LO QUE NOS HICIERON CREER © [...

By NadineGarces

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Ella creía que él estaba muerto. Él creía que ella lo abandonó para casarse con otro. Dos vidas destinadas a... More

NOTA DE LA AUTORA
Prólogo - (Antoine Devine, 1820)
Capítulo 1 - (Ágata Banks. 1825)
(Antoine Devine, 1825)
Capítulo 2 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine)
Capítulo 3 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 4. (Ágata Banks).
(Antoine Devine).
Capítulo 5 - (Ágata Banks).
(Antoine Devine).
Capítulo 6. (Ágata Banks).
Capítulo 7. (Ágata Banks).
(Antoine Devine).
Capítulo 8. (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 9 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
FANARTS
Capítulo 10 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 11. (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 12. (Ágata Banks)
Epílogo - (Antoine Devine, 1826).
ANTICIPO #LQNHD

(Antoine Devine).

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By NadineGarces

Caminamos detrás de nuestro padre que con un simple gesto como ladear la cabeza nos indica que salgamos hacia el jardín. Una vez allí, nos adentramos en lo más profundo, donde estaba la fuente con la que me senté a pensar sobre mi futuro reencuentro con lady Banks un día atrás.

Él se cruza de brazos y nos mira con el ceño fruncido, lo que me provoca incomodidad y al parecer a mis hermanos también.

–Con qué creían que lady Farell me tenía hechizado y que yo le lamía su mano ¿no? señores –dice en tono gélido mientras levanta una ceja.

Mis hermanos me miran con cara de reproche a lo que respondo encogiéndome de hombros «Maldición»

–Sigo esperando sus respuestas –continua.

Amílcar palmea mi cabeza.

–Pelmazo –dice.

–Ejem –toce alto nuestro padre.

–Eso es lo que aparenta padre –aventura Amadeo– Lo siento, ya lo he dicho y no... no ponga esa cara, padre. Desde que Antoine se fue, parecía como si viviera y viera única y exclusivamente por medio de esa mujer.

–¿Qué podía hacer muchacho? Tú y Amílcar estaban lejos también, Antoine es el menor de ambos, mi preocupación era mayor por él, por lo menos hasta que pudiese solventarse por sí solo. Después de su partida, no me quedó más de qué preocuparme o acaso ¿querías que este viejo se quedara pensando solo toda su vida lo que iban haciendo por el mundo cada uno de ustedes? –levanta de nuevo la ceja mientras fulmina con la mirada a Amadeo.

Este se sonroja escandalizado, ¡Dios santo! Si parecemos niños de cinco años delante de nuestro padre.

–No son nadie para juzgarme, señores –continua– no se olviden quién es el lord aquí –dice apuntando con un dedo hacia abajo– no ha sido la única vez que he tenido a una mujer a mi lado y parezca o no, sé muy bien cuánto intenta manipularme. Pero jamás lo ha conseguido y no habrá una vez que lo haga, no ha gastado ni un solo penique de oro a no ser que se lo haya dado por mi propia voluntad. Las decisiones las he tomado yo, pretendo que la escucho, pero al final lo que yo haga es mí decisión. Entonces no, hijos míos, no tienen ningún derecho a decirme lo que aparento o no y mucho menos de desconfiar así de su viejo...

–Lo sentimos padre –dice Amílcar incapaz de encontrarse con su mirada y clavando sus ojos en el césped.

–Así es... –dice Amadeo imitando su gesto.

–Yo no he dicho...

Amílcar me golpea con su codo en las costillas, lo miro furioso.

–También yo, padre –suspiro y hago una breve reverencia en señal de respeto.

–Bien. –dice él– espero que este tema no vuelva a ser tocado en esta familia. Deben confiar en mí, sin importar que los demás me declaren loco ¿quedo claro?

–Si señor –decimos los tres.

–Ahora –suspira– necesito saber con gran detalle el asunto con lady Farell y lord Hugh...

Entre los tres procedemos a explicarle con calma y en voz baja, las conclusiones que sacamos acerca de los motivos que incentivaron a lady Farell a crear todo aquel conflicto, empezando por que ella sabía de la herencia que podría adquirir si yo desposara a una dama hasta terminar por la aparente relación que tiene con lord Hugh y de los que ninguno estaba al tanto.

–No es para nada una coincidencia que ambos supieran de tu llegada hijo –dice mi padre.

–El padre de lady Banks estaba al tanto de mi recuperación y prefirió guardar silencio, según lo dijo el señor Banks.

–¿De cuánta gente implicada en esto estamos hablando?

–Pensándolo bien, de tres, el padre de lady Banks, lady Farell y lord Hugh –responde Amílcar– no sabemos cómo se han involucrado los tres para llevar a cabo la farsa.

–Aparentemente se realizó solo para hacerle daño a lady Banks, porque dos de ellos tienen relación cercana con ella –Amadeo rasca su barbilla.

–Debe haber algo detrás de todo ello. –concluye nuestro padre.

Recuerdo por un momento la revelación de nuestro padre hace menos de cinco minutos y mi mente comienza a trabajar rápidamente en una descabellada conclusión.

–Ahora que lo menciona padre –digo– usted dijo que solo le daba el dinero que usted quería a lady Farell.

–Ajá –dice entrecerrando los ojos.

–Y ella sabe que seré el heredero de una fortuna mucho más grande que la que posee ahora, porque mi madre dejó intrínseco que quería que la totalidad pasase al menor...

En esos momentos Amadeo y yo nos miramos, no tuvimos problemas con ese testamento ni intercedimos al respecto porque cuando mi madre lo realizó no sabía quién sería el último hijo que tuviera, además del hecho de que Amílcar y yo no habíamos nacido para ese entonces.

No era muy normal que las mujeres tuvieran herencias, ya que al casarse todo quedaba en manos del marido, pero mi padre no creía en ese principio, por lo tanto, dejó que mi madre conservara todos sus bienes concedidos como dote y que invirtiera en otros proyectos para maximizar sus ganancias.

–Ella solo se comporta bien contigo –prosigue Amadeo– lo que podría decirse que...

–Tiene interés sobre ti, hermano –lo interrumpe Amílcar.

Todos nos escandalizamos, mi padre suelta una maldición apenas audible. A pesar de ser descabellada y retorcida la conclusión que arrojó Amílcar, es suficiente para encajar la cavidad sobre ciertos compartimientos de lady Farell hacia mí, y al final de todo ella sigue siendo joven.

–Pero no podría llegar a mi....

–¿Quién asegura que no? –dice Amadeo.

Sonrío.

–Tendría que matar a mi padre... –encojo los hombros.

Por un momento la idea pesa sobre mi cabeza y aparentemente en la de todos. El silencio se apodera de nosotros, impulsivamente miro hacia él.

–Debe cuidarse padre. –murmuro con voz queda.

Todos lo miramos igual, mi padre aprieta las manos y asiente.

–Así será –suspira– no podemos subestimar su alcance, cosas peores se han visto... y si hay algo entre los tres, sospecho que debe ser más grande de lo que imaginemos. Por lo pronto, encarguémonos de aparentar desconocimiento total del asunto y disimulemos la protección de lady Banks. Lady Farell vino a esta familia por mí y es la causante de todas las desgracias que le han sucedido a esa pobre muchacha, por lo tanto, me siento responsable de ella, ahora tengo total claridad.

–Nosotros ya estábamos dispuestos a protegerla después de lo que sucedió ayer padre –dice Amadeo.

–Bien, seguirán así –dice él– estaré vigilando a esa mujer.

–Será mejor que volvamos a entrar, debemos prepararnos para los juegos –dice Amílcar, advirtiendo igual que los demás, el murmullo de un grupo de personas a lo lejos.

Cambiamos el tema mientras salíamos del jardín y al entrar a la mansión, nos dirigimos a nuestros respectivos aposentos.

Minutos después nos encontramos de nuevo en las afueras, frente a amplios campos con que cuenta la residencia. Todos vestimos trajes de jinetes para participar en la carrera de equinos.

Sonreímos los unos a los otros cuando nos encontramos en el camino, de pronto, sale a nuestro encuentro lady Farell con un vestido veraniego de color carmesí –color de casi toda su vestimenta– dejando entrever su cadera en forma de avispa por el corsé y lo voluptuoso de sus senos, su cabello va recogido acompañado un sombrero negro con una rosa roja sobre él y los guantes del mismo tono, se ve peligrosamente sensual rayando lo vulgar.

Me sonríe de forma coqueta y le sonrío de vuelta, miro de reojo a mi padre quién con fingida apariencia la mira sonriendo así que, y ahora sé que estamos siguiendo el juego.

Algunos de los invitados ya comenzaron a participar en ciertos juegos como críquet, golf, entre otros, mientras algunas damas tomaban el té y conversaban en mesas preparadas para ello.

Lord Hugh sale de la mansión con aspecto elegante, con una sonrisa reluciente, mira hacia nosotros mientras se acerca. Como si hace unos minutos o un día antes no hubiera pasado nada.

–Lindo día verdad ¿señores?

Lo miro con cierto recelo.

–Estoy completamente de acuerdo con usted –dice mi padre.

–Di la orden de preparar a los caballos para la carrera –mira alrededor mientras cruza una mirada de disgusto por el sol cuando intenta mirar hacia arriba– ya que no han llegado todos los invitados, tendrán que disculparme y ser pacientes, espero que esta vez no haya un accidente con el caballo –sonríe.

Le sonrío con cinismo, conteniendo las ganas que tengo de ahorcarlo. Reprimo el impulso con todas mis fuerzas, es entonces cuando reparo en la ausencia de lady Banks y comienzo a preguntarme dónde podría estar.

Miró hacia las puertas de la mansión cuando de pronto, con su apariencia imponente y altiva aparece Lord Bridge, el padre de lady Banks, con su esposa agarrada de su brazo.

Él nos mira con recelo y su fría mirada se encuentra con la mía.

A pesar que mi padre, crea una gran intimidación a los hombres, éste en general, lo único que me genera es desagrado. Estoy considerando seriamente a quién golpearía primero, si a este canalla o al otro que tengo al lado.

–Ah, los invitados que faltaban –sonríe lord Hugh.

Con paso galante y con gracia, lord Bridge se acerca hacia nosotros. Su esposa no aparta los ojos del suelo, lo que me confirma lo que lady Banks decía de aquella. Era solo una pobre mujer a la merced de un bárbaro.

–Qué sorpresa tan gratificante –dice éste mientras sonríe hacia mí– muchacho, se te olvidó decirme que la familia Devine nos deleitaría con su presencia –se dirige hacia lord Hugh mientras continua– esos detalles no se deben pasar por alto...

–Lord Bridge –lady Farell hace una reverencia poniendo en evidencia la profundidad de su escote.

–Señorita... –la mira mientras traga saliva– Devine, un gusto saludarlos –intercala su mirada entre todos.

Mis hermanos y yo, asentimos. Ahora es más cierto que necesito un buen trago de Whiskey. Mi padre y lord Bridge cruzan miradas.

–Lord Filey –sonríe– hace tiempo que no nos cruzábamos –realiza una reverencia.

–Así es lord Bridge –un destello de ira cruza por los ojos de mi padre, reflejando lo que yo siento, en él.

–Fue una gran idea invitarnos a todo lord Hugh, todo está muy bien organizado, es una lástima que no pude asistir el día de ayer...

Al parecer el lord no sabía aún que hasta su propio hijo estaba en la mansión, vaya consideración por su parte. Mi atención se centra en la señora Banks.

–Milady –digo– ¿Se encuentra bien?

Ella se sobresalta por un instante, la ira se hace inminente en mis venas cada vez, su mirada sube titubeante y nuestros ojos se encuentran, la señora parece haber envejecido diez años más de los que tiene, su rostro está demasiado delgado, dejando entrever así las torturas y palizas que ha sufrido, su conducta es sumisa y, sin embargo, no ha bastado para quitarle la belleza con la que un día la conocí, el día que decidí cortejar abiertamente a lady Banks. Sus ojos verdes al igual que los de su hija denotan una amarga tristeza y arrepentimiento.

«¿Por qué?» me pregunto internamente y llego inmediatamente a la conclusión de que es probable que ella también supiera de mi recuperación. De nuevo la ira toma lugar, no la culpo pues su mirada también me dice que de haber sido por ella le habría dicho toda la verdad a lady Banks, de haber sido por ella...

–Estoy bien –dice en voz baja– muchas gracias por preguntar –sonríe débilmente.

–Qué considerado de su parte señor Devine de preguntar a mi mujer, últimamente no la tienen en cuenta para nada. Es como si no anduviera con nadie del brazo –sonríe en tono de burla.

Me deja sin aliento su despectivo comentario, la señora vuelve a bajar su mirada y puedo sentir por ella una gran humillación por la forma en que su marido la trata.

–En fin, caballeros –interrumpe lord Hugh– lord Bridge y yo nos adelantaremos a los establos, quienes deseen unírsenos a la carrera, son bienvenidos –sonríe.

–Será mejor que vayas a donde están las damas, querida –dice en tono seco lord Bridge a la señora Banks.

Ella asiente y sin decir más camina de forma casi tímida hacia donde le es indicado. Ver esto me indigna, yo que estoy acostumbrado a ver mujeres virtuosas, descaradas y sin tapujos, no se me hace nada agradable que una de ellas se comporte de esa manera.

–Deberás comportarte –susurra Amadeo.

–Caballeros –se vuelve lord Bridge en forma de despedida, me mira fríamente, sonríe y camina junto con lord Hugh hasta los establos.

–Será mejor que la acompañes, querida –le dice mi padre a lady Farell.

–Con esa mujer ¿milord? ni loca, capaz y me pega alguna maldición de esa familia. –la mira con gesto de disgusto.

Aprieto la mandíbula ante su comentario, pero esta vez no decido dirigirle la mirada y poner en evidencia la ira que bulle en mi interior.

–Ve, querida –dice mi padre con fingido cariño.

–Está bien milord –dice ésta– por ti, lo que sea.

Le da un fugaz beso en la boca y se retira rápidamente con una sonrisa en el rostro, dirige una última mirada hacia mí con promesa de algo y sale en camino hacia el conjunto de damas.

–Será la semana más larga de mi existencia –suspiro mientras me cruzo de hombros.

–Sabemos que así será...

El señor Banks llega a nuestro encuentro.

–¿Qué tal señores?

–Por ahora todo va bien, Farid –dice Amílcar que es con el que más ha tenido relación.

–Acabamos de encontrarnos con tu padre –murmuro.

Él se enrojece.

–No preguntó por ti si es lo que piensas –remata Amadeo sonriendo malicioso.

–Me extrañaría que lo hiciera –responde él a su burla.

Todos sonreímos abiertamente.

–Si pienso en cómo lo tomará mi hermana –dice.

–Por cierto ¿dónde está? –pregunto con demasiado interés.

–¿Y se supone que el asunto estaba zanjado? –dice Amadeo con una sonrisa en el rostro mientras levanta una ceja.

–Todo ha cambiado ahora hermano, esto apenas empieza –sonrío.

El señor Banks blanquea rápidamente los ojos y da una pequeña sonrisa.

–Esta con mi esposa, debía alistarse para salir hace media hora, me imagino que se habrán quedado charlando. ¿alguna novedad aparte de que está aquí mi padre?

–Ninguna otra.

–Bien, vayamos entonces a jugar, ya es hora que algo nos caiga bien en medio de tanta desgracia –dice suspirando.

Todos nos encaminamos hacia el establo, donde nos encontramos con muchos más caballeros dispuestos a participar.

Al cabo de media hora, cada uno se encuentra en su pura sangre de preferencia, no es de extrañar que un lord como Hugh sea excéntrico en sus pertenencias, pero si debo admitir que para escoger pura sangre tiene un auténtico gusto. Decidí hacerme con un caballo negro, este era más esbelto que los de su especie y su pelo relucía de lo bien cuidado y mimado que estaba. Sentí una conexión inmediata con él.

Lord Hugh cabalga entre nosotros mientras explica las reglas del juego, al parecer la bestia no quería que otras bestias, o, mejor dicho, sus bestias fueran lastimadas. ¡El colmo del cinismo! Mis hermanos y yo nos dirigimos una mirada de complicidad cargada de furia retenida que solo los Devine sabemos percibir.

De pronto, lady Banks entra en el establo ¡con pantalones y montada en un gran espécimen de yegua! Su cabello, sin recoger, salta junto con sus pechos mientras entra en la instancia, para el deleite de muchos de los presentes. La miro con detalle, sus mejillas están sonrojadas, el traje le queda condenadamente bien, el pantalón le queda ajustad, dejando apreciar su redondo trasero, tampoco aporta la parte superior del traje, destacando sus preciosos y considerados pechos.

Mi corazón comienza a galopar con fuerza y siento como la pasión comienza a alimentar mis impulsos. Se produce una gran guerra en mi interior, debatiéndome por secuestrarla en este mismo instante o simplemente escabullirme en su habitación esta misma maldita noche.

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