Valentina y José Miguel dejaron a sus hijos en la escuela con sus guardaespaldas y juntos hicieron un recorrido por la hacienda con dos guardias más para enseñarles la extensión de su propiedad y las zonas que aún no tenían vigilancia.
Valentina: bien iré a la empacadora mientras vas a ver las siembras.
José Miguel: por supuesto que no! Vamos juntos a la empacadora y luego juntos a las siembras, ni loco te voy a dejar sola.
Valentina: no me va a pasar nada, traigo mi escopeta conmigo.
José Miguel: me da miedo que andes armada, recuerdas lo que pasó la ultima vez?
Valentina: ni me lo recuerdes.
José Miguel: bonita entiendo que quieras que toda la hacienda este rodeada pero mientras llegan los refuerzos es mejor que no nos separemos, o acaso no te gusta la idea de estar juntos todo un día?
José Miguel se le insinuó a Valentina, besó su mano y le sonrió, a lo que ella no pudo resistirse y lo besó apasionadamente; Sus labios se acariciaron entre sí con ternura mientras sus lenguas jugueteaban con mucha pasión, quedando ella casi sin aire y cuando se separaron se apoyó en el pecho de su esposo.
Valentina: eres un tramposo!
José Miguel: lo acepto, pero sólo quiero estar con mi esposa; así que te parece si me das la escopeta?.
Valentina: y cómo vas a convencerme?
José Miguel la tomó por la cintura y le regreso el besó, Valentina se acarició su sedoso cabello una y otra vez, al compás de su caricia.
José Miguel: y si vamos a la cabaña?
Valentina: es una gran idea, pero recuerda que no está totalmente terminada y tenemos compañía.
José miguel: ohhh ¡ es cierto, olvidé por un segundo que no estamos solos, pero que tal un baño relajante? Después de hacer nuestras labores y antes de que lleguen los niños tu y yo podríamos...
Valentina: me encanta tu idea.
Se acercó Juan...
Juan: perdón que los interrumpa, pero ya están todos reunidos como lo pidieron y a la espera de su encuentro.
Valentina: entonces vamos.
Valentina y José Miguel pusieron al tanto a sus empleados de la empacadora y luego a los de la procesadora de lácteos sobre la guardia que tendrían mientras trabajaban.
En el kínder los gemelos aprendían muy felices sus lecciones, le contaban a sus compañeros que unos hombres muy grandes y vestidos de negro los acompañaban a todas partes.
Isabella: mis papitos me contaron que ellos los cuidan de un hombre malo.
Cecilia Benita: si! No quieren que nos lastimen
José Federico: y por eso a donde vamos ellos nos siguen.
Después de terminar la mañana José Miguel y Valentina fueron a la laguna donde su ganado tomaba agua, era importante que sus guardaespaldas siguieran conociendo cada parte de la hacienda.
Los dos cómplices de Rosendo se acercaron al kínder donde estudiaban los gemelos, esperaban su salida, uno de ellos se bajó del auto que llevaban y que por supuesto era robado, la primera en salir fue Cecilia Benita quien venía jugando con un pequeña pelota que rodó unos metros atrás, la pequeña la siguió mientras uno de los vigilantes entró y el otro se quedó afuera hablando por teléfono.
La pelota rodó hasta que alguien la agarró.
Cómplice 1: es tuya verdad?
Cecilia Benita: es de mi hermano, pero como siempre compartimos nuestros juguetes entonces es mía también.
Cómplice 1: cómo te llamas?
Cecilia Benita: perdón señor pero no me dejan hablar con extraños, me regresa mi pelotita por favor.
Cómplice 1: No soy ningún extraño, mira me llamo David.
Él extendió su mano para que la pequeña la estrechara.
Cecilia Benita: Soy Cecilia como mi abuela y Benita como la nana de mi mami.
Cómplice 1: mucho gusto pequeña Cecilia, quieres un chocolate?
Cecilia Benita: si, me encantan.
Cómplice 1: Dios! Los olvidé en el auto, acompáñame por ellos.
Cecilia Benita: pero le das a mi hermano también?
Cómplice 1: claro
Cecilia Benita tomó la mano de David y entraron al auto, allí estaba el otro cómplice.
Complice 2: hola pequeña! Me alegra conocerte.
Cecilia Benita: tú quién eres?
Cómplice 1 : deja las preguntas niñita!
El otro cómplice cubrió la boca de la niña con un pañuelo húmedo, la pequeña perdió el sentido.
cómplice 2: que hiciste?
David: tenía que dormir sino seguiría haciendo preguntas, además debemos irnos de aquí antes de que nos descubran.
El auto arrancó a toda velocidad, justo cuando José Federico salió con uno de los guardias.
Guardia 1: donde está tu hermana?
José Federico: salió primero.
Guardia 2: no es cierto, yo he estado aquí todo el tiempo.
Guardia 1: estás seguro?
Guardia 2: si! Tú entraste y yo me quedé afuera como acordamos.
Guardia 1: entonces debe estar adentro.
Los guardias y el niño entraron al kínder y buscaron a Cecilia Benita por todas partes pero no la encontraron, al darse por vencidos decidieron poner al tanto a quienes trabajaban allí.
Gabriela: como pudieron perder a una niña?
Guardia 1: no vimos en qué momento se salió.
Gabriela: era su trabajo cuidarla y no dejarla sola ni un minuto, que le voy a decir a mi amiga? Que su hija desapareció en un lugar donde se supone están seguros los niños?
Guardia 2: es mi culpa, lo acepto, debió desaparecer cuando estaba al teléfono.
Guardia 1: eres un bueno para nada! Te dije que estuvieras al pendiente, está prohibido usar los teléfonos cuando estamos trabajando.
Guardia 1: era importante.
Guardia 2: más importante es nuestro trabajo.
Gabriela: una niña de 5 años está en peligro, ustedes saben perfectamente quien la tiene, Rosendo Gavilán puede lastimarla.
José Federico: no!! Mi hermana tiene que estar bien.
José Federico rompió en llanto, Gabriela lo abrazó.
Isabella se unió a ellos y al verlos tan alterados se asustó.
Isabella: que pasa mami?
Gabriela: vamos a la hacienda de tus tíos, ven con migo José Federico.
Guardia 1: un momento, usted no puede llevarse el niño, está a nuestro cargo.
Gabriela: eso hubieran pensado antes, por su culpa mi sobrina está en grave peligro y no voy a arriesgar a su hermano, prepárense porque esto no le va a gustar a la Dueña.
Gabriela estaba desesperada, intentaba guardar la calma para no asustar más a los niños, mientras conducía a la hacienda no dejaba de pensar en el dolor que le causaría esa situación a sus amigos.
Por otro lado en la mina los cómplices de Rosendo le llevaron a la niña.
Rosendo: es tan hermosa como su madre.
complice 2: si es muy linda, pero este no debió ponerla a dormir.
Rosendo: se despertara en un rato, además eso no le va hacer daño.
complice 2: que vas a hacer con ella?
Rosendo: esta niña será pagará el precio de mis planes.
Cómplice 2: la vas a matar?
Rosendo: cómo crees? Claro que no, no se me olvida que lleva mi sangre, ella será mi boleto para tener a la dueña conmigo.
Acostaron a la pequeña sobre una vieja cama y la cubrieron con un abrigo.
Gabriela y los niños llegaron a la hacienda escoltados por los guardaespaldas.
Gabriela: iluminadaaaaa!
Iluminada: seño Gabi, que alegría tenerla.
Gabriela: donde están Valentina y José Miguel?
Iluminada: en los alrededores de la hacienda, segurito no tardan.
Gabriela: por favor llévate a los niños.
Iluminada: y Cecilia Benita?
Gabriela empezó a llorar.
Gabriela: se la llevó Iluminada, Rosendo Gavilán secuestró a mi sobrina.
Iluminada se puso muy nerviosa, derramó algunas lágrimas, los niños estaban más asustados.
José Federico: tía no llores vamos a encontrar a mi hermana.
Isabella: pero la tiene un hombre muy malo.
José Federico abrazó a isabella, juntos lloraron.
Los guardias estaban afuera, Valentina y José Miguel regresaron y vieron los autos, supusieron que sus hijos ya estaban de vuelta.
Valentina: de verdad que es hermoso ver a los becerros mientras los alimentan.
José miguel: la naturaleza es un gran regalo de Dios.
Valentina: mi gran regalo de Dios eres tú y nuestros hijos.
José miguel: que por cierto deben estar esperándonos para comer, que tienes?
Valentina notó el auto de Gabi.
Valentina: es el auto de Gabi, que extraño.
José Miguel: a lo mejor vino de visita.
Valentina sintió una punzada en el corazón, algo no estaba bien, corrió hacia adentro, José Miguel detrás de ella y allí encontraron a Gabriela, Iluminada y los niños llorando.
Valentina: que está pasando?
José Federico: mi hermana.
Valentina: que le pasó?
Iluminada: se la robó Rosendo.
Valentina se desmoronó lentamente.
Valentina: no! Eso no puede ser!! mi hija!!
Gabriela: no sé como pero aprovechó que los guardias se distrajeron.
José Miguel apretó su puño y al ver a su esposa derrumbada se agachó para consolarla.