Extraño |NoMin

By scaretwoo

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Con él, nunca te veo sonreír. Conmigo, padeces de ataques de risa. Con él, no tienes deseos de ir a n... More

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32. Venganza
33. Fractura
34. Siempre tuyo; Parte 1
34. Siempre tuyo; Parte 2
Capítulo final
Epílogo
Agradecimientos.

5. Llamada

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By scaretwoo

Contrario a lo que pensaba, Jeno no es lo que podría categorizarse como un sujeto "aburrido" o severamente "serio". Durante la cena, se la pasó hablando con mis padres sobre política, economía y otros temas de interés que se supone que a los chicos de nuestra edad no les importan (aunque en secreto a mi sí), y por la forma en como asintieron y le dieron la razón la mayoría de las veces, deduzco que les cayó bien.

   Francamente no estoy muy seguro de sí debería preocuparme por eso.

   Terminamos lavando los platos, porque se ha ofrecido una docena de veces a hacerlo a pesar de las negaciones de mi madre por ser el invitado, y es ahí cuando un profundo y marcado silencio nos envuelve. Aunque, dadas las circunstancias, ya no sé si es incómodo o no.

   Y es que, ni en mis sueños más locos imaginé que un día me encontraría de esta manera; en mi cocina, pasando una esponja con espuma por un plato, para después dárselo a Jeno. Todo parece tan irreal y absurdo que cuesta creerlo. Pero creo que no me va a servir de nada negar lo que ya está sucediendo. Sospecho que ir en contra de la realidad, sólo me va a traer más problemas.

   Debo intentar relajarme y dejar que las cosas por más estúpidas que parezcan, fluyan. Si es que todavía quiero mantener un poco de mi cordura.

   —Tus padres me agradan —Jeno dice muy de repente, tal vez cansado del silencio o de mi actitud, o de cualquier cosa que pueda llegar a hacerlo sentir incómodo—. Son muy respetuosos y tolerantes, a la mayoría de los adultos no les interesa escuchar la opinión de los jóvenes en temas serios.

   —Su trabajo los obliga a relacionarse con muchas personas —me encojo de hombros y hago una mueca disgustada al ver como un pedazo de pasta se ha metido debajo de mis uñas. Por estar divagando, olvidé por completo ponerme los malditos guantes—. No pueden mantener una mentalidad cerrada. Eso les traería problemas.

   —Es un buen punto.

   Y nos volvemos a quedar en silencio.

   Es un poco ridículo y puede que hasta contradictorio, pero de repente tengo ganas de que vuelva a decirme cualquier cosa. Renjun me tiene acostumbrado a escucharlo hablar por horas, a veces ininterrumpidas. El silencio en esta situación me hace sentir más incómodo que de costumbre. 

   —No estoy seguro de que ese plato estuviera tan sucio, esta es la quinta vez que lo enjuagas.

   Sus palabras me suenan lejanas y ajenas, lo que me da a entender que una vez más, me he perdido en mis propios pensamientos. Dirijo la vista hacia el plato para comprobarlo y me doy cuenta de que efectivamente lo he dejado más tiempo del necesario bajo el chorro de agua.

   —Lo s-siento —reconozco, sintiéndome como un estúpido. Quisiera tener el control de la situación y pasar de Jeno como alguien normal haría con un extraño. Pero tantas cosas en la cabeza acompañadas de sentimientos horribles como el remordimiento, sólo me están traicionando.

   —Yo sé que no es mi asunto, pero quisiera saber en qué piensas cada vez que te pierdes de esa manera.

   ¿En que pienso? Pues en todo y nada. En lo grandioso que sería decirle a Renjun lo que sucede para que mi conciencia deje de joderme la existencia. O en lo bueno que se volvería que dejaras de hablarme como si pudiéramos llegar a ser los mejores amigos del mundo.

   —En nada. Así soy a veces.

   Bueno, no puedo ser tan sincero, de todas formas.

   —Eso no es verdad —Jeno deja de secar el plato y me mira con el ceño fruncido—. Cuando estas con Renjun no dejas de reír ni de hablar sobre cualquier cosa por horas.

   Ni siquiera me sorprendo que hable de él con tanta naturalidad, creo que dado este punto puedo esperarme cualquier cosa.

   —Es porque Renjun siempre me hace reír.

   — ¿Estás diciendo indirectamente que soy un tipo aburrido?

   Suelto un suspiro y por suerte me doy cuenta de que los platos ya se han terminado. Al menos eso es algo que puedo resolver por mi cuenta.

   Espera, ni siquiera es verdad, el muy maldito me estaba ayudando, ¡argh!

   —No Jeno, en realidad eres más agradable de lo que pensaba.

   Jeno, ante mi respuesta que di sin pensar, sonríe hasta que sus ojos se hacen dos medias lunas. Parece un niño pequeño después de recibir un premio. No puedo evitar pensar que la mayoría de las veces tiene actitudes adorables.

   Me pregunto si será consciente de ello.

   —Bien, ya me estaba preocupando. Creí que me estabas ignorando.

   En parte tiene razón, ignorarlo era parte del plan. 

   —No es así. Es sólo que... no sé, nunca creí que tú y yo conviviéramos de esta manera algún día.

   Tomo un trapo para secarme las manos y con alivio veo que Jeno ya no tiene ganas de decir nada más. La conversación no está yendo a ninguna parte y si queremos que el ambiente entre nosotros sea relajado, debemos comenzar a evitar las tensiones innecesarias.

   — ¿Quieres ver la televisión? —pregunto por educación.

   —En realidad creo que debería irme.

   Asiento, despacio. Eso era lo que llevaba esperando escuchar desde hacía horas. Pero en ese momento, no sé porque no me sabe bien.

   Si tan solo mi cabeza no estuviera hecha un desastre, yo dejaría de contradecirme todo el tiempo.

   — ¿Ya puedes regresar a casa?

   ¡No! Eso es algo que no debería importarme. Meterme en los asuntos de Jeno no forma parte del plan, ¿por qué no puedo mantenerme al margen y ya?

   —Yo... hum —se lleva una mano hacia la nuca y se rasca la parte posterior, con nerviosismo—, encontré alguien con quien quedarme.

   — ¿Eso quiere decir que no puedes volver a casa?

   —No.

   No parece afectado al decirlo, pero hay algo en su mirada que cambia. Como si sus ojos se ensombrecieran. Quiero saber qué es lo que pasa, es decir, su situación debe ser muy mala sino es capaz de volver por dos noches seguidas a su propia casa.

   Me imagino estando en su situación y no puedo evitar sentirme como un imbécil. El pobre chico debe estar pasándola de lo peor y en lo único que puedo pensar es en mi maldita paranoia.

   —Puedes... quedarte aquí si quieres —soy consciente de que no es la mejor invitación del mundo, pero al menos es sincera— Mis padres no tienen problema, de alguna manera ya te conocen.

   Jeno se queda en silencio, bajando un poco la cabeza, hasta que un mechón de cabello blanco se posa sobre su frente. Los dedos me hormiguean, tengo ganas de pasárselo tras la oreja, pues es un hábito que tengo desde que era un niño y mi madre lo hacía conmigo. Pero trato de reprimirlo, este no es momento para volver más incomodas las cosas por mis tonterías.

   —Mis intenciones jamás fueron las de darte la-lastima, Jaemin.

   Parece una frase orgullosa, pero en realidad no lo es. Sus ojos brillosos, llenos de un sentimiento que no entiendo y su voz, casi trabándose a la mitad, me lo confirman.

   — ¿Qué dices? —desvío la mirada y trato de sonreír—. Deja el drama y ven por una frazada, que tengo ganas de ver una película.

   No espero a que me conteste, ni tampoco a ver si se ha tomado bien mi atrevida invitación. Ahora no solo me estoy metiendo en su vida, sino que además, me estoy tomando la libertad de decidir sobre él. Pero es que, no puedo dejar que se vaya a quien sabe dónde, si puede pasar la noche perfectamente aquí sin problemas.

   Aun cuando no seamos cercanos, no soy tan egoísta como para dejar que se vaya.

   Camino hacia mi habitación, subiendo los escalones de dos en dos, sin esperar para ver si Jeno me sigue. Siento que el corazón me late con fuerza y que la cabeza me va a explotar en cualquier momento, pero aun así no paro. Voy directo hacia el armario y saco dos frazadas y dos almohadas. Mis movimientos son ansiosos y las manos me tiemblan, quizás este es un buen momento para enloquecer. Quedo enterrado literalmente debajo de un montón de tela y de esa forma, me dispongo a llegar a la puerta.

   —Vas a tropezarte con tantas cosas, dame eso.

   Trato de que no sea muy obvio el alivio que me recorre al saber que Jeno no se ha ido. Gracias a los dioses no tomo mal mi invitación.

   — ¿Quién crees que organizaba todas las pijamadas en su kínder, eh? —digo, haciendo un puchero, a pesar de que no puede verlo. Intento aligerar al menos un poco el ambiente— Puedo con esto y más.

   —Te creo, apenas y te veo la cara Jaemin, eso te pasa por cargar cosas pesadas. Por eso no creciste.

   Jeno se burla soltando una carcajada que me relaja. Escucharlo reírse de esa manera es algo completamente nuevo para mí.

   —Cállate, sólo llévate las almohadas.

   No me hace caso y me quita todo. A diferencia de mí, Jeno acomoda las cosas perfectamente y todavía la queda espacio suficiente en una mano para apoyarse del barandal y bajar las escaleras con cuidado. Nada parecido a mí desastroso e improvisado sistema.

   —Jae cariño, ¿van a hacer una pijamada?

   Mi madre saliendo de su cuarto hace que me paralice en el primer escalón. Por suerte, Jeno no la ha escuchado y continúa bajando. Regreso inmediatamente al pasillo y espero que mi madre no me sermonee por intentar dormir tarde a mitad de semana.

   —Mamá, necesito decirte algo.

   Mi madre frunce el ceño.

   — ¿Qué pasa, cariño?

   No le contesto y en cambio, tomo su mano y la llevo un poco más lejos, hasta llegar casi a mi habitación. No planeo decirle la verdad, sólo algo que la deje tranquila y que me evite darle más explicaciones en el futuro.

   —Ma, ¿Jeno puede quedarse?

   Mi madre suaviza su expresión y lleva una de sus manos hacia mi rostro.

   —Por supuesto, mi amor, pero...

   —Es que todavía no termino —la interrumpo, buscando las palabras menos dramáticas para explicar un poco de todo lo que está pasando—. Creo que Jeno atraviesa un momento difícil, no puede volver a su casa. Ayer se quedó a dormir por lo mismo. No estoy seguro de que sucede, pero espero que hoy me lo pueda contar, ¿te molesta?

   Contrario a lo que esperaba, mi madre suspira, como si estuviera aliviada y después, una bonita sonrisa florece en sus labios.

   —Mi amor, ¡claro que sí! Te he dicho que siempre que podamos debemos de ayudar a los demás. Recuerda que hoy por él...

   —Mañana por mí —completo esa frase que por tantos años ella me ha repetido—. Gracias. Prometo ayudarlo.

   —De nada, Jae, ¡sólo no se vayan a dormir tarde! Mañana tu padre los va a llevar a la escuela, pero ya sabes lo mucho que detesta los retrasos, ¿entendido?

   No creo que Jeno quiera que nos vean llegar juntos, pero sonaría demasiado extraño decírselo, considerando que mi madre piensa que somos amigos. Así que lo dejo pasar.

   —De acuerdo.

   Me pongo de puntitas y le doy un sonoro beso en la mejilla, para después, bajar corriendo las escaleras, esperando que Jeno este distraído o haciendo cualquier cosa que no implique espiar nuestra conversación.

   No tendría los motivos suficientes para justificarme por algo así.

   Por suerte, ajeno a todo, Jeno está sentando en el sillón, desdoblando las frazadas que le he dado. Su cara de concentración me da gracia y no puedo evitar reírme. Su ceño esta tan fruncido que parece enojado y sus ojos, casi desaparecen por completo debido al gesto. Justo como cuando sonríe.

   — ¿Te gustan las películas de terror?

   Me dejo caer a su lado y tomo una frazada y una almohada, buscando el control remoto para encender la televisión.

   —Seguro, son mis favoritas.

   —Bien, vamos a buscar un estreno.

   Jeno asiente y finalmente encuentro el control, que está debajo de una de sus piernas.

   — ¿Te importaría si...?

   No termino la pregunta pero Jeno entiende el mensaje y se hace un lado, dejando que tomé el aparato. Enciendo la televisión y le pido que apague las luces. La verdad es que me he visto todas las películas de la plataforma, pero considero que decirlo solo va a restarle emoción al momento.

   —Esta es la más reciente, ¿te agrada?

   Jeno sonríe y asiente.

   —Lo que tú escojas está bien.

   Le pongo play y mientras carga el contenido porque mi internet es una mierda, corro a la cocina para hacer una bolsa de palomitas. Después de todo, una película no es lo mismo si no hay nada que picar.

   En cinco minutos regreso con un bol lleno de ellas y dos gaseosas para acompañar y veo que Jeno se ha cubierto con la frazada, hasta que solo sus ojos y parte de su cabello blanquizco sobresale de ella. Se ve tan adorable que me dan ganas de jalarle una mejilla.

   Por obviedad, me golpeo mentalmente, ¿Qué cosas estoy pensando? Por Dios.

   —Aquí hay palomitas —dejó el bown en medio de la mesa— ¿Te gusta la gaseosa de fresa?

   —Claro, gracias.

   Le doy la botella y cuando todo está en orden, me dejó caer sobre el sillón y me acurruco en una esquina. Sospecho que si estoy demasiado cómodo me voy a quedar dormido, por lo que trato de estar en una posición que me haga estar alerta.

   Jeno, por su parte, permanece sentado de manera normal. Quizás demasiado cohibido para hacer lo mismo que yo.

   —Hey, puedes recostarte si quieres. Mientras estés aquí esta es tu casa.

   Odio cuando visito a alguien y me siento incómodo, y como no quiero que Jeno pase por lo mismo, creo que es bueno aclárarselo.

   —Gracias, Jaemin.

   Es un agradecimiento sencillo, pero lo siento sincero y eso basta para mí. Le sonrió de vuelta y la película comienza, con algunos detalles sangrientos de por medio. Es la típica historia de una familia que se muda a una casa que esta maldita. No sé si a los guionistas no se les ha ocurrido otra forma de implantar el terror, pero por el bien del cine, espero que dejen de tomar como base la misma maldita historia.

   No me considero una persona que se asuste con facilidad, pero debo reconocer que en un par de veces salté en mi lugar por las caras macabras que gritaban en la pantalla sin razón. Ya había olvidado el porque me disgustó tanto la película y sólo hasta ese momento me arrepiento de estarla viendo otra vez.

   —No creí que este tipo de películas te dieran miedo.

   Jeno habla con voz ronca, sacándome un verdadero susto por lo repentina que fue su intervención.

   —N-no me dan miedo —mierda, ¿Por qué había tartamudeado?—. Pero si te presentan de la nada unas caras gritando, te vas a sorprender.

   —Ajá.

   Jadeo indignado y lo veo con los ojos entrecerrados.

   — ¿Qué insinúas?

   — ¿Quién? ¿Yo? —dice burlón—. Nada.

   Me pongo derecho y lo miró directamente a los ojos, ignorando la película. El muy maldito continúa sonriendo.

   — ¡No me dan miedo!

   —Entiendo, pero esta es como la cuarta vez que saltas en el sillón. No me imagino entonces como será cuando veas algo que si lo haga.

   Indignado, jadeo y tomó la almohada en donde descansaba la cabeza, para estamparla contra su cara.

   — ¡No te burles de mí!

   Por desgracia Jeno también tiene una y no tarda mucho antes de regresarme el favor. Aunque siendo un poco menos brusco.

   —No me estaba burlando.

   Pero sigue sonriendo como un hijo de puta y eso no ayuda a que le crea. Levanto de nuevo la almohada, dispuesto a vengarme, pero antes de que pueda estrellarla, Jeno la toma de una esquina y forcejea conmigo para quitármela, haciéndome reír por lo absurdo que se ha vuelto esto.

   — ¡Suéltala!

   —De ninguna manera.

   Lo peor es que ni siquiera está ejerciendo fuerza. Simplemente está tomando la almohada con naturalidad, como si mis intentos no representaran nada.

   Aquello me indigna y para salvar un poco mi orgullo, me acerco más a él y suelto una carcajada. No sé porque pero yo siempre me rió de todo. Es una reacción que he desarrollado desde niño y que por desgracia no he podido corregir.

   En los momentos serios, por ejemplo, es cuando peor me va.

   Le estampó la almohada en el rostro, y Jeno simula que le he dado una bofetada, volteando el rostro y llevando una mano hacia su mejilla, abriendo exageradamente los ojos. No entiendo cuándo es que quedamos tan cerca, pero estoy literalmente sobre sus piernas y aunque intento asustarme, no me siento precisamente incómodo.

   Debe ser porque todo esto no es más que un tonto e inocente juego.

   —Esta la pagas, Jaemin.

   Suelto otra carcajada, observando sus tupidas pestañas, que son más lindas de cerca que de lejos. Me aferro a uno de sus brazos para evitar caer y sus manos se posan sobre mi cintura, haciéndome jadear. Busco rápidamente la otra almohada para darle con las dos y con ello, dejarlo fuera de combate.

   Y, estoy a punto de hacerlo, pero el sonido de un teléfono celular, nos hace volver a la realidad.

   En un duro y certero golpe.

   Al principio entendí que no se trataba del mío, pues el tono no era el mismo. Después, cuando capté que era su teléfono el que estaba sonando, dirigí la mirada hacia la mesa y un nombre que había olvidado desde hacía un buen rato por mi propio beneficio, apareció en la pantalla.

   "Ren".

   Ambos permanecemos quietos, mirando el teléfono sin hacer nada. Creí que Jeno dejaría que la llamada se perdiera, pero al verlo tomar el teléfono y suspirar, entiendo que esa no es una opción.

   —Lo siento, debo contestar.

   No sé qué decirle, pero de todas formas asiento. Inmediatamente salgo de su regazo y regreso a mi lugar, que es de donde no debí salir, en la esquina del sofá, y pienso que como cualquier persona que atiende una llamada, va a pararse y hablar en otro lugar, pero sin importarle nada, Jeno contesta ahí mismo, mientras se acomoda la camiseta que se le ha subido un poco y aparta la almohada, dejándola en medio de los dos.

   —Hola Ren.

   Esta es, definitivamente, una de las situaciones más incomodas que he experimentado en toda mi maldita vida. Y a pesar de que no escucho que es lo que Renjun está diciendo del otro lado, puedo ver por las expresiones de Jeno, que no es algo precisamente bueno.

   Considero bajar el volumen de la tele, por si acaso a Jeno se le dificulta escuchar, pero estoy tan asustado de hacer algo que se pueda mal interpretar, que me quedó ahí, estático, deseando desaparecer.

   —No puedo Ren, escucha no estoy en... No, todavía la tengo. Lo siento, no creí que... Ren, tranquilo, prometo que te la voy a devolver cuand... ¿mañana? Ya te dije que no puedo volver a ca... Renjun, déjame hablar, por el amor de Dios.

   No importa que tanto me quiera mantener al margen, la manera en cómo le contesta Jeno a mi mejor amigo, me lo dice todo.

   Acaso... ¿Ya no están bien? ¿Su relación se enfría? ¿Por qué Renjun no me ha hablado sobre esto? ¿Será que... ya no se quieren más?

   Pensarlo, no sé porque, me inquieta.

   —En cuanto pueda te la voy a devolver —Jeno continua hablando, pero su tono firme de voz ya no es el mismo. Parece a punto de venirse abajo— Y-ya te dije que lo siento Renjun, no creí que tú... ¿hola?

   Jeno se despega el celular del oído y lo mira incrédulo, testigo de cómo la llamada acaba de terminar.

   No sé qué debo hacer, no sé a dónde se supone que debo mirar, ni de si es prudente decir algo. Me digo a mi mismo que nada de eso tiene que importarme, que los asuntos de pareja se arreglan entre dos y nada más. Pero, como siempre mi inconsciente me traiciona y cometo el primer error.

   Involucrarme en su vida.

   — ¿Todo... está bien?

   Jeno no me contesta de inmediato, lo que me lleva a pensar que no está dispuesto a contestarme. Pero después de algunos segundos,  deja el celular sobre la mesa y suspira.

   —Renjun me presto su bata de laboratorio hace algunos días, pero no se la he podido devolver y me dijo que mañana tiene práctica de laboratorio.

   Después de su absurda explicación, me quedo en silencio, esperando que me diga que es broma y que Renjun en realidad le está tirando la bronca porque hizo algo que con justa razón lo enfureció. Pero al ver que no tiene intención alguna de cambiar de versión, me desconcierto.

   Mi mejor amigo no es esa clase de persona. El Renjun que yo conozco no se enojaría con su amado novio y menos por algo así.

   Parece tan irreal que cuesta creerlo.

   — ¿No sabe que tú no puedes volver a tu casa?

   Jeno se encoje de hombros, como restándole importancia, pero su ánimo no es el mismo.

   —No quiere escucharme.

   Recuerdo que efectivamente Renjun no lo ha dejado hablar. Sé que es pronto sacar conclusiones y que estoy muy lejos de conocer realmente a Jeno, pero la actitud de mi amigo me deja helado, ¿Tan poco la importa su propio novio como para no querer escuchar lo que tiene que decir?

   Jeno probablemente está atravesando un momento difícil, ¿Eso tampoco le interesa? O, ¿Renjun simplemente no lo sabe y tampoco quiere hacerlo?

   —Siento haber arruinado la película —Jeno sonríe, pero no es una sonrisa que le llegue hasta los ojos, es apenas un pobre gesto que intenta ser natural—. ¿Puedes regresarle a dónde estábamos? Creo que me perdí.

   Y a pesar de que me lo ha pedido, él mismo toma el control y regresa la película, subiendo súbitamente el volumen. Lo suficiente para escucharse por toda la sala. No le digo nada, ni siquiera cuando mi madre puede llegar a molestarse por el ruido.

   Me quedo pensando, tratando de no hacerlo porque como ya he dicho con anterioridad miles de veces, este no es mi asunto.

   Pero, por más que quiera mantenerme al margen, no puedo ignorar la manera en que cierra los ojos y se acurruca contra la esquina del sillón. Ni tampoco como con el ruido de los gritos de la película ahoga lo que pretende esconder. 

   Su llanto.

   Tardo en reaccionar un poco más de lo que me habría gustado, porque creo que todavía me puedo mantener alejado de esto. Sin meterme en donde no me llaman. Pero, saber que Jeno está literalmente a centímetros de mí con el corazón destrozado, termina por afectarme.

   Y es como un impulso, un movimiento que no planeo. Me pongo de pie, dejo la frazada y sin dejarme dudar ni un minuto más, caigo de rodillas frente a él y tomo su rostro en mis manos.

   No digo nada, y él tampoco lo hace, porque no es necesario. Limpio sus lágrimas con mis dedos, mirando sus oscuros ojos humedecidos, y luego, Jeno me atrae hacia su cuerpo, enterrando el rostro en mi cuello, mientras la punta de su nariz enrojecida se pasea por mi piel, estremeciéndome. Sollozando hasta que sus lágrimas empapan mi camiseta.

   Acaricio su cabello con suavidad y dejó que lo saque todo, que se apoye en mí. Y quizás, es aquí donde estoy cometiendo el segundo gran error.

   Porque comienzo a dejar de ver a Lee Jeno como un extraño más.

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