El karma de Shirley [YA EN LI...

By LBSilva

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EN LIBRERIAS CON LA EDITORIAL MIRIFICAS. Cuando Shirley tenía nueve años creó su primer escrito para un tall... More

Sinopsis.
Aviso antes de leer
1. El inicio de la locura.
2. El no fantasma.
3. ¿Real o no real?
4. Un amigo es una luz.
5. Ratatouille
6. Macrisis
7. F.F.F
8. Como Christian Grey.
9. Despacito.
10. Falsas esperanzas
11. Lengua atada
12. Prohibido nuestro amor
13. Fantasmas en la casa.
15. Julian no está, Julian se fue.
16. Espejos.
17. Amante. [+18]
18. Helados.
19. El tren.
20. Mi reflejo.
21. Frío
22. Todo concluye al fin [Capítulo final 2021]
Epílogo
Nota final.
EL KARMA DE SHIRLEY EN FÍSICO

14. Farsante.

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By LBSilva


 Voy a contarles sobre Milton. Me parece lo mejor para explicarles un poco el enojo que tenía en ese momento al ver que el muy idiota había ido a mi país a verme.

Les conté cómo lo conocí, lo sé. Sin embargo, mi relación con él fue de esas tóxicas en las que uno no sabía como escapar. No porque me hiciera daño, sino porque yo no veía a otra persona que no fuera él en mi futuro y Milton me hacía creer que yo solo conseguiría a un chico como él. Me recordaba una y otra vez que era un escritor famoso, que todos lo amaban y que con él conseguiría miles de contactos. ¿Les soy sincera? Ni siquiera era bueno el sexo, la mayoría de las veces me quedaba mirando el techo sin entender qué carajo había pasado.

Milton era el típico neoyorquino que se creía dueño del mundo, el mejor artista del mundo y estaba en la mesa en donde mi mamá solía cortar cebollas y llorar. Obviamente mis sentimientos por él eran nulos, de hecho no quería saber nada, pero verlo ahí trajo algo de lo que no estaba preparada de vivir. Mi vida abandonada en Nueva York. ¿Iba a vivir de recuerdos y corriendo a escondidas de realidades? Tal vez sí.

—¿Por qué estás aquí, Milton? —quise saber malhumorada, porque odiaba tenerlo ahí sin motivo alguno. Miré a Julian enojada, porque odiaba que a veces fuera real—. ¿Le abriste la puerta a un desconocido?

—Me dijo que era tu novio...

—¿Y le abres la puerta a cualquier persona que te diga eso? —pregunté enfadada mientras dejaba mis zapatos tirados por ahí, que limpiara Julian el fantasma nocturno que abría puertas y besaba como los dioses. No quería seguir siendo una sirvienta cuando tenía un esclavo o un encargado de la puerta.

—No creo que hayas tenido muchos novios.

—Me estás jodiendo, ¿no? —quise saber, porque estábamos por pelear y me acerqué a él con el ceño fruncido. Volarían cachetadas, señores y señoras. Por doquier y todas a ese lindo rostro—. ¡No le abras a cualquiera! ¡Esto es Argentina!

—¡Estamos en Lincoln!

—¡Siempre puede existir algún vecino muy simpático que nos quiera robar!

—¿Van a seguir peleando en español? —quiso saber Milton hablando en ese inglés insoportable típico del americano de Nueva York. Lo miré mientras tomaba aire y pensaba en cómo podía matar a alguien sin ir a la cárcel. Era Argentina, seguramente me salvaba de una sentencia justa. Diría que estaba loca, que veía fantasmas. Luego lo mataría. Fácil—. ¿Estás fantaseando con matarme, Shirley?

Resoplé, estúpido psíquico que conocía mi mente a la perfección.

Julian decidió marcharse, al fin, y me senté frente a Milton en la mesa de la cocina. No tenía muchas ganas de volver a ser la Shirley de antes, la falsa americana que todos adoraban en las fiestas. No tenía ganas de ser la latina que a todos les encantaba escuchar hablar sobre su pobre e inseguridad, quería ser la chica en la que me estaba convirtiendo. Milton era un recuerdo, como Mauro lo era para Yanina, y yo no estaba lista para volver atrás.

—¿Qué haces aquí, Milton? ¿Has venido al fin del mundo para verme? —quise saber con desconfianza, porque dudaba que aquello fuera real. Hablar en inglés para mi fue como subirme a una bicicleta y recordar cómo se andaba al instante. Milton me regaló su sonrisa de lado, vaga y confiada, esa que siempre tenía cuando sabía que estaba consiguiendo lo que deseaba. A mí—. No voy a irme a ningún lado contigo.

—Tampoco eres tan importante, Shirley.

—Tal vez para ti no lo soy, pero para otros sí —le respondí de vuelta.

Así era nuestra relación.

Éramos golpe tras golpe, pero no había violencia físico, sino totalmente verbal. Nos insultabamos, nos decíamos cosas hirientes pero inteligentes, aunque él jugaba más con mi incapacidad de sentarme a escribir algo bueno. Milton era más manipulador y cuando yo estaba con él me volvía una especie de camaleón que se acoplaba a su mundo. Él era mi maestro y yo aprendía a lastimar tan rápido como él lo hacía. A veces mi problema es que yo era una persona diferente con todo el mundo, no había una Shirley sola. Tenía muchas personalidad con diferente tipo de personas y no encontraba una que me definiera.

—Me invitaron a un evento en la costa Argentina. Es verano y sale bastante barato, así que decidí venir. Luego investigué en donde estabas y viajé hasta aquí. Tienes que dejar de poner tu ubicación en las publicaciones de instagram —me comentó como quien no quiere la cosa, dejándome sin aire al saber que fácil de encontrar podía llegar a ser—. En este pueblo son todos muy amables y al instante me dijeron en donde vivía Shirley. Aunque muy pocos hablan inglés...

—Es una ciudad.

—Me da igual, parece un pueblito —comentó burlándose un poco del lugar en el que estaban—. No tienen un starbucks. ¿Cómo no van a tener un Starbucks? Y el único gimnasio Pokemon es el parque, tienen que mejorar.

Suspiré. ¿Cuando le podía pegar? Aunque me causo gracia pensar que tal vez Milton estaba buscando bichos con su teléfono en una ciudad demasiado pequeña al lado de Nueva York. Definitivamente el Central Park no se parecía en nada al parque de Lincoln, pero estaba lindo también.

Me reí un poco al darme cuenta que estaba defendiendo a la ciudad que decía odiar. Se notaba que estaba cambiando mucho mi manera de ser y también tenía que admitir que no me molestaba. Me gustaba, me empezaba a sentir cómoda en ese lugar lo quisiera o no. Milton no iba a lograr quitarme ese sentimiento, estaba comenzando a creer que era mi casa. Mi hogar.

—¿Eso es todo entonces?

—No... bueno, quería invitarte a venir conmigo al evento —dijo finalmente y chasqueé la lengua, dándome cuenta que algo estaba buscando—. Siempre te he dicho que juntos somos imparables, que necesitamos estar juntos para lograr cosas increíbles. No me di cuenta hasta que te perdí y me di cuenta que estaba estancado sin ti.

—Milton, estás estancado porque has dado una imagen de escritor diverso y ahora que sales con modelos no te prestan atención tus colegas —solté fastidiosa de tener que escuchar esas tonterías de su parte. Resoplé, odiaba en ese momento la tontería que estábamos viviendo—. ¿Te han preguntado por mi, no? Ese es el problema.

—Mi publicista y editora quieren que escribamos una novela juntos.

Me reí, sin poder evitarlo porque no podía creer que aquello fuera real. Por supuesto, él estaba ahí porque necesitaba algo lo suficientemente importante como para viajar hasta Buenos Aires para decirmelo. No podía creerlo. Lo observé, preguntándome que había visto en ese delgaducho que no tenía un pelo de inteligente en mi visión. Seguramente la posibilidad de algo nuevo.

—Dice que sería una gran oportunidad para ambos. Yo soy el típico americano inteligente y tu la latina en busca de una oportunidad. En las fotos saldríamos bien, estoy dándote la oportunidad de darle a tu gente reconocimiento.

Me indigné, porque ya no tenía ningún sentido lo que estaba diciendo. Tal vez para mi no era terrible ser latina en América, pero para otras personas sí lo era. Había vivido lo suficiente para comprender cuando no les gustaba demostrarlo, como se negaban a hablar en español y la cantidad de humillación que sufrían. Lo que él quería es que yo fuera parte de ese sistema. No, no, señorcito.

—Vete, Milton. No eres más que un blanco idiota que no sabe de lo que habla. ¿Quieres una latina? Conquistala de verdad y no le cuentes mentiras —empecé mientras le tomaba el brazo para obligarlo a ponerse de pie. Obviamente comenzó a quejarse como el debilucho que era. Dudaba que alguna mujer le prestara atención, solo una idiota como yo había creído que él era lo mejor que me había pasado. Sí, lo mejor de mi infierno.

Lo empujé y finalmente salió de mi casa quejándose y soltando palabrotas en inglés. Me dijo negra y hasta gorda, pero yo solamente le respondí:

—Y con mucha honra, idiota.

Mi vida estaba muy cerca de volverse una novela mexicana. Thalia temblaba.



Estaba todavía enfadada por lo que me había dicho Milton cuando me encontré con Julian en mi habitación. Pensé en el peligro que era eso para mí, pero no comenté nada porque no estaba de humor. A él le llamó la atención que yo apareciera tan rápido y levantó las cejas sin comprenderme. Bueno, él no era el único.

—Tengo que salir con las chicas —comenté de manera tranquila, porque para mí había sido un momento simple, pero se notaba en Julian que algo estaba sucediendo—. ¿Qué pasa?

—¿Qué pasó con Milton? —quiso saber confuso, porque no entendía que hacía ahí. Lo observé mientras me arreglaba el pelo sin saber qué hacer en ese momento. Estaba nerviosa, porque sentía que no podía decirle a Julian que había rechazado una propuesta editorial.

Es decir, sí, lo sé, no era la mejor oferta editorial del mundo, pero tenía que ser sincera y admitir que también me había comportado un poco tonta y poco profesional. Tendría que haberlo evaluado y en ese momento donde la emoción bajaba de mi cuerpo me di cuenta que tal vez estaba comportando como una tonta.

—Vino con una propuesta editorial en conjunto —le expliqué al pasar, porque quería fingir que no lo encontraba para nada importante en mi vida—. Le dije que no, también me invitó a la costa para un evento. Me negué, no quiero ir a ningún lado con él.

Julian me seguía observando desde la cama, yo lo podía ver por el reflejo y comprendí que había hecho las cosas mal. Fue como si me diera cuenta en ese momento que era una tonta. Julian era mi cable a tierra, me demostraba cuando las cosas estaban mal y cuando me equivocaba, en ese momento él estaba por soltarlo todo.

—¿Me estás diciendo que has perdido una propuesta editorial? —quiso saber y yo resoplé, ahí vamos.

—Sí, porque no quiero escribir con el idiota de mi ex novio. Dijo que lo quería hacer porque yo era latina. Odio que quiera hacerse el diverso cuando siempre me usó para esas cosas —seguí explicando aunque sonaba como una snob—. Además no sé si recuerdas que terminamos, estaríamos engañando a nuestros lectores.

—Creo que ya los has engañado con tu novela anterior, Shirley.

—¿Y eso que tiene que ver? Me confundí, ¿ok? Pensé que iba a tener suerte con los vampiros y no funcionó. ¿Sabes que estoy pensando? Están muy de moda los chicos malos, los playboy y esas cosas, comenzaré a escribir sobre eso —le comenté al pasar, esperando que Julian no se diera cuenta de mi cambio de tema. Quería que volviéramos a llevarnos bien y, sobre todas las cosas, quería volver a besarlo. Quería que fuéramos algo de vuelta. ¿Cuanto tenía que hacerme rogar?

—¿Y la costa?

Resoplé, maldito. Se acordaba de todo y casi parecía mentira cuando lo hacía. Se notaba que me escuchaba, claro, tal vez era por ello. Suspiré y tomé aire, porque estaba lista para una pelea. ¿Lo estaba? Tal vez no, pero me negaba a aceptar que Julian tenía razón. Yo sola podía tener la razón cuando se trataba de mi carrera de escritora.

—¿Que tiene la costa Argentina?

—¿No irás al evento? Es una oportunidad para volver al ruedo. Llevas más de un mes aquí y solo has estado reencontrandome con tus compañeros de secundaria para pelearte con ellos luego —me recordó y yo traté de evitarlo. Obviamente se dio cuenta y se puso de pie dispuesto a enfrentarme. ¿Teníamos que pelear? No tenía ganas de eso—. Te estás comportando como una adolescente, Shirley. Este es el problema de encontrarte con personas de tu pasado, te llevan a quien eras antes. No has tocado tu computadora desde que has llegado aquí, el tiempo corre, Shirley y estás perdiendo las oportunidades comportandote así.

—¿Así cómo? Yo simplemente no quiero volver atrás, Julian. ¿Qué está mal con eso? —quise saber, enfrentándolo con el ceño fruncido, indignada por lo poco que sabía realmente de mi—. ¿No ves que estoy en duelo? ¿No ves que no se me cae una idea? ¡Estoy estancada! ¡No puedo escribir, no puedo crear, no soy una escritora, soy una maldita farsante!

Julian dio un paso hacia atrás y me asusté, porque sentí que lo estaba perdiendo en ese momento. Sentía que lo perdía, que se iba, que me dejaba y que alejaba cada vez más al personaje de mi novela. Si yo admitía que no era una escritora no sabía que iba a suceder con él. Pero no podía detenerme, sentía que tenía que soltar todas esas palabras y de una manera rápida. Quería ser escuchada. Tal vez, por primera vez.

—Desde que he llegado aquí me lo he preguntado todos los días. ¿Soy realmente una escritora? ¿Sé lo que estoy haciendo o solo estoy engañando a todos? No sé escribir, no me puedo sentar a hacerlo porque realmente siento que no sé qué hago. ¿Cómo lograba antes escribir? Tenía historias para contar, nacían de mi cabeza y tenían sentido. Ahora soy una adulta, una persona que piensa en sus deudas, en sus cosas... y en tonterías varias que no me dejan sentarme a fantasear —empecé a explicar sin detenerme, estaba vomitando palabras y no quería parar. Quería ser escuchada, por lo menos por él—. No sé quién soy Julian, no sé que tengo que hacer. Todos en esta ciudad me ven como la famosa escritora que dejó su vida común para ir a Nueva York. ¿Cómo sé si lo que escribo tiene calidad? Solamente tuve suerte. Una editorial buscaba dinero y me encontró. Luego, descubrí que no era tan buena como pensaba y que podía caerme. ¿Y ahora qué hago? ¿Qué sigue? ¿Qué falta?

El silencio reinó en nosotros cuando solté eso. Me di cuenta que estaba perdida, totalmente perdida y no sabía si podía ser encontrada. Creía que Julian podía encontrarme pero el problema es que tal vez había caído muy bajo, estaba en arenas movedizas y ya no se podía tomarme la mano para sacarme. La única que podía sacarme era yo misma. Salvo que no lo veía.

Di un paso hacia adelante y Julian dio uno hacia atrás. Me aterroricé, porque me había dado cuenta que estaba perdiéndolo. No sé cómo me di cuenta, simplemente comprendí que se iba. Entendí que le había fallado, que me había perdido tanto que lo había perdido también a él. A mi fantasía, a mi sueño creado cuando me creía una escritora. Cuando me creía alguien.

Julian se dio la vuelta sin poder hablar y en cierta parte yo le había quitado la voz. Yo le había sacado la capacidad de hablar porque no creía más en él, no creía en mi misma.

—¡Julian, esperá! —exclamé viendo como se marchaba de la habitación y lo seguí al pasillo.

Salvo que no había nadie en el pasillo.

Julian no estaba, Julian se había ido.



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¡Perdón por no subir el capítulo ayer! Lamentablemente tuvo un contratiempo y no pude subir, pero acá un capituo que me gustó mucho escribir. Se puede ver el conflicto en la novela, el real y al que quería llegar. ¿Volverá Julian? ¿O finalmente Shirley lo logró echar de su vida? Escucho sus teorías o comentarios ♥ Mil gracias porleer :)

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