Sangre Maldita (Trilogía- Más...

By NomiSaez

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Portada diseñada por @Emilytucker Gracias linda, por realizar las portadas de la trilogía Más allá de la muer... More

Más allá de la muerte
Prologo
Capítulo 1: Tropiezos
Capítulo 2: Documentos
Capítulo 3: Misterio
Capítulo 4: Fantasma de Elena
Capítulo 5: Maita
Capítulo 6: Desgarrado dolor
Capítulo 7: Mala noticia
Capítulo 9: Sepelio
Capítulo 10: Un mal desatado
Capítulo 11: "Ella"
Capítulo 12: Beso robado
Capítulo 13: Advertencia
Capítulo 14: Rastros
Capítulo 15: Casa de Elena
Capítulo 16: Rapto de Nina
Capítulo 17: En brazos de la muerte
Capítulo 18: Enfrentamiento
Capítulo 19: Desprecio
Capítulo 20: Pensamientos
Capítulo 21: Poseída
Capítulo 22: Secretos
Capítulo 23: Preparativos
Capítulo 24: Ritual espiritual
Capítulo 25: Muerte
Capítulo 26: Escape
Capítulo 27: Danny
Capítulo 28: Alma maldita
Epilogo

Capítulo 8: Funeral

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By NomiSaez

Capítulo 8:

Funeral

Danna

El recibidor de mi casa parece una funeraria: los dos ataúdes están en el centro y hay coronas de flores regadas por todas partes. El ambiente es terriblemente sombrío; no sé cómo voy a dormir esta noche con dos féretros en mi sala.

Mis dos sobrinos se encuentran en un sillón pegado a la pared, que hace unas horas ocupaba el medio de la sala. Ambos están llorando y verlos así me parte el alma. Siento el mundo derrumbarse a mis pies, pero debo ser fuerte, por ellos... Pero, no lo soy. Apenas tengo 19 años y ahora con dos niños que cuidar, porque ¿quién más lo hará? No, no estoy segura de ser capaz, no estoy preparada para tanta responsabilidad.

Camino hacia ellos y Nina, al verme, se lanza a mis brazos. La sostengo con fuerza, me siento al lado de Manuel y él me abraza por la espalda. ¡Cuánto tiempo sin verlos, casi un mes! Y qué manera de reencontrarnos.

— ¿Dónde están mamá y Ema? —pregunta Nina, con la inocencia de su niñez.

Manuel me mira devastado, a sus diez años ya entiende, perfectamente, el significado de la muerte. Pero, Nina es tan pequeña ¿cómo voy a explicarle que su madre y hermana jamás volverán?

Por suerte, Amaia aparece en el momento justo, se lleva a Nina y me deja sola con Manuel. Lo abrazo tan fuerte como puedo y ambos comenzamos a llorar. Al cabo de un rato Alexis se acerca para darme una humeante taza de café; no me gusta el café, pero lo necesito, nada mejor que una buena droga para mantenerme lúcida.

Ya Manuel está dormido, la madre de Amaia tiende una manta sobre él, mientras que yo salgo con Alexis al frente de la casa.

— ¿Cómo te sientes? —pregunta con cautela.

—No lo sé —digo con sinceridad.

En realidad, no siento más que un vacío en el pecho, como si me hubieran sacado algo de allí. El dolor es algo que no se puede describir con palabras, es como una alarma en nuestro cuerpo indicando que algo anda mal, o que algo ha cambiado. En fin, intentar explicar esa sensación que me oprime el pecho, es como pretender tapar el sol con un dedo.

—No estás sola. ¿Lo sabes?

—Gracias por ser mi amigo.

Me da un beso en la frente, confirmando ser el hermano mayor que nunca tuve. Le doy una sonrisa, la mejor que puedo dar en estos momentos, agradeciendo su apoyo.

Me sorprende ver a tanta gente en la entrada de mi casa dispuesta a entrar. Algunos se acercan y me dan el pésame, pero no conozco a la gran mayoría. Otros son estudiantes de la universidad y, posiblemente, sus padres. A los que sí reconozco son a mis vecinos. Ya estuvimos en esta misma situación hace año y medio.

Dejo que la multitud vaya pasando y me alejo hacia el otro lado de la calle, donde se encuentra Amaia con Nina que ríe a carcajadas, junto a otras personas que identifico de inmediato: son Cristal y esos dos chicos que estaban con ella en la universidad.

Amaia tuvo que haberles avisado, ahora que se mantiene en contacto con Thomas.

— ¡Lograste tranquilizarla! —le digo a Amaia quien voltea al escucharme.

—Sí, aunque no fue nada fácil.

—Siento mucho la muerte de tu hermana y sobrina —dice Cristal.

Es extraño que esté aquí, apenas y hemos cruzado un par de palabras en los últimos días.

—Yo también —digo con cierta ironía.

— ¿Se quedará contigo? —pregunta el chico moreno, tomando a Nina en sus brazos.

—Ah... ¿Tú eres, Thomas?

—Sí. Thomas Narváez —me tiende la mano.

Estrecho su mano e intento sonreír, una línea delgada y algo forzada es lo que ofrecen mis labios.

—Y él es mi hermano Nick—se apresura a decir Cristal.

—Hola, Nick —lo saludo —y sí, soy la única familia que tienen.

—Pero, tienen un padre, ¿no? —pregunta Alexis.

Él sabe muy bien que si lo tienen.

—Si ese desgraciado pisa mi casa, le voy a descargar mi colección de cuchillos de cocina —les manifiesto con seriedad.

Si llegara a verlo, posiblemente lo haría de verdad. Aunque dudo ser capaz de semejante atrocidad, en mi mente parece algo muy factible en estos momentos.

— ¿Y tus padres? —interviene Nick.

—Mi padre está muerto, y si mi madre no preocupo por ellos cuando Elena estaba vida, ¿ya para qué? Además, le dejé un mensaje y aún no me ha llamado.

No es que odie a mi madre, no podría. Pero tampoco puedo obviar el hecho de que jamás se ha preocupado por sus nietos, ni ayudar a mi hermana cuando más la necesitó.

Separarse de su esposo fue algo crucial en su vida y muy difícil de superar. Tenía tres hijos y estaba siendo maltratada por su marido; eso no es algo que sane de la noche a la mañana. Elena la necesitaba más que nunca, y mi madre, simplemente, la echó como si hubiese sido una cualquiera.

—Sí, tienes razón —coincidió Amaia.

— ¿A qué hora es el entierro? —pregunta el chico intrigante de ojos azules, Nick.

—Será a las diez, después de la misa que es como a las nueve —les informa Amaia.

Por suerte, no estoy sola, tengo a mis dos amigos que me apoyan incondicionalmente, y Amaia ya parece tener todo resuelto; si fuera yo, aún no sabría ni que hacer.

Amaia frunce el entre cejo sin razón aparente, hasta que veo hacia dónde va dirigida su mirada. La novia de Alexis ha llegado, y su presencia quiere decir que ella no le ha dicho nada.

¿Por qué en este momento?

Esto no puede seguir así, agarro la mano de mi amigo y lo hago caminar conmigo en la dirección contraria a la que viene Lucy. Amaia va a su encuentro, y veo como la arrastra lejos casi hasta la casa del vecino.

Espero que mi amiga no explote en este momento, y solo la haga irse de aquí. En cuanto a Alexis, él tiene que saber la verdad.

—¿Qué pasa? —pregunta sin entender mis acciones y las de Amaia.

—Odio ser quien te diga esto, pero le di la oportunidad a ella de ser sincera contigo —no suelto su mano.

—¿De qué estás hablando?

Qué situación tan incómoda y difícil. Las malas situaciones siempre se juntan.

—Lucy te está engañando con otro chico, su nombre en Gustavo. Los vi en el supermercado... —suelto en un tono bajo, pero ha escuchado. Se queda mudo, ni siquiera pregunta si estoy segura de lo que digo. Me suelta y va hacia ella.

Regreso con los chicos. Amaia también viene hacia acá. Desde aquí se puede sentir la tensión en la pareja, no han alzado la voz, pero conozco a Alexis y su postura es el reflejo de la tempestad que intenta contener.

—No quiero hacerte sentir incómoda —susurra Cristal—. ¿De qué murió tu hermana? ¿Y la niña?

Es más incómodo tenerla aquí, que la pregunta que ha hecho.

—No tengo idea. Me desmayé en la morgue —uso el mismo tono de voz que ella.

Amaia debe tener esa información, pero no estoy segura de querer saberlo en este momento. Tengo suficiente con saber que está dentro de cajas en mi sala.

Al cabo de un rato las personas comienzan a retirarse, quedando únicamente mis dos sobrinos y yo en la sala. Amaia y Alexis fueron a sus casas por algo de ropa para pasar la noche aquí, en la mía.

La madre de Amaia se estará haciendo cargo de todos los acontecimientos para mañana; siento que me han quitado un peso de encima.

Nina mira una película de Barbie y Manuel sigue profundamente dormido en el sillón.

Mientras tanto, yo repaso mentalmente aquello en lo que se ha convertido mi vida. Paso de estar llena de colores a un mundo en blanco y negro, y me pregunto: ¿qué hubiera hecho Elena en mi lugar, si fuera yo la que estuviera en ese ataúd y no ella? Entonces, allí está ella en mis recuerdos, sonriéndome, intentando hacer que dejara de llorar.

—Deja de estar triste —me repetía ella en el funeral de la tía Clara.

—La voy a extrañar —me justificaba.

—Danna, la muerte es algo que nos va a llegar a todos, tarde o temprano. Es parte de la vida. Además, ella debe estar feliz en donde se encuentra ahora, y tú aquí en medio de un drama. A la tía no le hubiera gustado verte así.

— ¿Sabes?, tus palabras no me están ayudando —le decía sobrecogida.

—Lo sé. Pero quiero que tengas claro algo. Si yo muero prim...

—Ay, no empieces de nuevo —por qué tenía que sacar a relucir ese tema en aquel momento.

—Déjame terminar —me hacía callar —si muero primero, no quiero que hagas melodramas en mi funeral. Promete que lo tomarás con calma. Y también deberás cuidar de mis hijos cuando yo ya no esté —esa era la peor parte de su discurso. ¿Por qué demonios me daba tanta responsabilidad? —Simplemente, continuarás tu vida comprendiendo que algún día nos volveremos a encontrar —añadía, y luego sus finos labios formaban una sonrisa.

Ahora, soy yo la que sonríe y piensa que ella simplemente tenía razón.

Reviso mi celular con la esperanza de tener algún mensaje de mi madre, pero el buzón está vacío: ni un mensaje, ni una llamada. A veces creo tener a un monstruo por madre. ¿Cómo es posible que ni siquiera haya respondido mis mensajes? ¡Su hija está muerta, maldita sea!

Voy a la cocina a ver qué puedo preparar, quizá disipe mi rabia manteniéndome ocupada. Soy bastante mala en la cocina, por lo general preparo cosas rápidas que no requieran demasiada dedicación al momento de cocinarlas. Abro la nevera y me encuentro con todo lo que preparamos ayer, se supone que hoy tendríamos una cena navideña y la celebración de mi cumpleaños. Lo que tengo es un funeral. Por lo tanto, preparo unos sándwiches y sirvo tres vasos de leche. Alejo a Nina del televisor y la siento en una de las sillas frente al mesón de la cocina, la dejo allí comiendo a migas su sándwich mientras voy a despertar a Manuel.

—Levántate, debes comer algo —le digo cuando abre sus bellos ojos. Tiene los ojos idénticos a los que tenía Elena, de sus tres hijos el que más se parece a ella es él.

Le indico donde se encuentra el baño y con desgano va a cepillarse los dientes.

Los tres estamos sentados ingiriendo nuestra cena, sin decir una palabra. Nina come como si nada hubiera pasado y, gracias a Dios, no pregunta por esas extrañas cajas en el centro de la sala, ni por su madre o hermana. En cambio, Manuel come despacio; de seguro obligando a la comida atravesar su garganta, al igual que yo.

Me levanto al momento de escuchar que tocan la puerta.

Seguramente son mis amigos; tenerlos en casa esta noche me alivia demasiado, pues la idea de estar sola con dos niños y dos cadáveres en mi casa me aterran. No es que crea en fantasmas y esas cosas, pues, soy incrédula en esta materia. Pero, al mismo tiempo, soy una cobarde que se asusta con el más mínimo ruido. Bastante irónico, ¿no? En fin, en estos momentos, prefiero tener compañía.

Abro la puerta y me desconcierta ver a mis dos amigos con Cristal, Nick y Thomas.

—Adelante —es lo único que puedo decir. Amaia es la última en entrar.

Cierro la puerta asombrada al ver en mi casa a tres personas que, prácticamente, no conozco. Amaia se me acerca.

— ¿Te molesta que hayan venido? —susurra a mi oído.

—No, para nada —realmente no me molesta. Mientras más compañía, más distracción —por cierto, oficialmente, eres la niñera de Nina.

Ella me da una sonrisa espléndida y yo se la devuelvo. El apoyo de mis amigos me fortalece.

Mi casa es pequeña: solo tiene tres cuartos y dos baños; uno está en mi habitación y el otro fuera de la casa, ese es más que todo para las visitas. Un pequeño recibo, donde reposan los restos de mi hermana y mi sobrina; normalmente, allí tengo un juego de sala que incluye dos sofás negros y una mesa rectangular del mismo color, con algunas fotografías de la familia. Y, por último, la cocina.

Considerando que ahora somos demasiadas personas, no tengo idea de cómo vamos a dormir.

Ellos dejan sus cosas en el sofá y luego los dirijo a la cocina.

Los chicos comienzan a jugar con Nina, quien está encantada de recibir todas las atenciones. Pero Manuel sigue perdido en el dolor. Así que lo invito a dar un paseo sin que vayamos muy lejos, solo al patio trasero de la casa. Mientras los chicos se encargan de Nina, yo puedo hablar con él. Para mí es más fácil tratar con él que con Nina, ella es muy pequeña y no sabría cómo hacerla comprender que su madre y hermana han muerto. Eso se lo dejo a Amaia que sabe manejarse con niños mejor que yo.

Caminamos en silencio hasta el final de la tapia que protege la casa, al pie de la misma la tía había mandado a hacer unos bancos de cemento. Me siento a su lado y lo observo, mientras él entrelaza los dedos, un tanto nervioso. Quiere decirme algo, pero, seguramente, aún no sabe por dónde empezar. Así que le doy tiempo, eso me pasa a mí también muy a menudo.

—Tía, ¿crees en los fantasmas? —dice mirando el suelo.

— ¿La verdad? No —él se queda pensativo ante mi respuesta, por largos y eternos segundos.

— ¿No me enviarías a un psiquiátrico por lo que te voy a decir?

Manuel es un niño muy inteligente, y bastante avanzado para su edad. Tiene muy buenas calificaciones, y siempre ha sido muy maduro. Su actitud es seria, como la de un niño grande.

—Por supuesto que no, jamás te haría semejante cosa.

—Es que... en casa pasó algo extraño cuando mamá murió...

Lo escucho atentamente. Todo ha pasado tan rápido, que aun no entiendo exactamente qué ocurrió: no comprendo cómo murieron mi hermana y su hija.

—... teníamos días escuchando ruidos en la casa, movían las cosas, de noche se sentía que alguien caminaba por las habitaciones. Nina en varias ocasiones entró en crisis, diciendo que alguien estaba parado al pie de su cama. Mamá no le prestaba atención, pues, Nina solo tiene cinco años y a su edad es fácil imaginarse cosas. Tampoco es que ocurriera todos los días, era algo esporádico.

» Pero, aquel día Nina se levantó gritando y llorando. Calmarla fue bastante difícil, ella insistía en que alguien se la quería llevar. Así que saque a mi hermanita de la casa y fuimos a caminar; mientras más nos alejábamos de la casa, ella se calmaba más.

» Creo que estuvimos afuera como media hora. Volvimos porque mamá tenía que ir a trabajar, y ella nos traería contigo ese día. De seguro mamá estaba llamándonos como loca, ya que llegaría tarde a su trabajo. Pero no logramos entrar a la casa, porque nuestra vecina, nos detuvo. Ella dijo que no era seguro entrar, y que ya era demasiado tarde. Que "Ella" había vuelto. —quiero interrumpirlo para preguntar: ¿quién es "Ella"?, pero dudo mucho que tan siquiera, él mismo, comprenda lo que dice.

—No entendí nada de lo que dijo hasta que las vi:

Mamá y Ema salían de la casa, agarradas de la mano. Quería correr hacia ellas, pero no lo hice, algo andaba mal. Ellas pasaron a mi lado y ni se dieron cuenta de que yo estaba allí.

Y luego salió "Ella". Me asusté mucho al verla. Sus ojos impregnados de sangre nos miraban, y siguió de largo tras Ema y mamá. Lo demás pasó demasiado rápido, la casa estaba llena de policías y todos los vecinos estaban allí. Entonces las sacaban en camillas. Luego no supe más nada hasta que esa señora nos trajo aquí.

No sé qué decir, lo que él dijo para mí no tiene sentido, pero habla con tanta seguridad que no puede estar mintiendo, o ¿sí?

—No me crees, ¿cierto?

—Es algo complicado.

Él insinúa que un fantasma es el responsable de la muerte de mi hermana. No tiene lógica para mí. Mas no es descartable, yo misma presencia a mi hermana y ya había muerto para ese momento. No creo en nada de esto, tiene que haber otra explicación.

—Entiendo.

—Creo que ya es hora de volver adentro.

Él asiente y volvemos adentro. Nina está dormida en los brazos de Alexis quien la lleva a la habitación.

—También deberías ir a dormir, ya es bastante tarde.

— ¿"Ella" no vendrá hasta acá? —me pregunta nervioso.

Por primera vez veo en sus ojos miedo, no, más bien terror, y aunque no creo en lo paranormal le miento para que pueda dormir tranquilo.

—No, "Ella" no vendrá. Ve con Alexis.

Veo como desaparecen al doblar la esquina del pasillo hacia los dormitorios.

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