El karma de Shirley [YA EN LI...

By LBSilva

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EN LIBRERIAS CON LA EDITORIAL MIRIFICAS. Cuando Shirley tenía nueve años creó su primer escrito para un tall... More

Sinopsis.
Aviso antes de leer
1. El inicio de la locura.
2. El no fantasma.
3. ¿Real o no real?
4. Un amigo es una luz.
5. Ratatouille
6. Macrisis
7. F.F.F
8. Como Christian Grey.
9. Despacito.
10. Falsas esperanzas
11. Lengua atada
12. Prohibido nuestro amor
13. Fantasmas en la casa.
14. Farsante.
15. Julian no está, Julian se fue.
16. Espejos.
17. Amante. [+18]
18. Helados.
19. El tren.
20. Mi reflejo.
22. Todo concluye al fin [Capítulo final 2021]
Epílogo
Nota final.
EL KARMA DE SHIRLEY EN FÍSICO

21. Frío

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By LBSilva


—¿Shirley? ¿Qué pasa?

Hernan me hablaba desconcertado del otro lado del teléfono y yo sabía el motivo: lo estaba llamando a la madrugada. Estaba todavía frente al mar, con mi precioso vestido caro y negro, mis zapatos llenos de arena y una sonrisa que no podía ver pero amaba. Había decidido llamarlo porque creía que las cosas tenían que cambiar. Yo tenía que cambiar finalmente.

—¿Te desperté? —me animé a preguntar, porque estaba siendo un poco desconsiderada en ese momento al llamar a un chico porque yo quería. Lo anoté en mi cerebro, esas cosas también tenían que cambiar. Tenía que dejar de ser tan egoísta.

—No, no, recién cerramos la cafetería. El corso nos está matando la vida social y las horas de dormir —me confesó mientras escuchaba mucha gente a su alrededor y sonreí, echando de menos a Lincoln por más que me sonara super extraño—. Pensé que estabas por acá, te iba a llamar... pero bueno, colgué.

—No estoy en Lincoln, estoy en Mar del Plata. Vine a un evento de escritores y bueno me acordé de vos.

—¿Por qué viste a un chico haciendo helado?

—Si querés pensar eso no te voy a detener —me atreví a bromear y no a confesarle la razón de mi llamado. Habría cosas que jamás diría en voz alta, sobre todo con respecto a Julian porque nadie las comprendería. Solo él y yo—. Quería saber si estabas disponible tomar algo.

—¿Ahora me estás invitando a salir? Que atrevida.

Me reí, sintiendo que las cosas podían ser realmente diferentes en segundos y que fácil cambiaba todo en el mundo. En un momento estabas tirada en el suelo, llorando en el baño de un evento y luego riéndote frente al mar. Sentía que las cosas estaban cambiando, pero, sobre todo, yo era un cambio constante. Mi editora había tenido razón, había que caer para levantarse. Me había caído, me había golpeado y había recibido golpes por donde se lo viera y aun así ahí estaba. De pie.

—¿Quieres o no? Sino puedo llamar a alguno de los pibes que conocí por tinder hoy —mentí, porque lejos estaba de haber contactado a alguien con esa aplicación del demonio. Del otro lado escuché a Hernán reír, encantado con mi manera de ser de un modo que yo desconocía pero me encantaba vivir.

—Sos terrible, ¿lo sabes?

—Me lo dijeron un par de veces, sí.

Las olas golpeaban con más fuerza y esperé sus palabras, sorprendida porque no me dijera nada. Entendí que había algo que le hacía dudar a Hernan y por unos momentos me pregunté qué iba a hacer si me dijera que no. Nada, iba a seguir adelante. No podía dejarme caer una vez que tanto había hecho para levantarme.

—Quiero, obvio que quiero...

—Pero...

—Pero hay una persona en mi vida que todavía no... todavía no se va —me confesó y yo humedecí mis labios al escucharlo, sintiendo que a mi me pasaba lo mismo. En ese momento, con esa magia única que él solo tenía, Julian apareció a mi lado. Sentado en la arena, vestido de camisa y pantalón de vestir como si hubiese ido a la fiesta conmigo—. Y no quiero faltarte el respeto teniendo a esta persona en la cabeza.

—Te entiendo...

—Dame un tiempo —me pidió cuando yo ya pensaba saludarme y desearle una buena noche—. Dame un tiempo para sanar y te prometo que seré un Hernán entero. ¿Me lo darás?

Me reí.

Tiempo era todo lo que tenía.



—Veo que ya me estás cambiando por otro nombre que se parece mucho al mío.

—La vida es una sola para esperar que el personaje de mi novela se enamore de mí —exageré y nos reímos por la tontería que había dicho en ese momento.

Lo miré y quise quedarme con ese recuerdo para toda la vida, como si fuera parte de mi. Lo vi sonriendo, con esos pequeños hoyuelos que se hacían en su rostro cuando me observaba y comprendí que lo quería. Lo quería muchísimo, pero aceptaba que él no podía ser parte de mi vida. No sé si en algún momento estuve enamorada de él o del otro Julian, sino que le dejé entrar en mi vida para que hiciera lo que deseara. Julian lo hizo y me dejó pequeños recuerdos que nunca olvidaría.

Las olas, la arena, las sonrisas tímidas o llenas de promesas pervertidas que nos moríamos por cumplir cuando estuviéramos solos. Sentí que Julian había estado ahí para darme lo que necesitaba: ayuda. Él me levantó del suelo cuando yo ni siquiera había aceptado que mis padres estaban muertos y me ayudó a ponerme de pie. De esa manera extraña, de esa manera que nunca entendería.

—Siempre te voy a querer —solté y noté preocupación en su rostro por lo que negué apresuradamente, tratando de quitarle un peso de encima—. No de una manera romántica, no voy a estar enamorada de ti y eso me impedirá conocer a nuevas personas. Sino que siempre voy a recordarte.

—No tengo intenciones de irme todavía, faltan algunas cositas más —me informó y asentí, porque entendía que había cosas que no había cerrado. Había situaciones que todavía tenía que vivir y entender. No sabía cuales, así no funcionaba la vida, así no funcionaban las cosas con Julian tampoco—. ¿Quieres ir al agua?

—¿Qué? ¿Estás loco? Debe estar helada...

—¡Vamos, boluda!

Lo que faltaba, que me dijera de ese modo. Julian estaba poniéndose cada vez más argentino que el real y me reí al comprender que tal vez era porque yo lo deseaba. Me puse de pie, dispuesta a seguirle el deseo porque él era bueno para mi. Él creaba recuerdos que siempre me acompañarían cuando estuviera de nuevo en ese lugar. Iba a recordar mi charla con mi editora, el intento con Hernán y Julian y yo yendo en pelotas al agua. Sí, porque nos metimos en ropa interior para el desagradado de las personas de la cafetería.

—¡La puta madre! —grité enojada cuando me lancé directamente al agua y me empapé por completo. Julian se reía con ganas, como si le saliera del estómago y me tiraba más agua para que yo me congelara como un hielito. Hice lo mismo y por momentos lo único que hicimos fue lanzarnos agua como tarados, cagandonos de frio como idiotas—. ¡Te voy a matar si me resfrío mañana, Julian!

—Vos me querés matar por todo.

Volví a reír a escuchar su voceo en la conversación, como si estuviera perdiendo lentamente lo característico de un personaje neutral. Tal vez ya no era mi personaje, tal vez era solo una persona real que estaba ahí para mi. No lo sabía. No había explicaciones y tampoco las deseaba tener. Julian era eso. Era esa persona que se acercaba con las olas golpeando su cuerpo y me besaba para hacerme entrar en calor en la noche más fría de verano.

Mis labios fueron acariciados por los suyos y dejé que me envolviera la cadera mientras yo envolvía su cuello. Podía sentir su corazón latiendo cuando nuestros pechos se acercaron y sonreí contenta al ver que él también sentía por mi. Ese día fuimos uno. En la playa con besos que estaban lejos de ser inocentes, cuando corrimos a vestirnos porque un guardia de seguridad nos retó y cuando llegamos al hotel empapados.

—¡No pueden entrar a las instalaciones así! —nos gritó el hombre al vernos ingresar al lugar cagandonos de risa, con nuestra ropa puesta pero empapada, arena, agua y hasta caracoles.

—No pueden pagarme la fortuna que me pagan y acá estamos —resoplé fastidiada. Un hotel cerca de la playa que no te permitiera entrar mojada era una estupidez.

Entramos entre risas y en vez de ir a la ducha como dos personas normales, que tenían dos neuronas, nuestros besos volvieron a aparecer en los pasillos del hotel. Besos torpes mientras tocaba el botón del ascensor, besos ardientes mientras nos golpeabamos con las paredes del pasillo y besos ansiosos cuando buscaba la tarjeta de la puerta. Una vez más estaba ahí, deseando a Julian con todo mi ser. Notaba que él sentía lo mismo, que él estaba desesperado por mi en ese momento en donde todo parecía ser solo esos. Nosotros dos. Julian y Shirley en la habitación del hotel más caro de Mar del Plata.

Julian y Shirley besándose sobre las sábanas más caras del hotel de Mar del Plata. Julian y Shirley haciendo el amor en las sábanas más caras del hotel de Mar del Plata. Esa noche éramos eso. Éramos arena, caracoles y mar. Y esa noche, fue todo lo que necesitaba tener.



La noche siguiente despedimos Mar del Plata yendo al faro, ese que solía mirar desde el hotel y admirar. No nos metimos al agua porque nos dijeron que estaba más fría que de lo normal. Siempre había sido fanática de ese lugar, lo había visto cuando era pequeña, pero había otro lugar que me gustaba más. Tomé la mano de Julian y le dije que lo iba a llevar a un lugar especial.

Cuando había sido más chica, mi familia me llevó a Mar del Plata de vacaciones y lo recordaba con mucho cariño. Había sido unas vacaciones preciosas y me habían encantado. Éramos como cuatro personas en una pequeña casita, ya que habíamos invitado a una familia amiga para poder pagar los gastos. Había disfrutado mucho, aunque también había sufrido mucho.

Las hijas de esa familia tenían como doce o trece años y eran realmente preciosas. Para esa edad, todos los chicos se daban vuelta para mirarlas y admirarlas. Yo en cambio era la gordita del grupo y nadie se dignaba a mirarme. Tampoco tenía mucho dinero, así que no podía comprarme cosas. Mi tia me hacía ropa y yo la usaba como podía. Lo cierto era que parecía una carpa, una tienda de campaña. Y había sufrido mucho haber sido tan gorda y fea en ese momento.

Caminaba con Julian contando esas cosas mientras íbamos por la costanera que tanto le gustaba a la gente. Conocía el lugar casi de memoria, ya que de adulta había tenido la oportunidad de ir una vez más a Mardel para reencontrarme con ese lugar. Caminé y caminé, contando anécdotas divertidas y explicandole a Julian cosas que él escuchaba con mucha fascinación. Era un buen oyente y sabía cuándo preguntar cosas para obtener datos de interés. Me gustaba tenerlo a mi lado en esos momentos.

El lugar estaba bastante arruinado debido al mar tan violento que se había comido mucha más playa de la que el mundo se sentía capaz de admitir. Cuando finalmente encontré el lugar que había amado toda mi adolescencia, me detuvo en seco al comprender que la naturaleza se lo había llevado. El mar se había tragado mi lugar favorito en Mar del Plata. Un lugar que tenía todo tipo de sentimientos para mi.

—Era acá... pero ya no está —susurré mirando hacia abajo y buscando entre recuerdos lo que quería encontrar. Tenía el mapa en mis manos y recordaba que había marcado ese lugar con mucha dedicación una noche cuando las hijas de la otra familia jugaban a cambiarse como si fueran a bailar. Pero el lugar no estaba y con ello, mis sentimientos.

—¿Cómo era? —quiso saber Julian, tratando de hacerme sentir aunque lejos estaba de lograrlo.

—Era hermoso —admití casi al borde del llanto, sintiendo que mi corazón se rompía en pequeños pedacitos y me angustiaba de solo pensar que no podía tener un recuerdo porque me faltaba el lugar. Era cerca de Playa Chica, lo recordaba muy bien y me acordaba el pequeño caminito que me llevaba adonde quería—. Era por acá, me acuerdo puntual. Habíamos caminado con Tamara y Mara, las chicas que te conté, y nos dimos cuenta que había un balneario abandonado... y ahí estaba.

—Vamos, cuéntame como era.

—Era precioso. Acá... acá te escribí por primera vez —confesé finalmente y Julian alzó sus cejas sorprendido por esa confesión tan repentina. Por eso quería ver el lugar, quería crear recuerdos en lugares en donde me había sentido desolada. Él lo había dicho—. Había una especie de mirador y vos podías sentarte para ver como las olas rompían las piedras. Supongo que con el tiempo... ya sabes, el mar terminó por destruir las piedras hasta comerlas. Que tristeza... era precioso. Podías cerrar los ojos y sentías que las olas te golpeaban, pero no, y luego caían gotitas de agua sobre tu cuerpo... era precioso.

De hecho, comprendí que no estaba más el balneario ni la pileta abandonada. Todo se lo había llevado el hombre, aunque era algo entendible porque había estado muy olvidado y era peligroso. Pero se habían llevado un recuerdo mío y ya no podía traerlo. Me recordé sentada en una de las piedras seguras, escribiendo sobre lo mucho que me gustaba Julian y cuánto quería que fuera mío. Sin embargo, nada de lo cumplido sucedió y el recuerdo se lo llevaron. Me lo sacaron para siempre.

—No te sacaron el recuerdo —me dijo Julian y lo miré confusa, siempre en mi mente aunque no quisiera. Lo notaba algo conmovido por lo sucedido de todos modos, como si su existentencia terminara al no encontrar el lugar en donde lo cree—. Estará siempre en ti por más que te quiten la playa, el balneario y el lugar que tanto amaste cuando lo necesitabas.

Sonreí, aquello era cierto. El lugar no estaba, pero los recuerdos no se iban a ir nunca. Iba a recordar lo que sentí, lo que sufrí y viví en esas rocas tan maravillosas. Esa ciudad me había dado buenos recuerdos que yo había borrado hasta que vinieron a mi a recordarme que había pasado un buen momento. Un momento como ese.

Julian me envolvió en sus brazos por la espalda y disfrutamos de las olas golpeando las rocas, como cuando era niña y creía que aquello era magnífico. Con el tiempo conocí otras bellezas, me llené de recuerdos preciosos que mis ojos pudieron apreciar. Ese era uno más, iba a ser uno que le iba a contar a mis hijos y los traería a una playa que no existía pero vivía en mis recuerdos. Como Julian, como nuestra relación. Como lo que yo llamaba 'nosotros'.

Él era mi playa, era el lugar que nunca volvería a encontrar, pero vivía en mí y para siempre. Sonreí, una vez más.


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