DESERT WOLF ━ Jaime Lannister.

By reidweasley

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La conocida como Lyarra Stark, loba del desierto, descubrirá lo que siempre ha ansiado: aquello que se escond... More

DESERT WOLF
Prólogo
━ I: La invitación
━ II: Reencuentros
━ III: Amenazas salvajes
━ IV: El caos de la traición
━ V: Solo esperanza
━ VI: A nuestra regente
━ VII: Arbolillo asustado
━ VIII: Un león enfermo
━ IX: ¡Quémalos a todos!
━ X: Venganza
━ XI: El oso y la doncella
━ XII: Un nuevo destino
━ XIII: El último lobo
━ XIV: Historias de mujeres
━ XV: Un Lannister y una Stark
━ XVI: Tregua
━ XVII: Quién protege a quien
━ XVIII: Llega la muerte
━ XIX: Dulces sueños de verano
━ XX: Sin apellidos
━ XXI: Adiós
━ XXIII: Hacia el verdadero hogar
━ XXIV: Lo que el amor es y lo que no
━ XXV: La batalla de los bastardos
━ XXVI: Cartas y momentos inesperados
━ XXVII: La boda
━ XXVIII: Daenerys de la Tormenta
━ XXIX: El juego de Lyarra Stark
━ XXX: Altojardín, fuego y sangre
━ XXXI: Nuestro apellido

━ XXII: Resurgimos y reinamos

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By reidweasley

Primera parte

Aquel día, Dorne amaneció tristemente nublado. Lyarra pensó que el clima era bondadoso, pues simpatizaba con ella y el león que dormía a su lado.

—Jaime. —La loba, con delicadeza, le tocó el hombro para que despertara. No habían dormido ni dos horas—. Tengo que irme.

No hicieron falta más palabras. Ciertamente, su corazón sangraba, así que decidió que lo mejor sería levantarse con rapidez y desaparecer hacia el interior de los desiertos antes de que pudiera arrepentirse. Aun así, Jaime se lo impidió. Le agarró la muñeca con su única mano.

—Espera. —El Lannister la miraba con melancolía, como si ya se hubiera marchado. Sus ojos verdes chispeaban—. Ven aquí.

Y, con ternura, la atrajo hacia él una última vez.

Una hora más tarde los dos se alzaban frente a las puertas de Lanza del Sol. Doran Martell, Ellaria Arena y otras cuantas serpientes les esperaban. Ninguno pareció preguntarse por qué venían juntos, aunque Bronn, detrás de todos ellos, les regaló una sonrisa llena de picardía.

—Nuestras mejores costureras han cosido los nuevos estandartes esta noche —dijo el príncipe, sentado en su silla—. El fénix de plata.

Lyarra sonrió cuando vio cómo el pájaro ondeaba en el cielo; con esos colores tan fríos, desentonaba completamente en un tierra donde solo había calor. Se sentía orgullosa del estandarte, aunque las dudas invadían su mente, ¿me aceptarán otra vez? Si es así ¿Pasaré el resto de mi vida en Dorne? ¿Qué sucederá con Invernalia?

Aquel momento no era el idóneo para meditarlo.

—Gracias, príncipe Doran. —Lyarra sonrió con afecto, quitándose del rostro el fino velo que impedía el paso de la arena a sus ojos—. Tenemos suficiente abastecimiento para los próximos años. Creceremos rápido.

Ellaria bufó, algo malhumorada, pues frente a ellos comenzaba a avanzar una hilera de carromatos con semillas y comida, así como bueyes y otros animales que servirían para arar la tierra del Dominio del Cielo. Carromatos y animales que los Martell perdían, pero era lo justo. Los sureños pagaban sus deudas tanto como los Lannister.

—Espero que recuperéis la prosperidad. —El príncipe inclinó la cabeza—. Ser Neron os acompañará; está en la vanguardia, dirigiendo a los hombres. Es un hombre sabio y os ayudará.

Y os contará lo que hago, ¿verdad, Doran? Os dirá si os traiciono, por suerte, Lyarra no pretendía traicionar a los Martell. Ser Neron no supondría un problema para ella.

—Sois muy amable por cederme a uno de vuestros mejores hombres.

—Es un placer. También mandarán un maestre de la Ciudadela en poco tiempo; he enviado un cuervo.

Lyarra, una vez más, agachó la cabeza, aunque cuando la levantó se dedicó a observar la larga hilera que la pertenecía. Era grande, pero estaba llegando a su fin; la loba tenía que unirse a ellos para no quedarse atrás. Con una suave sonrisa, se despidió de Ellaria, Myrcella, Trystan y Doran. Luego, hizo un gesto con la cabeza dedicada a Bronn. Al final, con el corazón en un puño, avanzó hacia Jaime, que vestía de amarillo como un auténtico dorniense.

—Lord Jaime.

—Lady Lyarra.

La joven tomó una bocanada de aire. Después, alzó la mano hacia él. En un gesto frívolo y cordial, Jaime la atrapó con la suya y la estrechó. Lyarra tuvo que ejercer mucha fuerza de voluntad para no sonreír, ni llorar, ni besar. Aún sentía los labios ajenos en su cuerpo.

—Os doy las gracias por sacarme de Desembarco del Rey —empezó—. No estaría aquí si no fuera por vos.

Jaime apartó la mano, como si el roce de la loba quemara. Estaba nervioso. Sonreía con pena.

—Gracias a vos, mi señora —carraspeó—. Por todo.

Lyarra no tardó en dar media vuelta y subir sobre un corcel negro; no porque quisiera dejar de verle, si no porque no deseaba que nadie percibiera la humedad en sus ojos.

Odiaba aquel sabor, el de las despedidas, pero aquella vez fue doblemente agrio. Cuando se marchó de Invernalia, varios años atrás, no imaginó que no volvería a ver a la mitad su familia, por lo que la huida fue amarga, pero tranquila. Sin embargo, después de lo que había vivido, de las muertes, de las traiciones y del dolor, sabía con toda certeza que aquella podía ser la última vez que viera a Jaime Lannister.

No se permitió girar la cabeza.

Si miro hacia atrás, estoy perdida.

Casi a galope, la loba abandonó el Palacio Antiguo y cruzó las calles de Lanza del Sol, que olía a salitre, a polvo, a sudor y a humo. Las calles eran tan humildes como siempre, de casas de barro y paja coloreadas por el marrón y el ocre. El suelo no estaba adoquinado, por lo que la falda de la joven no tardó de mancharse de barro derretido.

—Ser Neron, ¿cierto?

La loba habló al único hombre que parecía poseer cierta elegancia. Vestía un jubón grisáceo que debía de estar asándole, y llevaba una melena larga y castaña como la del príncipe Doran; sin embargo, sus ojos escondían cierta picardía y la juventud surcaba su cara.

—El mismo. Cabalgáis muy rápido, mi señora. Y muy bien.

—Es un talento familiar, ¿cuántos días nos separan del Dominio?

—¿Con todas estas carretas detrás? —ladeó la cabeza, dubitativo—. Una semana y media, más o menos.

Segunda parte

Cruzaron desfiladeros, cañones, aldeas de barro y campos de olivos y lagos resecos. Fueron días complicados, donde a Lyarra solo le mantenía viva la idea de poseer su castillo y las ocurrencias de los dornienses que la acompañan. Había añorado su chispa y su gracia, un humor que el norte, por desgracia, no poseía.

Cuando solo quedaba un día para llegar al Dominio del Cielo, pararon en un pueblo de nombre Rodillazo. Acamparon en la periferia desértica, pero las lenguas largas no tardaron en anunciar que había llegado una mujer pelirroja. Para muchos, aquella noticia era indiferente, pero para otros tantos fue el rayo de luz en su oscuridad. Supieron al instante de quién se trataba.

—¡La señora ha vuelto! ¡Lady Lyarra! ¡Fowler! ¡Stark!

Al día siguiente, más de cien dornienses la siguieron hacia el Dominio del Cielo, pues Lyarra había llegado para levantar el lugar que antes fue su hogar. Cuando llegaron a la fortaleza, la puerta principal había desaparecido.

—Ser Neron... —Lyarra resopló—. Esto es lo primero que debemos arreglar.

La loba espoleó su caballo, siendo la primera en entrar en el patio casi desértico del Dominio. Entre las rocas caídas, las zarzas y la fuente del patio partida en dos, aún había un pequeño séquito de hombres y mujeres que esperaban, y esperaban, y esperaban. El primer rostro que Lyarra reconoció fue el de Margaret, su antigua doncella, a la que reprendía por interrumpirla mientras leía. El corazón se le subió a la garganta cuando la mujer, seca y andrajosa, se acercó a ella y le dio la mano.

Lyarra pidió a ser Noran que permitiera entrar a los ciudadanos que la habían seguido, y cuando llegaron el Dominio del Cielo pareció otro. Con vida.

—Belyas Fowler os traicionó —empezó, soltando con delicadeza la huesuda mano de Margaret—. ¡Belyas Fowler os traicionó! —gritó, comenzando a atravesar con su corcel el patio. Quería que todos la escucharan—. ¡Belyas Fowler os traicionó! ¡Pecó una y otra vez y vosotros pagasteis sus crímenes! Habéis sufrido hambre, sed y miseria... —Le quemaba la garganta. Mucho. Los rostros demacrados del pueblo le provocaba temblores, ira, frustración—. ¡Eso se acabó! ¡Traed los estandartes!

Ser Neron, obediente, dio la orden, y varios jinetes que portaban el fénix plateado entraron al patio. Los lugareños estaban extrañados.

—Cuando me casé con lord Fowler me convertí en vuestra señora, y juré protegeros y libraros de todo mal. Juré lealtad a mi pueblo, y eso os traigo —Se aclaró la garganta—. ¡Mientras yo viva, nadie atacará vuestras casas, nadie os robará, nadie os dañará! La casa Fowstark os respalda. De hoy en adelante, resurgiremos de nuestras cenizas... y reinaremos.

Y así, nació el lema de los Fowstark.

Resurgimos y reinamos.

Tercera parte

Pasaron las semanas. Una, dos, tres. Todas las noches, Lyarra se reunía con ser Neron, con el maestre Terlock y con Margaret, que le informaba sobre cómo mejoraba el pueblo y qué necesitaban los pueblerinos. La prosperidad, poco a poco, llegaba. Habían construido una nueva puerta, habían arreglado el patio y arado y plantado todas las tierras que rodeaban el Dominio del Cielo. Además, Lyarra había recuperado los contactos mercantiles de Dorne. Aquella noche, la loba buscaba algo más.

En el salón principal la joven paseaba confusa, de un lado a otro, escuchando las opiniones de sus más cercanos confidentes.

—Eso sería un suicidio, mi señora —señaló ser Neron, rascándose su barba de dos días—. Es peligroso.

—Tiene razón —coincidió el maestre—. No podéis anunciaros tan a la ligera a los Siete Reinos. Cersei está sentada en el trono; si se entera de que estáis aquí, os destruirá.

—Ya nos hemos escondido bastante, maestre —contraatacó Margaret, que desde que la desgracia había llegado a su piel se había convertido en una mujer más ruda—. Cersei Lannister se enterará antes o después. Es más conveniente que lo haga por nuestra boca.

Lyarra asintió. Todos, de una manera u otra, estaban en lo cierto.

—Hay una cosa que habéis pasado por alto. —La loba, cruzándose de brazos, dejó de andar y les miró, uno a uno. La suave brisa dorniense les sacudía; era cálida y estaba llena de mosquitos—. Cersei Lannister puede rechazar restablecer los vínculos económicos con nosotros... pero no lo hará. Ni nos destruirá. ¿No sería sospechoso? Somos familia. —Sonrió, con cierta amargura—. Aún estoy prometida con su hermano.

Sus tres confidentes se miraron, tratando de evitar hablar. Ser Neron fue el primero en hacerlo.

—¿Ese matrimonio no está roto?

—Sí —susurró—. Pero aún nadie lo sabe. Mientras siga así, esa será nuestra pieza. —Utilizar a Jaime le hacía sentir algo miserable, pero, al final del día, tenía que pensar en otras personas; en sus aliados—. Señores, debemos introducirnos en el resto de Poniente. Debemos empezar a jugar el juego de tronos.

Cuarta parte

Pasaron los meses. Uno, dos, tres. Las primeras cosechas se llevaron a cabo. El patio recuperó su color, y los habitantes se hidrataron y dejaron atrás el hambre. Poniente no tuvo el valor de no comerciar con una antigua potencia como el Dominio del Cielo, pues Lyarra era la guardiana del Paso del Príncipe y ese camino era trascendental para los mercantes. No les convenía poseer allí un enemigo.

Lyarra comenzó a vislumbrar ciertas montañas de dinero, de monedas de todos los grosores y de todo tipo de brillos. Una tarde, bajo el sol dorniense y la arena en sus zapatos, sentada al lado de la fuente que se había arreglado, la loba hizo llamar al maestre Terlock. El hombre, cincuentón, calvo, de sonrisa afable y medidas anchas, acudió al instante.

—Mi señora...

—Terlock. —La loba le enseñó una moneda—. ¿Cuántas de estas necesito para comprar dos barcos?

—¿Barc...? ¿Para qué? —Estaba desconcertado. Su cadena tintineaba—. Vuestro comercio es interior. No os compensará adentraros en el marítimo; vuestros hombres no saben de eso.

—Compraré los barcos, Terlock. Pero no para comerciar —dijo, levantándose de la fuente y ayudando su pelo rojo—. Vos os quedaréis aquí, junto a Margaret, y administraréis el Dominio tan bien como hasta ahora. Quiero a ser Neron conmigo.

—Pe-pero... —sacudió la cabeza—. ¿Para qué lo necesitáis?

Lyarra sonrió.

—Me apena irme, no sabéis cuanto, pero hay otro lugar que me necesita. Otro lugar secuestrado, aplastado y asaltado. Otro lugar que necesita resurgir con mi ayuda. Y ese lugar... ese lugar es mi hogar.

━ ━ ━ ━ ━

Hoy he hecho cosas muy raras con el capítulo. Espero que os haya gustado!!

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