LO QUE NOS HICIERON CREER © [...

By NadineGarces

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Ella creía que él estaba muerto. Él creía que ella lo abandonó para casarse con otro. Dos vidas destinadas a... More

NOTA DE LA AUTORA
Prólogo - (Antoine Devine, 1820)
Capítulo 1 - (Ágata Banks. 1825)
(Antoine Devine, 1825)
Capítulo 2 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine)
Capítulo 3 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 4. (Ágata Banks).
Capítulo 5 - (Ágata Banks).
(Antoine Devine).
Capítulo 6. (Ágata Banks).
(Antoine Devine).
Capítulo 7. (Ágata Banks).
(Antoine Devine).
Capítulo 8. (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 9 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
FANARTS
Capítulo 10 - (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 11. (Ágata Banks)
(Antoine Devine).
Capítulo 12. (Ágata Banks)
Epílogo - (Antoine Devine, 1826).
ANTICIPO #LQNHD

(Antoine Devine).

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By NadineGarces

–¿Qué clase de imprudencia fue esa Antoine? –susurra Amadeo– has perdido la cabeza.

–Tenía que averiguar la razón por la que me desechó.

–¿Estás contento con los resultados? –dice, aparentemente enojado.

–No, si eso es lo que quieres escuchar, no lo estoy, por un demonio –paso mi mano por mi cabello– ya es lo suficientemente duro de asimilar Amadeo para que estés reprochándome mis acciones.

–¿Ocurrió algo? –interrumpe Amílcar.

–¿Vas a negar que no viste nada extraño, en el momento en el que este pelmazo decidió bailar con lady Banks...? –lo mira Amadeo, incrédulo.

–No, no pensaba negarlo, de hecho, me acerqué para obtener de manera más fresca los hechos... –responde él, encogiéndose de hombros.

–¿Qué le dijiste hermano? –pregunta Amadeo.

–Quería saber sus razones...

–¿No que no te interesaba en absoluto?

–Sí, eso fue lo que dije... no lo que sentía.

–Entonces ¿cuál fue su defensa? –pregunta Amílcar a la vez que se apresura por tomar un sorbo de vino.

–Que lady Farell le dijo que estaba muerto...

Amílcar se atraganta con la bebida mientras Amadeo abre escandalizado sus ojos.

–¿Qué? –pregunto por su reacción– ¿no es eso ridículo? –sonrío irónicamente.

Ambos se miran el uno al otro, y entre los tres se apodera el silencio, lo que me indica que no está nada bien...

–¿Qué saben ustedes? –cruzo los brazos y aprieto la mandíbula.

–Eso tendremos que...

Por todos los cielos, cada vez que mis hermanos van a confesarme por fin las cosas nos vemos interrumpidos por algo, ahora Amadeo se ve interrumpido por el sonido de una trompeta desde el balcón del salón. Lord Hugh sale a la vista mientras que espero impacientemente por la salida de lady Banks, que no ocurre en ningún momento.

–Espero esta velada sea de su completo agrado, damas y caballeros –dice sonriendo– ahora, los criados los esperan en el salón del lado para que disfrutemos de una deliciosa cena.

Todos aplauden y enseguida, se dirigen hacia el salón anunciado.

–¿Tendremos qué? –miro a mis hermanos.

–Lo hablaremos más tarde, démonos prisa –concluye Amílcar.

Entramos en el salón, encima de cada plato están las etiquetas con los respectivos nombres de los invitados, la mesa es amplia – son las típicas que solemos tener los duques en nuestras mansiones– pero al parecer la alargaron más debido a la cantidad de invitados.

Junto a mis hermanos, ubicamos a nuestro padre y a lady Farell sentados y enseguida los acompañamos, nuestras sillas coincidentemente están al lado del asiento principal donde presumo que se sentará lord Hugh y en la que, sin duda, a su lado, que es enfrente de la mía, es la de lady Farell.

Después de que nos sentamos todos, lord Hugh entra por la puerta, sonriendo ampliamente con júbilo, lo que para mí equivale a unas cuantas bofetadas de lady Banks en la cara. Camina hacia su asiento, agarra una copa, un tenedor y con delicadeza empieza a tocarla, con las primeras dos entran los criados, cada uno con dos platos en las manos y las otras dos tocadas las hace para llamar la atención.

–Cómo todos saben, hoy es un día muy especial, tanto por la presentación oficial de mi esposa –me mira, aprieto la mandíbula– y por la llegada del querido por muchos, señor Devine.

Los presentes aplauden, por cortesía asiento en forma de agradecimiento.

–Es un honor para mí, ser tan recibido de tan grata manera lord Hugh –sonrío falsamente– y a los demás, está no es mi casa –se ríen– pero gracias por asistir.

Levanto una copa, lord Hugh lo hace también sin quitar la sonrisa de su rostro, a continuación, tomo un sorbo que me sabe más amargo de lo normal del vino.

–Además de ello, quiero anunciarles que tenemos diez habitaciones más disponibles en la mansión para aquellos que se quieran quedar a pasar una semana de entretenimiento, son todos bienvenidos y, cabe resaltar que la familia Devine, es y será nuestra invitada primordial apuntada a este fantástico evento.

–Le agradecemos profundamente su hospitalidad, milord –dice lady Farell.

–Sin más –le sonríe– comiencen a servir –dice a los criados.

Los criados ordenadamente obedecen y a cada uno, nos ponen el respectivo plato y nos sirven más vino. Terminan y se apresuran en salir.

Sigo preguntándome internamente por la falta de presencia de lady Banks en la mesa, trato de buscarla disimuladamente, pero no tengo éxito, mi mirada se deposita en la entrada.

–Está usted ansioso señor Devine –escucho a lord Hugh.

Amílcar, que está sentado a mi lado, me da un puntapié por debajo de la mesa, enseguida reacciono fulminándolo con la mirada.

–Claro que no, lord Hugh –redirecciono la mirada y sonrío– ¿por qué lo estaría?

En ese momento, pasan por la puerta lady Banks, con al parecer, ¿la señorita Collins? «Hace mucho tiempo no la veía» junto con dos criadas detrás de ella. Lady Banks tiene algunos cabellos fuera de su peinado recogido, lo que la hace lucir salvaje y sensual. Aparto mis ojos de ella, mirarla demasiado implicaría otra indiscreción de mi parte y no valdría la pena involucrarme en problemas por ella.

Ella llega a su asiento deprisa, ahora es imposible no mirarla, el sudor recorre su cuerpo y se reposa en sus pechos, que ahora suben y bajan por su agitada respiración, al parecer estuvo corriendo para llegar lo más antes posible. Su aroma impacta el salón, solo de su presencia basta para que todos los presentes queden en silencio.

–Lamento mucho la tardanza damas y caballeros –se refiere a todos– una dama ya no puede salir a refrescarse sin llegar tarde a la cena –sonríe.

Todos sonríen, al parecer Lady Banks no ha perdido el encanto de cautivar a cualquiera y esa sonrisa, que si fue sincera, le quita el aliento a quien la vea.

Recuerdo respirar, ya que dejé de hacerlo inconscientemente mientras que ella hablaba, no es propio de mí, comportarme de esta forma, pero es ella quien lo incentiva. Creía haberla sacado de mí y de mi piel, pero parece que cada vez se impregna más dentro de ella.

–¿Por qué demoraste tanto querida? –dice lord Hugh.

Noto que le aprieta la mano, fingiendo suavidad, pero una pequeña sombra de dolor que se asoma en el rostro de Lady Banks me dice lo contrario. Su comentario y su gesto, me hacen desear matarlo.

–Cómo lo dije anteriormente milord, me entretuve en el jardín con lady Collins, que, por cierto, estará encantada junto con mi hermano, de quedarse a pasar la semana con nosotros –aparta su mano– sin más, comamos.

–Qué maravilla –sonríe– invitaste a lady Collins y a tu hermano, sin mi permiso.

Su comentario me saca de contexto. Observo a Amílcar y Amadeo quien me miran con la misma incredulidad que siento. «Puede ser que haya sido demasiado duro con Ágata»

–Sí, milord. Sin su permiso, ya que, si mal no lo recuerdo, soy su esposa, no su criada, como para pedir autorización suya de a quién permito o no, quedarse en nuestra casa –dice fríamente.

«Esa era mi dama» digo dentro de sí. Noto como lord Hugh se pone de un tono rojo que trata de disimular con una sonrisa, mientras aprieta la mandíbula, al parecer está a punto de explotar. Amílcar comienza a toser «no de nuevo» lo miro con cara de pocos amigos.

–Lady Banks –reacciona lady Farell– ¿cómo se atreve usted a hablarle así a su marido? –dice escandalizada.

«Fantástico, si es de montar una escena dramática ¿quién más apta que lady Farell?»

Me limito a quedarme en silencio, lo mismo que hacen los demás, mi rostro no refleja ningún síntoma de escándalo ante la situación, prefiero observar lo que sucede y no intervenir por ahora. Lady Banks, la fulmina con la mirada y enseguida, el pañuelo que sostenía en su mano para limpiarse la boca, es dejado de forma brusca sobre el plato, ya terminado.

–¿Desde cuándo, usted lady Farell tiene voz y voto en esta casa? –dice con total tranquilidad.

Se escuchan murmullos. Desde que llegamos lady Farell se ha empeñado en sacar de sus cabales a lady Banks, por lo que no me sorprende que esta sea la segunda vez que la deje con el diablo en el rostro.

–Eso pensé –le dirige una sonrisa, enseguida se pone de pie– cómo he terminado, me complace anunciarles que son todos bienvenidos, quisiera que se quedaran todos, hace mucho tiempo que no los veo, sin embargo, fue un honor compartir con ustedes esta grandiosa cena. Con su permiso, me retiro.

Todos asienten y le sonríen con agrado. Estoy impresionado, su esencia, la lady Banks de la que me enamoré sigue estando ahí, ya no es mía, ni es mi mujer, pero siento orgullo de ella.

Lord Hugh la mira hasta que desaparece por completo de la vista y su mirada se pierde en el entorno, apretando su mandíbula y dejando entrever su enojo por la osadía de lady Banks. ¿Quién diría que este iba a tener tan alto temperamento?

–Tenemos algo pendiente que hablar –me dirijo a mis hermanos.

Ambos asienten sin embargo no dicen nada más.

–Y dígame señor Devine, ¿cómo fue su estadía en Oxford? –pregunta lord Hugh con voz tensa.

–Fue una experiencia enriquecedora lord Hugh, aprendí a manejar financiera y económicamente un banco. Ahora mismo estamos manejando el familiar.

–Excelente –sonríe– y saber que pudo usted haber salvado a lady Banks y su familia de su inesperada situación económica...

Tenso la mandíbula, pero prefiero optar por la cortesía y no por romperle la cara ahora mismo.

–Sí, quién lo diría...

–Bueno, no sabe de lo que se salvó... –insinúa– una mujer imprudente y salvaje como lo es la mía no la soporta cualquiera –sonríe y toma un sorbo de vino, su mirada vuelve a la puerta– no tiene ni idea de lo que tengo que pasar a diario.

Atisbo un poco de rabia en su voz.

–Dígame entonces –despierta mi interés– ¿por qué querer casarse con esa clase de mujer? Además del hecho del interés monetario que tenía para que su familia no quedara en la ruina.

–No me crea idiota señor Devine –habla bajo, de forma que él y yo nos escuchamos– sé muy bien el estado en que dejó a lady Banks, nadie más se hubiese casado con ella, le hice un favor... y ella me lo hizo a mí –me guiña el ojo se levanta y alza la voz– los caballeros que deseen acompañarme al estudio a tomar unas copas son bienvenidos, con permiso.

Pone su mano dentro de los bolsillos y sale caminando a paso galante del salón, algunos caballeros le siguen, mientras que yo quedo con mis hermanos y con algunas damas en el salón.

–Menudo bastardo... –susurro.

Amadeo carraspea y me doy cuenta de que todas las damas están dirigiendo su atención hacia nosotros. Lamentablemente ya no gozo de la hermosa presencia de lady Banks, pero las que están en la estancia, tampoco están del todo mal.

Sonrío a mis hermanos y ellos a mí, a continuación, decidimos divertirnos, aunque sea un poco.

Pasado el día, lord Hugh se tomó la molestia de despedir a cada uno de los presentes, y los que quedamos invitados para quedarnos, fuimos ubicados en las distintas alas de la mansión. Nuestras pertenencias ya estaban en su lugar junto con el establecimiento de los criados propios. Amadeo, Amílcar y yo, decidimos jugar con una que otra dama que no le temería a la aventura, y cómo estábamos en despachos diferentes, cada uno se llevó a la dama que más le apetecía.

Miro hacia el techo con la luz de la chimenea iluminando la habitación que se me asignó, envuelto con sábanas en mis partes nobles y con una dama desnuda al lado del cual no sé y ni me importa su nombre. Sin embargo y después de la placentera sesión, no he dejado de pensar en lady Banks, en cómo era hacerle el amor, en la dulzura de sus gestos de placer, en la divina forma de sus curvas, es sus dulces labios carnosos...

Me revuelvo incómodo. «Esto no puede continuar así» Se supone que no debía estar pensando en ella en esta forma, se supone que debo odiarla y olvidar los momentos junto a ella. Se supone muchas cosas, pero no hago nada de ellas.

Me levanto de la cama, me visto con una bata, agarro una lámpara de vela y salgo en busca de mis hermanos, recordando el asunto pendiente que teníamos. Mi criado y cómplice para todo Frency, se apresura a depositarse a mi lado cuando siente que salgo de la habitación.

–¿Le puedo ayudar en algo, milord? –pregunta.

–Si Frency, vaya en busca de Amílcar, dígale que nos vemos en la habitación que se le asignó a Amadeo y que se dé prisa.

Frency sin titubear, sale inmediatamente acatando mi orden.

Llamo a la puerta de Amadeo, él abre con desconfianza y al reconocerme abre más para permitir que pase, entro y contemplo, al igual que en mi habitación, el desorden de las prendas de vestir femeninas y las de él esparcidas por toda la habitación.

–Necesito que te vistas Amadeo –digo sin mirarlo– tenemos algo pendiente por hablar.

Amadeo enseguida se viste, dejando solo su pecho descubierto. Después se sienta en el asiento más cercano mientras cruza los brazos y observa a la dama que yace dormida en su cama.

–¿Y Amílcar? –pregunta en tono bajo.

–Supongo que ya...

Llaman a la puerta.

Nadie puede enterarse acerca de las damas en nuestras habitaciones –puesto que, querrán obligarnos a casarnos con ellas– mucho menos de que hay dos en la habitación con una dama desnuda. Amadeo se levanta bruscamente mientras yo tomo posición detrás de la puerta, este la abre un poco sin dejar ver su interior y después la abre completamente para permitir el paso.

–Reunión de hermanos, a esta hora, ¡qué maravilla! –dice Amílcar sarcásticamente.

–Shhh –decimos Amadeo y yo a la vez.

Amadeo cierra de nuevo la puerta.

–Bueno, ya que estás tan conmocionado por el momento hermano, vayan al punto y díganme lo que no me han dicho en estos cinco años –digo depositando la lámpara encima de una mesa de café. Cruzo los brazos.

–Lady Banks pensó que estabas muerto porque eso fue lo que le dijo lady Farell –confiesa Amadeo.

«Entonces era cierto lo que decía lady y el señor Banks»

Paso mi mano por mi cabello, tenso la mandíbula, la ira comienza a fluir.

–¿Se puede saber Amílcar por qué no me dijiste que lady Banks pensaba sobre ello? ¿Por qué ninguno se tomó la molestia de aclararle la situación? –hablo con voz tensa.

–Shhh –habla bajo Amadeo, para no despertar a la dama– no pudimos aclararle nada, estuviste dos días en cama después del accidente, cuando despertaste ella se iba a casar, no alcanzábamos a llegar y después de eso, nadie volvió a verla. ¿Cómo piensas que íbamos a decirle?

–¿Impidiendo su casamiento tal vez? ¿Anunciándolo a su padre y madre?

–Ellos lo sabían –Amílcar cruza los brazos– fueron los primeros en saberlo, tanto así que, en el momento en que ella se estaba casando, ellos ya lo sabían. Les dijimos que te recuperaste, que le hicieran llegar la noticia a lady Banks... por eso también nos desconcertamos al saber que aun así se había casado.

–Al parecer sus padres no le informaron nada...–dice Amadeo.

–¿Qué hay de mí, por qué no me dijeron que ella pensaba eso?

–Antes que nada, pensé que sí lo sabias, en Oxford no tocaste nunca el tema. –responde Amílcar mientras se encoge de brazos.

–Después de la boda, te fuiste al otro día y nosotros no sabíamos para ese entonces lo que sabemos ahora. –responde Amadeo mientras encoje los hombros.

–Entonces ¿cómo se enteraron ustedes que fue lady Farell quién le informó eso a ella?

–Su hermano y el criado –continua Amílcar mientras frunce los hombros– él escuchó el momento en que lady Farell le dijo exclusivamente a Lady Banks, que estabas muerto y que no era necesario que lo dijera a todo el mundo, ya que, según ella, todos estaban enterados, y, además de eso, la amenazó con divulgar que tú la deshonraste si decidía decir una palabra sobre tu muerte.

«Era verdad» pienso dentro de mí. Una vez más y, como mi mejor gesto de nerviosismo, paso la mano por mi cabello.

–Ella dijo la verdad –susurro– ¡maldición!

–Ey –se apresura Amadeo.

Bajo la voz.

–Esa víbora asquerosa –digo inundado por la rabia– me hizo creer a mí que ella me había desechado, y le hizo creer a ella que yo había muerto ¿Por qué?

–Hermano, no lo sabemos –dice Amílcar– su hermano, su mejor amiga, nadie la había visto hasta hoy. Nadie te había visto hasta hoy, es absolutamente raro para los allegados que lord Hugh decidiera darte la bienvenida de este modo.

–A no ser que lo tuviera... –interrumpe Amadeo.

–Planeado –concluyo.

Todos nos miramos entre sí.

–No puede ser posible –dice.

–Porque de serlo ¿Cómo supo que llegarías justo hoy? –dice Amílcar– a no ser que haya sido avisado por...

–Lady Farell –decimos los tres.

–No, tiene que ser coincidencia –digo negando con la cabeza.

Ambos me fulminan con la mirada.

–Con lady Farell, nada es coincidencia. –aclara Amadeo– pero ¿qué ganarían con ello? ¿qué relación tienen estos dos?

–No sé, pero, de ser así, tendremos que descubrir que traman –digo– qué disparate ha creado esta dama.

–No es la primera vez.

De repente, se escuchan vidrios rompiéndose y golpes fuertes provenientes del piso de arriba «la habitación que podría ser de Ágata» mi corazón comienza a latir desenfrenadamente y tanto mis hermanos como yo, salimos inmediatamente a ver que está sucediendo.

Cuando llegamos al segundo piso, nos acercamos a la puerta, tratando de escuchar lo que sucede adentro «que lady Banks no esté en peligro» me digo para mí mismo.

–No eres capaz de comportarte un día, un solo día importante –se escucha la voz de lord Hugh.

–No y jamás me comportaré. –grita lady Banks.

–Deja el escándalo, vagabunda –dice él.

Se escucha un golpe, después otro. Impulsado por mi instinto trato de llegar a la puerta, pero me veo detenido contra mi voluntad por mis dos hermanos. Escucho otro golpe y un pequeño quejido femenino a la vez.

–Espera –susurra Amadeo.

–¿Qué sucede aquí? –pregunta el señor Banks, sobresaltándonos.

–Está golpeando a tu hermana –tenso la voz.

El señor Banks sin pensarlo se acerca a la puerta y enseguida interrumpe en la habitación.

Me zafo del agarre de mis hermanos y entro detrás de él. Lo que veo hace que el alma se me caiga a los pies.

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