━ XXIII: Hacia el verdadero hogar

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LYARRA STARK había aprendido mucho durante los últimos años. Una de esas cosas había sido, sin duda, la de tener paciencia; así que la joven se tomó el tiempo necesario antes de marchar del Dominio del Cielo: se aseguró de cerrar acuerdos económicos con casas de Dorne, del Dominio de Altojardín y de las Tierras de la Tormenta. También se aseguró de comprar dos barcos de calidad, fuertes y resistentes a los temporales. Por último, reclutó hombres con buenas nociones oceánicas, porque no pensaba dejar su vida en manos de quienes jamás habían olido el mar.

Sin embargo, hubo algo que la impacientó, algo que la impidió pensar en los últimos retoques: un rumor que, poco a poco, todos los nobles con los que tuvo que relacionarse corroboraron.

Sansa Stark había sido casada con Ramsay Nieve.

No, no; Ramsay Bolton.

Lyarra Stark partió del Dominio del Cielo en cuanto estuvo segura de que aquello era real; el bastardo de Roose Bolton era cruel, se sabía, y además, traidor. Sansa, en cambio, era una niña inocente y dulce.

O quizá no. Quizá ya es toda una mujer.

Llevaba sin verla desde que escapó junto a Belyas de Desembarco del Rey, desde que juró salvarla de las garras de la reina Cersei y fracasó. Desde que falló a su padre y a sí misma.

Esto es culpa mía, pensaba continuamente, si la hubiera rescatado, si no hubiera confiado en Belyas, ella estaría conmigo. Conmigo.

Tenía una deuda que saldar, con su hermana, con su padre, con la casa Stark y con su propia dignidad. Antes de marchar, montada en su corcel negro al que había nombrado Lunaestrella, se dirigió al maestre y a Margaret.

—Pase lo que pase, no entréis en ninguna guerra; ni si quiera en la mía. La casa Fowstark es la casa del pueblo dorniense. Comerciar con todos y manteneos firmes.

Margaret, que antes estaba demacrada, había vuelto a rellenar sus arrugas y tenía chispa en los ojos negros.

—El pueblo del Dominio del Cielo quiere luchar por vos. Todos.

Lyarra estaba conmovida, pero no lo mostró.

—Me llevo a trescientos hombres al norte, Margaret; ciento cincuenta para cada galera. Van a sufrir el aguijonazo del frío por primera vez, y muchos perecerán en mi nombre. El pueblo del Dominio del Cielo ya está luchando por mí.

La loba sabía que todos los dornienses eran fieros, tanto hombres como mujeres. De hecho, llevaba consigo casi cincuenta damas que manejaban el hacha de manera singular. Sin embargo, Lyarra tuvo que rechazar a muchos pueblerinos; en el último censo se contaron mil quinientos habitantes del Dominio y sus alrededores. La pelirroja no deseaba desabastecerles de nuevo.

—Estarán bien sin mí —siguió Lyarra al no obtener respuesta—. Les dejo en buenas manos.

Y, sin más que añadir, cabalgó a las afueras de la fortaleza. Aquel día el sol picaba, pero no tanto como los anteriores. Con cada nuevo día, el sol se empequeñecía un poco más y se hacía menos caliente.

El invierno se acerca.

Neron y ella presidían la marcha esa mañana, y lo hicieron por la próxima semana y media, hasta que llegaron otra vez a Lanza del Sol. Ningún Martell salió a saludarles, pero Lyarra no le quiso dar mucha importancia y, en un intento de sentirse útil, pasó la mañana ayudando a los mozos a subir la mercancía a los barcos.

Sintió una punzada de nostalgia antes de partir, pues la última vez que embarcó lo hizo junto al león.

¿Dónde estás, Jaime? se preguntó en cuanto llegó a su camarote, lujoso y preparado, ¿Dónde estás?

DESERT WOLF ━ Jaime Lannister.Where stories live. Discover now