𝐏𝐎𝐖𝐄𝐑 ϟ 𝐒. 𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊.

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Sage Hudson no es buena. Adora gustar, cree que es oro, la más poderosa y... es una futura seguidora del Seño... More

𝐏𝐎𝐖𝐄𝐑.
𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍.
I. LA SORPRESA.
II. EL SEÑOR PHOE.
III. CAMINATA AL CASTILLO.
IV. MIRADAS FURITIVAS.
V. LA CUEVA DEL LEÓN.
VI. TRAIDORA.
VII. EL BOSQUE PROHIBIDO.
VIII. LIBROS VOLADORES.
IX. LA CONFESIÓN DE CORNAMENTA.
X. GRYFFINDOR VS SLYTHERIN.
XI. LA DISPUTA CON NOTT.
XIII. LA BÚSQUEDA DEL FELINO.
XIV. ÉL PROFESOR RETVENKO.
XV. LA ADVERTENCIA DE LA DAMA GORDA.
XVI. PETRIFICUS TOTALUS.
XVII. NUEVA ERA.
XVIII. LA INVITACIÓN AL BAILE.
XIX. NOCHE DE BRUJAS.
XX. VISITAS INESPERADAS.
XXI. LA PREMONICIÓN DE TRELAWNEY.
XXII. LA HUIDA DE LILY.
Nota!
XXIII. EL MAPA MERODEADOR.
XXIV. ESPERANZA HECHA CENIZAS.

XII. EL CLUB DE LAS EMINENCIAS.

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XII. EL CLUB DE LAS EMINENCIAS.

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OCTUBRE HABÍA LLEGADO Y con el no sólo había aumentado la cantidad de redacciones y prácticas que los profesores de Hogwarts habían otorgado a sus alumnos, sino también las insistencias del profesor Slughorn sobre que Sage asistiera al Club de las Eminencias. Sage ya había presenciado las reuniones un par de veces y no le resultaban lo suficientemente gloriosas como para desaprovechar un viernes en ellas. Sin embargo, luego de que él profesor Slughorn la persiguiera durante toda la semana no le quedó de otra que aceptar.

El motivo de su resguardo de las reuniones también había estado influenciado por los invitados del profesor de pociones. En su mayoría pertenecían a ravenclaw y slytherin, y la hechicera precisamente no había mejorado su relación con los miembros de la última casa.

A pesar de que las reuniones del Club se realizaban en las mazmorras, el lugar tenía un auge dorado. Las paredes estaban cubiertas por cuadros con el marco de dicho color y una gran alfombra tejida con hilos de los colores de las cuatro casas de Hogwarts recubría el suelo. Afuera del castillo estaba helando y los pasillos no eran una excepción pero la sala se mantenía cálida gracias a una chimenea que desprendía llamas anaranjadas. Habían varios sillones mullidos recubiertos con gruesas telas que parecían realmente cómodos. Todo le resultaba reconfortante a Sage, a excepción de las personas que habían asistido.

—¿Que planea hacer en un futuro, señorita Black?—cuestionó el mayor con la vista en su plato de comida.

Narcissa Black procedió a hablar con términos demasiado elegantes para tratarse de un grupo de idiotas aristócratas que pretendían ser superiores por la sangre pura que corría por sus venas.

Sage lo había notado en cuanto había llegado. El año anterior, el profesor Slughorn no se detenía a controlar el tipo de sangre de los miembros del Club, se basaba en el potencial a futuro que encontraba en sus alumnos o, a veces, en sus familiares. Lily Evans era una prueba de ello. Pero al llegar aquel viernes, la slytherin no había visto más que a algunos de sus compañeros de casa y uno que otro ravenclaw. No había ningún sangre sucia ni ningún mestizo. Tampoco nadie que se proclamase traidor.

¿Que lo había llevado a ser de repente tan selectivo, si nunca había demostrado darle importancia a la sangre? Sage temía la respuesta. El cuento de fantasía de Hogwarts, porque lo era comparado a todo lo que vivían los magos y hechiceras de afuera, estaba comenzando a agrietarse.

De repente, la idea de fingir que nada estaba pasando afuera se le hizo estúpida. Se sintió estúpida. Había estado tan empeñada en olvidar que vivía en tiempos oscuros que finalmente lo había logrado. Lo había logrado con la condición de no estar enterada de nada. ¿Había pasado algo grave en el ministerio de la magia? ¿había ocurrido alguna tragedia esta semana? ¿algún mortífago había sido capturado? Sage no tenía idea.

Al día siguiente se subscribiría a El Profeta. O robaría un diario.

—¿Cómo se viven las cosas en su casa, señor Black? Luego de que su hermano se declarase traidor temo que la familia haya pasado tiempos dificiles—curioseó Slughorn mientras se servía una bebida que, por el fuerte olor, fue etiquetada como alcohol.

Sage fijó la mirada en Regulus Black. No se parecía demasiado a Sirius, pero sí lo suficientemente como para que los demás los reconocieran como hermanos. Tenían el mismo cabello azabache, pero Regulus lo tenía corto. Sus ojos también eran grises aunque lucían mucho más apagados que los de Sirius. Regulus, a pesar de ser dos años menor que Sirius, aparentaba de su misma edad.

—Oh, amaría escuchar lo que vas a decir, hermano.

Todas las cabezas giraron hacia la puerta de entrada al salón. Sirius Black se encontraba con su sonrísa del millón luciendo más rebelde que nunca. ¿No querías traidores en tú reunión, Slughorn? Bueno, se te ha olvidado avisarle a Sirius.

Sage y Sirius no hablaban desde que la joven le había espetado que no era una traidora. No, en realidad no había terminado ahí la conversación. Sirius había tratado de convencerla de que ella sí era una traidora, por lo que Sage lo había mandado a la mierda. Las últimas dos semanas se habían resumido en efímeras miradas. Ya nada de sonreírse. Sage no era una traidora. Sirius era un traidor. Ahí se explicaba todo.

Al contrario de lo que se esperaba Sage, el profesor se puso de pie y le dio una afable bienvenida al muchacho. Tal vez a Slughorn le gustaba el drama más que a ella. Él mayor guió al muchacho hacia el único asiento libre en toda la mesa redonda: entre Sage y Nott (¿era una sorpresa que quedara un asiento libre entre ellos?). Luego volvió a su lugar dando saltitos, probablemente pensando en la gran pelea que presenciaría.

—Han sido tiempos dificiles—admitió Regulus con la mirada clavada en su hermano—. Sirius nos ha abandonado en el momento más inoportuno, lo que ha terminado de romper a la familia. Pero, todo se rehace, ¿verdad? En estos momentos no hay tiempo para equilibrar a quien se ha caído. Las cosas se reemplazan y, por lo tanto, las personas también.

—Si me pregunta mi opinión, profesor, yo creo que los Black están sumamente más unidos luego de que el trai-Sirius se marchara—comentó Silas.

Sage agradeció tener al lado a Sirius, de otra manera volvería a enfrentarse con Nott por ser tan metido y esta vez ni si quiera lo intentaría con la varita. Un puñetazo duele más que un Crucio, ese sería su nuevo lema.

—¿Y usted, señor Black?—volvió a preguntar Slughorn, pero esta vez dirigíendose a Sirius—. ¿Cómo ha estado desde que se fue de su hogar?

—¿De mi hogar? Aquel lugar nunca fue mi hogar, profesor—se limitó a responder Sirius.

La mirada de Regulus ya no era indescifrable. Era una mirada rota. Una auténtica mirada rota. La mirada que ponía un chiquillo al escuchar a su hermano mayor decirle indirectamente que no lo extrañaba y mucho menos lo quería.

—Permiso—murmuró Regulus antes de ponerse de pie y marcharse.

Sage observó de reojo a Sirius, quien no se inmutó ante la huida de su hermano. Deseaba gritarle que lo siguiera, que tal vez se llevaba mal con sus padres pero ese no era motivo para alejar también a su hermano. Pero permaneció callada. Tanto ella como su familia estaban al borde de un precipicio por el que si caían, no había vuelta atrás. ¿Ella iba a arriesgar a su padre y a sus abuelos? No. Al menos, no por Sirius Black.

ϟ

En cuanto la hechicera concideró que era un horario prudente, puesto que no quería ser demasiado obvia, le presentó al profesor la primera excusa que había cruzado por su mente para retirarse. Naturalmente, Slughorn insistió que se quedara unos minutos más, pero Sage estaba decidida a marcharse. Entonces, luego de despedir con sonrísas y abrazos a gente que, en su mayoría, no le agradaba, se marchó.

La cena había sido un asco. Principalmente por las innecesarias acotaciones que hacía Silas Nott cada vez que podía. "En mi opinión, profesor..." parecía que había estudiado la frase. Lo peor era que Slughorn no solo lo dejaba hablar, sino que también lo escuchaba. Sage había intercambiado una que otra palabra con Narcissa, por no decir que había permanecido en silencio toda la noche. Lo único bueno había sido la comida que, sorprendentemente, era aún más deliciosa que la que servían en el banquete del Gran Comedor (si es que eso era posible).

Se abrazó con los brazos mientras avanzaba por el sombrío pasillo. Antes había hecho frío por los pasillos de las mazmorras, básicamente porque la luz del sol nunca llegaba, pero ahora parecía que la temperatura había disminuido diez grados más.

Sage caminaba en silencio, con el único sonido de sus pasos. Pensaba en Paris. La pequeña gryffindor le había comentado por la mañana que James la había invitado a salir a pasear por Hogsmade después de la cena en el Gran Comedor. La slytherin aún no entendía como harían para escaparse y, si lo lograban, como llegarían a Hogsmade en medio de la oscuridad y el frío. Pero se trataba de James Potter, el infantil gryffindor líder de los merodeadores. Probablemente había escavado un camino o algo tan loco como eso.

La hechicera llegó al final del pasillo, que se abrió en dos más: uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha. Tomó el de la derecha, que llevaba a la sala común de las serpientes.

El pasillo estaba completamente oscuro, probablemente se trataba de Peeves con otra de sus bromas. Al final de este se veía una luz alumbrando el muro de piedra que hacía de entrada a la sala común de slytherin. Varios metros antes de llegar Sage distinguió a Regulus y otro pelinegro de espaldas que no podía ser otra persona que Sirius. No era una charla amistosa.

—¡No te hagas el inocente! ¡sabías lo que pasaría conmigo si te ibas y no te importó!—le espetó el menor a su hermano. Sirius dijo algo que, por la distancia, Sage no llegó a escuchar. Regulus siguió gritando—. ¡Una maldita carta! ¡eso es lo único que quería!

De puntitas de pie la slytherin se acercó más hacia donde estaban los hermanos Black, aunque no lo suficiente como para que pudieran observarla. Pegó su espalda a la pared y escuchó.

—¡No mientas, Regulus! ¡¿crees que después de todos estos años sin congeniar voy a creer que estabas preocupado por mi?! ¡no soy idiota!—gritó Sirius. Llevó su mano a su cabello mientras negaba con la cabeza—. Lo único que querías era revelarles donde esta...—Regulus lo interrumpió.

—¡Expulso!

Sirius salió despedido casi a la altura de donde se encontraba Sage. Soltó un gemido en cuanto su espalda hizo contacto con el suelo. Un momento después se reincorporó y tanteó su varita en la oscuridad sin éxito alguno mientras Regulus se acercaba a pasos lentos.

Sage buscó la varita con la mirada. La halló en diagonal de Sirius, que cada vez se acercaba más a donde se encontraba ella. La hechicera sacó su varita de la túnica y apuntó a la de Sirius. La guió hasta que quedó a un costado del gryffindor, quien al distinguirla, corrió a tomarla.

—¡Expulso!—volvió a gritar Regulus.

—-¡Protego!

—¡Expulso!

—¡Protego! ¡Mobilicorpus!

El cuerpo de Regulus se levantó unos centímetros del suelo y Sirius, con un limpio movimiento de varita a la derecha, lo estampó contra una pared. Él slytherin soltó un rugido de rabia y se puso de pie en un segundo, listo para atacar. Sin embargo, Sirius fue más rápido.

—¡Rictusempra!—exclamó él gryffindor.

Un chorro plateado salió despedido de la varita de Sirius hacia Regulus. Al dar con él último, él slytherin comenzó a reír como nunca lo había hecho en su vida, experimentando una sensación de cosquillas por todo su cuerpo. Volvió a caer y, en el suelo, comenzó a rodar de un lado a otro tratando de detener las carcajadas.

—Sage, sería genial si dejaras de esconderte y vinieras a ayudarme—dijo Sirius.

La nombrada frunció el ceño. ¿Cómo sabía que se estaba escondiendo? Avanzó a largos pasos hasta el pelinegro, que con un movimiento de varita levantó el cuerpo de su hermano unos centímetros del suelo. Entonces caminó hacia el muro de entrada a la sala común de las serpientes.

—Sangre pura—dijo la contraseña Sage.

—Qué sorpresa.

En el muro de piedra que había parecido inamovible antes se formó rectángulo del tamaño de una puerta doble que se hizo para atrás, dejando paso a los tres estudiantes a un sombrío pasillo. Después de que ingresaron, el muro se cerró y volvió a reflejar su estado de antes. Para la suerte de todos, la sala común estaba casi vacía. Un pequeño grupo de amigos de, Sage suponía, tercer año se encontraba hablando a susurros en una de las esquinas del lugar. Luego había uno que otro slytherin leyendo en los mullidos sofás. Todos observaron a Sage guiar a Sirius, quien sacó pecho mostrando orgulloso de sí mismo que pertenecía a gryffindor, hasta el sofá que se encontraba al frente de la chimenea que reflejaba llamas verdes. Sirius colocó al carcajeante Regulus allí. Los expectadores observaron unos segundos más la escena para luego retomar sus respectivas actividades; no había resultado tan interesante como habían esperado. Sirius observó a Sage.

—Supongo que me tengo que ir.

Él gryffindor, sin si quiera detenerse a contemplarla, giró sobre sus talones dispuesto a salir. La hechicera lo siguió con la mirada hasta que desapareció por el sombrío pasillo. Entonces volvió la vista a Regulus, que no podía dejar de carcajear. Era la primera vez que lo veía reír, aunque sea mediante un encantamiento. Tenía una linda sonrísa, similar a la de Sirius.

—¡Que alguien lo calle! ¡estoy tratando de leer!—se quejó una de las chicas que Sage había observado antes. No pasaba de los catorce años.

—Vete a dormir, niña—le espetó Sage antes de girar sobre sus talones.

Sabía que no tenía que hacerlo, pero de todos modos lo hizo. Se internó en el oscuro pasillo para luego salir de la sala común. Sirius se encontraba caminando de espaldas a un par de metros. Pero Lucius Malfoy, Silas Nott, Narcissa Black y todo el grupito de idiotas aristócratas estaba llegando. Al observar la situación de Sage saliendo de la sala común y Sirius a unos metros se detuvieron en seco. Algo cómo eso era justamente lo que buscaban para hacerla caer por el precipicio, por lo que fijaron la mirada en ella, expectantes de su siguiente acción.

¿Se iba a ir con el traidor o iba a quedarse en donde pertenecía?

Tenía que decidirse rápido puesto que Sirius estaba despareciendo en la oscuridad del pasillo y los slytherin cada vez se hacían más claros a la vista.

—Buenas noches—les dijo a sus compañeros de casa con una falsa sonrísa en el rostro.

Luego giró sobre sus talones y volvió a donde pertenecía. A slytherin, donde ningún mestizo o sangre sucia era aceptado. Mucho menos un traidor cómo Sirius Black.

Regulus había dejado de reír y yacía recostado con la vista clavada en el techo de la sala común. Su mirada de dolor había vuelto.

Sage tomó asiento en uno de los mullidos sillones individuales. No podía dejar de jugar con sus manos, un nudo en su estómago la hacía sentir realmente inquieta. ¿Por que había dejado de sentirse a gusto con todo lo que la rodeaba? Sentía que vivía en una gran mentira que ella misma había creado para protegerse, pero a estas alturas no estaba haciendo más que dañarla con la ansiedad que acumulaba su cuerpo.

Pero si ese se suponía que era su hogar, ¿por qué no se sentía a gusto?

Alguien se colocó en frente de ella formando una gran sombra en el suelo. Al elevar la vista encontró a Douglas Zabini sin una cara amistosa. Atrás del muchacho no estaban nadie del grupo de perros falderos de Malfoy, pero de todos modos Sage desconfió y agarró su varita con fuerza.

—Deberías tener cuidado—murmuró.

—¿Me estás amenazando?

—Te estoy advirtiendo que ellos están buscando cualquier excusa para verte caer—Douglas parecía indeciso. Enderezó la espalda antes de volver a abrir la boca—. Black es una buena excusa—escupió finalmente.

♡. ¿Que les pareció el capítulo? ¿que creen que pasará el el próximo? Amaría leer sus opiniones y suposiciones <3

Pd: sobre la fanfic de James ya tengo planeada la trama y creo que les va a encantar. Con suerte uno de estos días la encontrarán en mi perfil bajo el nombre WISDOM (sabiduría en inglés).

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