al llegar corro hacia la tele y sintonizo la programación de las ocho, alegrándome de que el programa sobre asesinos seriales todavía no haya terminado.

   —No vayan a dormirse tarde —mi madre advierte, acomodando los abrigos en el perchero—. Mañana hay escuela.

   —Sí, mamá. 

    Pero no estoy tan seguro de poder cumplir mi promesa, porque en la pantalla aparece que hay maratón. Me acomodo en una esquina del sillón e invito a Jeno con gestos apresurados a que tome asiento.

   — ¿Qué es eso?

   —Un programa de asesinos seriales —digo con emoción, subiéndole el volumen a la tele—. Te va a gustar, siéntate.

   Jeno se acomoda a mi lado y mira con atención. Me olvido por un momento que está a lado de mí y me meto por completo en la historia. Al parecer el tema de esta noche son los asesinos de mujeres.

   Y los casos son tan interesantes, que no me doy cuenta de que Jeno se ha quedado dormido. No sé a ciencia cierta si está cansado o si simplemente se aburrió, pero no lo juzgo. Hemos estado haciendo de todo desde la seis de la mañana.

   —Jeno —lo agito un poco, susurrando para no asustarlo—. Ve a la cama, vas a descansar mejor ahí.

   Tarda un poco en despertar, pero cuando lo hace parpadea un par de veces, tratando de acostumbrarse a la luz del televisor.

   — ¿Mhg?

   —Vamos a dormir —insisto, sin dejar de sonreír. Se ve tan adorable que me derrite el corazón.

   —Ay no, ¿ya termino el programa?

   Me parece tierno que se preocupe por ello.

   —Sí, Jeno, ya terminó. Ahora vamos a dormir. Mañana tenemos que levantarnos temprano.

   —Lo siento —murmura, mientras se pone de pie y estira los brazos—. No quería quedarme dormido.

   Le resto importancia al asunto y apago el televisor, quedando completamente a oscuras.

   — ¿Cómo se supone que sé a dónde voy? —protesta.

   —Tranquilo —susurro, tomando su mano con una sonrisa que obviamente no puede ver—. Yo te guío.

   No es la primera vez que debo regresar a mi habitación con las luces apagadas. Mis padres usualmente duermen temprano y me he hecho todo un experto en moverme sigilosamente como un ninja, para no despertarlos.

   —No veo nada —Jeno reprocha, aferrándose a mi mano—. Me voy a caer.

   Me burlo de él y continúo caminando. Palpo con mi mano libre las paredes y en menos de diez segundos ya estamos a dos pasos de nuestras habitaciones.

   —Ya llegamos.

   — ¿Qué? ¿Cómo lo sabes? ¿Tienes visión nocturna?

   —Solo conozco mi casa, Jeno —lo hace sonar como si fuera cosa del otro mundo, cuando en realidad no lo es—. ¿Puedes llegar a tu habitación o necesitas que prenda la luz?

   —No soy tan torpe —detecto algo de frustración en su voz—. Si puedo llegar.

   Y para comprobármelo, suelta mi mano y comienza a caminar, pero casi de inmediato el sonido de un golpe, acompañado de un gritito, me dicen lo contrario.

   Ha chocado contra la pared.

   Se me escapa una carcajada que trato inútilmente de ahogar con la palma de mi mano.

   —No te rías de mí, Jaemin, ¡no es gracioso!

   —No, no —susurro, sin dejar de sonreír porque de todas formas él no puede verlo—. No me estaba riendo.

   — ¡Claro que sí!

   —Ni siquiera puedes verme.

   —No necesito hacerlo para saber que te estás riendo de mí.

   Y sorpresivamente siento sus manos recorriendo mi rostro. Estoy a punto de preguntar qué es lo que quiere, hasta que siento sus dedos bordeando mis labios.

   — ¿Lo ves? ¡Estás sonriendo!

   No lo puedo evitar y me vuelvo a reír. Jeno jadea y ya ni siquiera me importa ser silencioso.

   —Ve a dormir Jeno, creo que lo necesitas.

   — ¡Ahora resulté paranoico! No lo puedo creer.

   Sus dedos me pellizcan la mejilla derecha y vuelve a entrelazar nuestras manos.

   —Buenas noches, Jeno.

   —Buenas noches, Jae.

   Pero ninguno de los dos se va. Los dedos que antes picaban mi mejilla, ahora están en mis labios y los acarician. Que no pueda verlo lo hace todo más intenso.

   Me acerco un poco más y choco contra su cuerpo. Deshago el agarre de nuestras manos y paso los brazos tras su cuello, acercándolo a mí. 

   Jeno actúa primero, recorriendo con sus tibios labios la piel de mi cuello. Suelto un suspiro que al escucharlo me extraña y es cuestión de segundos para que lo tenga sobre mi boca, besándome con fuerza.

   Sus manos se afianzan a mi cadera y es casi increíble la respuesta. Abro la boca y su lengua acaricia mi paladar hasta que las piernas me tiemblan. Suspiro y nos quedamos así, besándonos a mitad del pasillo con las luces apagadas y los corazones agitados.

   Somos conscientes de que esto está mal. De que cometemos un error. De que va ser doloroso después.

   Pero ni así podemos detenernos.

Continue Reading

You'll Also Like

19.4K 2K 34
Él se había vuelto más cálido. - +18 - Derechos de autor - Contenido explícito #13 Drugs 24/11/22 #8 Chittaphon 20/11/22 #6 SuperM 17/10/23
430K 43.7K 110
La verdad esta idea es pervertida al comienzo, pero si le ves más a fondo en vastante tierno más que perverso. nop, no hay Lemon, ecchi obviamente, p...
11K 1.7K 27
Na Jaemin solo quería resolver uno de sus traumas de infancia. Huang Renjun quería que todos le pagaran a tiempo. -- La flor de su juventud estaba pr...
613K 87.8K 100
Chats pendejos entre Lucas y Jungwoo. Lucas : Hyung Jungwoo : ¿qué pasó? Lucas : para preparar el cereal de los Dream ¿A qué temperatura pongo el hor...