El karma de Shirley [YA EN LI...

Av LBSilva

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EN LIBRERIAS CON LA EDITORIAL MIRIFICAS. Cuando Shirley tenía nueve años creó su primer escrito para un tall... Mer

Sinopsis.
Aviso antes de leer
1. El inicio de la locura.
2. El no fantasma.
3. ¿Real o no real?
4. Un amigo es una luz.
5. Ratatouille
6. Macrisis
7. F.F.F
8. Como Christian Grey.
9. Despacito.
10. Falsas esperanzas
11. Lengua atada
12. Prohibido nuestro amor
13. Fantasmas en la casa.
14. Farsante.
15. Julian no está, Julian se fue.
17. Amante. [+18]
18. Helados.
19. El tren.
20. Mi reflejo.
21. Frío
22. Todo concluye al fin [Capítulo final 2021]
Epílogo
Nota final.
EL KARMA DE SHIRLEY EN FÍSICO

16. Espejos.

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Av LBSilva

Capitulo recomendado para mayores de 16.


Para un escritor, no poder escribir es terrible. Nos desanima, nos quita las ganas y a veces nos hace perder el camino. A veces sentía que nací escribiendo, que apenas me dieron un papel creé historias, sin contar que ya estaban antes en mi mente. Era una creadora de mundos, de contenidos de todo tipo y cada vez que me dejaba volar, soñaba. Creaba, imaginaba, planeada, todo tipo de cosas. Cuando eres joven es más fácil, porque vives dispuesto a soñar y pasas tu tiempo deseando vivir aventura que no puedes, sean lo más simples como un amor de verano o una odisea para salvar a la princesa del castillo. Cuando somos jóvenes nos permitimos soñar, nos permitimos creer que hay más razones para vivir que simplemente trabajar y pagar un alquiler.

Cuando somos adultos, cuando la vida nos va golpeando de a poco, soñar es más difícil. Soñar implica dejar la realidad en la que vivimos y en muchos casos es complicado. Las deudas, los desamores, las responsabilidades, las tragedias, las angustias, todo es una gran ola que nos impide desconectarnos. La cabeza piensa, piensa y piensa y nos impide soñar.

Yo había pasado mucho tiempo de mi vida soñando hasta que la realidad me golpeó y decepcionó, como todo. Cuando menos lo esperaba, estaba pensando en las cosas que tenía que pagar, como ser suficiente para la gente o mi novio y me atormentaba lo que la gente pensaba de mi. Mi escritura empeoró, porque en lo único que pensaba era en el que dirán. ¿Les gustará este personaje? ¿Estarán contentos con este cambio de trama? ¿Les enamorará la historia? Las preguntas me invadieron y me impidieron seguir escribiendo, porque quería algo que no sabía identificar.

Con el tiempo me di cuenta que era la aceptación de la gente.

Por años y años quise ser aceptada. Era la nenita gorda que soñaba en el escritorio, cuando todas sus amigas estaban en los boliches bailando y tomando. Besaban chicos en los pasillos y yo soñaba con personajes que no existían. Era diferente, sí, como muchos y quería ser aceptada por como era. La escritora, la chica que le costaba delgazar, la risueña, la soñadora. Nunca lo hicieron y solamente lo lograron cuando me vieron triunfar.

En ese momento estaba en el peor momento de mi vida. Desempleada, sin una editorial o un contrato, sin mi personaje imaginario que me daba vida. Ya no era la chica que todos aplaudían al pasar, era Shirley de vuelta. Era la chica de Lincoln que no tenía mucho futuro, le iba mal en las evaluaciones y comía un poco más de lo habitual.

Pero era yo. Era la misma chica de antes y eso era lo que importaba. Era la Shirley que escribía, que buscaba su lugar en el mundo, que tenía voz y quería decirlo a través de las palabras. Quería que cualquier otra chica como yo, cualquier otra Shirley en el mundo me escuchara. No, no estás sola. No, no estás desempleada. Solamente estás buscando otro camino.

Levanté la mirada cuando terminé de escribir sobre todo eso que sentía y, en el marco de la puerta de mi habitación, estaba Julian.



Julian.

Estaba ahí, presente como siempre. Estaba ahí, vivo y para mí.

Me emocioné con solo verlo, olvidándome de todo lo que tenía en mi mente y si bien sabía que eso estaba mal no me importaba. Había entendido, finalmente había entendido todo lo que me faltaba saber. Lo observaba como si entendiera y en sus ojos había aceptación, había algo que no pude entender en ese momento. Supuse que era orgulloso o algo así al verme escribiendo.

—No voy a decirte en donde estaba... —aventuró a decir con lentitud al ver la mirada acusadora que le estaba dando y suspiré, porque comprendí que había cosas que yo no entendía. Había cosas que nunca iba a comprender de ese chico y aun así no me importó en aquel momento.

—No busco explicaciones —le dije con total seguridad de mis palabras. ¿Que era lo que buscaba? Ni yo lo sabía, solo estaba feliz de verlo, feliz de tenerlo frente a mi a pesar de haber entendido que estábamos compartiendo.

Sentía que era un momento y se me iba de las manos, pero aun así no me importaba. Era él y yo, nada más en ese instante. Me sonrió, como si supiera que estaba pensando y en un momento creí que era así. Que nosotros eramos así. Éramos un momento.

—Estuve escribiendo...

—Lo sé —me interrumpió y lo miré tratando de preguntarme que sabía, que conocía de mí. Parecía saberlo todo, parecía comprender hasta mis más grandes miedos y aun así yo no tenía ni idea con quien hablaba. ¿Quien era? ¿Que ocultaba? ¿Cuando iba a dejarme? Nada sabía y por un momento la incertidumbre me mataba. Me asesinaba—. Me alegro mucho.

Me encogí de hombros y, cuando menos lo imaginaba, Julian caminó hacia mi. Di un paso hacia atrás y noté la confusión en sus ojos. Estábamos jugando un tira y afloja en el que ninguno sabía que iba a hacer. Ninguno tenía el control total de la situación y no sabía el motivo. Quería que él lo tuviera, pero parecía que no funcionaba así. Tenía que cambiar, Julian me demostraba de maneras silenciosas las cosas que funcionaban mal en mi vida y las comprendía al instante. Esa era nuestra relación. Yo no podía seguir dejando que las personas tomaran el control de mi. Ni en mi vida, en mis opiniones, decisiones o en las relaciones.

En vez de dar un paso hacia delante, me quedé en donde estaba, pero tomando el control. Tragué lentamente y llevé mis manos hacia los bordes de mi camiseta. Sus ojos me buscaron, me observaron con lentitud y siguieron todas mis acciones. Lo único que hice fue levantar la tela y sacarla por mi cabeza, dejando que mis cabellos cayeran como una cascada sobre mis hombros. Estaba algo nerviosa y no ayudaba que Julian no me quitara la mirada en ningún momento.

¿Nerviosa de qué? No lo sé, simplemente lo estaba, lo sentía. Mi corazón latía rápidamente mientras bajaba las tiras del corpiño por mis brazos y finalmente lo quitara con un rápido movimiento con el broche. La ropa cayó al suelo y seguí observándolo fijamente, esperando algún tipo de expresión de asco o desilusión.

No había nada de eso en el rostro de Julian, sus ojos parecían dos llamas en la noche y la poca luz de mi cuarto. Humedecí mis labios y quise que me dijera algo, que me expresara algún tipo de comentario o me detuviera. Aunque eso era lo que menos quisiera.

—Eres hermosa, Shirley —soltó de la nada y me quedé sorprendida al escuchar esas palabras. No esperaba algo así, sino algún tipo de elogio diferente. A veces (muy pocas) me decían que estaba buenísima, que tenía buenas caderas o los pechos del tamaño de bolas de boliche (si, real), pero nunca algo así. Era un elogio que llegaba a mi pecho, que me dejaba vulnerable y me sentía hermosa. Julian me hacía sentir hermosa.

—¿Nada más? —aventuré a decir. Ay, Diosito.

—Más que eso —comentó divertido, con una sonrisa picara en su rostro y con esos ojos que estaban cada vez más oscuros—. Pero no tengo que decírtelo, no tengo que expresarte lo hermosa que eres. Tienes que verlo.

Claro, me reí un poco sin evitarlo y eso fue como un detonante de lo siguiente.

—Quítate el pantalón vaquero —ordenó con decisión, con un tono imperativo que me ponía un poquito loca y sinceramente yo podía ponerme a bailar si me lo pedía. Me causó un poco de gracia su tono neutral, pero le hice caso como buena Shirley que era. Primero fue el botón y luego lo empecé a deslizar por mis piernas hasta que finalmente estuvo en el suelo y yo libré de él. Me temblaban las piernas un poquito y estaba nerviosa. Me sentía una niña y al mismo tiempo la mujer más deseada del planeta.

—Voy a darte una lección.

Ay.

Dicho eso, se acercó a mí con total determinación y temblé cuando apoyó con total suavidad sus manos en mis hombros. Ni siquiera me tocaba, solo sus dedos fríos rozaban mi cuerpo hirviendo. Con una lentitud asesina que me hizo temblar más, me quitó el cabello que me cubría un poco el cuerpo y lo dejó en mi espalda, viéndome completamente. Mierda, yo no dejaba de pensar en mis estrías. Ese día había usado un jean ajustado y seguramente se veía la marca del pantalón y el botón.

A Julian parecía no importarle, sino que me regaló unas miradas que me hicieron sofocar, casi devorándome con su mirada y yo muriéndome de sed. Pero no me tocó, simplemente me observó y, con un leve roce en los hombros, me hizo girar para encontrarme con el espejo de pie de mi habitación. No recordaba que estaba ahí. ¿Cómo me llamaba?

Me vi desnuda, salvo por mis preciosas bragas negras, y con Julian detrás de mi. No, no era hermosa según los estándares de belleza que cualquier persona podía tener y, aún así, me sentía. Solo tenía que ver a Julian observándome y comprender que tal vez yo tenía una idea equivocada. Tal vez siempre había sido así y nunca lo había pensado. A veces Milton apagaba la luz y me hacía sentir la mujer más fea del mudo, aunque ahora pienso que tal vez lo hizo porque no estaba muy dotado que digamos.

—No voy a obligarte a decir lo que eres, sé que podrás encontrar sola la respuesta. Solo necesitabas a alguien que te lo diga —me confesó y yo por un momento no supe que decir. Me sentía un poco acorralada, como si me hubieran atrapado en un lugar sin salida. Entre la espada y la pared. Entre Julian y la realidad.

Se pegó a mi, pude sentir su pecho pegado a mi espalda y su respiración en mi hombro, haciéndome estremecer con su tacto. Su mano apareció en la escena y contorneó mi cuerpo hasta llegar a mi cadera. Yo me pegué a él, buscando más contacto y deseando que dejara de mostrarme quien realmente era. Lo quería a él, con un deseo que no había tenido jamás y aun así tenía total sentido sentirlo. La tensión había llegado muy lejos, ya no daba más mi cuerpo y estaba segura que si la anatomía funcionaba igual para el personaje de un libro. Me recorrió con sus manos, aun así sosteniéndome para que no me diera vuelta y mientras con una mano acariciaba uno de mis pechos, sentí la otra perdida en mi entrepierna.

Necesitaba saber el números de los bomberos.

Un quejido salió de mi boca, deseando que aquel roce no fuera sobre la única pieza de ropa que todavía tenía puesta. Quería que fuera real, que estuviera en mi interior. Obviamente él leyó mis pensamientos, como de costumbre sabiendo lo que deseaba y eso hizo. Su mano se coló entre mi ropa interior y me acarició con suavidad, casi provocandome. Me derretía entre sus brazos, con mi nuca en su hombro y algo perdida en ese lugar. Era una suerte que me sujetara porque mis piernas estaban perdidas, en cualquier momento las rodillas me fallaban. Escuchaba su respiración agitada en mi oído, matándome lentamente hasta que finalmente besó la piel de mi cuello al mismo tiempo que movía de manera circular su roce. Al instante un jadeo placentero inundó la habitación en una mezcla de queja y un nombre. Mierda. Estaba jadeando el nombre del personaje de mi novela.

Y me importaba una mierda.


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Nota de autora:

Les prometo que no se va a negro el siguiente capitulo. Pido disculpas por el corte y lo corto del capitulo, pero quería poner toda la escena siguiente en un solo capitulo. Estoy segura que les gustará. ¿Les viene gustando la novela? Sé que hay mucha gente nueva así que espero sus comentarios ♥

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