Cuervo (fantasía urbana)

By AvaDraw

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Alexia debe averiguar por qué se está convirtiendo en un monstruo, mientras suspira por el sexy chico gay que... More

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Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47 (I)
Parte 47 (II)
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52 (I)
Parte 52 (II)
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Parte 59
Parte 60
Parte 61
Parte 62
Parte 63
Parte 64
Parte 65

Parte 17

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By AvaDraw

Quise comprobar si Tatiana tenía razón. Si había acertado accidentalmente. Necesitaba saber si era cierto que mi poder funcionaba solo con basura, así que en cuanto pude fui al baño de la primera planta. Tras asegurarme de que no hubiera nadie más allí y con una facilidad asombrosa, pude mover los restos de papel higiénico que encontré por el suelo, es decir, el que ya no se podía usar. En cambio, fui incapaz de mover que estaba todavía en el rollo, pero en cuanto lo cortaba y lo dejaba caer, se convertía en basura y podía hacer con ese pedazo de papel lo que quisiera. Esto demostraba que la teoría era cierta, pero necesitaba más pruebas.

No tenía estómago para comprobar mi poder con el resto de basura que podía encontrar en un baño, así que hice algo que normalmente evitaba: salir al patio durante el recreo. Estar a la vista de todos no era lo que más me apetecía dada mi situación social, pero en el patio había varias papeleras y se podía encontrar basura en el suelo.

El frío me golpeó en cuanto salí, pero no estaba dispuesta a ponerme mi chubasquero fucsia. Llamaba demasiado la atención y quería pasar desapercibida. Caminé despacio, pegada al muro del patio, tratando de que nadie reparara en mí.

Los estudiantes de mi curso se dividían en dos grupos: los que jugaban al fútbol, en su mayoría chicos, y los que charlaban, casi todo chicas. Estos a su vez se dividían en grupos más pequeños, entre dos y seis personas, la mayoría sentados en las escaleras del patio. Unos parecían estar tratando temas extremadamente serios en sus conversaciones y otros reían despreocupadamente. En general todos estaban demasiado ocupados y ninguno me vio.

Llegué hasta una papelera y sin asomarme supe que había papeles arrugados, cáscaras de varias frutas y envoltorios de comida. Miré de reojo para comprobar que mi "sentido de gorgona", que pasé a llamar "sentido de basura", había acertado. Efectivamente, había acertado qué contenía. Con disimulo, hice que todos esos objetos dieran vueltas dentro de la papelera, muy despacio, para que no hicieran ruido. Las puntas de mis dedos ya estaban negras, así que con dificultad me metí las manos en los pequeños bolsillos del pantalón.

Me fijé en que algunas de las chicas llevaban jerséis dos o tres tallas más grandes que la suya, y escondían las manos dentro de las mangas. Necesitaba hacerme con uno de esos. Otra alternativa era ponerme guantes, pero aún no hacía el suficiente frío.

No podía hacer mucho más con las cosas que había en la papelera sin llamar la atención, así que busqué objetos que estuvieran en el suelo. Encontré una pelota de papel y la hice moverse a ras de suelo ya que hacerla flotar habría llamado demasiado la atención. Hice lo mismo con un par de papeles más, una bolsa de patatas vacía, un trozo de palmera, unas piedrecillas y lo que más juego me dio: hojas caídas de los árboles. Podía hacer que incluso crujieran sin tocarlas. Quise comprobar si podía mover también las hojas que aún estaban en el árbol, pero no podía ni hacer ni que se balancearan. Quizá porque en el árbol no eran aún basura.

Pude mover todos los desperdicios que tuve a la vista, con una excepción. Había un grupo de niñas de secundaria, sentadas junto al muro. Estaban haciendo pulseras y ceniceros usando latas de refresco. Tenían un montoncito de chapitas y de latas partidas que esperaban a ser reciclados. A pesar de ser basura no pude mover ni una sola de esas chapitas.

Me volví cuando escuché las risas de un grupo de chicos. Debían tener unos trece años, y parecían jugar a pasarse una pelota de tenis. Estaban en círculo y uno de ellos, con pecas y más bajito que los demás, se protegía la entrepierna con las dos manos. Tenía los ojos brillantes y parecía asustado. Aquello me preocupó y traté de acercarme, pero los chicos que rodeaban al chaval de pecas me empezaron a llamar "guarra" y a vacilarme, como hacía el resto del instituto, así que mantuve la distancia.

No era ningún juego inocente. Le llamaban caraponi y le tiraban pelotas de tenis a la cara, hasta que se la protegía y entonces se las tiraban a la entrepierna. De lejos podía parecer un juego cualquiera, había que fijarse bien para darse cuenta de que cuando el chico trataba de irse le amenazaban, y si los demás chicos se pasaban la pelota entre ellos era solo para marearle y que no supiera de dónde le vendría el siguiente golpe.

Uno de ellos, que iba repeinado, era el que más fuerte lanzaba y más alto se reía. La siguiente vez que tuvo la pelota en la mano hice uso de mi poder y una piedrecilla le golpeó en la nuca.

Tras mirar a su alrededor confundido, se dispuso de nuevo a lanzar la pelota y le golpeé con otra piedrecilla. Esta vez se volvió hacia un chico con cara de tonto y poca barbilla que estaba a su lado.

Mientras discutían fui localizando y atrayendo más piedrecitas del patio.

Los ánimos se calmaron y continuaron con su sádico juego, golpeando de nuevo al chaval de pecas. Le tiré una piedra al chico con poca barbilla cuando tuvo la pelota en la mano. Se volvió hacia su amigo repeinado y se encaró con él. Cada vez que lo solucionaban les tiraba una piedrecilla, a ellos dos o a cualquiera de los otros chicos que cogieran la pelota. Iba sembrando poco a poco la discordia entre ellos.

Yo siempre he estado en contra de las peleas de perros. Son algo atroz. Pero mi postura respecto a las peleas de niños no estaba tan clara. Internamente ya había hecho apuestas y todo, para mi el chico con poca barbilla era el claro ganador. No era el que estaba más fuerte pero sí el que más mala leche tenía. Cuando por fin se desató la pelea, Elena apareció frente a mí, dándome un susto e impidiéndome disfrutar el espectáculo.

—¿Estás bien? —me preguntó.

—¿Eh?

—Por lo de antes, lo de Tati.

—Ah... —no supe que decir. Me había olvidado por completo de lo que había pasado antes.

—No le hagas caso, ¿vale? Solo lo hace por jugar, no quiere fastidiarte de verdad —dijo buscando mi complicidad—. Es su sentido del humor, que es así.

—Ah, vale —no discutí. Si ella quería justificar a su amiga la psicópata era su problema, no el mío.

—Oye, ¿qué haces el viernes?

—Pues... pensaba... —lo primero que se me ocurrió fue "voy con unos amigos al monte". Por suerte ella se me adelantó. No hay monte en Madrid.

—Hacemos botellón en el parque del Mercadona. Podrías pasarte.

—¿El parque del Mercadona?

—Está al lado de un Mercadona. El que tiene al lado un local de apuestas con un cartel rosa y verde.

Supe de cuál me hablaba, estaba a quince minutos andando de mi casa.

—No sé si podré —dije sin pensármelo.

—Venga, vente —ladeó la cabeza—. No pongas excusas, de verdad que te prometo que lo vas a pasar bien. Tienes que salir del cascarón. Se que eres super tímida y todo eso. Pero no pasa nada, yo estaré contigo todo el tiempo si quieres.

La imagen de mí misma disfrazada de huevo frito, con una cacerola en la cabeza, subiéndome al escenario de las fiestas de mi pueblo cuando la orquesta se tomaba un descanso, secuestrando el micrófono y cantando "Soy una taza" mientras el alcalde me perseguía, volvió a mi cabeza.

—No es eso...

—Que no te de vergüenza —Elena se acercó y me dedicó una de sus dulces sonrisas—, que no te de palo. De verdad, seguro que encajas. Solo tienes que venirte y ya verás que lo pasas bien.

Sabía que Elena lo había dicho con la mejor de las intenciones, pero su condescendencia me golpeó el orgullo e hizo que me hirviera la sangre. Estaba asumiendo que el problema era mi supuesta timidez, en ningún momento se paró a pensar que quizá no soportaba que mis compañeros, aquellos madrakas creídos, me trataran a patadas.

—¿Te pasa algo? —se había dado cuenta de mi cabreo. No era muy buena disimulando.

—Es que... —carraspeé— todos me odian. Ya sabes.

—Es porque no te conocen —sonrió y le brillaron los ojos.

Forcé una sonrisa y para mi alivio sonó el timbre de fin del recreo. Ella tampoco me conocía. Si me conociese hubiese sabido que no soy vergonzosa. Si me conociese de verdad, si hubiese sabido cómo soy no habría querido ser mi amiga.

Durante las últimas dos clases traté sin éxito de no venirme abajo. De no recordar por qué estaba tan sola. Oscilaba entre la tristeza y la rabia por las palabras de Elena. Casi al final de la última clase, el enfado se disipó lo suficiente para dejarme ver con claridad por qué la oferta de Elena me había ofendido tanto. Ella se había dado cuenta de lo terriblemente sola que estaba y del mal que eso me hacía. Yo me había estado repitiendo a mí misma que no necesitaba a nadie, que estaba bien sola. Pero no era cierto. Necesitaba alguien con quien apostar que cantaría "Soy una taza" en las fiestas, alguien con quien dar una vuelta, alguien que me dijera que tenía que peinarme, alguien con quien despotricar sobre mi tía, alguien con quien escaparme, alguien a quien confesarle lo que sentía por Héctor. Necesitaba un amigo.

Estaba tan desanimada que fui la última en salir de clase. Recogí mis cosas a cámara lenta, no tenía ganas ni de disfrutar de la tarde. Eché un vistazo a mi móvil por inercia. Tenía el WhatsApp lleno de emojis de croissants de mi tía. Me preguntaba si había averiguado ya algo más de Héctor.

Me dio un vuelco el corazón. Se me había olvidado de nuevo lo que ella me había encargado hacer. No había visto a Héctor en todo el día y no había averiguado nada en absoluto, y todo por probar los poderes que ella me había prohibido usar. Salí corriendo del aula en busca de mi protegido, llegué a su clase pero ya estaba totalmente vacía. Desesperada busqué el parte de asistencia. Lo habían dejado sobre la mesa. Le busqué en la lista y apunté su nombre completo en el móvil "Héctor Vega Navarro". Había faltado todo el día.

Suspiré aliviada. Tenía la excusa perfecta para darle a mi tía. Pero mientras salía del instituto sentí que se me encogía el estómago. No había averiguado nada sobre él, y corría peligro.


*madraka = madrileño (peyorativo)

Bueno, bueno, BUENO! esta semana publico a tiempo 😁

¿Qué os parece la nueva portada? La autora es Libertad Delgado (liberlibelula.com), una ilustradura increíble y una escritora que no hay que perderse. Dadle amor en los comentarios por esta preciosa y potente portada que nos ha hecho ❤️️  

Los detalles de la portada son increíbles, si queréis verla más grande pasaros por mi perfil de Twitter o de Facebook. Además, por redes sociales estoy compartiendo memes y fanarts "Cuervo" que está dibujando artistas de mucho nivel 😉

Esta semana el capítulo se lo dedico a Mimi que cumple 15 años, feliz cumpleaños! 🎉

Nos leemos la semana que viene!

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