Extraño |NoMin

Da scaretwoo

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Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... Altro

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31. Resplandor
32. Venganza
33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
34. Siempre tuyo; Parte 2
Capítulo final
Epílogo
Agradecimientos.

6. Fragancia

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Da scaretwoo

Ver a una persona llorar (para los que son frágiles de alma como yo), nunca ha sido una buena experiencia. Y no sólo lo digo por el malestar emocional que representa saberse impotente frente a una situación en la que no se puede intervenir, sino también por el dolor ajeno, que algunas veces, llega a ser tan fuerte, que te estremece el corazón.

   Justo como esa noche.

    Acariciando sutilmente los mechones blanquizcos de su sedoso cabello, Jeno lloró sobre mi pecho el tiempo suficiente para terminarle las lágrimas. O las ganas de llorar, francamente no sé cuál de las dos apareció primero. Y al notar su intención de quedarse dormido sobre su propia tristeza, decidí agitarlo un poco para pedirle que se fuera a la habitación a descansar. 

   Pasaba de la media noche cuando por fin llegué a mi propia cama. Pero, miles de preguntas sin respuesta bailaban todavía en mi mente, sin darme la tranquilidad que necesitaba para tener un buen sueño.

   Entre todas ellas; ¿Por qué Renjun actúa de forma tan fría y distante con su propio novio? Yo entiendo que muchas veces, por descuido, podemos llegar a ser despistados con cosas importantes, pero creo que el hecho de que Jeno no tenga donde dormir desde hace días por problemas que, intuyo son fuertes, no es algo que deba tomarse a la ligera. Que mi mejor amigo entonces no presente interés alguno por saber de su vida, me desconcierta hasta el grado de sentir que es un extraño para mí.

   Y, sé perfectamente que no tengo derecho alguno de juzgar una situación que desconozco, pero no puedo evitar preocuparme por ello cuando básicamente estoy en medio. Jeno para su buena o mala suerte buscó mi ayuda y dado este punto, no puedo simplemente mantenerme al margen.

   ¿O sí?

   ¡Maldita sea! Otra vez me estoy contradiciendo a mí mismo. Hace como dos horas estaba enfadado por filtrarme en la vida de Jeno y ahora, creo que hasta me gusta la idea.

   Algo anda mal conmigo. Definitivamente sí.

   Con la cabeza a punto de explotarme a causa de mis propios y estúpidos pensamientos, cierro los ojos con fuerza y trato de dormir. Esperando que de alguna mágica manera, todo mejore al día siguiente.


Mi padre se ha levantado temprano y por la mueca en su cara y las llaves girando bruscamente entre sus dedos, percibo sin siquiera mirar la hora que se me ha hecho tarde.

   Muy, muy tarde.

   —Lo siento —jadeo, mientras corro por la cocina buscando una manzana para comerla en el camino. Ni de chiste me va a dar tiempo de prepararme algo—. Creí que había puesto la alarma.

   —Siempre es lo mismo contigo, Jaemin —mi padre suelta un suspiro, pero de todas formas me espera—. Debes tener más disciplina. Así no vas a llegar a ninguna parte.

   Decido pasar del sermón, porque no necesito escuchar lo que ya me sé de memoria, y mejor acomodo mí improvisado desayuno en la mochila. Giro sobre mis talones para ir hacia la puerta, y en el proceso, veo que encima del comedor hay una bolsa de papel perfectamente doblada. Es tan tarde que incluso mi madre me hizo el desayuno y luego, se ha vuelto a dormir.

   — ¿Mamá se levantó temprano?

   Voy por la bolsa de papel y la meto igualmente en la mochila, cuidando que no se aplaste mi almuerzo. Por el rabillo del ojo veo como mi padre se cruza de brazos. Sin borrar su expresión seria, a pesar de que no está enojado.

   —No, pero al parecer tu amigo sí. Se fue muy temprano. Deberías aprender de él.

   De alguna manera me lo esperaba. Jeno no debe estarse sintiendo para nada bien y supongo que mi presencia sólo terminaría por alterarlo aún más. Que se haya desahogado conmigo no significa que se sienta cómodo con ello.

   Omito el hecho de que mi padre no haya visto que mamá se levantó a hacerme el desayuno, porque algunas veces es más despistado que yo y finalmente, me cuelgo la mochila.

   —Ya tengo todo pa, vámonos.

   El camino hacia el Instituto es acompañado por la música de la radio y el tráfico matutino. Dibujo con las yemas de los dedos sobre los cristales empapados por la brisa, figuras amorfas, y es estúpido, pero las sensaciones de desespero y angustia no abandonan mi pecho. Detesto tomarme los problemas ajenos como algo personal. Quizás lo único que debería hacer es apartarme y dejar de ser partícipe de esta locura, que al parecer, nada bueno va a traerme.

   Al llegar al Instituto me veo en la obligación de dejar de divagar. Me despido de mi padre antes de bajarme del auto y acomodo sobre mis hombros los tirantes de la mochila, tratando de sonreírle a un desconocido que está a punto de chocar conmigo. Por suerte no me encuentro a Renjun en ningún momento. Al parecer es demasiado tarde, incluso para lo que no son tan puntuales como él. En los pasillos casi no hay estudiantes y sólo unos pocos profesores caminan apresuradamente para llegar a clase, con un café en la mano, tratando de no quemarse.

   Paso frente a la puerta del salón en donde se supone debo estar y al verla cerrada, continúo caminando, sin mirar atrás. La profesora ya ha llegado y por la forma en cómo mira a mis compañeros cada vez que piden permiso para entrar pasados los diez minutos de tolerancia, entiendo que me va a rechazar. O puede que solo este buscando una excusa para no entrar. Me siento tan confundido que no soy capaz de distinguir lo que quiero de lo que no.

   La primera vez que me salté una clase fue una completa tontería. Renjun me prometió que iríamos a una cafetería nueva que estaban abriendo por el centro. Asegurándome que su fama era tan buena, que debíamos hacer fila desde la mañana. Como un idiota le creí, y me quedé esperando por él en la puerta trasera de la escuela, con el frío y la soñolencia de las siete.

   Pasaron cuarenta minutos y Renjun nunca apareció. Y cuando le reclamé el por qué de su ausencia, me dijo con una sonrisa despreocupada que lo había olvidado por completo. 

   Yo juré que jamás volvería hablarle.

   Pero al día siguiente me trajo un bollito de azúcar y un café expreso y entonces, lo perdoné. Siempre he sido una persona demasiado fácil de convencer. Aunque algunas veces intente, irónicamente, convencerme de lo contrario.

   Aprovecho que no hay estudiantes merodeando y me decido por sentarme en un lugar que conozco muy bien; detrás del salón de conferencias. Donde solo hay una franja de árboles y una barda que divide la escuela de la calle. Nunca le he hablado a nadie de este lugar, ni siquiera a mi mejor amigo. Si tengo ganas de maldecir o gritar porque me está yendo mal en algún momento de mi vida, vengo aquí a sacar mis frustraciones. Y creo que sería algo triste que alguien se enterara de que, a veces, por capricho, me vuelvo loco.

   El lugar siempre me ha parecido agradable, sin embargo, en este momento no lo es tanto. Nunca había venido a esta hora, por lo que la sensación es extraña y hasta me hace sentir culpable; como si quisiera ser consiente a medias de que estoy haciendo algo mal.

   Al sentarme en el suelo, el trasero se me congela y trato con todas mis fuerzas de no soltar un gritito. Lo peor, es que no estoy muy seguro de a qué he venido o qué es lo que pretendo hacer con mi actitud rebelde. Pero, por lo pronto, creo que una buena forma de comenzar el día es con el estómago lleno, así que saco de la mochila el desayuno que mi madre me preparó, esperando que por lo menos este tibio y de esa manera pueda reconfortarme un poco el corazón.

   Mi padre, ciertamente no es muy observador por las mañanas. Así que me sorprende que haya notado que Jeno se marchó pero no que mi madre se levantó para hacerme el desayuno. Decido no darle importancia al asunto y abro la bolsa, sacando un emparedado de ella y volando en el proceso una servilleta que parece tener algo escrito. 

   Desconcertado, tomo la servilleta antes de que se la lleve el viento y la leo, abriendo los ojos con sorpresa al ver que no es la letra de mi madre. Mucho menos de mi padre.

"Babeas mucho por las mañanas, Jaemin, deberías comprarte una almohada impermeable."

Jeno.

   ¿Qué?

   ¿¡Cómo demonios Jeno sabe que babeo por las mañanas!? ¿Acaso él...? ¿¡Fue a espiarme a mi cuarto!?

   Por instinto miro hacia abajo y comienzo a palparme todo el cuerpo con las manos, buscando posibles signos de daño. Gracias a los dioses no hay moretones, ni chupones, ni cualquier signo que pueda demostrar que Jeno me hizo cosas desagradables o indebidas, al dormir. Puede que llegue a ser exagerado, pero en estos tiempos uno ya no puede simplemente confiarse de la buena voluntad de las personas.

   Un poco más tranquilo, vuelvo a tomar la nota para leerla y al hacerlo con los dedos temblorosos y los ojos bien abiertos, siento como si el mundo se me viniera encima.

   No es un mensaje secreto, ni palabras cursis o con doble sentido. Es un solo un mensaje torpemente escrito el que hace que mis mejillas se calienten y mi corazón lata con fuerza. Es sólo saber que Jeno entró a mi habitación y me vio dormir, lo que me hace sentir avergonzado.

   — ¡Maldita sea, como lo odio!

   Lanzo la servilleta lejos y grito con todas mis fuerzas, pateando el suelo. Ni siquiera me importa que sea temprano y que alguien con buen oído pueda escucharme.

   Entiendo que las intenciones de Jeno son buenas, pero no puedo evitar pensar que todo esto se está saliendo demasiado de contexto. Yo le brindé mi ayuda y hasta cierto punto, mi apoyo, pero no por ello pretendo recibir nada a cambio.

   ¿Estaré siendo muy orgulloso? ¿Acaso el egoísmo me está cerrando las puertas de la cordura?

   Bajo la mirada una vez más y contemplo un emparedado cuidadosamente envuelto en una servilleta. Lo descubro poco a poco y veo que le ha cortado las orillas y que le ha puesto tanto queso, que se le desborda.

   Tomo el sándwich y lo pongo frente a mi rostro, analizándolo como si fuera un ser de otro planeta. ¿Jeno se levantó temprano y me hizo esto antes de irse? Parece lo más lógico. Aunque, se ve tan bien hecho que pienso que se tardó un poco más de lo que usualmente mi madre haría.

   —Sólo es un maldito emparedado Jaemin —me digo a mi mismo, gruñendo. Tratando de parecer enojado—. No le des tantas vueltas al asunto.

   Pero al darle la primera mordida, una sonrisa boba se dibuja en mi cara. Y solo ahí, me doy cuenta de lo estúpido y bipolar que me estoy volviendo desde que Lee Jeno metió las malditas narices en mi vida.

   Y, como ya no quiero pensar más, termino de comerme el emparedado y me sacudo las pelusas del pantalón. Soltando un suspiro que se siente un poco (demasiado) liberador para ser verdad.

   No soy tan rebelde así que las siguientes clases si las tengo que tomar. Todo parece estar bien, lo que podría considerarse normal, nadie me ha echado de menos ni parece que vaya a tener un reporte por esconderme detrás del auditorio a pasar mi patética mañana. Le pido los apuntes a mi compañero de a lado, que se llama Yuta y trato de no hacer muecas al intentar descifrar que demonios se supone que escribió. Su letra es terrible.

   Gritos entusiasmados me desconcentran un par de veces, haciendo que me salga del margen. Algunos compañeros están ansiosos porque se viene la colecta del año que ayuda a las niñas en situación de calle. Y a otros, bueno, a otros les da exactamente lo mismo.

   El año pasado, vendimos pasteles con batidos en la feria estudiantil, lo cual fue todo un éxito. Esta vez no estoy seguro de que proyecto tengan en mente, pero el entusiasmo de la mayoría me regresa el buen humor. 

   — ¡Jaemin!

   Una bola de papel se estrella contra mi cabeza después de escuchar mi nombre. Levanto la mirada de los apuntes y veo a Chenle sonreír de oreja a oreja. Zhong es una buena persona, pero su actitud burlona no me da buena espina.

   A ese chico y a su amigo Jisung, les falta un tornillo. O dos. Lo digo en serio.

   —Te busca tu novio en la puerta. —dice con una sonrisa pícara, dándome la razón de temerle.

   Pongo los ojos en blanco, porque a mi compañero le encanta molestarme con lo mismo cada vez que Renjun viene a buscarme y luego, me pongo de pie.

   —Ya te dije que no es mi novio, idiota.

   Le saco la lengua y camino hacia la puerta, sintiendo como las manos comienzan a sudarme. La verdad es que no quiero ver a mi mejor amigo.

   Tal y como lo esperaba Renjun está parado en el marco de la puerta, texteando intensamente en su teléfono. Me pregunto si acaso estará hablando con Jeno y pensarlo, no sé porque, no me agrada mucho que digamos. Quizás, sólo no quiero que vuelva a hacerlo sufrir.

   —Hola, Ren —digo un poco seco, esperando que no lo note.

    Pero esta tan entretenido mandando mensajes, que ni siquiera me escucha. No es hasta que pongo una mano sobre la pantalla de su celular, que me presta atención.

   —Oh, perdón Jae. No te vi.

   — ¿No fuiste a la cafetería?

   —Sí, pero no te vi y por eso vine a buscarte.

   ¿Por qué no estás con Jeno? Quiero preguntar, pero es estúpido. Ni siquiera estoy seguro de que a Renjun le importe. No parece ni un poco afectado por la pelea que acaban de tener hace algunas horas.

   —No tenía ganas de salir —me excuso, tratando de no parecer nervioso.

   —Lo noté. Por eso vine por ti.

   Mi amigo se encoje de hombros y vuelve la atención a su celular.

   —Hace mucho que no pasas tiempo con Jeno, ¿por qué?

   Mierda, ¿de dónde salió eso?

   — ¿Qué?

   Fue muy tonto de mi parte pretender que a Renjun le daría igual que le preguntara por un tema del cual nunca hablamos. 

   Acabo de meterme en problemas.

   —Últimamente me preguntas por él, ¿pasó algo?

   No parece enojado, de hecho está muy lejos de estarlo. Pero el desconcierto en su rostro es una clara señal de lo extraño que le parece que pregunte por Jeno cuando en dos años jamás mostré interés alguno en él.

   —Na-da —odio estar nervioso y tartamudear, pero es así como me siento—, es que... de verdad se me hace extraño que ya no me digas nada él. Es como sino te importara.

   Renjun frunce el ceño.

   —Jeno se ha vuelto aburrido. —se encoje de hombros, como restándole importancia al asunto— Ya no me gusta salir con él.

   Sé que es una reacción estúpida, pero sin querer me indigno un poco al escuchar su respuesta. Recuerdos de la noche anterior vienen a mi mente y a pesar de que sólo vimos una película, no creo que Jeno sea aburrido. En realidad, la única razón por la cual consideraba que lo era, se debía a su fría expresión.

   Porque cuando sonríe... joder, es como una persona completamente diferente. Sobre todo si se ríe y sus ojos forman dos medias lunas. Enmarcando sus tupidas pestañas.

   — ¿Y por qué no lo dejas?

   Bueno, al parecer el filtro de las preguntas estúpidas no lo tengo activado el día de hoy.

   Renjun por su parte, vuelve a encogerse de hombros, de manera tan natural que resulta envidiable.

   —Él no deja de rogarme que estemos juntos.

   Mi mejor amigo a pesar de ser guapo, inteligente y carismático, nunca ha sido la clase de persona que se sienta superior a los demás, en ningún aspecto. No obstante, en ese momento, al verlo hablar de forma tan desinteresada del chico que una noche anterior casi se queda dormido entre mis brazos por la forma en como le grito por una estúpida bata, sencillamente me hace enfurecer.

   —Ahhh, entiendo.

   Pero no tengo el coraje necesario para actuar. Ni siquiera para decirle que está siendo un completo idiota con una persona que parece quererlo de verdad.

   —Quedamos de ir al centro para probar el helado de aguacate, ¿recuerdas?

   No sé si sentirme aliviado o molesto por la forma para nada sutil en la que intenta cambiar de tema. Pero creo que sería estúpido de mi parte desperdiciar la oportunidad que tengo para escapar de un momento tan incómodo. Así que le sigo la corriente.

   —Lo siento, lo olvidé.

   Y no es mentira, con todo lo que pasa en mi vida últimamente me sorprende que sea capaz de recordar que tengo que respirar para vivir.

   —No importa —Renjun sonríe, pasando uno de sus brazos por mi cuello, intentando desaparecer la repentina tensión entre nosotros—. ¿Quieres ir hoy?

   Aceptar es lo más lógico. Renjun y yo estamos acostumbrados a salir todo el tiempo. Incluso a pasar días completos juntos. Pero, justo ahora, en medio de este absurdo dilema mental, no estoy muy seguro de estar cómodo con su presencia.

   —Lo siento, le prometí a mis padres que los ayudaría con la cena.

   Me golpeo internamente. Esa excusa ni de chiste va a ser impedimento alguno para que Renjun venga a mi casa y quiera pasar tiempo conmigo.

   —Perfecto, entonces voy a tu...

   Y está a punto de hacer realidad mi predicción, cuando la profesora de biología se para afuera del salón y nos mira con una mueca.

   —Es hora de clase, vuelvan a su lugar.

   Esa materia Renjun la comparte conmigo, así que entramos juntos al salón, mientras él hace una mueca, pero sin decir nada más.

   La clase transcurre de manera lenta y tortuosa. La señorita Shim nos pregunta sobre los avances de nuestro proyecto y yo me siento como un maldito inútil cuando recuerdo que solo llevo la parte en donde Renjun me ayudó a buscar las fuentes. Debo comenzar a hacerlo sino quiero quedarme calvo por el estrés una semana antes de entregarlo.

   El timbre que anuncia la salida finalmente se escucha y como no tengo ganas de seguir fingiendo, le digo a mi mejor amigo que me tengo que ir porque debo acompañar a mi madre con las compras. No recuerdo haberle mentido tanto a Renjun en un solo día, pero bien dicen que siempre hay una primera vez para todo, ¿no es cierto? Y creo que este es mi momento.

   Salgo del instituto a paso apresurado y cruzo la calle sin importarme que los conductores hagan sonar sus claxon con irritación. Como soy de los primeros en salir, no muchos comparten mi camino. Pero, hasta recorrer tres cuadras soy capaz de relajarme y solo empezando la cuarta, retomo la normalidad de mis pasos. Y también de mi respiración.

   No entiendo que es lo que me pasa. Mi actitud me toma por sorpresa. Quiero echarle la culpa a las pocas horas de sueño, al estrés que siento por entregar el proyecto, o cualquier cosa que no sea esa que tanto estoy evitando pensar.

   Pero ni siquiera cuando me lo advierto, puedo dejar de hacerlo.

   Él no deja de rogarme que estemos juntos.

   Palabras simples que causan golpes dentro de mi corazón. ¿Acaso el amor de eso se trata ahora? ¿Del orgullo? ¿De quién aguanta más? Estar enamorado debería ser un estado de felicidad, paz y alegría. No de arrogancia, egoísmo y dolor. De lo contario dejaría de ser amor para convertirse en autentica frivolidad.

   Pienso en Jeno una vez más, sollozando por la actitud tan distante de Renjun. Pienso en el desinterés de mi mejor amigo y me doy cuenta de lo jodido que es el amor no correspondido. De lo desgraciado que puede llegar a convertirte.

   Ojalá nunca me enamoré de un imposible.

   Nunca he tenido una cita, nunca he dado un beso y por supuesto que nunca he tenido una relación. Aunque, después de ver lo complicado que es todo esto, creo que yo paso, gracias.

   Tantos pensamientos no me dejan palpar la realidad y para cuando llego a casa y me doy cuenta de que Jeno está sentado en las escaleras de la entrada, con los brazos cruzados frente a su pecho, los ojos cerrados y algunos mechones de cabello cayendo por su frente, ya es demasiado tarde para hacer nada.

   Es imposible no preguntarme porque está aquí. Pero eso es todo. Ni siquiera tengo ganas de enojarme, ni de preocuparme, porque no tengo fuerzas para hacerlo. A medida que me acerco hacia él noto que en realidad no está haciéndose el tonto. Se ha quedado dormido. Me lo comprueba su respiración tranquila y sus ojos profundamente cerrados.

   Tiene los brazos desnudos cruzados frente a su pecho, ejerciendo sin querer un poco de fuerza, revelando sus músculos debido a la camiseta rojiza que lleva puesta. Los mismos jeans negros que usa desde la primera vez que se quedó a dormir, enfundan sus largas piernas. Y unos auriculares están conectados a su celular, encerrándolo en su propia burbuja.

   Su perfil me resulta un poco intimidante. Cuando no hay expresión en su rostro Jeno parece una persona muy seria. Pero basta con que curve un poco sus labios hacia arriba para que eso cambie. Aunque lo cierto es que en general, lo ha hecho bastante. Poco queda del chico delgado y bajito que conocí hace dos años. Ahora parece más fuerte. Me pregunto si acaso hará ejercicio.

   Considero pasar de él para no molestarlo, porque se ve tan tranquilo que duele despertarlo. Pero seguro que el concreto termina por darle un dolor de espalda terrible, así que me acerco hacia él y lo zarandeo un poco. Esperando no asustarlo.

   —Jeno —pronunció su nombre un poco alto. Seguro que los auriculares no lo dejan escuchar nada— ¡Jeno!

   Pero ni siquiera se inmuta, y yo tengo que poner un poco más de fuerza para que mi plan de resultado. Pasan algunos segundos más de zarandeo, antes de lograrlo hacer abrir los ojos. Enterneciéndome por la manera tan lenta en que la que capta todo a su alrededor, batiendo de arriba hacia abajo las tupidas pestañas, hasta que finalmente me nota y su boca se abre con completa sorpresa.

   —Jaemin...

   —Entra.

   No lo dejo terminar, tiro de su mano hacia arriba y lo obligo a ponerse de pie. ¿Qué me va a explicar? Es obvio que está cansado y que quiere descansar. Y por nada del mundo voy a dejar que lo haga en la calle.

   Abro la puerta, todavía con su mano entre la mía para evitar que se vaya, aunque realmente no presente signos de querer hacerlo. Mis padres no llegan hasta más tarde, pero no creo que a ninguno de los dos vaya a molestarle. Después de todo, ya saben la situación de Jeno. 

   —Jaemin...

   —No pasa nada, Jeno, sólo ve a dormir.

   Dejo la mochila en la entrada y me giro para estar de frente, bajando la mirada para ver como nuestras manos están entrelazadas.

   ¿Cuándo fue que sucedió esto?

   —No quería volver a venir —Jeno se muerde el labio inferior y agacha la cabeza, aparentemente avergonzado— Pero tenía sueño y aquí me parece un lugar seguro para...

   —Basta Jeno, no me des explicaciones, sólo... v-ve a la cama.

   No sé porque me destruye escucharlo hablar de esa forma. Como si descansar fuera un crimen, como si tuviera que justificarse por no tener un lugar seguro a donde ir.

   Maldita sea que soy un hombre sensible.

   —Jaemin, escucha, yo...

   — ¡Ya te dije que no te tienes que justificar!

   Jeno se sobre salta al escuchar cómo le he gritado y en automático me siento como un idiota. Seguro que estoy asustándolo con mi actitud.

   —De verdad... no tienes que decir nada —continuo, esbozando una pequeña sonrisa que sospecho es histérica— Hablaremos cuando hayas descansado, ¿de acuerdo?

   Nuestras miradas conectan y por largos y tortuosos segundos, permanecemos así. Mirándonos directamente a los ojos, sin decir nada, envueltos por un tenso ambiente que asfixia. Su expresión seria me intimida pero no parpadeo, ni aparto la mirada. Siento que hay algo que me arrastra como un imán hacia sus ojos oscuros, como si intentará ver por dentro de su alma.

   —De acuerdo —susurra a pesar de que no es necesario—. Gracias.

   —No es nada.

   Pero continuamos de pie, todavía con nuestras manos entrelazadas. El momento es demasiado abrumador para mí. Lo siento irreal, caótico, angustiante. Mis sentidos se agudizan y sin querer capto un poco de mi propia colonia en él. Pero no huele igual que cuando la roció sobre mi cuerpo. Oh no, en Jeno tiene una fijación distinta, un aroma impetuoso, que se cuela por mis pulmones y me atonta por breves segundos.

   Sus ojos dejan de estar fijos en los míos para pasear por mi cara, analizándome de a poco. Hasta que se detiene en un lugar que me hace sentir indefenso y estremecer de pies a cabeza.

   Suelto su mano y camino hacia atrás, chocando contra el sillón en el proceso. Me muerdo el labio inferior pero Jeno continua mirándome ahí, justo ahí. Ese lugar que nadie ha profanado.

   Mi boca.

   Sin poder soportarlo, giro sobre mis talones y me voy directo a mi habitación. Con el corazón latiéndome con fuerza y los sentidos nublados. Me llevo una mano a los labios y jadeo, tocándolos suavemente.

  ¿Por qué me ha visto de esa manera?

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