โž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... More

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โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
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โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn

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By Lucy_BF

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

✹.✹.✹

──── CAPÍTULO XXXV ─────

SUSURROS DEL CORAZÓN

────────ᘛ•ᘚ────────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        EL AMBIENTE QUE SE RESPIRABA en la ciudadela era festivo y dicharachero, fruto de las hazañas que el Gran Ejército Pagano había ido acumulando desde que había desembarcado en tierras sajonas, hacía prácticamente tres lunas. Las calles se habían convertido en una baraúnda de voces y risas, y el aire olía a comida y alcohol. Eivør permanecía sentada en torno a una mesa de madera desgastada. Junto a ella se hallaban Iben y Runa, además de otras skjaldmö con las que había congeniado bastante. Drasil, en cambio, no se encontraba entre ellas, por más que la morena hubiese insistido en que las acompañara. Y es que el humor de su mejor amiga no había hecho más que caer en picado desde que la habían herido en el campo de batalla.

Eivør había tratado de levantarle el ánimo en más de una ocasión, pero todos sus esfuerzos habían sido en vano. Drasil había vuelto a hermetizarse, encerrándose en sí misma y aislándose del mundo exterior. Y aunque la mayor sabía que aquello era habitual en la hija de La Imbatible, dado que esta siempre había sido muy reservada, no podía evitar preocuparse por ella. Porque era evidente que aquel retraimiento había surgido a raíz de los últimos acontecimientos, que le habían afectado más de lo que quería admitir.

Hasta ahora no había sido consciente de la inmensa presión a la que había estado sometida Drasil. La atracción que sentía por Ubbe y su posterior aventura con él habían contribuido a ello, a que se sintiera dividida y más confundida que nunca. Sabía que se culpabilizaba por haber permitido que las cosas llegaran tan lejos y que temía la reacción de Lagertha cuando se enterase de que había estado confraternizando con nada más y nada menos que el primogénito de su mayor enemiga, de ahí que hubiese intentado evadirla de todo aquello.

Y luego estaba Aven.

El desencuentro que había protagonizado con el aprendiz de herrero hacía un par de noches había mellado el estado anímico de Drasil, que no había levantado cabeza desde entonces. 

Aunque eso no era lo único, ni mucho menos. 

También estaban la reciente muerte de Helga, de la que se había enterado por boca de Björn, y lo mucho que extrañaba a su madre y a todos los seres queridos que había dejado en Kattegat. Al fin y al cabo, no dejaba de ser una chiquilla de apenas veinte inviernos. Puede que fuera muy madura para algunas cosas, pero para otras seguía siendo una cría. Y aquella sucesión de acontecimientos, a cual más turbador que el anterior, la había desestabilizado emocionalmente.

Eivør se llevó su jarra de hidromiel a los labios. Dio un largo trago y, en cuanto depositó nuevamente el recipiente en la superficie de madera ennegrecida, echó un vistazo rápido a su alrededor. Sus compatriotas no habían escatimado recursos a la hora de transformar la ciudadela en una enorme taberna; numerosos hombres y mujeres se habían asentado en las calles, haciendo uso de mesas y bancos improvisados para comer y beber hasta reventar.

Fue entonces cuando sus iris pardos se desviaron hacia una figura alta y tonificada, de huesos largos y gráciles y músculos chatos. Björn se hallaba a una distancia considerable de ella, platicando animadamente con Halfdan, con quien parecía tener muy buena relación.

Eivør se tomó unos segundos para poder escrutarle con mayor detenimiento. Estaba de espaldas a ella, pero eso no le impidió recrearse en la visión de ciertas zonas de su afrodisíaca anatomía. Ni siquiera le importó que sus compañeras, cuyas voces llegaban amortiguadas a sus oídos, pudieran percatarse de que su foco de atención ya no estaba puesto en ellas, sino en el mayor de los Ragnarsson.

No habían transcurrido ni cinco minutos cuando Björn se despidió de Halfdan con unas palmaditas en la espalda, justo antes de echar a andar hacia las puertas que conducían al interior del castillo. 

Como si gozaran de libre albedrío, las piernas de Eivør se pusieron en movimiento. La escudera se disculpó con el grupo de mujeres con el que había estado reunida, alegando que tenía asuntos que atender, y dirigió sus apresurados pasos hacia la fachada del edificio.

—¡Björn! —exclamó antes de que el susodicho pudiera ingresar en la fortaleza. Este se detuvo en el acto y se volteó hacia ella. Estaba pálido y ojeroso, pero el rostro se le iluminó al verla—. ¿Tienes un momento? Me gustaría hablar contigo —dijo, una vez que le hubo alcanzado.

—Claro. —El rubio asintió—. Ven, entremos.

Ambos atravesaron la cimbra de piedra, resguardándose en la intimidad que les conferían los muros del castillo, donde podrían estar a salvo de miradas y oídos indiscretos.

—¿Ocurre algo? —quiso saber Björn, posicionándose frente a ella.

—No, tranquilo. —Eivør meneó la cabeza—. Pero te debo una disculpa —prosiguió luego de colocarse un mechón rebelde detrás de la oreja. Ese día llevaba el pelo suelto—. Por mi comportamiento de estos últimos días —se apresuró a aclarar ante la expectación con la que la observaba el hombre—. Estaba tan nerviosa y asustada por lo de Drasil que... —Bajó la mirada, avergonzada.

No había sido justa con él. Había estado tan preocupada por su mejor amiga, temiendo que no saliera adelante, que no había reparado en la cantidad de desprecios que le había hecho a Björn, empezando por su frialdad en el bosque.

Durante los días en los que la hija de La Imbatible había estado inconsciente, el caudillo vikingo había hecho todo lo posible para tratar de reconfortarla. La había apoyado a pesar de sus continuos desplantes, y eso era algo que jamás olvidaría. Porque no se lo había puesto nada fácil y aun así él le había ofrecido consuelo.

—No tienes que disculparte por nada, Eivør. —Björn hizo un ademán con la mano, restándole importancia al asunto. No se lo había tomado a mal, puesto que era consciente de que no lo había hecho con mala intención. Conocía lo suficiente a la skjaldmö como para saber que era una mujer de carácter y que en circunstancias así había que ser paciente con ella—. Ha sido una situación muy tensa para todos, sobre todo para ti. Tan solo estabas preocupada por Drasil.

Eivør negó tozudamente con la cabeza.

—Aun así, lo lamento —reiteró. Su insistencia logró arrancarle una sonrisa al primogénito de Ragnar Lothbrok, que cruzó los brazos sobre su pecho, adquiriendo una pose desenfadada—. Estos días te has portado muy bien conmigo, y eso que he estado inaguantable —apostilló en un improvisado tono jocoso.

Al escucharlo, Björn rio entre dientes.

—Drasil y tú sois igual de testarudas, por lo que veo.

Eivør también carcajeó.

—Lo sé. —Se encogió de hombros con naturalidad—. Lo aprendió de mí.

Más risas inundaron el ambiente. A la morena no dejaba de sorprenderle lo cómoda que la hacía sentir Björn en su presencia. Le conocía de apenas unos meses, pero disfrutaba tanto de su compañía que parecían amigos de toda la vida. Podía hablar con él de cualquier cosa e incluso bromear sobre determinados temas, tal y como haría con Astrid o Drasil.

Con otros hombres y mujeres con los que se había acostado normalmente esa camaradería solía desvanecerse en el momento en que sucumbían al placer de la carne, pero con el rubio aquello no había sucedido. Con él todo había surgido de manera natural y espontánea. No habían forzado las cosas, y tal vez fuera eso por lo que su amistad seguía intacta.

Eivør no demoró en retornar a una expresión neutral. Entrelazó las manos sobre su regazo e inspiró por la nariz.

—También quisiera darte mis condolencias. —Cambió su peso de una pierna a otra en un mohín nervioso—. Por lo de Helga. —Ante la mención de la esposa de Floki, Björn palideció de golpe—. Sé que estabais muy unidos.

Le había conmocionado enormemente el trágico desenlace que habían tenido Helga y Tanaruz. Porque no, ella no culpaba a la niña como habían hecho otros, a quienes se les había llenado la boca despotricando en su contra. Era de esperarse que algo así ocurriera, y más teniendo en cuenta el estado mental de la chiquilla, que había quedado muy tocada tras presenciar cómo arrasaban su hogar y aniquilaban a su familia.

—La conocía desde siempre. Desde que era un crío —secundó el Ragnarsson. Tenía los hombros caídos y las facciones crispadas en un rictus amargo—. No merecía acabar así.

Eivør se abrazó a sí misma.

—No, la verdad es que no. —La joven hundió las uñas en la tela de su vestido, buscando con aquel ápice de dolor que la mente se le despejara. Habían sido unos días muy tensos y agobiantes. Pese al jolgorio que se había adueñado de la ciudadela, muchos estaban de luto.

Habían sufrido infinidad de bajas en ese último enfrentamiento contra los cristianos. Numerosos guerreros y escuderas habían perecido mientras hacían frente a los soldados ingleses, luchando con gran valor y tesón. Y aunque la muerte siempre se había considerado un motivo de tristeza y melancolía, Eivør confiaba en que todos ellos hubieran entrado o bien en el Valhalla o bien en el Fólkvangr, donde podrían disfrutar de la compañía de los dioses hasta la temible llegada del Ragnarök.

—Voy a volver al Mediterráneo —anunció Björn tras unos instantes más de mutismo. Quería que se enterase por él y no por otra persona—. Ansío seguir explorándolo, descubrir los tesoros que oculta. —Realizó una breve pausa antes de continuar—: Y quiero que vengas conmigo.

La muchacha compuso una mueca de desconcierto. Se había quedado totalmente rígida, con las cejas arqueadas y los labios entreabiertos. Aquella era la segunda vez que el caudillo vikingo la dejaba sin palabras, lo que era harto complicado, dado que Eivør nunca había sido una persona fácil de impresionar.

Al azoramiento inicial le sucedió un hormigueo en el estómago, uno tan intenso que la skjaldmö no supo cómo interpretarlo. La boca se le había quedado seca y el ritmo de sus latidos se había acelerado de forma considerable. La propuesta de Björn la había pillado desprevenida.

—¿Por qué? —inquirió, presa de la curiosidad.

El aludido se arrebujó en la gruesa capa que llevaba sobre los hombros.

—Me gusta estar contigo —respondió con simpleza.

Eivør sonrió pícaramente.

—Admítelo, Ragnarsson. Te has encariñado de mí. —Le propinó un suave codazo en las costillas en un gesto cómplice—. Aunque no te culpo. De buenas soy encantadora —agregó, ensanchando aún más su sonrisa y batiendo sus largas y espesas pestañas.

De nuevo, Björn carcajeó. Adoraba los hoyuelos que se formaban en la piel subyacente de sus mejillas cada vez que sonreía. Le conferían un toque infantil e inocente que, a su parecer, resultaba de lo más adorable.

—No cambies de tema, escudera. —El hombre avanzó un paso, reduciendo así la distancia que los separaba. Eivør tuvo que alzar la cabeza para poder mirarlo a los ojos, a ese par de cuentas azules que parecían ver a través de ella—. ¿Nos acompañarás?

La morena suspiró.

—Sabes que no puedo —contestó. Estaban tan cerca el uno del otro que podía percibir el calor que desprendía el cuerpo de Björn. Se vio tentada a posar las manos en su torso para comprobar si su corazón estaba tan acelerado como el suyo, pero se contuvo—. Ese es tu destino, el camino que los Æsir y los Vanir han forjado para ti, pero no el mío. —Retrocedió de manera instintiva y se cogió los codos para mantenerse firme—. Mi sitio está en otra parte.

Contra todo pronóstico, los labios del rubio hilvanaron una efímera sonrisa, aunque Eivør pudo apreciar una chispa de decepción latiendo en el fondo de sus orbes celestes. Aquello hizo que se sintiera terriblemente mal consigo misma, pero estaría faltando a sus principios si accediera a irse con él. A ella no le interesaba viajar, tal y como se lo había hecho saber en más de una ocasión. Quería labrarse un futuro prometedor en Escandinavia, que su nombre fuera tan reconocido como el de Lagertha, y eso era justo lo que haría.

—Suponía cuál sería tu respuesta, pero quería intentarlo de todos modos —indicó Björn, clavando momentáneamente la vista en el suelo. Instantes después volvió a rebasar los escasos centímetros que los separaban, provocando que su joven acompañante lo observase con asombro. Extendió una mano hacia ella y la colocó detrás de su nuca—. Estoy convencido de que los dioses te deparan grandes cosas, Eivør Hrólfrsdóttir. Y espero estar ahí para verlo. —Ante ese último comentario, las fuerzas de la mencionada flaquearon.

El hálito de Björn le entibió la cara. Sus labios, insinuantes, estaban muy cerca. No fue consciente de lo mucho que deseaba que la besara hasta que el primogénito de Ragnar Lothbrok se apartó de ella, haciendo que se esfumara dicha posibilidad.

Abrumada, Eivør vio cómo este le dedicaba una última mirada antes de girar sobre sus talones y marcharse, dejándola sola con sus pensamientos.

A Drasil le encantaba el olor a tierra mojada.

Esa mañana había llovido, al igual que muchas otras desde que habían llegado a Inglaterra. Allí la temperatura era mucho más suave que en Noruega, donde el frío calaba hasta los huesos, aunque las tormentas eran más abundantes.

La skjaldmö, quien llevaba tres días recluida en el castillo, había creído conveniente salir para despejarse un poco y ver algo más que las paredes de sólida roca de la fortaleza. La læknir que se había encargado de atenderla le había recomendado guardar reposo durante al menos una semana, puesto que la herida todavía estaba muy reciente y existía el riesgo de que se saltaran los puntos. Sin embargo, Drasil no aguantaba más tiempo encerrada. Ahora que poco a poco se iba sintiendo mejor le apetecía recuperar su antigua rutina. Sabía que aquello no podría ser posible hasta haber transcurrido un tiempo, cuando el corte cicatrizara, pero trataría de normalizar su estado todo lo que pudiera.

La hija de La Imbatible respiró hondo. El viento había desmenuzado y alejado las nubes, dejando rastros diseminados a través del cielo. 

Contempló con fascinación el hermoso cerezo que se erigía delante de ella, a apenas unos metros de distancia. Este ya había florecido, trayendo consigo el preludio del misseri de verano. Las flores, de un delicado tono rosado, surgían en pequeños corimbos que se agrupaban formando un espectacular manto de aspecto aterciopelado.

Eivør le había hablado de lo hermosos que estaban los jardines interiores del castillo, de ahí que no hubiese podido resistirse a la idea de comprobarlo con sus propios ojos. Su mejor amiga no había mentido: los árboles frutales y las retamas habían sustituido su desnudez invernal por trajes multicolores, y la hierba del suelo lucía verde y esponjosa.

La brisa arrancó de una de las ramas una flor de cerezo que fue a parar a la rodilla de Drasil. Esta la tomó entre sus largos y delgados dedos y la hizo girar sobre su propio eje. La dulce fragancia que desprendían los pétalos se coló sin previo aviso en sus fosas nasales, haciendo que cerrara los ojos.

Abandonada a sus pensamientos, consideró por primera vez qué habría ocurrido de haber fallecido en el campo de batalla. Aquello habría destrozado a su progenitora, quien ya había tenido que hacer frente al inmenso dolor que producía la muerte de un hijo. Aunque no solo ella se habría hundido, sino también Eivør. 

Hasta ese momento no había reparado en lo preciada que era su vida para determinadas personas de su entorno, en lo mucho que la habrían llorado de no haber sobrevivido. Había podido comprobarlo con su compañera, quien había pasado un auténtico calvario en tanto ella había estado convaleciente.

Estaba avergonzada. Había sido una inconsciente. Todo lo que Kaia y Lagertha —y hasta incluso Jórunnr— le habían enseñado desde que había comenzado su adiestramiento como escudera lo había echado a perder en apenas unas horas. Había cometido tantos errores en aquel último combate contra los sajones que seguía preguntándose cómo podía continuar con vida. 

Se había confiado, y había pagado por ello.

—Hola.

Sus párpados se elevaron nuevamente, para después virar la cabeza hacia su derecha. El aire se le quedó atascado en los pulmones al vislumbrar a Ubbe junto a la arcada que daba acceso a los jardines interiores. Algo en dentro de ella se removió al verlo allí apostado, con sus iris azules escudriñándola con necesidad y urgencia. Pudo sentir cómo el ritmo de su ya acelerado corazón duplicaba su velocidad, alcanzando una cadencia casi frenética.

—Hola... —musitó Drasil con un hilo de voz.

Esa era la primera vez que se veían desde que ella había despertado. La primera vez que se perdía en su magnética mirada tras haber estado sumida en la más absoluta oscuridad. Y lo que sintió al avistarle fue tan intenso y sofocante que perdió la noción de quién era o qué era y dónde estaba.

El chico avanzó a grandes zancadas hacia ella.

—¿Puedo sentarme? —consultó, señalando con un suave cabeceo el banco de piedra en el que estaba acomodada la muchacha. Esta asintió con timidez, dándole permiso para que se dejara caer a su lado.

Aún con la florecilla en la mano, Drasil rompió el contacto visual con él, cohibida. Todo su cuerpo había entrado en tensión; las palmas le habían empezado a sudar y las piernas le temblaban bajo la falda del vestido. 

Por el rabillo del ojo miró a Ubbe, que se había inclinado ligeramente hacia delante, apoyando los codos en sus rodillas. Se había recortado la barba y peinado la trenza, adquiriendo un aspecto más cuidado. Su piel cetrina lucía un profundo bronceado producto de los meses que habían pasado a la intemperie y sus músculos estaban más desarrollados que cuando habían abandonado Kattegat.

«La forma en que te miraba era tan... sentida y profunda. Pude leer el miedo en sus ojos». Las palabras de Eivør resonaron en su mente con la misma claridad con la que las había escuchado la primera vez, hacía ya dos días.

Ansiaba con desesperación abrazarlo, sentir de nuevo su cuerpo contra el suyo, pero no se atrevía a tocarlo. Los recuerdos de su última discusión se lo impidieron, aderezados con el temor y la confusión que aleteaban bajo sus costillas.

—Veo que estás mejor —pronunció el Ragnarsson.

Drasil soltó la flor y entrelazó las manos sobre su regazo. Sus falanges comenzaron a juguetear frenéticamente las unas con las otras.

—Aún estoy dolorida —remarcó, volviendo la vista al frente—. Pero poco a poco la herida se va curando. —En un acto reflejo, se cubrió la zona afectada con las brazos. Los puntos le tiraban bastante, pero era algo que se podía soportar.

Ubbe asintió.

La hija de La Imbatible se mordisqueó el interior del carrillo, sin saber muy bien qué decir o cómo actuar. Aún no sabía cómo comportarse con él en un ámbito que no fuera el sexual. Era cierto que se había acostado con otros hombres, pero aquellas experiencias habían sido fugaces y esporádicas. La situación con el guerrero era completamente diferente. Podría decirse que en ese aspecto era toda una novata, como una potranca recién nacida.

—Me han comentado que has estado preocupado por mí —se aventuró a decir, rompiendo el aciago silencio que se había instaurado entre ambos.

Ubbe se volteó hacia ella.

Parecía cansado, como si llevara sobre los hombros una pesada carga.

#

—Todos lo hemos estado —sentenció.

—Sabes tan bien como yo que eso no es cierto —repuso Drasil a la par que esbozaba una sonrisa carente de humor. Su existencia era de lo más insignificante para el Gran Ejército. Si moría era algo que solo atañería a unos pocos. Por no mencionar que había personas que ansiaban verla exhalar su último aliento, como Ivar o hasta incluso Sigurd—. Agradezco que lo hayas hecho, de verdad —añadió segundos después.

Esta vez fue Ubbe quien apartó la mirada, apocado. Se aclaró la garganta y tragó saliva mientras la castaña se relamía los labios y volvía a focalizar su atención en el cerezo.

Había estado muerto de preocupación. No obstante, había algo en su interior que le impedía decirlo en voz alta. Y se odiaba a sí mismo por ello, por no ser capaz de sincerarse con Drasil, por no querer admitir que había sufrido viéndola en ese estado tan decadente, por no tener el valor suficiente para mirarla a los ojos y confesarle que se había convertido en un pilar fundamental para él.

Porque ahora lo sabía.

Drasil le importaba, y mucho.

—¿Por qué no me odias, Ubbe? —La voz de la skjaldmö lo sacó de su ensimismamiento—. Después de todo lo que te he hecho, del daño que te he causado, ¿por qué no me desprecias? —interpeló, ocasionando que el susodicho la observase con estupor—. Yo en tu lugar lo haría —articuló. Sus orbes esmeralda habían perdido su habitual brillo, tornándose brumosos y opacos.

El primogénito de Ragnar y Aslaug se rascó la nuca con cierto nerviosismo. Mentiría si dijera que no lo había intentado. Después de lo sucedido en Hedeby se había forzado a odiarla. Al principio no le costó guardar las distancias, ya que el asesinato de su madre estaba demasiado reciente, pero con el paso del tiempo le resultó imposible mantenerse alejado de ella.

Poco a poco la fue conociendo, descubriendo todas y cada una de sus facetas. Se dio cuenta de que no era más que una chiquilla subyugada a los intereses privados de una mujer cruel y ambiciosa que no había vacilado a la hora de ponerla entre la espada y la pared. En tanto fueron sanando sus heridas internas se percató de que no eran tan diferentes como había considerado en un principio.

Se había abierto a Drasil como nunca antes había hecho con otra persona, a excepción de su progenitora y sus hermanos. Y las noches que habían pasado juntos, los besos robados y las caricias compartidas eran lo mejor que había tenido en mucho tiempo.

—Puede que tengamos nuestras discrepancias, pero no te deseo ningún mal —solventó Ubbe, encogiéndose de hombros—. Nunca lo he hecho, Drasil.

Al oírlo, la hija de La Imbatible apretujó la tela de su kirtle entre sus temblorosas manos. El caudillo vikingo era tan noble que a su lado no podía evitar sentirse una vil traidora.

—No me gustó cómo acabó nuestra última conversación —murmuró ella.

—A mí tampoco —atestiguó Ubbe.

Drasil tomó una bocanada de aire. Sus dedos continuaban hundidos en la falda de su vestido, clavándose dolorosamente en la piel de sus muslos. Notaba una molesta presión en el pecho que no hacía más que intensificarse conforme transcurrían los minutos. Se sentía agobiada, oprimida, como si estuviera a punto de explotar.

—Lo siento —bisbiseó con voz trémula y acongojada—. Por todo.

Sus disculpas pillaron por sorpresa a Ubbe, que se quedó mudo. Sus iris celestes se clavaron con tanta intensidad en los verdes de su interlocutora que pudo verse reflejado en ellos.

Drasil, por su parte, no pudo aguantar más la angustiante sensación que llevaba constriñéndole las entrañas desde hacía varios días. Sus ojos no tardaron en cristalizarse, anegándose en lágrimas de rabia e impotencia. Casi de manera inmediata, agachó la cabeza para que el Ragnarsson no pudiera ver lo vulnerable que era en aquellos instantes.

El llanto pugnaba por escabullirse de su garganta, que le ardía a causa de la represión de emociones, pero, por suerte, logró contenerse. Respiró hondo y exhaló despacio, obligándose a mantener la compostura. Sin embargo, en cuanto percibió que unos fuertes brazos la envolvían, ofreciéndole el consuelo que tanto necesitaba, le resultó imposible no derrumbarse.

Ubbe la abrazó con cariño, atrayéndola hacia sí. La joven, algo titubeante, se dejó hacer. Se encogió sobre sí misma y apoyó la cabeza en su hombro, agradeciendo el gesto. 

Lloró desconsolada, dando rienda suelta al miedo y a la confusión que la embargaban. El muchacho la estrechó con fuerza y la acunó con dulzura, susurrándole palabras reconfortantes al oído. Aquello, junto al aroma que desprendía su cálido cuerpo, hizo que Drasil tuviera la impresión de haber vivido un episodio similar antes.

Fuera como fuese, aquel contacto la sosegó como ningún otro.

—Estás perdonada, Dras —contestó Ubbe sin dejar de abrazarla.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, corazones!

Bueno, pues aquí tenéis un nuevo capítulo. Como dice el dicho: la primavera la sangre altera. No os imagináis lo mucho que he disfrutado escribiéndolo. Es que tanto en la primera escena como en la segunda se me caía la baba mientras tecleaba, jajaja. Pero mejor vayamos por partes, que aquí hay mucha chicha.

Primero hablemos de Eivörn, porque parece ser que entre estos dos se está cociendo algo. Qué pena que justamente ahora se tenga que ir Björn... ¿Qué pasará con nuestro queridísimo ship cuando el rubio más sexy de toda Escandinavia se vaya de parranda con Halfdan? Porque recordemos que Björn se lo pasa muy bien en Sicilia. Y también recordemos que a su regreso a Kattegat conoce a Snæfrid, aka la Christian Grey nórdica. Uy, uy, uy... que se avecinan curvas x'D

Y ahora pasemos a nuestro anhelado (a la vez que sufrido) Drabbe...

¿Oléis eso? ¿Lo notáis?

*Suena la canción Love is in the air*.

Decidme, ¿pueden ser más bonicos estos dos? Porque han sacado mi vena sensible. O sea, Drasil sintiendo que el coração le va a explotar por ver a Ubbe después de casi irse pal Valhalla. Ubbe maldiciéndose en su fuero interno por no ser capaz de decirle a Drasil que le importa. Drasil olvidándose por completo de Lagertha y pidiéndole disculpas a Ubbe. Y Ubbe consolándola cuando rompe a llorar. Cualquier día estos dos hacen que me pete un pulmón.

Conclusión: era súper necesaria esa conversación. Se tenían que sincerar el uno con el otro y aclarar ciertas cosas.

También quería remarcar que desde el inicio del FanFic hasta ahora ha transcurrido más de un año (en la historia, me refiero), por eso en este capítulo se dice que Drasil tiene 19 años en vez de 18, porque ya ha pasado un ciclo. No es que se me haya ido la pinza ni nada por el estilo, jajaja.

Mencionar además que el título de este capítulo es en honor a una película de Studio Ghibli (los que me conozcáis sabréis que me encantan sus largometrajes) que lleva el mismo nombre.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que lo hayáis disfrutado. Si es así, no olvidéis votar y comentar =)

Besos ^3^

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