𝗖𝗢𝗙𝗙𝗘𝗘: KLAUS
DESPUÉS DE ACOMPAÑAR a Cherry por un par de horas dentro de la academia, Cinco salió, confiado en que dentro de aquellos altos muros la ojiazul estaría mucho más segura que acompañándolo a dónde sea que se dirigía por la noche.
Y, si, tal vez estaría a salvo físicamente, no estaría expuesta a las balas como la noche anterior. El problema, es que no estaría a salvo de sus propios recuerdos, de las memorias que tenía dentro de aquellos mismos muros que la protegían al menos un poco.
Para ninguno era secreto que Diego y Cherry habían tratado de tener una relación después de un tiempo de la desaparición de Cinco, y había resultado bastante bien... O al menos eso querían creer.
Los labios de ambos se movían con desesperación, sus respiraciones agitadas y el roce de sus pieles ardientes, consumidas por el deseo que comenzaba a asemejarse más lentamente a la locura.
Las manos de el, rasposas, acariciaban con una ligera presión sobre la blanca piel de la ojiazul, que se aferraba de su cabello como si a punto de caer de un barranco fuera.
Poco a poco, los labios del moreno se encontraban sobre su piel, más allá de sus labios, haciendo que los cabellos de su nuca se erizarán ante la nueva sensación que experimentaba.
Pero había algo que no encajaba, algo tan pequeño que Cherry creía insignificante, casi ridículo.
Por su mente no era Diego quien la tocaba, ni quién le proporcionaba la placentera sensación que le erizaba, si no el poseedor de aquellos grandes ojos verdes. Y vaya que eso no estaba bien.
Un suspiro escapó de sus labios, entreabiertos ligeramente.
—Cin... —el roce de los labios del moreno en su cuello la hicieron reaccionar, abrió los ojos de golpe notando como se encontraba sobre la cama de Diego con su cuerpo casi por completo encima de ella, pero para su suerte, aún tenía el uniforme en cada zona de su cuerpo —Espera, no, para.
Con un bufido frustrado, él se detuvo, alejando sus labios de su piel más no sus manos.
—¿Todo bien? —cuestiono confundido, observandola directamente a los ojos.
Cherry frunció los labios, negando a la par que una sonrisa avergonzada aparecía en ellos.
—No... No estoy lista —pronuncio, Diego desvío la mirada por un segundo, pero asintió, retirándose de encima de ella para acostarse boca arriba, a su lado.
Pasaron unos minutos, en los que ambos estaban con la mirada fija en el techo, perdidos en sus pensamientos.
—¿Hice algo mal? —cuestiono el moreno confundido, Cherry giro a mirarlo, aunque esté no lo hizo de vuelta.
Sonrió ligeramente, sintiéndose culpable. Creía que Cinco era un tema que ya había comenzado a superar, pero al parecer no estaba en lo correcto.
—No —fue suficiente para que el moreno la mirará entonces, con una sonrisa de lado. Cherry se acercó, dejando un casto beso en sus labios y, cuando se alejo, Diego dejo uno sobre su flequillo —Quizá después...
—Esta bien —la interrumpió, suspirando y volviendo la vista al techo —Sucederá cuando sea el momento, no importa —se encogió de hombros, la ojiazul sonrió genuinamente, ahora la culpa era más latente dentro de su pecho.
Acercó su mano a la de Diego, entrelazando sus dedos y sin dejar de mirarlo, apoyo su mentón sobre su hombro y suspiro, sin mencionar ni una sola palabra más en toda la tarde.
SUS OJOS SE ABRIERON de golpe, estaba en su habitación, completamente sola o al menos eso creyó hasta que escucho como Cinco maldecía por lo bajo, sentado a la orilla de su cama.
—Estupido hilo, ¿No podrías ser más...?
—¿Qué haces? —lo interrumpió, reposando su peso sobre sus codos para mirar mejor al castaño. Cinco se sobresalto ante su voz repentina, entonces la miro mientras está soltaba un bostezo.
—Buenos días —saludo el ojiverde, con una sonrisa forzada y volviendo la vista a lo que sea que hacía.
Cherry suspiro, levantándose para ver mejor lo que el hacía, frunció el ceño al notar como trataba de meter el hilo por la pequeña ranura en la aguja y tomo ambos objetos cumpliendo la misión del castaño en apenas unos segundos.
Devolvió la aguja e hilo antes de levantarse y salir de su habitación rumbo al baño, volviendo segundos después con una toalla sobre su cara.
—Necesito que me ayudes —quito la tela rojiza, notando como el ojiverde seguía sentado en el mismo lugar, mirándola con detenimiento antes de señalar su brazo con la mirada. Cherry frunció el ceño, era una nueva herida, ¿qué es lo que había hecho Cinco durante la noche para terminar así?
Más no se atrevió a preguntar, se sentó a su lado y comenzó a cerrar aquella herida, ignorando si el castaño soltaba alguna queja, aunque parecía que no le molestaba en lo absoluto.
—Redecoraste —mas que una pregunta, lo estaba afirmando.
—¿Ah? —elevo la mirada al ojiverde, que señalaba la habitación con obviedad, Cherry miro las paredes, estás estaban forradas en papel tapiz blanco con detalles rojos, y sobre este se encontraban muchos posters e imágenes publicitarias, tanto de Allison, como de la academia, de ella... Incluso había uno de Vanya —Ah, sí. Lindo, ¿No?
Le resto importancia, volviendo a su labor de cerrar la herida sin preguntar cómo se la había ocasionado, aunque la curiosidad le corcomia la cabeza.
—¿Quitaron los pizarrones? —cuestiono, Cherry suspiro nuevamente, si seguía así probablemente sacaría todo el aire de sus pulmones.
—Papá mando a arreglarlo, y esos días me quedé en una de las habitaciones del otro piso —hablo con tranquilidad, terminando la última puntada.
—¿Dejaste de hacer las ecuaciones?
—No, pero ya no había necesidad de dibujar en las paredes —anudo el hilo, devolviendo la aguja al ojiverde sin mirarlo, aunque esté estaba con sus ojos fijos en ella —Deje de ser una niña, Cinco —elevo su mirada, notando como el castaño se tensaba ante sus palabras —Y ya no tenía que actuar como una.
❪ Cherry. ❫
—CREEME, SI SALIMOS por la puerta principal nadie nos verá raro, no estamos escondiendo un cadáver, ¿Cierto? —pregunte asustada, escuché como Cinco reía por lo bajo.
—No, Cherry, no hay ningún cadáver en esto —solté un suspiro aliviado entonces.
Ambos bajábamos por las escaleras de emergencia, cosa que me parecía extraña, pero con un viejo de cincuenta y ocho años con apariencia de un niño de trece ya nada estaba considerado como imposible.
Escuché murmuros, además de plástico removerse. Entonces mira hacia abajo, Ben estaba observandome con una ceja alzada y Klaus estaba dentro de la basura, sonreí con inocencia al pelinegro.
—¡... Para que Pogo me deje en paz! —grito Klaus, haciendo que Ben rodará los ojos.
—Preguntaría que es lo que estás haciendo, Klaus —hablo Cinco bajando por completo de las escaleras —Pero después lo pensé y... No me importa —cuando me quedaban dos tubos, Cinco me tomo de la cintura haciéndome bajar por completo con un pequeño salto.
Lo admito, eso me emociono... Un poquito.
—Saben que hay vías más fáciles para bajar, ¿No, parejita? —rode los ojos antes aquello último, aunque a Cinco no pareció molestarle pues sujeto mi mano entrelazandola con la suya, al instante sentí la mirada de Ben encima mío.
—Esta implicaba la menor cantidad de conversación —explico el uniformado —O al menos eso creí.
Hizo una mueca que daba a relucir lo desagradado que estaba con haberse equivocado, pero le resto importancia comenzando a caminar por el callejón sin soltar mi mano y haciéndome ir detrás de él.
—¡Hey! ¿No necesitas algo más de compañía? —la voz de Klaus detuvo nuestra caminata, Cinco lo miro por sobre su hombro —Podría despejar mi agenda...
—Yo te veo bastante ocupado —me burle, señalándolo al estar dentro del contenedor.
—Ahhh, ¿Esto? —Cinco y yo asentimos —No... Lo puedo hacer cuando quiera —se tiro dentro del basurero, hice una mueca asqueada, no quería saber que había ahí —Solo... Se me perdió algo, eso es todo —volvio a salir de golpe, asustandome y haciéndome acercar más a Cinco.
—La cordura, estoy segura de que es eso —murmure, apenas Cinco me escucho pues me soltó un codazo mientras aguantaba una risa. Klaus llevaba un pedazo de dona, ya mordida,
—¿Lo ven? ¡Gracias a Dios! —le pego un mordisco y mi mueca asqueada volvió —¡Delicioso!
—Ay, por Dios.
—No financiaremos tu drogadicción —hablo Cinco, siguió caminando y yo me apresure para caminar a la par de él.
—¡Vamos! Ustedes no... —se interrumpió a si mismo —¡Quizá solo quiero pasar tiempo con mis hermanos!
Cinco lo ignoraba, aunque a mí me parecía cómica la situación.
—¡Mi hermano! ¡Te amo... Incluso cuando tú no te ames a ti mismo! —rei al notar el fastidio en el rostro de Cinco —¡Cherry! ¡También te amo, niña fastidiosa!
—¡Es por eso que no vienes, Klaus!