Irremediablemente Tú y Yo

By newromaantic

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Ella era sinónimo de tranquilidad, inteligencia y responsabilidad, mientras él era el caos, la rebeldía y la... More

Sinopsis y advertencias
0. Prólogo.
1. New Romantics.
2. Gorgeous.
3. Blank space.
4. Red.
5. Wonderland.
6. Tolerate it.
7. My tears ricochet.
8. I knew you were trouble.
9. Begin again.
10. I did something bad.
11. It's nice to have a friend.
12. False god.
13. Sparks fly.
14. Untouchable.
15. The 1.
16. Holy ground.
17. Mr. Perfectly fine.
ESPECIAL HALLOWEEN
18. ...Ready for it?
19. Stay, stay, stay.
21. Treacherous.
22. End game.
23. State Of Grace.
24. Our song.
25. Crazier.
26. Ours.
27. Hey Stephen.
28. Snow on the beach.
29. I can see you

20. I think he knows.

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By newromaantic

"I think he knows when we get all alone
I'll make myself at home and he'll want me to stay"

—Taylor Swift (2019) Lover.

BROOK

Despertar con el brazo de Adrien alrededor de mi cintura y con sus piernas entre las mías no se sentía correcto, pero se sentía tan bien, si tengo permitido decirlo.

El calor que desprendía era justo por lo que, supongo yo, terminé así. ¿Su olor? Era embriagante.

Mi nariz estaba pegada a su pecho y llevaba minutos drogándome con su aroma. Ni siquiera es que oliera a esa colonia amaderada y cítrica que generalmente usaba, no, ésta vez era su olor. El olor de Adrien sin alteraciones, y podría quedarme así horas e incluso semanas.

«Su olor te está quemando las neuronas, chica»

Cállate, mente.

Remuevo mi nariz sobre su piel y sonrío contra la misma.

Un suspiro me hace detener mi movimiento y me quedo congelada por unos segundos.

—Por más que me guste que hagas eso, justo ahora no ayudas —murmura casi tan bajo que por un momento pienso que es mi imaginación.

—¿Mmm? —intento fingir que recién despierto.

No responde de inmediato, tal vez se ha quedado dormido. Aun así, tomo mis precauciones y evito con todas mis fuerzas hacer un movimiento que lo pueda despertar de nuevo.

—Olvídalo, sigue haciendo eso —gruñe, moviéndose de manera en que mi cuerpo queda aún más cerca del suyo, como si eso todavía fuera posible.

Refuerza su agarre y me aprieta contra él, tan fuerte que casi termino sobre su cuerpo. Tanto que puedo sentirlo todo. Y cuando digo todo, es todo.

Ahogo un grito cuando siento el pequeño bulto presionando en mi muslo izquierdo.

¡Santa virgen de la papaya!

No grites, no grites, no grites.

—A-adrien —murmuro, un poco desconcertada cuando veo que no tiene intención de moverse.

Su risa ronca me hace vibrar y por más que la sensación me guste, eso no evita que me remueva para alejarme.

—Estás empeorando todo —rezonga, sin aflojar su agarre.

—Entonces déjame ir —refunfuño, colocando mis puños sobre su pecho para ejercer fuerza y pueda dejarme libre. Lo hace, me suelta, haciendo que caiga de espaldas a su lado.

—No sé qué haya pasado allá abajo, pero que durmamos juntos no quiere decir que...

Su carcajada brota en un sonido gutural que pareciera que resuena en cada rincón de mi diminuta habitación.

—Eso de haya abajo —enfatiza burlescamente—. Es una erección matutina. Y tranquila, no es por ti.

Giro los ojos.

—Sé que no es por mí, pero es incómodo sentirlo, y no hacías más que restregarlo sobre mi pierna.

—Lo lamento, pero me encanta sentirte. Eres tan...

Espero a que termine su oración y cuando no lo hace me volteo hacia él, colocando mi codo en la cama y mi cabeza sobre la palma de mi mano. Sonrío.

—¿Tan qué?

Espero, ansiosa por alguna razón.

—Cálida —termina.

Ruedo los ojos y le doy un golpe en el pecho.

—Entre otras cosas, por supuesto —digo por él.

—"Por supuesto" —ironiza con una carcajada.

—Oye —me quejo—. Soy muchas cosas más, ¿sabes?

—Oh, claro que lo sé, si no lo estoy dudando, estoy haciendo énfasis que por supuesto que lo eres.

Intenta levantarse para estar del mismo modo que yo. Coloco mi palma izquierda sobre su pecho y la presiono ahí evitando que se levante. De cierta manera me hace sentir más segura, en ventaja, aunque no signifique nada.

Mi mano hormiguea sobre su piel desnuda y la siento calentarse bajo mi tacto, casi tan electrizante que necesito alejar mi mano para evitar electrocutarme las neuronas, pero su gruñido deja paralizada mi mano en el aire.

—¿Por qué te alejas?

Porque contigo no puedo hacer más que acercarme tanto que puedo llegar a cometer errores.

—No quiero hacerte sentir incómodo —digo simplemente.

Deja salir una pequeña risa nasal y solo me limito a observar lo guapo que se ve. Debería dejar de mirarlo, pero es imposible, todo él es atractivo; su maldito rostro perfecto con esa nariz perfecta y la mandíbula casi cuadrada, su sueve pelo negro, y los ojos ¿Ya he dicho que sus ojos me vuelven loca? Sus ojos me hacen dar vueltas siempre que me miran, cómo ahora. Y no voy a hablar de su pecho, porque, ahora que se acomoda, mis sábanas se deslizan por el pecaminoso torso con una paquete de seis que me hace hiperventilar.

No mires más abajo, no lo hagas.

Lo hago y veo claramente como el indicio de su perfecta V se abre camino a la tienda de campaña que se forma más abajo.

Me sonrojo.

Todo él es perfecto y lo odio por eso.

Es su culpa. Si no fuera tan guapo y no me mirara como si fuera lo más impresionante que ha visto, probablemente mis neuronas estarían a salvo, pero no, sus ojos queman mi rostro y puedo ver la burla en el suyo por el color carmesí que mis mejillas de seguro han tomado.

Él tiene la culpa. Es el único responsable de que la mayoría de la población femenina de la Universidad tenga las neuronas chamuscadas por él. Y no las culpo, justamente parece que las mías hacen corto circuito cada que él se encuentra a un radio de veinte metros.

—Me gusta —habla unos segundos después.

—¿El qué? —pregunto, confundida por mis pensamientos.

—Tu cercanía —comienza, tomando mi mano izquierda con la suya. Desliza sus largos dedos entre los míos y juguetea con ellos—, tu aroma y tu toque —continua, conduciendo mi mano hasta su pecho.

Contengo la respiración cuando lo siento tensarse.

—¿Estás seguro de que no te molesta? —inquiero con la garganta seca por la manera en que su piel se calienta bajo mi palma.

—Lo estoy —dice con una exhalación.

Me tomo la libertad de mover mi mano sobre su pecho, hacia su clavícula y después hacia sus anchos hombros.

Estoy fascinada.

Digo, tocarlo se siente hasta irreal. Es una sensación nueva, considerando que nunca en mi vida había tocado a un chico y menos a un chico como él, que parece un modelo de ropa interior, con los músculos definidos y duros por donde sea que mis dedos curiosean.

Pero por más embobada que se sienta todo esto, una pequeña espinita molesta se cuela de nuevo en mis pensamientos y no me permite disfrutar del todo el momento.

—Tengo una pregunta —detengo mi mano sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón ir en aumento.

Parece que maldice en voz baja, pero lo ignoro.

—Adelante —murmura entre dientes.

Me lo pienso un rato antes de soltarlo.

—¿Estás enamorado? —miro a cualquier parte de su cuerpo, menos a sus ojos.

Es la pregunta más tonta que probablemente le he hecho desde que lo conozco, pero estoy harta de la estúpida voz que lleva tiempo atormentándome, diciendo que tal vez él está enamorado de alguien y esa es la razón por la que me había rechazado. No lo sé, alguien a quien quería...

Su risa brota bajo mi palma y esta vez si lo miro.

—¿A qué se debe tu pregunta? —detiene su risa, pero su rostro aún refleja la diversión que le hace todo esto.

—Mmm, simple curiosidad —me encojo de hombros para no parecer tan ansiosa por saber su respuesta.

—¿No has oído eso del ratón que murió por la curiosidad?

Es mi turno de reír.

—Es un gato, tonto —golpeo levemente su hombro—. La curiosidad mató al gato.

Pone los ojos en blanco.

—Como sea —le resta importancia.

—¿Entonces? ¿Estás o no estás enamorado? —intento de nuevo.

—No lo estoy —dice con firmeza.

¿Eso es... Bueno?

Mentiría si no dijera que una emoción extraña emerge en mi estómago, demasiado extraña como para hacerme sonreír, claro que ese sentimiento se ve aplastado por el recuerdo de unos hermosos ojos azules y el cabello rojizo brillante.

—¿Ni siquiera Lauren?

Su rostro adquiere la neutralidad que hace unos segundos no tenía.

—¿Por qué lo dices?

—No lo sé. Ustedes parecen demasiado cercanos.

—La conozco desde hace poco menos de dos años.

—Y tienen una especie de relación...

—No tenemos una relación. Estar con ella es sencillo, no es una loca que planifica nuestra boda a la primera follada y no somos exclusivos. Es diferente con ella, nada especial tampoco.

Bueno, fue sincero, pero su sinceridad no evita que ahora sienta como si estuviera enferma del estómago.

—¿Y ella lo sabe?

—Ella es quien dejó claro los límites.

Quiero decirle que no es verdad, que ella lo ve como si fuera el mismísimo sol, como si no pudiera apartar la vista nunca más.

—Está bien —retiro mi mano de su pecho, porque a pesar de su confesión, se siente como si estuviera haciendo algo mal, como si estuviera traicionando a Lauren.

Ya lo hice una vez, no tengo intención de cargar con más culpas de las que puedo soportar.

Los he visto juntos, son una pareja aunque él no lo diga, tal vez una relación abierta, no lo sé, pero seguir en la misma cama con él ahora se siente incorrecto.

Lauren no es mi amiga, pero no parece ser mala, es más sincera y a veces demasiado franca, pero si soy empática con ella, no me gustaría enterarme de que el tipo con el que tengo sexo duerme con otras chicas.

Sigo sin entender la necesidad de Adrien por no ponerle un nombre a su relación con la pelirroja. Me refiero a que ella es bastante buena para él; alta, con curvas en los lugares correctos, guapa y con una personalidad increíble. Diablos, si yo fuera hombre, ella sería mi tipo.

Lauren no es para nada ordinaria, es exuberante, al igual que Adrien. Serían perfectos.

La alarma de Adrien termina con mi viaje mental y brinco lejos de él.

—Creo que es hora de que te vayas —meto mis pies dentro de mis pantuflas y me acerco a las ventanas para abrirlas....

—¿Me estás corriendo? —se acomoda de tal manera en la que su espalda termina recargada en la cabecera de la cama.

Por más que me gusta la vista.

—Si —digo—. Nuestras clases empiezan a la misma hora, así que también tengo que arreglarme.

Comienzo a rondar por el cuarto, cogiendo algunas cosas para darme una ducha rápida.

Antes de desaparecer rumbo al baño, le dedico la sonrisa más real que ahora le puedo ofrecer.

—Te veo en la cafetería ¿sí?

—Claro —es todo lo que dice y no espero más antes de entrar al cuarto de baño.

Bien, Brook. Es una nueva semana, y una nueva oportunidad de hacer las cosas bien.

50 minutos exactamente después, me reúno con todos en la cafetería, bueno, todos excepto Justin y Avery, de los que no tenemos idea de dónde están desde la noche anterior, pero tampoco es difícil deducirlo.

—¿Licuado de no sé qué mierda sea? —Adrien empuja un vaso hacia mí, una vez me siento a su lado—. ¿De verdad, Roberts?

Me inclino y cojo el vaso con un líquido verde y espeso.

No, tampoco soy fan.

—Maddie dice que necesito bajar un poco de peso.

Su ceño fruncido se hace presente.

—Maddie se puede ir al carajo —habla Adrien.

—Uh-uh, cuidado con las palabras, hermano. Tienes a su prometido justo frente a ti —sonríe Chris, solo para molestar a Matt, quien por supuesto lo mira mal, luego vuelve su mirada a mí y todo su rostro se relaja.

—No tienes que hacer lo que ella dice —aclara—. Le gusta causar complejos a quienes ve como rivales.

—Lo sé, solo creo que tiene razón. Necesito una mejor condición. No puedo hacer un movimiento porque termino adolorida el resto del día.

—Eso no tiene nada que ver con tu alimentación. Lo que necesitas es acostumbrarte al ejercicio —nuevamente es Adrien quien habla, ahora un poco menos interesado.

—Corro por las mañanas —lo miro mal, incapaz de darle la razón, aunque sé que la tiene.

—Además de solo correr —corrige.

—Tenemos un gimnasio privado en nuestro departamento —interrumpe Matt—. ¿Podrías venir por las mañanas y juntos...

—¿Por qué rayos la invitas a ella y nunca me has invitado a mí? —Chris casi escupe su bebida.

Se gana una mala mirada de Matt.

—No eres bueno madrugando, Christian.

—Es verdad —el mencionado se relaja en su asiento—. Pero podría ir por las tardes.

—Te gusta presumir, y el gimnasio de la Universidad es otra opción para flirtear —esta vez es Adrien quien le recuerda.

Nuevamente, Chris asiente.

—Tienen razón —sonríe—. Aun así, no aceptes, Brookie. Solo lo hace para tenerte cerca.

Sonrío.

—Gracias por el consejo, pero lo pensaré —es todo lo que digo.

Matt aprovecha para susurrarle algo que no logro escuchar, pero deja de importarme cuando Adrien se inclina cerca de mi hasta que su nariz está en mi pelo y sus labios rozan mi oreja.

—Si aceptas, yo mismo me encargaré de que termines sudando y agotada.

Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y se concentra en la parte inferior de mi estómago.

No seas mal pensada, no seas mal pensada.

Y aunque la idea de sudar y cansarme no se escucha tan divertida, al menos no si tomo en cuenta sus palabras y no mi interpretación, Adrien parece dispuesto a ayudarme y es algo que no voy a rechazar.

—Tendrás que ser más persuasivo —le digo, dando un trago a mi extraña bebida de kiwi, lechuga y espinaca.

—No usaré camisetas —murmura con la diversión burbujeando en su voz.

Casi escupo el líquido verde y me alejo un poco, observándolo para saber si lo dice de verdad.

Agradezco que Matt y Chris ahora estén en una pequeña discusión que impide que ambos vean lo escandalizada que me encuentro.

Intento recomponerme.

—¿Crees que la idea de verte sin camiseta me convencerá? —trago fuerte.

—Lo estoy intentando —se encoge de hombros, llevándose el vaso de café a los labios.

Ok, acepto.

—La respuesta sigue siendo la misma —lo miro de reojo antes de volver a intentar poner en orden mis neuronas de la mejor manera en la que lo puedo hacer. Huyendo—. Y mientras lo pienso, tú piensa en algo que valga la pena.

Mirarlo sin camiseta vale muchísimo la pena, pero vamos, no soy una chica fácil, tendrá que ofrecer algo mejor.

—Nos vemos en el entrenamiento —le guiño un ojo antes de despedir con la mano a Chris y Matt, y salir corriendo a mi primera clase.

*****

Uno de los mayores errores que he cometido durante toda mi vida es crecer bajo la cultura de la expectativa.

He tenido expectativas desde que fui lo suficientemente capaz de tener una buena imaginación.

Cuando era pequeña, tenía esa idea de familia feliz. Imaginaba situaciones en las que el niño que me gustaba podría convertirse en mi príncipe azul, cómo en las películas, más tarde comencé a soñar con esas novelas románticas por las que me desvelaba, un poco después, me imaginé entrando a la mejor Universidad del país, y luego la idea de algún día ser una gran médico y forjar un nombre.

Ahora entiendo, hay dos tipos de expectativas: aquellas que dependen de segundas y terceras personas y otras que dependen de mí misma. Aquellas expectativas que dependen de otras personas suelen nunca cumplirse, en cambio, las que dependen de mí parecen ir en marcha.

Sin embargo, esta noche he decidido no tenerlas en absoluto.

No espero que Ronan sea un caballero de brillante armadura, no espero que sea lo suficientemente maduro como para aceptar ser exclusivo conmigo, no espero que acepte estar con alguien como yo. Sin expectativas.

Si esto no funciona puedo regresar a casa con el orgullo intacto y sin el sentimiento de haber perdido algo que en realidad nunca tuve.

El frío cala mis huesos apenas pongo un pie fuera del taxi. Pago los servicios y agradezco al conductor. Ronan se había ofrecido en venir a recogerme hasta la residencia, pero al final quedamos en vernos en la Plaza de la Estación Unión. No quería causar molestias y esa es la razón por la que ahora voy a quedar congelada tal y como la estatua de la fuente frente a mí.

Pero bien lo dijo Avery: "la belleza cuesta", y si querer impresionar a Ronan me va a costar morir de hipotermia, que así sea. De cualquier manera, no está tan mal. Me debatía entre usar un vestido o una falda con medias negras, pero las nubes ligeramente grisáceas me hicieron optar por la segunda opción, cosa que ahora agradezco, de lo contrario, sería un desastre en estos momentos.

No tengo que esperar, pues de inmediato reconozco el cabello rebelde de Ronan. Trae unos pantalones de mezclilla oscura, una playera blanca y una chamarra grisácea.

Pese a las pequeñas ventiscas de aire frío, él parece estar de lo más tranquilo. Todo él es así, desde que lo conozco no lo he visto perder el control, tampoco lo he visto enojado, y aun así, pese a toda esa tranquilidad que irradia, parece imponer tanto.

Acorto la distancia que nos separa.

—Estaba comenzando a preocuparme de que no llegaras —murmura, besando mi mejilla izquierda.

—El taxi tardó un poco en llegar —aclaro aunque no sea verdad.

La verdad es que tardé un poco más en decidir qué ponerme y ahuyentando a Avery para que dejara de insistir en que tipo de ropa interior usar.

—Lo bueno es que ya estás aquí —dice—. Luces hermosa, como siempre.

Mis mejillas se calientan y espero que no se dé cuenta.

—Gracias, tú también estás muy guapo —reconozco, sintiendo como la temperatura de mi cuerpo aumenta.

Le ofrezco una sonrisa y levanto la vista a la maravillosa imagen frente a mí; la estatua y los tres astas que se alzan detrás resultan imponentes, y aún más la edificación al fondo.

—¿Sorprendente, cierto? —cuestiona al ver mi sorpresa.

—Demasiado —exhalo—. No sabía que esto existía.

—Hace algunos años fue un centro de mayor interés, pero debido a algunos incidentes, la centralización de National Mall y el uso de transportes particulares, la gente ha dejado de venir. Sin embargo, es demasiado impresionante como para quedar en el abandono total —explica y lo escucho atenta. Señala con la mano las tres astas con las banderas del país—. Las tres banderas representan las tres carabelas de Cristóbal Colón: La Niña, La Pinta y la Santa María.

Abro la boca sorprendida y mi mirada baja a la pequeña fuente frente a mí.

—La estatua —murmuro.

—Exacto. La fuente simboliza la exploración al nuevo mundo.

Wow.

—Veo que sabes mucho de historia —deduzco con una sonrisa.

—Es una ciudad pequeña, Brook, es mi ciudad. Sería ignorante de mi parte no saber algo tan básico como eso.

Bueno, pregúntame de la fundación de Dallas y estoy fuera de la conversación.

—Tienes razón —opto por decir—. De cualquier forma, no pensé que fueras de los que explican éstas cosas a sus citas.

—No lo soy —admite, bajando la mirada para que ésta pueda conectar con la mía—. Pero siempre existe una primera vez.

Un rubor leve cubre mis mejillas y meto las manos en los bolsos de mi abrigo para alejar un poco el nerviosismo que me provoca su mirada.

Trago fuerte cuando se queda mirándome. Parece notarlo, pues sus labios se curvan en una media sonrisa.

—Y ¿Cuáles son los planes? —pregunto para dispersar su atención.

—Un pequeño tour —empieza, con las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón—. Podríamos ir en auto, pero como me dijiste que no eres de aquí, supuse que un recorrido a pie y en metro sería divertido.

Sonríe.

—¿Y a dónde se supone que iremos? —indago, intentando controlar la emoción que me proporciona la idea de viajar en metro.

No es que nunca haya usado uno, es el hecho de usar uno por primera vez desde que llegué a D.C.

—Si nos apuramos lo sabrás pronto —contesta retrocediendo sin dejar de verme.

Lo sigo.

—Pues apurémonos.

Cruzamos los gigantescos pilares entre jadeos de sorpresa por mi parte y risas por la suya.

—Es más grande de lo que pensé.

—Y aún no has visto el resto —coloca sus manos en mis hombros para hacerme avanzar, puesto me había quedado anonadada mirando a mi alrededor.

—Oh —señalo las estatuas en lo alto—. ¿Que son?

—Centuriones romanos. Hay 36 de ellos rodeándonos —dice.

Giro sobre mis pies analizando con detenimiento el perímetro de la enorme sala y es verdad. No los cuento, pero hay más de la misma estatuilla en lo alto de las paredes.

—¿Son una especie de guardianes? El diseño parece ser antiguo.

—Supongo. El creador tenía una obsesión con la arquitectura romana y aparentemente tomo ideas para sus creaciones en América.

Asiento complacida.

Se notaba en cada rincón del lugar. Pareciera que cada pequeña parte de la sala tuviera una historia detrás, y agradezco que Ronan tenga la atención de contarme esto.

Siendo sincera la historia nunca me importó, pero vaya que la naturalidad con la que él lo cuenta lo hace ver mil veces más interesante. Es como si su desinterés encendiera mi necesidad de saber más.

—¡Pero vamos! Estoy ansiosa por conocer más —digo emocionada, tirando un poco de su chamarra.

Su risa inunda mis oídos y podría ser, casi, el sonido más atractivo que he escuchado.

Pasamos alrededor de 40 minutos más mostrándome algunos lugares de la estación. Aquellos lugares viejos y remodelados, aquellos que han sido instalados recientemente, e incluso consigue una tarjeta de pasajero para mí. Así que ahora puedo utilizarla cuando lo necesite.

Otros 15 minutos después estamos descendiendo de uno de los vagones, con mi mano en la suya para sacarme ilesa entre la multitud.

No soy la persona más baja, pero con mi metro setenta y tres bien podría pasar desapercibida entre la gente que entra y sale del vagón. Así que no me molesto cuando refuerza su agarre y tira de mí con más fuerza de la normal.

—No estamos tan lejos. Estamos apenas a unas cuadras del Capitolio —me suelta cuando terminamos de subir algunos escalones que le dan paso a otra parte de la Ciudad.

El sol se ha puesto por completo.

Considerando que ha pasado más de una hora desde que entramos a la estación de metro y que nuestra cita era a las seis, gracias a Maddie, quien no paraba de ladrar órdenes y quejas desde la mañana, no podía permitirme una cita a una hora más decente. Sin embargo, no me quejo, las luces de los edificios que nos rodean hacen que la noche sea más divertida.

El frío de hace rato ha pasado a la historia y ahora, viendo a toda la gente que camina de un lado a otro mi estado de ánimo aumenta.

Hay música sonando de algún lugar, pero no sabría decir de dónde con exactitud, pues aparentemente es una calle repleta de bares, algunos con un ambiente más tranquilo y otro con la música retumbando desde adentro.

—¿Te gusta el sushi? —pregunta y asiento casi de inmediato.

—Hay un lugar aquí donde hacen el sushi más delicioso de la ciudad.

—¿De verdad?

—Créeme, sé de lo que te hablo.

Alza un brazo, tal como los príncipes lo hacían en las películas de princesas, como si estuviera esperando mi aprobación para comenzar a bailar.

—Oriéntame, por favor —pido, dando un paso más cerca de él, introduciendo mi mano en el hueco entre su brazo doblado y su torso.

Sonreímos y no pierde el tiempo el caminar hacia un restaurante con las ventanas tan grandes y transparentes que puedo ver a algunos comensales desde afuera.

Cruzamos las puertas tras las que un hombre de mediana edad nos da la bienvenida.

—Es un lugar generalmente más tranquilo, pero al parecer hoy no hay ningún artista y todos han venido a comer.

—¿Artista? —cuestiono confundida.

—Detrás hay un auditorio en el que siempre hay presentaciones. Al parecer hoy no.

—Oh —exclamo un poco decepcionada, mientras subimos unas escaleras hacia un segundo piso.

—No te preocupes, te traeré en un futuro —dice, tan decidido que dejo de pensar que se trataba de una broma.

—¿Lo dices en serio?

—Claro.

—Vale —digo un poco asombrada.

Al llegar al segundo piso, escogemos una de las mesas pegadas a las ventanas de pared completa, así tenemos vista al río Potomac.

Y tenía razón, el sushi aquí es delicioso.

Agrego un poco más de salsa de soja a la mitad del segundo sushi y me lo llevo a la boca.

Santa virgen del sushi.

Gimo de manera discreta y mastico, saboreando el sabor en mi boca.

—¿Tenía o no razón? —pregunta, utilizando sus palillos para probar su primer sushi.

—Lo tenías —contesto después de limpiarme la boca—. Es de cerca, el mejor que he probado en mi vida.

—La verdad es que este lugar es muy bueno con la comida asiática. El Pai Thai, es muy bueno también.

Al ver mi confusión sonríe un poco, pero no pierde el tiempo y llama a un mesero para pedir el platillo.

Y si, también tenía razón. Está buenísimo, tanto como él.

Tal vez investigó y supo que una de mis mayores pasiones en la vida era comer, pero no podría importarme menos. Si quería ganarme, lo ha hecho.

—Hacerte feliz es tan sencillo —ríe, viéndome comer. Él apenas y ha tocado su plato, cuando yo ya llevo la mitad del mío.

—Soy una chica sencilla, Ro —le doy un trago a mi agua de lima.

—Esa sencillez es lo que te hace diferente —dice—. Eres hermosa, pero pasar tiempo contigo es más sencillo e incluso puedo disfrutar de ello.

Remuevo el líquido de mi bebida con la pajita, intentando creer que lo dice de verdad.

—¿Estás seguro de que no te estoy aburriendo?

—Para nada. Eres como una pequeña luciérnaga pululando de aquí a allá y brillando con cada sonrisa que me ofreces. Me haces querer enseñarte toda la maldita ciudad si a cambio sigues sonriendo así.

Me tiene. Olviden eso de ser una chica difícil, ahora podría ser más fácil que la tabla del cero.

—También disfruto de tu compañía. Eres un excelente guía turístico si me permites decirlo, tienes un buen gusto por la comida y, aunque tú digas que no, eres amable conmigo.

Sonríe levemente, pero luego su rostro adquiere una seriedad que me hace dejar el vaso sobre la mesa.

Algo sucede.

—Brook, respecto a la fiesta. Sabes mis verdaderas intenciones, pero ahora también sabes que me gusta pasar tiempo contigo, y sin que te des cuenta, me has mostrado que no eres el tipo de chica que yo pensaba.

—¿No? —digo un poco preocupada y desanimada.

Oh, aquí va el rechazo de nuevo.

Tal vez no le gustan las chicas que comen mucho y yo no hice más que tragar como una vagabunda hambrienta, o no soy tan divertida como pensaba, ni tan segura o atractiva.

Una especie de pánico se aloja en mi estómago, provocando la sensación de devolver todo lo que había ingerido.

Está bien. No importa, solo significa que no es el indicado.

—Eres una buena persona, en todo el sentido de la palabra. Y quiero estar seguro de si buscas lo mismo que yo. Tampoco quiero que te sientas presionada con todo esto.

—Yo...

¿De verdad lo buscas? ¿De verdad quieres el tipo de relación por la que tanto juzgas a Adrien?

En mi cabeza rondan más preguntas parecidas. Pero mi mente está tan confundida que ahora no sé qué contestar.

—Sólo, no lo sé —confieso, después de unos segundos—. Estoy confundida, yo quiero... —me detengo.

¿Qué quiero?

Busco muchas cosas que sé que no puedo tener.

—¿La gente no es más feliz cuándo dejan de preocuparse demasiado? —termino diciendo, esperando que entienda lo que realmente intento decir—. Quiero divertirme, Ronan, quiero sentir que le gusto a alguien aunque sea de esa manera.

Su semblante cambia, puedo ver como aprieta la mandíbula y como sus ojos se oscurecen, aunque no logro comprender por qué. Pero también distingo esa mirada que dice lo que tanto me negaba a causar.

—No me mires así —pido, sonriendo ligeramente—. Sé que puedo sonar ridícula, pero no me mires de esa manera. Haces que me sienta mal.

Espabila un momento, alejando la pena de su rostro. Pero el enojo no se va.

—Deberías sentirte mal —habla para mí sorpresa.

—¿Qué?

Aguanto la respiración. Por favor que no se ría, si lo hace probablemente me ponga a llorar por ser tan ridícula como para ponerme a contarle mis inseguridades a un desconocido.

—No sé cuál haya sido la razón por la que pienses de esa manera. ¿Quieres divertirte conmigo, por qué razón exactamente? —frunce el ceño—. Y no me digas que solo es para sentir que le gustas a alguien cuando no haces más que gustarle a medio mundo. Me gustas a mí, y a mí no me gusta cualquiera. Hazte una idea de lo jodidamente guapa que eres.

Puedo aceptar eso como un cumplido, y más aun viniendo de alguien como él.

—Eso no es suficiente cuando no le gustas a la persona que te gusta, ¿cierto?

Decir que lo dejo sin palabras es poco.

Se mantiene callado por largos e interminables segundos que ahora simulan ser horas.

Espero que diga algo. Bueno, ahora sí espero que se ría, y tampoco lo culparía.

Lo odiaría y probablemente lo golpearía, pero no lo culparía.

—Aquí es cuando dices algo —le informo al ver que no tiene intención de hablar.

Espabila y se recompone, colocando sus codos sobre la mesa, creando así un ambiente íntimo. Algo que agradezco sinceramente, pues no tengo intención de que los vecinos en la otra mesa sepan más de lo miserable que es mi vida amorosa.

—¿Quieres decir que tú no le gustas a esa persona y por esa razón estás aquí conmigo?

—No —digo casi de inmediato—. Bueno si. Pero no es exactamente como suena. Me refiero a qué, si no me gustaras de esa manera no estaría aquí.

—¿Y estás aquí entonces por qué la persona que te gusta te rechazó y tú piensas que no eres lo suficientemente bonita?

No bonita, simplemente insuficiente para él.

—Es más que eso.

—Explícamelo, entonces.

—Yo... él me gusta. Pero es... se podría decir que mi mejor amigo, bueno, uno de los mejores desde que llegué aquí. Él es bueno conmigo, de una manera en que nadie lo ha sido y a su manera, creo que esa es la razón por la que me siento atraída hacia él. Tal vez esté siendo exagerada y ni siquiera me guste, solo podría ser atracción.

Escucha con atención y espera a que continúe

—Accidentalmente intenté besarlo y ya te imaginas qué pasó.

Lo dejo a su imaginación, esperando a que no me obligue a decirlo.

—¿Qué pasó? —niega.

Entrecierro los ojos y lo maldigo internamente, pero me acerco hasta que su rostro está a escasos centímetros del mío. Entre menos gente oiga, mejor.

—Me rechazó —termino, sintiendo como mi cara comienza a arder con toda la vergüenza que me da al recordar lo sucedido.

Es la primera vez que cuento esto en voz alta y a alguien, lo que lo hace aún más real.

Se aleja lo suficiente para permitirme analizar sus facciones. Sigue estando tenso, y temo que pueda lastimarse si hace un movimiento brusco.

Parpadea unas cuantas veces y casi puedo escuchar los engranajes trabajar dentro de su cabeza, pero no habla hasta que sus ojos se centran en los míos.

—Es un idiota —dice finalmente.

—¿Qué?

—Tu amigo. Es un idiota o está malditamente ciego ¿Lo está? —pregunta al final.

—¿No? —titubeo porque me toma por sorpresa su respuesta.

—Entonces es un idiota —afirma.

—Oye —por alguna razón me veo en la necesidad de defender a Adrien—. No puedes llamarlo idiota solo porque no me ha correspondido.

—Vamos, Brook, no puedes decirme que incluso tú no lo has llamado así, aunque sea en tu cabeza.

Si, lo he hecho.

—Pero no es su culpa que yo no le guste, no puedes obligar a una persona para que guste de ti.

—Perdóname pero no me puedo imaginar a alguien lo suficientemente imbécil como para rechazarte. Incluso yo estoy aquí peleando por conseguir más citas contigo y me dices que él es capaz de desperdiciar la oportunidad.

—¿Quieres tener más citas conmigo? —cuestiono con un puchero, ignorando lo demás que dijo.

—Si, pero antes de preguntártelo, primero me debo asegurar de hacerte feliz hoy, y considerando que nuestra cita aún no acaba, aún tengo la oportunidad de seguir impresionandote. Solo entonces podré preguntarte si quieres volver a salir conmigo. Así que no respondas aún.

»Continúo. No tienes por qué buscar en otro lugar lo que ese tío no puede darte, Brook. Eres demasiado genial como para cambiar tu forma de pensar y hacerte de menos solo porque no le gustas a alguien.

—No me siento menos ¿de acuerdo? Sé lo que soy, Ronan. Solo es el hecho de que no hay posibilidad con él porque conozco a su tipo y no hay lugar para mí.

—Bueno, querida, es hora de que tú te plantees si de verdad él es tu tipo. Es tu jodida vida, no dejes que él decida si eres o no parte de la suya, eres tú quien tiene que decidir si quieres a personas como él en la tuya.

—Es mi amigo —digo cuando entiendo a qué se refiere.

—Y puede seguir siéndolo. No te estoy diciendo que tienen que dejar de serlo, solo te estoy diciendo que es tu responsabilidad decidir si vas a seguir llorando por los rincones solo porque no le gustas.

—Yo no lloro por los rincones —me defiendo.

Pone los ojos en blanco.

—No, pero lamentas no ser el tipo de un imbécil. Pero está bien si aún no quieres aceptarlo, cuando te des cuenta de que en esto quien pierde no eres tú, ahí voy a estar.

Sonrío ante sus palabras.

—En realidad, tú eres muy parecido a él —confieso—. Probablemente por eso también me gustas.

Una sonrisa cínica se cuela desde las comisuras de sus labios y se extiende por el resto de su rostro.

—No, corazón. Nadie es igual a mí. Y si solo me das la oportunidad de demostrártelo lo verás.

—¿Ésta es tu manera de pedir una segunda cita? —indago, sonriéndole porque me encanta lo seguro que es de sí mismo.

Niega.

—Aún hay un lugar al que me gustaría llevarte —agrega.

—Mmm —hago como si lo estuviera pensando—. Espero que sea genial. Solo entonces aceptaré.

—Lo aceptarás de cualquier modo.

Tiene razón.

Ronan no es tan malo como imaginaba. En realidad no pensé que podía tener ese lado en su personalidad para charlas serias y consejos.

Y si, pude no haber venido con expectativas, pero el resultado fue aún mucho mejor.



*****

ADRIEN

Hay pocas cosas que me gustan en esta vida. El fútbol, el vino, el dinero, follar y tener el control de todo lo que me rodea están dentro de la lista.

Esa es la razón por la que la molestia que siento hacia mí mismo me hace beber la tercera copa de vino en lo que va de la media hora que llevo aquí.

Afortunadamente Chris encontró a una pequeña rubiecita, por lo que ha parado de molestar, Matt tuvo una cena con su asquerosa familia política y Justin no está lejos de llegar, a menos de que una castaña se le haya aparecido en el camino, sólo entonces es seguro de que no se aparezca hasta el fin de semana.

Golpeo la copa sobre la pequeña mesa de cristal frente a mí con tanta fuerza que me sorprende que no se haya estrellado cualquiera de las dos.

Supongo que es suficiente si mi mente me hace una mala jugada y ahora me hace alucinar, porque no hay manera en la vida en que esa persona esté a unos cuantos metros de mí, no cuando se supone que estaría estudiando.

Sin embargo dudo que sea una alucinación. El vino y yo estamos tan acostumbrados, tanto que he generado cierta resistencia a él.

Entonces si no estoy alucinando y esto es real, no puedo sentirme más enojado por el calor que recorre mi columna vertebral. Es como fuego quemando todo a su paso.

Sin darme cuenta me dirijo a la persona que ahora está sentado sobre un taburete en la barra, mientras espera ser atendido. Ni la gente ni la música me impide llegar a él y por supuesto que él me vio ir.

—Morgenstern —dice mi nombre como un saludo cuando llego a su lado.

Ni siquiera me ve y no hace amago de querer hacerlo.

—White —respondo, tomando asiento a su lado—. Es una sorpresa verte por aquí.

—Diría lo mismo, pero estaría mintiendo.

Río.

—Veo que tienes sentido del humor.

—Lo que tú crees que es sentido del humor, nosotros los mundanos lo llamamos honestidad.

Sonrío sin ganas.

—Bueno, ya que eres tan honesto como dices, dime algo —mi tono ahora no tiene nada de la simpatía que intentaba transmitir y que habría funcionado si Liam no me odiara tanto como lo hace.

—¿Si lo hago te largas? —cuestiona.

—Depende de qué tan feliz esté con tus respuestas.

Bufa, característica de que comienza a desesperarse.

Bien.

—Dispara —dice, dando un trago a su vaso que tintinea con los hielos en su interior.

—¿No se supone que estarías en un club de estudio en estos momentos? —interrogo con voz pasiva.

—¿Qué mierda? —frunce el ceño—. ¿De qué rayos hablas?

—No lo sé, dímelo tú. Porque la mentirosa de mi mejor amiga dijo que justo ahora estaría contigo en un maldito club de estudio.

Para cuando termino de escupir las palabras Liam ya se ha puesto del tono más pálido que existe. Parece que toda la sangre ha sido drenada de su cuerpo y por un momento, pequeñísimo, me preocupo porque llegue a desmayarse.

—Así que, Liam, dime —continúo—. ¿Tú y Brook han estado ocupados toda esta semana en ese club inexistente?

Traga fuerte y se recupera más pronto de lo que esperaba.

—No creo que necesites una respuesta a eso.

Me trago el gruñido que lucha por salir a la superficie cuando la realidad me golpea.

—Bien —digo—. ¿Ahora, vas a decirme qué es lo que esconde, cierto?

Veo la lucha que libra en su interior, pero no tiene escapatoria. No hay manera en esta vida en que lo deje ir sin una respuesta.

—¿Por qué no se lo preguntas a ella? —elige responder.

—Porque ha estado tan ocupada evitándome cómo para siquiera preguntárselo, y mira, el destino te puso en mi camino justo hoy, esa debe ser una señal.

Se burla.

—Deja de intentarlo, no te diré nada.

—Así que si sabes lo que sucede —concluyo y él parece querer golpearse.

—Ya te lo dije, no te diré... —se calla de golpe cuando observa algo al fondo de la habitación. Sigo su mirada y me alegro de toparme con la cabellera roja de Lauren.

Sonrío.

—¿La quieres a ella?

Espabila y me mira alarmado aunque intenta esconderlo.

—No sé de qué hablas.

—No soy un idiota, White. Sé que te mueres por follar a tu hermanastra.

El shock es lo primero que su rostro refleja, seguido de un enojo descomunal que incluso puedo sentir sin estar tan cerca.

—¿Qué hiciste, Morgenstern?

—¿De verdad piensas que voy a dejar que cualquiera se acerque a Brook? Solo bastaron unas cuantas llamadas y tarán. Si, también fue sorpresa para mí saber que tu madre está casada con el padre de Lauren, aunque, después de todo, no debería sorprenderme, considerando el tipo de familia del que ella viene.

Se levanta del taburete, su semblante se endurece y toma mi camiseta en sus puños.

—Una palabra más de ella y...

—¡Liam! —la dura voz de Lauren irrumpe sus palabras y sonrió complacido.

El mencionado afloja su agarre en mi ropa y alejo sus manos de mi cuerpo.

—¿Qué rayos estabas haciendo? —le reclama.

El rostro de Liam enrojece.

—Pregúntaselo a tu amiguito —espeta y toma su chaqueta sobre el taburete a su lado, alejándose. Sin embargo, se detiene abruptamente y gira sobre sus talones solo para mostrarme una sonrisa que me hace quitar la mía—. Y Adrien, ya que al parecer te gusta investigar en la vida de otros, te aconsejo que te esfuerces un poco más, hagas esas llamadas y te sorprendas por ti mismo. Buenas noches.

Se larga.

El hijo de puta se va, dejándome con más preguntas que respuestas. Y con un pequeño ajuste a mi lista de prioridades.

—¿Qué quiere decir? —Lauren se para frente a mí con los brazos cruzados.

—Ahora no —gruño, caminando hacia la salida.

Olvido el sexo que es la razón por la que ella apareció hoy, olvido el vino sobre la mesa en la que me encontraba antes. Ahora hay algo más importante que hacer: tener el control de cierta castaña que no ha hecho más que ignorarme y que por alguna razón me ha mentido en la cara.

Brooklyn Roberts es ahora una molesta prioridad. No podría estar peor, pero voy a descubrir que esconde, y si es algo malo, ella tendrá su merecido.

******

Yo solo les digo que se acostumbren a Ronan, de lo contrario van a sufrir. Y nos vemos por Ig para el chismesito.

Les mando unos abrazotes. Lxs quiero mucho.

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