โž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... More

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โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
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โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano

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By Lucy_BF

──── CAPÍTULO XLII ───

TE CONOZCO COMO LA
PALMA DE MI MANO

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◦✧ ✹ ✧◦

        UNA EMOCIÓN FLAGRANTE flotaba aquella mañana en el ambiente del campamento del Gran Ejército Pagano. Habían regresado al norte, a Northumbria, donde se habían asentado cerca de la costa para así estar más próximos a su hogar y a sus rutas de saqueo. Ivar quería construir allí una fortaleza impenetrable donde poder asegurar su posición, concretamente en York, una ciudad situada junto a un río importante, no muy lejos del mar. Tal y como había aseverado El Deshuesado, aquello era lo mejor que podían hacer en esos momentos, puesto que no solo les brindaría la oportunidad de crear una colonia en la que poder aposentarse de forma permanente, sino que también les permitiría seguir ganando terreno en Inglaterra.

Aquel era el día que los Ragnarsson habían acordado para asaltar York. Habían esperado a que los habitantes de la villa celebraran uno de sus días santos —como bien les había enseñado su progenitor— para desatar su furia contra ellos, dado que era ahí cuando la mayoría de los cristianos se encerraba en la iglesia para rendirle culto a su dios. De este modo les resultaría más sencillo colarse en la ciudad y deshacerse de los soldados que la custodiaban, pillándoles desprevenidos. Las murallas no eran muy altas, por lo que podrían rebasarlas con unas simples escaleras de asedio. Después abrirían el portón para que el resto de la cohorte entrara y se hiciese con el control de la ciudadela.

Ubbe sería el encargado de abrir la puerta. Él, junto a otros guerreros y escuderas, sería el primero en poner un pie en York, aniquilando a los pocos guardias que hubiesen en las almenas para permitirles el acceso a sus camaradas, que aguardarían impacientes en el exterior, con sus armas en alto y su sed de sangre lista para ser saciada.

El primogénito de Ragnar y Aslaug extrajo de un arcón de madera ornamentada su peto de cuero endurecido y los protectores que solía llevar en los brazos, junto con su talabarte, una espada larga y su inseparable hacha. Depositó todo en la mesa que se erigía en el centro de la carpa e hizo un rápido recuento de lo que necesitaría durante el asalto para cerciorarse de que no se olvidaba de nada.

—¿Te ayudo? —Aquella voz que él tan bien conocía lo sacó de su ensimismamiento.

Ubbe alzó la mirada, topándose con la esbelta figura de Drasil, que se hallaba de pie junto a la abertura que daba acceso al exterior. La muchacha lucía su atuendo de skjaldmö, con su larga melena rizada recogida en una intrincada trenza y una espada pendiendo de su cinturón. Sus rasgos faciales, que habían comenzado a afilarse a causa de la madurez, exhibían un maquillaje tribal que hacía resaltar sus ojos, los cuales brillaban como dos esmeraldas relucientes.

El joven asintió, incapaz de apartar la vista de ella.

Drasil acortó la distancia que los separaba, bordeando la enorme mesa de roble, y se detuvo frente a él. Cogió la rudimentaria armadura y la acopló al torso de Ubbe mientras este la observaba con sumo detenimiento. Ajustó las correas de los hombros y procedió a atar los cordones laterales.

—¿Nervioso? —inquirió ella, una vez que hubo terminado con el peto.

Ubbe negó con la cabeza.

—No, ¿y tú?

Drasil se hizo con uno de los protectores. Volvió a situarse delante del chico, que extendió su antebrazo izquierdo sin que ella tuviera que pedírselo, y se lo colocó con habilidad y precisión. Estaba tan cerca de él que podía sentir su cálido aliento entibiándole la cara.

—Un poco —reconoció la hija de La Imbatible, que continuaba afanada en su tarea—. Pero supongo que es normal —acotó con simpleza.

Aquella iba a ser la primera vez que participase en una contienda tras haber resultado herida en el campo de batalla, hacía poco más de tres lunas. Era cierto que había estado entrenando para fortalecerse y no perder facultades, que la herida de su costado ya no le suponía ningún impedimento a la hora de luchar, pero una parte de ella se sentía insegura. Una parte de ella tenía miedo. Miedo de que volviera a ocurrir, de que otro error garrafal la arrastrase al borde de la muerte.

—Dras —la llamó Ubbe. La susodicha alzó el rostro hacia él, perdiéndose en su magnética mirada—. No tienes que participar si no quieres —remarcó, haciéndose eco de sus pensamientos. Podía percibir sus dudas, su temor a no encontrarse a la altura de las circunstancias, de lo que se esperaba de ella como descendiente de una de las escuderas más famosas de toda Escandinavia. Y en el fondo a él también le asustaba que no estuviese preparada, que aún fuera demasiado pronto para que se reincorporase a las filas del Gran Ejército—. No tienes que demostrar nada, ¿me oyes? —apostilló, agachándose ligeramente para así tenerla a su misma altura.

—Lo sé. —Drasil asintió, para luego romper el contacto visual con él.

Sin querer ahondar más en el tema, la castaña cogió el otro protector y lo acomodó en su antebrazo derecho, abrochándoselo después. El Ragnarsson tampoco dijo nada más al respecto, consciente de que la decisión ya estaba tomada y que nada le haría cambiar de opinión, de manera que el silencio se instauró entre ambos.

Los dos se mantuvieron en el más absoluto mutismo, teniendo como único telón de fondo la cacofonía de voces que provenía del exterior de la tienda. Transcurridos unos segundos, cuando lo único que quedaba sobre la mesa era el talabarte, además de la espada y el hacha, Drasil se aventuró a formular la pregunta que llevaba quemándole en la punta de la lengua desde que se había despertado esa mañana.

—¿Qué han hecho con sus cuerpos?

Los músculos de Ubbe se contrajeron debido a aquella interpelación. La tensión se adueñó de sus hombros y de la línea de su mandíbula, aunque trató por todos los medios de no perder la compostura.

—Drasil... —Fue lo único que atinó a decir.

—Quiero saberlo —insistió ella—. ¿Qué han hecho con sus cuerpos?

El caudillo vikingo la miró con derrota. Se pasó una mano por la cara y profirió un lánguido suspiro, como si aquello le estuviera suponiendo un enorme esfuerzo. Vaciló durante unos instantes, pero no le quedó más remedio que ceder. Acabaría enterándose tarde o temprano; si no se lo contaba él, encontraría a otra persona que lo hiciera.

—Ivar los mandó quemar después del sacrificio —reveló en tono sombrío.

Al escucharlo, la skjaldmö dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo. Giró sobre sus talones, dándole la espalda a Ubbe, y cerró los ojos, como si todo el peso del mundo recayera sobre ellos. 

Un molesto nudo se aglutinó en su garganta al evocar a los dos chiquillos cristianos que fueron sorprendidos en el bosque y apresados por sus compatriotas para que los Ragnarsson pudieran sonsacarles cuándo tenían previsto celebrar su próximo día santo.

La bilis le subió por el esófago cuando a su mente acudió la imagen de aquellos críos siendo atados a un árbol como si fueran meras alimañas, quedando expuestos ante un intimidante grupo de nórdicos que no lo dudó a la hora de humillarles y atemorizarles. Su corta edad no fue excusa para El Deshuesado, a quien no le tembló el pulso a la hora de ordenar que sus vidas fueran entregadas a los dioses para que su victoria estuviese asegurada. Para que su sangre motivara e incitara a las huestes.

Le resultó imposible no pensar en sus madres, en lo preocupadas que debían estar al ver que sus pequeños llevaban tres días desaparecidos. Quizá ya hubiesen empezado a sospechar que no regresarían. Quizá ya hubiesen perdido toda esperanza de volver a verlos.

—Solo eran niños —masculló Drasil entre dientes—. Niños inocentes. —Oyó que Ubbe se removía tras ella, pero no se volteó hacia él.

—Intenté convencer a mi hermano para que los soltara, pero no me hizo caso —articuló el muchacho con la voz algo tomada. La escudera apoyó las manos en el borde de la mesa y hundió las uñas en la madera—. De veras que lo intenté, Drasil. Pero Ivar... —Realizó una breve pausa antes de continuar—: Cada vez me cuesta más controlarle —confesó, algo avergonzado.

La mencionada tragó saliva ante sus palabras, ante la frustración que podía entreverse en ellas. Un ramalazo de culpabilidad le atravesó el pecho, cortándole la respiración. Se dio media vuelta, encarando nuevamente a Ubbe, cuya fisonomía se había crispado en un rictus contrito, y se abrazó a sí misma.

—Lo sé. —Inspiró por la nariz, tratando de poner sus pensamientos en orden—. Perdóname. No era mi intención insinuar que... Sé que Ivar es el único culpable de todo esto —sentenció tras varios titubeos. Se colocó un mechón rebelde detrás de la oreja y clavó la vista en el suelo.

El primogénito de Ragnar y Aslaug avanzó hasta posicionarse delante de la mesa. Cogió el talabarte y se lo ató alrededor de la cintura. Lo ajustó y aseguró a la correa el hacha y la espada.

—Soy el mayor, pero a veces tengo la impresión de que mi autoridad no vale nada frente a Ivar —le confió a Drasil, a quien todavía le daba la espalda. Sintió su afable presencia tras él, su dulce aroma flotando en el aire, pero ni siquiera eso fue capaz de reconfortarlo—. Tiene al ejército comiendo de su mano —farfulló con una mezcla de rabia y resentimiento. Chasqueó la lengua y se volteó hacia su interlocutora.

Antes de marcharse al mar Mediterráneo, Björn le había dicho que, al ser el mayor, debía tomar el control de la situación y hacerse con el dominio del Gran Ejército, ya que Ivar era bastante inestable después de lo de Sigurd. No obstante, le había resultado imposible asumir dicho papel. Su hermano pequeño siempre buscaba la forma de quedar por encima de él, contrariando sus decisiones y poniendo en duda su capacidad de liderazgo. Y eso era algo que lo estaba consumiendo poco a poco.

Drasil, por su parte, guardó silencio, aún cruzada de brazos. Sus iris verdes sometieron a Ubbe a un riguroso escrutinio, centrándose especialmente en la armadura que cubría su torso y en las armas que colgaban de su cinto. No era muy corpulento, pero su altura y la ferocidad que transmitía su mirada intimidaban a cualquiera, incluso al más valiente y osado.

—Ten cuidado. Vas a ser un blanco fácil —indicó la hija de La Imbatible.

Aquel cambio de tema pareció aliviar al joven, que se relajó en el acto. Su expresión doliente no demoró en ser sustituida por otra mucho más alegre y jovial. Las comisuras de sus labios temblaron, aunque no llegaron a mostrar la sonrisa que pugnaba por formarse en su semblante. Sin embargo, en sus orbes celestes apareció un brillo innegablemente divertido.

—Me ofendes, Dras. —Se llevó una mano al pecho en un gesto melodramático—. Hace falta algo más que un puñado de sajones para acabar conmigo —soltó en un improvisado tono jocoso.

La aludida le propinó un suave codazo en las costillas.

—Hablo en serio.

Al percibir la preocupación que expelía por cada poro de su piel, Ubbe sonrió, enternecido. Rebasó los escasos centímetros que los separaban y pegó su cuerpo al de Drasil, que lo miraba con expectación.

—Saldrá bien. No me pasará nada —susurró él.

—Más te vale —respondió ella en el mismo tono.

La sonrisa del guerrero se ensanchó. Su mano grande y segura acarició la mejilla de la castaña, que no pudo evitar estremecerse debido a su cálido toque. Sus falanges recorrieron la línea de su mandíbula con deliberada lentitud, recreándose en el suave tacto de su piel, y se afianzaron en torno a su mentón.

Presa de sus más puros instintos, alzó sutilmente el pulgar, rozando con la yema el labio inferior de Drasil, que no apartaba la vista de él, instándole a que continuara, a que volviese a cruzar aquella peligrosa línea. En sus ojos vio consentimiento, y eso fue más que suficiente para él.

Con el corazón latiéndole desbocado bajo las costillas, Ubbe se inclinó hacia la chica, acercando su rostro al de ella. Acarició su barbilla con delicadeza en tanto sus hálitos se entremezclaban y sus miradas se fundían en un torrente de emociones imposible de describir con palabras.

Una insidiosa vocecilla no dejaba de repetirle una y otra vez que se apartara, que se alejara de ella antes de que no pudiera dar marcha atrás, pero llevaba reprimiéndose mucho tiempo y estaba harto de hacerlo. Cuanto más se resistía a ella, más le atraía. Era algo que no podía controlar, como si una fuerza superior lo empujara a desearla, a no querer separarse de su lado.

Estaba a punto de besarla, de entregarse a esa pasión ardiente que los tenía resollando como animales cuando el pliegue de la lona que conformaba la abertura de la carpa se movió, haciéndose a un lado.

—Ubbe, ¿ya estás lis...?

Hvitserk se quedó congelado en el sitio, con las cejas alzadas y la boca abierta. Ante su inoportuna aparición, Drasil se apartó inmediatamente de Ubbe, que no pudo hacer otra cosa que suspirar.

El recién llegado intercaló miradas entre ambos, sabedor de que había llegado en un momento demasiado... íntimo. El ambiente en aquella tienda se enrareció en consecuencia.

La skjaldmö se mordisqueó el interior del carrillo, azorada. Con las mejillas arreboladas y las sienes palpitándole a causa de un incipiente dolor de cabeza, se cogió los codos y clavó la vista en las fastuosas alfombras que cubrían el suelo. Junto a ella, el mayor de los hermanos cambió su peso de una pierna a otra en un mohín incómodo.

—Yo... —habló Hvitserk—. Tal vez debería volver más tarde.

Drasil se aclaró la garganta antes de hablar:

—No. —Aquel vocablo salió firme y contundente de sus labios—. Yo ya me iba. —Miró una última vez a Ubbe y, sin más preámbulos, echó a andar hacia la salida.

—Cuéntame, ¿cómo van los entrenamientos? —La voz de Lagertha rompió la quietud que imperaba en la estancia. La rubia, que permanecía sentada en una ostentosa silla de madera, entrelazó las manos sobre su regazo mientras sus iris azules se posaban en Kaia, que se hallaba frente a ella, acomodada en un pequeño sillón de dos plazas—. Torvi dice que progresan favorablemente, pero quiero saber tu opinión —añadió, dedicándole una sonrisa cómplice.

La Imbatible correspondió al gesto, como si ambas compartieran un secreto que solo ellas conocían. Alisó la falda de su vestido y cruzó una pierna sobre la otra, sin perder en ningún momento ese porte regio que tanto le caracterizaba.

—Son jóvenes e indisciplinados —señaló, a lo que Lagertha rio por lo bajo. Quizá rememorando la época en la que ellas también lo fueron, antes de convertirse en quienes eran ahora—. Pero aprenden rápido. Aunque aún les queda un largo camino por recorrer —prosiguió—. La mayoría ha visto muy pocos inviernos.

La reina asintió, consciente de ello. Desvió la mirada hacia una de las esquinas de la dependencia, donde una figura se mantenía oculta en las sombras, tratando de pasar lo más desapercibida posible. La escudriñó en la distancia, intentando ver más allá de la oscuridad en la que estaba sumido aquel silencioso rincón, donde apenas llegaba la luz de las lámparas de aceite que había repartidas por toda la sala, para posteriormente chasquear los dedos.

—Guðrun. —La esclava, aquella que había comprado hacía poco más de un mes, salió de su escondite con la cabeza gacha y las manos unidas detrás de su espalda en actitud solícita—. Sírvenos un poco de cerveza —le pidió Lagertha, recibiendo un leve asentimiento de su parte.

A pesar de que había procurado que se sintiera lo más acogida posible, dadas las circunstancias, Guðrun continuaba siendo igual de asustadiza que el primer día. Rehuía la mirada de todo el mundo y apenas hablaba, no se relacionaba con nadie, ni siquiera con los otros esclavos que se encontraban al servicio de la rubia, y siempre se afanaba por ocultar con su indomable cabellera aquellas espeluznantes cicatrices que surcaban gran parte de su faz. Esas marcas que le habían erizado la piel la primera vez que las vio y tras las que se ocultaba una historia de lo más truculenta y escalofriante, la misma que la había empujado a elegirla a ella y no a las otras muchachas que había traído consigo Erlingr para que pasara a formar parte de su séquito de thralls.

La chica dirigió sus apresurados pasos hacia una mesita sobre la que reposaba una jarra y dos vasos de cuerno. Cogió la vasija y vertió un poco de cerveza en uno de los recipientes. Estuvo a punto de hacer lo mismo con el otro, pero la voz de Kaia se lo impidió:

—Yo no quiero.

Como cabía esperar, Guðrun no dijo nada al respecto. Se limitó a tenderle su vaso a Lagertha y, una vez que esta la hubo dispensado de sus servicios con un sutil movimiento de mano, a regresar a aquella esquina lúgubre y solitaria en la que ella misma se había confinado.

La soberana observó a su amiga con los ojos entrecerrados.

—¿Debería empezar a preocuparme? —tanteó, ocasionando que la castaña volviera a centrar toda su atención en ella—. Por tu indisposición, quiero decir. Ya llevas varios días así —puntualizó, para luego darle un trago a su cerveza—. Sigues estando pálida e incluso me atrevería a decir que has perdido peso. —La examinó de arriba abajo, reparando en el tono ceniciento de su piel y en las prominentes ojeras que marcaban la parte superior de sus pómulos, que estaban más pronunciados de lo habitual.

Los labios de Kaia hilvanaron una sonrisa desvaída que iba acorde con su demacrado aspecto. Ya llevaba un par de semanas así, acompañada de aquella extremada palidez, de ahí que Lagertha comenzara a alarmarse al ver que no presentaba signos de mejora.

—Se me pasará, no te preocupes —la tranquilizó con voz apacible.

La rubia suspiró, no muy convencida. Con una sola mirada le ordenó a Guðrun que las dejara a solas. Esta obedeció sin rechistar: inclinó la cabeza en su dirección a modo de despedida y abandonó la estancia, proporcionándoles un poco más de intimidad.

Lagertha se puso en pie para poder ocupar el asiento que quedaba libre al lado de La Imbatible, a quien no le había pasado inadvertida aquella acción por su parte, que hubiera despachado a la esclava para que así pudiesen hablar con más tranquilidad.

—No estás siendo del todo sincera conmigo —bisbiseó la reina, apoyando una mano en el brazo de su compañera—. Lo leo en tus ojos.

Kaia se escudó tras una expresión serena e imperturbable. Sentía las falanges de Lagertha hundiéndose con suavidad en la manga de su vestido, aunque hizo un esfuerzo e ignoró el cosquilleo que había desencadenado aquel mero contacto. El desasosiego latía en el fondo de los orbes celestes de la soberana, sabedora de que había algo más. Algo que no le estaba contando.

—No se te escapa nada, ¿verdad? —bromeó la castaña, reprimiendo una carcajada.

—Son muchos años a tu lado. Te conozco como la palma de mi mano —manifestó Lagertha—. ¿Qué ocurre, Kaia? Sabes que puedes confiar en mí —insistió. Estaba preocupada por ella y le dolía no poder hacer nada para ayudarla.

La susodicha inspiró por la nariz. Por supuesto que confiaba en ella, pero era un tema tan delicado... Tras unos instantes más de fluctuación, cubrió la mano de Lagertha con la suya y la estrechó con cariño. Volvió a sonreír, pero de forma apagada e insegura.

—Estoy encinta.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Weno, weno weno... Seguro que, ahora mismo, muchos estaréis en modo: ¡¿PERO QUÉ ACABA DE PASAR, POR DIOS SANTO?! Ya os comenté en el anterior capítulo que iba a haber bombazo en este, y aquí lo tenéis x'D Creo que la mayoría no os lo esperabais. Más que nada porque en el capítulo 38 hice varias referencias al embarazo de Kaia y ninguno comentasteis nada al respecto, jajaja. Decidme, ¿lo sospechabais o he logrado sorprenderos?

El caso es que nuestra hermosa Kaia espera un bebé y Lagertha se ha quedado con cara de póquer xD Ya sabéis quién es el padre, so... Podemos decir que Trygve es como el iceberg que hundió el Titanic. No se lo está poniendo nada fácil al Kagertha u.u Ahora bien, ¿qué creéis que pasará más adelante? ¿Tenéis alguna teoría o corazonada? Estoy deseando leer vuestras opiniones, jeje.

Y respecto al Drabbe, qué voy a decir que no haya dicho ya en todo lo que llevamos de historia. Son preciosos juntos, punto y se acabó. O sea, esa complicidad que tienen a la hora de hablar y tratar ciertos temas. Está mal que yo lo diga, pero me encanta cómo se ha ido desarrollando su relación a lo largo de los capítulos, jajaja. De Hvitserk no voy a decir nada porque ha ido a aparecer en el peor momento x'D But no desesperéis, pequeños míos, que lo que lleváis tiempo esperando está cada vez más cerca de hacerse realidad (͡° ͜ʖ ͡°)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, no olvidéis votar y comentar =)

Besos ^3^

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