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CAPÍTULO 2 🔮 UNA VIEJA AMIENEMISTAD
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ISLA DE LOS PERDIDOS
...
Si por alguna razón le pidieran a Efica hacer una lista enumerando las cosas que odiaba de la Isla, no acabaría jamás.
Odiaba desde los viejos y rotos tejados hasta las horribles grietas y pozos de las calles. Ni hablar de las personas. El pensar en tener que hablar con alguien la hacía enojar.
Desde que esos chicos se fueron seis meses atrás, Efica no tuvo demasiadas personas con las que hablar. Solo estaban Cruella, Jafar, Reina y... Uma.
Los primeros días luego de que Mal eligió ser una más en Auradon, fueron una tortura para Efica.
Cada vez que salía de su casa debía soportar los insultos hacia ella y su hermana, llegando incluso a tener que esquivar objetos punzantes lanzados por la hija de Shan Yu.
La primera vez que habló con Uma luego de ese tragico día, las cosas no salieron tan mal como esperaba.
De camino al restaurante de Úrsula se imaginó varios escenarios que acababan con ella dejando el lugar con un tenedor clavado en la mano.
Pero de nuevo se equivocó.
Uma, en lugar de burlarse de ella como casi todos en la Isla, le dio una mano. Le hizo saber que siempre supo que Mal nunca llegaría a ser una villana del todo. No como Efica, que si estaba dispuesta a todo con tal de ser el orgullo de su madre.
Pero ya nada de eso importaba. No con Maléfica, su madre, siendo prisionera en Auradon.
El semblante de Efica se oscureció. Empezó a caminar más rápido cuando se dio cuenta de que varios posaron sus curiosos ojos sobre ella. Dos meses atrás dejó de salir seguido para evitar problemas, por lo que verla caminando, sobre todo de día, era una verdadera sorpresa.
Recorrió todo el mercado, parte de la lavandería y finalmente pasó sobre el puente que conducía al lúgubre restaurante.
Su mano derecha se posó contra una de las puertas de madera, empujando la misma haciendo que choque contra la pared. El estruendo generado por la chica hizo que los presentes se den vuelta para mirarla.
ISLA DE LOS PERDIDOS
Úrsula: Pescados y Papas
Las personas sentadas en las mesas cercanas tomaron la silla en que estaban sentadas y se corrieron hacia los costados, dejando un pequeño espacio por el cual Efica pueda pasar.
La chica los miró de reojo, ellos agacharon la cabeza.
Los piratas de Uma eran quizá los únicos que a pesar de todo seguían mostrando respeto hacia ella.
Del otro lado de la barra, con una sonrisa socarrona y coqueta, un chico de ojos claros la observaba de pies a cabeza.
Efica llegó a su destino. Empujó a un chico sentado sobre un taburete haciendo que caiga al húmedo piso. Acto seguido acomodó el taburete y se sentó sobre el, conectando sus ojos con el de aquel pirata.
—Efica, sabía que vendrías. El hedor a vergüenza llegó hasta aquí.
—Harry, sabía que estabas atendiendo la barra incluso antes de entrar. El olor a pescado podrido casi me hace vomitar —contraatacó la pelimorada.
La sonrisa de Hook se extendió.
—Tan ácida como siempre —dijo al mismo tiempo que tomaba un vaso y vertía un poco de agua en el.
Deslizó el vaso por la barra y Efica lo agarró con su mano derecha.
—¿Para qué viniste? —inquirió el castaño, tomando un taburete y sentándose frente a ella.
Efica espero que el líquido termine de pasar por su garganta. Luego dejó el vaso sobre la barra con sus manos alrededor del mismo.
—Vine a ver a Uma —contestó.
Harry hizo un puchero—¿Eso quiere decir que no viniste hasta aquí por mi? —musitó con un tono levemente irritante para la villana.
Las comisuras de Efica se elevaron en una diminuta sonrisa—Ya lárgate, Harry.
El chico rió entre dientes—Vas a ser mi esposa, Efica. Algún día tu y yo estaremos casados y dirigiremos un restaurante como este.
—Lo siento, Hook, pero soy alérgica al bacalao.
La sonrisa del chico se borró, dando paso a una fingida mueca de ofensa.
El castaño llevó su garfio a su pecho.
—Espero que nuestros hijos no hereden tu actitud.
—Ya Harry, deja de estorbar y regresa al trabajo.
La inconfundible voz de la chica de rastas turquesa llegó a los oídos de Efica, la cual se alegró un poco instantáneamente.
La morena puso una mano sobre el hombro de Harry, empujándolo hacia un lado. El chico reclamó por lo bajo y desapareció de la vista de la pelimorada.
Uma tomó el lugar que segundos atrás le perteneció a su amigo, acomodándose sobre él a la par que veía a Efica con una media sonrisa.
—Hasta que decidiste abandonar la Eficueva —bromeó sin demostrarlo, extendiendo su mano para alcanzar una pequeña canasta de papas.
—Jaja, que graciosa eres. Deberías montar un escenario en el restaurante y hacer stand up los viernes como entretenimiento —dijo Efica.
—Y tú podrías ser mi ayudante —habló la de ojos oscuros. Efica resopló y negó con la cabeza—¿Por fin te aburriste de ver a tu hermana en televisión viviendo el sueño auradoniano y por eso viniste?
—Necesitaba salir de mi casa.
—Y que bueno que lo hiciste. Gil empezó a pensar que moriste envenenada por tu propio resentimiento —dijo la hija de Úrsula.
Efica entre cerró los ojos.
—Wow, eso sí es acidez.
Las dos chicas voltearon sus cabezas hacia Harry, el cual se encontraba a tan solo un metro, limpiando su garfio con un paño azul.
—Largo —musitaron ellas al mismo tiempo.
Hook osciló los ojos y abandonó la barra, ahora si dejándolas solas.
Efica regresó su mirada a Uma.
—¿Tu también estuviste viendo el canal de chismes? —le preguntó la morena.
—Si. Oí cada detalle de su tonta visita a Aladdin y Jazmín. Es extenuante.
—¿Entonces por qué la ves?
—... No lo sé. La extraño, Uma. No me importa que ella-
—¿Haya dejado de lado sus orígenes traicionando a la Isla, condenándonos a todos mientras la vemos feliz y radiante junto a su rey de rostro angelical? —inquirió la de rastas.
Efica la miró mal, sin decir nada al respecto. Pero como hacerlo si lo que Uma dijo era verdad.
—La verdad duele, cariño —dijo la villana para luego llevar una papa frita a su boca.
—¿Eso quiere decir que te dolió cuando Mal dijo que olías a calamar?
El rostro de Uma se transformó en una expresión seria. Sus ojos se oscuros levemente. Efica pudo jurar que percibió vergüenza y dolor.
—Pasado pisado, manzana podrida.
—Sigue mintiéndote, Uma —canturreó la pelimorada al mismo tiempo que se ponía de pie.
—¿Ya te vas? —le preguntó su amienemiga, masticando otra papa.
—Quiero recorrer la Isla.
—Te van a destrozar, Efica.
—No lo creo. Con Harry siguiéndole a todos lados es poco probable que se me acerquen —dijo caminando hacia la salida.
—Ven a verme cuando quieras. Adoro tus visitas —habló Uma.
Efica le sonrió, empujó una de las rotas puertas rancheras y abandonó el restaurante.
Uma fue testigo de como segundos después Harry hizo lo mismo, moviéndose comos si de un espía se tratara. La morena puso los ojos en blanco, se dio la vuelta y regresó a su trabajo.
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author's note: Dos capítulos en meno de cinco horas. Preparen sus umbrellas, hoy llueve.