Eterna Redención

By aObscurite

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Todos los involucrados en el negocio sabían que era cuestión de tiempo para que sucediera, pero esperaban alg... More

Prólogo
Non desistas
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By aObscurite


Capítulo tres.

Sin retorno.



Si Arabella hubiera podido cambiar una cosa de esa situación, ella estaría sosteniendo el arma.

—¡Dios, Adán! ¡¿Quieres calmarte de una maldita vez?! 

—¡No me da la puta gana, Selene! 

Arabella resopló por quinta vez, mientras Selene, con la cara colorada, le gritaba de nueva cuenta al hombre rubio frente a ellas.

La situación le parecía una enorme insensatez. La mujer elegante le había llevado  hasta allí, alegando que si estaba dispuesta a ayudar, no debía esconderse por completo. Por supuesto, la antigua asesina no estaba esperando que la llevara a un prostíbulo, disfrazado como un ruidoso club de striptease, con luces de neón brillantes que la cegaban por segundos. Se encaminaron más allá del área del servicio, y mientras Selene pasaba frente a algunas puertas anticuadas, Arabella se figuró que se reunirían en una habitación destinada a bailes íntimos para alejarse de las miradas indeseadas.

Sin embargo, cuando cruzaron una puerta especialmente desgastada, la realidad del negocio le pateó la cara. Al contrario de lo que esperaba, las recibió una oficina pequeña, pulcra, con dos muebles refinados y decoraciones escasas y brillantes llenando los espacios vacíos. Algunos libros de aspecto importate llenaban unas repisas, y otros documentos estaban dispersos en estantes y en el escritorio de madera oscura que se ubicaba en medio de la estancia.

Pero la sorpresa de Arabella incrementó cuando reparó en la persona de aspecto distraído que estaba detrás del escritorio.

Sin duda, para sus ojos era lo más llamativo de la habitación. A pesar de su apariencia simple, con una franela a cuadros y su cabello rubio cenizo, la tosquedad de sus facciones adquiría un aspecto sombrío con la iluminación de la pantalla de un ordenador frente a él. Su mirada hastiada se levantó segundos después de haber escuchado la puerta cerrarse, y la sorpresa no tardó en florecer cuando se fijó en las personas que irrumpieron en la oficina.

Arabella, que no lo había visto en dos años, se imaginaba que su reencuentro sería en distintas circunstancias. El arrepentimiento por aceptar las condiciones de Selene le revolvió las entrañas, que estaban ardiendo con una espectativa inmadura. Así que cuando el joven le escudriñó la cara, estupefacto, ella no hizo más que devolverle una mirada impasible.

Por unos segundos, ninguno se sentía con la capacidad de apartar la vista, con los ojos nublados por las emociones, que iban desde la incredulidad hasta la nostalgia. Fue un instante efímero, tan rápido como un pestañeo, en el que los rostros de ambos tomaron un matiz sensible... Hasta que recordaron las circunstancias que estaban ocurriendo a su alrededor.

Ciertamente Arabella no estaba lista para ver a nadie de su pasado en tan poco tiempo. No estuvo preparada cuando Selene le arribó en su propio hogar para exigir su ayuda, y mucho menos lo estaba en ese momento, cuando estar frente a Adán era más de lo que su mente podía aguantar.

Y parecía ser lo mismo para él, que unos segundos despuésde recuperarse de su estupor inicial, mantuvo una expresión impávida.

Al principio, Adán creyó que estaba alucinando. Llegó incluso a pensar que le estaban gastando una broma especialmente pesada, cuando Selene comenzó a explicarle. Mientras entendía las palabras que salían de la asiática, su rostro adquirió  una expresión iracunda. Lo primero que escuchó Arabella salir de sus labios fue un murmullo similar a un «largo de aquí», mientras sacaba un arma de un cajón del escritorio. 

La cara de Arabella, que estaba sentada en un sillón de cuero, tenía un claro fastidio, con la vista bailoteando entre las dos personas discutiendo, conforme se gritaban como dos niños pequeños. Cuando comenzaron a discutir en un tono mordaz, Arabella sintió algo cercano a la diversión —o la indignación— cada vez que escuchaba los comentarios de ambos. Pero ahora, las palabras habían pasado a ser gritos, y ambos se negaban a escuchar las razones del otro.

—Si no aceptas que nadie te ayude, no podrás soportar las consecuencias. ¡Todos están en peligro de ser expuestos! —Las palabras de Selene parecían ensayadas, como si hubiera repetido sus razones varias veces—. ¡Si fueras tan amable y bajaras tu arma, podría explicartelo todo!

—Puedes explicarlo sin necesidad de que baje la maldita pistola.

Aunque sus palabras tenían un matiz salvaje, bajó el arma sin soltarla. Sus ojos verdes se arrugaron cuando le dirigió una mirada de desprecio, como si nunca hubiese esperado una cosa así. Se enderezó y su postura se tornó amenazante, esperando por sólo una respuesta errónea para atacar.  

—Depende, puede que no te guste lo que ella diga.  —Por primera vez, Arabella se hizo escuchar casi con aire aburrido.  Selene le miró con seriedad, todavía con las venas de su cuello brotando por el coraje, pero Adán se quedó completamente quieto, como si no hubiera escuchado palabra alguna o no le interesara.       

Durante su discución, ambos se mostraban reluctantes a hablar con ella, o siquiera reconocer que estaba sentada en la misma habitación que ellos. Como un matrimonio arruinado que no era capaz de dejar de pelear frente a sus retoños. Fue después de un profundo silencio que aprisionó sus sentidos, que la mujer asiática de pie a su lado tomó aire y comenzó a hablar. 

—No hubiera hecho esto si no fuera necesario —comentó Selene como primera instancia—. Sabes muy bien que necesitamos toda la ayuda que podamos conseguir, sin importar de donde venga.

Arabella sabía que ninguno de los dos estaba feliz con su presencia, pues ella tampoco estaba feliz de estar allí. Compartían un pasado turbio que habían jurado olvidar, e incluso prometieron que a pesar de todo jamás volverían a verse la cara. Aquella situación sobrepasaba todos los parámetros impuestos, porque en su mundo, no se le daba la espalda a una promesa de tal importancia.

Adán abrió la boca para decir algo, pero la voz de Selene se alzó sobre ellos con fuerza. 

—¡Ya sé lo que prometimos, imbécil! Pero todos por igual podríamos salir perjudicados por esto, incluso los oficinistas, ¡cada uno de nosotros, expuestos al ojo público! —Selene tomó aire—. Esto va mucho más allá de promesas viejas.

—¡Me importa una mierda el destino de ese grupo de psicópatas!

—Te recuerdo, Adán, que perteneces a ese grupo —dijo, y a nadie le pasó por alto su tono áspero—. Justo ahora, nadie está dispuesto a desmentir los rumores sobre ti, y nadie quiere ayudarte a salir de este embrollo. Nadie más que los Siervos de Sangre está en el caso, y ellos no piensan protegerte.

Algo en la expresión de Adán cambió, y la tensión flotó sobre el aire con rigor. Por más que todos quisieran ocultarlo, la mujer elegante llevaba la razón.

—No he pedido ayuda de nadie y tampoco pensaba hacerlo, ¿tenías que aparecerte con complejos de compañera fiel? —La pregunta de Adán era un reclamo, y trataba de expresar toda la frustración y desagrado que le daba la situación. El pecho de Arabella se contrajo ante el pensamiento que pronto cruzó su mente, aunque se resignó, porque de todas formas no quería estar allí—. Si algo llegara a pasar a cualquiera de ustedes, estará completamente en tus manos. Será... Será tu culpa.

Los labios de la mujer se fruncieron, como si lo que dijo fuera ridículo. Y aunque su rostro mostrara lo contrario, incluso la propia Arabella pudo notar que sus palabras hicieron mella en su mente.Sin embargo, no podría jurar aquello, puesto que no la veía desde hace mucho tiempo atrás. Demasiado.

—Lo será, pero aceptaré lo que pase. En este empleo la información de los exterminadores nunca desaparece. Si alguien divulga tu información, podría hacerlo con la de nosotras por igual —Selene no dió el brazo a torcer, y mantuvo la mirada furibunda del rubio—. Y si ya dejaste de repartir culpas, Arabella todavía no sabe todo lo que tenemos hasta ahora. Quería tener tu aprobación antes de empezar a trabajar juntos de nuevo, aunque ya no me importa.

—Genial, a mi tampoco me importa.

Después de unos momentos, Adán soltó una grosería por lo bajo. 

Estaba negando con lentitud, con una expresión casi incrédula. Si alguien conocía la insistencia y testarudez de Selene, era él. Estaba seguro que no iba a rendirse hasta que consiguiera lo que quería. Por eso, Arabella observó como su expresión cambiaba: se volvía dudosa, y reacia a aceptar todo lo que se le venía encima. Pero aunque quisiera detenerlo, el hecho de que Arabella debía participar en el caso era algo que Adán no podía evitar. 

Era su carta oculta, un peón que nadie estaría esperando. Una movida inteligente que podría llevarlos a descubrir al traidor.

Ella tamborileó el reposabrazos con los dedos y esperó algun indicio de respuesta de parte del rubio. Con frustración, el único hombre de la habitación alcanzó un documento del archivero a su lado y lo lanzó a la mesa. Este cayó con un golpe seco y unas hojas amenazaron con salir de su lugar, pero Arabella no se movió un ápice.

Selene se apresuró a recogerlo y a tirárselo en el regazo, obligándola a tomar el documento con una amenaza en voz baja. Claramente se dió cuenta de la actitud reacia que la joven había tomado respecto a todo en aquel momento. Arabella abrió el documento, pensando que aquello la llevaría a un camino sin retorno, y se encontró algunas fechas, lugares y descripciones que perdieron importancia en cuanto vió la foto que se sostenía de las hojas con un sujetapapeles azul.

Mostraba un cadáver. 

Una mujer con las extremidades desolladas, y con algún mensaje de letras rojas legibles en el torso desnudo. Lucía joven, con la cara intacta, los ojos sin vida abiertos, y el cabello claro estirado a su alrededor. La inocencia que había en sus facciones le hizo preguntarse si aquello se volvería fácil alguna vez. 

Con el estómago revuelto y un nudo en la garganta, Arabella se dijo que su debilidad se debía al tiempo que pasó sin ocuparse de aquellos trabajos.

—Fue el primer cadáver que encontraron, si no cuentas a la mujer que salía con D. —Adán le hablaba con sequedad, como enojado por algo que se le escapaba de las manos. La muchacha pasó la hoja y se encontró con otras tres fotos similares, con cadáveres en posiciones extrañas o con heridas singulares que parecían causadas por un novato.

Leyó un poco sobre los detalles de las ocho víctimas, y se dió cuenta de que todas trabajaban para D.

—¿Cómo saben que el supuesto traidor hizo esto y no un aficionado que no pudo con la mierda que se le fue encima? —cuestionó mientras sus ojos repasaban aquel material un poco más.

—Parece el trabajo de un novato, pero está impecable —Selene apretó los dientes—. No hay huellas de ningún tipo, ni ADN que no sea de las víctimas, o tampoco alguna conexión entre las víctimas además de su trabajo. Es un desastre casi imposible de rastrear.

—Casi —repitió Arabella, con un sabor amargo en la boca—. ¿Saben lo que dice el grabado?

—No. Al principio pensamos que era una firma, pero se ven como palabras al azar.

—¿Algún idioma? Puede ser un pictograma —Arabella volteó la hoja que tenía las letras en el torso de cada victima y ladeó la cabeza.

─Hemos verificado todo ─dijo Adán con voz firme, como si aquella pregunta fuera absurda y le hiciera enojar─. No estarías aquí si tuvieramos idea de dónde buscar, no es asunto de todos los días el dar información de un caso a cualquiera.

De pronto,  Arabella se removió en su asiento y sus ojos se tornaron un poco más sombríos. Si alguien debía enojarse allí, era ella. Después de tanto tiempo volvió a  aquello que odiaba para ayudarle con sus problemas, que de alguna forma la habían involucrado a ella también.

─No estoy en tu contra ─repuso Arabella con una pequeña molestia floreciendo en su mente, y los ojos brillantes por el enojo contenido.

—Nadie ha dicho algo así —intervino Selene con cautela, mirando a Adán con cierto reproche en la mirada.

—Entonces, agradecería mucho si dejaran de comportarse como idiotas y empezaran a trabajar en lo que verdaderamente importa —Arabella se levantó y lanzó la carpeta con más fuerza de la debida hacia el escritorio, mirando con fijeza a Adán—. El que yo esté aquí no es culpa de nadie, excepto del bastardo que asesinó a estas personas. Así que creo que deberían empezar diciéndome dónde murió la mujer de D.

El ambiente de aquel estudio era pesado e incómodo. Todos allí sabían que era cuestión de tiempo antes de que Arabella perdiera los estribos y comenzara a actuar de forma agresiva, con la paciencia en los suelos y todos aquellos sentimientos negativos que siempre trataba de esconder saliendo a la luz. Porque la situación que atravesaban traía a colación lo que trataban de esconder. Secretos oscuros y dignos de un demonio.

Porque algunas veces, era mejor dejar que aquello que fue una vez enterrado se pudriera hasta no dejar rastro.

Adán carraspeó. Selene apoyó todo su peso en su pierna izquierda. Ambos en descontento por lo dicho, y lo suficientemente desesperados como para no poner queja alguna todavía. Ninguno dijo palabra, y Selene le señaló a la castaña un mapa pegado en la pared a su espalda.

—No podemos ir a investigar, los federales y policías se llevaron todo lo útil incluso antes de que supieramos qué había pasado. Investigamos junto a ellos, y parece que tienen tanta información como nosotros.

—Hasta ahora tienen 6 sospechosos activos, pero después de una visita quedaron descartados. Son unos cobardes, por cierto. Los detectives asignados siguen investigando el caso y a los sopechosos, están lejos de saber lo que une a las víctimas. —Adán saboreó las palabras mientras sacaba otros papeles amarillentos.

—¿Han revisado si las escenas tienen algo en común? No sé, tal vez que rodeen puntos claves como en las películas.

Selene negó con firmeza, mirando a Arabella como si lo que planteara fuera realmente absurdo. La castaña comenzó a mover sus pies con aire intranquilo y suspiró. Pasó una de sus manos por su cara y miró a las personas a su lado con seriedad. 

—Entonces tienen menos de lo que me dijiste que tendrían —Arabella le dió a la asiática una mirada perspicaz y afilada, haciendo a la mujer sonreir con algo de bochorno y musitar unas palabras de disculpa huecas. Todos allí sabían que no se arrepentía.

—¿Habrías venido de lo contrario? —sonaba orgullosa, para rematar, y alzó las cejas con apremio en cuanto vio la expresión de la castaña.

—Supongo que debí saberlo —resopló Arabella—, siempre es un camino sin retorno cuando se trata de ustedes.

Selene sonrió con gracia, haciendo un movimiento afirmativo con la cabeza, casi alagada por las palabras de la chica. Así, Arabella tomó su chaqueta y la colgó en su brazo, pegando un suspiro casi inaudible. Comenzó a caminar y se detuvo cuando vió que nadie la seguía. 

—Deberíamos apurarnos, tenemos trabajo.






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