Amor Secreto

By Anmisan

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Unos años después de la última Guerra Mágica, Draco Malfoy se encuentra huyendo del Ministerio de Magia para... More

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Cuatro años después

Te lo prometo

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By Anmisan

Habían pasado dos días desde que Draco fuera detenido en San Mungo. Dos eternas jornadas en las que había permanecido encerrado en una pequeña celda del Ministerio a la espera del juicio que sentenciaría su vida a un fin prematuro. Cuarenta y ocho interminables, horas en las que no había recibido ninguna notica sobre Hermione ni sobre el bebé. Nadie había tenido la consideración de acercarse a ese insulso calabozo para contarle el estado de las dos personas más importantes de su vida. Se sentía desfallecer inundado por el pánico. ¿Y si Hermione o el pequeño estaban en peligro y él no podía estar a su lado? Estos pensamientos lo atormentaban tanto que, de buena gana, habría aceptado el maldito Beso del Dementor a cambio de que cualquiera le proporcionara la más mínima información al respecto.

Cómo si sus plegarias hubieran sido escuchadas, oyó unos pasos acercarse por el pasillo, y, tras levantar los hechizos oportunos, vio abrirse la puerta de su celda dejando entrar a alguien en el interior.

- ¡Potter!- Exclamó Draco aliviado por la visita del Gryffindor. No recordaba haber sentido nunca tanta satisfacción ante la presencia del moreno.- ¿Cómo está Hermione? ¿Y mi hijo?- Interrogó con desesperación.

- Tranquilo, Malfoy.- Pidió el chico de la cicatriz al ver al muchacho tan nervioso. Casi parecía fuera de sí.

- ¡Un cuerno, tranquilo, Potter!- Espetó agarrándolo por el cuello de su túnica.- ¡Dime cómo están!- Exigió mirándolo con odio.

- Suéltame, Malfoy.- Ordenó el moreno, con gesto serio, sin amedrentarse ante la actitud amenazante de la serpiente que se alzaba ante él.- Estoy aquí para ayudarte, de modo que o cambias tu actitud o me marcharé por donde he venido.- Ante este comentario, el rubio decidió controlarse. Soltó la túnica de Harry y se alejó un par de pasos de él. El chico de lentes se arregló la ropa y finalmente contestó.- Hermione y el bebé, por el momento, están fuera de peligro.- Ante este comentario escuchó un suspiro de alivio escapar de los labios del Slytherin.- Según han informado los medimagos, ella ha sufrido un grave desprendimiento de placenta, lo cual ha ocasionado el derrame. Por ahora ambos están estables, pero Herms deberá permanecer ingresada hasta el momento de dar a luz.

- Ya veo.- Mencionó Draco, apartando la mirada para que Harry no pudiera ver que se estaba esforzando por contener las lágrimas. Sinceramente esperaba que las noticias fueran más alentadoras, pero al menos los dos estaban fuera de peligro, lo cual era una buena noticia.- ¿Has podido verla?- Agregó con la voz rota por el nudo que tenía formado en la garganta.

- De momento no dejan entrar a nadie.- Explicó el moreno apartando la mirada para darle algo de intimidad al Slytherin, que disimuladamente se limpiaba una lágrima traicionera que resbalaba por su mejilla.- ¿Quieres que le diga algo cuando la vea?

- Dile que me perdone, por todas las veces que la he hecho llorar a lo largo de todos estos años.- Pidió con la cabeza agachada, con la esperanza de que su flequillo ocultara su llanto, ahora incontenible.- Dile que sea feliz junto a nuestro bebé. Dile que los amo más que a nada en este mundo. Y que aunque ya no pueda verme, yo siempre estaré a su lado para cuidarlos.- Concluyó con un susurro ahogado por el llanto.

- No te despidas, Malfoy.- Pidió Harry con el corazón encogido ante lo que estaba presenciando.- Todavía no está todo perdido. Aún queda el juicio.

- El juicio no servirá de nada, y lo sabes.- Mencionó el rubio reponiéndose.- Si antes ya estaba condenado al Beso del Dementor, ahora todavía hay más motivos para ello.

- Voy a hacer todo lo posible porque eso no sea así.- Afirmó con convicción.- Confía en mí.

- Está bien.- Aceptó alzando los hombros con conformidad, pero sin dar credibilidad a lo que el Gryffindor acababa de decirle.- De todas formas, no tengo nada que perder. Pero, por si finalmente no consigues lo que te propones, solo te pido que no dejes que Hermione sea juzgada por mi culpa. No permitas que la acusen de nada por haberme ayudado. Di lo que sea necesario. Inventa que yo la hechicé si es preciso. Pero no dejes que la alejen de nuestro bebé. Cuida siempre de ellos. Y, te lo suplico Potter, encárgate de que sean felices.- Imploró.

- Te lo prometo.- Sentenció con tal seguridad, que el rubio no dudó de su palabra.

***

Tras la conversación con Malfoy –el cual continuaba consumiéndose de preocupación en su celda- Harry Potter entró en el Hospital San Mungo, seguido de los señores Granger.

La preocupación se reflejaba perfectamente en la cara del matrimonio, los cuales no acababan de creerse que su hija se encontrara en estado grave, a causa de un embarazo del cual no habían tenido noticia alguna hasta hace apenas una hora atrás.

- Su hija está en esta habitación.- Informó el pelinegro, señalándoles la puerta.

- ¿Podemos entrar a verla?- Preguntó Jane con tono de súplica y los ojos cargados de lágrimas que de vez en cuando rodaban silenciosamente por sus mejillas.

- El doctor ha informado que únicamente puede pasar uno de ustedes y solo unos minutos.- Explicó Harry, mirando a la mujer con comprensión. No podía ni imaginar lo que debía estar sintiendo la madre de la Gryffindor en ese preciso instante.

A su pequeño bebé todavía le faltaban dos meses para nacer, pero Harry sentía que podría morir de dolor solo de imaginar que pudiera pasarle algo a su pequeño. ¿Cómo debían sentirse entonces los Granger, sabiendo que su hija podría haber muerto hace apenas unas horas?

Pensando esto observó como la señora Granger entraba en la habitación donde su hija yacía inconsciente, y cerraba la puerta tras de sí.

***

Hermione se encontraba boca arriba en la camilla. Tenía los ojos cerrados y, a pesar de las pociones reabastecedoras y revitalizantes que le habían dado, su piel todavía tenía la palidez característica de un enfermo, y las ojeras marcadas y oscuras reafirmaban su precaria condición. Su pequeño vientre de apenas tres meses de gestación, resaltaba lo suficiente como para notarlo a simple vista.

- ¿Qué te ha pasado, mi niña?- Se preguntó Jane en un susurro, mientras otra lágrima resbalaba silenciosa por su rostro.- ¿Cómo has llegado a esto?

A pesar de que su madre había hablado con un hilo de voz, y del tratamiento sedante al que había sido sometida la castaña para descansar, Hermione abrió los ojos.

- Mamá.- Dijo con voz ronca, causada por la debilidad que la poseía.

- Mi niña, mi tesoro.- Dijo la señora Granger, acariciando su mejilla con extrema dulzura y con renovado llanto.- ¿Cómo estás?

- ¿Cómo está mi bebé?- Preguntó la chica, ignorando la pregunta de su madre, posando una mano sobre su vientre, como si de esa forma pudiera sentir la presencia de su pequeño.

- Tranquila. Está estable, cariño.- Explicó la mujer con dulzura, acariciando su cabello con el fin de calmarla.- Sufriste un severo desprendimiento de placenta, y por ese motivo debes guardar reposo en el hospital hasta que nazca. Pero, todo saldrá bien, te lo prometo.

- Menos mal.- Suspiró la muchacha llena de alivio, con un nudo en la garganta que le dificultaba incluso el habla.

- ¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada?- Preguntó Jane. Su voz no destilaba reproche, sino simple y llana curiosidad, tan solo intentaba comprender, porqué motivo su preciada hija no había tenido la suficiente confianza como para contarle algo tan importante.

- No podía, mamá.- Dijo la chica, apartando la vista. Se sentía avergonzada, no por su embarazo ni por su relación con Draco ni mucho menos, sino por no haber confiado en su propia madre.

- ¿Quién es el padre?- Interrogó Jane, con clara curiosidad.- ¿Es tu compañero de trabajo?

- No.- Respondió todavía sin mirarla.

- ¿No?- Repitió extrañada. Estaba convencida de que sería ese chico.- ¿Entonces, quién? ¿Lo conozco?

- Se llama Draco.- Informó la castaña, con las lágrimas acumulándose en sus ojos al recordar a su rubio de ojos grises. ¿Cómo estaría? ¿Habrían acordado ya fecha para el juicio? ¿La echaría de menos tanto como ella a él? Ansiaba verlo con tanta intensidad, que apenas podía soportarlo.

- ¿Draco?- Lo nombró su madre extrañada, con expresión pensativa, como tratando de recordar de qué le sonaba ese nombre.- Me resulta muy familiar.

- Supongo que te sonará más por Malfoy.- Mencionó la castaña.

- ¡Malfoy!- Exclamó su madre, ahora claramente sorprendida.- ¡¿Has dicho, Malfoy?!- Repitió, como si no acabara de creer lo que estaba oyendo.

- Sí.- Se limitó a decir Hermione, con un susurro. Esa situación le recordó a cuando era una niña y había hecho algo mal, siempre se quedaba callada mirándose las manos a la espera de que su madre le soltara una buena reprimenda.

- ¿No es ese el chico de tu escuela, que siempre se metía contigo y te trataba como si fueras un ser inferior? - Preguntó tensa. - Me hablabas de él a menudo, y nunca era nada bueno. Recuerdo incluso, como los primeros años en Hogwarts llegaste a llorar de impotencia al recordar cosas que te había dicho o hecho. ¿Cómo es posible que ese desalmado te haya dejado embarazada?- Le reprochó absolutamente desconcertada.- No me digas que... ¿te violó?- Interrogó esta vez con la voz descompuesta ante semejante posibilidad.

- No, mamá.- Se apresuró a negar la castaña.- ¿Cómo se te ocurre pensar algo así?- Ante esta aclaración su madre suspiró aliviada.

- Entonces, no te entiendo hija. ¿Cómo ha podido ocurrir esto?- Quiso saber, refiriéndose al embarazo de la muchacha.

- Es una larga historia. Pero lo que sí debes saber es que Draco ha cambiado. - Dijo con una triste sonrisa dibujada en su rostro al recordar los momentos pasados junto al Slytherin.- Me quiere, mamá. Me ama. Y yo también a él.- Añadió con los ojos velados por las lágrimas que se acumulaban sin control.- Hemos sido muy felices estos últimos meses juntos, pero ahora todo se ha convertido en una pesadilla.

- ¿Qué quieres decir?

- Draco va a morir, mamá. Por mi culpa.- Aclaró con voz rota.- Está condenado al Beso del Dementor, y por salvarnos a mí y al bebé, va a ser juzgado y sentenciado.

- Hija mía, explícate.- Pidió Jane, confusa.- No entiendo muy bien lo que me quieres decir.

- Como ya te he dicho es una larga historia.- Comenzó a contar Hermione con la voz afectada por el llanto.- Draco, también participó en la Guerra Mágica, solo que él luchaba en el bando opuesto, en el lado oscuro.

- ¿Entonces, era tu enemigo?

- Sí, pero no porque él quisiera serlo. Se encontraba allí en contra de su voluntad. Su familia estaba sometida a las órdenes de Lord Voldemort. Draco nunca mató a nadie. Incluso ayudó en una ocasión para evitar que capturaran a Harry.- Explicaba la castaña con la esperanza de que su madre la creyera.- A pesar de todo, el Ministerio de Magia decidió capturar y condenar a todos los mortífagos por igual, independientemente de la gravedad de sus crímenes. Y Draco y sus padres fueron capturados.

- ¿Y qué pasó?- Interrogó la mujer llena de curiosidad.

- Draco consiguió huir, pero sus padres fueron ajusticiados. Después de eso se dedicó a vagar y a esconderse para evitar ser capturado de nuevo. Entonces, ocurrió.

- ¿Qué ocurrió?- Quiso saber su madre intrigada.

- Una noche, volviendo a casa, lo encontré tirado entre unos cubos de basura. Estaba tan herido, tan delgado, tan demacrado... llegué a pensar que estaba muerto. Entonces, tomé la decisión de llevarlo a casa.

- ¿Tú sabías que era una prófugo?- Hermione se limitó a asentir con la cabeza.- ¿Y por qué no lo entregaste al Ministerio?

- No lo sé.- Respondió con sinceridad.- Siempre pensé que su condena me parecía injusta, pero si hubiera habido cualquier otra persona en su misma situación, jamás la hubiera llevado a mi casa.- Reconoció sorprendiéndose a sí misma.

- ¿Y por qué a él sí?

- Nunca me paré a pensarlo detenidamente. Pero ahora, después de todo este tiempo, me doy cuenta de que tal vez siempre me sentí extrañamente atraída por Draco Malfoy.

- ¿Y, cómo fue vuestra convivencia?

- Al principio horrible.- Respondió la chica con una sonrisa melancólica.- Nos peleábamos por todo. Cualquier excusa era buena para discutir. Pero, poco a poco, y sin darnos cuenta, fuimos encajando cada vez más. Las discusiones pasaron a ser conversaciones agradables. Cada vez, los buenos momentos eran muchos más que los malos. Nuestro tiempo juntos, pasó de ser una obligación a ser una necesidad. Y finalmente, lo que empezó transformándose en amistad, acabó convertido en amor.

- Ya veo.- Mencionó Jane, con comprensión.- Pero, todavía no entiendo por qué dices que tú tienes la culpa de que lo hayan capturado.

- Le advertí a Draco que nunca debía pisar un edificio público mágico. Están preparados con hechizos detectores contra los magos y brujas buscados por el Ministerio. Pero, anoche, cuando empecé a sangrar, Draco no dudó ni un solo instante, y antepuso mi seguridad y la del bebé a su propia vida. Me trajo al hospital mágico, contra mi voluntad, aun sabiendo que sería detenido al instante. Y así fue. Será juzgado en breve y no puedo hacer nada por ayudarlo sin poner en riesgo la vida de nuestro bebé.- Concluyó llorando con amargura, al pensar que nunca más podría volver a verlo.

- Hija mía, lo siento mucho.- Dijo su madre al fin, abrazando a la castaña, con la esperanza de darle el más mínimo consuelo. Hermione, sin embargo, no podía controlar su llanto amargo producido por la certeza de que perdería a Draco.

De haber sabido que la noche anterior sería la última que pasaría a su lado, habría disfrutado cada segundo al máximo. Lo habría besado hasta la extenuación, para no olvidar nunca el sabor de sus labios. Lo habría observado hasta perder la batalla contra Morfeo, para poder gravar en su mente todos y cada uno de sus perfectos rasgos. Habría conversado con él hasta el amanecer para conocer hasta sus más oscuros secretos. Y lo habría amado hasta la locura sabiendo que ya jamás volvería a poder hacerlo. Pero ahora ya era tarde para eso. Y el último recuerdo que tenía, era el de un chico descalzo, vestido únicamente con unos vaqueros y una camiseta, que la observaba desde la recepción del hospital con el rostro cargado de tristeza y de una inmensa paz.

Draco sabía perfectamente, que esa sería la última vez que vería a su amada, pues desde el momento en que pusiera un pie en San Mungo, sería detenido sin posibilidad de huida. Pero, por otra parte, estaba dispuesto a entregar su vida, una y mil veces, si a cambio conseguía que su mujer y su futuro hijo estuvieran a salvo. Y así lo había hecho.

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