Hijos de la luz

By meix13

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Hace mucho tiempo que la oscuridad invadió este mundo. Unas estructuras antiguas, que los humanos relacionaba... More

1 - Antes de la peregrinación
2 - Los preparativos
3 - Cambio de planes
4 - Los elegidos
5 - La Peregrinación
6 - Tunesia
7 - Celebración
9 - Cryrea
10 - Viene la oscuridad
11 - Antaia
12 - Dudas
13 - La Naedra
14 - La Tierra
15 - La calma
16 - Experimentos
17 - Camino a otro mundo
18 - Sin retorno
19 - Malbork
20 - Vuelta a casa
21 - El equilibrio

8 - Angelare

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By meix13

Liam despierta. Ha dormido mal, un sentimiento agrio le ha acompañado toda la noche por haber huido de Lena. Se convence de que es lo mejor. Mira su brazo, ya queda poco para liberarse, para acabar con un sentimiento que le hace sufrir más que cualquier dolor físico.

Se prepara, van a salir pronto hacia Angelare, fuera puede oír cómo se está preparando la partida. Sale de su habitación. Al salir, ve a Lena, hablando con Jaina, que está apoyada en la pared. Lena habla con la cabeza gacha. Las dos lo miran.

—Buenos días. —Ambas saludan a la vez. Jaina mira a Liam, Lena no.

—Buenos días. —Liam agacha la cabeza y se va en dirección contraria, a buscar algo de desayunar.

—Deja de atormentarte. —Jaina y Lena llevan un rato hablando de ello. Desde pequeñas, Jaina y Lena se han contado todo, o casi todo.

—No lo entiendo. —Lena mira el candado que sujeta en su mano. El candado que Liam abrió para salvar su vida. Lo ha guardado para recordar—. Ese día, lo sentí a través de la puerta... ¿Sabes? No lo puedo explicar, pero lo que hizo... —Lena guarda el candado—. Y ahora, parece que me odia.

—No te odia. —Jaina siempre tiene palabras para Lena—. Todos estamos agotados, estamos pasando por mucho, será su forma de superarlo, ya se le pasará.

Por una vez, Jaina no ha convencido a Lena. Suena una puerta. Una chica, con vestido de fiesta, sale de la habitación de Ethan. Al ver que la miran, saluda cortésmente y se va medio corriendo. A los segundos, sale Ethan, despeinado y con el torso desnudo. Al ver que están ahí Lena y Jaina se sorprende, se avergüenza. Saluda y entra de nuevo en la habitación.

—¡Date prisa Ethan, salimos en veinte minutos! —Jaina grita, sin despegarse de la pared. Lena nota el gesto de enfado de Jaina. Se ríe un poco. Al verla reír, Jaina se tranquiliza un poco.

—Es que es idiota, —Las dos comienza a irse—, idiota perdido.


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Reabastecidos, y algo descansados, los hijos de la luz continúan su viaje. Se ha destinado parte del ejército de Tunesia a acompañarlos. En todas las peregrinaciones la guardia personal de los portadores, al completo, los acompaña, para seguridad y logística. Esta vez, dado los cambios de planes, no fue así. Ahora son soldados de Tunesia los que hacen esta labor.

Todos hablan de la evacuación de Ursia, que ya ha comenzado. Quedan pocos días para que las farolas no cargadas se agoten y no se ha perdido el tiempo.

A su paso por los pueblos de camino a Angelare la gente sale a recibirlos. La peregrinación empieza a parecerse a la de otros años. Pero dada la situación y estado actual del fruto, se hace todo deprisa, sin perder el tiempo en cualquier cosa que no sea necesaria.

Avanzan cómodamente, por fin llegan a Angelare.

Pese a la cercanía de Angelare y Tunesia, son regiones muy diferentes. Angelare es muy teocrática. El dirigente es un sacerdote de la luz llamado Nathiel. Es responsable tanto de la política de la zona como de los portadores. Es la única región donde una persona sustenta dos cargos así. Angelare es una ciudad muy bonita, mezcla perfectamente la naturaleza con edificios voluminosos, casi todos blancos y altos. La ciudad también es famosa por poseer las termas de la luz. No se sabe el motivo exacto, pero las termas de Angelare deben de tener influencia de la luz por algún motivo geológico, como si esa energía que protege a los humanos traspasase el suelo y se moviese levemente por las aguas, iluminándolas, creando un efecto precioso. Según muchos tienen la capacidad de sanar, pero no está probado. Al lado de las termas se construyó un palacio destinado a los portadores de la luz, no de forma exclusiva, ya que se admiten visitantes, que suelen ser de alta cuna.

Lena lo conoce, ya ha estado ahí varias veces. Las termas la ayudan a restaurarse, de una forma superior al descanso, como si le ayudasen a recuperar su luz. Ahora que se ha quedado sin luz, está deseando ir.

Angelare sí ha sido decorado. Es una ciudad tan volcada con la luz y los portadores, que antes de saber nada, antes del cambio de planes, ya se habían iniciado los preparativos. El séquito que escolta a la portadora entra por el sur a la ciudad. Ya desde la entrada se ve una calle enorme y muy larga que sube en cuesta hasta el palacio, bastante en la distancia. La vista que ofrece el palacio al final en las alturas es impresionante. Lo bello de Angelare y la multitud de gente en las calles hace que la entrada sea abrumadora. Como gladiadores en el coliseo el sonido de la gente es impactante, no se oye otra cosa. Flores y confeti llenan el aire. La hija de la luz va a caballo, y a veces tiene que pararse por bloqueos de personas que quieren saludarla. Los soldados que intentan controlar la situación no tienen la empatía y la experiencia de la guardia personal de Lena, y generan algún enfrentamiento.

Todos avanzan hacia palacio, despacio, disfrutando el momento. Ethan va delante de Lena, con Airo, saludando con la cabeza levantada. Airo no saluda.

—Como os gustan estas cosas. —Airo es de otra generación, y dada la experiencia que tiene, no da importancia a muchas cosas.

—No seas estirado. —Ethan sigue sonriendo a la gente, hablando mal por no querer quitar la sonrisa de su cara—. Mira, te adoran, déjate querer.

Airo se ríe. Saluda un poco.


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El día ha sido planificado en su totalidad, todo está preparado. Cada invitado de honor tiene un asistente personal para servirle, indicarle todos los horarios y localizaciones, o cualquier otra necesidad.

Una vez se han instalado, lo que se ha programado primero es que Lena vaya a ver a Nathiel, el sacerdote máximo. Con la ausencia de Marduk, serán Airo y Ethan los que acompañarán a Lena. Airo es el primero en llegar, Nathiel estaba esperando, sentado en un banco. Se levanta.

—Hola Airo. —Nathiel los recibe mucho más humildemente que Ridas. Es un sacerdote bastante mayor. Algunos dicen que portó la luz de pequeño, pero que la escondió tanto para no ser capturado, que la luz lo abandonó—. Es una sorpresa muy agradable verte aquí.

—Hola Nathiel, me agrada verte. —Ambos se saludan afectuosamente.

Tienen unas palabras, al poco se une Ethan. Lena no acaba de aparecer.

—Es raro, Lena no suele tardar... —Ethan piensa que debería ir a por ella, y dado todo lo que ha pasado últimamente, se pone nervioso.

—Tranquilo, déjala, me imagino dónde estará. —Nathiel ríe levemente—. Pasad a la sala conmigo, tomemos algo, dejémosla descansar.


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Lena está con la cabeza apoyada en una piedra, y el cuerpo totalmente sumergido. El vapor del agua hace difícil ver las termas al completo, pero Jaina y ella pueden percibir que están solas. Han cerrado las termas, solo para ellas.

—Madre mía. —Lena no abre los ojos. Se la ve en una relajación máxima. Jaina está su lado, no encuentra una postura que la haga sentirse cómoda.

Jaina sigue buscando como colocarse, le da envidia lo bien que parece estar Lena.

—No me malinterpretes, esto de estar a remojo en aguas que sirven para cocinar está bien, pero... —Jaina se levanta, y se sale del agua.

—Shhhhh. —Lena sigue con los ojos cerrados—. Quiero vivir aquí. —Abre los ojos, se incorpora un poco y mira a Jaina—. ¿Y si vivimos aquí? Me podría venir todos los días.

Jaina ríe, y comienza a vestirse.

—Quédate un poco más si quieres, te espero fuera.

—Como desees. —Lena no piensa salir, vuelve a tumbarse y a cerrar los ojos.

No hay nadie, deja flotar su cuerpo. La luz la traspasa. Una sensación de tranquilidad indescriptible la llena, conecta con algo, conecta con ella misma, con su origen. De repente, abre los ojos. Sigue flotando, pero no hay agua. El espacio es negro, el vacío es absoluto. Lena se asusta y se levanta, está sin ropa, pero eso no le preocupa. Se pregunta dónde está. Entonces comienza a oírlo, como un susurro, como una voz lejana que se va acercando trasportada por el viento, le dice algo, algo ininteligible. Se siente rodeada por la oscuridad, no hay luz, no hay nada en la distancia, no hay palacio blanco. Lena se queda quieta, el sonido cada vez es más perturbador, está más cerca, hasta que lo entiende.

Te encontraré, hermana

Como un recuerdo oculto, como algo de otra vida, a Lena le recorre un escalofrío, un recuerdo. Un recuerdo de miedo absoluto, de terror, de pánico. Grita.

Lena abre los ojos, vuelve a estar en las termas, sola, el silencio es perturbador. Se levanta y se viste.


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Nathiel recibe a Lena con un afectuoso abrazo.

—Sé que no ha sido fácil. —Nathiel empieza a caminar con ella—. No te mentiré, lo he pasado mal. He rezado cada día para que llegases aquí. —Nathiel intenta no mencionar a Marduk en ningún momento, también rezó por él.

—Nathiel, tú conociste a mis padres, ¿Te puedo preguntar algo? —Lena tiene cara pensativa.

—Lo que quieras.

—¿Yo tenía un hermano? —Lena camina mirando al suelo.

Nathiel se para, no comprende la pregunta.

—No, que yo sepa. —Nathiel ve la cara de preocupación en Lena— ¿Pasa algo?

—No, nada. —Lena vuelve a sonreír—. Tengo ganas de oírte hablar hoy, siempre me ha gustado escucharte en el acto de preparación.

Nathiel ríe.

—Cómo te gusta hacer cumplidos.

Ambos hablan del acto, y se separan, necesitan prepararse. Lena se va pensativa, empieza a comprender que muchos recuerdos y sensaciones que tiene, son de antes de nacer en este mundo.


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Las fiestas en Angelare son increíbles. La ambientación por la calle y la decoración hace que la gente se sienta totalmente inmersa en un acto de celebración, de felicidad. Bailes, torneos, juegos y otros eventos colman las calles de Angelare, cerradas al paso de caballos y carruajes para hacer disfrutar más a los ciudadanos.

Lena permanece preparando el acto. Liam aprovecha para salir un poco y no estar en palacio, se permite separar el fruto de Lena un rato. Annete se va con él. Tiene un material que está estudiando muy deteriorado y necesita ciertos componentes para poder separar las páginas. Entran en una tienda.

—¿Y qué buscamos? —Liam pasea por la tienda, sin entender casi nada de lo que ve.

—Es un ácido de... Bueno, tú déjame a mí, ahora vuelvo. —Annete tarda unos minutos en hacer sus compras, Liam sale a la calle a esperar. Annete se une al poco.

—Ya está. —Annete se guarda el frasco y se dirige a Liam, en tono más bajo, como si le fuese a contar algo preocupante—. Hay algo que me está comiendo por dentro.

Liam la mira, callado, sopesando si es mejor que le dé pie a hablar, o no.

—Está bien, te lo cuento. —Annete ha tomado la decisión por él—. He estado estudiando parte del material, prefiero no decírselo a nadie, no hasta mañana, cuando la farola esté cargada.

—Pero, ¿Qué pasa? —Dada la cara de preocupación de Annete, Liam se ha atrevido a darle pie.

—Donde estuvimos parece una creación, nuestra...

—¿Nuestra?

—Humana, quiero decir, de antes de que llegasen los demonios. Tengo mil preguntas sin respuesta, pero estoy segura de algunas cosas. Esas estructuras son humanas y el túnel no es un túnel, es una especie de arma. Un arma muy potente. —Liam escucha atento, preocupado. Annete anda con él, mientras le sigue contando—. Tengo que asegurarme, gracias a esto, — Señala el frasco que ha comprado—, lo haré esta noche. Pero creo que he encontrado una referencia a un edificio, una especie de laboratorio cerca de aquí, en zona oscura, a unas horas del borde.

—¿Un laboratorio?, ¿de qué? —Liam se ha parado, apartándose a una zona donde no hay gente.

—De luz, o eso creo. Y creo que habrá un fruto ahí, si lo hay...

—Lena podría encender Ursia... —Liam parece preocupado, por una parte, esta información era lo último que necesitaba oír.

—Eso es, pero tengo que asegurarme, no le digas nada a nadie, por favor.

Ambos continúan andando un rato, pensativos, en silencio.


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Filo avanza sigilosa, ha pasado demasiado tiempo en la luz, tardará en quitarse ese olor. Encuentra un grupo de trabajadores en el camino, se une a ellos, así pasará desapercibida. Vuelven a Olmena, un pueblo sumiso al norte de Angelare. El pueblo de Filo. Alguno la reconoce.

—¡Filo! —Un hombre con aspecto muy cansado la saluda—. Dichosos los ojos, pensábamos que habías huido a la luz.

—He ido de compras.

El hombre lo entiende y no le recrimina.

Algunos demonios mayores aparecen en el camino, se están acercando. Todos paran. El hombre entrega a Filo una bolsa llena de carbón, ella se la echa a la espalda.

Uno de los demonios se adelanta, observando, y pasa cerca de ellos.

—Tú y tú. —Señala a dos personas—. Dejad las bolsas en ese carro, luego podéis iros.

Cuando todos están en movimiento el demonio ordena parar de nuevo, se acerca a Filo.

—Hueles a luz. —El demonio se acerca amenazante, acercándose mucho a la cara de Filo, ella no se inmuta.

—Sí. —Contesta tranquila—. Estaba cazando, cuando vi una explosión de luz enorme. —Se refiere a la explosión de Lena, a la salida del túnel, la nueva esfera se ha creado cerca de aquí—. Me pilló de lleno... —Hace como que se huele a sí misma—. Espero que se pase pronto.

—Continuad. — El demonio se da por satisfecho y les deja seguir.

Al poco de avanzar el hombre habla en voz baja a Filo.

—Están mucho más controladores desde esa explosión de luz. Esto se ha llenado de demonios. La nueva esfera está cerca, y creo que temen que huyamos ahí.

Llegan a Olmena. En la entrada hay doce postes con personas colgadas, la mayoría muertas, algunas aún no. Cuando pasan a su lado, los moribundos los llaman, les piden clemencia. Nadie dice nada, ni siquiera los miran, temen las consecuencias de ayudar a alguien que ha intentado huir a la luz. Son una advertencia.

Una chica del grupo se acerca a Filo. Filo es muy respetada en Olmena, saben que va y vuelve a zona protegida cuando quiere, muy pocos pueden conseguir pasar desapercibidos como ella.

—¿Murieron muchos de ellos en la explosión? —Nadie le pregunta por qué no se queda en la luz, por qué vuelve. Todos saben esa respuesta.

—Muchos, muchísimos. —Filo sonríe a la chica, dándole, aunque sea por un momento, algo de felicidad.

Se separan, Filo sale corriendo hacia una casa algo destartalada, cerca de un arroyo. Una mujer mayor está lavando ropa. La ve.

—¡Filo! —Se acerca, la abraza—. ¿Lo tienes?

Filo saca el pequeño frasco, guardado a buen recaudo.

—¿Dudabas? —Filo se vuelve a guardar el frasco—. ¿Cómo está? —Filo tiene ganas de entrar a la casa, pero prefiere informarse bien.

—Bueno, no muy bien... —La mujer separa a Filo algo de la casa, para poder hablar de forma más privada—. Hubo una explosión de luz muy cercana, casi muere, lo pasó muy mal. Luego volvió a estar como siempre, aunque la infección ha avanzado.

Filo asiente, y despacio, entra a la casa, que está bastante a oscuras. Cuando está llegando, se escucha una voz.

—Te he echado de menos. —Una chica de unos quince años se incorpora un poco en la cama, ojos rojos y la piel negra muestran una infección muy avanzada.

Filo busca un asiento, y se pone al lado de la cama donde yace su hermana.

—Y yo a ti. —Filo la observa, la infección ha avanzado. Cuando una infección normal arraiga de verdad ya no es superable, la esencia de demonio se hace superior a la humana, la luz de los portadores te daña, y continúa hasta convertirte completamente en demonio menor. La mayoría de demonios menores se crean así, por infecciones normales, o experimentos fracasados, como intentos de creación de ejecutores. La medicina que trae Filo es lo único que evita que el proceso se complete.

—Toma, bébetelo todo. —Le entrega el frasco. Su hermana pequeña hace caso inmediato. Al terminar, se dirige a Filo.

—Cuéntame cosas, ¿Qué has visto? —Sus ojos se abren, las historias de Filo le fascinan.

—No sé ni por dónde empezar, ¿Sabes? —Filo se pone cómoda— Me he puesto un vestido.

— ¡¿Un vestido?! —La hermana no da crédito.

—Sí, y vi uno que te quedaría genial, cuando estés curada, te llevaré ahí. —Filo sabe que miente, se miente más a sí misma que a su hermana.

—Tendrías que estar guapísima. —La hermana intenta imaginarse a Filo así.

—Qué va, ridícula.

Las hermanas hablan. Filo parece feliz, pero aguanta las lágrimas que mostrarían sus verdaderos sentimientos. Se siente mal, ha sido feliz, ha estado en la luz, su hermana no podrá.


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El acto de preparación comienza. La plaza de Angelare que da a la farola es mucho más grande que la de Tunesia. Nathiel habla, dando las gracias a los hijos del a luz, a la gente, y alabando el comportamiento de los ciudadanos de Ursia, obligados a abandonar su hogar. Es un gran orador y todos permanecen muy atentos, absortos por sus palabras. Después de lo dicho, Lena habla poco, un discurso corto, diferente al de Tunesia, pero suficiente.

Como la otra vez, se junta con Liam. Lena duda si cogerle del brazo, así que caminan juntos, pero separados. Ella de forma casi instintiva, sin quererlo, le acerca su brazo. Él se deja, y caminan cogidos otra vez. Lena va muy nerviosa, no habla.

Llegan al cilindro. El sacerdote abre la puerta. Lena ayuda a Liam, y proceden a la carga. Esta vez, todo el fruto que quedaba es consumido. Unas lágrimas caen de los ojos de Liam. El sacerdote lo mira, entiende que el dolor que ha soportado en la carga es grande. Pero ningún dolor físico haría llorar a Liam, tiene otro motivo. Antes de que Lena le vea, se seca las lágrimas y recupera la compostura. Las esferas son recogidas por los sacerdotes. Liam se mira el brazo, pequeños puntos donde estaban las esferas aún siguen ahí, como pequeñas cicatrices.

—Desaparecerán, no te preocupes. —Lena sonríe, con los ojos cerrados—. Ya está, me alegro que ya no tengas que llevar esta carga. —Ella mira hacia otro lado, intenta bromear—. Ya no te puedo obligar a estar a mi lado. —La broma es una desesperada forma de buscar una respuesta.

Liam solo sonríe, no contesta. Como la otra vez, Lena le da las esferas. La farola de Angelare ha sido cargada, pero ya no queda fruto para cargar Ursia, como había sido previsto.


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Annete está volviendo a palacio, hoy no disfrutará de la fiesta, tiene trabajo por delante. Cuando está andando, alguien la llama. Annete se gira, ve a Gabriel con algunos de sus hombres.

—Gabriel, ¿Qué haces aquí? —Annete sujeta papeles caóticamente, alguno parece que se le va a caer.

—Unirnos a la celebración. Te veo preocupada, ¿Pasa algo? —Annete se queda pensativa por un momento, después de todo lo sucedido es muy recelosa de dar ninguna información a nadie, pero Gabriel ha demostrado con creces su fidelidad.

—Si te lo cuento, te chafo la fiesta.

Gabriel se va con Annete, esta noche trabajarán ellos, dejarán a los demás descansar.


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Esta vez las fiestas están preparadas, el banquete es enorme y se realiza en el exterior, en la plaza de la farola. Todo el pueblo celebra la carga de la farola, la continuidad de la luz sobre la oscuridad. La música comienza a sonar.

Por fin todo parece normal.

Airo habla con Ethan, mientras toman algo.

—Una lástima lo de Ursia. Bueno, creo que disfrutaré de esta noche y mañana volveré a Cúpula, con mi familia. —Airo coge otra copa—. ¿Vosotros que haréis?

—Estamos esperando instrucciones desde Cúpula, pero entiendo que volveremos. No sé cuál será el siguiente paso, vamos a perder Ursia. A lo mejor quieren recuperarla, espero que no quieran que Lena se involucre, ha pasado ya por demasiado. —Ethan mira su distintivo de capitán de la guardia de la hija de la luz, el que portaba Marduk. Ahora suyo. Piensa en Marduk y Airo lo nota.

—Creo que era el único hombre contra el que me daría miedo enfrentarme, más que contra Gerd.

—¿Perdona? —Ethan se señala a sí mismo. Airo ríe, y le cuenta algo.

—Teníamos una cueva... —Airo se pone pensativo, intentando recordar bien lo que le va a contar—. Ahí nos reuníamos, nos ocultábamos. Los pocos que formábamos la milicia. Cuando decidimos crear la milicia, sabíamos que sería inútil, ¿Qué conseguiríamos nosotros? Marduk lo tenía claro, quería que nuestro sacrificio sirviera de inspiración, que todo humano se levantase, luchase. No sé cómo lo hizo, pero me convenció. —Airo siente el peso de antiguos recuerdos, y se sienta—. He visto a Marduk en situaciones donde cualquiera se cuestionaría todo, donde cualquiera dudaría. Él no, por eso continué, por eso continuamos todos. Chaval, no todo es fuerza, no todo es habilidad.

Ethan se queda pensativo y se bebe su copa de un trago.

Jaina está hablando con alguien, y ve al fondo a Lena, apoyada en una barandilla. Es raro que la gente la haya dejado tranquila. La mira, Lena está muy decaída, lleva tiempo que no transmite la alegría a la que Jaina está acostumbrada, y eso la está atormentando. Sin querer, algo le vuelve a la mente a Jaina, algo que se prometió no recordar.

Jaina permanece sentada, sujeta un oso de peluche, manchado de sangre. A sus nueve años es casi adulta, ya es bastante fuerte, bastante hábil, al menos físicamente. Pero lo que la está destrozando, lo que ha acabado con ella, no es físico. Sentados en ambas sillas, están sus padres, ya muertos. No tienen lengua, así no podrían hablar. Les cortaron todos los tendones, así no podrían moverse. Y a ella la obligaron a verlo, a quedarse ahí, mientras morían, para que creciese con el mensaje grabado en lo más profundo de su ser, la traición no era tolerada. No habla, casi no respira, solo permanece sentada, en shock. Se oye ruido fuera, una batalla enorme, para ella ya han llegado tarde. El ejército ha tomado la ciudad, la farola de Ursia pronto será encendida, los demonios huyen.

La puerta se abre, como atraída por el dolor de Jaina, entra una niña más pequeña. No tendrá ni ocho años. Porta un bastón de luz, que se apaga. Se sienta detrás de Jaina, espera tranquila. Al rato, la llama, le toca el hombro, obligando a que la niña deje de ver lo que la está destruyendo, ese horror infinito. Ella se da la vuelta y ataca a la niña. La niña esquiva, corre, siempre intentando que Jaina no vuelva a mirar ese espectáculo grotesco, nunca más. Pese a eso la niña no huye, se queda con ella. Cuando Jaina está agotada, se sienta a su lado.

—Soy Lena.

Jaina no contesta, Lena le tiende la mano, animando a Jaina a seguirla.

—No será fácil, pero el dolor pasará, te lo prometo. —La voz de Lena transmite seguridad, como un faro en la oscuridad.

Las dos niñas salen, ya nunca más se separarían.

Jaina sigue mirando a Lena, deja con la palabra en la boca a quien le está hablando y va a por ella. La coge del brazo.

—Vamos a intentar disfrutar de la fiesta. —Jaina tira del brazo de Lena, Lena se deja, sin rechistar, sigue con tono triste—. A veces pareces tonta. —Jaina lo dice algo enfadada.

Lena se para.

—¿Perdona? —Se zafa de Jaina y se cruza de brazos.

—Mira a tu alrededor, ¿Sabes qué celebran todos? —Jaina empieza a señalar a la gente que está riendo, bailando, disfrutando—. La vida. ¿Sabes dónde estarían sin ti? —Jaina suaviza el tono—. Sé por lo que has pasado, lo entiendo, de verdad. —Lena ya no está de brazos cruzados—. Pero yo también sé algo sobre el dolor. Cuando todo parecía negro, cuando no parecía haber salida... —Jaina no suele hablar de ella misma, así que le cuesta— Tú me salvaste... —Jaina la coge de la mano—. Y ahora no sé qué hacer, no sé cómo ayudarte.

Jaina es una mujer dura y muy fuerte, pero le tiembla la voz.

—Perdona Jaina. —Lena coge sus dos manos—. Tienes razón. No sé dónde estaría sin ti. —Lena sonríe.

Mientras, un enorme baile en el centro de la plaza ha comenzado. Jaina entra con ella, y bailan. A Jaina no le gusta bailar, pero sabe que a Lena le apasiona y lo hace por ella. Por un momento, olvidan el dolor, olvidan la oscuridad, ríen. El baile se anima, la gente cambia de parejas. Jaina se zafa del baile. Cuando está en el borde de la plaza, viendo a los demás bailar, Liam se pone a su lado.

—Bailas fatal. —Liam está de brazos cruzados.

—Lo sé, ¿y tú? —Jaina extiende la mano animándole a que entre al baile con la gente. Liam niega con la cabeza.

—Yo, peor que tú... —Antes de acabar la frase, Jaina le ha empujado hacia dentro.

Liam se deja llevar, y sin darse cuenta, acaba enfrente de Lena. Los dos se paran, no saben qué hacer. Lena se atreve y le agarra. Liam se bloquea, así que vuelve a dejarse llevar. Bailan. Rodeados de mucha gente, pero solos. Y mientras, Liam observa a Lena, lo bien que se mueve, como un ángel en perfecta armonía con el entorno, lo perfecta que es. Se da cuenta de lo mucho que la ama, tanto, que le duele. Antes la observaba en la distancia, ahora no, y desde que se han hecho cercanos, ella no ha hecho más que sufrir. Siempre la ha fallado, el día que se la llevaron el azar hizo que cayese delante de la puerta, pero si no, también habría fallado. Siempre falla. Por su culpa no volverá a ver a Marduk. Casi la matan en Tunesia cuando se quedó con ella. Es indigno. Solo quiere que sea feliz, daría su vida sin dudarlo, ahora mismo, para que fuese feliz siempre. El sentimiento que lo recorre es tan fuerte, tan intenso, que duele, duele mucho. No puede aguantarlo, ya tomó esta decisión hace tiempo. Suelta a Lena y se va. Lena intenta alcanzarlo, pero entre la muchedumbre bailando le cuesta avanzar, hasta que lo pierde.

Lena se queda en el medio, mientras todos bailan a su alrededor, quieta, triste, sola.


--------------------


Lena se despierta, cuando lo hace ve en su mesilla una bolsa, llena de esferas de metal del fruto apagado, las que ella le dio a Liam. A su lado, una nota. La lee.

El resto del grupo está desayunando, solo faltan Lena y Jaina, que siguen en su habitación, y Liam, no saben nada de él. Están discutiendo los siguientes pasos para volver a Cúpula. Annete se dispone a contarles sus descubrimientos, sabe que eso traerá consecuencias, pero es muy importante, no puede callarse. Abre la boca, pero antes de emitir ningún ruido, se escucha a Lena de fondo, bajando por las escaleras.

—¡¡Este chico es imbécil!! —Lena aparece, descalza, en pijama, sin estar aún arreglada, andando muy enfadada—. ¡¡Imbécil del todo!! —Sujeta un papel en la mano. Pasa sin saludar, directa a la salida. Jaina va detrás. Todos miran a Jaina, buscando una explicación. Jaina solo se encoge de hombros. Lena sale por la puerta, farfullando cosas mientras anda. Airo se levanta. Todos la siguen.

Baja hacia abajo, hacia la plaza, sin soldados. La gente se queda boquiabierta al verla pasar, descalza, en pijama. Lleva tal cara de furia que nadie se atreve a pararla, la dejan continuar. Todos murmuran.

En el borde de la plaza hay una caravana que se está preparando para salir. Se puede ver a Liam recogiendo su bolsa mientras un trabajador de la caravana, subido en un carro, le está intentando devolver el cambio.

Lena se acerca a él, cuando Liam se da la vuelta, la cara le cambia, una cara de susto y miedo enorme. Lena levanta la nota, se la enseña. El resto del grupo prefiere quedarse atrás, a una distancia prudencial. El bofetón se escucha hasta en Tunesia.

—¡¡Qué mierda es esto!! —El grito de Lena hace que mucha gente se pare, a mirar qué ocurre—. Pensaba que eras alguien valiente, pero eres un cobarde.

Liam está paralizado, no sabe qué contestar, no dice nada. Lena continúa.

—¡Dime la verdad! —Abre la nota, comienza a leer fragmentos.

—No estoy a la altura... —Lena sigue enfadadísima, lee otro fragmento—. Tengo la culpa... —Lee el final de la nota. Según lee el enfado se acrecienta—. Te deseo lo mejor... —Hace una bola con la nota, con rabia, y se la tira a la cara a Liam, le da en toda la frente. Liam sigue sin contestar, realmente no sabe qué decir, así que Lena continúa—. ¡¿De qué tienes la culpa?! Yo te lo diré. —Lena tiene los puños cerrados, como si fuese a explotar de rabia en algún momento—. Tienes la culpa de que me levante por las mañanas. Tienes la culpa de que sonría. —Lena baja el tono, mira al suelo, como si dijese algo que le da mucha vergüenza—. Tienes la culpa de que no me haya rendido. —Lena vuelve a mirarle a los ojos, los tiene llorosos— ¿Es que no lo entiendes? —La voz de Lena empieza a temblar, no puede evitarlo—. Estoy enamorada de ti, desde siempre. —Liam de repente se acordó de la niña que le salvó, cuando tenía cinco años—. ¿Qué no estás a la altura? —Lena ya llora de forma evidente, pero no se calla—. La única forma que tienes de no estar a la altura es haciendo esto, es yéndote de mi lado. —Se seca las lágrimas con sus manos, el enfado vuelve—. Así que, ¡Dime la verdad! No seas cobarde. Dime que me odias, que no me aguantas. —Lena para, como si lo que estuviese diciendo la estuviera destrozando por dentro—. Dime que no me quieres y me iré, te lo prometo. Lo entenderé, lo aceptaré. —La voz de Lena ha cambiado, como si estuviese desanimada, como si se hubiese quedado sin fuerzas—. Pero déjate de excusas.

La plaza se ha quedado callada. El trabajador de la caravana está con el brazo extendido, aún no le ha devuelto a Liam el cambio, no sabe qué hacer.

Liam mira a Lena y entonces lo comprende. Siempre había pensado que ella estaba a su lado por el fruto. Se equivocaba. Siempre había pensado que la fallaba, pero fallar es no intentarlo. Siempre había pensado que cuando le pasaba algo bueno, no era real. Llevaba tanto tiempo en un pozo de oscuridad, que no se había dado cuenta de que le habían tendido la mano. El grupo, Lena en especial, le había sacado del pozo, y él no lo sabía.

A veces los peores monstruos, los peores demonios, son los de uno mismo. Por fin lo entiende.

Así que se arma de valor. Liam podría estar enfrentándose a la muerte y le daría igual. Pero ahora tiembla, suda. Necesita un enorme valor para lo que va a hacer, más que nunca.

Y la besa.

Al poco, la plaza estalla en aplausos y vítores. Se escuchan voces, gente indicando la suerte de Liam, otros que va a haber boda, todo tipo de cuchicheos. Jaina tiene la mano en la cara, siente vergüenza ajena. Gerd y Airo se ríen. Ethan permanece indiferente.

Liam y Lena se dan cuenta, y paran. Liam apoya su frente en la de ella, y le dice algo en tono bajo.

—Perdóname. Ahora vas a tener que aguantarme.

El rostro de Lena se llena de alegría, de luz, como hacía tiempo que no pasaba.

El trabajador de la caravana está paralizado, la caravana entera está esperando por Liam para partir.

—Entonces, ¿Viene el señor? —Alguien le da un golpe en la cabeza por detrás, indicando que los deje, y la caravana parte, sin Liam.

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