El elevador de Central Park

By CreativeToTheCore

5.3M 564K 164K

¿Cuál es el mejor lugar para trazar un plan de espionaje? El malhumorado Xiant Silver no tiene nada en común... More

Sinopsis
1. Hígados en Nueva York
2. Cuernos desde mayo
3. Viernes de investigación
4. El idioma de la decepción
5. Pactar con demonios
6. Alcohólico mañanero
7. Dramatizar
8. Se busca traductor
9. El test del lector
10. Ideas asesinas
11. Aborten misión
12. Al confesionario
13. Media naranja
14. Ensalada de licores
15. Cita con el dentista
16. No soy el sol
17. Paso en la dirección correcta (o incorrecta)
18. Donde no soy tú
19. El día que lo arruinaste
20. Tacaño viscoso
21. Malos niñeros
22. Lo que le dices a los niños y los niños te dicen a ti
23. Pretérito
24. La reina y su heredero
25. Protégelo
26. Ficción para adultos
27. Gallos
28. Dos ciudades, dos mujeres
29. Chalecos de fuerza
30. Amistad en construcción
31. Brillo y sangre
32. Lejos, lejos, lejos
33. Espermatozoides asustados
34. Para mañana
35. El rebaño
37. Gato comprimido
38. Citar la fuente
39. Una última bala
40. Te quiero
41. Amigos en noviembre
42. Cosas que (no) te gustan
43. Nueva misión
44. Para mi flor preferida
45. Elevadores en Lisboa
Epílogo
¡En físico!

36. Grisáceo

73K 9.9K 4.5K
By CreativeToTheCore

Xian


Una vez cuando era niño, mis hermanas hicieron un complot en mi contra.

Me engañaron para que entrara al cobertizo del patio y trabaron la puerta desde afuera. Así lograron adueñarse del televisor para hacer una maratón corrida de las películas de Harry Potter. Anteriormente me había negado a cederles mi espacio en el sofá por dos motivos:

1) Las adaptaciones cinematográficas nunca me gustaron.

Es más, me enojaban hasta el punto en que me pasaba criticando la película con: «En el libro eso no fue así», «En el libro es mejor», «¡Eso no estaba en el libro!». Al crecer dejé de indignarme por lo que no debería y empecé a disfrutar del trabajo de los demás, entendiendo el sentido pleno de la palabra adaptación. Hay cosas que no deberían compararse.

2) Estaba por ver una serie-documental sobre Amir Dallimus, uno de mis escritores favoritos.

Las despiadadas gorgonas se deshicieron y se olvidaron de mí. Le dijeron a mi madre que había ido a una pijamada en la casa de un amigo, lo cual ella tendría que haber sabido que era falso porque no tenía ni mascota, mucho menos amigos.

Estuve encerrado por horas. Recién se acordaron del pequeño Xian cuando estaban por empezar Harry Potter y el misterio del príncipe. Para ese entonces ya sabía cuántas herramientas guardabamos, había leído dos veces un libro de botánica, aprendido las claves del cuidado de las hortensias y repasado mi entera existencia por decimotercera vez. El punto es que encerrado ahí adentro, sabía que tarde o temprano iba a abrirse la puerta, de la misma forma que sé que las puertas del elevador se volverán a abrir.

Cuando nos vemos envueltos en un problema la gente tiende a desesperarse porque cree que no existe escapatoria. Ese jamás fue mi caso. Yo le temo a lo que pasará después.

Al salir del cobertizo, con ocho años, tomé una pala y quise ir tras mis hermanas para darles con ella en sus cabezotas, desmayarlas y adueñarme del televisor. Mi madre me frenó al decir que la violencia no iba a devolverme el tiempo perdido, quitar el maldito Harry Potter —al que le deseé morir en manos de Voldemort como quince veces—, de la televisión o calmar mi ira hacia las tres diablillas. Le di la razón. Usé la pala y los conocimientos de botánica adquiridos y arreglé el jardín en su lugar. Luego, mamá no solo castigó a mis hermanas, sino que me felicitó por el trabajo de jardinero . Tuve la tele por una semana y la sonrisa que vi en su rostro al ver las hortensias quedó conmigo hasta el día de hoy. En ese entonces, por enojo, al abrirse la puerta del cobertizo podría haber hecho un lío del que me hubiera arrepentido si lastimaba a alguna de las chicas. El problema aquí es que no siento solo cólera. Me siento impotente, estúpido y triste. No puedo pensar en una forma de convertir todo eso en algo productivo o menos doloroso.

La persona que dijo que siempre hay un lado positivo mintió.

—Preswen —dice Wells, quien da un pequeño paso para alejarse de Brooke mientras ascendemos.

Ella está frente a mí. Él frente a Pretzel. El señor Shepard está en medio, mirándonos con cara de pocos amigos en el silencio que se extiende.

Brooke sigue la mirada del contador. Cuando mira a Preswen cuadra los hombros y contiene el aliento, lo que me alerta que la conoce. Siempre fue del tipo que le sonrió a los extraños. Los saluda en voz alta al entrar a cualquier lugar, pero aquí se encuentra inmóvil y con las cejas juntas en un signo de preocupación.

—Pensé que te vería en la recepción del vigésimo piso —dice mi prometida al deslizar su mirada hacia mí, dubitativa.

Wells me mira por un instante. Cuanto más cerca lo tienes, más atractivo se hace. No me provoca nada verlo. Otros arderían de aversión y querrían darle un puñetazo —mi yo de ocho años un palazo—, pero desde mi punto de vista él no es el responsable. Lo único que me genera es incomprensión sobre cómo ha podido echar a perder lo que tenía con la mujer a mi lado.

—Yo... yo también iba a verte ahí, ¿no? —añade Wells, y a pesar de que se dirige a Preswen, cruza una rápida mirada con Brooke.

No sé si están tratando de aparentar que no se conocen. De hacerlo, la posición de sus cuerpos, la distancia de uno del otro y sus expresiones concordarían, pero no sus ojos.

Hay gente que se mira y sabes que existieron un millón de miradas más antes que esa.

Preswen no contesta. Está tan callada y quieta que no parece ella. No estoy seguro de si se está comportando indiferente por estar reprimiendo lo que siente o si el impacto de verlos juntos la dejó en una nebulosa de la que le cuesta salir.

—Este elevador es una tortuga —se queja Bill mientras se abanica con su manuscrito—. También un infierno cargado de tensión. ¿Ustedes cuatro se conocen o qué? Porque percibo que lo hacen. También que habrá patadas en el trasero más tarde, y no seré yo el que las dará. —Levanta las manos en señal de inocencia.

—Cielo, háblame. —Las palabras de Shepard pusieron incómodo a Wells, que extiende la mano para tocar a Preswen.

Sus ojos, siempre alegres, se opacan cuando niega con la cabeza. No quiere que la toque. Trata de retroceder pero la pared espejada se lo impide y la mano del hombre se acerca. Sin pensar alargo mis dedos y encuentro los del gnomo, lo que deja estático al contador.

—¿Qué haces? —susurra Brooke, mirando nuestras manos.

—Te preguntaría lo mismo, pero no armaré una escena. —No dejo que ninguna emoción se filtre a través de mi voz—. A mi oficina.

Jamás he sido tan insensible con ella.

Sus labios se entreabren pero nada sale de ellos cuando el elevador se detiene y tiro de la mano de Preswen para que me siga. Wells echa la cabeza hacia atrás mientras traga con fuerza y cierra los ojos. Mi prometida lo mira en busca de respuestas, o más bien de auxilio antes de correr detrás nuestro. Dice mi nombre una y otra vez, con creciente desesperación.

—Podría escribir otro libro con tan buen material. —Silba Shepard cuando lo dejamos atrás, con el manuscrito de nuevo bajo el brazo.

Preswen

Todo este tiempo hemos trazado el plan perfecto en un elevador, y ahora me entero que el desgraciado tenía una oficina más grande que su ingenuidad con una preciosa vista a Central Park. Haría un comentario al respecto, pero si me cuesta respirar aún más lo hará hablar.

Su agarre sobre mi mano es firme y cálido. Un poco sudoroso también porque está nervioso.

No me importa lo que piensen esos dos, y como quieran volverlo en nuestra contra les daré el premio a los hipócritas del año.

Los tacones de Brooke repiquetean con velocidad a casi pisando nuestros talones. Las pisadas de Wells, pesadas y pausadas, le siguen. Oigo que se cierra la puerta a nuestras espaldas y le doy una última mirada a Xian, confirmando que está seguro de esto. Él asiente derrotado y deja ir mi mano cuando nos volteamos.

Somos dos caballeros apuntando con espadas de verdad a un dragón de mentira. Uno creería que sería fácil atravesarlo, pero cuando aceptamos la realidad, la falsedad de algunos resulta más tangible de lo que es posible imaginar.

—Xian… —El bolso de la rubia se desliza por su hombro y brazo. Se inclina y lo deja en la alfombra—. Me estás asustando, ¿qué ocurre? —Su voz es demasiado dulce, tanto como para no endulzar un té en lo que resta de vida—. ¿Por qué estaban tomados de la ma...?

—Deja de hacerte la víctima —respondo tajante.

Brooke retrocede como si le hubiera dado una bofetada. Sus ojos van desesperados hacia Xian al comprender que ambos estamos en el mismo barco.

—Preswen, no le hables así —advierte Wells.

El fantasma de una sonrisa curva mis labios. Se expuso solo por la forma en que se puso frente a ella.

—Jueves 1 de octubre. —El pelirrojo toma el calendario de su escritorio y retrocede al décimo mes—. Nos dijeron por mensaje que no los esperáramos despiertos porque tenían una reunión importante. —Hace énfasis en la última palabra—. Dijeron que nos amaban también.

Resoplo por lo último.

—Y porque nos amaban, nos dejaron plantados cada jueves desde mayo. Cinco meses. —Me pasa el calendario y comienzo a señalar cada día que los seguimos—. 15 de octubre, Brooke recibe flores a nombre de Wells y las acepta con una sonrisa más grande que nuestra credulidad. —Deslizo el índice más abajo—. 22 de octubre, cenan en el restaurante japonés. Supuestamente era otra reunión, ¿pero desde cuándo las juntas de trabajo son solo de a dos y a la luz de las velas?

Las manos de Wells están hechas puños. Las de Brooke sobre su corazón. Mi novio respira lento, la prometida de Xian demasiado rápido. Así luce alguien que está por perder todo lo que tiene: abrumado.

—28 de octubre —Lanzo despechada el calendario a sus pies y avanzo—. Dijiste que no pasarías la noche en casa por cuestiones laborales. Siempre fuera, siempre problemas de trabajo, siempre llegando tarde... Desperdicié años contigo, ¡ni los venados tienen los cuernos que tengo yo, maldita sea!

Estoy por empujarlo cuando Brooke se interpone.

—No quieres hacer eso —susurra. Furia chispea en sus pupilas y el índice con el que me señala tiembla, al igual que su mano, muñeca y antebrazo, que giran hacia Xian cuando le habla—: No sé qué mentiras te ha dicho, pero debes confiar en mí. Te soy fiel. Nunca te lastimaría.

—Ya lo has hecho, Brooke. —La amargura en la voz de Pan me hace retroceder, sin quitar los ojos de ambos—. Lo hiciste por meses. Me lastimaste porque creíste que estaba ciego por ti, y tenías razón, pero ser incapaz de ver no te hace incapaz de escuchar y sentir otras cosas.

Saca de su chaqueta un sobre y lo tira al piso. Las tres fotografías que saqué la noche del motel se desparraman como los trozos de una taza de porcelana al dejarla caer. Fríos y filosos, así son los sentimientos que invocan y que tanto costará limpiar.

Hay desastres que debemos barrer un centenar de veces para reestablecer el orden.

Wells cierra los ojos al verlas. Confundida, Brooke parpadea y se cubre la boca con una mano. Se expande un silencio que mi pulso aprovecha para hacerse oír. Mi corazón va tan rápido que me gustaría levantar una señal de Stop frente a él, pero si no pudo leer las señales de una infidelidad por meses, de esas que se sienten, mucho menos leerá algo así.

La rubia se gira hacia contador, quien traga con fuerza al ver cómo esta llora. Se nota que le duele verla sufrir. Eso me genera envidia, nostalgia y una satisfacción horrible al ver que estábamos en lo correcto. Hubo una época donde creí que le dolían mis desdichas, pero ahora le rodea los hombros a esta mujer. El pelirrojo contiene el aliento y es mi turno de negar con la cabeza.

A veces ganar equivale a perder.

—Suficiente. Brooke no te está engañando. —La voz de Wells es firme cuando se dirige a Xian, pero sus ojos no—. Pero yo sí te estoy siendo infiel a ti, Preswen. La señorita Szary...

No.

Me niego.

No lo acepto.

No puede ser ella.

Continue Reading

You'll Also Like

743K 51.8K 65
Emilia Matthews es una amante jugadora del fútbol, no piensa en otras cosas más que en entrenar y ganar sus partidos, en su vida no importa otra cosa...
410K 48.7K 57
❝Acabo de terminar ese libro me que prestaste, y admito que solté una lágrima❞ ❝Vamos, di la verdad❞ ❝Se supone que los protagonistas no deben morir❞...
428K 20.8K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
18.4K 2.3K 26
NOVELA CRISTIANA Mariano tiene una vida difícil, ha huido de su casa a los trece años y desde entonces viven en las calles. Malos amigos, drogas, del...