EL ARTE DE AMARLA

YaSan23 द्वारा

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Piper Chapman huyendo de su pasado llega a un pequeño pueblo donde acepta ser profesora de arte de Alex Vause... अधिक

La rubia del bar
¿Por qué lo prohibido es tan atractivo?
Amigas
Corazón de colibrí
Me haces sentir libre
Esperaré por ti
La noche estrellada
Confío en ti
Acto de rebeldía
Pintemos nuestro amor
Puedo ver el amor
El amor es un arte
Monstruito
Mi tesoro
Mi musa
¿Quién eres?
Fin de semana perfecto
Siento tu arte en mí
Un motivo para vivir
Mi arte más preciado
Me quema tu amor
Donde vayas yo iré
Soy Patrick Chapman
Libertad
El Arte de Amarla

Ella es arte

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YaSan23 द्वारा

— Eh... yo... mu... mucho gusto — Alex respondió con dificultad, se compuso el cabello y la analizaba nerviosa.

— Bueno, Alex lleva a la señorita Chapman a tu taller, se conocen mejor y a ver qué te parece su trabajo — Ella solo asintió y salió de la sala.

Alex caminaba aturdida por los pasillos de su casa, con la mujer tras ellas. Trataba de recordar cada detalle de la chica del bar, eran idénticas no podía ser otra persona. Ella no estaba loca. Su mente divagaba entre preguntarle directamente si era ella o mejor olvidar lo sucedido y darle una oportunidad a esa chica que pretendía darle clases de arte. Había algo en ella que le atraía, quería conocer el mundo, su madre no se lo permitía tal vez a través de Piper lo podía descubrir.

Entraron al salón dedicado al arte que tenía Alex. La rubia estudió el lugar con el rostro serio. Alex se quedó recostada a la puerta con los ojos cerrados tratando de serenar su respiración, tenía miedo de lo que podía pasar, de volver a estar sola con esa chica. Piper tranquilamente sin percatarse del estado de la muchacha se detuvo a tocar suavemente con la yema de sus dedos algunos cuadros que su nueva alumna había pintado. Sonrió levemente al ver un autorretrato donde Alex se había dibujado sonriente, pero ella de inmediato le percibió la mirada triste.

— Engañas a los demás con una sonrisa falsa... cuando con tu mirada pides a gritos auxilio — exclamó analizando el cuadro, haciendo temblar levemente a Alex que estaba aún en shock.

— Ah...yo... no entiendo... ¿De qué habla? — preguntó nerviosa la joven.

Alex quería lanzarse por la ventana, era demasiado para ella lo que sucedía, estaba sola de nuevo con esa mujer y no actuaba como en el bar, en un par de minutos ya la estaba haciendo estremecer. Nunca nadie había captado los sentimientos que ella plasmaba en sus pinturas. ¿Quién era esa mujer? ¿Qué llegó a hacer a su vida? ¿A qué hora iba a reclamar su desplante en el bar? Se preguntaba la muchacha.

— No hables con formalidad, no me gusta — la sacó de sus pensamientos nuevamente la mujer — solo tutéame, dime Piper y ya — hablaba con voz sosegada ahora masajeando unas vasijas de arcilla.

Piper estaba demasiado ocupada deslumbrada por aquel cuarto lleno de materia prima para hacer cualquier cantidad de arte. Desde niña había deseado algo así, pero no todo el mundo nace con la misma fortuna, pensaba la rubia. Se dio cuenta que la chica a la que le daría clases era un poco distraída, por lo que no sería difícil pasar un par de horas al día con ella, lo podía soportar, además aprovecharía para practicar un poco la escultura, hace tiempo no lo hacía y era una de las pocas cosas que la hacía sentir tranquila.

Alex se sentó en un taburete frente a un caballete de madera donde tenía un lienzo en blanco. Se quedó perdida viéndolo sin saber que decir o pensar, ese era el día más raro de su vida. La escapada de la noche anterior le estaba costando muy cara. Cuando Piper se familiarizó un poco con el lugar se sentó sobre una la mesa. Sin prestarle atención a la joven, sacó su celular y comenzó a usarlo.

— ¿Oye, chica me das la contraseña del WiFi? — Alex un poco confundida se levantó y se la puso, mecánicamente regresó a su asiento a la espera de alguna asignación.

Piper por su parte buscaba en internet un detective privado, necesitaba uno para poder dar con el paradero de una persona. No lo podía hacer por ella misma por miedo a ser descubierta y dañar sus planes.

Había decidido hacer un cambio en su vida. La noche anterior había bebido como nunca para tratar de olvidar. Pero lo único que no recordaba era lo que había hecho en ese bar y como llegó a la casa de Bennet, pero su vida, su triste vida seguía atormentando su mente.

Ese día cuando entró al baño a darse una ducha para poder bajar un poco la resaca provocada por el exceso de licor de la noche anterior, concibió que debía hacer un cambio. Se miró al espejo y sintió profunda decepción por la mujer que veía reflejada. Sacó unas tijeras de uno de los cajones y se cortó el cabello hasta dejarlo a los hombros, con su pelo dejó su vida pasada. Si era su día de suerte, conseguiría un trabajo y una nueva forma de ver el mundo.

— Piper, Piper, ¡Ey! — gritaba Alex.

— Eh... disculpa me distraje, ¿qué me decías?

— Llevamos media hora aquí, no me has dicho que haremos — preguntó confundida la joven que aún estaba turbada con esa mujer.

— Oh, sí... eh... haz lo que más te gusta... lo que venga a tu mente sácalo — titubeó.

— ¿Lo que yo quiera? — preguntó incrédula.

— Sí, es una nueva técnica para descubrir la identidad artística — dijo lo primero que le vino a la mente.

— Genial — dijo la joven encogiéndose de hombros y se quedó viéndola con curiosidad unos segundos.

Había pasado aproximadamente una hora. Piper seguía en su celular y Alex estaba inspirada pintando, volteando a ver a la rubia cada que tenía oportunidad, le llamaba demasiado la atención. Quería tocar el tema del bar, pero tenía temor que fuera otra persona. Creyó que quizá la culpa por lo que había hecho la estaba atormentando, ella tenía un novio, tenía una reputación como hija de la alcaldesa. Sin embargo se había dejado llevar demasiado por una curiosidad que le había dado sensaciones nuevas en su cuerpo, una curiosidad que crecía aún más viendo a su rara profesora de arte.

Piper salió de su ensimismamiento y se levantó inquieta. Fue hasta la chica de cabello negro, se quedó impactada con el talento que tenía. En poco tiempo había pintado a una mujer rubia de cabellos largos con un fantasma que salía de su pecho bastante parecido a ella solo que con el cabello más corto.

— ¡Wow! es maravilloso — se quedó absorta observando el cuadro — fue hasta ese momento que se quedó viendo a la muchacha detenidamente.

Le encantaron sus radiantes cabellos negros, su piel tan pulcra, sus ojos verdes, tan brillantes, tan expresivos, sus labios carnosos, rosados y besables, su tímida sonrisa, era una chica muy bella. Más de hacer arte con sus manos notó que ella era una perfecta pieza de arte, la mujer preciosa que había visto en mucho tiempo, la observó con unos minutos sin apartarle la vista, debía apreciarla, hacer en su mente un perfecto recuerdo de ella, pues era de esas personas que valía la pena guardarla en su memoria.

— Quiero ver que puedes hacer tú — habló nerviosa Alex al ver como la rubia la veía con una mirada un poco extraña a su parecer — ya estoy harta de no saber si lo hago bien, necesito alguien que me enseñe — se quejó Alex. Piper tragó saliva y se pasó las manos en el rostro tratando de sacar los malos pensamientos de su cabeza.

— No es cuestión de enseñarte, tú ya sabes lo que quieres, tus sentimientos, tu creatividad están puestas en cada manifestación artística que elabores — la miraba a los ojos buscando conocer más a la muchacha a través de las ventanas de su alma — ven conmigo y te muestro.

Le ordenó a Alex que se sentara frente a una pequeña mesa donde tenía un torno de alfarería. Encendió la máquina para trabajar el barro y pidió que lo empezara a moldear. La joven tímidamente lo hizo, de alguna forma estaba haciendo lo que siempre había querido, alguien que la guiara para mejorar lo que amaba hacer.

— ¿Lo ves? tus suaves manos van dando el acabado que sale de tu alma, de tu cerebro — la muchacha solo asintió — así es el arte, así son los artistas, nadie te enseña, tú sola tiene que forjar tu sello personal, no tiene que ser igual que el de los demás, que tu arte sea como tú, única.

Piper se colocó tras de Alex y la arropó poniendo sus manos sobre las de ella y juntas empezaron a moldear el barro. La rubia podía sentir el dulce olor de la muchacha y su respiración agitada, le pareció lindo que estuviera nerviosa. Entrelazó sus manos en las de Alex y las movía dándole forma al barro. Cerró los ojos disfrutando de esa sensación tan bonita que hace tiempo no sentía.

— ¿Cómo era que te llamabas? — Piper preguntó suavemente en su oído.

— Alex — contestó tímida.

— Alex ¿Qué te parece si hacemos por hoy una taza? Porque me gustaría esculpir contigo muchas cosas, eres muy interesante — la voz de la rubia era suave sensual.

Alex sentía que su cuerpo temblaba al sentir de nuevo el contacto de esa mujer, pero ahora de una manera mucho más agradable para ella. Le gustaba lo que estaban haciendo, sin embargo le seguía intrigando lo ocurrido en el bar.

— Sí, está bien una taza, me gustaría pintarla después — expresó emocionada Alex.

— Lo harás, dale la forma y los colores que salgan de tu corazón. Así vamos aprieta más tus manos, conéctate con el barro — Piper respiraba en el cuello de Alex haciendo que la muchacha perdiera la concentración — ¿te sientes bien? — preguntó al notarla un poco inquieta.

— Sí, sí, estoy bien, solo que... es la primera vez que alguien me enseña a hacer esto — sonrió tímida.

— No tienes por qué estar nerviosa, créeme que lo haces muy bien y aquí estoy yo para ayudarte — le apretó las manos a Alex con las de ella — por cierto, Alex ¿cuántos años tienes? — quiso saber intrigada, le estaba gustando demasiado esa muchacha y cuando a ella le gustaba alguien no era de perder el tiempo.

— En unos meses cumplo 18 — inmediatamente Piper soltó sus manos y se alejó de ella.

— Eres... menor de edad... pero tú te ves...— habló confundida, componiéndose el cabello, exhalando exasperada.

— Dentro de poco ya no lo seré — se encogió de hombros mientras seguía moldeando su taza — ¿Y tú? ¿Cuántos años tienes?

— 25 — se pasó las manos en el rostro sacando sus ideas de la cabeza — oye, ¿No tienes hambre? ¿Por qué no comemos algo? — pidió sin vergüenza la rubia calmar sus pensamientos hacia la muchacha, ni loca intentaría algo con una menor de edad.

Fueron a la cocina. Alex pidió a una de las empleadas les hicieran algo rápido para comer. Se sintió un poco incomoda al ver las miradas y risas que se dedicaba Piper y Holly, una de sus empleadas. Le molestaba que a ella no la recordara y por Holly estaba demostrando demasiado interés y al parecer se llevaron muy bien desde que las presentó...

Habían pasado varios días, en sus rutinas artísticas siempre era lo mismo. Piper llegaba se sentaba a pasar un rato en su celular luego le pedía expresara sus sentimientos; un recuerdo, una utopía, que el amor, que la tristeza. Luego le daba algunas sugerencias a su trabajo, pero siempre le decía que estaba bien.

— ¿Por qué siempre pintas con acuarela o a grafito? — preguntó la profesora con los brazos cruzados tras de Alex.

— Son las únicas técnicas que he aprendido, solo sé lo que aprendí en secundaria y un poco que me enseñó una profesora amargada que hice que mamá despidiera hace unos meses — sonrió recordando lo que hizo, Piper quedaba idiotizada cada vez que la veía sonreír.

— Oh, entonces ya veo cual será mi fin — se sentó en un taburete junto a la joven a ver lo que hacía.

— No, tú... no eres amargada y me gusta... tu clase — expresó tímida con la mirada baja.

— A mí me gusta hablar contigo sobre arte y ver como lo haces... yo te ayudaré a que te familiarices con el acrílico, el óleo, la encáustica, el temple y lo que tú quieras, sé un poco de todo, bueno si tú quieres y no estás pensando en despedirme — sonrió apenada.

— No, no te quiero despedir, disculpa... yo...

— Ey, tranquila — Piper puso su mano en el brazo de Alex — tienes que relajarte más.

Alex sentía que para Piper ella empezó a existir hasta el día que llegó a su casa. Lo antes ocurrido parecía no haber pasado para la rubia. Ella no se atrevía a preguntárselo. La profesora solo se limitaba a hablar meramente de arte, o en ocasiones le hacía preguntas referentes a la ciudad. En cambio cuando tenía hambre, que eran dos veces en cada sesión se la pasaba muy bien hablando con Holly.

— Al, vine apenas pude, han sido días muy difíciles ¿qué era eso tan impactante que me querías decir? — parloteaba ansiosa Lorna.

— Morello, la rubia del bar...

— ¿La que casi te coge? — gritó burlesca.

— ¡Cállate, idiota! está en el otro cuarto — susurró nerviosa.

— ¿Qué? Alex, es una broma ¿verdad? ¿La volviste a ver? ¿Están saliendo? ¿Ahora si cogieron? ¿Y Scott? — preguntaba sin parar.

— ¡No, idiota! es mi profesora de arte — susurraba regañándola.

— Alex, no entiendo nada... — musitó confundida.

— No lo sé, ella vino a la entrevista y lleva una semana dándome clases, a mis padres les cae bien y a mí pues...

— No lo puedo creer Alex, pero ¿Qué dijo de lo que pasó en el bar? ¿No está molesta por su desplante?

— No — bajó el rostro — al parecer, ella no lo recuerda — dijo con voz triste.

— Recuérdaselo tú, boba — bufó Lorna golpeándole el brazo.

— Lo que hice aquel día fue una locura es mejor que no lo recuerde, es mi profesora y yo tengo novio — se quedó en silencio unos segundos — parece que ella y Holly tienen química.

— Esto es muy raro, entonces una profesora de artes se va bares gay, se pone muy borracha, pierde el control ¿y no recuerda a quien se quería coger? — frunció el ceño dubitativa Morello.

— Eso parece, creo que es lo mejor... — dijo decaída.

Por la noche Piper comía una torta de jamón como si fuese el platillo más exquisito que jamás había probado. Bennet se reía al ver sus expresiones faciales mientras comía.

— Wow cuanta devoción por una torta — sonrió burlesco.

— Esto está delicioso, siempre tengo hambre, no sabes cuanta hambre he pasado toda mi vida, en especial cuando estaba en la cárcel, pasaba semanas sin comer, solo bebía agua y comía pan duro, cerraba los ojos e imaginaba una torta de estas — masticaba mientras hablaba. El hombre solo la veía con el rostro un poco fruncido.

— Entiendo, has tenido una vida dura. ¿Cómo te va ahora en tu nuevo trabajo? — cambió de tema — me preocupaba que no lo pudieras hacer.

— Está bien, un poco aburrido sino fuera por... — se detuvo y se quedó pensativa.

— ¿Por qué? — preguntó rápido el hombre.

— Te he contado mis peores secreto, porque no confiarte este — se encogió de hombros la rubia — me gusta alguien...

— Oh, ya me di cuenta, Holly ha venido a dormir tres días — sonrió nervioso — me sorprendió verla aquí el mismo día que iniciaste a trabajar — Piper solo sonrió recordando aquello — pero también estuvo aquí un chico... — desorbitó los ojos sorprendido el policía.

— No, no es ninguno de ellos, con ellos satisfago mis deseos primitivos — aclaró.

— ¿Y entonces?

— Me gusta Alex — se llevó las manos al cabello recomponiéndoselo — Bennet se atragantó al escucharla.

— Piper... tú, creo.... yo pienso que no deberías... es muy arriesgado y...

— Ya lo sé, no lo tienes que decir... tiene 17, pero es muy difícil estarle enseñando y no darme cuenta de lo hermosa que es — exhaló desilusionada — el gran talento que tiene, ¡Mierda! ¿Cómo una chica de edad puede ser tan jodidamente sexy, talentosa, inteligente? No debería estar en este pueblo, ella es arte y no dejo de pensar que yo... y ella... — se quedó meditando unos segundos —, pero luego recuerdo que no quiero volver a la cárcel jamás y trato de actuar con indiferencia con ella — se lamentó.

— Es lo mejor, actuar indiferente ante eso que sientes, para que no te metas en problemas...

Alex desayunaba junto a sus padres, se limitaba a mover su cereal sin hambre, mientras sus papás discutían. Ellos casi nunca estaban en la casa, había días en los que no los veía, su única compañía últimamente era Piper.

— ¿Qué tal las clases, cariño? — preguntó el padre.

— Bien — dijo desanimada.

— Es un poco... se viste muy excéntrico para ser profesora, pero  te veo más animada, hija — expresó la mamá.

— Quisiera estar en una academia, pero al menos con ella aprendo un poco — se quejó.

Habían pasado 15 días desde que iniciaron las clases de arte. Ese día Piper firmó su contrato de trabajo por tres 3 meses. Ella brincaba de alegría, tendrá un empleo digno aunque no fuera obtenido de la manera legal. Pero tendría una entrada de dinero para empezar su búsqueda.

Alex y sus padres estaban encantados con los resultados que estaba obteniendo la muchacha en sus clases. Aunque la rubia solo llegara a sentarse a estar con su celular, moldeaba objetos de barro y de vez en cuanto le daba sugerencia a su alumna. A ella le encanta su presencia, su corazón palpitaba de manera diferente desde que apareció esa mujer. Sin embargo seguía con esa duda, con espina clavada en el alma, de saber porque no la recordaba.

— ¿Hoy estas de mal humor? No has dicho nada desde que llegué, ni me has preguntado que harás hoy — se paró frente a Alex con los brazos cruzados.

— Ya sé lo que dirás, siempre es lo mismo, no tengo que preguntarte — contestó a la defensiva.

— ¿No te gustan mis clases? ¿Crees que lo hago muy mal? Ya es hora de despedirme — cuestionó dolida.

— No importa, sigue con tu celular no pasa nada solo deja que pase el rato — refutó en tono molesto.

— Si lo deseas no vuelvo a venir, no tienes por qué perder el tiempo, buscaré otro trabajo — dijo dando la vuelta para tomar su celular y un bolso que traía.

— No... ¡no te vayas! — pidió alterada Alex.

— ¿Entonces dime que te pasa? ¿Es porque no se hacer esto? ¿Quieres que cuente sobre la historia del arte y cosas así? Eso no es importante, pero...

— No, no eres tú — la interrumpió — es que estoy harta de estar encerrada aquí — confesó con los ojos brillantes — ¿qué puedo pintar dentro de estas cuatro paredes? no conozco el mundo, no puedo apreciar la naturaleza para encontrar inspiración — tenía sus ojos brillantes — mi madre me castigó por haber salido sin su permiso y ahora no puedo ni ir al parque — se lamentó.

— Créeme que comprendo el sentimiento — la observó fijamente a los ojos y se quedó perdida en ellos, eran los ojos más bonitos que jamás había visto, tenían el verde más intenso que podía apreciar — toma tus pinceles y tu lienzo salgamos de aquí.

— No, mi madre se molesta si salgo sin su permiso.

— En mi contrato dice que te tengo que dar clases de arte, no dice dónde — se encogió de hombros la rubia.

Se llevó a la muchacha de cabellos negros brillantes por la ciudad; tomaban algunas fotografías de edificios, casas, detalles o paisajes que pudieran ser utilizados para pintar. Llegaron al parque central de Aurora, ahí Alex se sentó en el pasto, cerró los ojos y absorbió el olor de la naturaleza.

Era un día de primavera, el olor a flores, el brillo que desprendían los árboles, el sonido tan etéreo de los animales, los niños corriendo y una guapa rubia de sonrisa encantadora eran la mejor inspiración que podía tener Alex.

— ¿Aquí si te puedes concentrar? — preguntó atenta la rubia.

— Creo que sí — sonrió Alex.

— Entonces, saca el arte que hay dentro de ti — puso un mechón de cabello de Alex tras su oreja. Piper estaba sentada a su lado observándola detalladamente.

La rubia se recostó en hierba y la veía mientras estaba pintando contenta. Se notaba que Alex tenía deseos de salir, de encontrar su inspiración en situaciones tan comunes como la que estaba viviendo en ese momento.

La rubia cerró los ojos y pensó lo bonito que sería poder darse una oportunidad de sentir amor con alguien tan especial como Alex. Movió la cabeza recapacitando, era una chica menor de edad, hija de la mujer más importante de esa ciudad. Además la joven seguramente no tenía preferencias por las mujeres. Se masajeó la sien sacando sus pensamientos, ella había llegado a esa ciudad por otro propósito, que no iba a desviar por una chica.

No tenía tiempo, no creía tener las facultades sentimentales para poder dar y recibir amor. Los últimos años de su vida los había dedicado nada más a satisfacer su carne y evadir la realidad. Tomaba mucho para olvidar momentos duros y tenía sexo para olvidar que existía el amor, como un recordatorio para tener presente que a mujeres como ella, excarcelada, juzgada a pesar de haber enmendado sus errores, nadie las podía amar.

— Oye tú, ¿quieres jugar béisbol conmigo? — se sobresaltó al escuchar una vocecita hablarle.

La rubia abrió los ojos y se levantó asustada. Se llevó las manos al rostro tratando de volver a la realidad. Alex sonría burlesca al verla en este estado.

— ¿Te asustaste? — preguntó con una flamante sonrisa Alex.

— Ehh... sí, yo estaba... — la rubia contraída observaba a Alex con un niño abrazado a su pierna.

— Él es Santiago, es mi amigo, bueno es el nieto de mis padrinos, pero llega mucho a casa a hacerme compañía y a veces lo cuido — le acariciaba los cabellos al niño.

— No, yo te cuido a ti — aclaró el niño. Piper lo miraba con recelo aún sobresaltada.

— ¿Qué edad tiene esa criatura? — preguntó seria.

— Siete años — dijo Alex bajándose a su altura para darle un beso en la mejilla.

El niño era blanco de cabello negro brillante como Alex, grandes ojos azules y sonrisa encantadora. Era un niño adorable de esos que sonríen de todo y desprenden ternura solo de verlos. La muchacha jugaba con él en el pasto, mientras Piper estaba de pie seria sin hacer ningún gesto.

— ¿Por qué un niño de esa edad está solo en un parque? — dijo irritada.

— No estoy solo, mi abuela Nataly me vino a dejar al parque porque quería jugar con Alex — contestó efusivo el niño.

— Genial — reviró los ojos — Alex si quieres aquí terminamos nuestras clases y te dejo con la criatura.

— ¿Criatura? ¿Por qué lo llamas así? Se llama Santiago — dijo extrañada Alex.

— No me gustan los niños, me voy — exclamó exasperada y se fue.

Cuando pasó al menos media hora, Piper regresó apresurada al parque había sido muy irresponsable de su parte haber dejado a la muchacha. No quería estar cerca de esa criatura, no le gustaban los niños, trataría de soportarlo para llevarse a Alex a casa.

Miró de lejos el lienzo de Alex y se tranquilizó sabiendo que ella aún estaba ahí. Esa muchacha estaba ocupando demasiado especio en su mente. La rubia se decía a si misma: "que el tiempo pase volando para que seas mayor de edad, para verla sin sentir remordimiento"

Abrió la boca asustada, dolida, decepcionada, sintiéndose la mujer más idiota del mundo. Alex estaba muy melosa abrazada a un chico que la besaba como si de eso dependiese su existencia.

— ¿Alex? ¿Qué haces? — gritó como primer impulso a lo que veía. Los muchachos rápidamente soltaron el beso y la observaron asustados.

— ¿Piper? ¿Tú? ¿No te habías ido? — titubeó Alex.

— Tenía que llevarte a casa — dijo decepcionada, mirando con desprecio al novio de Alex — ¿y quién es este? — expresó con desdén.

— Amor, ¿quién es esta? — preguntó molesto el joven.

— Eh... Piper, él es mi novio Scott y ella es mi profesora de arte — trató de presentarlos.

— ¿Así que novio? — elevó la ceja visiblemente furiosa — Alex, por favor toma tus cosas y regresemos a casa.

Ninguna de las dos dijo nada en el camino de regreso a casa. Piper iba muy furiosa sintiéndose idiota. Jamás le había gustado alguien de esa edad, no sabía cómo se le pudo ocurrir la idea de llegar a tener algo con esa muchacha.

— ¿Estas enojada por lo que viste? — dijo parada en el umbral de la puerta de la casa de Alex.

— Tu boca, tu decisión, bésate con quien te de tu gana, no es mi problema — expresó seca.

— ¿Estas celosa? ¿Es por lo del bar? ¿Te estas vengando de mi acaso?— se atrevió a decir Alex

— No sé de qué hablas, muchachita — Piper la miró sorprendida, trago saliva, no supo que más decir, se volteó y cogió su camino. 

ACLARACIÓN:
Ni en está historia ni en ninguna historia escrita por mí habrá relaciones con menores de edad, es decir, Alex tiene que crecer un poquito más 😁

Cuéntenme ¿que piensan de mi bebé ahora que ya conocen un poco más de el? 😂

Gracias a todas por haber recibido tan bonito la historia, las extrañaba ❤️

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