30 días para enamorarme

由 ReynaCary

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Laini es alumna de Martín y por azares del destino se unen con un propósito. Demostrar que solo hacen falta 3... 更多

Prólogo
Una L plateada
Presidenta del mundo
Su princesa
La única favorita
Buenas noches
"30 días para enamorarme (Parte I)"
Ansiosa
Ignorarme
Color coral
Tu mano
Recuerdo tangible
Grito desesperado
Estrella fugaz
Encantadora pelirroja compacta
Cuidador de tus sueños
¿Celoso?
Hogar, dulce hogar
Pitufo
Sueños con él
Lluvia de estrellas
Dulce como cupcake
No podré besarte
En un hospital
Laini
Legalmente suyas
Olor amargo
Una persona que quiero mucho
Los problemas de papá y mamá
Lo prometo por...
Me quedaré pequeña
Quiero vivir aquí
Abrazando a Katia
Anhelando 18 años
Cierra los ojos

Hormiga pelirroja

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由 ReynaCary

Laini

Laini estaba sentada sobre la camilla mientras un paramédico terminaba de atenderle las heridas superficiales, estaba a un paso de convertirse en una momia con tanta venda envolviéndola. Gracias a esa revisión se dio cuenta que tenía una herida de 4 centímetros en la frente, el labio inferior roto y unos trozos de cristal en su brazo izquierdo, sin embargo debían hacerle un estudio a profundidad para ver que su cabeza no tuviera un daño mayor y solo estuviese inflamada. Hasta ese momento, el golpe que recibió cuando su padre la estrelló en el piso, la tenía mareada.

Martín estaba a su lado, sentado en el borde de la ambulancia y rodeado de otros dos paramédicos. Él había corrido con la peor parte, tenía la frente completamente envuelta en vendas, banditas en una de sus cejas, el labio inferior lastimado y también la nariz, por suerte no la tenía fracturada. Sin embargo uno su brazo derecho había sido herido con la navaja de su padre y por eso tuvieron que administrarle una vacuna además de advertirle que tendrían que hacer estudios de sangre para comprobar que no había contraído alguna enfermedad. También una de sus manos estaba vendada pues sus nudillos sufrieron mucho durante la pelea.

—Después de que terminen de hablar con los policías irán de inmediato a la clínica —advirtió Sandra a su lado—. Mi padre ya está esperándolos.

—Está bien, igual yo podría quedarme. Pueden ir adelantándose con Martín —sugirió pero él ya estaba negando, intentando levantarse para acercarse a ella, pero los dos paramédicos lo vieron mal y lo obligaron a permanecer quieto.

—Tú deberías ir yo puedo seguir hablando con el oficial —dijo Martín de inmediato.

—Nadie tiene una bala en su interior y los dos pueden hablar bien, así que se quedan hasta que términos de tomar todas las declaraciones —interrumpió uno de los dos oficiales que estaban tomando sus palabras—. Entonces ¿En qué momento la puerta quedó destrozada?

Evitó desviar su vista a Martín y se concentró en el hombre frente a ella.

—La rompió mi padre al entrar —mintió.

—Cuando llegué ya estaba así —secundó Martín.

—Ya veo, eso explica por qué el otro testigo tiene un brazo fracturado —señaló el oficial.

Levantó las cejas —o al menos hizo el intento— impresionada de la fuerza de Martín. Debía haber estado verdaderamente furioso para conseguir fracturar el brazo de su padre.

Qué bueno que lo hizo.

—¿Y cuál fue el motivo por el que usted estaba en la casa de una menor? —preguntó el otro oficial a Martín.

—Esta noche fue la fiesta de disfraces en el instituto donde doy clase, debido a la hora me ofrecí a traerla porque queda de pasada para ir a mi casa. Pero ella olvidó una bolsa en mi auto y fue que regresé pero me encontré con esa pelea —señaló a su padre que estaba sentado en otra camilla con los ojos cerrados—. Ese sujeto la tenía en el suelo, estaba pisando su espalda y jalando su cabello como si fuera una muñeca de trapo.

—¿Y usted intentó defenderla golpeando al agresor?

—Siendo sincero no tuve tiempo, apenas me acerqué a la puerta el hombre se abalanzó sobre mí y empezó a golpearme, después se unió la mujer y si no hubiese sido por Laini me hubiesen apuñalado con esa navaja que parece machete —declaró Martín.

Sonrió sin poder creer que Martín seguía mencionando lo mucho que ella lo había "ayudado" cuando sucedió todo lo contrario. De no haber sido por él, tal vez no estaría ahí contando todo.

—Ese hombre ha usado esa navaja durante mucho tiempo —interrumpió Sandra con expresión neutra—. Revisen la espalda de la niña para que vean lo que le ha hecho.

—Son cicatrices de hace años —comentó desviando la mirada a sus manos.

—¿Llevas años de maltratos? —le cuestionó el oficial y ella asintió apretando los labios sintiendo el sabor a sangre y medicamento en su boca.

—Cerca de una década —respondió Sandra pero le pidieron que guardara silencio.

—Señorita Laini Montero —la llamó el oficial intentando llevar el control de la conversación—. ¿Cuánto tiempo lleva sufriendo esta clase de maltratos?

—¿Hará una diferencia si lo digo? —le reclamó viéndolo con reproche—. Cada bendita vez que pongo una denuncia pasa absolutamente NADA. Ellos siguen regresando a esta casa robando mi dinero cada quincena, golpeándome y destrozando lo que queda de mi hogar. ¿Qué diferencia habrá esta vez si digo que son meses o años? ¿Qué poder tiene usted para hacer que esos dos vayan a prisión y no salgan? Si mis palabras se van a quedar en una carpeta en el ministerio público con todas las demás mejor me ahorro esfuerzo. Ya le dijimos todo lo que pasó esta noche, ya no hay nada más que añadir.

—Señorita, entienda que necesitamos de su cooperación para...

—¿Qué necesita saber para que esas dos personas vayan a prisión? —preguntó Martín llegando a su lado a pesar que la distancia era solo de un metro o menos. Se apoyó en la camilla cruzándose de brazos.

—Requiere todo un proceso...

—Hágalo.

—Necesitamos la declaración de los otros dos testigos para evaluar...

—¿Qué más tiene que evaluar? ¿No la está viendo? —la señaló Martín, dejando la mano sobre su cabeza—. Mire su casa, está destrozada, el piso lleno de su sangre, mire sus brazos y su cara llena de heridas. Mire esos ojos y dígame si cree que ella ha inventado todo eso. Solo mírela.

Ella levantó la vista hacia el oficial, viéndolo con dureza. El pobre hombre parecía haberse quedado sin palabras y pasaron unos segundos antes que el segundo oficial se acercara a comentarle algo en voz baja para ser capaz de recuperar la compostura.

—Señorita Laini Montero, por el momento debe retirarse al hospital más cercano para que la atiendan adecuadamente, sin embargo necesitaremos de su cooperación futura para poder dar continuidad a su caso —finalizó el oficial y se despidió con un asentimiento.

—No le creo nada —comentó sin molestarse en bajar la voz.

—Me encargaré que esta vez sea diferente —dijo Martín cruzándose de brazos lastimándose en el proceso. En su lugar pasó el brazo sano sobre sus hombros y le besó la cabeza—. Buscaré la mejor asesoría para que no vuelva a pasarte esto...

—Es difícil pelear contra los padres biológicos de esta chica —interrumpió Sandra con expresión molesta—. Llevo años tratando y por otro lado ¿Me pueden explicar que está pasando aquí?

Los señaló con ambas manos.

Laini desvió la vista sintiéndose incomoda por la cercanía de Martín, no porque precisamente le molestara, sino porque no tenía idea de qué debía decirle a Sandra. Podría empezar tal vez con un:

Adivina, Martín y yo estuvimos un tiempo jugueteando y justo hace unas horas nos besamos. Además me he quedado muchas veces a dormir en su casa mientras tu pensabas que estaba con Brenda. Y siempre me ayuda en los momentos más oportunos, pero no te preocupes, no somos nada.

¿O sí?

Llevó una mano a su mentón, sintiendo un nuevo dolor en ese lugar, y analizó con detenimiento olvidándose que Sandra estaba esperando una respuesta.

—Le explico —empezó Martín y ella puso a prueba sus nulas habilidades de actriz.

—Me duele mucho la cabeza —se quejó llevando ambas manos a sus sienes—. Me da vueltas todo y creo que voy a vomitar.

—Laini —alargó Sandra soltando un suspiro.

—Jelmiiii —hizo un berrinche.

Martín rio a su lado y Sandra se tragó sus palabras dando indicaciones a los paramédicos para que los subieran a las ambulancias y los llevaran a emergencias en la clínica de la familia.

Una vez dentro de la ambulancia le pidieron que se recostara sobre la camilla pero estaba tan aburrida que sacó en celular de uno de los bolsillos de su short y le mandó mensajes a Brenda —quien probablemente se encontraba dormida pero esperaba que viera esos mensajes en la mañana— para ponerla al tanto de todo lo que había pasado. Ya no podía, pero sobre todo, no quería ocultarles nada a sus amigos.

Incluso si ese día ella hubiese salido viva de eso sin ayuda de Martín estaba segura que habría corrido a él a confesarle todo.

Era el momento.

Sintió que la ambulancia dejó de moverse y guardó su celular nuevamente sintiendo la mirada de uno de los paramédicos. Se fijó en él y vio que tenía una sonrisa ladeada.

—¿Pasa algo? —le preguntó y el joven sacudió la cabeza.

—No te conozco y probablemente después de esta noche no te vuelva a ver pero eres una chica muy valiente y fuerte. Estoy impresionado.

—Eres nuevos ¿verdad? —le preguntó sin intentar hacerlo sentir menos, al parecer el joven lo entendió pues le asintió amable y ella continuó—. Lamentablemente si sigues trabajando mucho tiempo en este mundo, te darás cuenta que hay muchas personas valientes y fuertes. Podrás ayudar a un hombre que fue herido de bala y está perdiendo mucha sangre y aun así sacar fuerzas de donde es imposible solo para sobrevivir o a un niño que cayó y tiene fracturado algún hueso y pese a su dolor, te sonreirá y encontrarás valentía en sus ojos. Sin embargo, estoy halagada de que me veas fuerte y valiente, a veces olvido darme el crédito suficiente.

—Gracias y de nada —comentó el paramédico antes de abrir la puerta y bajar de un salto para reportar la situación al personal que los estaba recibiendo.

Debido a que sus heridas no eran tan graves la llevaron al interior de la clínica en una silla de ruedas. Cuando estaba sentada llegó la ambulancia de Martín y lo vio bajar también ayudado por el personal a sentarse.

En serio tenía un muy mal aspecto y pese a todo él estaba sonriendo y siendo agradecido por la atención.

Los llevaron dentro de la clínica y les dieron una camilla a cada uno, justo al lado del otro pero separándolos por una cortina. Ahí los enfermeros se encargaron de darle una mejor atención respecto a sus heridas y a ella le consiguieron un pase para una tomografía para revisar su cabeza.

Fue una madrugada agitada y no puedo estar a solas hasta casi las 4 de la mañana.

Tenía la buena noticia de que se encontraba "bien" dentro de lo que cabía. Sus heridas sanarían con reposo y medicamentos.

Estaba esperando sola en la habitación compartida cuando escuchó la voz de Martín —la camilla donde se encontraba descansando estaba cubierta con una cortina— y prestó atención hasta que lo escuchó caer en la cama de al lado quejándose por el dolor.

También escuchaba la voz de una enfermera dándole las indicaciones comunes para llamarle en caso de alguna emergencia y diciéndole que por el momento debía descansar unas horas bajo observación antes de ser dado de alta. Lo mismo que le dijeron a ella y no le agradaba nada.

Ya estaba bien, quería dormir en un lugar que no oliera a desinfectantes y medicamentos. Los hospitales no eran su lugar favorito.

Esperó unos minutos más antes de hablar en vos alta, agradecía que ellos dos eran los únicos en esa habitación.

—¿Martín?

—Creí que estabas durmiendo —le respondió.

Ella se sentó sobre la cama y corrió la cortina de un costado para poder verlo. Ambos se sonrieron y vio a Martín con casi todo el rostro morado confundiéndose las ojeras debajo de sus ojos con los golpes de sus pómulos.

Bajó de la cama dando un salto y él le extendió la mano para ayudarla a subir, se acomodó a su lado y sin decirle nada lo abrazó. Martín también la rodeó con ambos brazos y le besó la parte superior de la cabeza.

—Lo siento mucho —murmuró—. Pero no sé qué habría hecho sin ti.

—Si no hubieses dejado esa bolsa en mi auto no se me hubiese ocurrido regresar —respondió en voz baja.

¿Bolsa?

Se apartó de él para verlo y ladeó el rostro pero al cabo de unos segundos cerró los ojos recordando aquella bolsa.

Sonrió, sintiendo un dolor en la mejilla izquierda.

—Esa bolsa es tu regalo de cumpleaños —le aclaró y la expresión de Martín la hizo reír aún más—. La dejé ahí a propósito.

—No puede ser.

Asintió repetidas veces hasta que él estuvo a punto de darse un golpe en la frente, pero reaccionó a tiempo recordando que bastante lastimada tenía la cabeza.

—Me salvó tu regalo de cumpleaños.

—Sigo sin creerlo, porque si me hubieses dicho lo que era jamás habría regresado. Estoy tan feliz de no haberte preguntado cuando te dejé en tu casa —lo escuchó lanzar un fuerte suspiro—, si no hubiese llegado a tiempo jamás me habría perdonado.

—Ni siquiera sería tu culpa y de cualquier forma, llegaste. Y ahora tienes una apariencia horrible, no te ves nada apuesto ¿me preguntó si debería dejarte?

Al instante de decir esas palabras se quedó congelada, se podían malinterpretar de tantas formas, ni siquiera ella sabía la intención con la que salieron de su boca.

—Eso sería demasiado cruel hasta para ti —respondió Martín abrazándola con más fuerza.

Seguían abrazados cuando la cortina se corrió con velocidad y apareció Leslie, la enfermera del instituto, que era prima de Sandra y desde luego trabajaba los fines de semana en la clínica de la familia, Laini conocía a la perfección a toda esa familia. La chica mantuvo los ojos abiertos por la impresión hasta que algo en su cabeza la hizo regresar a la tierra.

—Ay, no puede ser, perdón, perdón, me dijeron que el paciente se encontraba dormido en este instante y solo debía revisar que estuvieran en orden y... —cuando Leslie conectó su mirada con ella los colores del rostro se le fueron y regresaron como 10 veces—. ¡Laini! ¡Y el profesor Martín! Estoy en shock, en shock.

—No exageres, ni es para tanto. Nos estamos abrazando, solo es un abrazo —habló en voz baja.

—¡Tu no abrazas a nadie! —exclamó Leslie bajando la voz también.

—A mí siempre me ha abrazado —alardeó Martín.

—No ayudas Martín —dijo entre dientes.

—¡Ay, no puede ser! —exclamó con una sonrisa emocionada bajando su tabla porta hojas y dejando las formalidades muy lejos—. No me digan que están saliendo en secreto. ¡Ay, que emoción! ¡No puedo creer que sean novios!

—¿Eh?

—Espera —comentó Martín.

—No se preocupen, les diré a los demás que están descansando muy a gusto y que se encuentran muy bien para que nadie los moleste —continuó hablando con velocidad y se alejó dando saltitos pero antes de salir se giró de nuevo a ellos, dirigiéndose específicamente a ella—. ¿Cómo se lo tomó mi prima Sandra?

Ella se encogió de hombros a modo de respuesta, Leslie asintió colocando un dedo sobre sus labios y salió con paso lento caminando de espaldas.

Permanecieron en silencio viendo la puerta y Martín nuevamente se encargó de correr las cortinas para tener privacidad.

—¿Es la enfermera del instituto?

—Sí, se llama Leslie, es prima de Sandra y a veces trabaja aquí.

—Es una persona completamente diferente a la que recuerdo —observó.

—Es fanática de los libros con historias de amor prohibido y también de las series de investigación —soltó un bostezo—, llevo años escuchándola hablar de ellos.

Frotó sus ojos levemente pues no se atrevía a hacer presión y terminar más dolorida de lo que se encontraba.

—No hemos dormido nada desde ayer —volvió a bostezar—. ¿Tú no tienes sueño?

—No mucho, si quieres duerme y yo me quedo pendiente para saber cuándo nos darán de alta.

—Tu cama es más cómoda, me quedaré aquí —lo empezó a empujar para que se recostara y le diera un poco de espacio, a pesar que las camas eran individuales gracias a tu tamaño solo necesitaba hueco pequeño.

Martín, que al parecer sí estaba decidido a permanecer despierto, levantó la cama para estar medio sentado y se acomodó en un costado para darle espacio suficiente. Ella se acostó sobre su lado izquierdo, utilizando el hombro de Martín como almohada, y gruñó por el dolor en su espalda. Respiró profundo pero el dolor no disminuía, tal vez no iba a poder dormir a gusto después de todo.

—¿Te duele algo? —le preguntó con preocupación—. ¿Quieres que pida medicamentos?

—No, solo que tendré que dormir boca abajo por unos días —murmuró moviéndose con ayuda de Martín que no paraba de tratarla con gentileza.

Quedó casi sobre él pero apenas así consiguió aliviar el dolor. A veces las cicatrices en su espalda dolían aunque no se hubiese lastimado, más le era difícil saber si era dolor físico o psicológico. Pero en ese momento estaba segura que el dolor era real y no producto de su imaginación.

Martín le acarició el cabello durante minutos hasta que cayó dormida.


Entre sueños escuchaba murmullos, la voz de Sandra y la de Martín. Hizo fuerza en sus ojos para continuar dormida pero el ruido se hacía cada vez más fuerte, no eran gritos pero sí identificaba el tono molesto de su tutora.

Abrió los ojos con pereza más decidió permanecer quieta para reconocer el tema que estaban tratando los "adultos".

Martín seguía recostado y ella aun sobre su pecho.

—Es una niña, Martín —comentó Sandra alterada—. Ha tenido que madurar a muy temprana edad por todo lo que ha vivido. Yo la conozco, tú no. ¡No la hagas crecer antes de tiempo!

—No estoy obligándola a crecer, desde que nos conocemos es lo que menos he querido, le he dado su espacio —argumentó con voz baja para no despertarla y en completa calma—. Tal vez no la conozco de toda la vida, pero lo poco que sé de ella es lo que ha tenido la confianza de contarme.

—O lo que tal vez se sintió comprometida en decirte —reprochó Sandra.

Laini sabía que Sandra no era una mala persona, de ser así jamás la habría ayudado, desde que ella era bebé contó con su apoyo, cuando su familia era feliz y cuando no. Pudo recurrir a ella desde la primera vez que su vida empezó a arruinarse. Pero no podía entender la forma en que señalaba a Martín ¿acaso no podía ver que sin él, ella probablemente estaría acompañando a su hermana?

Si ella jamás se hubiese vuelto cercana a Martín desde que él entró a dar clases, probablemente ya no estaría ahí, por mucho amor que Sandra le tuviera, ya no estaría ahí.

—He llevado a Laini al hospital cuando se encontró muy mal hace unos meses, tenía golpes y heridas en su rostro, la vi tosiendo sangre. La encontré llorando fuera de un panteón y nunca la condicioné a que me dijera una sola palabra para ayudarla —comentó con firmeza—. La he ayudado desinteresadamente para que jamás se sienta comprometida u obligada a darme explicaciones de su vida.

—¿Y ahora? No puedo creerte que no le pedirás explicación después de cómo quedaste por ayudarla.

—No le haré decir ni una sola palabra que ella no quiera.

Sandra suspiró exasperada y la escuchó caminar por la habitación.

—Te diré todo lo que necesites saber de ella para que la dejes...

—Me temo que no podré seguir escuchándola —respondió Martín.

—Eso es muy injusto, Sandra —habló con su voz sonando muy cansada por las pocas horas de sueño—. Deberías dejarme hablar por mí misma, como lo he hecho durante años.

Se removió en la cama para poder sentarse con ayuda de Martín. Se volvió a quejar de su dolor de espalda pero consiguió sentirse cómoda antes de ver fijamente a su tutora y sonreírle para no hacerla sentir mal, pues era lo que menos buscaba.

—No soy una niña —continuó—. Sí, maduré antes de tiempo, pero ya está. No podemos regresar atrás y fingir que nada pasó. No podré mejorar ni recuperar mi infancia, pero sí puedo formar mi presente y mi futuro y es precisamente gracias a esta madurez. Y será gracias a ti, gracias a Martín y a Brenda, a Bruno y todas las personas que me han apoyado. Pero déjame hablar, con mi experiencia, con mi madurez, permite que la última palabra venga de mí.

Sandra tenía los ojos llorosos cuando se acercó a ella y la abrazó con ese afecto maternal que no había sentido en años. La sostuvo tiernamente del rostro y viéndola a los ojos le dijo:

—Lo que menos quiero es que alguien más te lastime —las lágrimas en sus ojos cayeron.

—Nadie me volverá a lastimar —le sonrió tomándole las manos que seguían rodeando su rostro—. No te tortures por eso. Pero déjame tomar las riendas de mi vida, que todo lo que he vivido sirva de algo.

—Está bien...

—¡Hola, prima! ¡Hola, profesor Martín! Hola, enana pelirroja —entró Leslie saludando y completamente ajena a lo que sucedió segundos atrás. Tenía su tabla porta hojas debajo de uno de sus brazos mientras terminaba de acomodar su cabello en una trenza sobre la parte superior de su cabeza. Después levantó la tabla y observó unas hojas antes de sonreír—. Aquí dice que todo está bien, nadie va a morir hoy y se pueden ir a casa.

—Te hace falta seriedad —dijo de inmediato. Cuando se sintiera bien se vengaría de Leslie por llamarla enana—. No puedo tomarte en serio cuando entras gritando a una habitación con dos pacientes malheridos.

—Pues si ya nos conocemos —se justificó señalándola con la tabla.

Sandra negó con la cabeza y se apartó de la cama para acercarse a Leslie como mamá regañona.

—No porque conozcas a los pacientes debes hablar con tal confianza —la señaló su tutora y Leslie se escondió tras su tabla, dejando únicamente sus ojos a la vista—. Todos deben ser tratados con el mismo respeto.

—Es para aligerar el ambiente —se abanicó con una mano y respiró abriendo la boca exageradamente—. No sabes la tensión que siempre hay en estas habitaciones. Es preferible entrar con la mejor vibra.

—Pero no debes llamar "enana" a una de tus pacientes —reprochó Sandra señalando a Laini.

—Ah, perdón —ladeó su cuerpo asomándose por un costado de Sandra y la vio con una sonrisilla que no le gustó nada—. Hola, hormiga pelirroja.

—¡Eso es peor! —exclamó Sandra llevándole por la trenza hacia fuera de la habitación.

—Duele, prima ¡me estás despeinando! ¡Auxilio! —salió haciendo escándalo.

Sospechaba que no se encontraba el doctor Omar, el dueño del hospital y padre de Sandra o de otra forma Leslie no estaría ahí y mucho menos actuando como niña a sus 27 años.

—La personalidad de Leslie cambia de un escenario a otro —comentó Martín tras ella, riendo.

Se giró con lentitud para no lastimarse.

—Siento lo que pasó con Sandra.

—No te preocupes —dijo restándole importancia—. Entiendo a Sandra, es la preocupación normal de una madre.

—Ajá —comentó asintiendo lentamente, guardándose una pregunta que Martín notó y asintió para que la dijera en voz alta, no lo desaprovecharía—. ¿De qué hablaron antes que despertara?

—Sandra comentó que prefería llevar ella todo el caso en sus manos, que no era conveniente involucrarme —admitió con un encogimiento de hombros—. Pero si me permites, Laini. Haré todo lo que esté en mis manos para ayudar a que tus padres jamás se acerquen a ti.

Era lo que más deseaba.

—Por favor —le pidió tomando una de sus manos y viéndolo a esos ojos color ámbar que tanto le gustaban. Después de lo que pudieron ser minutos reaccionó recordando las noticias que Leslie les dio al entrar con su escándalo—. Es cierto, ya podemos irnos a casa. ¿Crees que podamos tomar café?

—Para eso debemos ver primero los medicamentos que nos darán, pero siendo sincero no creo que sea lo más adecuado.

Ella infló sus mejillas en un berrinche silencioso y Martín se acercó a besarle una antes de bajarse de la cama.

La sonrisa se iba a quedar ahí toda la vida.

—Pero tal vez una pequeña taza no haga daño a nadie —le guiñó un ojo abrazándola para ayudarla a bajar.

Le hubiese gustado quedarse en sus brazos más tiempo, pero recordó que él tenía herido uno y hasta le pusieron puntos, por ello disfrutó de cada segundo hasta que la dejó en el piso.

Caminaron juntos de la mano hasta Leslie —pues era la enfermera que debía llevar todo su proceso para poder salir de ahí— que estaba ignorando a Sandra mientras ésta la sermoneaba. Al verlos les sonrió agitando la mano con emoción.

No podía creer quedespués de esa terrible noche pudo salir caminando del hospital y solo con unabolsa de medicamentos.

¡Nuevo capítulo!

Espero que les haya gustado y no odien a Sandra, es buena persona, solo muy sobreprotectora xD

Les aviso que en la siguiente imagen les dejo mis redes sociales y a parte los FB de ¡Martín y Laini! que se la pasan torturándome :'v

También quiero que vean este bello dibujo MAINI que me mandó la linda @astry323 *0*  Apreciemos a esa hormiga pelirroja jajaja sentí que quedaba mucho con este capítulo y por eso decidí ponerlo aquí a pesar que llevo meses con este dibujo, perdón por eso, Astry, pero ¡Muchas gracias!

Sin más, los leo en el siguiente capítulo :D


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