Critical {Camren Fanfiction}

By SelenaftCamren

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¿Qué pasa cuando llegas a una nueva ciudad sin conocer a absolutamente nadie? ¿Cuando te encuentras a una des... More

Prólogo
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Epílogo
Esto es crítico.
Dedicatoria

Capítulo uno

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By SelenaftCamren

El sol de agosto estaba brillando cuando llegamos a Miami, y mientras papá conducía lentamente por el lugar, me encontraba mirando con ojos nuevos. Siempre había sido meramente un lugar remarcablemente bonito. Ahora era mi hogar. Mamá veía alrededor y puedo apostar a que estaba más que nada interesada en las tiendas y farmacias que en otra cosa. Mi hermana Sofi estaba tan absorta en su lado de la ventana como yo estaba en el mío.

Miami era un lugar muy caliente, eso lo decían todos, pero caliente por el clima. Habíamos llegado desde Michigan, un lugar increíblemente diferente, Michigan era frío. El jefe de papá le había dado una especie de aumento en su trabajo y debía mudarse a esta ciudad. Sí extrañaría a mis amigos de Michigan, pero el que éste lugar fuera así de hermoso me confortaba. Mamá decía que conseguiría amigos bastante rápido, ya que en mi antigua escuela era muy conocida. Pero debo admitir que muy en el fondo no me sentía segura de eso. Nunca fui nueva en ningún lugar. Pasé del jardín de niños a la primaria con todos mis compañeros, lo mismo en la secundaria, pero ahora tenía que conocer a gente nueva de la que no sé nada. Ya estaba acostumbrada a las caras aburridas de mis compañeros y a las locuras de mis amigos. Esto sin duda era algo nuevo para mi. Pero era emocionante, también.

Las casas alrededor se veían hermosas, la forma que contrastaban unas con otras era fantástica. Me había emocionado cuando me dijeron que tendría habitación propia. En Miami debía compartirla con Sofi, no era algo malo, pero a veces me gustaba tener mi propio espacio.

Especté una sonrisa de mi padre.

"Se ve como habíamos esperado," observó. En el asiento a su lado, mi madre asintió.

"Mejor que como esperaba," dijo.

"¿Ya llegaremos a la nueva casa?" Sofi preguntó.

"Ya casi, Sofi," papá respondió.

Divisé buenos lugares para explorar cuando tenga tiempo.

"¿Crees que haya una librería cerca?"

"Debe de haber," me contestó mamá.

"¿Habrá wi-fi en la nueva casa?" Pregunté. Sofi me había acostumbrado a referirme a "la nueva casa".

"Si, Mila, calma," sonreí para mis adentros y dejé la conversación. Me puse los audiculares cuando mis padres hablaban del trabajo de mi padre.

Cuando llegamos a la nueva casa, Sofi abandonó primero que todos el auto al escuchar a papá decir que ese era el lugar. Yo bajé sonriendo con mi bolsa y la de mi hermana en ambas manos. El camión de mudanza se estacionó detrás de nuestro auto. Un suspiro abandonó mi organismo mientras caminaba en el rellano hacia la puerta. Podía sentir el cálido viento golpear contra las ramas de los árboles alrededor. Era mágico.

Mi habitación era un poco más grande que la de Sofi. Ella no se quejó. Cuando terminamos de amueblar su recamara continuamos con la mía, sólo tenía una cama, un espejo de cuerpo completo y un escritorio. La verdad se veía algo vacía. Las paredes eran blancas y me hacían sentir como en casa de la abuela.

Me recosté suavemente en mi cama luego de haber tomado una ducha. Estaba cansada y quería dormir, así que después de cepillar mi cabello ya me encontraba con los ojos cerrados para descanzar.

-

La semana siguiente sólo estuvimos desempacando todo. Como era verano aún no tenía muchas cosas que hacer. A diferencia de Sofi que encontró interesante ir al patio trasero, descubriendo a dos niños jugando en la casa de atrás, yo estaba muriendo de aburrimiento en mi habitación. En la nueva casa sí había wi-fi pero mis amigos estaban en campamentos sin conexión. Así que debía ver alguna película pero sin Sofi no era divertido.

Sabía que mamá estaba en casa y bajé las escaleras para pasar el rato hablando con ella. Estaba en la cocina cortando unos vegetales cuando aparecí ruidosamente en el lugar.

"Hey," dije.

"¿Qué pasa Mila?" preguntó ella con su mirada aún en los vegetales.

"Nada, sólo que Sofi me ha cambiado," dramaticé y ella sonrió.

"Está conociendo gente, deberías hacer lo mismo y buscar si hay alguien de tu edad en el vecindario," Comentó.

Solté un resoplido y caminé a la puerta.

"Tú igual me cambias," bromeé.

"Ve al centro comercial y aprovechas a ver si hay una librería,"

"¿Me das dinero?" Pregunté haciendo mi mejor cara de niña buena.

"En mi bolso hay un billete de veinte."

"Bueno, ahora voy." Dije saliendo de la cocina y por el rabillo del ojo vi que ella asintió.

Caminé alrededor por un tiempo antes de encontrar la bendita librería. No me di cuenta de cuánto estuve ahí hasta que mamá mandó un mensaje avisando que la cena estaba lista. Levanté la cabeza y vi por la ventana del local, estaba ya oscureciendo. Fui hacia el mostrador y pagué los dos libros que decidí comprar. Salí suspirando porque en verdad no me quería ir de ese lugar.

Iba caminando frente a una cafería cuando choqué ruidosamente con alguien.

"¡Ouh!" Exclamó la chica.

"Lo siento," articulé "no te vi, en serio lo siento."

"No te preocupes," habló sacudiendo su blusa.

Entonces vi su ropa. Estaba empapada de un líquido que seguro provenía de la cafetería de la cuál ella acababa de salir.

"Tiré tu bebida, lo siento, déjame comprarte otra o tan siquiera págartela."

La chica sonrió y se hincó tomando a tientas una vara del suelo.

"Calma yo fui la que no te vió." Se acomodó unas gafas de sol.

"Estabas saliendo de aquí y yo pasaba, no debiste mirarme, yo debí fijarme."

"Literalemente no te vi, cálmate."

"Deja que pague tu bebida y estamos a mano." La chica dudó por un momento y luego asintió.

"Sólo porque es mi favorita," aceptó poniendo la punta de la vara en el suelo y tomando la otra con la mano izquierda. Esperé a que entrara en el local pero se quedó ahí.

"¿Prefieres esperar aquí en lo que yo la traigo?" Le pregunté. "Dime qué pediste y yo voy."

"Espero el viento," contestó vagamente.

Me quedé esperando hasta que movió su vara frente a ella, golpeando el suelo.

Entró sin dificultad luego de dar la vuelta. La seguí de cerca. Se sentó en un sillón de la cafetería y yo la imité.

"Entonces..." Comencé, no sabiendo qué decir.

"Hay que esperar que nos atiendan." Dijo cómodamente.

"Podría ir a pedirla por ti." Ella estaba viendo en otra dirección a la mía.

"Las cosas no funcionan así aquí." Contestó con una mueca.

Deseaba pedirle que quitara sus gafas porque las encontré molestas. Mantenía ambas manos sobre el extremo de la vara.

"Okay, hay que esperar, entonces." Dije sin muchos ánimos.

Ella asintió y siguió viendo cualquier dirección, menos la mía.

"¿No te molestan las gafas?" Pregunté para hacer conversación.

"Un poco." Dijo sonriendo.

"¿Y por qué no te las quitas?"

"Me lastima la luz." Contestó.

"¿Eres una especie de vampiro o algo así?" Mi entrecejo se frunció mientras ella reía.

"Claro, siempre existe esa posiblidad." Añadió entre risas. "No soy un vampiro, sin embargo."

"¿Tienes algún problema con tus ojos?"

"Si, uno muy grande."

Antes de que pudiera preguntar un chico nos interrumpió para pedir la orden. La chica le dijo que lo de siempre y él sonrió sin anotar nada y se fue.

"¿Cuál es tu problema?"

"¿He dicho algo malo?"

"No, me refiero a tu "gran problema"." Mis dedos volaron en el aire para remarcar las dos palabras. Ella sonreía.

"Soy un poco muy ciega."

Mi mandíbula cayó y mis cejas se arquearon. Era lógico. Ella usaba una de esas varas para ciegos y las gafas de sol.

"No tenía idea, lo lamento." Mi voz se apagó por un momento. Debe ser horrible tener esa discapacidad.

"No te preocupes." Señaló moviendo su mano con desdén.

Me sentía idiota. Cualquiera podría decir que ella es ciega. Y luego vengo yo a cuestionarle todo eso, siendo normal para la gente que carece de vista.

"¿Toda tu vida...?"

"No," interrumpió amablemente "cuando cumplí cuatro años me caí en un bote de desechos tóxicos y al perder la vista adquirí poderes." Dijo calmadamente.

"Jódeme." Respondí sonriendo.

"No parece real pero te aseguro que lo es." Hablo seriamente.

"¿Qué tipo de poderes, eh?" Intenté seguir con la conversación.

"Volar, leer mentes y ser invisible."

El chico llegó con la bebida de ella, un café moka con mucha crema batida.

"Son cuatro cincuenta."

Saqué un billete de cinco y lo puse en su mano.

"Gracias." Dijo ella con el vaso ya en la mano. "¿Eres nueva?"

"Me acabo de mudar." Contesté. "¿Se nota?"

"Algo," vagamente respondió.

Bebió un sorbo de su café e hizo un ademán para levantarse. Hice lo mismo.

"¿Vives cerca de aquí?" Mi curiosidad estaba incrementando.

"No muy lejos."

"¿Te importa si te acompaño?"

Su boca se curvó en una sonrisa.

"No porque me hayas tirado el café encima ya seremos mejores amigas," jugó.

"Al menos lo intenté."

"¿Es en serio?"

"Bueno, soy nueva y me gustaría que alguien me enseñara la ciudad o algo."

"Así que vienes con una ciega para que te muestre."

"Si, cuando salí de casa me dije: oye, ¿qué tal si derramas el café encima de la próxima persona que pase y la obligas a que te enseñe el lugar?" Su sonrisa se extendió al escuchar eso.

"Ah, ¿así que ahora me obligarás?"

"Lo tenía pensado." Dije sonriente. "Si te oponías."

"Bueno, no lo haré," aceptó, "tal vez un día."

"Hecho," alargué mi mano pero la cerré al acordarme de con quién estaba tratando.

"Estoy a punto de irme," dio un paso y caminó a la puerta de salida conmigo yendo trás ella.

"Yo te acompaño," dije cuando ya estábamos fuera.

"Sé llegar a la casa de mis padres," comenzó "ser ciega no me hace inútil."

"No estoy diciendo que lo seas, sólo me interesa saber dónde vives para ir a molestarte para que me muestres la ciudad."

"Ni siquiera sabes mi nombre."

"No, pero yo soy Camila."

Estuve esperando que me dijera su nombre pero siguió golpeando el suelo con su vara mientras caminaba a mi lado.

"¿De dónde vienes?" Su pregunta me confundió.

"De Michigan." Sólo contesté.

"Dicen que es un lugar frío." Dijo dando vuelta en una esquina.

Iba a preguntar su nombre cuando mi celular vibró en mi bolsillo. Rayos, olvidé la cena.

"¿Cómo sabes en dónde queda tu casa?"

"Si fueras ciega, lo sabrías."

"Te pregunto porque no lo soy."

"Son diez pasos de la cafetería a esa esquina, luego quince para el semáforo, cinco para cruzar la calle y veinte para llegar a la puerta de la casa de mis padres."

Mis cejas se arquearon sorpresivamente. Llegamos al semáforo. Conté los cinco pasos al cruzar.

"Ahora cuentas los pasos." La oí decir.

"Entonces si lees mentes, ¿eh?"

"Si, ya te había dicho." Una sonrisa se posó en mi rostro.

"¿Usas tus poderes para el bien?"

"Nah, si me quitaron la vista no debería darle al mundo salvación, ya estamos a mano."

"Eso es algo egoísta."

"Si, es un efecto secundario para cuando quedas ciego."

No tenía idea si reír o algo así.

"Es una broma, Camila." Dijo. Al escuchar mi nombre sonar con su voz sonreí. "No tengo poderes, pero hubiera sido muy aburrido decirte que a los cinco quedé de esta manera, digo, vamos, ¿en dónde esta la diversión en eso?"

Reí. Ella era verdaderamente divertida, ya me caía bien esa chica.

"Que lástima, ya iba a escribir en mi diario que mi nueva amiga era una superheroína-vampiro con poderes subnormales." Bromeé.

"¿A todos les dices eso cuando los conoces?"

"No tengo a muchos amigos ciegos."

"¿Amigos?"

"Si, es difícil de creer pero hay personas a las que les agrado." Me encogí de hombros sonriendo.

"No, me refiero a que ya me consideras tu amiga y apenas te conozco."

"Bueno, confío rápidamente en las personas."

"No deberías, ¿qué tal si soy una asesina serial que atrae a sus víctimas fingiendo ser ciega?" Me reí fuertemente.

"Éso es muy inteligente, entonces." Elogié. Ella me sonrió.

"Bien, ya estamos aquí." Se detuvo y yo hice lo mismo. "Gracias por el reclutamiento."

"No es nada."

"Un gusto, Camila, tal vez te llame para mostrarte todo."

"Pero no tienes mi número."

"Tienes razón, no es como si yo tuviera un celular, de hecho." Dijo y caminó por el umbral hacia la puerta de la casa. Reí siguiéndola.

"Entonces no podré llamarte."

"Algo me dice que recordarás cómo llegar hasta aquí."

Se paró frente a la puerta, en el porche.

"Gracias por el café." Señalo el vaso en su mano derecha.

"Lamento haber derramado el primero."

"Yo no." Dijo pasando su vara a la mano derecha, junto con el vaso. Sonreí al vuelo por su respuesta.

"Te veré luego..."

"Si, nos vemos." Se despidió y giró la perilla de la puerta, desapareció por completo.

Entonces recordé que no sabía su nombre y me quedé en silencio. Estaba parada frente a la puerta de la casa de una chica ciega a la que acababa de conocer en una cafetería al tirarle el café en su blusa, una chica increíblemente fantástica de la que no sabía el nombre.

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